Ola!!!! Bueno ^^ akí de nuevo… debo advertir k esto es bastante… no se como decirlo… ¿oscuro? Depresivo sería la palabra. Bueno… tb deciros k me cuesta mucho escribir eso… xo se seguirá intentando!!! ^^ a, si: FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO ^^ bueno… decir k en estos momentos estoy feliz!!! ^O^ ¬¬ lo digo xk es algo raro… este año he pillado un montón de ¿depresiones? O_o no… espera… ¿crisis vitales? … no ¬¬* maldición… a! si ^^ crisis d identidad O_o alguien sabe k es eso? O_O xk me dijeron k era lo k tenía y me kedé = XDD ^^ n fin… Enjoy it!

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Harry Potter y la antorcha de la llama verde By Jack Dawson Dolor

Las lágrimas volvían a cubrir sus ojos. Al igual que hacían cada noche, cuando sentado sobre la cama y sin poder dormir, miraba el cielo, y observaba con un profundo dolor como la estrella de Sirio seguía brillando con fuerza en el firmamento, sin importarle que aquél que llevaba su nombre se extinguió apenas hacía un mes.

Harry Potter permanecía quieto, en silencio, acorrucado en su cama, la cual había movido hasta la ventana para poder observar mejor ese manto negro que se hacía denominar la noche. Un techo en el cual miles de luces titilaban como lámparas puestas muy, muy arriba en el cielo. Estrellas a les que no les importaba lo que estuviera aconteciendo en la tierra…

Una lágrima resbaló por la mejilla del chico, y se precipitó. El joven cerró los ojos intentando detener el torrente de lluvia que se acercaba incansable de nuevo a desbordar sus párpados. Como cada noche, las lágrimas por la muerte de Sirius Black, parecían no tener fin; al igual como el dolor y el vacío que crecían sin remisión en el fondo de su corazón. Un corazón que parecía vacío, pues una simple muerte había provocado que la persona que más quería desapareciera de su vida, sin tener tiempo de decirle nada.

Y la rabia y la impotencia hicieron acto de presencia, ahogando la mente y aturdiendo los sentidos, proporcionando palabras hirientes y llenas de veneno; un veneno que como el joven sabía, decía palabras verdaderas. En el fondo de su ser no podía parar de culparse por la muerte de su padrino, ¡si él no hubiera creído la fantasía de Voldemort! ¡si en vez de usar la chimenea de Umbridge hubiera encontrado aquel espejo antes…! Miró hacia el baúl con melancolía, los pedazos del espejo reposaban en el fondo de éste, envuelto con el mismo trozo de papel con el que Sirius se lo puso en el bolsillo, casi sin prestarle atención.

Y ahora le dolía pensar en eso; pensar en como había casi "ignorado" a su padrino ese día… el último día en que se vieron cara a cara. Las lágrimas salieron más rápidas y más fluidas de sus ojos. La respiración entrecortada las acompañaba. Notaba una fuerte opresión en su pecho, una opresión que iba en aumento y le dificultaba la tarea de respirar, llenar sus pulmones de aire le dolía. Y los ojos le escocían…

Cerró los ojos en un vano intento de detener el torrente de lágrimas, y oprimió sus manos contra su corazón, tratando infructuosamente de calmarlo. Abrió los ojos con lágrimas bajándole por las mejillas y observó con infinita tristeza la estrella del Canis Mayor; la estrella de Sirio.

–Sirius… –musitó muy bajito con una voz que cargaba un profundo dolor y una infinita pérdida. Sin dejar de mirar a las crueles y vanidosas estrellas, dejaba que sus lágrimas fluyeran incansables, al compás de la noche.

Sin saber como, los ojos del chico se cerraron y quedó dormido, poco a poco, en la posición en la que se encontraba; sentado y aprisionando sus piernas entre sus brazos, apoyando su cabeza en éstos.

Harry se despertó temprano, cuando los rayos del sol empezaron a filtrarse por su ventana y traspasaron sus párpados, su cerebro le empezó a pedir a gritos que despertara. Tenía la cabeza a punto de estallar. Pero no era por la cicatriz, no. Desde que acabó Hogwarts que no había tenido ninguna pesadilla más con el Lord Oscuro. Aunque si le dieran a escoger, seguramente tomaría ración de sueños con Voldemort para despertarse poniendo el grito en el cielo y su cicatriz sangrándole de dolor. Pero nadie le dejaba escoger, nunca le pedían su opinión, era como si su voluntad no contara para nada.

Se llevó las manos a la cara, estaba harto de todo. Notó como sus manos se humedecían antes de darse cuenta de que volvía a llorar.

–Sirius… –el nombre de su padrino salió como un susurro perdido en medio de la tormenta por culpa de los hipos que las lágrimas le provocaban.

Giró la cabeza y corrió la cortina de un tirón, estaba empezando a odiar la luz.

Miró el reloj que había sobre su mesa. 8:23 a.m. Lo que significaba que hacía ocho horas y veintitrés minutos que había cumplido dieciséis años. En el árbol de al lado había seis o siete lechuzas esperando a que él se dignara a abrirles la ventana. Echó una ojeada al escritorio. Estaba lleno de cartas y paquetes. Los había estado recibiendo todo el verano. Ron, Hermione, el resto de los Weasley; estaba seguro de que Fred y George le habían enviado un par de paquetes llenos de bromas para animarlo; cartas de Remus y Tonks (la auror se había preocupado en su última visita), de Hagrid,... hasta había una carta de Dumbledore y otra del mismísimo Cornelius Fudge.

Pero simplemente no las había abierto. Tal como las recibía las dejaba encima del escritorio. La superficie del cual empezaba a estar escondida bajo el montón de pergaminos. Su baúl del colegio estaba tal y como lo había dejado al llegar; lo había abierto y había puesto la ropa en el armario, sin colgarla, tal como la sacaba; había cerrado el baúl, sin sacar los deberes, sin sacar nada relacionado con el mundo mágico. Incluso había descolgado una banderita con los colores de Gryffindor que había estado colgando desde que finalizó su primer año en esa escuela. Pero ahora, sencillamente no le apetecía en absoluto ver esos colores. Le traían demasiados recuerdos. Recuerdos que siempre desembocaban en lágrimas.

Harry se encontraba sumido en su mundo. Había pasado el mes que llevaba de vacaciones sin salir de su habitación. Su tía le subía cada día la comida, dos veces al día; una por la noche y otra por la mañana. Casi no comía, tampoco estaba gastando energías; muchas veces no tocaba el plato, y otras en que lo habían amenazado para que comiera (los Dursley temían las represalias si Harry caía enfermo en su propia casa), se había limitado a coger el plato y arrojar el contenido por la ventana.

Lo único que había hecho Harry esas cuatro semanas, había sido leer las pocas cartas que conservaba de su padrino. Algunos días había cogido esas cartas, esas pequeñas frases en modo de advertencia, y había dispuesto los pequeños pergaminos en su cama, rodeándolo, de modo que podía leerlos todos con un pequeño movimiento de cabeza. La gente se estaba preocupando por él; pero a Harry no le importaba, y así se lo hizo notar a Tonks cuando ésta le vino a ver hacía unos dos semanas.

*Flashback*

Como cada día desde que llegó a Privet Drive, Harry Potter cerró las cortinas cuando la luz del sol empezaba a entrar por la ventana, no abrió las luces y se quedó a oscuras, disfrutando de la solitud que le daban las sombras.

No tenía ni idea de que hora era, tampoco le importaba; descorrió un poco las cortinas, de modo que él pudiera observar un poco el exterior pero sin que los rayos le tocaran. No sabía el tiempo en el que había estado absorto, simplemente observando el cielo con adoración, deseando ser solamente eso: aire, ser libre para moverse a donde deseara; no ser nada… desaparecer para encontrarse a…

Alguien había abierto la puerta sin que él se enterara y había abierto la luz sin avisar. Las pupilas del chico se contrajeron automáticamente, intentando frenar la entrada de luz. Aun así, no había echo ni el más leve movimiento.

–Hola, Harry –le saludó una chica que hacía tan sólo un año había conocido.

Harry giró la cabeza levemente, se quedó observando la figura de la joven auror recortada contra el marco de la puerta; y sin contestarle ni hacer gala de ningún tipo de expresión, sacó sus ojos de ella lentamente para volver a posar su atención en el cielo.

Notó como la joven auror se removía un poco incómoda en la puerta por la falta de emociones en él; pero a Harry nuevamente no le importó. Fue en ese momento que se dio cuenta de que nada le importaba lo más mínimo en realidad. Estaba harto de todo y de todos. Estaba harto de todo cuanto le rodeaba. De golpe, sin Sirius, la vida se había vuelto algo mucho más cruel y frío de lo que laguna vez pudo imaginar.

Dejó pasar el tiempo. Sus pupilas se habían empequeñecido por culpa de la luz que se colaba por la puerta que Tonos mantenía abierta; una luz que perfilaba la incómoda silueta de la chica. Harry se preguntó cuando se marcharía. Y éste pensamiento le impactó. Acababa de reconocer que odiaba la compañía de la gente. La única compañía que deseaba, era la única que le había sido negada toda su vida. La de sus padres… y, en los últimos dos años, la de su querido padrino. Sirius… le dolía inmensamente el corazón. A fin de cuentas, había sido su culpa.

'¡No pienses en eso!' Se reprendió mentalmente. No puedes permitir desmoronarte; no ahora; no enfrente de alguien que, si observase las lágrimas que guardas para llorar la muerte de Sirius, y las que ya has llorado por él, se iría rápidamente a buscar a alguien más que viniera y pudiera consolarlo. ¡Pero él no quería eso! Por favor que se largara, que se largara… por favor. No podía resistirlo, quería estar solo… solo…

Sirius…

Escuchó un movimiento furtivo en la puerta. Tía Petunia se había acercado a traerle la comida, la depositó en el suelo, con una bandeja y salió de la habitación con cuidado de no tocar a la bruja que seguía en el marco. ¿Tan tarde era ya? En realidad tampoco le importaba… desde que había vuelto de Hogwarts apenas había comido, y seguramente estaría muy pálido… si alguien lo viera al lado del profesor Bins, tendría problemas para decidir cual de los dos era el fantasma.

Finalmente, pareció que la auror se cansó de esperar.

–Bueno, Harry… –empezó, se le notaba muy incómoda– dentro de poco vendrá a verte alguien…

Harry deseó añadir que no se molestaran en hacerlo.

–Y… –continuó, aun con Harry mirando por la ventana– seguramente, vendrá Remus.

Harry abrió los ojos ante la declaración de Tonks. No quería ver a Remus. Ver a Remus le haría recordar a Sirius, mucho más de lo que ya lo recordaba… su estupidez había dejado solo a Remus…

No quería verlo. Remus fue quien le impidió correr a por Sirius. Le impidió cruzar el maldito velo para rescatar a su padrino. Sirius aun no había caído muy lejos… estaba al lado de la entrada, seguro… pero Remus… le odiaba. Como odiaba a todo el mundo.

Tonks cerró la puerta al marchar, y la oscuridad de la habitación pareció invadir le corazón del joven Potter.

Sirius…

Él está muerto…

Está muerto…

No volverá nunca…

Nunca volverá a revolverle el pelo, a decirle cuan parecido a James era…

Y todo por su culpa…

Una gran rabia se apoderó de él. odio a Sirius con toda su alma por haberlo abandonado, por haberlo dejado solo a su suerte, por haberse atrevido a pensar que él podría sobrevivir sin el apoyo de su padrino… y al instante de comprender sus sentimientos se odió a si mismo por odiar a Sirius.

En un repentino ataque de ansiedad se levantó de la cama, tirando las sábanas al suelo al hacerlo, y se dirigió al escritorio, donde mientras las lágrimas surcaban sus ojos, él tiraba las cartas y paquetes al suelo, sin miramientos, respirando dificultosamente.

Un ruido de cristales rotos. El tintero yacía medio roto en el suelo. La tinte negra escapando de él.

Y cuando se enfrentó a la superficie de madera pulida que era el escritorio, la golpeó con sendos puños cerrados, sellando sus párpados a las lágrimas mientras el grito más angustioso salía de su garganta desgarrándola.

–¡¡SIRIUS!!

Con las manos aun sobre el escritorio, se dejó caer de rodillas al suelo; escondiendo la cabeza entre sus brazos y apoyando la frente contra la madera. Y por primera vez en mucho tiempo dejó que sus lágrimas fluyeran, en un vano intento de llevarse el dolor. No le importaba que le dijeran sus tíos. Ni que pudieran castigarlo. Ni siquiera pensaba en que Tonks había escuchado claramente su grito y su dolor desde la puerta principal.

La auror cerró la puerta y salió de esa casa con la mandíbula apretada en un rictus de tristeza. Una lágrima escapaba de sus ojos.

Las lágrimas parecían no tener fin para Harry Potter. Tanto dolor y sufrimiento… tanta impotencia acumuladas durante tanto tiempo…

Deseó morirse para poder volver a ver a Sirius.

Morirse…

Tentador. MUY tentador…

No tenía fuerzas ni para eso. Tal vez otro día. Pero no hoy… definitivamente no hoy.

*Fin del flashback*

Pensar que había arrojado todo lo que cubría su escritorio lo dejó indiferente hacia el montón de cartas y paquetes que se había vuelto a acumular.

La tinta se había secado en el suelo. Los días habían pasado rápidamente, pero el dolor por una pérdida no había mitigado… más bien al contrario; la opresión que notaba en su pecho cada día le ahogaba más.

Las malditas lechuzas estaban picoteando el cristal. Dejando escapar un gruñido de enfado abrió la ventana de un tirón, provocando que la cortina se descorriera y que la luz le cayera encima como una maldición.

Se llevó las manos a la cara y se echó boca abajo sobre el cojín, la sábana medio tapándole las piernas.

Y se quedó en esa postura, huyendo de la luz. Pero había algo que le molestaba… a parte de la maldita luz. Las lechuzas. Había tres que seguían ahí. Cuatro contando a Hedwig.

Giró la cabeza y miró a las lechuzas por entre los dedos, al tiempo que sus ojos trataban de cerrarse para impedir la entrada de lo que les estaba hiriendo.

–Dejad lo que llevéis y largaros –contestó de verdadero mal humor.

Las lechuzas continuaron ahí, ignorándole.

–A la mierda –susurró mientras volvía a correr la cortina completamente y escondía (de nuevo) la cara en la almohada, en lo que podría ser interpretado como un intento de suicidio por asfixia.

Hedwig, quien parecía comprender el estado de ánimo por el que pasaba su dueño, les ululó furiosa a las otras lechuzas para que se largaran.

Las lechuzas le protestaron pero ella se mantuvo implacable; les impidió que bebieran un poco de agua y revoloteó a su alrededor picoteándolas.

Al final, las lechuzas, cansadas de aguantar a Hedwig, dejaron las cartas y paquetes y salieron por la ventana, haciendo que la cortina se moviera, y que durante unos segundos, la luz del sol bañara el cuerpo del chico.

Su lechuza se posó sobre su propia jaula, e inmóvil, se quedó mirando fijamente como su dueño yacía tumbado en esa cama. Sin mover un solo músculo; su respiración apenas perceptible.

El silencio reinaba, parecía que cualquier ser vivo de alrededor, hubiera optado por callar y no molestar al chico, por temor a las represalias que una MUY sobreprotectora lechuza pudiera tomar en su contra. Así que estiró un poco las alas, bostezó y se metió dentro de su jaula para echar una cabezadita.

En estos momentos, el chico sobre l acama, parecía haber entrado en una especie de duermevela. Respiraba tranquilamente, y no movía ni un músculo de sus extremidades.

Pero tanta calma no podía durar mucho tiempo, ¿no creéis? Y para disgusto de Harry. Llamaron a su puerta.

Harry volvió en si completamente. ¡A la mierda! Se dijo para si mismo.

Se dedicó a ignorar la llamada. Como si no la hubiera oído. ¡Eso! Seguía dormido; 'Venga Harry, duérmete' se ordenó en vano (obviamente) a él mismo.

Pero quien fuera no se daría por vencido tan rápidamente. No.

Volvió a picar. Esta vez, con más insistencia.

Harry maldijo a quien se encontrara detrás de esa puerta en silencio. Si quería pasar desapercibido y dar la imagen de niño-dormido, no podía permitirse emitir ni un solo ruido que pudiera delatarlo.

El visitante picó de nuevo, con mucha más insistencia.

Harry ya se estaba poniendo nervioso; seguramente, de no haber sido porque aun no tenía los diecisiete, y de que para coger la varita tenía que levantarse y revolver el baúl; ya habría maldecido a quien fuera que estuviera allí.

Pero de nuevo… no se sentía con fuerzas; y le daba exactamente igual quien fuera. Así que apartó su vista de la puerta y siguió mirando al exterior por la rejilla que dejaban las cortinas.

Pero quien fuera ese visitante, volvió a picar de nuevo.

'Maldita sea'. La rabia parecía volver a inundar cada tejido de su cuerpo. ¡Sólo quería que le dejaran tranquilo! ¿Acaso era eso tan difícil? ¿Estaba pidiendo demasiado, acaso? Estaba harto de la gente que hacía ver que sabía como se encontraba, como se sentía… nadie le comprendía…  nadie… porque absolutamente nadie había pasado por lo que él había tenido que pasar.

Escuchó como el pomo de la puerta chirriaba al ser obligado a girar.

'Maldición'. No contento con molestarle venían a verle. Genial.

–Hola –hizo una pausa–, Harry.

La puerta se volvió a cerrar tras la persona que se había introducido en la habitación.

Los ojos de Harry se abrieron momentáneamente de la sorpresa al descubrir de quien era la voz. 'Maldición, ¿Qué narices está haciendo Remus aquí?'.

El hombre se quedó unos instantes quieto, tal vez esperando a que Harry le contestara; cosa que el joven no haría, a los dos segundos de reconocer la voz, la sorpresa se había alejado dejando paso a la ya conocida indiferencia.

El joven había notado un pequeño temblor en la voz de su exprofesor. Había cerrado un momento los ojos, para impedir que las lágrimas fluyeran. ¡Se había sentido aun más culpable y miserable que antes! Por culpa de su estupidez… Remus volvía a estar solo…

El hombre lobo se dirigió hacia él. Sus pasos rechinaron en la madera, y la mente de Harry volvió a evadirse de la realidad. Ocurriese lo que ocurriese a continuación… no podía permitirse mirar a Remus a los ojos; o comenzaría a llorar incontrolablemente.

El hombre lobo cogió la silla que había caída en el suelo, y la arrastró hasta dejarla al lado de su cama. Se sentó en ella y se quedó observando a Harry fijamente; quien parecía ignorarle.

Estuvieron así, hasta que la mente de Harry reaccionó avisándole de que Remus seguía ahí sentado, aparentemente sin prisa para marcharse.

'Por favor, que se vaya… que se vaya' esto era lo único que Harry atinó a pensar.

Pero como si el hombre lobo hubiera leído su pensamiento… hizo todo lo contrario.

–Hola, Harry –saludó con voz queda, y guardó silencio, tal vez esperando que el joven le contestara.

Pero Harry no lo hizo.

Y tampoco lo haría.

–Nos tienes bastante preocupados, ¿sabías? –¡¿pero que se creía?! ¿Acaso intentaba hacerlo sentir culpable por permanecer callado? … pues le daba igual.

Escuchó como Remus suspiraba cansado y se removía incómodo en la silla. 'Perfecto, que se vaya'

–Veo que no has abierto las cartas de Ron y Hermione –comentó tratando de parecer feliz y contento. Escuchó el crujir de papeles, y el rasgar de un sobre–. Han estado muy preocupados por ti, sobretodo desde que Tonks vino a verte hace unas dos semanas.

El recuerdo de la visita de la joven auror no despertó ningún sentimiento en Harry. Quien empezaba a creer que Sirius se había llevado todos los sentimientos que albergaba en su corazón, exceptuando la tristeza, la rabia y la desolación.

–Mira, Harry –siguió el hombre tratando de despertar algún tipo de emoción en el muchacho–; es una carta de Hermione:

"Hola Harry:

¿Qué tal estás? … Ron y yo estamos muy preocupados… al igual que el resto de los Weasley… y en realidad como todo el mundo. Tonks nos comentó que fue a verte… dijo que no te encontrabas muy bien… ¡por favor, Harry! Contesta nuestras cartas. Te hemos escrito un montón este verano; puedes contar con nosotros para lo que quieras, pero por favor, háblanos...

Ya no se que más ponerte… creo que ya te lo hemos dicho todo en nuestras anteriores cartas… recuerda que no estás solo.

 Hermione

¿Qué pretendía Remus? ¿Hacer que se sintiera más miserable? ¡Bien! Porque iba a conseguirlo… ya lo estaba consiguiendo.

Pero la tortura no acababa aquí. El hombre cogió otra carta.

–Vamos Harry… ésta es de Ron.

"Hola Harry,

¿Qué tal estás? ¡Feliz cumpleaños!"

–Mira, ésta te ha llegado hoy, Harry –comentó el hombrelobo, visiblemente incómodo.

'¿No me digas?' estaba a punto de soltarle, pero se calló y siguió impasible.

"Oye, amigo… ¿Qué te parece venirte unos días con nosotros a la Madriguera? … seguro k te lo pasas mucho mejor que en casa de tus tíos, ¿Qué dices? Vamos, ven, te echamos mucho de menos… ¡los gemelos han inventado algo nuevo! ¡Seguro que te encanta! … bueno, espero que contestes…

Ron"

–¿Qué te parece Harry? –trató de parecer animado y feliz… provocando ganas de vomitar en Harry– ¿Por qué no te vienes a la Madriguera a pasar unos días? Seguro que te lo pasarás muy bien.

Remus no lo había notado, pero las manos de Harry habían empezado a temblar un poco; por lo que el joven optó por cogerse a si mismo con más fuerza. Apretó su mandíbula más fuertemente. Escuchaba como algo zumbaba en su cabeza, algo que le impedía escuchar lo que fuera que el otro hombre estuviera tratando de decirle… pero le daba igual. Le importaba exactamente NADA lo que Remus tuviera que decirle. Al igual que le importaba NADA lo que el resto de la humanidad tuviera que decirle.

Pero si llegó a escuchar la última parte, en el momento en que el hombre trataba de ponerle la mano en el hombro para reconfortarlo.

Y ahí Harry explotó.

Mientras temblaba más visiblemente y respiraba ruidosamente.

Su odio y tristeza y desesperación le vencieron.

Ahora nada importaba. Hoy era su cumpleaños… ¿y que? Y Remus había dicho…

–Mira cuantas felicitaciones, ¿Por qué no les echas un vistazo? –su mano estaba muy cerca del hombro del joven.

–No me toques –espetó Harry con una voz extremadamente fría y calmada. Y fue entonces cuando el hombre notó que el chico hacia esfuerzos para controlarse.

Felicitaciones… bah… ¿y que importaban un puñado de cartas escritas por gente que no tenía la más mínima idea de cómo se encontraba? … ¿o que pensaba? … ¿o que le ocurría?

Recibir tantas felicitaciones hubiera hecho muy feliz a Harry. A un Harry que ya estaba MUERTO… a un Harry que MURIÓ con Sirius… Sirius…

Harry hubiera pasado un agradable día de en su décimo sexto cumpleaños de no haber sido, claro está, por su estado anímico… y por la falta de una lechuza… específicamente la ausencia de una carta, que nunca se había echo de rogar.

Remus se había quedado helado, su mano no se había apartado de Harry, pero tampoco se había acercado más a su hombro. Nunca antes había escuchado ese tono de voz saliendo de los labios de Harry.

–Harry –empezó, pero fue cortado por Harry bruscamente.

–Dejadme –su tono de voz parecía no permitir réplica alguna.

–Harry –la voz de Remus se volvió seria–, no es bueno lo que te ocurre… estamos muy preocupados por ti. No contestas nuestras cartas...

–No me interesan en absoluto.

–Harry, no digas eso.

–Deja de repetir mi nombre –el muchacho se había puesto de pie, tenía todos los músculos del cuerpo tensados.

–¿Por qué desprecias de esta forma las cartas que te llegan? –le preguntó aparentando calma.

–¡Porque no me interesan! –estaba empezando a perder el control– ¡no me interesa ninguna de las malditas cartas que las lechuzas puedan traer!

Su respiración se estaba haciendo más irregular por momentos, el dolor afloraba en su pecho como una aguja clavándose en su corazón.

–¿Por qué crees que no te interesan? –preguntó.

–Porque no.

–Tal vez te dicen algo que merece la pena leer –tentó.

–No lo harán –la calma se había apoderado de nuevo de su voz. La calma antes de la tormenta.

Se mantuvieron la mirada unos instantes.

–¿Cómo estás tan seguro? Ahí gente que puede decirte cosas…

–No me importa, ¿no lo entiendes?

–No, no lo entiendo –respondió el licántropo cruzando sus brazos delante de su pecho–. ¿Por qué te comportas …

–¡Olvídame! ¡No hay nadie que pueda decirme nada que me interese saber! ¡Sólo una persona podía y está muerta!

Los ojos de Harry empezaron a nublarse con unas primeras lágrimas.

Remus se quedó en silencio. ¿Qué decir? Fue a abrir la boca para contestar pero…

–¡Sirius no está! ESTÁ MUERTO Y ES MI CULPA ¡ES MI MALDITA CULPA!

–Harry, no es tu culpa –la preocupación patente en la voz del hombre.

–¡SI QUE LO ES!

Ante la tentativa que Remus hizo para cogerlo.

–No me toques.

–Harry, no es tu culpa.

–ALÉJATE.

–Harry –el chico estaba derramando lágrimas y su respiración era muy irregular. Por lo que volvió a acercar una mano, tentativamente. Harry estaba totalmente fuera de control en esos momentos. Y una especie de viento giraba en torno a su figura.

–¡¡¡NO ME TOQUES!!! –gritó con todas sus fuerzas. A lo que siguió una gran resplandor que cegó momentáneamente los ojos del licántropo.

Cuando volvió a abrir los ojos, la habitación estaba a oscuras de nuevo, las cortinas se habían corrido solas. Y Harry yacía desmayado en el suelo.

Cuando se agachó para cogerlo; notó que el chico estaba ardiendo por la fiebre.

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Ah! Si ^^ avisaros k si keréis k continue… pues decidlo ^^ ¬¬ + k nada xk no tengo muy claro k voy a hacer ^^ así k estoy abierta a sugerencias! ^^ R/R