Nota: Perdón de antemano por el posible fuera de personaje. Sin más, disfrute y gracias.


Se podría decir que todo estaba en calma, y digo que se podría decir, porque aquello, no era cierto. La dueña y emprendedora de Hotel Feliz, ahora Hazbin Hotel, se hallaba con los ánimos por los suelos; y no, no era por su Hotel esta vez.

Era algo más personal. Y eso era, sentirse insuficiente; sabía que era el chiste del averno, y que por más poderosa que fuese como sus padres, nunca tendría el respeto o la admiración que estos tenían.

Su madre era hermosa, sumamente hermosa. Charlie no se veía así; incluso su ex novia, Vaggie, era hermosa. Posiblemente, porque le recordaba a su madre. Porque ella tenía esas curvas que ella carecía, y que en secreto, amó y degustó.

Y su padre, pese a su altura, él era temido y en cierta forma, respetado por ello. Pues donde él pusiera pie, lograba callar y hacer temblar hasta al demonio más escoria. Tal vez por eso, le gustó su ex novio, Seviathan; y posiblemente, por ende, le gustaba Alastor, su más reciente pareja.

¿Pero era en serio por eso? ¿Vaggie, Seviathan y ahora Alastor, eran meramente reemplazos parentales? Se daba asco así misma por eso, porque ella dijo amarlos y que ellos, eran únicos.

Pero, ¿en verdad resultaba que eran reemplazos?

Para cuando se vino a dar cuenta, las lágrimas bajaban sin control de sus mejillas, sintiendo que sus ojos se habían tornado carmín y sus irises de color amarillo. A la vez que, sus cuernos salían de su frente.

Ah, se estaba descontrolando. Debía calmarse ya o quién sabe qué estragos provocaría.

- Querida, ¿Te encuentras bien? – preguntó una voz del otro lado de la puerta, sacándola de su trance, poniéndola nerviosa, comenzando a limpiar con brusquedad las lágrimas restantes. Alastor al no escuchar respuesta a su pregunta, entró, encontrándola con parte de su transformación demonio y rastros visibles de lágrimas. Su sonrisa decreció un poco.

Charlotte sonrió nerviosa, con un rubor en sus mejillas, producto del bochorno que sentía –. P-Perdón Alastor, yo… Recordé el final de uno de esos libros y…

- ¿Qué fue esta vez? – él nunca fue de preocuparse por los demás más que por sí mismo, y ahora que estaba en una relación con la heredera del averno, lentamente – en serio, lentamente – comenzaba a entender qué era una relación de pareja y parte de eso era: Preocuparse por el bienestar del otro –. Dime la verdad, My Charming Demonbell.

Las manos de la rubia temblaron, y su sonrisa se vio más forzada –. No sé de qué estás hablando, Al, yo…

Con un chasquido, la transportó hacia donde él estaba, quedando así, frente a frente. Él le sonrió, como sólo él podía hacerlo.

- Sabes que no me gusta cuando haces estás cosas, Alastor.

- Es necesario, al menos, esta vez – se agachó hasta estar a su altura, acercándose a su rostro –. Entonces, ¿Podrías decirme qué tienes esta vez, cariño?

Aun sabiendo que ella podría fácilmente empujarlo o lastimarlo, no lo hizo. No estaba en su naturaleza ser violenta, y prefería mil veces ser pacifista. Además de que, Alastor no era de mostrarse preocupado por los de su alrededor – sólo lo estrictamente necesario –, y que él, mostrara que le preocupaba – genuinamente –, la hizo nuevamente llorar; él permitió esto, y no se molestó en quedarse ahí cerca a su lado, en silencio.

Más calmada, lo miró, con algunas lágrimas saliendo, pocas a decir verdad –. Perdón, sólo pensé por un momento en lo insuficiente que resulto ser como heredera del averno… Porque no soy como mis padres – sorbió su nariz, limpiándose con la manga de su chaleco o eso iba a hacer, cuando él le ofreció un pañuelo –. Gracias, Al…

- ¿Hay algo más?

- … Por un momento – estrujó el pañuelo en sus manos, triste –, pensé que todas las parejas que he tenido hasta este momento… No eran más que reemplazos de mis padres.

Aquello captó su atención, alzando sus cejas, mientras un ligero sonido de estática aparecía –. ¿Y de verdad lo crees?

Ella apartó la mirada –. No lo sé con certeza.

Alastor tomó con delicadeza su rostro, haciendo que lo mirase a los ojos, y le sonrió más. Incluso un brillo travieso se vislumbraba en sus orbes carmíneos –. Te diré lo que yo pienso, Sweetheart; yo no soy el reemplazo de nada ni nadie, yo soy Alastor, el demonio de la radio y uno de los más fuertes entes del infierno – con su pulgar, acarició sus pómulos y levantó luego, su mentón. Sonriendo malicioso –. Y tú, mi querida Charlotte, no eres tan malvada como para reemplazar a los demás, ni siquiera a quienes fueron tus amores. Tienes compasión, piedad y misericordia, por esta multitud inmunda de pecadores, quienes están aquí pagando una condena por sus más atroces pecados, incluso por los más leves – sus narices se rozaban –. Incluso aceptaste a uno de los más infames pecadores del infierno como tu amante, dime entonces, ¿En serio te consideras alguien mala y digna de ser repudiada? Porque debería ser yo el que sienta culpa y repudio por lo que es, no tú… Así que, tranquila Mon chéri.

Podría no gustarle sus métodos, agradarle sus gustos o ideas y más cosas, no obstante, lo que a Charlie le gustó de Alastor, fue su honestidad ante las cosas; el cómo podía decirlas, de manera elegante, lo que no le gustaba y lo que sí, sin importarle lo que opinaran de él o lo que fueran a pensar.

Eso era, lo que más le gustaba.

Terminó por juntar sus labios, en un ósculo. El cual poco a poco, fue tornándose más pasional; y aunque a Alastor casi no le llamara cosas de este tipo, a veces, se permitía hacerlo y disfrutar. Aunque en este caso, lo hacía para que la joven Magne se sintiera bien y en paz.

- A-Al – jadeó, luego de separarse del beso. En sus ojos, viéndose una plegaria tímida pero deseosa –, ¿Podemos…? Ya sabes… Hacerlo.

Ella sabía que a Alastor no le gustaba el contacto, y que también, no le atraía ese tipo de cosas que una pareja normal haría. Aunque podía pedírselo cuando quisiera, no le gustaba abusar, y siempre buscaba su consentimiento.

- …Si eso te hace sentir mejor, está bien.

Lo que sucedió, es otra historia.