Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


-Fluctuaciones-

Capítulo 1. ¿Odio o amor?

[Rated: K+]


Cuando aún era un niño, a Yami le enseñaron qué era el ki y cómo leerlo. Era algo muy sencillo, algo que para él era obvio y pensaba que todo el mundo lo conocía y que sabía percibirlo. ¿Quién no va a poder notar la energía propia que emana de todos los seres vivos? Por eso, uno de los aspectos que más le sorprendió tras llegar al Reino del Trébol fue que absolutamente nadie sabía siquiera de la existencia del ki.

A través de la lectura de la energía vital, se podían descifrar muchas cosas. Por ejemplo, descubrir a un enemigo que ha ocultado su maná y que planea atacarte por la espalda, saber si te están mintiendo o conocer el estado de nerviosismo de alguien cercano a ti.

Lo que indica todo eso de la manera más certera posible son las fluctuaciones del ki, es decir, los altibajos, la alteración de esa aura que todos poseemos. Yami consideraba que era algo muy complejo de explicar, pues también había distintos tipos de fluctuaciones para saber qué sentimientos experimenta una persona determinada en un momento concreto. Sin embargo, para él era lo más natural del mundo.

Siempre sabía si alguien tenía miedo, estaba enfadado o se sentía devastado por la tristeza. Pero había una persona a la que no sabía o, más bien, no podía leerle el ki. Sus emociones cuando se encontraba cerca de él eran tan inestables que le resultaba completamente imposible descifrarlas. Esa persona era, nada más y nada menos, que Charlotte Roselei.

Ella le decía constantemente que el campo de batalla era su aliado, su amante, y Yami conocía muy bien el sentimiento de rechazo hacia los hombres que no solo Charlotte expresaba, sino también su escuadrón por completo.

Pero cuando Charlotte estaba a su lado, cuando él la tanteaba o bromeaba con ella, su ki ardía, explotaba, se expandía y se contraía con vehemencia; era una auténtica locura. Nunca nadie había tenido esa forma en el ki ni esos altibajos tan repentinos, fuertes y extraños.

Por ese motivo, Yami había interpretado que la Reina de las Espinas lo detestaba, lo odiaba profundamente, como nunca nadie lo odió, sin saber que la detonación de su ki se debía a exactamente lo contrario.

Sin embargo, por más extraño que pareciera y a pesar de su rechazo constante, él la había echado de menos durante todo su exilio. Y, ahora que los Toros Negros habían podido volver al Reino del Trébol, tenía una necesidad picándole en la mente; quería verla, quería bromear a su costa, quería mirarle los ojos azules y que le brillaran, rezumando furia y molestia.

Sentado en la cama de su habitación, pensando en todo lo que había ocurrido en los últimos tiempos, Yami comenzó a fumarse un cigarro que acabó muy deprisa. De pronto, un ligero toque en su puerta interrumpió sus cavilaciones.

–Yami, ¿puedo entrar? –preguntó Finral desde fuera de la habitación.

El hombre de cabello oscuro bufó con hastío. No le apetecía hablar con nadie porque por fin estaba ahí, en su habitación, después de demasiado tiempo, perdido entre un mar de pensamientos, y no quería romper aquello.

–Puedes dejarlo para otro momento.

Escuchó unos susurros inquietos procedentes del otro lado de la puerta. Oía su voz y una que le resultó femenina y familiar, pero no se concentró en sentir su ki por el simple y llano hecho de que le producía demasiada pereza.

Unos nudillos se estamparon de nuevo con más insistencia en la superficie de madera.

–Es que… tienes una visita –hizo una pausa que le dio a su discurso algo de suspense–. Es urgente.

–Bien. Dile que pase.

Mientras escuchaba los últimos susurros y esperaba que la puerta se abriera, Yami se puso de pie, pensando en quién demonios podría ser. No mucha gente de aquel reino le tenía consideración y menos aún si eran mujeres.

La puerta rechinó mientras se abría con duda y unos mechones de cabello dorado cruzaron dentro de la habitación antes que su dueña.

Cuando Charlotte entró por fin, Yami se quedó estupefacto mirándola, sin despegar su vista de sus ojos deslumbrantemente azules –más de lo que recordaba– y sin pronunciar una sola palabra.

Su ki, de nuevo y como hacía tiempo que no sucedía, lo golpeó con fuerza. Estaba mucho más descontrolado que en otras ocasiones; subía, bajaba, emanaba calor, se entrelazaba y después se retorcía. Era lo más extraño que había sentido nunca. Si de verdad tanto lo odiaba, ¿por qué había ido hasta allí a buscarlo?

Su vista se movió por todo su cuerpo. No iba vestida de manera estrictamente formal; su armadura y casco no estaban y las hebras de su cabello caían libremente por sus hombros, por su espalda, se posaban distraídamente en la blancura de su piel. La vio más resplandeciente que nunca. Tal vez era porque llevaba mucho tiempo sin tenerla delante, pero un sentimiento de quemazón le recorrió el cuerpo completo y sintió sus manos hormigueando con insistencia, como si su inconsciente le impulsara a tocarla.

–Yami…

El susurro quebrado de su nombre proveniente de la voz nerviosa de la mujer lo sorprendió y más asombrado aún se quedó cuando observó que algunas lágrimas pendían de sus ojos, los cuales normalmente eran afilados y serios, pero que, en ese instante, rebosaban calidez y dulzura.

Sin saber muy bien cómo y de un momento a otro, Charlotte se abalanzó sobre él para abrazarlo, escondiendo el rostro contra su fuerte pecho. La sintió llorando ligeramente y el corazón se le retorció.

–Yami, he estado tan preocupada por ti... –dijo en voz baja entre sollozos tenues.

¿Qué estaba pasando? No podía entender absolutamente nada, pero algo que sí podía percibir era un sentimiento cómodo de entumecimiento en su cuerpo, como si aquel abrazo le relajase hasta el punto de quedarse dormido, como si llevara necesitando aquello desde hacía un buen tiempo.

Mientras, Charlotte no podía razonar. Por fin, Yami había regresado, estaba ahí, estaba junto a ella y no lo creía casi. Observarlo directamente no le había bastado para comprobar que era real y no una de las tantas visiones que su cerebro había creado en el tiempo en el que no lo había visto. Por eso, había sentido un impulso incontrolable de sentir su tacto, su cuerpo, su piel y su calor.

Nada más conocer la noticia de que el escuadrón exiliado había vuelto y animada por la compañera que la había informado de ese hecho, sus piernas reaccionaron solas sin necesidad de ninguna orden por parte de su sistema nervioso. Y, cuando quiso darse cuenta, ya había volado en su escoba hasta la sede de los Toros Negros, había tocado a la puerta del edificio y le había dicho a uno de los chicos que no se iría de allí sin ver a su capitán. Y, aunque él había insistido en que Yami no quería ser molestado, su tozudez ganó y ahora allí estaba; con la cara pegada al cuerpo del hombre al que había amado en silencio durante los últimos diez años.

De repente, sintió sus brazos estrechándola contra él, consolándola, y la paz le inundó el alma. Y, mientras tanto, Yami no sabía lo que estaba sucediendo en aquella habitación, pero sí que no quería escucharla más llorar, que quería reconfortarla, que se calmara y pudieran hablar tranquilamente. A pesar de que esa era una de las situaciones más extrañas e inverosímiles que había vivido con la Capitana de las Rosas Azules, al corresponderle el abrazo, se sintió ligero.

Entonces, Charlotte, envalentonada por la reciprocidad del reconfortante abrazo y sin pensarlo demasiado, se separó de él y llevó sus cálidas manos hasta las mejillas del hombre, que reaccionó arqueando una de sus cejas, para después rozarle los labios despacio mientras mantenía sus ojos cerrados.

Comenzó a moverlos en un suave, continuo y placentero vaivén y Yami le correspondió de la forma más natural posible, guiando después sus manos hasta la cintura de la mujer. Y, mientras, su ki se revolvía de forma inquieta y alocada, como siempre que él estaba cerca, pero de una forma mucho más intensa que en ocasiones anteriores.

Cuando se separaron para tomar aire, Charlotte cayó en la cuenta de lo que había sucedido entre ambos y especialmente de lo que ella había hecho. Yami todavía la tenía envuelta entre sus brazos y lo único que pudo hacer fue sonrojarse como nunca antes e intentar dar un paso hacia atrás, algo en lo que no tuvo mucho éxito.

–Lo-lo siento… yo… yo no quería… –balbuceó nerviosa, sin acabar de creerse lo que había hecho.

Yami la acercó de nuevo hacia él, haciendo que posara sus manos sobre su pecho y lo mirara desde abajo. Se veía tan frágil y vulnerable, tan alejada de la imagen de la Charlotte fría y distante que todos tenían en el recuerdo, que las ganas de volver a probar sus labios crecieron sin control.

–¿De verdad no querías hacerlo? –preguntó él, desafiante y seguro.

–¿Qué…?

–Que si es verdad que lo has hecho sin querer.

Ella asintió indecisa mientras el brillo de deseo de sus ojos y su respiración entrecortada le revelaba a Yami todo lo contrario.

–Es una pena –musitó y su aliento calentó parte del rostro de la mujer mientras la acercaba más y más hacia su boca–, porque yo me muero por volver a repetirlo, Charlotte.

La distancia entre sus labios desapareció por completo y ella solo pudo sostener con fuerza la tela de la camiseta blanca del hombre entre sus puños.

Mientras la besaba con insistencia, ternura y pasión, Yami se dio cuenta de que había deseado y necesitado hacer eso desde hacía más tiempo del que podía recordar y de que las vertiginosas fluctuaciones que provenían del ki de Charlotte no eran odio, resentimiento o asco, sino un sentimiento mucho más puro y en el que él terminaría cayendo, sin poder remediarlo, como si de un abismo se tratara.


Nota de la autora:

¡Por fin vuelvo a escribir de estos dos! Tenía tantas ganas, no os podéis imaginar.

En primer lugar, muchísimas gracias por el recibimiento en el fandom y a aquellas personas que me han puesto en su lista de favoritos por Sin compromiso (mi otra historia de Yami y Charlotte que no tiene conexión ninguna con esta y que te recomiendo que leas si aún no lo has hecho, eso sí, es bastante subida de tono).

Bueno, aquí está esta nueva historia. De momento no es gran cosa, pero ya se irá ramificando un poquito. No va a ser algo muy complejo ni largo (calculo que tendrá entre cuatro y seis capítulos), pero pondré toda mi dedicación en este fic porque siento que el fandom y, particularmente, esta pareja necesitan más historias en español.

Por cierto, algo importante: la clasificación de los capítulos va a variar, en especial la del segundo que será un capítulo de lemon exclusivamente, pero solo será en ese capítulo, por eso no he querido ponerle clasificación M al fic porque realmente solo va a tener contenido adulto en un episodio y no veo justo que a quien no le guste la temática no pueda leer lo demás (que se podrá leer y comprender obviando ese, pero claro está que el capítulo con lemon enriquecerá bastante la historia en sí).

En fin, nada más, espero que os guste y me hagáis saber qué pensáis; es importante para mejorar.

¡Besos y nos vemos en la próxima!