Querido lectores de fanfiction. Espero estén en casa resguardados y siguiendo al pie de la letra las recomendaciones sanitarias debidas y pertinentes para detener la curva del Covid-19 en el estado. Dado el encierro y el tiempo que pulula entre mis manos, me atrevo a publicar la siguiente historias así mismo de hacer pública mi disculpa por descontinuar fics anteriores. Agradezco enormemente el tiempo que comparten en cada lectura.


MI JEFE ES UN VAMPIRO

(No tengo pruebas, pero tampoco dudas).

Érase un día cualquiera en la oficina, la tranquilidad era brutalmente abrumadora. Cada quien en su despacho haciéndose responsable de sus deberes. Oíase cada tanto el clic del teclado o el timbre del conmutador.

Rin no había dormido lo suficiente gracias a su propósito de fisgonear la red hasta altas horas de la madrugada, por lo que su aspecto no era precisamente halagador, al contrario, era de ultratumba, gris y ajado. Quien la viera de lejos, no le sería perceptible el par lagañas que adornaban sus rizadas pestañas. En realidad, quienes la saludaron, nadie se había percatado de ello como tampoco de su chongo a medio caer y lo mal abotonada que estaba la blusa de su uniforme. Repito, cada quien estaba inmerso en su burbuja de trabajo, afrontando con profesionalismo sus compromisos.

Rin, por supuesto, era única entre la multitud con la cara pegada al computador, se mantenía nerviosa hasta la medula. Sus ojos, de un espeso color negro, pese a que se le cerraban del sueño eran como dos antenitas monitoreando sus alrededores cazando en qué lugar había de aparecer su jefe, porque pasaba que tras un rápido y breve pestañeo éste ya ocupaba sitio en su sagrado trono y, cuando Rin preguntaba: —¿En qué momento llegó?—Todos, sin excepción alguna, se encogían de hombros y la dejaban con la duda atravesada entre ceja y ceja.

Rin quería de una vez por todas deshacerse de su oscuro estado de incertidumbre habiéndose sembrado la idea en su cabeza de que su jefe era un vampiro. No por nada desde la noche anterior se preparó leyendo material que apoyara su teoría. ¡Desde luego! Habían claras señas que apuntaban que su jefe era un monstruo chupa sangre. Dábase el caso que el amo y señor de la oficina vestía de negro, siempre usaba gafas de sol, disgustaba del olor del ajo y por insólito que parezca, su despacho no contaba con espejos mucho menos con ventanas donde se filtrara la luz del astro rey. Además, el hombre tenía increíblemente la piel blanca como la leche y sus cabellos eran finas hebras de plata que desprendían brillitos salaces al menor movimiento. Era obvio que ese hombre no era "normal" entre los comunes mortales que se parten el lomo por sobrevivir.

Sin darse cuenta, Rin se ahogó en sus obnubilaciones, hilando idea tras idea, y, mientras más se imbuía en su fantasía más se alejaba de la realidad. No es cosa de extrañar el que no se haya percatado que la puerta se abrió de repente y tras de ella se escurrió la monumental figura de su jefe, éste que ya estaba acostumbrado al "ausentismo crónico" de su secretaria y, aunque ganas no le faltaban para reprenderla, sabía que sería caso perdido intentarlo. No fue sino porque sonó escandalosamente la alarma del reloj que Rin aterrizó a la realidad. ¡Grande fue su decepción al virar la vista y comprobar con la mirada que su jefe ya estaba bien cómodo sobre su asiento! La sangre se le enfrió del susto tanto que no tuvo con que disimular el espanto aterido en su sudorosa frente. Literal, sentía que una mano invisible le apresaba el cuello impidiéndole respirar, la pobre Rin ya sufría de horrorosos estertores los cuales como latigazos que fustigan el alma, le batían su pellejo. Su jefe (que no había perdido detalle de la reacción de su secretaria) estaba con una expresión de pesadez extrema, sereno-moreno pero con las poderosas ganas de cachetear a su empleada con la carpeta que tenía en manos. Érase un día muy ocupado para que ésta se diera el tiempo de ser un palo de escoba que se mueve como gusarapo fuera del agua.

—Rin—se limitó a decir con voz autoritaria.

La castaña asistió al llamado con las carnes temblorosas y la cabeza gacha.

— ¿Sí, Sr. Sesshomaru?—dijo tímidamente.

—Qué te parece si le sacas copias a los siguientes documentos—. ¡Zaz! Asentó él una torre de papeles sobre el escritorio.

Ahí se iba Rin, al cuarto de fotocopiado. Iba a buen ritmo su marcha cuando la duda volvió a revolver sus entrañas. Tantos años trabajando en la empresa y nunca había visto a su jefe dar un pie fuera de la oficina para sacar unas simples copias cuando en otros departamentos muchos líderes sabían servirse por sí solos. ¿Se debía esto a la flojera o…? Rin miró a su alrededor con sumó detenimiento. Frenó su andar para captar con todos los sentidos las señales de alerta que le enviaba su entorno. ¡Claro! Su ser vibró de emoción, de una felicidad mal sana. Ahora todo cobraba sentido. Podría ser esto (pensaba) por el ventanal que está frente al cuarto de fotocopiado y en el que el sol se proyecta como una gran flama.

Rin sintió cómo sobre su estómago se le formaba un gigantesco nudo. Dudaba, calculaba, meditaba, murmuraba: ¿Podré hacerlo? Por entonces se le ocurrió algo, se le prendió el foco con una idea no falta de lógica según su sentir. El problema era si estaba preparada para asumir los daños, llámese consecuencias de sus actos deliberados. —Cualquiera en las mismas circunstancias hubiera hecho lo mismo—. De esta manera se consolaba Rin. Ciertamente nunca llegó al cuarto de fotocopiado, deshizo lo andado para…

Continuará.


Si les contará lo que se me ha ocurrido para el próximo capítulo...

(Thank you so much for reading. I push myself too hard to write a decent and satisfactory story. It is a pleasure for me to know there are people who likes what I do. The most rewarding part about being a fanfiction writter is making people happy)

Nos vemos para la próxima.