La mejor niñera.-

Disclaimer:Card Captors Sakura pertenece a Clamp.

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1.- Doblándole la mano al destino.

Observó distraído por la pequeña ventanilla del avión y lanzó un suspiro.
No se imaginaba que el viaje tendría que ser tan inmediato. Le molestó bastante oír a su familia ordenándole resolver de inmediato el problema, existiendo muchos otros que poseían la misma capacidad, o mayor experiencia. Otros que darían todo por servir al Clan Li y quedar bien ante los ojos de la amplia comunidad de hechiceros. Otros que hicieron todo lo posible para convencer a su madre que él no estaba en condiciones de tomar una responsabilidad de ese tipo, aunque pareciera sencilla y expedita para un chico que recién se familiarizaba con ese tipo de situaciones.

Él sí quería comenzar a abrirse paso en ese mundo, pero quizás había imaginado otro tipo de labor; algo que hiciera detenerse a los demás y decir: Hey, miren qué hazaña ha cumplido este chico. Algo heroico y con lo que pudiese ser recordado, en caso de que su vida acabara sin haber recibido otra tarea.

Desvió su atención de las nubes hacia su derecha, donde uno de los niños pintaba afanadamente en su cuaderno. Un asiento más allá, la mujer de cabello lacio y castaño acariciaba la cabeza del otro más pequeño que tenía en su regazo, medio dormido. Ella pareció percatarse que la estaba observando, porque comenzó a hablarle incansablemente.

Asintió, para dejar ver que sí le prestaba atención. Intentaba comprender aunque fuera mínimamente su necesidad de estar parloteando, incluso cuando no había mucho que decir. Era su hermana después de todo.

Una aeromoza pasó ofreciéndoles algo de beber. El rostro de los dos niños se iluminó de súbito; parecían bastante aburridos con el viaje, y sólo por curiosidad pidieron un jugo. Su hermana estuvo indecisa hasta que escogió una soda. Él prefirió negarse.

Hacía años que no salía del país en un viaje, al menos, no pensando que pasaría mucho tiempo fuera. Si no olvidaba, el último fue acompañando a sus otras hermanas Fuutie y Fanren a Corea, en unas vacaciones que aseguraban se hacían necesarias para el exhausto chico. Obviamente, había sido obligado a ello. Quien tenía que divertirse era él, pero las dos chicas se las arreglaron para salir todas las noches, perderse de día en centros comerciales, o ir a refrescarse a la piscina del hotel, dejándole apartado de cualquier panorama.
El más pequeño de los niños se movió inquieto en el asiento, extrañando uno de sus juguetes que iba en la maleta.

—Nos darán el equipaje cuando lleguemos, Lei -le tranquilizaba su madre con una sonrisa.

—¿Falta mucho?

—Digamos que sí-respondió ella.

Igual que su sobrino cuando escuchó la contesta, se hundió en el asiento con un hondo suspiro. Observó su reloj avanzar, cada segundo con tanta lentitud.

Sopló, desordenando los mechones de cabello castaño que le caían en los ojos.

—¿Tío, prefieres el color rojo o el verde?-preguntó ahora Xue, el mayor de los dos niños, mostrando ambos crayones en su mano.

—Mmh... El verde-contestó con algo de aburrimiento, para luego incorporarse levemente de su puesto y ver su dibujo. —Eso es...

—Un hechicero, claro.

Ambos parecieron darse cuenta a un mismo tiempo de la palabra, contemplando de reojo a Shiefa Li, afortunadamente concentrada en su revista para mantener un oído en ellos y en cualquier mención de algo "mágico".

—Estuvo cerca-murmuró su tío, y Xue sonrió, decidiéndose a terminarlo después.

—¿Cuánto falta?-repitió Lei, sin noción de haber dicho lo mismo hace pocos minutos.

Li Xiao Lang miró por la ventanilla, donde las nubes pasaban como una escena repetida e interminable por sus ojos.

—Cerca de una hora y media. ¿Quieren caramelos mientras?-los tres estiraron su mano hacia la mujer recibiendo los dulces, y se dedicaron a encontrarles formas a las algodonadas nubes que iban desde un corazón (Shiefa tendía a encontrar esta figura repetida hasta al cansancio en el cielo) a un enorme dragón, para sortear el resto de viaje.

—Mamá, ¿veremos a papá cuando lleguemos?-los dos niños la miraron esperanzados. Debían extrañarlo estando meses separados.

—Claro que sí, Xue. Papá nos está esperando, y debe estar tan ansioso como nosotros.

Su hermana adoptó la expresión embobada que le conocía desde que Toshiro Asai se había cruzado en su vida. A su juicio estaba bastante grande para seguir suspirando como niña enamoradiza, pero reconocía que su esposo conseguía hacerla muy feliz.

Por el altavoz se escuchó una voz que les invitaba a abrocharse los cinturones para aterrizar. Xiaolang se asomó a la ventanilla, donde comenzó a aparecer por fin tierra entre todo el paisaje.—Japón... –murmuró, y sus ojos de un singular color ámbar, se enfocaron en la isla que a medida que descendían bosquejaba una infinidad de edificios.

El aeropuerto de Tokio se encontraba levemente vacío a esas horas, algo favorable que permitió a los extranjeros circular con mayor libertad. Sobretodo al joven Xiaolang, quien no tomaba el viaje con los mismos ánimos que los demás.
Subieron a un taxi, el cual los llevó a su nuevo hogar en un recorrido bastante breve. Llegaron más pronto de lo que en Hong Kong les habría demandado desde el aeropuerto.

La casa que arrendarían era acogedora; dos plantas, sólida, y con un jardín amplio para cuando Lei y Xue quisieran salir a correr al aire libre.

Para Xiaolang- o Shaoran, como le decía el esposo de Shiefa en su enraizado japonés-estaba lejos de parecerse a la mansión en Hong Kong, y una punzada de nostalgia lo hizo desear poder volver a recorrer los conocidos pasillos de su hogar hasta dar con su habitación.

—Es perfecta para cuatro personas-dijo su hermana, plenamente satisfecha de su elección. Los niños también parecían de acuerdo, y fueron los primeros en entrar corriendo apenas su madre calzó la llave y abrió la puerta.

El lugar era bastante espacioso, aunque faltaba un poco de limpieza en el piso alfombrado polvoriento y en los muebles.
Xue se dejó caer en el sofá todavía cubierto con una sábana blanca, y dio saltos para comprobar que era suficientemente cómodo. Lei lo imitó.

Apartándose de ellos, Shaoran caminó hacia las escaleras para revisar arriba. Se encontró con tres habitaciones, cada una amoblada y pintada con agradables colores pasteles. Escogió la más amplia, de un suave tono mantequilla.

—Esto está mejor-sonrió recostándose en la cama después de dejar su maleta apegada al escritorio. Recién comenzaba a resentir el peso del viaje cuando luchó por no cerrar los párpados. —Debo terminar con este asunto lo más pronto posible para volver a casa.

Se sacó la chaqueta, colgándola en la silla y abrió la única maleta que había llevado consigo, en un viaje que esperaba no se extendiera más de unas cuantas semanas.

—Veamos... - extrajo de entre sus pertenencias un extraño tablero con nueve puntas, cada una de ellas con unas esferas de color violeta— La familia Sying. Necesitaré más datos sobre ellos.

Unos golpecitos alborotados y débiles se oyeron en la puerta. Ocultó el objeto donde estaba para murmurar un "pasa".

—Tío-la cabeza de Xue se asomó, con la cara sonriente. —¿Quieres venir con nosotros a comer hamburguesas?
—No, mejor vayan con su mamá- contestó él tranquilamente, viendo una leve decepción el rostro del pequeño de nueve años. —Prometo acompañarlos otro día-agregó, y la sonrisa en él regresó mientras cabeceaba afirmativamente, para cerrar la puerta tras de sí.

Esos niños eran quizás las únicas personas en el mundo que podían hacerlo prometer ese tipo de cosas, se dijo, volviendo a la tarea de desempacar.

—¡Nos vemos otro rato, Xiao Lang!- la voz de su hermana, acompañada por el sonido de la puerta, le hizo saber que se había quedado solo en casa.

Era increíble que Shiefa se descuidara de todo, dejando maletas esparcidas en la habitación que ocuparía, y otras tantas en la que usarían los niños, sin contar con las cajas que se apilaban en los rincones, las que Shaoran no vio en un principio, pero que debían contener utensilios y artículos hogareños que su hermana había enviado cuando todavía estaban en Hong Kong. Un desesperado intento por traer

—No puedo dejar todo esto así-dijo, alzando las cejas. Si algo no le agradaba, era ver desorden en el lugar donde vivía. —"Donde vivo"-pensó, recordando nuevamente la gran mansión, a su fiel mayordomo Wei, a la chillona de su prima Meiling casi siempre de visita, y principalmente, a una silenciosa Ieran Li, su madre.

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Shiefa tomó a su pequeño hijo de la mano cuando bajaron de un atestado tren. Xue contemplaba todo su alrededor con poca disimulada admiración, y se aferró también al vestido de su madre a medida que avanzaban más en su recorrido y se internaban en un mar de gente que caminaban en ambos sentidos.

—¿Mamá, conoces este lugar? -preguntó el chico, dejando de examinar a cada persona que pasaba por su lado.

—No- contestó sonriendo—Pero tu padre sí.

Sacó de su cartera un teléfono móvil, y marcó con agilidad.

—¿Puedes recogernos? -una voz masculina se escuchó del otro lado, y tanto Xue como Lei reconocieron el tono profundo de su padre.—Bien, te esperaremos.

Siguieron caminando hasta dar con una heladería. La gente salía de ahí cargando sabrosos barquillos, y Lei fue el primero en antojarse de uno. Shiefa compró para los tres y se quedaron aguardando en la esquina.

—Mamá, ¿por qué el tío Xiao Lang vino con nosotros?- preguntó Xue de pronto, con la mirada en una pantalla gigante que mostraba un anuncio con pequeñas mariposas amarillas cruzando el cielo azul.
—Tiene cosas que hacer.
—¿Qué cosas?

—Sólo cosas... –Shiefa se agachó para limpiar con un pañuelo el mentón de Lei bañado en helado de vainilla, mientras su hijo mayor fruncía el ceño.

No le gustaba oír ese tipo de respuestas. ¿Por qué no podía saberlo? ¿Acaso era asunto de grandes? Xue consideraba que tener nueve años ya te hace lo suficientemente grande para comprender las cosas, como la no existencia del hada de los dientes o Santa Claus.

—No te preocupes de eso-le dijo cariñosamente, limpiando también su mejilla.

—¡Mamá, no hagas eso!-se avergonzó Xue, quitándosela de la mano y haciéndolo él mismo.

Shiefa confiaba que su hermano sería capaz de aclarar todo el misterioso asunto de la familia Sying, pero seguía existiendo esa duda, ese temor de que algo malo le sucediese. No podía evitar preocuparse por el menor y el más preferido de sus hermanos. Las demás bordeaban su edad, y cada una había hecho su propia vida, al contrario de ella y Shaoran que habían quedado en la casa.

Sin embargo, ella ya no lo estaría por mucho. Su esposo, Toshiro Asai, era de Japón; el trabajo de su empresa lo llevó hacía años a Hong Kong donde se conocieron. Una historia de amor con altos y bajos. Su madre no podía convencerse que la hija mayor rechazara a tantos pretendientes de los clanes más adinerados de toda China por un simple empresario japonés, que no tenía ningún vínculo con la magia. Hasta lograba recordar con claridad la reacción de Shaoran cuando le dijo que su prometido era una persona común y corriente.

"Cada cual con los suyos"-había dicho él de forma fría.

Su hermano y su mamá eran los que más se negaban al compromiso, pero de alguna manera fueron convenciéndose de que no renunciaría a Toshiro ni por el sujeto más rico, ni por el hechicero más destacado, porque lo amaba.

—¡Shiefa!

Se sonrojó al escuchar su voz. Sabía que, por tonto que sonase, continuaba siendo como en un principio la jovencita tímida que vivía pensando en él y añorando ver su sonrisa...

La mujer y los dos hijos se abalanzaron al hombre robusto y alto que les aguardaba con los brazos abiertos.

—¿Me extrañaron?- preguntó sonriéndoles.
—¡Síi!- chillaron los pequeños, abrazando sus rodillas.

El hombre alzó su cálida mirada al rostro emocionado de su esposa.
—Mi querida Shiefa- le saludó, acercándose para besar sus labios con dulzura, logrando que ella aumentará el sonrojo en sus mejillas.
—También te extrañé Toshiro- le sonrió con ternura, mientras él le acariciaba la mejilla, incapaz de creer que luego de seis meses, la tenía junto a sí.

Estrechó a los dos pequeños en un abrazo, y entablaron una animosa charla. Luego todos subieron al automóvil para pasear un rato por la ciudad.

—Y dime... ¿qué tal la sorpresa?- preguntó Shiefa, cuando terminó de contarle lo que se había guardado en las cientos de charlas que habían tenido por teléfono.

El hombre sonrió y la observó unos instantes.
—No pensé que fuses a hacerlo...
—¡Oh, vamos! ¡Soy una mujer profesional! Y creo tener el mismo derecho que tú a tener un empleo-dijo ella, sonriendo vanidosa.
—Lo sé, pero no me gustaría que dejaras a los niños solos.
—También lo he pensado...- murmuró, apagándose un poco su chispeante acento—Ya se me ocurrirá algo...

Asai sonrió, y negó con la cabeza. No podía controlar a su esposa; tenía ideas demasiado fijas en su cabeza si del trabajo y su carrera profesional se trataba. Jamás habría creído que la temporada que venía a pasar a Japón con los niños contemplaría un trabajo, pero aunque no estuviera muy de acuerdo, era absurdo intentar hacerla cambiar de opinión.

—¡Una niñera!- chilló ella de improviso, causándole un respingo—Podremos contratar una niñera para ellos...
—¿Niñera?- el hombre le miró con desconfianza, para enfocar la mirada nuevamente en la autopista.
—Sí, me hará mucha falta, porque no vine sólo con los chicos, también con mi hermano Xiao Lang.

El hombre recuperó su sonriente gesto.
—Tu hermano... -suspiró—Me costó más de dos años simpatizarle- dijo divertido, recordando la mirada glacial con la que Li lo recibía cada vez que pisaba esa casa—Aunque no puedo asegurar que lo haya logrado del todo…

—Una empleada no me vendría mal... –siguió murmurando su mujer, sin prestarle atención—Necesito que alguien me ayude con el aseo y con mis tres pequeños-rió Shiefa—Porque mi hermano también necesita cuidados...

—¿No viviremos junto a ti, papá?-preguntó Xue asomando su cabeza por los dos asientos.

—No, Xue. Vivo en un departamento demasiado pequeño. Pero apenas tenga el suficiente dinero nos iremos a Hong Kong otra vez. Compraremos una casa tan grande como la mansión de su abuela.

Los niños parecieron emocionados, y lo bombardearon con una serie de preguntas que él pacientemente contestó.

Shiefa en tanto, divagaba con una sonrisa.
La idea seguía siendo buena... Una niñera que cuidara de la casa, hiciera la cena, el desayuno, y llevara a Xue a la escuela y a Lei al jardín de niños. Además de atender a Shaoran, quien pasaba a ser como otro niño, y del que estaba segura daba mucho más problema que sus propios hijos, demasiado acostumbrado a las comodidades que tenía en Hong Kong.

—Eso es lo que necesitamos-se dijo resuelta, cuando el coche aparcó en un estacionamiento cerca de un conocido local de comida rápida.

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La jovencita observó hacia la heladería. Estaba sentada en uno de los banquitos del parque, vestida con su uniforme de la preparatoria: una sencilla falda tableada color azul hasta la altura de las rodillas, y blusa blanca bajo una chaqueta de mismo tono azulado, con el nombre del establecimiento bordado a la altura del corazón.

Sus preciosos ojos de tinte violeta vislumbraban a la gente pasar, tan apuradas, tan cansadas en contraste a ella, serena en su lugar.

A simple vista era una persona cálida, de esas que no se necesita conocerlas muy bien para adivinar que son gentiles y cordiales. Su sonrisa suave dejaban ver toda una aura de armonía a su alrededor. El cálido viento apenas movía el cabello negro que le caía con suavidad por la piel pálida y tersa. Era una escena encantadora, verla ahí tan quieta y relajada, respirando ese vientecillo primaveral...

—¡No lo lograré!- se sobresaltó al oír a su lado una voz muy conocida.

Su atención se desplazó a la persona responsable de esa exclamación.
—¿No me digas que otra vez te rechazaron?- preguntó con suavidad.

Una chica, vestida con su mismo uniforme a excepción que en reemplazo de la chaqueta utilizaba un chaleco de la misma institución, se desparramó a su lado.

—Tomoyo, no vale la pena seguir. ¡Nunca encontraré trabajo!- se quejó la jovencita, apoyando los codos en las rodillas y hundiendo la cara en sus manos—Soy un desastre...
—No Sakura, tú eres muy buena en todo lo que te propones- le alentó su amiga, con una sonrisa.

Los ojos verdes de la chica se volvieron a la llamada Tomoyo, algo llorosos.
—Y si es así ¿por qué no puedo encontrar nada?-preguntó, mientras su labio inferior temblaba graciosamente.

Daidouji rió enternecida al ver su expresión, y comprendió en parte lo que debía estar sintiendo. Se conocían desde la primaria, y desde ahí eran grandes compañeras. También compartían el departamento, junto con Naoko, otra de sus amigas.
Tomoyo y Naoko habían conseguido trabajos; la primera ayudaba a la maestra de música en sus clases, mientras que la segunda en la biblioteca en sus horas libres. Desde que eso comenzó, Sakura también comenzó a buscar desesperadamente un empleo. Como sus amigas decían, tenían dinero extra y quitaban un pequeño peso de encima a sus padres.

¡Ella también quería ayudar a su papá! Él se pasaba el tiempo en excavaciones fuera de la región; Fujitaka Kinomoto, era un reconocido arqueólogo e impartía algunas clases en la Universidad. Si sólo encontrase un empleo, los gastos de su papá serían menores, y ella se encontraría más tranquila al saber que podía depender de sí misma, como lo hacían sus amigas.

Sakura se dejó resbalar en el banco, completamente rendida y desilusionada. Otra tarde de búsqueda infructuosa para añadir a su historial.
—Vamos, te invito a comer algo-la consoló Tomoyo, sacando de su maleta una bonita billetera morada. —Quizá una hamburguesa nos haría bien.
—¿Lo ves? Tú y Naoko pueden comer cuantas hamburguesas se les antojen porque ganan dinero...-protestó Sakura, lanzando un suspiro. Tomoyo estaba preparando otra frase para animarla, cuando ella se levantó de un salto, con el puño en dirección al cielo—¡Pero no me rendiré! ¡Seguiré buscando un trabajo! ¡Debe estar en algún lado, esperándome!

Tomoyo sonrió, mientras Sakura se adelantaba con pasos firmes.

Se sentía contenta de haber conocido una amiga así. Sakura lograba hacerla reír su actitud; era una jovencita muy fuerte que siempre resaltaba por su alegría y esa visión positiva ante cualquier obstáculo.
—Trabajo, trabajo, conseguiré un trabajo... Sí... Trabajo- cantaba la chica, mientras miraba por todos los locales cercanos.

Había probado suerte en diferentes lugares, desde heladerías, librerías, jardín de niños, confiterías, pastelerías, hasta centros de comida rápida. Pero nada. Comenzaba a creer que su pésima suerte era la hacía que las cosas que se proponía salieran mal, pero estaba decidida a doblarle la mano al destino, y se prometía, que antes de que se acabara el año, estaría trabajando.

—¡Ya verán que lo lograré!- exclamó con una gran sonrisa, imaginando todas las cosas que podría conseguir sin culpabilidad si lo tuviese... Dulces, cosas bonitas, más dulces, y lo más importante: una ayuda para solventar sus propios gastos y no recurrir a lo que su padre depositaba con mucho esfuerzo en la cuenta bancaria.

Al llegar al restaurante de comida rápida, Tomoyo percibió la mirada brillante en los ojos verdes, y la enorme sonrisa extendiéndose en sus labios. Ya sabiendo lo que pretendía, se ubicó en uno de los puestos, observando a Sakura correr a la barra de pedidos.

—¿Qué se le ofrece?-preguntó un chico alto, con anteojos.
—Hablar con el encargado-respondió ella.

El chico alzó una ceja y miró a una de sus compañeras.
—Oye Chiyako, esta jovencita quiere hablar contigo.

Sakura sonrió. Tal vez si esa era la encargada podía convencerla, porque entre mujeres existía más confianza. O al menos, eso pensaba...

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—¿Qué les parece?
—¡Quiero un pedido de papas fritas y hamburguesas!-exclamó Xue, apenas se ubicaron en la mesa.

—Yo también-apoyó Lei.
—De acuerdo, iré a pedirlas.

El padre se levantó, dejando a Shiefa y a los niños contemplando el restaurante. Estaban más felices que nunca, pensaba la mujer, escuchándolos hablar y hablar, y contagiándose de la alegría que emanaban de esas vocecitas, hasta que una conversación en la mesa de al lado inevitablemente acaparó toda su atención.

—¡Es como una maldición!

Una chica de cabello castaño largo, ligeramente rizado en las puntas y gesto malhumorado, se sentó en una mesa donde le aguardaba otra jovencita.
—Sakura, no te desanimes, tú misma dijiste que no te rendirías- le recordó Tomoyo. —Espera, voy a pedir las hamburguesas. No me tardo.

Daidouji se levantó de su puesto, al mismo tiempo que Toshiro Asai volvía con una bandeja repleta de comida. Shiefa comenzó a comer, aún pendiente de la chica sentada en la mesa del frente, con el bonito rostro reflejando un enorme desaliento.

—¡Hamurguesas!-exclamó el pequeño Lei, soltando una dichosa risa.

En ese instante, Sakura observó a la familia. El padre que sonreía y observaba con una mirada tierna a sus hijos, aferrando sobre la mesa la mano de su esposa, que también lucía llena de felicidad.

—"Debe ser muy lindo tener una familia así"-pensó, suspirando entrecortadamente.

Desde pequeña vivió sólo con su padre y su hermano mayor, Touya. Su mamá había muerto apenas había nacido, por lo que nunca la conoció.
Lamentablemente, había llegado el día que Touya encontró novia y trabajo fuera del país, y simplemente se fue, dejando si era posible más vacío en ese hogar.

Sakura recordaba pocos momentos felices de su niñez... Casi siempre estaba sola en casa, ya que su papá acostumbraba a llegar tarde inmerso en sus continuas investigaciones y labores extras que hacía para mantenerlos, mientras que su hermano pasaba demasiado ocupado en sus estudios y el club de soccer al cual pertenecía.

Siempre imaginó en cómo sería la vida con su familia reunida otra vez, con esos breves momentos de felicidad hogareña compartiendo el desayuno o alguna festividad.
—¿Sakura?.

La chica pestañó al ver la mano de Tomoyo, que hacía señas delante sus ojos.
—Perdón... Estaba distraída...- se excusó ella, luego de dar un respingo. Miró la bandeja con apetito— ¡Oh, qué ricas se ven!

—Estabas bastante distraída- recalcó Tomoyo, sonriente.

Las jovencitas comenzaron a comer y a charlar.
—... y es por eso que debí declinar su invitación. Tengo que terminar de escribir algunas partituras a la señorita Okubo- terminó diciendo Tomoyo, para beber de su refresco.

—Y rechazas a los chicos sólo por tu trabajo- volvió a suspirar la de ojos verdes. La estaba escuchando con la cara apoyada en su mano, sin probar aún su comida— ¡Cómo me gustaría ser como tú!

—Sakura...

—Es injusto que no encuentre ningún empleo...- siguió murmurando ignorando a lo que pretendía decir su amiga, pero que de seguro era un consuelo. —Es injusto que busque y no encuentre nada para mí...

—Sakura, ya no sigas...- intentó calmarla Tomoyo, mientras una gotita resbalaba por su nuca al ver que su amiga se levantaba de su silla.
—¡Podría trabajar en lo que sea!-exclamó ella decidida—Cocinera, jardinera, vendedora de helados, bibliotecaria...
—¿Niñera?

Sakura afirmó con decisión.
—... niñera, y...- arqueó la ceja, y miró a Tomoyo, quien con una seña le hizo saber que ella no lo había dicho.

La chica giró su cabeza, y vio al lado el rostro de una hermosa mujer sonriendo. Tenía los ojos de un color miel y el cabello largo y liso le caía sobre un costado. Le tomó unos cuantos segundos reconocer a la madre que había estado contemplando en la mesa del frente.

—¿Podrías ser niñera?-repitió ella, haciendo que Sakura asintiera ruborizada por la timidez. La apariencia de aquélla joven madre no tenía nada que denotara un gran personaje, vestida con aquél sencillo vestido, sin más joyas que un par de pendientes que resaltaban en sus orejas y el anillo de bodas que Sakura pudo apreciar cuando entrelazó sus dedos, como si estuviera rezándole. Aún así, la encontró distinguida e importante.

Los niños y el padre, giraron a ver cuando Shiefa continuó diciendo:
—Te daría un buen sueldo...

Sakura Kinomoto, estudiante de segundo de preparatoria, parpadeó con rapidez. ¿Sería mentira? ¿Estaría soñando? ¿Le había doblado la mano al injusto destino?

—U-usted está diciendo... –balbuceó.

—Que te contrataría como niñera ahora mismo, si aceptas-completó la mujer con una sonrisa, y los ojos de Sakura brillaron de la emoción.

Contuvo los deseos de abalanzarse y darle un abrazo a tan buena mujer, manteniéndose atenta a cada palabra que pronunciaba intentando convencerla. Y no necesitó de mucho, porque Sakura no tardó en tomar una decisión.

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Naoko bostezó y se quitó sus anteojos para frotar sus cansados ojos. Terminaba otro exhausto día en la preparatoria, que culminaba con las clases extra de Literatura a las cuales asistía tres días a la semana, hasta las nueve de la noche. Por esa razón había tomado como quehacer el desayuno en las mañanas, Sakura la cena, y Tomoyo ayudaba a cualquiera de las dos, además de hacer el aseo y deliciosos postres.
Entró en el departamento, sacándose sus zapatos y poniéndose unas cómodas pantuflas de hámster que su amiga Sakura le había regalado en la navidad. Sacudió su cabello corto y dejó su maletín en la mesa.

Sintió unas risas en la cocina, y reconoció de inmediato la de Sakura.

—¡Naoko! ¡Por fin llegas!- sonrió la chica, cuando vio a su amiga detenida en la puerta.
—¿Cómo están?-les preguntó Yanagisawa, sentándose en una silla.
—Yo bien... Sakura aún mejor-dijo Tomoyo, que ayudaba a la castaña a cortar verduras.

Naoko observó a la chica de ojos verdes, quien comenzaba a reír.

—¡Apostaría que ni te lo imaginas!-chilló, dando saltos a su alrededor—¡Es algo grandioso!

Tomoyo caminó hacia la olla, ya que Sakura no parecía pretender seguir con la cena ahora que contaría la gran noticia del día.

—No se me ocurre que puede ser- se impacientó Naoko, al ver que Sakura sonreía más y más—¡Dímelo!

Kinomoto sacó una pequeña tarjetita, extendiéndola a los ojos de su compañera.

—¡Tataaaáan! ¡Desde ahora, yo también soy independiente!

Naoko se acomodó sus anteojos, y leyó el pequeño papel.

—¿Li Shiefa?- cuestionó frunciendo el ceño—¿Quién es ella?
—Mi nueva jefa-respondió Sakura, inflando el pecho y diciendo con voz solemne— Desde mañana trabajaré para ella.

Sus dos amigas rieron. Sakura frunció los labios; ¿y ahora porqué se reían?, si era su momento de orgullo.

—¿Tú trabajarás? ¡Sakura, apenas te alcanza el tiempo para llegar a la preparatoria!-se burló la chica de cabello corto.
—Será niñera de dos pequeños-añadió Tomoyo, intentando frenar sus risas.

Kinomoto les dio la espalda, mirándolas de reojo y ligeramente enfadada por sus risas. Era su día de suerte, y ellas no tendrían por qué burlarse, si bien fuera cierto eso de que en ocasiones se quedaba enredada en las sábanas por las mañanas.

Pero ya las vería cuando ganase su primer sueldo, porque no las invitaría a comer hamburguesas o helados.
La chica sonrió maliciosamente, y siguió preparando la comida.

—¿Habla en serio?- preguntó Naoko, en voz baja, luego de unos minutos de silencio.

Tomoyo afirmó.
—Así parece. Está convencida que es algo fácil.

Naoko sonrió. Si ya la idea se le había metido en su cabeza, no podrían hacerla cambiar de opinión. Sakura siempre había sido una muchachita que no se rendía tan fácilmente hasta alcanzar sus propósitos, y ellas sabían perfectamente cuánto esperaba encontrar un empleo.

Las tres amigas se sentaron a comer. Naoko comenzó una charla acerca de un libro nuevo que había salido a la venta, Tomoyo la escuchaba atenta, y Sakura... estaba en su propio mundo.

Los niños que cuidaría, eran dos criaturas adorables. Lei, el menor, era un pequeñito muy dulce y simpático de sólo cuatro años; Xue, se la pasaba dibujando y pintando en su croquera, por lo que el padre aseguraba que sería un artista.

La señora Shiefa también había mencionado a otro chico... había olvidado su nombre, y tampoco le habían datos al respecto, sólo que podría ser un poco más difícil que los otros dos. En ese momento, Sakura había creído escuchar una risa ahogada por parte de uno de los pequeños, pero Shiefa la regresó rápidamente al tema principal y le entregó la tarjeta de presentación donde apuntaba su dirección.

Aunque existiese un tercero, no cambiaría las cosas. Sakura estaba segura que sería muy fácil cuidarlos y les brindaría de todo el cariño que despertaban esas angelicales caritas infantiles.

Sus ojos verdes brillaron y esbozó una sonrisa atontada.

"Mañana comenzaré a trabajar..."- pensó, comiendo distraída su cena, bajo las risueñas miradas de sus dos amigas.

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Notas de la autora: que nadie se asuste, esto es sólo una leve reedición porque ya no podía pasar por altos los errores ortográficos y de redacción de los primeros capítulos xD.

Para los que ya han leído hasta el capítulo 15, no tienen de qué preocuparse, ya que la trama sigue siendo la misma y los capítulos no tienen mayores modificaciones de escenas (de hecho, no tiene casi nada modificado). Pensé en rescribirla completamente (cosas que se le ocurren a una xD...), pero consideré mejor la idea y es que tomaría demasiado tiempo que debería invertir en escribir el resto :P

Voy a salir jubilada con este fic de FF xD

Pero muchas gracias por todo el apoyo, en serio, los adoro :D

Nos estamos viendo!

Gaba.-