Dos años después.

Craig se debatió mucho frente al espejo, no es que fuera a una cena especial o algo parecido, de hecho, la cosa era lo más casual del mundo y aún así para él tenía un significado bastante más especial. Así que guiándose por la nostalgia se puso aquel viejo chullo que su novio.

Sí, novio.

Le había obsequiado en su cumpleaños catorce, una vez con la prende en la cabeza corrió escaleras abajo donde su madre se asomó por la vista al comedor.

—¿Ya te vas? —preguntó con simplicidad a lo que Craig asintió—, llévale estos pastelillos a Tweek como regalo de mi parte, ¡Y deséale feliz cumpleaños también!

—Sí mamá— respondió con sencillez el moreno mientras salía de la casa.

El destino fue aquella pequeña banca del parque que la pareja había adoptado desde la niñez como su lugar al agudizar la vista Craig pudo notar que el pecoso ya se hallaba ahí y tenía algunas pequeñas bolsas de regalo consigo. Probablemente de Stan y Kenny. Cuando Tweek por fin volvió a casa después de su periodo en institucionalización comenzó a alternar el tiempo que pasaba con Clyde, Token, Jimmy e incluso el propio Craig con sus otros amigos.

Al principio como claro está, a Craig no le hizo mucha gracia, pero lo entendió, las cosas debían cambiar y era para bien, porque Tweek a pesar de no estar con él siempre lo amaba y se lo había dejado muy en claro y Craig... no había duda de que amaba a Tweek, la prueba máxima fue estar a su lado en sus momentos más difíciles. En estar juntos ahora después de dos años de cosas tan inestables, las cosas pintaban a mejor.

—¿Tienes mucho esperando? —finalmente anunció su llegada el moreno, sobresaltando un poco a Tweek quien terminó por darle una sonrisa deslumbrante.

—En realidad no, ¿quieres? —preguntó el rubio haciendo referencia al batido que tenía entre las manos— es de chocolate.

Craig tomó entre sus labios la pajilla y dio un pequeño sorbo terminando con el poco líquido que quedaba, tomando asiento los dos por fin se dieron un pequeño y tierno beso.

—Feliz cumpleaños dieciséis, cariño— susurró Craig mientras le tendía una pequeña bolsita de regalo, Tweek besó su nariz.

—Gracias guapo, a ver veamos qué tenemos aquí.

—Eres un desesperado— comentó el moreno en tono de burla—. Se supone que lo abrieras en casa.

Tweek hizo un pequeño chillido ofendido ignorando la reprimenda y abriendo el regalo. Se encontró con unos pastelillos, interrogante arqueó la ceja.

—Esos son de parte de mamá— explicó, confirmando lo que el rubio ya sospechaba.

—Dios tu mamá es un ángel, esto es prácticamente mi pastel de cumpleaños.

—¿Acaso tus padres...? —conforme Craig decía la frase su tono bajaba, ¿Cómo pudo ser tan imprudente? —, lo siento.

La relación entre Tweek y sus padres nunca había sido una relación sana, eso lo tuvo muy en claro cuando se enteró de lo que le obligaban a consumir a su hijo, pero ahora la cosa cambiaba y pasaba a ser tensa. Cuando a Tweek se le consideró óptimo para salir del hospital tuvo que debatirse entre dos cosas: Denunciar a sus padres o hablar con ellos claramente.

El chico que entonces ya tenía catorce años decidió lo segundo, hospedándose unos días en la casa Tucker les puso las cartas sobre la mesa a sus padres, lo que hicieran de su negocio era su asunto, pero Tweek aclaró que no era un muñeco de prueba, ya no. O lo trataban como a un ser humano o les denunciaría. Puede que sus padres fueran raros, pero no estúpidos, su respuesta fue obvia.

Aunque la tensión desde entonces fue en lo que se basó su relación, diciendo amar a su hijo, pero mostrando recelo contra él, sin embargo, a Tweek no parecía molestarle.

—No te disculpes, no tiene nada de malo suponer que los padres hagan eso por sus hijos Craig. —tranquilizó el rubio.

—Sí, pero fue algo estúpido de mi parte suponer que...

—No lo fue, no tienes que privarte de hablar de ello como si fuera un tabú, sé más que nadie lo complicada que es mi situación familiar, pero el no hablar de ello no significa que ya no vaya a estar ahí— le sonrió mientras tomaba la mano del moreno—, poder ser sincero contigo me hace sentir mejor conmigo mismo.

—Es sólo que a veces me siento triste por ti...

—¿Sí...? —animó Tweek a que Craig continuara expresándose.

—¡Es tan injusto! Tweek eres la mejor persona que he conocido y el chico más jodidamente fuerte que jamás conoceré... merecer más, quiero darte más.

—Ya me lo das ¿recuerdas? Cuando cumplamos dieciocho nos iremos de este jodido pueblo, y comenzaremos nuestra propia historia. Tú y yo, un amante del café y uno del espacio ¡Imagínate las aventuras que pasaremos con semejante combinación!

—Te amo Tweek— respondió con sencillez el moreno.

—Te amo Craig— coincidió el rubio para después acercarse al rostro del otro.

Se besaron, lentamente y expresando todo el amor que sentían el uno por el otro y algo más. La promesa de que el mañana sería mucho más brillante siempre y cuando pudiesen estar de esta manera sólo un poco más.

Los ojos del moreno se abrieron de par en par recordando aquella pequeña caja que guardaba en su sudadera.

—¡Falta mi regalo! —exclamó.

—Oh... yo pensé que tú eras el regalo— insinuó el rubio con picardía, Craig rio nasalmente dejando escapar esos ruiditos que le parecían tan adorables al rubio.

—Quizá más tarde cariño. Ahora cierra los ojos y extiende tu brazo.

Con una sonrisa Tweek se dejó hacer sintiendo el metal frío que se colocaba en su muñeca, una vez que dejo de sentir las manos de Craig trabajando en el objeto, abrió los ojos.

Se encontró con una esclava de plata.

—¡Dios! ¿Cuánto te costó esto? —exclamó el rubio con un dejo de preocupación, Craig revolvió su cabello.

—¡Esas cosas no se dicen! —ciertamente había estado trabajando duro por ello—, tiene un mensaje.

Fue entonces cuando Tweek entrecerró los ojos para ver aquel mensaje grabado en la plata.

Tú eres el sol y yo soy todos los planetas girando a tu alrededor.

El silencio de aquella noche fue roto por la risa del pecoso.

—Tenía que ser novio de Craig Tucker el jodido idiota del espacio— sin embargo, después de aquella burla una sonrisa que reflejaba nada más que amor surcó su rostro—. Gracias Craig, me encanta.

—De nada bebé.

Y se quedaron ahí, observando la inmensidad del cielo nocturno, pensando que todo lo que les esperaría, quizá podría aterrarles, pero no, habían descubierto algo.

Si estaban juntos eran capaz de mucho más de lo que pensaban.

Fin.