Lo de Adentro
Kuki examinaba los chocolates de la vidriera con extremo cuidado, ansiosamente mordiendo su labio inferior mientras intentaba – sin éxito – realizar su elección. Mañana era el Día de San Valentín – el primero que Wally y ella celebrarían juntos – y parecía terriblemente importante que su regalo sea especial.
Algo que le recordara a él.
Los chocolates de menta habían sido descartados sin pensarlo dos veces. Eran demasiado dulces, demasiado ordinarios y demasiado… obvios. No, para sus sombras y silencios, penas y personalidad de muchas caras… necesitaba algo más misterioso.
Chocolate amargo.
De alguna manera el pensamiento era decadente, haciendo la compra un poco más divertida, aunque no la hiciera más fácil. Frunció el ceño, paseando lentamente frente al mostrador, observando cada nueva posibilidad con desdén. Las trufas eran demasiado femeninas, y las barras de chocolate muy simples; los besos de chocolate eran trillados y empalagosos.
"¿Puedo ayudarla?"
Atrapada en la acción de mirar el mostrador, Kuki sólo pudo sonreír a la joven vendedora. "Este," titubeó, sonrojada, "Estoy buscando chocolates para regalar en el Día de San Valentín."
La chica asintió con la cabeza alentadoramente. "¿Algo en particular?"
Kuki dudó por un momento, luego dijo, "Algo que sea inusual, pero que te sorprenda con lo diferente que es lo de adentro con lo de afuera – como una persona que a primera vista parece tal cosa y luego es otra."
Moviendo la cabeza a un costado, la vendedora lo consideró. "¿Chocolate de menta o amargo?"
"Amargo." Parándose nerviosamente de un pie a otro, Kuki esperó el consejo de la chica.
"Creo que tengo exactamente lo que buscas."
La caja de regalo era un cuadrado perfecto, y estaba atada con un moño rosa-chocolate. Hizo un ruido interesante cuando Wally lo sacó de su casillero – más bien como a bolitas que a confituras – lo que declaraba que quien le había entregado el chocolate era Kuki. Curiosa, desajustó el moño de seda y abrió la caja, sonriendo un poco cuando encontró la nota adentro. Me recuerdan a ti, se leía en la bien escrita carta, aunque el nombre en japonés signifique 'educado'. Girando los ojos ante su cargada, removió la carta de la caja para revelar algo así como bolitas de chocolate blanco. Bolitas, pensó nuevamente, girando una entre dos dedos y mirándola sospechosamente. ¿Por qué le recuerdan a mí?
Aún estaba preguntándose, después de diez chocolates más tarde, cuando se encontró con ella en la puerta de entrada del colegio. Caminaron tres cuadras – Kuki hablando y Wally escuchándola pacientemente – antes de que le preguntará finalmente: "¿Por qué?"
Su rostro cayó en desilusión, sin necesitar explicación de que él estaba hablando de los chocolates. "¿No te gustaron?"
"Claro que si," respondió, "pero... ¿por qué te recuerdan a mí?"
Los ojos de Kuki brillaron mientras se acercaba para susurrarle su explicación, y rió encantado cuando vio su cara sonrojada con vergüenza.
"Yo no soy así," murmuró, frunciendo el ceño en manera de reproche. Kuki sólo sonrió, la respuesta sin ofenderlo no molestándolo en lo mínimo. Él suspiró, aún sonrojado, y le ofreció su mano para que ella la tomara durante el resto del camino.
Y si su agarre fue un poco más apretado que el usual, ella no lo comento.
Notas de la Autora:
Las bolitas de chocolate consisten en una capa externa de chocolate rodeando una dura coraza de azúcar llena de almíbar saborizado. El chocolate amargo de afuera es rico, pero tiene un sabor más fuerte que el chocolate de leche. Sin embargo, una vez que se muerde a través de la dura capa de azúcar su sabor es sorpresivamente – incluso asombrosamente – dulce.