Cuando ella no se movió de su asiento después de último bocado del postre y dejar el plato limpio como siempre, él no sospechó nada. Quizás porque estaba ilusionado con la idea de que ella querría simplemente perder el tiempo para hacerle compañía y, aunque después de que otros clientes se fueron dejando a Sasha como la última y única alrededor a excepción de Grior, no imaginó que habría tenía un impedimento. Aún era temprano, el sol no se pondría hasta dentro de cuatro horas más e incluso si le caía bien, dudaba que ella quisiera aburrirse sentada en la mesa, lo que más raro se le hizo fue que ni hubiera vuelto a pedir algo y aún le quedaba vino en la copa.

Decidiendo dejar que Grior se hiciera cargo si acaso tenían clientes nuevamente, optó por acercarse a ella y preguntar. Su clienta más frecuente apenas lo miró, pero decidió levantarse, de una forma tan lenta y cuidadosa que parecía ocultar algo, y supo qué cuando se alejó de la silla y le pidió un favor raro, con una voz baja que realmente no sonaba como ella misma: el rojo de sus mejillas era opacado por el de la sangre en el asiento. Esa fue toda la respuesta que necesitaba.

No supo exactamente qué decirle, así que solo asintió y mandó a su compañero patrio a buscar algo, aprovechando ese momento para actuar y le indicó a la chica que le siguiera, a pesar de que quizás Sasha pudiera dar con el camino quería tratarla con toda la normalidad que pudiera, para que no se sintiera tan mal, y no lo haría evitándola.

Una vez llegaron los últimos pisos, la dejó abrir la puerta del baño el cual estaba al final del pasillo, mientras él iba a su habitación que estaba a solo una puerta, iría por una toalla y a buscar entre alguno de sus pantalones algo que pudiera entrarle. Pensaba en que quizás debería dejarle el cinturón, cuando un ruido lo hizo respingar. El sonido un fuerte golpe, quizás un resbalón. De inmediato salió, apenas con la toalla en el brazo y una gran preocupación.

—¿Sasha? ¡Sasha!

Aterrado de la posibilidad de un accidente grave, no lo pensó dos veces cuando no recibió respuesta el segundo llamado y se apresuró abrir la puerta del baño con más fuerza de la necesaria.

Sasha estaba tendida en el suelo, una rodilla en el suelo y una mano apoyándose a la pared. Cuando ella subió la cabeza, miró primero la pared y apartó la mano con pena al notar la marca de sus dedos que dejó en el proceso, luego vio hacia él apenas, antes de desviar la mirada y bajar la cabeza.

Aunque Nicolo quiso concentrarse solo en ella y cuáles eran las cavilaciones de su chica favorita, fueron sus hormonas las que se hicieron cargo por el tiempo suficiente para que sus ojos repasaran desde la planta de los pies, hasta la piel de los muslos bronceados, finalmente sus ojos se posaron en las manchas de sangre y por fin despertó. Intentó recuperar el nivel normal de sus latidos, en lo que pensaba qué hacer o decir. ¿Cómo romper el hielo en una situación así? Para colmo, él tenía el inevitablemente deseo de bajar la mirada de vuelta a sus piernas desnudas o quizás…

—¿Te lastimaste algo?

—Esto es tan vergonzoso —ella murmuró sin cambiar de posición.

El marleyano salió de su burbuja, aclarándose la garganta imperceptiblemente.

—Dudo que esto sea lo más vergonzoso que te haya pasado —esperaba que ella no lo malinterpretara.

—Sí, creo que tuve momentos más vergonzosos —dijo, su cara aún no subía y agregó en voz baja—. Pero no se pueden comparar a que un hombre te vea así… Es muy patético, ¿no?

Sasha hizo un sonido de risa leve, así que entendió el chiste, luego revisó su mano. Había sido solo un golpe en su rodilla, que aún dolía un poco.

Por alguna razón, él sabía que sería inútil aclararle que algún hombre o varios ya debieron haberla visto desnuda para tratar las heridas que pudieron hacerle en batallas, él tampoco le parecía igual o exactamente que hablara de eso.

—Tal vez te sientas así, pero yo… En realidad, creo que te ves bastante sensual.

Eso bastó para que Sasha subiera la mirada con brusquedad, sus ojos abiertos a más no poder mientras lo veían a él con una mirada entre sorprendida, tímida y una chispa que no podía identificar.

—No te preocupes, yo limpiaré luego —el marleyano le dijo con rapidez mientras le extendía la toalla que recién parecía recordar que traía consigo.

—Te… te dejaré algo de ropa en mi habitación —expresó, dispuesto a dejar la habitación para huir de cualquier respuesta negativa tras ese comentario atrevido.

Ella se lo impidió, llamando su nombre. Le preguntó si podía pasarle los pantalones en cinco minutos, él estúpidamente aceptó. No es que le molestara hacer la acción, sino que le preocupaba qué pasaría después. También se cuestionó qué le impedía a ella usar su habitación, sin él ahí. Sería improbable que Grior, que era el único presente en ese momento en el edificio, apareciera en aquel instante porque sí, menos que se colara a su habitación siendo que tenían un trato sobre no meterse en el cuarto del otro, a no ser que fuera una emergencia.

Ignorando completamente que él era el único cocinero del restaurante, se quedó de pie con el par de pantalones esperando a que ella acabara, viendo un momento al costado del baño los zapatos y calcetines que ella había dejado antes de entrar, tratando por todos los medios de no imaginar cómo se vería lavándose las piernas o incluso, yendo más lejos, cómo sus manos tocarían su…

—Nicolo.

—U-uh, ¿sí? —apenas fue consciente de la falta de ruido del agua.

—¿Puedes entrar para pasármelo?

El chef no entendía la necesidad de hacer eso, cuando bien podía ella caminar hasta el corto metro y medio a la puerta y por un resquicio obtener la prenda. ¿Podría ser que la caída anterior en realidad hizo más daño del que parecía? Por otro lado, no podía negar que era muy conveniente que dijera eso, pero no por ello debería considerarlo una trampa, ¿no? De todas formas, ella estaría cubierta. Trató de tener eso en mente, aunque interiormente su intención era repetir lo de hace un rato, ver un poco más…

La sensación que le embargó después de abrir la puerta y pasar adentro, obteniendo esa vista, era demasiado fuerte para ponerlo en palabras. Eso había provocado ver a Sasha desnuda ya no solo de pies, sino de pies a cabeza.

Nicolo sintió su corazón empezando a latir frenéticamente, mientras sus ojos no podían dejar de repasar las curvas de la joven que tenía delante. Sasha se permitió el lujo de caminar descalza hacia él, dejando que viera sus caderas moverse de una forma que era normal, pero para él lucía como un contoneo en el cual su mirada se perdía. Una respiración nasal casi escapa le escapó a él junto con los pantalones que cargaba, cuando la tuvo frente a frente y ella arrebató la prenda cubriendo sus pechos al agarrarla en los brazos, sacándolo de su ensoñación.

—Lo sabía… sí eras un pervertido, Nicolo —ella dijo en tono acusador, aunque su sonrisa no parecía la de una víctima. Puede que fuese porque la víctima era él. En lugar de cubrirse, la chica dio la vuelta, dejándole una vista ahora completa. Poco importaba ya el hecho de que, incluso si fuera ese tipo de ofrecimiento, no pudiera por la razón obvia de la sangre deslizando entre sus piernas.

Con un repentino instinto casi animal, dio una larga zancada para atrapar su vientre con una mano y pegarla a su cuerpo. De espaldas a él, pudo ver cómo el cuerpo femenino subía los hombros sorpresivamente, para bajarlos al instante.

—Nicolo…

La otra mano en el hombro de ella, la deslizó por su brazo, sintiéndola estremecerse ligeramente y cómo el pecho exhaló el aire contenido.

—¿No te parece mucho para intentar seducir a alguien?

El pecho de Sasha volvió a subir y bajar, cuando él repasó los dedos por encima de éste, con una intención más que clara. La prenda en sus brazos le impedía tocar realmente la piel del lugar.

—Si no fueras tú, tal vez sí —ella dijo, tal vez el mayor cumplido que le había dado hasta el momento, mientras desacomodaba el brazo para apretar su mano sobre los pantalones que cargaba y su pecho. Luego, la chica apartó su mano para alejarse.

Aún con la emoción a flor de piel, él la miró intensamente y sin vacilar sobre el significado de esto que sucedía. Ella se alzó de puntitas, pese a que no tenían una gran diferencia de alturas, y el beso fue directo a su mejilla en lugar de a sus labios.

—Tendrás que esperar unos días —le dijo, antes de empujarlo lejos para que saliera fuera.

Media hora más tarde, cuando él se daba un baño helado, se dijo que era una promesa que le recordaría a ella que cumpliera lo más pronto posible.