Otro más sacando del polvo de la carpeta de Proyecto futuros. BoruSara que hacía tiempo que quería escribir algo cortito de ellos y como al final no pude por el cumple de ambos, pues bueh.


Nota: El tema usado en el fic es la frase que dijo Boruto a Sarada. No recuerdo el capítulo pero la podrán encontrar en mi página de Imaginación Fanfiction.


Datos del fic:

Pareja: Borusara centric. Mención Sasusaku leve.

Género: Romance.

Advertencias: OOC intenso. Mundo Ninja.


Lo que yo construí

unas malas palabras pueden marcar una vida

.


"Si vas a ser Hokage mejor quédate sola toda la vida".

Se frotó el ceño con el pulgar y el índice. De nuevo aquellas palabras. Desde que había sido aceptada bajo el cargo de Hokage no podía borrarlas de su mente. Tampoco durante su ceremonia y ahora que estaba en el que sería su despacho, observando la ciudad que debía de proteger, menos.

—¿No deberías de ser feliz?

Sintió a su padre a su espalda caminar hasta su altura. El tiempo había pasado sobre él y aunque su madre continuaba afirmando que era atractivo, ella no podía evitar notar que la vejez no estaba dejándolo de lado.

—Lo soy —garantizó—. Solo estaba pensando en el pasado.

Él torció el gesto.

—Pensar en el pasado no ayudará a tu futuro si no vas a dar buenos pasos. Lo sé bien.

Sarada le sonrió al comprender.

—No te preocupes, no es como si fuera algo terrible que no pueda cambiar. Sólo una frase en concreto.

Su padre la estudió durante un momento.

—Boruto. Seguramente.

Sarada casi se delató al sonrojarse. Carraspeó y caminó hasta el escritorio donde ya esperaba una gran pila de papeles.

—Madre mía, no he empezado y ya tengo todo este trabajo —bromeó.

—Sarada —nombró él de nuevo. Sabía que no iba a continuar una conversación que ella no quería—. ¿Has pensado en lo que te recomendé? Al fin y al cabo, él quiere hacerlo también.

Sarada no pudo evitar suspirar.

—Porque te admira desde niños y quiere seguir tu camino de ninja.

—Eso es injusto —aseveró Sasuke—. Porque entonces, deberíamos de pensar lo mismo de ti como Hokage.

—Lo sé. Lo siento —se disculpó subiéndose las gafas—. Es sólo que es complicado. Pero me reuniré con él.

Su padre asintió.

—Le avisaré para que venga.

Asintió y esperó a que se marchara para dejarse caer sobre el sillón.

Su padre tenía fe ciega en Boruto y debía de reconocer que ella también, pero la relación era complicada entre ellos. Algo que su progenitor, por supuesto, desconocía. Dudaba que Boruto le hablase de esos temas y ella tampoco era muy de sincerarse con él. En esos temas, ni siquiera con su madre.

Sarada había tenido interés en Boruto desde que eran niños. Que sus padres fuesen amigos y compañeros de equipo había ayudado a fomentar su cercanía y que luego ellos mismos junto a Mitsuki también se convirtieran en un equipo, lo fomentó. Empezó a darse cuenta de cambios, de la evolución del muchacho y también se tragó muchos comentarios hirientes pero la frase que más recordaba, la que más le dañaba, era esa.

Y el motivo era sencillo: estaba enamorada de Boruto Uzumaki.

No estaba segura del todo cuándo empezó pero sí de cuándo se percató que ese interés comenzó. Y ya era tarde por supuesto. También era consciente de que los sentimientos no podían cambiarse tan a la ligera. Quizás fuera cosa de su familia, pero al parecer cuando se enamoraba, era para siempre. Como su madre.

Siempre sentía que el corazón se le saltaba del pecho cuando lo veía y que era capaz de hacerla temblar con solo mirarla. Con el paso del tiempo los sentimientos se hicieron más intensos y dolorosos. Porque deseaba que la abrazara, que la tocase y besase.

Pero esas cosas no pasaban. Porque él no querría nunca tener una vida con una persona que fuera Hokage. Él quería el camino que su padre había tomado y ser quien se moviera entre las sombras por ella pero no el que le sostuviera la mano y le besara los dedos por amor.

Era doloroso. Demasiado.

Por eso había tomado la decisión de cuanto menos contacto tuviera con él sería mejor. Pero ella había continuado su camino de convertirse en Hokage y su sueño se había hecho realidad.

No le sorprendió descubrir que Boruto no estaba entre la gente reunida. Incluso cuando miró a Himawari interrogativa ésta se encogió de hombros y negó con la cabeza. Mitsuki tampoco parecía saber dónde estaba.

Y ahora, él quería una audiencia por trabajo. Sabía que no podría negarse a su padre.

Bien jugado.

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Boruto golpeó la puerta dos veces antes de escuchar su voz. Se tomó un momento para tranquilizarse y abrió. Sarada estaba sentada tras el escritorio y ya sostenía algunos documentos frente a ella. Como esperaba, no tardó nada en ponerse a trabajar. En vez de estar disfrutando su momento de gloria por más tiempo. Pero no le extrañaba. Sarada era ese tipo de mujer que tomaba muy en serio sus deberes.

Eso era lo que más admiraba de ella.

Entre otras cosas. Si se pusiera a decirlas todas no terminaría en un día. Si lo pensaba, admiraba hasta sus defectos.

—Mi padre me dijo que vendrías —dijo nada más mirarle—. ¿Qué quieres?

Él sonrió acercándose hasta el escritorio. Sarada se echó un poco hacia atrás, subiéndose las gafas.

—Estabas genial en la ceremonia —halagó.

—Deja de tomarme el pelo. No estabas como para saberlo —gruñó.

—Sí que estaba —aseguró apoyándose contra el escritorio—. A tu espalda. Ni siquiera te has dado cuenta de eso, señora Hokage.

Sarada gruñó y apretó el puño como si fuera a golpearle. Boruto no podía evitar sonreír como un estúpido, meterse con ella, provocar que su interés estuviera sobre él.

No quería que esos ojos negros se apartaran de él.

—Y por eso me necesitas más que nunca —continuó al ver que ella no abría la boca—. Te lo juré hace tiempo. Tú serías Hokage y yo el shinobi que mueve tu mano.

Se movió alrededor del escritorio hasta quedar a su derecha. Le tomó la mano, que tembló dentro de la suya y se arrodilló.

—Seré leal a esta Hokage hasta que mi sangre se derrame por ella y me quede sin vida.

Sarada ahogó un gemido entre los dientes. Ese viejo juramento era para siempre. Boruto lo sabía y cuando decidió que sería a ella a la única a la que se lo juraría, supo que no había error.

Pero cuando levantó la mirada hacia ella, su cara, le desarmó.

Pocas eran las veces en que Sarada bajaba la guardia de esa forma frente a él. Actuando más como una mujer que como un shinobi o ahora como Hokage. Desde que ambos abandonaron la edad de ser niños y de sonrojarse por todo o mostrar sus sentimientos con más facilidad, Sarada había optado por una cara de póker. Sasuke había recalcado que los Uchihas eran así y que no la malinterpretase.

Ahora comprendía por qué.

—Sarada, tú…

Ella pareció darse cuenta y se soltó de su mano.

—¡No me mires! —ordenó volviéndose de forma que el respaldo de la silla quedó ante él—. Está bien, Boruto. Lo acepto. Ahora puedes irte, ya te mandaré un aviso si percibo algo…

—Sarada…

—No, basta —ordenó pero su voz tembló.

Boruto se levantó e hizo girar la silla de nuevo hacia él. Sarada continuó cubriendo su rostro y él acercó sus manos para impedirlo. Con el forcejeo las gafas cayeron al suelo. Ambos se miraron, perplejos.

—Como las pises, las pagas —advirtió ella.

—¿En serio? No seas rácana. Ahora eres el Hokage —protestó.

Ella desvió sus manos hasta colocarlas sobre su pecho, empujándolo.

—Eso mismo deberías de pensar tu mismo.

Él frunció el ceño atrapando una entre las suyas.

—Para mi Sarada siempre será Sarada.

Su Sarada.

Muchos tendrían otras versiones de ella, miradas y palabras. Pero Boruto se consideraba el único al que ella apreciaba de una forma distinta, especial. Sus palabras más cuidadas, la sinceridad, la forma explosiva y natural de su carácter.

—No importa lo que sea para ti, lo sé —dijo repentinamente—. Porque sé cómo eres.

Boruto frunció el ceño.

—¿A qué te refieres?

Sarada enrojeció como si esas palabras no las hubiera querido decir en voz alta. Desvió la mirada e intentó negar lo sucedido.

—Sarada —nombró remarcando su impaciencia.

Ella tanteó un momento, sopesando si realmente él tomaría algún tipo de reacción de negarse a hablar. Cuando le dio un apretón firme en la mano comprendió.

—Solo quieres servirme como ninja. Nunca te he interesado como mujer —expresó—. Y de ser así, tus propias palabras no te dejarían avanzar.

Boruto apretó la mandíbula. No había esperado esas palabras. Al menos, no tanta sinceridad de Sarada en esos temas. Aunque no recordaba qué palabras eran exactamente. Reconocía que había sido algo bocazas durante su vida, así que capaz las había soltado en un mal momento y ella no podía olvidarlas.

Por otro lado. ¿Sarada le veía como hombre? ¿Le estaba mirando, por fin, de ese modo?

—¿Cuáles fueron esas palabras? —preguntó.

Sarada se enfadó. Lo empujó esa vez con fuerza y se puso en pie.

—Intenta pensarlas por ti mismo, Uzumaki —acusó.

—¡No puedo hacerlo como nada! —espetó—. ¿Soy yo el que te hace sufrir? ¿¡Es eso, ttebasa!?

La asió de los brazos para que le mirase.

—¡Sí! —exclamó ella levantando la cara para mirarle—. ¡Lo haces! Tú lo dijiste, con desprecio. Y se ha quedado clavado en mí mente. Tú mismo construiste este muro infranqueable entre nosotros.

Boruto negó intentando hacer memoria. Por más que quisiera no llegaban a él.

Recordaba haber estado furioso con su padre, las lágrimas de su hermana, la sonrisa triste y cansada de su madre que todo se lo perdonaba. Los entrenamientos con Sasuke al que admiraba. Los días con amigos y con su equipo. Las misiones. Pero no recordaba las palabras.

—Lo que yo construí, este muro, no puedo recordar por qué fue. Pero sí puedo hacer otra cosa.

Sarada le miró aterrada.

—No —masculló.

—Siempre puede escalar ese muro.

Antes de que ella actuara lo hizo él.

La asió entre sus brazos y buscó sus labios. Sarada ladeó la cabeza, intentando huir pero una vez sintió sus labios sobre los suyos no se movió. Sus manos apretaron sus ropas y lo retuvieron.

Echó la cabeza hacia atrás para poder mirarla. Sus ojos brillaban y temblaba. Se inclinó una vez y, esa vez, ella rompió las distancias, presionando su boca contra él, moviendo sus labios.

La estrechó mejor entre sus brazos y ahuecó sus cuerpos.

El calor entre ellos aumentó. Sarada se separó, con los labios enrojecidos por sus besos y la respiración irregular.

—Dijiste que era mejor que me quedara sola si me convertía en Hokage —explicó finalmente. Una de sus manos le acarició la mejilla, temblorosa—. Lo siento, no puedo cumplir tus exigencias, Boruto.

—Aquello fueron… palabras mal dichas para un mal momento. No era por ti. No pensaba con claridad y eran más para mí y mi padre, Sarada.

La soltó y se sentó contra el escritorio. Pasó su mano diestra por sus cabellos, revolviéndolos por encima de la cinta de ninja. Sarada le miró mientras se agachaba para recoger sus gafas.

—En aquel tiempo no sabía que eso significaba tanto para ti. O significarían.

—Sabías que mi sueño es ser lo que soy ahora —le recordó señalando su espalda donde las letras la marcaban como novena Hokage.

—Lo sé… lo sé… fui cruel contigo sin sentido y no pensé que eso afectaría tus sentimientos.

Sarada entrecerró los ojos al mirarle.

—¿Estás disculpándote?

Él asintió, rascándose la nuca.

Sarada no dijo nada. Se volvió a sentar en la silla y le miró. Boruto se inclinó para tirar de la silla y ella, dejándola entre sus piernas.

—Sarada —nombró—. Te he jurado mi lealtad como ninja. Haré todos los trapos sucios que necesites hacer. Seré la mano oculta del Hokage. Nunca te traicionaré. Esto, es lo que voy a construir a partir de ahora. Junto con lo que siento por ti. ¿Lo entiendes?

—Claro que lo entiendo —bufó subiendo sus gafas.

—Bien. Aunque me aseguraré de hacértelo entender más veces de ser necesario.

Se lamió los labios lentamente, inclinándose lo más que su cuerpo le permitió para besarla. La sostuvo de las mejillas y se perdió en su boca. Se perdió en su mundo.

Y en la nueva promesa que había construido un nuevo sendero para ambos. Era el principio del camino.

Por esa Hokage él moriría.

Fin

09 de abril del 2020

El año de la pandemia.

¡Manteneos seguros!

¡Gracias por leer!