Las buenas historias suelen tener comienzos humildes, nunca sabes cuándo una gran historia va a pasar, nunca sabes con exactitud cuántas veces pudiste haberte cruzado con el amor de tu vida ¿Pudo haber sido en el transporte? ¿O quizá en aquel café que frecuentas?

Claro, esas preguntas no podían importarle menos a Craig Tucker, él era un hijo de la gran puta con todas las letras, esas cosas realmente no podían importarle menos, realmente casi nada le importaba, hace mucho tiempo aceptó que no era capaz de sentir nada, sus padres lo llevaron a múltiples instituciones mentales, pero nunca encontraron la respuesta de su mal.

Realmente no le importaba, no sentía más que un ligero fastidio al ver los rostros tristes de su familia por su "precaria" condición, sin embargo, ¿Realmente era tan malo? Él no lo sentía así... pero no es como si Craig sintiera muchas cosas de todas maneras; había leído tantos libros con temas de romance que casi se sintió bendecido por su padecimiento.

Definitivamente era mucho mejor ser alguien conducido por la lógica que ser un manojo emocional, eso siempre te metía en problemas, te hacía débil. ¿Y qué si tenía que fingir un poco para ser un ser funcional? No es que eso le hiciera particular daño a alguien... a veces, bueno la mayoría de las veces... o algo así, no es que realmente eso sea relevante.

Tucker a pesar de lo dificultosa que podía ser su enfermedad a la hora de ser un ser funcional y poder relacionarse con las personas (no importa lo mucho que le molestara, él sabía perfectamente que los humanos debían vivir en comunidad, y él estaba incluido ahí) llegó a la universidad como estudiante de astronomía, según él no había nada mejor que pasar toda su vida solo haciendo investigaciones.

Pero la vida pocas veces nos da la felicidad como y de la manera que nosotros buscamos, y Craig estaba incluido en los planes de plot twist de la vida.

Y eso por supuesto no comenzó en algún lugar elegante o especial, no, porque ¿Qué clase de plot twist sería aquel? El giro de su vida comenzó en el subterráneo, había tenido la mala suerte de haber averiado su automóvil, y aunque lo había llevado al mecánico este tardaría al menos dos semanas para estar listo. Su padre le negó tomar el auto de la familia, por supuesto.

Así que ahí estaba Craig atascado en un maldito subterráneo lleno de personas insoportables, teniendo que soportar conversaciones triviales y las típicas chicas estúpidas que creían que reírse a todo volumen era considerado algo atractivo por los hombres ¿Y ya mencione que estaba parado? Craig odiaba estar parado mucho tiempo. Su humor ese día era particularmente peor que siempre, y Craig Tucker nunca estaba de buen humor.

Por fortuna o mala suerte su destino era la terminal, así que tarde o temprano tuvo que conseguir un asiento. No tuvo que esperar tanto como pensaba para conseguir uno y francamente le valía un pepinillo que fuera un asiento para personas discapacitadas, él estaba cansado y quería sentarse así que ¿Qué diablos? Todo el mundo ignoraba eso de todas maneras, su suerte no podía ser tan mala como para que entrara un retardado.

O si podía, aunque no exactamente.

En unas dos estaciones más se subió una persona que era... curioso, sí Craig decidió que esa era la palabra, despertaba curiosidad en él, y si bien eso era algo extraño no era imposible, lo primero que le hizo fijarse en aquella persona era su apariencia, tenía una piel pálida como el marfil y un rostro salpicado con pequeñas pecas su cabello por el contrario lucía salvaje e indomable de color rubio que contrastaba con la palidez de su piel.

Craig supuso que sus ojos debían ser bastante llamativos a juzgar por sus pómulos y la forma de su mandíbula, no obstante, no podía afirmarlo porque aquel chico llevaba gafas oscuras ¿Quién mierda llevaba gafas oscuras al subterráneo? ¿Se creía de la matrix? Decidió mirar un poco más creyendo que el chico estaba distraído y fue cuando notó un bastón, de pronto tuvo bastante sentido el uso de gafas, estaba ciego.

Y Craig estaba sentado en el asiento de retardados ¡Y una mierda!

—No te estoy dando el asiento —murmuró para sí.

—umh ¿Perdón dijiste algo? —preguntó el rubio sorprendiendo al moreno con una voz que, aunque era suave también era más masculina de lo que imaginaba, realmente no supo qué decir y eso le extraño.

—Yo eh... no, digo, el asiento...

—Oh ¿me lo cedes?

Oh genial, había sido un estúpido y ahora todos lo habían visto, lo que significa que ya no podía negarse, no es que realmente importara, pero le jodía tener que ver miradas y escuchar a señoras hipócritas quejándose cuando ellas mismas se hicieron de la vista gorda.

—Supongo.

El chico le dio una gran sonrisa, Craig noto el pequeño espacio entre un diente y su canino, por alguna razón le pareció entrañable o cuanto menos curioso, con un suspiro se paró y dejó que aquel discapacitado ocupara su lugar.

El chico después de eso no hizo intento de mantener una conversación con él, lo que agradeció infinitamente, lo último que quería era hablar con un ciego del subterráneo, sin embargo, Craig Tucker se sorprendió así mismo dando miradas furtivas a aquel rubio de aspecto tan curioso.