"¡Derieri!"
. . .
Mis oídos reaccionaron primero que mis ojos, había despertado por el constante sonido de un pitido. Respire hondo pero me era incomodo ya que algo tenía en la nariz.
¿Qué es esto? Mis parpados se sentían pesados y aunque acababa de despertar me sentía cansada y no ayudaba la luz del Sol que atravesaba las cortinas ¿Dónde estoy? Intenta mover el cuello para mirar de un lado a otro pero sin resultado.
"Derieri."
Ahí estaba esa voz nuevamente, ahora más calmada casi en un susurro.
"No puedo moverme."
"No lo intentes, estas muy delicada." La voz ahora se escuchaba más cerca.
Monspeet.
Cerré mis ojos fuertemente. Los pitidos ahora eran más constante y más fuertes. Háganlo callar. Mi garganta se sentía seca junto con mis labios pero la boca me sabía a metal. ¿Sangre? Intente aclararme la garganta un par de veces. "Mi cabeza…"
"Estarás bien." ¿A quién le dices?
"Monspeet." Por el rabillo del ojo pude ver finalmente su silueta acercándose hacia mí ¿Qué te paso?
¿Qué me pasó?
¿Qué nos pasó?
"Estas cubierto en vendas." Dije simplemente.
Sus brazos estaban casi cubiertos por vendajes, podía ver el cuello de su camisa cubrir más vendajes en su cuello.
"Simples rasguños, estoy bien." Y a continuación bajo una mano suya para tocar la mía, sentí un calor recorrer mi cuerpo. Los dedos de mis pies se movieron inconscientemente y fue cuando tome conciencia de mi situación.
"No puedo mover mi mano izquierda, ¿está rota?"
. . .
Uno…
Dos…
Tres…
"Monspeet, ¿Dónde está Rajine?"
Cuatro…
Cinco…
Seis…
"Lo siento, Derieri."
Siete…
Ocho…
Nueve…
"¿Por qué?"
Diez…
Once…
Doce…
"Falleció."
Trece…
Catorce…
Quince…
Cerré mis ojos de golpe y agite la cabeza rápidamente intentando sacar los recuerdos de mi cabeza de una vez por todas. Me detuve y respire hondo un par de veces.
Uno…
Dos…
Tres…
"Es hora de cerrar, Derieri."
"Adiós."
Escuché una carcajada. "Nunca cambias, Derieri. No te quedes mucho tiempo aquí, descansa."
Ya descanse más de lo que quería.
A continuación escuche la puerta principal cerrarse, seguido de las llaves poniendo el candado. Finalmente estaba sola en el gimnasio, mi hogar. Todo lo que me quedaba…
Mi familia… Rajine…
Después del accidente no permanecí en casa, no quería ver los recuerdos de lo que había perdido aquel día y el Gimnasio Liones parecía el lugar más obvio para quedarme, había pasado toda mi niñez entrenando… Taekwondo… Karate… Kickboxing… Judo… Mi favorito Boxeo… Algo simple, soy una persona simple que prefiere usar los puños solamente. Aunque ahora…
Agité mi cabeza de un lado a otro, váyanse memorias. De cualquier manera Hendrickson y Dreyfus, los dueños. Ellos me ayudaron y dieron un espacio donde quedarme a cambio de ser maestra en el gimnasio. Accedí de inmediato y nunca volví.
"Siento llegar tarde."
Llegas tan puntual como siempre, ¿a quién engañas?
"Terminé."
Detuve el saco de box con la palma de mi mano, sintiendo el molde de mis nudillos en este.
"Vamos." En menos de un minuto se encontraba tras de mí, guiándome hacia mi pequeño hogar, en la parte trasera del gimnasio. No podía recordar cómo había empezado esta rutina, Monspeet se dirigiría al baño y prepararía la bañera para darme un baño. Como flecha llegue hasta mi habitación, quitándome la camisa y los pantalones deportivos en el camino y ahora hacia el baño sin mirar ni un espejo, ni una reflexión, pasando de largo a Monspeet ahora en la sala de estar leyendo un libro.
El agua caliente me hizo estremecer haciéndome sentir más ligera, la superficie de la bañera se tornó dorada, mi cabello cubriendo la mayor parte de la superficie. Suspiré y comencé a peinar algunos mechones con mis dedos, desenredando los nudos que se habían provocado por el sudor.
Rajine…
Rajine…
¿Cómo estás?
Hay días más difíciles que otros…