Fic inspirado en una tabla que hizo mi esposa (tanitbennajash aquí y en tuiter) de siete prompts para una comunidad de facebook que se llama La Ola y que reúne a mujeres que escribe. Yo sólo lo volví un fic Shigadabi.

Palabra: pasado.


Lo que te deje dormir

Dangling feet from window frame
Will I ever ever reach the floor?
More, give me more, give me more
Crushed and filled with all I found
Underneath and inside Just to come around
More, give me more, give me more

If I Had a Heart, Fever Ray


Es sólo una patética imitación del romance, la cercanía y la ternura. Es una manera de coquetear con la muerte y salir victorioso; fingir que está ganando días de vida aunque le de igual la muerte.

Es la idea de que si los cinco dedos de alguna de las manos de Shigaraki se posan sobre él, al mismo tiempo, todo habrá acabado. No le sorprende descubrir que no le importa.

No le importa la idea de la muerte desde que tiene quince años. Lo único que le queda de ese tiempo son los recuerdos y las raíces blancas que oculta con tinte cada ocho días. Las dos cosas son una mierda. En su memoria hay un hombre gritándole que no es lo suficientemente fuerte, que es un cobarde, que nunca será perfecto si sigue llorando. Hay lágrimas, por supuesto; más quemaduras de las que puede contar y una súplica.

«Si me odias tanto, mátame».

Sí, recuerda perfectamente haber dicho esas palabras.

—Ey. Ponme atención.

Tres dedos bajo su barbilla.

No sabe si está ahí por la adrenalina o por sus ganas de morirse.

Nunca le ha preguntado a Shigaraki por qué acepta. Quizá es también la soledad, porque es cabrona. Pero duda que se eso. Quizá lo hace sólo por joder.

—Estaba pensando —responde Dabi.

Le gusta provocarlo. En teoría sabe que es una pésima idea. Mala como ninguna otra, considerando que la singularidad depende de sus emociones y Shigaraki sólo parece conocer la desidia y la furia. Es quizá la imitación patética del peor romance jamás escrito, lo que tienen.

—¿En qué?

Cuatro dedos. Lo obliga a mirar hacia abajo.

Se le corta la respiración. Está viendo a Shigaraki directamente a los ojos.

Tiene los ojos de un niño sonriente y eso no concuerda con el resto de su personalidad o su físico. En sus ojos Dabi puede ver los restos de unas ilusiones infantiles que no conoce e imaginarse su sonrisa. Por lo demás, le empeoran el aspecto de Shigaraki.

Lo ve torcer la sonrisa.

—Puedes matarme así, ¿sabes?

Sólo el dedo meñique se mantiene alejado de su piel.

—Sí. —Shigaraki aprieta los dedos en su barbilla—. Pero no estabas pensando en eso, ¿o sí? —Ladea la cabeza.

Todavía están en la cama. El abrigo de Dabi está tirado en el piso, de igual manera que lo está el de Shigaraki. Por lo demás, han ido vistiéndose poco a poco, fingiendo que no hay un mundo afuera esperándolos.

—No.

Shigaraki sonríe. Suelta su barbilla, pero mantiene su mano cerca. Le recorre los labios con el pulgar antes de agarrarle la playera para atraerlo hacia sí.

Todavía no se acostumbra a los besos de Shigaraki. Dabi tiene la parte inferior quemada y no puede imaginarse un mundo en el que besar eso sea placentero. Pero el otro los tiene partidos, secos, deshechos y siempre lo besa de manera agresiva, todo dientes y violencia.

En perspectiva, sus besos son una mierda.

Pero Dabi no conoce otros. Y la única otra forma de afecto que recuerda le queda tan lejana que, si Shigaraki le ofrece algo que es sólo una ilusión —no muy buena—, va a aceptarla sin pensar. Cualquier clase de afecto es bueno cuando sólo quiere sentir el cuerpo de alguien más bajo las sábanas cuando necesita enterrar el pasado bien hondo en su cerebro.

Pero el beso acaba y el pasado vuelve.

Lo más doloroso no es recordar el entrenamiento, sino las caricias de su madre. Su sonrisa. El tacto suave con el que le untaba ungüento para curarle las quemaduras que le causaba su propio poder y le ponía vendas.

Es su turno de jalar a Shigaraki y buscar sus labios. No se detiene allí, sin embargo. Llega hasta su cuello y lo muerde.

Una de las manos de Shigaraki se clava en su hombro, le entierra todos los dedos.

¿Qué tan sano es enterrar tus memorias infantiles fajando con una escoria de ser humano? No que Dabi no sea una. Acepta su estatus, pero le vale madres. No le importa nada en el mundo, salvo dos cosas: ser quien le dé el tiro de gracia a Endeavor y, en ese momento, dejarle un moretón a Shigaraki en el cuello que le dure días y haga que Compress se lleve la mano a la cara, que Kurogiri suelte un suspiro exasperado y que haga a Toga sonreír como imbécil.

No es un mal plan.


En teoría sabe que es pésima idea enterrar el pasado cogiéndose a Shigaraki. Eso es la teoría.

En la práctica le funciona maravillosamente bien.

Cualquier cosa es contacto humano aceptable cuando tus estándares son tan bajos que están probablemente más allá del subsuelo, se dice Dabi.

—No me gustas —oye decir a Shigaraki. Oye, como a lo lejos, mientras está ocupado dejándole marcas de rasguños por todo el pecho, para ver si combinan con las de su cuello y alrededor de sus ojos.

Alza la cabeza.

—¿Ves que me importe?

Shigaraki se encoje de hombros.

—Por si acaso.

Dabi se ríe.

—¿De qué tienes miedo, imbécil? ¿De que me enamore de tu patético trasero? —Después de coger, su actividad favorita para hacer con Shigaraki probar para hasta donde puede provocarlo. Siente tres dedos enterrarse en su hombro—. Ni en tus peores pesadillas.

Shigaraki se ríe.

Cuatro dedos.

Siempre tiene la mano ganadora allí. Su poder siempre será más rápido que las llamas de Dabi. No puede evitar envidiarlo —no, no eso, quizá lo odia un poco— porque al menos su singularidad no lo mata por dentro.

La otra mano de Shigaraki alza su barbilla, lo obliga a mirarlo.

—No conoces mis pesadillas.

La sonrisa le da miedo a Dabi. ¿En verdad quiere conocerlas?


Se queda con la Liga porque no tiene ningún otro lugar a donde ir ni dónde dormir. Lo que implica que, a veces, cuando sus sueños lo traicionan, despierta a media noche cubierto de sudor y a medio grito al lado de Shigaraki porque tampoco es que tengan tantas camas.

Para no importarle nada en la vida, sus pesadillas le causan demasiados problemas.

Endeavor siempre está en ellas.

(Siempre es Endeavor o Enji Todoroki, nunca papá).

A veces son del día del accidente que casi lo mata.

—No voy a abrazarte. —La voz de Shigaraki lo sorprende.

Es cuando se da cuenta de que está temblando y tiene los brazos cruzados sobre el pecho, como si estuviera protegiendo de un peligro que no existe. Sacude la cabeza, baja los brazos, adopta una pose de «me importa una mierda todo».

—No te lo pedí.

—Lo que te deje dormir por la noche. —Shigaraki se encoge de hombros—. A mí me importa una mierda.

Respira hondo antes de volverse a acostar.

—¿Cómo son tus pesadillas?

—No te importa.

—Te cuento las mías si me cuentas las tuyas.

—No estoy interesado. —Shigaraki mira al techo—. Como si se las fuera a contar al primer idiota que se mete en mi cama. —Dabi no sabe si sentirse ofendido o no por el insulto. Decide dejarlo pasar—. Tus pesadillas te hacen lo que eres.

—¿Vas a decirme que valieron la pena?

—No, probablemente fueron una mierda y no sirvieron de nada más para que cortarte en pedazos. —Una pausa. Shigaraki lo recorre con la mirada primero y luego con un par de dedos sobre su pecho—. Literalmente, en tu caso.

—Mira quien habla.

—El que no se engrapa la piel para parecer menos cadáver andante.

—Es una elección de estilo.

—Y una mierda. Es tu vida. —Shigaraki lo atrae hacia sí para besarlo. Cuando lo suelta, Dabi se encuentra todavía buscando el contacto de una manera patética—. No me interesa conocer tus pesadillas, sólo que tanto estás dispuesto a destruir por ellas.

—El mundo.

Shigaraki le regala una sonrisa. Todas sus sonrisas son temibles, tiene que ver con la discordancia entre sus ojos, las marcas de su cara, las cicatrices.

—Bien. —Se acerca un poco a él, buscando su oreja—. Yo también.


Notas de este capítulo:

1) Llevo años —ok, no, pero sí meses, con la idea de escribir Shigadabi porque me gusta mucho la idea de la pareja y cuando intenté leer del asunto… no me encantó. (Aunque Aryane tiene un guiño muy bueno en un fic que se llama The Price We Pay, pero ese es más un character study de Hawks con mucho Endeavor incluido). El caso es que tienen mucho potencial para llevarse el premio a peor romance —o imitación de— de la historia y son una de las relaciones más tóxicas que se me ocurren. Y se me ocurren muchas. Y en este tipo de relaciones en las historias hay dos cosas que me enojan: primero, que se pinten como ideales románticos; segundo, que se haga porno de la crueldad. Así que es lógico que no encontrara yo mucho.

2) ¿Gracias por leer mis mierdas? Esperen seis capítulos de estos más en el mes. Intentaremos uno diario, pero tendrán que ignorar amablemente el fin de semana porque probablemente no me siente a escribir.


Andrea Poulain

a 14 de febrero de 2020

Feliz San Valentín