Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. Por el contrario, la trama es completamente mía.


Aviso especial: Este OneShot está dedicado a una personita que en poco tiempo se volvió muy especial para mí, para mi querida Mabella, Maylen Taisho o Leidy Lee.


Este fic participa en la campaña "Fickers unidas para llevar al canon hasta la cima", perteneciente a la página de Facebook ´´Estrellas de la biblioteca prohibida´´


Divertida Perversión

Vivir la adrenalina de un encuentro casual es excitante, principalmente si tiene el plus de una pequeña revancha. Su hermano lo había hecho primero, que él lo hiciera ahora no era la gran cosa.


Capítulo Único.

Era la recepción de la boda de su amiga Rin, y Kagome no podía estar más feliz. Después de dos años en una relación que Rin solía catalogar como solamente sexual, finalmente ella y Sesshoumaru habían aceptado sus sentimientos. Y, por supuesto, Kagome se sentía orgullosa de haberles dado un pequeño empujón.

Al saber que su amiga era aún un poco ingenua en cuestiones del amor, se vio en la necesidad de intervenir, tal y como lo había hecho con Sango y Ayame en el pasado. Cuando supo que Rin se iba preparó todo para adelantar el bautizo de su hijo, Ichiro, y así Rin y Sesshoumaru tuviesen una oportunidad de volver a verse. Estratégicamente le indicó a Inuyasha que le dijese a su hermano que Rin se marcharía del país, pues ella sabía que al saberlo el hombre intentaría impedirlo.

Y así fue, Sesshoumaru se presentó e incluso le pidió matrimonio a Rin, pero su amiga le dio un rotundo no. Por lo que tuvo que implementar una segunda fase, una vez su amiga se hubo marchado Kagome le pidió la dirección de su nuevo departamento con la excusa de enviarle un obsequio, información que posteriormente hizo llegar a Sesshoumaru mediante Inuyasha.

El resultado fue que menos de mes y medio después, allí estaban, celebrando la boda de Sesshoumaru y Rin.

La boda fue hermosa, su amiga se veía radiante y feliz, lo cual era lo más importante.

En ese momento estaban las cuatro amigas descansando unos minutos antes de seguir con el itinerario planeado.

—Bueno, supongo que tu trabajo de casamentera ha terminado, Kagome —dijo Sango con una sonrisa socarrona.

—Gracias al cielo —aplaudió Ayame.

—Pueden decir lo que quieran, pero saben que muy en el fondo agradecen mi intervención —se encogió de hombros con suficiencia.

—Solo un poco.

—Tarde o temprano hubiésemos podido tener nuestras relaciones por nosotras mismas —aseguró Sango.

—¿Seguras? Ni siquiera dejabas que Miroku se acercase, y si acaso le dirigías una mirada al pobre —tomó un pequeño bocadillo, y señaló a Ayame—. Tú, aun cuando estabas enamorada de Kouga no eras capaz de hablarle, y seguramente hubieses terminado la carrera sin decirle un hola. Y esta señorita —señaló a Rin—, tenía el amor en las narices y no podía notarlo.

—Señora —corrigió Rin—, soy una mujer casada ahora —no podía dejar de sonreír.

—¿Y gracias a la ayuda de quién? —preguntó victoriosa, sus amigas rieron.

—No tiene caso discutir contigo, Kag —dijo Ayame, y ella tan solo se encogió de hombros.

—Aunque, para ser tan buena casamentera, no pudiste notar que Inuyasha estaba bobito por ti —dictaminó Sango.

—Era distinto, él estaba saliendo con Kikyou.

—Y terminó con ella por ti, y tu sin creerle.

—Es cierto, daba bastante pena verlo —secundó Rin.

—Lo tenías loco y tu más interesada en lo que pasaba entre Miroku y yo.

—Creo que secretamente le gustaba tenerlo de perrito faldero —meditó Ayame.

—Aún le gusta —corroboró Sango.

Kagome rio, sus amigas no tenían comparación.

—Hablando del Rey de Roma… —Ayame señaló a su derecha por donde venía Inuyasha directo a ellas con el pequeño Ichiro en brazos.

—Se los digo, no puede tenerla lejos por más de una hora. No sé cómo logra trabajar —dijo Sango ocasionando la risa de todas.

—¿Interrumpo? —preguntó Inuyasha una vez estuvo a su lado. Kagome negó y le sonrió—. Es hora de su comida —informó indicando a su hijo.

—¿Es eso cierto? —extendió los brazos hacia el pequeño, quien de inmediato la buscó—. Regresaré en diez minutos para las fotos —informó hacia sus amigas poniéndose de pie y luego alejarse junto a Inuyasha.

No dejaba de sorprenderle como Inuyasha tenía un instinto casi sobrehumano para reconocer las necesidades de su hijo, lograba saber cuándo tenía hambre, sueño o si le dolía algo, siempre era el primero en despertarse al escuchar cualquier mínimo llanto. Era un padre increíble, de eso no había duda.

Inuyasha la acompañó a uno de los reservados y se sentó frente a ella mientras amamantaba a Ichiro.

Lo que había dicho Sango era una verdad a medias, no era que ella no se hubiese dado cuenta del interés de Inuyasha en ella, sino más bien que no confiaba en que fuese real, entonces, prefería evitarlo.

Cuando lo conoció, él tenía una relación firme con Kikyou, e incluso muchos decían que se casarían al terminar la Universidad. Y lo cierto era que hacían la pareja perfecta, ella con notas perfectas y él siendo de los mejores en deporte.

Para Kagome no cabía posibilidad de que se fijase en ella, por lo que prefería ocuparse de juntar a su amiga Sango con Miroku, quien resultó ser el mejor amigo de Inuyasha, por lo que fue inevitable que se acercaran.

Cuando Inuyasha y Kikyou terminaron no se le ocurrió pensar que hubiese sido por ella, pues en ningún momento intentó intervenir. Pero pronto comenzaron a circular rumores, y poco después la misma Kikyou la confrontó.

—Supongo que tu parecido conmigo fue lo que atrajo a Inuyasha —recordaba las palabras que le había dicho Kikyou—. Pero tarde o temprano se le pasara el capricho y regresara conmigo.

Y admitía que el impacto de aquello afectó mucho en que pudiese confiar en los sentimientos de Inuyasha. Pero él no desistió y solo procuraba estar a su lado.

Entonces un día, estando en la Universidad sufrió un altercado en la cafetería, y por accidente comió unas galletas con maní y tuvo una fuerte intoxicación, todo ocurrió tan rápido, en un momento estaba hablando con sus amigas y al siguiente comenzó a sentir como le faltaba la respiración quedando rápidamente inconsciente.

Para cuando despertó en la enfermería se sorprendió al encontrar a Inuyasha a su lado, esperaba encontrar a cualquiera de sus amigas, pero no al muchacho.

—¡Tonta! ¡¿Cómo no te diste cuenta que las galletas tenían maní?! —le gritó en cuanto la vio despertar.

Ella no supe que responder y solo se quedó viéndolo, pudo notar entonces el miedo y la ansiedad reflejados en sus ojos. Él se había preocupado por ella. Fue a partir de entonces que Inuyasha se mostró determinado a estar a su lado, y pronto ella pudo darse cuenta que sus sentimientos eran sinceros. Él la amaba.

A partir de entonces su relación fluyó como un rio, y ellos no podían ir contra la corriente. Tuvieron un hermoso noviazgo, pero su matrimonio era aún mejor, nunca les faltaba algo de diversión o perversión. Eran perfectos el uno para el otro.

Volvió al presente cuando su bebé anunció que estaba satisfecho, le sacó los gases y al terminar ella e Inuyasha se dirigieron a la puerta.


Inuyasha estaba en medio de una conversación con Miroku y Kouga, pero realmente no les estaba prestando atención. Había visto como Kagome comenzó a bailar con un sujeto que no reconocía, por lo que suponía se trataba de algún compañero de trabajo de Sesshoumaru.

Sus característicos celos salieron a flote, nunca le había gustado ver a Kagome con otro, y por eso en principio sintió cierta enemistad hacía Kouga, pues este trató de cortejarla hasta el momento que comenzó a salir con Ayame. Por supuesto, él confiaba por completo en su esposa, mas no se fiaba de los hombres.

Kagome era una mujer hermosa, y muy atractiva, y bien sabía que cualquier hombre daría cualquier cosa por tenerla. Y era eso lo que le molestaba, el apetito voraz que identificaba en los ojos de los otros hombres al verla.

—¿Inuyasha? ¿Me escuchas? —fue Miroku quien lo hizo apartar la vista de Kagome.

—¿Qué?

—No reuniremos el próximo fin de semana en mi casa a ver el partido, ¿iras?

—Si, seguro. Ahora, si me disculpan.

Y sin decir más se alejó en dirección a la pista de baile, al llegar donde estaba Kagome se dirigió directamente al hombre.

—Disculpe, caballero, ¿me permitiría un momento con la dama? —intentó usar su tono más calmado posible.

—Busque a otra —fue la brusca respuesta del hombre, y tuvo que hacer de todo su autocontrol para no hacer una escena.

—Me temo que tendrá que ser usted quien busque a alguien más. Ella es mi esposa —afirmó con autoridad al instante que separaba a Kagome del hombre, quien lo vio con ojos desorbitados y retrocedió al instante.

—Lo siento, amigo. Ella no me dijo que estaba casada —intentó excusarse.

—Ya lárgate —gruñó sin separarse de Kagome. El hombre se alejó de inmediato.

Se atrevió entonces a ver su esposa y vio que sonreía abiertamente.

—¿Por qué sonríes? —preguntó al comenzar a seguir el ritmo de una nueva canción. No creía que le pareciese divertida la situación.

—Comenzaba a preguntarme cuánto tiempo más tardarías en venir.

—¿Acaso está mal que quiera bailar con mi esposa?

—Por supuesto que no, pero ambos sabemos que no viniste por eso —le sonrió aún más.

—¿Por qué lo hice entonces?

—Porque estabas celoso.

—¿Yo? Para nada, ni sé que significa esa palabra.

Escuchó a su esposa reírse y se sintió en la gloria.

—Seguro que no, querido. De igual forma, gracias por venir a rescatarme —ella se puso de puntillas y le dio un beso en los labios. Él respondió gustoso.

Aun después de tanto tiempo juntos sus labios le parecían el más dulce y embriagante néctar.

Fue ella quien rompió con el beso y lo instó a apartarse de la pista de baile, no fue necesario preguntarle a donde se dirigían pues resultaba bastante obvio.

—Kag… —la llamó en una media advertencia.

Cuando Kagome le propuso un mes atrás que tuviesen sexo en la boda de su hermano, Sesshoumaru, no la creía del todo capaz. Hasta ese momento.

Ella se detuvo y le dio un ardiente beso.

—Tenemos unos minutos antes de que decidan cortar el pastel, e Ichiro esta con mi madre.

—Aun así, no creo que… —Kagome lo calló con otro beso al momento que se atrevía a rozarle la entrepierna sin ningún reparo. Gruñó, y sintió que ella sonreía.

—¿Vas a dejarme con las ganas? —preguntó ella con ingenuidad.

—Eres una traviesa —fue lo que pudo decir para luego seguir su camino hasta los reservados de descanso.

—Y a ti te encanta —dijo con suficiencia y él no lo debatió. Toda ella le encantaba.

Estaba tan enamorado de su esposa que siempre terminaba involucrado en sus planes y travesuras. Lo había hecho incluso desde el momento de conocerla, cuando la ayudó para que su amigo Miroku y Sango terminaran enamorándose, sin saber que en el proceso él también terminaría enamorado.

En aquel momento él tenía una relación con Kikyou, de quien se creía enamorado, pero que luego de conocer a Kagome comenzó a replantearse si era verdad o no. Y pronto lo supo.

Al estar con Kagome se sentía completo y feliz, con ella no debía fingir, y ella jamás le pidió que cambiase algo.

Después de compartir tiempo con ella descubrió lo que era volver a reír de verdad. Pues desde la muerte de sus padres, primero su padre y luego su madre, cuando era solo un niño se había encerrado en una burbuja de indiferencia. Su amigo Miroku logró que se abriera un poco, pero no resultaba algo notorio.

Fue con Kagome que llegó el verdadero cambio. Ella solo se mostraba interesada en que Sango y Miroku se enamorasen, y era bastante tenaz, se le acercaba para contarle sus planes con gran emoción, y cuando alguno no funcionaba, pues sus amigos eran bastante necios como para reconocer que se gustaban, Kagome solo se proponía a preparar otro plan.

Fue esa tenacidad y perseverancia lo que le hicieron sentir atraído por ella, su alegría y motivación.

Terminó con Kikyou pues no se sentía conforme con esa relación, reconoció que no le brindaba algo positivo en su vida.

Y aunque en un principio Kagome no se confiaba en sus sentimientos por ella, él no se dio por vencido. Después de un tiempo supo que muchos decían que se había fijado en Kagome solo por el gran parecido que tenía con Kikyou, lo cual le parecía sumamente absurdo. Para él existía una gran diferencia entre ambas mujeres.

Kikyou solía ser fría y centrada, siempre enfocada en sus objetivos y metas, pues llevaba consigo una gran carga del negocio familiar. Kagome, por el contrario, aunque también estaba centrada en su carrera, entendía que los amigos eran importantes y se tomaba su tiempo para darles apoyo. Pocas veces podía recordarla lejos de sus tres amigas, eran realmente inseparables.

Con Kikyou nunca sintió deseo alguno de tener una familia, pero con Kagome le resultaba algo tan necesario.

Si, fue muy fácil enamorarse de ella, de su mágica alegría. Le encantaba hablar con ella, y nunca dejaba de sorprenderlo, incluso después de dos años de casados.

En cuanto llegaron a uno de los cuartos de descanso entraron verificando que nadie los hubiese visto. Debía admitir que esa sensación de ser descubiertos comenzaba a excitarlo.

Antes de cerrar la puerta se ocupó de dejar un cartel de No molestar, y luego pasó el seguro.

Una vez estuvieron en la privacidad del recinto se entregaron en un beso cargado de deseo. Pronto acorraló a Kagome contra la pared, dejándola a su completa merced.

Comenzó a levantarle el vestido, tomándose su tiempo para acariciarles los muslos, luego fue directo a su monte de venus, movió la ropa interior y comprobó cuan lista estaba.

—Eres una chica traviesa, ya estas tan mojada —le susurró al oído al momento que jugueteaba con el delicado botón.

—Lo dice quien a penas y puede contener su erección en el pantalón —rebatió ella al lamerle el cuello. Era una pequeña bruja.

—Es lo que causas en mi —dijo al besarla. Y al momento hizo que cambiaran posición, quedando él apoyado en la pared.

Kagome aprovechó para quitarse las sandalias de tacón para luego comenzar a desabrocharle el pantalón, tomó entre sus manos el turgente miembro una vez estuvo liberado. El ligero toque lo encendió todavía más.

—¿Dónde está el condón? —preguntó sin dejar de tocarle el pene.

—Maldición —soltó al instante.

—¿Qué sucede?

—Me he olvidado de tomarlo de la mesa de noche —admitió. Y en su defensa podía añadir que no solían tener esos encuentros clandestinos, por lo que hace mucho no ocupaba llevar un preservativo en la cartera.

Vio a Kagome fruncir el ceño, pensativa. Le dio un suave beso en la frente.

—Tendremos que dejarlo por ahora, pequeña traviesa —dijo. Sabía lo que pasaba por la cabeza de ella, después del nacimiento de Ichiro aun no regresaba su periodo por lo que ella no había comenzado su medicación anticonceptiva, y la única forma de evitar otro embarazo era el condón.

Para su sorpresa Kagome negó con vehemencia.

—No, no me puedes dejar así —señaló al hacer referencia a su propia excitación.

—Pero…

—Por una vez que lo hagamos sin condón no pasara nada —aseguró.

—¿Estás segura?

—Estoy segura que ninguno de los dos quiere esperar a llegar a casa —aseveró y tenía toda la razón. Su erección comenzaba a ser dolorosa.

Y sin más Kagome volvió a besarlo con fervor, dejando claro que no se detendrían.

Inuyasha se ocupó, una vez más, de levantarle el vestido a su esposa y luego la alzó sujetándola por las nalgas. Kagome le rodeó la cadera con las piernas, apoyó sus pies contra la pared para mayor equilibrio, y le pasó los brazos alrededor del cuello.

Comenzó a rozar su pene por toda la línea intima de ella, resbalándose en sus jugos, jugando con ella, torturándola. Por segundos empujaba solo la punta de su pene en la entrada de ella y luego volvía a rozarla. Kagome gemía en su oído, la sentía estremecerse cada vez que se posicionaba en la entrada vaginal.

—Por favor —le suplicó ella.

—Aún no te lo he metido y ya estas al borde, ¿cierto? —habló sin modestia, le encantaba llevarla al límite.

Buscó los labios de Kagome y la besó hambriento de ella, se rozó un par de veces más y entonces le separó los glúteos y la penetró de una sola estocada. Toda ella se estremeció al recibirlo entero y su interior lo apretaba con intensidad. Sintió el gemido ahogado a través del beso.

Separó sus labios para verla a la cara. Sus hermosos ojos chocolate brillaban presa de la excitación.

—¿Tuviste un orgasmo tan pronto? —preguntó con una media sonrisa, aunque muy bien sabía la respuesta.

—Tonto. Cállate y sigue —ordenó al mover sus caderas.

Sonrió más ampliamente al escucharla y volvió a besarla. Comenzó a embestirla con lentitud y fue subiendo el ritmo sin prisa, una vez alcanzaba velocidad descendía nuevamente. Quería extender el placer un poco más.

Kagome sentía un hormigueo en su interior, él llegaba tan dentro de ella, la llenaba por completo. Inuyasha siguió con las lentas embestidas y ella lo miró directo a los ojos.

—¿Te gusta torturarme cierto? —cuestionó y pudo ver esa sonrisa petulante.

—Lo disfrutas y no puedes negarlo —dijo al comenzar a embestirla más rápido. Ella gimió y apoyó su cabeza en el hombro de él.

Le dio un beso en el cuello y luego se atrevió a lamerle la oreja. Inuyasha gruñó y lo sintió retorcerse y crecer en su interior. Si, ella también sabía muy bien cómo llevarlo al límite.

La siguió penetrando con ahínco y pronto comenzó a perder la cabeza.

—Inu… —jadeó— volveré a correrme.

—Si, y esta vez te acompañaré. Solo un poco más —gruñó al seguir embistiendo con fuerza.

Una, dos, tres duras y profundas embestidas más y todo su cuerpo se estremeció, dejando que el orgasmo la arrasara por completo. Sintió como la semilla caliente de él la llenaba y sollozó de placer en su cuello.

Inuyasha la escuchó sollozar y comprobó la plenitud de su orgasmo, él mismo tuvo que contenerse para no gritar el nombre de su esposa.

Se quedaron inmóviles por unos segundos, dejando que las corrientes de placer cesaran por completo, y una vez pasaron levantó ligeramente a Kagome para salir de su interior y la escuchó gemir mientras se mordía los labios. Se veía tan hermosa.

Puede que la posición requiriese un poco de fuerza de su parte, pero el resultado merecía la pena. Además, admitía que la emoción que les produjo hacerlo en un lugar diferente añadía un plus.

La tomó por completo en brazos y la llevó a uno de los sillones, donde la dejó sentada mientras él se dirigió al baño para limpiarse. Regresó poco después con una toalla húmeda para ayudar a limpiar a Kagome, y cuando se disponía a hacerlo sintió su teléfono vibrar en el bolsillo.

Lo sacó para revisarlo, y vio que se trataba de una llamada de su hermano, la rechazó de inmediato y luego notó que tenía un mensaje sin leer, lo leyó, soltó un bufido y respondió.

—¿Sucede algo? —escuchó que le preguntó Kagome. En cuanto envió el mensaje volvió a guardar el teléfono.

—Nada que no pueda esperar —respondió al inclinarse a ella y darle un beso.


Sesshoumaru tenía diez minutos buscando a su hermano, pero no lograba ubicarlo por ninguna parte. Se suponía que era su padrino y que debía ocuparse de todos los pormenores de su boda, eso incluía sacar al sujeto borracho que comenzaba a cortejar con todas las mujeres.

Al no ver a Inuyasha se dispuso a buscar a la esposa de este, tal parecía que no podían estar mucho tiempo separados, y si no estaban juntos al menos la mujer tendría que saber dónde estaba su esposo. Pero tal parecía que la mujer también había desaparecido, al menos sabía que no se habían marchado pues el bebé seguía allí, al cuidado de la madre de Kagome.

Por lo que volvió al principio ¿Dónde demonios estaba su hermano? Una idea fugaz atravesó su cabeza y de inmediato tomó su teléfono para enviar un mensaje.

¿Dónde te metiste? Espero que no estés teniendo sexo en mi boda —escribió.

Pasaron un par de minutos y al no recibir respuesta decidió llamarlo. Repicó dos veces y pasó directo al buzón. Cuando se disponía a volver a llamar le llegó un mensaje.

Tú lo hiciste primero. Estamos a mano, hermano.

Al leer el mensaje sintió que la vena en su cien estallaría. El muy canalla realmente lo estaba haciendo.

—Sessh, ¿sucede algo malo? —la voz de su, ahora, esposa lo hizo apartar sus pensamientos de su hermano.

Negó guardando el teléfono.

—¿Crees que podemos escaparnos un par de minutos? —le preguntó al oído.

—¿Qué tienes en mente?

—Este lugar me trae gratos recuerdos ¿a ti no? —Vio como el rostro de Rin se teñía de rojo ante la vergüenza. Encantadora.

—Podemos tomarnos unos minutos —respondió, y eso fue suficiente para él.

Pronto ya estaban en uno de los reservados. No dejaría que su hermano disfrutase más que él en su propia boda.


Inuyasha esperaba impaciente que su esposa saliera del baño. Kagome había querido hacerse una prueba de embarazo, pues de acuerdo con su ginecólogo ya su periodo tuvo que haber regresado.

Ambos sabían que la única vez que tuvieron relaciones sin protección fue durante la boda de su hermano, y de eso ya había pasado poco más de un mes. Las probabilidades de haberla embarazado eran pocas, pero no nulas.

Él por su parte se sentía emocionado ante la idea de tener otro hijo. Adoraba a su esposa y a su hijo, y sería aún más feliz si la familia creciera.

Escuchó la puerta abrirse y de un salto se levantó de la cama. Kagome no dejaba mostrar demasiada emoción en su rostro, y tan solo lo vio en silencio.

—¿Y bien? —preguntó sin poder soportar más el silencio.

—Lo hiciste de nuevo, semental.

—¿Eso significa que…? —una sonrisa se formó en su rostro antes de terminar la pregunta.

Kagome vio la cara llena de felicidad de Inuyasha y supo que no podría estar molesta, aunque quisiera. Sin poder evitarlo, sonrió también.

—Estoy embarazada.

Su esposo recorrió los pasos que los separaban y la envolvió entre sus brazos con ternura. Al separarse un poco y verla a los ojos ella solo pudo ver amor. Él la besó con gran cariño.

—Te amo —le susurró al terminar el beso—. Gracias.

Ella sabía bien porque le agradecía. Inuyasha había perdido a sus padres siendo aun un niño, y su hermano, Sesshoumaru, fue una figura muy distante, por lo que él tuvo una niñez bastante solitaria. Y desde antes de casarse él le había expresado su deseo de tener una familia numerosa a su lado. Era algo realmente importante para él.

—Tonto, deja de agradecerme —dijo al intentar contener las lágrimas que ya se asomaban—. Deberías preocuparte por tener que lidiar de nuevo con una bomba hormonal —bromeó, recordando que con el embarazo de Ichiro hizo sufrir un par de veces a Inuyasha. Él tan solo sonrió aún más.

—Podría soportarlo por la eternidad, solo si se trata de ti —volvió a besarla.

—Te amo —fue la respuesta que pudo darle al terminar el beso.

Amaba a su esposo, amaba a su hijo, y por supuesto que amaría a ese pequeño que ya comenzaba a formarse en ella, aun cuando no lo hubiese planificado.

Solo debería recordar algo para el futuro, tendrían que ser más precavidos al momento de hacer sus travesuras.

Fin.


¡Hola, hola, gente linda! Se que tuvo que haber actualizado la semana pasada, pero tuve problemas con el resumen de esta historia, no se me ocurría nada, y ahora resulto posible gracias a mi querida amiga Maylen. Gracias mi bella!

¿Qué les ha parecido este OS? ¿Les ha gustado que vuelva con el lemon InuKag? No recuerdo cuando fue la ultima vez, pero ya me parecía que también merecían un poco de suculencia.

Bueno, como algunos ya sabrán esto sigue la secuencia del final de "Efervescente Pasión" de SesshRin, donde algunas lectoras me habían dicho que querían leer un poco mas del Inukag, y pues, aquí esta! Espero que les haya gustado!

Si todo va bien, para la próxima semana volveré con la actualización de "Ella, tan inesperada".

¡Gracias a todos por leer! Nos seguimos leyendo.