Discaimer: Todos y cada uno de los personajes de esta historia le pertenecen a J.K. Rowling. La trama si es mía y no permito su distribución en otras páginas que no sean FanFiction y bajo mi autoría.

DISFRUTADLO

No contaba terminar sin bragas esa noche. Ni en una sala común que no fuese la suya. Daba gracias a Merlín por haberse puesto la ropa interior bonita y haber dejado aparcada las braguitas reservadas para dormir. 1 PUNTO PARA GRYFFINDOR.

Un gemido de placer salió de su boca en cuanto una mano serpenteó por sus muslos.

No podía pensar. O sí. Pero solo en los mordiscos que estaba recibiendo en el cuello y en arañar toda porción de espalda que pillara a su paso.

Merlín Granger… vas a volverme loco. – Murmuró una voz ronca en su oído. Y la nuca de Hermione se erizó completamente al ser consciente de lo que hacía, con quién lo hacía y dónde.

La sala común de las serpientes estaba totalmente desierta, solo iluminada por el cálido fuego de la chimenea. Nunca había estado allí, esperaba algo más lúgubre pero de todas formas ahora mismo no iba a pararse a pensar en decoración.

Mientras sus braguitas negras de encaje eran deslizadas con maestría hacia sus rodillas solo pudo pensar en cómo había llegado ahí.

Una castaña remoloneaba en su cama el sábado por la mañana. Por fin había llegado la graduación. Su vida en el colegio acabaría después de todas las aventuras que había vivido junto a sus amigos. Le daba pena, pero era momento de avanzar.

El "octavo año" había sido diferente. Inesperado. Su relación con Ginny era mucho mejor que en años anteriores, podía decirse que por fin tenía una mejor amiga, compartir curso y habitación fue el detonante. Eso y que Harry la amaba, haría el esfuerzo por él. Ron era otra historia, después de la guerra se había subido al carro del éxito y estuvo con cada bruja que se le puso por delante. Menos ella. Las cosas habían cambiado, ya no era una niña, ni quería a su lado a un niño. Abrió los ojos y se dio cuenta que Hogwarts estaba lleno de magos maravillosos. Hombres que le hicieron descubrir facetas propias que desconocía. Sonrió. La tarde que pasó en la zona prohibida de la biblioteca con aquel Ravenclaw fue cuanto menos instructiva.

Vamos Hermione, levantante. Te has saltado la comida y no tenemos toda la tarde para arreglar ese pelo. –Hermione rodó los ojos escuchando a Ginevra. Pero tenía razón, si quería estar lista para la graduación debería darse prisa.

Se levantó y se metió en la ducha. Aquel día era especial, le apetecía sentirse guapa, escogió la ropa interior negra.

Salió con la toalla en la cabeza para encontrarse a Ginny frente al tocador que compartían. La pelirroja trenzaba unos mechones de cabello con ayuda de su varita, mientras dejaba caer su larga melena por la espalda. Era preciosa. Apenas llevaba maquillaje, sus ojos azules hacían el resto. Suspiró.

Te maquillaré y peinaré, Granger. –Le habló desde el reflejo del espejo – Hoy vas a dejar a unos cuantos magos con la boca abierta.

No te pases, algo sencillo. Me obligaste a comprar ese vestido, ya lo voy a pasar suficientemente mal.

Con que lo pases bien cuando termine la fiesta… – Le guiñó un ojo y rieron.

Hermione estaba nerviosa. En Hogwart nunca había sido la más popular y aunque ya no la consideraban una virginal comelibros, tampoco le hacía gracia que todos pusieran los ojos en ella. La hacía sentir incomoda. Por eso suspiró mirando su vestido.

Era precioso. Y sexy. Y se había enamorado de él en cuando lo vio. Pero era totalmente lo opuesto a ella. De seda color verde, verde Slytherin. Largo hasta los pies y con un tajo que dejaba ver su pierna derecha casi hasta la indecencia. Se ajustaba totalmente a sus curvas, marcando sus caderas y sus pechos más de lo que le gustaría. Unos finos tirantes, casi hilo, sujetaban el escote con forma de pico. Con la espalda totalmente al descubierto ese vestido era pura mágia.

Ginny y ella se pasaron toda la tarde arreglándose. Cuando estuvieron listas la pelirroja no podía dejar de mirarla. Satisfecha con su trabajo.

Bajaron al acto de graduación juntas, Harry y Ron ya estaría allí. Mientras caminaban, hacían levantar la vista a todo aquel con quien se cruzaban. Nadie se atrevía a intentar nada con la novia del gran Harry Potter, pero todos miraban a su amiga.

Durante el acto, Hermione no pudo fijarse mucho en sus compañeros, solo cuando subían a recoger su diploma podía echarles un ojo. Pero si notó una mirada penetrante en su nuca, no sabía de donde venía, pero se sentía observada todo el rato.

La cena pasó sin pena ni gloria y por fin llegó el momento que Ginny llevaba esperando meses. La fiesta. Era su última noche en el colegio, así que Hermione no dijo nada cuando la vio sacar de su pequeño bolso una botella de whisky de fuego. Hermione rió, toda una Weasley. No dudó en aceptar cuando le ofreció un trago.

Como Ginny, varios alumnos habían tenido la misma idea, por lo que no se extrañó cuando pasado un rato vio a Michael Corner y Seamus Finnigan riéndose en el suelo tras caerse.

Y la sintió. Otra vez la misma mirada clavada en su nuca. Podía sentirlo. En realidad no solo hoy, llevaba meses sintiéndose observada. Miró a su alrededor y todos estaban entretenidos. Ella seguía sujetando su vaso de whisky de fuego decidida a encontrar al dueño de esa mirada. Se paseó por el salón, cruzándose con unos cuantos chicos con los que había estado este año, todos se pararon a alabar lo preciosa que iba. Alguno que otro le sugirió que podían repetir.

No gracias, con una vez fue suficiente. – Les contestaba. Era la verdad, disfrutó todo lo que pudo y más, con alguno quiso repetir, pero se lo prohibía, nada de relaciones, nada de acomodarse, quería vivir y quería probar cosas nuevas. Habia estado con algún que otro Gryffindor, un par de Ravenclaw y un chico con suerte de Hufflepuff. Con Slytherin tenía el marcador a cero. Tenían fama de ser muy buenos amantes. Hermione le había echado el ojo a unos cuantos.

Se giró y buscó.

Blaise Zabbini, moreno, alto, corpulento, tenía fama de ser un picaflor, no le importaría una noche con él pero por lo que sabía llevaba unos meses con Pansy Parkinson. Sonrió con su copa en los labios. La tenia agarrada del brazo, no parecía que fuese a soltarla. NEXT

Theodore Nott, el pequeño Theo había crecido. Y de qué manera. Sus ojos azules le hacían suspirar cada vez que se lo cruzaba en la biblioteca. Pero era tímido. Le vio con un rincón mirando fijamente a alguien. Hermione se giró. Luna. Rodó los ojos. Como no. Eran tal para cual. Oportunidad perdida. NEXT

Se giró otra vez. Y allí estaba. Esa mirada. Pudo cazarle de inmediato, él no se apartó. La miraba con unos ojos que Hermione no sabía qué escondían, pero se le aceleró el pulso y se le secó la boca. Bebió de un trago su copa.

Draco Malfoy. Mortífago redimido. Estaba mucho más alto que el verano pasado, sus ojos seguían siendo plata liquida. A Hermione siempre le habían fascinado, aunque nunca lo admitiría. Le vio con su túnica completamente negra. Qué mago, Merlín. Suspiró.

A tomar por el culo. –Sentenció.

Dejo su copa en la mesa que tenía al lado, sin apartar la vista de esos ojos mercurio que llevaban meses intrigándola. Caminó decidida hacía él, la apertura de su vestido dejaba ver su pierna, brillante y morena, a medida que se acercaba. Le vio sonreír de lado ya algo dentro de Hermione explotó.

Nunca había estado tan caliente.

Vaya, Granger… tendré que admitir que debajo de todas esas capas de ropa de santurrona había una mujer. – Le espetó cuando llegó. Sus ojos la recorrían, deteniéndose de forma impúdica en sus pechos

Malfoy llevas meses observándome, deberías haberte dado cuenta antes.

O sí. Y lo hice. – Hermione se mordió el labio al notar su voz ronca. Por fin tenía una respuesta, era él quien la observaba en la biblioteca. Y cuando hacia sus rondas de prefecta. Y en clase. Y en el comedor.

¿No has venido con la pequeña Greengrass, Malfoy? – Tenía que asegurarse, los había visto alguna vez manoseándose durante el último año. Le ponía muchísimo, pero no rompía relaciones por un calentón.

¿Te interesa mucho?

Sabes que sí. Cambiarían muchas cosas. – Y se atrevió a mirarle fijamente a los ojos. La miraba con los ojos entrecerrados, estudiándola, pero con una sonrisa torcida que a Hermione le provoco calambres en su estómago. O tal vez más abajo.

Draco acercó su boca al oído y susurró.

De haber venido con ella hoy, habría perdido mi oportunidad. – Y Hermione jadeó cuando él planto un pequeño beso tras su oreja.

Las piernas de Hermione flaquearon en sus tacones plata y él, como buen caballero. Pff. La sujeto de sus caderas acercándola a él.

Estaban tan cerca que Hermione notaba perfectamente el pecho duro bajo la túnica, Tal vez había cosas más duras en las que no quiso pensar para que no la echasen un día antes del colegio.

No sabía si había alguien mirándola, estaban en un rincón oscuro apartado, pero sabía que no era buena idea que siguieran ahí. –

Granger, si llego a saber que estarías en mis brazos con una sola frase habría hecho esto hace muchos meses. – Se mofó.

Sigues siendo igual de gilipollas que siempre… pero ahora mismo puedes decir lo que quieras. – Hermione lo dijo sobre sus labios. Draco podía notar perfectamente su aliento a Whisky de fuego y no esperó mucho más.

La acercó aún más si era posible. Encajándola entre sus piernas. Y la besó. Pero nada de besos dulces y sutiles. No. La besó de verdad. Como nunca nadie la hubiese besado.

Hermione no tardó en reaccionar. Levantó sus manos hasta sus hombros. Sujetándose, no sabía cuánto podría aguantar. Con sus uñas arañaba su nuca y una mano se enredó en su pelo rubio. Cuánto había querido esto. Las manos de él tampoco se quedaron quietas. Podía notar como acariciaba su espalda desnuda hasta acunar su nuca. Y como su otra mano bajaba de su cadera hacia su culo. Apretándolo. Acercándolo a él. Fundiéndose.

Los besos pronto se quedaron cortos, jadeaban buscando aire pero no querían separarse. Fue Draco quien bajó el ritmo y fue capaz de decir

Granger si sigues así no se si podré parar. – Dijo cuando noto la pelvis de Hermione moviéndose contra la suya.

¿Quién te ha dicho que pares? – Y Draco sintió un tirón en su entrepierna. Le vio tragar y mirarla

Si te llevo a mi habitación no te lo tomes como una declaración de amor.

Tu llévame.

Y así fue como acabaron yéndose antes de su fiesta de graduación. No sabe cómo llegaron a la sala común de Slytherin. Cada dos pasos paraban a besarse en cualquier recodo que encontraban, la capa de Draco ya había desaparecido hacía rato. Malfoy dijo la contraseña entre dientes y por fin estaban a solas.

El vestido de Hermione rápidamente fue levantado por esas manos expertas hasta dejarlo hecho un amasijo de tela en su cintura. Draco no podía dejar de tocarla, ni tampoco quería que lo hiciese. Ella le quitó la camisa como pudo. Arrancando unos cuantos botones y sin separarse de su boca. Pronto arañar su espalda se convirtió en su único objetivo.

Merlín Granger… vas a volverme loco.

Las bragas de Hermione ya se habían perdido en el suelo y rápidamente fueron conscientes de que hacerlo en la sala común no era la mejor idea.

Vámonos a tu cuarto Malfoy, por lo que más quieras. –Hermione gimió cuando se vio en el aire. Malfoy la había levantado, haciéndola enredar sus piernas alrededor de sus caderas. Dios, sí. Cuando más cerca mejor.

A sus órdenes. – Draco tenía tiempo para bromear en ese momento. Hermione casi le da un capón.

Como pudieron llegaron a la habitación de la serpiente y cerraron la puerta con llave. Nadie jodería esa noche.

Se dejó caer de espaldas a la cama, con Hermione encima. Rapidamente le deslizo los tirantes y sus pechos quedaron al aire.

Hmm. – Draco gimió echando su cabeza para atrás. Era el mejor día de su vida.

Hermione no había estado perdiento el tiempo, desabrochó su cinturón y abrió el pantalón. Tan cerca.

Draco los giró, quedado encima, quitándole el vestido por fin.

Se sintió observada unos segundos. Draco la miraba mordiéndose el labio, en su cabeza, sin duda, imaginándose todas las cosas que podría hacer con ella. Todo lo que había deseado hacerle durante ese año.

Se despojó de sus pantalones y Hermione lo acunó entre sus piernas. Volviendo a besarse, no podían separarse durante mucho tiempo, las manos iban más deprisa que sus cabezas. Arañando todo lo que podían, tocando sus pechos, acariciando su espalda.

Vamos Draco, ¿qué esperas? ¿Una invitación de cortesía? – Y levantó su cadera, rozándose. No supo cómo pudo bromear en ese momento, la verdad que no podía pensar.

Draco no contestó. Actuó. La miró a los ojos lo justo para ver la expresión que ponía cuando la invadió por completo.

Hermione se arqueó y gimió su nombre.

No iba a ser dulce. No eran así. Su relación siempre había sido ruda. No iba a ser diferente ahora.

Cada estocada era un recuerdo para Hermione. La primera vez que lo vio.

Otra. La primera vez que la llamó sangresucia.

Otra. La primera vez que sacó más nota que ella.

Otra. El puñetazo en tercero.

Otra. La guerra.

Otra.

Otra.

No iba a aguantar mucho más. Lo había deseado tanto. Sabía hacerlo tan bien. Que cuando Draco los giró y Hermione quedo encima, solo pudo gemir sin apartar la vista de sus ojos. Cual amazona.

Draco le sujetaba las caderas y ayudaba a su movimiento. La cara que ponía le decía que estaba igual que ella. Se sentía poderosa.

Volvió a girarla, dejándola debajo, sin salir de ella y sin dejar de moverse. Unas cuantas estocadas erráticas más y los dos llegaron al cielo. A Hermione le pitaban los oídos y veía lucecitas. Nunca se había sentido tan bien. Draco descansaba su cabeza en su hombro, aun sin salirse e intentaba recobrar el aliento. Hermione acariciaba su espalda.

Draco se apartó y quedaron mirando al techo uno al lado del otro

Sonrieron cuando se miraron, aun fatigados y sudorosos. Se lo dijeron todo. No iba a ser la última vez.

Hermione fue la primera en hablar

Malfoy, prométeme que no era una declaración de amor

No lo era Granger, aún no. – Y Hermione sonrió

Tal vez no le gustaba repetir, pero Merlín sabía que merecía la pena.