Disclaimer: La saga de Harry Potter y sus películas pertenecen a J.K. Rowling y Warner Bros, no hago esto con fines lucrativos.
La vida sucede en los grises
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Dramione
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Resumen completo: Hermione Granger está casi en la cúspide de su carrera. Los rumores dicen que su nombre es uno de los que más suenan para próxima Ministra de Magia y sus más cercanos no dudan que así sea. Pero justo entonces las cosas se enredan. Rita Skeeter publica un artículo del romance prohibido que ella y Draco Malfoy mantuvieron en la escuela. Nadie se creería semejante basura si no fuera porque dicho artículo va acompañado de una fotografía. ¿No son esos Draco y Hermione besándose apasionadamente en un pasillo escondido? ¡Imposible! Aquello tiene que ser un truco, ¡un montaje! ¿Lo peor? No lo es.
Ahora Hermione tendrá que enfrentar su pasado oscuro y descubrir cómo hacer para que semejante escándalo no se interponga con su carrera.
Capítulo piloto: El escándalo del momento
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Para Blue, que leyó esta historia primero y me animó a continuar.
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Julio 2018
Si su día comenzó mal, no hacía más que empeorar por segundo. Por primera vez en la vida Hermione iba tarde al trabajo, y por millonésima vez agradeció ser una bruja. ¿Cómo, si no, habría conseguido llegar al Ministerio en menos de quince minutos desde que despertó en el departamento de sus padres en el Londres muggle? De no haber podido aparecerse, hubiera tenido que lidiar con el nunca bien ponderado transporte público y sus atascos. Le daban escalofríos de solo pensarlo. Y aunque honestamente no solía aparecerse y una aparición era lo último que un estómago vacío como el suyo necesitaba en ese momento, no le quedó otra opción.
"Voy tarde, voy tarde, voy tarde", se repetía entre cada latido acelerado de su corazón.
Entró a toda prisa en la familiar cabina telefónica de color rojo y tiró con tanta fuerza del teléfono, que a punto estuvo de cortar el cable.
Marcó el número que se sabía de memoria, a pesar de haber utilizado este método de ingreso solo en contadas ocasiones, y aguardó a que la voz se dirigiera a ella con la frase de rigor, lo que no tardó en suceder.
—Bienvenido al Ministerio británico de magia. Por favor diga su nombre completo y el motivo de su visita.
—Soy Hermione Granger, jefa del Departamento de Seguridad Mágica y estoy aquí por trabajo.
—Perfecto, señora Granger. Por favor espere un minuto…
Hermione comenzó a golpear el suelo insistentemente con uno de sus pies, haciendo que el tacón de su zapato retumbara en el pequeño espacio. Pensó en pedirle que se apresurara o gritarle que no hacía falta que confirmara su identidad, pero sabía que cualquier medida de seguridad, por más molesta que se le hiciera en aquel instante, era necesaria.
—Todo en orden —dijo la amable voz mecanizada, y entonces finalmente la cabina comenzó a descender hacia la entrada del Ministerio. Todavía no terminaba de llegar al suelo cuando abrió la puerta y salió corriendo a todo lo que daba.
Atravesó el atrio haciéndole una seña a Ed, quien, como siempre, registraba a los visitantes y sus varitas antes de dejarlos pasar. Ella, por supuesto, no pasaría por aquel protocolo. Normalmente lo hubiera hecho, y Ed le habría insistido en que no era necesario, pero no ese día que iba, según el inmenso reloj de la entrada, diez minutos tarde a su reunión con el ministro.
¡Por Morgana! Si tenía que manchar su perfecto historial, ¿tenía que ser justamente ese día?
Sabía que Kingsley Shacklebolt no se lo tomaría mal. Nadie se tomaba nada mal cuando eras una heorina de guerra, como al mundo le gustaba llamarle, pero eso no significaba que ella no se sintiera terrible al respecto.
Corrió hasta los ascensores e incluso vio a una mujer que no conocía, probablemente alguien externo, mirarla con sorpresa al reconocerla y hacer ademán de salir para que ella pudiera entrar, ya que el pequeño cubículo estaba lleno, pero Hermione desechó la idea con un gesto de su mano y una sonrisa cordial.
Su puesto estaba en el segundo nivel, podía subir por las escaleras.
Pésima idea. Cuando llegó al primer rellano se le quebró el tacón del zapato derecho y casi cae por ellas. Por fortuna alcanzó a sostenerse a tiempo de uno de los pasamanos o aquello podría haber terminado muy mal.
Se llevó una mano al corazón y respiró profundo para superar el sobresalto. Luego alcanzó a subir tres escalones más antes de desistir y quitarse ambos zapatos, ya que ir cojeando no le ayudaría a avanzar más rápido, y en ese momento lo más importante era no llegar más tarde de lo que ya estaba llegando.
¿Qué importaba correr despeinada, con la ropa arrugada y los pies descalzos por un pasillo lleno de funcionarios que la miraron con extrañeza?
No, aquello no era una prioridad.
Saludó a algunos, pero al final terminó abriéndose paso entre ellos, decidiendo que ya podría disculparse por su falta de cortesía más tarde.
¡Y ahí estaba! Luego de aquella maratónica carrera, finalmente tenía su oficina a la vista. Entró de golpe en ella y vio por el rabillo del ojo a Mindy, su hermosa secretaria, ponerse de pie en el acto.
—Señora Granger, digo… Hermione —se corrigió a sí misma en el acto. Llevaba casi un año trabajando con ella, pero aun cometía el error de llamarla por su apellido por más insistente que había sido la aludida en que le dijera por su nombre de pila. Ya casi no le sucedía, solo cuando estaba especialmente nerviosa por algún asunto, pero por supuesto, apurada como estaba por llegar a la reunión, Hermione no reparó en ese detalle ni en el por qué podría estar nerviosa esa mañana.
—Hola Mindy, estoy tarde, ya lo sé. No he comido nada, ¿crees que podrías traerme un café, por favor? —Lo último que necesitaba era quedarse dormida en la reunión luego de una noche en la que casi no pudo pegar un ojo—. Mis zapatos se arruinaron, así que me cambio y voy para allá. ¿El ministro ya te preguntó por mí? Seguro que sí, dile que estaré con él en un minuto, ¿sí? —habló tan rápido como su lengua se lo permitió y sin esperar respuesta se internó en su propia oficina, que estaba justo detrás de la de su secretaria; ésta la siguió hasta allí y asomó la cabeza con cautela para responder:
—Dejé un café en su mesa hace cinco minutos y no se preocupe, le pediré a Katie que le haga saber al ministro que va en camino, pero…
Para ese entonces, Hermione ya terminaba de calzarse el segundo zapato del par de repuesto que siempre tenía en su oficina para ese tipo de eventualidades y que por primera vez en la vida, valía la pena recalcarlo, utilizaba hoy, y se disponía a dar un sorbo a su café con la esperanza de que activara su sistema.
—Ah, y por favor dile a Ron que almorzaremos juntos. No tengo tiempo de confirmarle y le dije que le avisaría en cuanto llegara al trabajo.
—Claro, lo haré, pero antes debería…
—¿Me veo muy mal?
—No, solo…solo un poco despeinada —le dijo al tiempo que se acercaba y arreglaba ágilmente su cabello con un par de movimientos de sus manos—. Así está mejor.
—Perfecto, gracias Mindy. Ahora me voy o…
—Hermione, antes debo decirle algo, por favor.
—Oh, lo siento, pero ya voy muy tarde. ¿No puede ser a la vuelta? —preguntó mirándola con impaciencia desde el umbral de la puerta.
—No, no… esto es importante —insistió Mindy—. ¿Leyó ya El profeta?
—¿Me preguntas si ya leí el periódico? —Hermione frunció el ceño, totalmente confundida por la pregunta. ¿A qué venía eso justamente en ese momento? Si se lo estaba diciendo tenía que ser por algo importante, Mindy había demostrado ser una secretaria mucho más competente de lo que ella esperó cuando la contrataron, pero no podía imaginar por qué le preguntaba aquello—. Pues no… en realidad no dormí en mi casa, sino en la de mis padres. Hugo está enfermo y pasó una noche fatal, así que esperaba leerlo más tarde. —mentía, en realidad ni siquiera se había acordado de ello considerando lo ajetreada de su mañana.
Vamos, tampoco era que pasara algo solo porque ella se saltara por un día su rutina habitual de leer el periódico nada más levantarse, ¿verdad? ¿Qué hecho importante podría haber acontecido justo aquel día que no pudiera esperar? No se le ocurría ninguno.
—Oh, entiendo —murmuró Mindy con una expresión incómoda que desconcertó todavía más a su jefa.
—¿Me dirás de una vez qué pasa con El profeta hoy?
Mindy abrió la boca, pero tardó unos exasperantes cinco segundos en hablar:
—La verdad no estoy segura —dijo con voz bajita y titubeante.
—¿No estás segura? ¿De verdad? ¿Entonces qué? ¿Debería verlo por mí misma? —preguntó de mal humor. Quizá debía reconsiderar lo de "competente" —. Si no vas a decir nada, entonces solo dame una copia y sea lo que sea lo veré en el ascensor.
Justo en ese momento el sonido de un teléfono las interrumpió. Se trataba del teléfono de Mindy, ese que la misma Hermione había insistido en instalar cuando la nombraron Jefa del Departamento de Seguridad Mágica, uno tan clásico como el de la cabina de entrada, casi retro. A todos les pareció una excentricidad, a ella la hacía sentirse más conectada con su parte muggle, y con sus padres, por supuesto. Además, en los tiempos que corrían cada vez más magos se mostraban interesados por utilizar otro tipo de vías de comunicación.
Por si no le hubiera hecho perder suficiente tiempo ya, Mindy se tomó el atrevimiento de acercarse a su escritorio para contestar, pero en vez de hacerlo se quedó con la mano en el teléfono y volteó a mirar a Hermione de nuevo, el sonido restallaba en las pupilas de esta última.
—¿No vas a contestar?
—Es la señora Ginny Potter, ya hablé con ella más temprano. Dijo que ha estado llamándola toda la mañana, pero usted no contestaba el celular.
—¿Mi celular? —Hermione se llevó una mano a la frente preguntándose dónde lo había dejado—. No estoy segura de dónde lo dejé. Escucha, no está siendo un buen día y no parece que vaya a mejorar, así que contesta y dile que la llamo luego. Después vemos también el asunto de El Profeta, ¿de acuerdo?
—No, no… creo que debería contestar. Mejor que se lo diga ella.
—¿Qué me diga qué exactamente? —preguntó una rabiosa Hermione.
Como toda respuesta Mindy se encogió en su lugar, intimidada por la actitud agresiva de su jefa.
—De acuerdo —dijo Hermione, intentando conservar la paciencia. Mindy no tenía la culpa de que ella estuviera llegando tarde o de que Hugo se hubiera enfermado el peor día posible. Al ver que su secretaria no parecía dispuesta a añadir nada más, alcanzó su escritorio en un par de zancadas y tomó el teléfono. Antes de que se lo hubiera llevado a la oreja Ginny ya había empezado a hablar, o más bien gritar.
—¡Hermione! ¡¿Dónde estabas?! ¿Y qué pasa con tu celular? Te llame cien veces. Siempre contestas, ¿y eliges justamente el día de hoy para no hacerlo? ¡Por Merlín!
—Lo siento, Gin. Tranquilízate, ¿quieres? Casi me dejas sorda. No sé dónde estaba mi celular, pero voy atrasada, así que…
—¿Ya lo viste? —la interrumpió la pelirroja como si Hermione no hubiera dicho nada.
—¿Por qué siguen haciéndome preguntas sin sentido? Mindy mencionó algo de El Profeta, pero honestamente…
—¡¿Todavía no lo ves?!
—¿El qué? ¡Dímelo o te colgaré!
—No, no, no lo hagas. Esto es una emergencia, dile a Mindy que te pase una copia y, por amor a Merlín, no cuelgues, Hermione —Prácticamente le suplicó lo último.
—Está bien.
Para ese entonces Hermione había comenzado a ponerse nerviosa, pero nerviosa de verdad. Sintió su estómago encogerse y su corazón volver a agitarse de la nada.
¿Qué demonios podía ser tan importante para que Mindy y Ginny actuaran así, tan alteradas? Ellas definitivamente no le harían perder el tiempo de esa manera sabiendo que iba retrasada a una reunión importante, a menos, claro, que fuera por algo todavía más apremiante.
La única opción que quedaba, entonces, era esa. No estaban bromeando, tenía que ser algo serio.
Hermione se giró para pedirle a Mindy que le trajera una copia del dichoso periódico, pero descubrió que su secretaria ya tenía una en sus manos y se la extendía con temor. Así que lo tomó con la mano que tenía libre, la otra seguía ocupada con el teléfono, y se lo acercó al rostro sin saber muy bien qué esperar.
Una parte suya, una casi enterrada gracias a los años y a base de repetirse cada día durante mucho tiempo que eso era cosa del pasado, temió encontrarse con el temido regreso de Lord Voldemort o alguien que hubiera tomado el relevo.
No había sido fácil terminar con su reinado del terror, incluso después de su muerte en Hogwarts a manos de Harry. Y había días, sobre todo al principio, que Hermione dudaba de todo, incluyendo si efectivamente ya no pertenecía al mundo de los vivos.
¿Realmente estaba muerto? ¿Habían destruido todos los horrocruxes?
¿No tendría algún otro plan de respaldo? ¿Uno solo en el caso extremo de que el que él creyó un plan infalible no saliera bien?
Hermione pasó saliva y sus ojos buscaron ansiosos el titular. Pero lo que encontró allí nada tenía que ver con Voldemort ni ningún otro mago tenebroso. El asunto, de hecho, se clasificaba en un apartado muy distinto, uno que a ella ordinariamente no le hubiera interesado lo más mínimo.
—¿Hermione? ¿Sigues ahí? —Escuchó preguntar a Ginny desde el otro lado de la línea.
El periódico golpeó el suelo.
—¿Hermione? —preguntó Mindy, y a la aludida le pareció que incluso hacía la tentativa de acercarse como si temiera que fuera a desmayarse de un momento a otro—. ¿Estás bien?
—¡Hermione, di algo! —insistió Ginny.
Pero Hermione no les hizo caso, su mente estaba muy lejos de allí como para responderles.
A sus pies yacía el periódico, en cuya portada todavía podía leerse el titular a pesar del ángulo extraño en el que había caído:
Draco Malfoy y Hermione Granger, los ex enemigos de escuela y su tórrido romance prohibido.
¡Conózcalo en exclusiva!
Debajo de éste había una fotografía, una comprometedora fotografía en la que ambos implicados salían besándose en un baño de Hogwarts.
Las piernas de Hermione comenzaron a flaquear, por lo que su dueño las flexionó y comenzó a encogerse hasta quedar sentada en el suelo de la oficina, la oficina de su secretaria para ser más exactos.
La jefa del Departamento de Regulación Mágica estaba evidentemente en shock. Había soltado el teléfono, el cual cayó en picada hasta casi tocar también el suelo y luego rebotó contra uno de los costados del escritorio de Mindy, quien se apresuró a tomarlo y le hizo saber a Ginny que su jefa estaba bien, solo un poco conmocionada.
Pero la pelirroja no se conformó, insistió en que la pusiera al teléfono de nuevo.
—Hermione, escucha. Sé que parece malo, especialmente ahora que hay rumores de que Shacklebolt renunciará, pero no es tan malo… quiero decir, ¡es falso! Tú y yo lo sabemos. Harry y Ron también…bueno, puede que Ron se lo crea por un segundo, pero luego entrará en razón. No hay forma de que nadie vaya a creerse semejante basura, así que…
—Detente, Gin.
—¿Qué? ¿Qué ocurre? En serio no es tan terrible, no enfrentarás…
—No, no lo digas.
Por primera vez durante la conversación la pelirroja calló.
Hermione comenzó a juguetear nerviosamente con el cable del teléfono, enrollándolo en su dedo índice.
—¿Qué está mal, Hermione? —preguntó Ginny al cabo de unos segundos de silencio.
La aludida carraspeó y observó por el rabillo del ojo a Mindy, que seguía parapetada en su lugar, mirándola con curiosidad y preocupación.
—Oh, si quiere puedo… —ofreció la chica, señalando la puerta con una mano. Obviamente se había dado cuenta de que Hermione no se decidía a hablar estando ella allí.
Hermione lo meditó unos segundos. ¿Podía confiar en la chica? ¿Quería que escuchara lo que le diría a Ginny? ¿Estaba segura de que no le diría nada a nadie?
Al final sus ojos azules la convencieron. Y quizá era un fundamento de mierda, pero no era como si el cerebro de Hermione estuviera funcionando bien en ese momento, por más brillante que fuera. Le pareció que unos ojos tan transparentes no podían pertenecer a alguien malo.
Mindy le había demostrado ser una persona correcta y trabajadora, pero también leal. Además, llegados a ese punto, ¿no se imaginaría ya lo que estaba a punto de revelar?
—No, quédate —dijo con voz queda.
La joven asintió con la cabeza. Parecía conforme de poder quedarse allí.
—¿Hermione? —repitió Ginny por décima o centésima vez esa mañana, nadie llevaba la cuenta para saberlo, pero sin duda había pronunciado su nombre muchas veces y todavía no eran ni las nueve.
—Es cierto, Gin.
—¿Disculpa? ¿Me lo repites? Creo que hay interferencia… ¿podría estar alguien escuchando la conversación? Porque me pareció oír que decías que es cierto.
Hermione estuvo tentada de reír. Lo hubiera hecho de no ser por lo grave de la situación. Las sienes comenzaban a palpitarle, demasiadas emociones juntas y en poco tiempo. Pronosticó un dolor de cabeza monumental para el final del día.
Ginny siempre había sido una buena amiga. Una muy racional, capaz de ver con frialdad y objetividad los problemas de otros. Que estuviera actuando como una lunática al insinuar que alguien podría haber intervenido la conversación solo significaba que su mente no estaba lista para escuchar lo que escuchó.
Hermione tendría, pues, que repetirlo fuerte y claro, para que no quedara duda alguna.
—Oíste bien, Gin. Dije que es cierto.
Existía una frase que siempre le había gustado, decía: "la verdad te hará libre", y durante muchos años Hermione Granger creyó en ella. ¿Cómo no hacerlo? Era fiel creyente de la verdad. Siempre se había considerado una persona honesta, pero incluso la persona más honesta del mundo tiene sus secretos, todos los tenemos. Y ahora ella tendría que hablar del secreto que más la avergonzaba de su adolescencia.
