Declaración: Rurouni Kenshin no me pertenece, siendo propiedad intelectual de Nobuhiro Watsuki. Yo hago esto por diversión, sin fines de lucro, para compartir con quienes tengan mi misma afición. La historia en buena parte si es mía.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Entre mis Brazos

Acto veinte

"Peligroso Hermetismo"

por

Blankaoru

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Kenshin no alcanzó a llegar para ver a Saito, pues este había salido a hacer unas indagatorias personalmente. No pudo irse como quería pero no se desanimó por eso y levantándose más temprano, salió a verle al día siguiente.

Kaoru lo veía hacer y se sentía afectada y especialmente responsable de lo que él pudiera estar sintiendo.

¿Si estaba feliz con la idea de volver a Tokyo? Claro que lo estaba. Deseaba ver a Kenshin lejos de las batallas que podrían hacerle algún daño, lejos de las manipulaciones. Quería tenerlo con ella en su casa, mimarlo y pasar el día en su compañía o al menos, sabiéndolo bien cuando tenía sus asuntos que atender. Pero por otro lado intuía que algo andaba mal en lo profundo de él y que decidiera salirse de esa situación le parecía un indicativo negativo de alguien a quien había visto determinado y firme en muchos otros momentos complicados, con la convicción de que por hacer lo correcto, debía llegar hasta el final.

"Es como si huyera de algo", razonó. "Pero si tiene que ver conmigo... ¿será tan bueno que se aleje así no más de todo esto?"

Por la tarde regresó Kenshin de ver a Saito. En esa ocasión tuvo éxito y pudo conversar con él. No quiso referir detalles de lo sucedido a Kaoru y se limitó a sentarse cerca de la ventana para mirar hacia el patio interior. Desde allí le dijo a Kaoru que se irían al dia siguiente, a primera hora.

- Kenshin, no creo que esto sea correcto. Tal vez, deberíamos quedarnos y ver qué sucede. El asunto es serio. Si la persona que andan buscando es capaz de convertir un pueblo en lo que hoy es Shingetsu...

- Kaoru – dijo Kenshin con aparente calma.- A lo largo de este matrimonio has contado siempre con mi apoyo incondicional. Yo ahora demando eso para mí de tu parte. ¿Es posible?

Kaoru quiso decir algo pero no pudo. Recordó que él se casó con ella para evitar que le quitaran la casa, el dejarla practicar el kendo, el ayudarla en todos los líos en que se metió. Eran meses y meses de Kenshin cediendo en algo para ella...

- Pero aquí hay algo mal.- se atrevió a decir, bajando la cabeza.- Y ahora lo comprendo, no debí seguirte ese día a buscar el sendero porque cambiaste...

Kenshin salió del cuarto y bajó al primer piso, presentándose ante Misao, Okina y sus amigos que planificaban la cena. Les anunció su decisión y todos quedaron estáticos.

- No es posible. Pero Himura... - dijo Misao.

- La decisión está tomada. Saito ahora necesita de la colaboración de los ninjas más que nunca y es su oportunidad de servir al pueblo japonés. Tal vez esta sea una oportunidad única para ustedes, haciendo investigaciones y todo eso que hacen.

- Pero Himura...- repitió Misao, triste y haciendo un puchero. - Kaoru, tienes que detenerlo, tu marido está loco.- dijo al ver a su prima aparecer tras el pelirrojo, corriendo a ella y abrazándola. - Quería que te quedaras más tiempo.

- Lo lamento, Misao, pero no es posible. Mañana partiremos a Tokyo.- repuso Kaoru, muy propia de si.

- Pero si es por la pérdida de su espada, porque TODOS hemos notado que ya no la trae, podemos mandarle a hacer una nueva. Hay un artesano muy bueno por aquí, hace cuchillos y...

- Misao, nos marcharemos de igual modo. Tenemos cosas que atender en casa.

Misao se sintió desilusionada. La idea de vivir aventuras junto a Himura y su prima le habían hecho tejer todo tipo de fantasías en su mente. La que más le gustaba era una en que ella salvaba a la pareja de algún peligro con una intervención magistral, pateando a muchos sujetos.

Dado que las visitas partirían, los Oni a cargo de la cocina del restaurante decidieron hacer una rica y abundante cena de despedida, donde cantaron, se rieron y comieron hasta atorarse.

Okina, bajo su aparente jovialidad, intercambió en más de una ocasión una mirada con Kenshin, pero lo que vio en su expresión cuando éste creía que nadie le prestaba atención no le gustó.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

El maquinista hizo sonar el silbato de la locomotora por última vez para llamar a los pasajeros a abordar. Había mucha gente y Kenshin, que tenía a Kaoru tomada de una mano, se abría paso, decidido.

Se habían quedado dormidos a causa de la fiesta y aunque él despertó apenas más tarde de lo usual, le costó mucho sacar a Kaoru del futón.

Abordaron el tren y pronto se pusieron en marcha. Cuando esto sucedió, un hombre cerró un periódico que leía y encendió un cigarro.

- Definitivamente este es un tarado.- dijo poniéndose de pie y marchándose de aquel lugar. Se sentía molesto y tan frustrado que de buena gana arrestaría a todos los vendedores ambulantes que veía, dándoles cadena perpetua, pero se contuvo.

Saito no podía creer lo que había sucedido. Estaba fuera de todo lo que creía conocer de las personas. Camino a la comandancia rememoró la áspera conversación que tuvo con el estúpido ese.

Kenshin había llegado a su despacho y nada más plantarse delante de él, le anunció que abandonaba la misión.

- ¿Acaso estás loco? Te comprometiste a colaborar con esto.- fue la respuesta.

- Tengo mis razones. Además, el grupo ninja Oniwabanshu, a cargo de la señorita Makimashi es muy bueno y rápido obteniendo datos y pasando al ataque, pues son guerreros como no hay otros en el pais. Te pueden ayudar más que yo, que sólo soy un hombre.

Saito entonces había tenido ganas de golpearlo. ¿Sólo un hombre? ¡Pero si era un hombre que valía por un ejército! Desde luego no iba a comentar la muy ligera admiración y respeto que sentía hacia esa característica suya.

- Escucha, tú te comprometiste a participar en esto y te lo reitero porque no es algo que estés haciendo sólo porque se te haya pedido. Es algo serio. El ministro Okubo te pidió expresamente para esta misión, confiaba en tí, en tu criterio y aunque me desagradas, pensando en un bien superior creo que eres apto para esto.

- Saito, te agradezco, pero no quiero involucrarme.

- ¿Involucrarte? ¡Ya estás involucrado porque eres incapaz de dejar tu vida sentimental al margen de tu trabajo! Supe de una mujer cuando te dejaste ver y se supo de la existencia de Battousai,entonces hubo que reemplazarte con Makoto Shishio. ¿Lo entiendes, acaso? Si hubieras hecho tu trabajo bien nada de esto estaría pasando.

Kenshin le había mirado por lo bajo, con un destello de molestia en sus ojos.

- Nunca me dejé ver. Hice mi trabajo pero fui traicionado por un colega.

- De haber estado más atento te hubieras dado cuenta, idiota.

- Era muy joven aún, tenía quince años.

- Con mayor razón aún. Veamos... quince años y ya llevabas al menos dos en el Ishinshishi trabajando de modo impecable pero ¿sabes que pienso? Que desde el inicio siempre fuiste un estúpido. Te metiste en algo que no entendías y cuando no lo supiste manejar cometiste error tras error. Como sea, al final contrataron a Makoto porque tú no supiste ser apto para el puesto que tenías y hoy, yo te doy parte de la responsabilidad en el problema que tenemos y te exijo que cumplas lo prometido.

Enfadado, pero tratando de mantener la mente fría, Kenshin mostró una actitud cortés.

- He cumplido con informarte mis intenciones. Gracias por la confianza.

- ¿Sabes qué? Tienes razón. Vete. No eres apto para esto como tampoco lo fuiste para la guerra. No sé en qué estaba pensando el ministro cuando pensó en tí. Era un hombre sentimental, supongo. En el expediente que se maneja de tí se habla de que a los trece años apareciste con un enorme potencial para la katana aunque sin familia aparente. Supongo entonces que alguien te enseñó, ¿no? Puedes ser muy hábil con la espada, pero tu maestro o quien sea no te enseñó sobre temple para soportar cuando las cosas se ponen difíciles. Vete a Tokyo de vuelta con tu esposita y vive guisando para ella y lavándole la ropa si eso es lo que quieres aunque todavía no entiendo eso. Si siempre tu deseo fue tener una vida sosa en un hogar, ¿por qué diablos vagaste diez años con una espada? Podrías haberte dedicado al cultivo del arroz.

Kenshin no había querido quedarse más tiempo y tras despedirse con una leve inclinación, salió de allí. Saito se había quedado frustrado, con ganas de decirle más cosas para enojarlo e incluso para tener una pelea con él a puño limpio, ya que notó apenas Kenshin entró que no traía su espada.

Bueno, si la había perdido o roto, no era su problema. Ese estúpido, mil veces idiota lo había dejado solo. Se preguntó si podría juzgarlo bajo alguna ley marcial para acusarlo de desertor y meterlo a la cárcel. Tampoco es que quisiera secarlo pero si hacerlo pasar un muy mal rato, que viera que sus acciones tenían consecuencias. Incluso podría hacer cerrar el dojo de la esposa para desquitarse.

Había ido a la estación de trenes para cerciorarse personalmente que en verdad se iba. ¿Y ahora? Bien, ese infeliz le había hablado sobre el grupo Onniwabanshu y ya que lo conocía, no tenía más opción que trabajar con ellos. Y no lo hacía por recomendación de Kenshin, sino por la evidencia que ellos mismos le mostraron hacía unos días atrás, hablándole de Shingetsu.

Al llegar a su oficina se puso a trabajar, tocando una parte bajo su escritorio que se desplegó, dejándole acceder a una pequeña libreta en que hacía sus anotaciones con códigos que sólo él podía descifrar. Lo mejor, respecto a ese asunto, sería poner manos a la obra.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

La más sorprendida con el prematuro regreso de la pareja fue Megumi, a quien se encontraron en la calle. Les dijo que todo estaba en orden en casa, pero que no había nada de comer. Cuando Kaoru preguntó por Yahiko, Megumi le informó que hacía varios días no lo veía.

- Tampoco a Sanosuke. Me temo que se han ido tras ustedes.

Kenshin y Kaoru intercambiaron una mirada preocupada y Megumi se disculpó, pues iba a atender un paciente.

A paso calmo, el matrimonio se dirigió a su casa. El silencio reinaba entre ambos y no dio tregua aún cuando se pusieron a hacer labores de aseo en el dormitorio o en la cocina, tratando de quitar el polvo acumulado. No se habían ido por muchos días pero de pronto a Kaoru se le hizo que había pasado años.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Una parte importante del entrenamiento diario de Aoshi consistía en meditar. Era algo necesario. De ese modo apartaba los pensamientos que según él, interferían con sus asuntos y le proporcionaba enfoque en lo que deseaba lograr. Mantener la mente en blanco y permitir a su cuerpo actuar y hacer lo que sabía cuando las cosas se ponían difíciles, sin caer en la desesperación. Había más pasión en Aoshi de lo que él demostraba o se reconocía a sí mismo, pues esta característica desde su infancia, trató de ser dominada por sus superiores en pos de la disciplina y aprendió tan bien, que aún mayor buscaba dominarse a sí mismo.

Besar a Misao habia sido, por ejemplo, una manifestación de lo que en él se escondía. Alejarse de ella y del Onniwabanshu en cambio era parte de su mente fría en pos de sus objetivos.

Tan interesante dualidad era sólo conocida por él, pues siendo adulto no se permitía mostrarla a los demás. Quienes lo entrenaron y lo conocían ya estaban muertos y Misao, a quien en su infancia le demostró un poco más de si, suponía no era algo que recordara y si lo hacía, no era algo que comentara con los demás. Como sea, no le importaba, tenía otras cosas que hacer.

Terminó con su entrenamiento mental y salió al pasillo, pues sabía estaba cerca la hora de cenar en el comedor que Shishio Makoto, su jefe, había dispuesto para los guerreros. La comida no era tan buena como la del Aoiya, pero tenía buen sabor.

En el comedor había buen ambiente. Se encontraba Kamatari junto a Iwambo, un obeso de proporciones impensadas cuya habilidad en combate él no lograba vislumbrar junto a Gein, su entrenador, al parecer que como Hannya, portaba una máscara que no se sacaba jamás en público. También estaban Fuji, un tipo de cerca de dos metros y medio, albino, y su mentor, un tipo bastante bajo y anciano, llamado Saitsushi quien le desagradaba, pues tendía a intentar dominar las conversaciones exponiendo su punto de vista con frases que buscaban hacerle quedar bien. No le gustaba y lo lamentaba por Fuji pues aunque no le había visto en combate aún, suponía que sería como una marioneta tamaño gigante del viejo.

Había otros sujetos, soldados rasos del ejército que estaba componiendo Shishio y que se caracterizaban por llevar el mismo tipo de traje. Más allá estaban Kamatari y un amigo suyo a quien no conocía pero que le pareció una buena idea conocer.

- Este es Cho, un amigo muy especial para mí.- dijo Kamatari con cierta entonación que no le cayó nada bien al presentado.

- ¡No lo digas de esa manera! - resopló.- Mi nombre es Sawagejo Cho y en efecto soy amigo de este... de esta persona.

- Por eso me gustas, por cómo cuidas de mis sentimientos... - dijo Kamatari juntando las manos y acercándose al guerrero con afectación.- Eso hace un hombre de verdad.- acabó, y batió rápidamente las pestañas.

La escena resultaba cómica, pues Cho no se sentía cómodo cuando Kamatari insinuaba cosas entre ellos y no sabía cómo quitárselo de encima. Aoshi lo estudió rápidamente, gracias a la distracción que causaba el travestido y notó algo que le llamó la atención. Decidió iniciar una conversación trivial.

- Veo que tiene varias espadas. Es un coleccionista.

- Así es. Tengo varias. Algunas únicas, como mi Hakujin no Tashi que es esta que tengo en la cintura. Esta daga que data de tiempos inmemoriales pero cuyo filo se mantiene intacto, estas dos que son espadas gemelas y puedo juntarlas para hacer una sola espada de doble filo y la última, mi más preciada de la colección. Una espada con el filo por el lado revés.

Cho había caído. Se notaba que le gustaba fanfarronear y eso relajó a Aoshi. No sería difícil averiguar cómo la había obtenido. ¿Por qué rayos tenía él la espada de Kenshin? Porque era de Kenshin, no le cabía duda. Con esa extraña espada lo había vencido una vez.

- Tuve una pelea con un sujeto y, jajajajaja, no me lo van a creer pero el tipo acabó entregándomela y aquí está, es mía. Le perdoné la vida por eso.

¿Qué tipo de guerrero era Cho que podía quitarle su espada a Kenshin? Sin duda debía ser formidable pero, mirándolo bien, no parecía tener el tipo de experto de espadas. Sólo había una forma de saber quién era Sawagejo Cho.

- Yo sólo tengo mis kodashis.- dijo enseñando una de ellas.- Me son armas confiables.

- Qué formidable arma.- repuso Cho admirando el filo de la espada corta.- Su hechura es perfecta y este tipo de mango no se ve en estos tiempos.

- Me fueron heredadas.- repuso Aoshi guardando el filo de la que había exhibido en su funda, poniéndola en su espalda, donde la cargaba.

- Deberíamos tener un duelo por esas espadas.

- Cuando quieras.- dijo Aoshi satisfecho y pusieron atención a la comida que se empezaba a servir.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Los días pasaron y así pronto una semana. Yahiko y Sanosuke aún no daban muestras de vida, lo que tenía a Kaoru muy preocupada por el menor. Kenshin trataba de calmarla, diciéndole que estaba con Sano y Kaoru respondía que eso era lo que no la dejaba dormir.

Pero a decir verdad, lo de Yahiko era la excusa que ella tenía para justificar su estado de tensión, porque no podía decirle a Kenshin que era él quien lo estaba causando.

Al regreso de Kyoto, Kaoru trató de hablar el tema respecto a su regreso apresurado pero amablemente Kenshin pasó del tema, diciéndole que estaba todo en orden. Saito era un oficial honesto y contaba con todo la fuerza de la policía, el ejército e incluso el Oniwabanshu para mantener la seguridad en el país, pero Kaoru no quería saber del país. Quería saber qué pasaba por la mente de él, sin embargo intentó creer que estaba todo bien y retomó su rutina, sólo que algo sucedió que le llamó la atención, indicándole que, pese a lo que Kenshin decía, no estaba todo en orden.

Retomó sus clases en el dojo Maekawa y el pelirrojo insistió en acompañarla. No le pareció raro hasta que notó que se quedó observando la práctica y de ahí hasta casa, siempre con una sonrisa.

Le pareció raro, de una manera intuitiva, pues Kenshin en otras ocasiones la había acompañado, pero no siempre ni toda la clase. Prestó más atención en los días que siguieron, notando que de alguna manera, Kenshin siempre se encontraba en su campo visual, ¿O estaría ella en el de él? Lo que en el pasado le pareció una muestra de interés y hasta afecto ahora le preocupaba. ¿Qué estaba pasando por la mente de Kenshin?

Igual de tranquilo que siempre, pudo notar que ahora sonreía menos y estaba más callado. Seguía siendo la persona bondadosa que ella conocía, iba y venía por la casa buscando un quehacer e incluso le había anunciado que saldría a buscar un empleo la semana entrante, pero ella notaba que había algo diferente. Lo notaba más ausente en ocasiones, distraído. Veía su vacilación al salir de la casa y asumía que esto último tenía que ver con que después de veinte años esgrimiendo una espada, se encontraba desarmado, pero eso no explicaba todo lo demás. Así lo sentía ella.

No sabía cómo iniciar una conversación y eso la acongojaba. Kenshin sabía muchas cosas sobre ella. La había encontrado en el peor momento de su vida y le había dado un motivo para creer que valía la pena seguir adelante y esforzarse con sus palabras de aliento, con su compañía, su comprensión y su complicidad en todo momento. Ella sabía que él había sido un asesino durante hacía diez años, sirviendo a un ejército, que había perdido a su esposa en una más que trágica situación pero todo eso no le parecía suficiente para plantarse frente a él y exigirle explicaciones.

Se preparó para salir. Compraría algunas verduras para la despensa y semillas para su pequeño huerto. En cuanto le anunció a Kenshin que saldría, él se bajó del techo que estaba reparando y se aprestó a seguirla.

- No es necesario que lo hagas. Voy cerca.

- Me parece que es un momento perfecto para dar un paseo.

- Pero... pienso que es mejor que te quedes y hagas fuego para calentar agua. No me demoraré más de una hora.

Kenshin no dijo nada, pero pareció dejarla ir. Kaoru alcanzó pronto la tienda que necesitaba y se abasteció de algunas cosas. Se sintió un poco mareada y pidió agua al tendero, quien, estando ocupado, mandó a su hijo, un vigoroso joven, a dársela.

- Debe ser por el clima. Ha sido una primavera calurosa.- comentó él.

- Puede ser. Debí venir más temprano, pero recién me desocupé de mis prácticas.

- Cierto. Nuestros padres eran amigos y nosotros sus hijos hemos seguido sus pasos. Yo vendiendo aquí y usted en el dojo. Un amigo mío es su pupilo en lo de Maekawa y dice que le gusta mucho su forma de enseñar.

- Me alegro mucho que le guste mi método. Mi padre me enseñó así.

- Yo veo a mi amigo muy entusiasmado los días que usted va. Incluso me está convenciendo de participar yo también, tal vez me anime.

Kaoru sonrió ante la idea. Sería genial que más gente practicara el kendo como una disciplina más que como una forma de atacar a otros y se lo planteó al joven. Ambos rieron cordiales y terminada el agua, Kaoru emprendió el regreso a casa.

Kenshin también lo hizo, sintiéndose molesto y fuera de lugar.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Misao miró sorprendida al policía frente a ella que le preguntó si Makimashi Misao era ella.

- El señor Saito solicita su inmediata presencia, vestida de preferencia, como civil. Por favor, acompáñeme.

- Algo debió haber pasado, Misao, y debe ser serio. Lo mejor es ir- Observó Okina tras ella.

Misao se ordenó un poco el cabello, se sobrepuso un kimono y le pidió a Okina que la acompañara. Dejaron todo marchando en Aoiya y partieron. Se encontraron con Saito que comía fideos frente a un puesto de comida, y se sentaron en la banca tras él, en una aparente escena casual. El policía que los escoltaba se retiró de allí.

- Seré directo con ustedes.- dijo Saito sin volverse, atento a la gente que pasaba.- Investigué sobre la aldea que encontraron y pienso que lo mejor es ir hacia allá y arrestar a todos los que podamos. Podremos obtener más datos y debilitar las fuerzas de Shishio en parte. Pero como mi investigación a este respecto es secreta, puedo disponer de un número limitado de oficiales para los arrestos. Necesito, para lograr el objetivo, de las fuerzas ninjas. ¿Qué dices, Misao? ¿Crees que tus camaradas estén dispuestos?

- Claro que lo están. Le demostrarán lo fuertes que son.

- ¿De cuánto tiempo crees que necesites para reunir a toda esa gente?

Misao miró a Okina y ambos asintieron a la vez.

- Si lo desea podemos partir mañana mismo. Con cuatro personas además de las dos presentes, tenemos.

Saito bufó, mostrando así un marcado escepticismo.

- Mira, chiquilla, no estoy para fanfarronerías que puedan poner esta misión en peligro. Según la investigación que me diste, había cerca de un centenar de soldados...

- Claro, es cierto. Y entre dos personas los liquidaron. Uno era Hannya y el otro Kenshin. Con los que vamos ahora estamos más que sobrados.

- Señor Saito, lo que dice Misao es cierto. Yo aún soy un miembro activo del equipo ninja y las personas que irán son lo mejor de nuestro grupo, entrenados para enfrentarse a la superioridad numérica combinando sus habilidades. Misao misma puede integrarse de buen modo al quehacer de los guerreros. La pregunta que nos debería ocupar ahora es si usted puede disponer de su contingente policial de aquí a mañana.

- Por supuesto que sí.- repuso Saito, molesto y con ganas de encender un cigarro y darse la vuelta, sólo para escupirle el humo a ese par.- Honestamente, no creo que los Oni sean capaces de realizar las proezas de las que se jactan pero en este momento no cuento con más agentes externos que ustedes.

Misao y Okina se levantaron y salieron satisfechos de allí. Saito acabó de sorber su comida, molesto. El fin justificaba los medios, por más que le molestaran las personas imposibles a quienes tenía que recurrir para lograr su justicia.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Por la noche Kaoru le dio un beso a Kenshin y se acostó para su lado. Se sentía cansada y no le apetecía nada más que dormir. Kenshin se quedó acostado de espalda.

- ¿Qué tal el mercado hoy?

- No fui al mercado. Llegué hasta el puesto del señor Inoue. Mi padre siempre decía que traía las mejores semillas.

- ¿Y no encontraste alguien con quien conversar?

Para Kaoru, conversar era lo que hacía con Tae, de parlotear durante un buen rato sobre nada y sobre todo. Lo del hijo de Inoue era... algo intrascendente.

- No. Quizá mañana vaya a ver a Tae. La extraño. ¿Crees que haya problemas si voy?

- No debería si dejamos todo listo. El aseo y la comida.

Para Kaoru no pasó desapercibido que él se refiriera en plural.

- ¿Me acompañarás?

- Por supuesto.

Kaoru se volvió. No podía verlo pero supo que Kenshin estaba de brazos cruzados tras la cabeza, mirando al techo.

- Kenshin... entenderás que desearía conversar a solas con mi amiga. Una charla de chicas.

- Dije que buscaría un trabajo. Me parece bien caminar hasta el centro y separarnos allí.

La explicación era lógica. La actitud de Kenshin.

- Kenshin, ¿está todo bien?

- Claro.

- Me parece que estás... aprehensivo conmigo.

- Son sólo ideas tuyas.

La joven alargó una mano para tocarlo. Sentía que estaba a miles de kilómetros de él pero no se sintió capaz. Se enrolló en si misma y percibiéndola, Kenshin la rodeó con sus brazos.

Al día siguiente Kaoru visitó a su amiga según lo acordado y Kenshin se presentó en lugares donde pensaba alguien podría necesitarlo. Buscar un empleo bien remunerado no era tan fácil y finalmente dio con uno más que bueno. Sería jardinero de la mansión de un diplomático extranjero. Sólo debía mantener la limpieza, el pasto corto y las plantas en su lugar. Con ir dos veces por semana bastaba y lo mejor es que era en los días que Kaoru tenía clases con Maekawa.

Pronto se reencontró con ella. Tae insistió en invitarles el almuerzo y al marcharse se toparon con el hijo de Inoue. Takeshi. Venía muy animado.

- Me acabo de inscribir en el dojo Maekawa. Pensaba aprender kendo en su dojo, señora Himura, pero mi padre me dijo que necesita de mi ayuda y que el de Maekawa me queda más cerca.

- Me alegro mucho. Estoy segura que serás un gran estudiante. Pon todo tu entusiasmo y aprenderás rápido. Yo soy maestra de alumnos intermedios, seguramente serás asignado a Genzo, pero con el tiempo llegarás a mi clase.

- Ya verá que me esforzaré.

El joven se alejó tras despedirse del matrimonio con cordialidad. Iniciaron la marcha hacia la casa.

- ¿Y ese muchacho? No lo había visto antes.- comentó Kenshin.

- Es el hijo del señor Inoue y si lo has visto. Y no es un muchacho, tiene la edad de Sanosuke. Quizá, como eres mayor, los ves a todos como muchachos. Jaja, Kenshin es un viejito.- dijo divertida, pero a Kenshin el comentario no le cayó bien. Le contó sobre el pequeño trabajo que había encontrado.

- Así podré pasar tiempo contigo y cuidarte.

- No es necesario que me cuides tanto, debes hacer lo que desees. Yo estaré bien, además, cuando regrese Yahiko no estaré sola.

Kenshin no respondió y siguieron andando.

- De todos modos me ocuparé de cuidarte hasta que los muchachos aparezcan.

- Jaja, lo dijiste de nuevo. "Muchachos".

En otra ocasión, Kenshin hubiera reido con ella de la broma, pero no lo hizo. Su semblante serio le quitó las ganas de seguir festinando con eso. Así llegaron a la casa y prepararon algo de beber que les refrescara, entonces Kaoru se armó de valor para hablar con él.

- Kenshin... ¿me puedes decir ahora por qué volvimos de Kyoto? Si era por la espada, Misao dijo que te podían hacer...

- Kaoru, estamos bien aquí. Somos un matrimonio, tú eres mi familia y es lo único que nos debe ocupar.- dijo amable, pero no logró disuadirla de lo querer indagar un poco más.

- Hasta el dia en que nos topamos con ese sujeto, tú estabas colaborando con Saito. Kenshin, tal vez no te conozca más que él, pero siempre he visto en tí a un hombre responsable que si bien, no quería participar de esa misión en un principio, lo iba a hacer porque quería proteger a las personas, a todas las que pudiera. Te vi en Shingetsu, te he visto aquí haciendo eso todo el tiempo, entonces no me explico qué pasó.

- No es algo que quiera discutir...

- Está bien si no quieres hablarlo con cualquiera, pero yo soy tu esposa. Quiero... saber qué pasa, qué... ¡no sé!, siento que es como si quisieras olvidar el que fuiste y empezar de cero y está bien si lo haces pero no ahora. ¡No ahora cuando estabas comprometido con otra cosa!

- ¿Preferirías que estuviera ahora en un campo de batalla?- soltó Kenshin con cierta molestia.

- No, claro que no. Nada anhela más mi corazón que tenerte aquí, conmigo, en esta casa, sabiéndote tranquilo pero no sé si sea ese tu deseo más profundo. Siempre... siempre he pensado que eres como el agua de un río que fluye y nada deseo más que ser ese mar que te recibe, pero tú mismo me dijiste que vagaste diez años.

- ¿Qué quieres decir con eso?

Kaoru batió sus pestañas para espantar la humedad que estaba llegando a sus ojos.

- Que no me puedo engañar. Puedes quitar al rurouni del camino pero... ¿puedes quitar el camino del rurouni?

El viento sopló y los refrescó, llevando en él los pétalos de las flores de los frutales rezagados con su dulce perfume.

- Nada deseo más que seas el mar que me contenga.- dijo Kenshin mirándola intensamente. Kaoru se sintió abofeteada. Se volvió hacia la casa.

- Comprendo. Si lo deseas es porque no lo soy. Y como no puedo contenerte no puedes confiar en mí.

- Kaoru...

- Dejemos esto hasta aquí. Tienes razón. Mejor... concentrémonos. Voy a... a picar algo para cenar.- dijo al dejar el patio y meterse en la cocina.

Kenshin quiso seguirla y llegar hasta ella, explicarle... pero supo que en parte Kaoru tenía razón. No podía confiar en ella sus pensamientos, pero no porque no la quisiera.

Es sólo que pasaba que de un tiempo a esta parte, tenía miedo de sí mismo.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Sanosuke era uno de esos hombres jóvenes que, creyendo ser dueños del mundo, solía meter la pata con las cosas que salían de su impertinente boca. El señor Kakunoshin demostró amabilidad al señalarles el camino a Kyoto cuando, en algún punto del sendero les dijo que debían separarse, que en medio día llegarían.

- Muchas gracias por todo, señor Nitsu.- dijo Yahiko, inclinándose.

- ¿Estás loco? Me has traído por medio bosque como tu esclavo y ahora nos dejas solos y sin comer en medio de la nada, no es justo. Mínimo deberías llevarnos a tu casa y acogernos por esta noche. Llegaremos a Kyoto sin luz...

- No es mi culpa que te aventures en el bosque y seas incapaz de seguir un sendero de noche. Esta noche habrá luna llena, te aseguro que podrás llegar, incluso un... alguien como tú.

- ¿Qué tratas de decir, anciano? Aparte de ser un negrero me miras en menos.

- Según recuerdo, hace poco te hice caer con una inofensiva varilla de bambú.

- Me encontraste mal parado luego de la siesta, soy un hombre fuerte... ¡Maldición! ¡Estoy hasta la coronilla de que Kenshin y todos me vean así!

Yahiko vio el desastre cernirse frente a sus ojos pero no tuvo tiempo de pensar en algo diplomático que decir para apaciguar a su compañero. Sanosuke se lanzó hacia el señor Nitsu con claras intenciones de partirle la cara, pero éste lo esquivó en el momento preciso y Sano pasó de largo.

- ¿Dijiste algo de un Kenshin? ¿A quién te refieres?- preguntó Kakunoshin, intrigado y sin perder la calma, pero severo. Sanosuke se estabilizó y se lanzó a la carga nuevamente.

- ¿Qué te puede importar?

Pasó de largo cuando Kakunoshin nuevamente hizo un movimiento evasivo. Impresionado, Yahiko lo vio como un dios.

- Me importa, sino no preguntaría. Muchacho.- dijo dirigiéndose a Yahiko.- ¿Conoces a Kenshin?

- Así es, señor. Himura Kenshin.- respondió, viendo a Sanosuke intentar dar una patada voladora a Kakunoshin y acabando estrellado contra un árbol. - Es el esposo de mi maestra de kendo.

Kakunoshin estudió al joven y enseguida le extendió una invitación para su casa. No solía recibir invitados, pero esta era una ocasión especial. Respecto a Sanosuke, no tuvo otra que llevarlo con ellos, pero tirando de su carretón, que así se le hacía menos pesado tener que alimentarlo.

- Hace años tuve un pupilo. Un pupilo estúpido y llevado de sus ideas.- dijo a la hora de la cena, cuando Yahiko quiso saber por qué le interesaba Kenshin.- Un dia tomó sus cosas y se marchó. No lo he vuelto a ver pero me entró la curiosidad, ya que lo mencionaste, de saber qué ha hecho de su vida, si ha cambiado las ideas de su roja cabeza, si ha madurado. Me sorprende saber que finalmente se asentó.

Yahiko le contó las cosas que él como niño, podía entender y narrar de Kenshin. Un buen ciudadano, un guerrero formidable, un hombre solidario. Un esposo bueno con su mujer y que por esos días, andaba en Kyoto.

- No puedo decir nada más del problema, pero por eso lo hemos venido siguiendo. Queremos ayudarlo.

Sanosuke estaba ocupado tragando, así tenía una excusa para no hablar de Kenshin con ese fulano. Kakunoshin se quedó mirando el fuego y Yahiko de pronto quiso pedirle algo.

- Si usted educó a Kenshin, debe haberle enseñado sobre la espada. Basta mirar sus movimientos para entender que no es un simple hombre. Kenshin no quiso enseñarme nada de su espada, pero tal vez usted pueda darme un consejo para poder ayudarlo a él y tal vez, enseñarme algún movi...

- ¡No!- dijo Kakunoshin levantándose de su puesto y yendo a coger una botella de sake.- Ya cometí el error una vez de poner mucho poder en alguien demasiado joven y estúpido, incapaz de entender en qué momento usarlo y tus palabras me muestran que vas por el mismo camino aunque dentro de todo eres menos soberbio y más respetuoso. Si sabes algo, muéstramelo mañana y te orientaré sobre lo que te falte, pero nada más. Respecto al vago que traes como amigo, creo que a ese le puedo enseñar algo si aprende a controlar su genio y a respetar a sus mayores.

Entusiasta, Yahiko aceptó y al día siguiente le mostró a Kakunoshin los movimientos de la escuela Kamiya. Le explicó lo que él entendía de la espada que protege la vida y el hombre pareció conforme con lo que vio y escuchó. Le propuso a Yahiko fortalecer su cuerpo para afirmar sus movimientos con una rutina diaria durante una semana y para esto le permitió alojar con él ese tiempo. A Sanosuke le ofreció ayudarlo a mejorar sus técnicas de lucha cuerpo a cuerpo con una técnica poderosa.

- Esta se la aprendí a un monje hace un tiempo. Quizá te sirva pues veo que con lo pobre de tus movimientos, debes aprovechar al máximo cualquier oportunidad de acercamiento para dañar a tu oponente. Pon atención.

Kakunoshin se dirigió a un tronco que había en su pila de leña y le dio lo que pareció un golpe de puño. El tronco se desintegró en varias astillas y Sano quedó asombrado.

- Se llama Futae no Kiwami. Lo aprendí bajo la promesa de hacerlo antes de una semana o morir bajo las manos de mi maestro. Ya te lo he mostrado y si quieres que te lo enseñe, debes atenerte a la misma regla. Si no lo aprendes, te mato. Piensa si te inte...

- ¡Me interesa! ¿Cuando empezamos?- dijo Sanosuke apresurado. Quería aprender. ¡Claro que quería! Lo que le mostró Nitsu era una técnica suprema y era lo que él necesitaba para demostrarle a Kenshin y a los demás que no era un blandengue al que dejar atrás. Yahiko fue testigo del pacto y mientras hacía su entrenamiento de fortalecimiento, Sanosuke recibía las más que didácticas instrucciones de su nuevo maestro.

- Debes dar dos golpes muy rápidos. Con el primero, dado con los nudillos, debilitas la superficie y con el segundo golpe, envías el daño al núcleo y por eso estalla. No estoy interesado en que destruyas mi leña porque no me serviría, pero podemos practicar con piedras.

Lo llevó cerca de un arroyo y le hizo una demostración de la técnica con una roca imposible que se convirtió en arena. Después lo dejó solo, tenía sus cosas que hacer. Después de todo, la tierra que había traído del bosque era para mezclarla con otra que tenía en su patio, al lado de su taller de alfarería, donde realizaba sus creaciones. La tierra de ese bosque era la más roja y firme que conocía y le gustaba añadirla a sus trabajos, pues quedaban mejor que los de cualquier otro alfarero de la región.

Cuando pasó la semana, Yahiko notó la firmeza de sus brazos al sostener su boken y la de sus piernas al moverse y cambiar de postura. Respecto a Sanosuke, tenía los nudillos destrozados y sólo se aparecía para comer y dormir por la casa. Yahiko se sentía preocupado, pues parecía que no lograría realizar el golpe que se había comprometido a aprender, pero en el último momento sorprendió a Kakunoshin con un excelente golpe doble de puño, haciendo volar una enorme roca.

- ¿Lo ves, anciano? Lo logré. No hay nada imposible para Sanosuke Sagara.

Nistu sólo levantó una ceja y dio un codazo al árbol tras suyo y dos firmes patadas al piso. El árbol se partió y el arena del piso voló en dirección al joven peleador.

- Debería matarte o cortarte las piernas, pues sólo lograste una parte pero... tu joven amigo me ha pedido ayuda para fortalecerse en su técnica de proteger la vida y no quiero que presencia una masacre frente a él, asi que haré la vista gorda en este caso. Pueden irse en paz.

Nitsu los acompañó hasta el lugar donde el sendero se dividía y Sanosuke y Yahiko emprendieron el viaje a Kyoto. Respiró contento al recuperar su amada soledad, pero con cierta nostalgia, pues Yahiko le recordó lo que se sentía tener un crío a cargo y educarlo. Le parecía un muchacho mucho más despierto de lo que fue Kenshin en su momento y más centrado, pero por contra, su habilidad con la espada era la de alguien normal bajo entrenamiento. En ese aspecto, Kenshin, con una habilidad superatlética, le sacaba años luz de ventaja.

Mientras, los viajeros llegaron a Kyoto y caminaron por la calle principal.

- Supongo, Yahiko, que sabrás dónde se está quedando Kenshin ahora.

- ¿Ehh? ¿Qué dices? Claro que no lo sé, soy sólo un niño. Eso deberías saberlo tú, cabeza de alcornoque.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Kaoru se levantó temprano y luego del desayuno decidió ir a al centro, pero Kenshin la quiso acompañar.

- Pensándolo bien, no es necesario que vaya ahora. Puedo esperar.

La verdad es que quería ir sola y necesitaba pensar un modo de escabullirse de él. Al día siguiente tenía clases en Maekawa y pensó que allí podría tener una oportunidad y la encontró cuando el dueño del dojo entabló una conversación con Kenshin. Rápidamente salió, diciendo que iba al baño y corrió a donde Megumi. Tras mencionarle algunos síntomas que tenía, dijo que tal vez se debía a que estaba cansada y preocupada.

- Por eso necesito que me recomiendes algo, para tener más energía.

Cuando regresó al dojo, se topó con Kenshin que había salido a buscarla. Supo que él había descubierto que había salido y no pudo evitar bajar la cabeza cuando él la miró de frente, pero no quiso decir a dónde había ido.

El silencio se instaló nuevamente entre ellos de regreso al hogar.

- ¿Por qué saliste a escondidas?- dijo Kenshin esa noche tras cenar.

- Tenía que hacer algo a solas. Es todo.

- No puedo cuidarte si escapas de mí.

- Kenshin, estás conmigo todo el día y... hay cosas que necesito hacer sola.

Cambiando a una expresión más amable, Kenshin decidió hablar en un tono más cariñoso.

- Está bien que las hagas, pero necesito saber dónde estás y por cuánto tiempo.

- Kenshin, eso no es necesario. Nada me pasará.

La noche estaba despejada y podían disfrutar de las estrellas. Kenshin se movió hacia la joven y se sentó tras ella, abrazándola.

- Aquí es donde debes estar. Aquí. ¿Lo comprendes? El único lugar donde quiero tenerte es entre mis brazos. Tan cerca de mi que no pueda verte, sólo sentir tu cuerpo, tu perfume y que parezca que somos uno solo.

El cuerpo de Kaoru comenzó a temblar de emoción luego de esa declaración. Ella también quería permanecer en ese lugar, siempre allí. Cerró los ojos, deseando que todo estuviera bien, que la noche fuera eterna, que ese momento no terminara.

- Pero sabes que no es así. Somos diferentes. Somos dos.

- Aún sabiendo eso quiero engañarme.

- ¿Sólo en eso te engañas, Kenshin?

El pelirrojo intensificó su abrazo y escondió su cabeza en el cuello de Kaoru.

- Sólo quiero permanecer contigo y saber que puedo cuidarte. Haría cualquier cosa por protegerte, para que esto entre nosotros nunca acabe.

Kaoru se volvió y al apartarse un poco de Kenshin reparó en su rostro congestionado. Acarició la mejilla marcada en cruz. Se sintió triste.

- No te obsesiones con eso, por favor. No puedes tener el control sobre mi vida ni yo sobre la tuya. Sólo... estamos aquí, ahora. No importa nada más. Yo te amo... no sabes cuánto.

Fue Kaoru quien lo abrazó esta vez, aferrándose con fuerza a él. Kenshin la cargó en brazos y la llevó al interior de la casa y sobre el futón le hizo el amor con infinita ternura, buscando hacer realidad ese momento en que eran uno.

Kaoru también quiso pensar que era capaz de fundirse con él y llegar a su corazón y entender lo que había en él pero optó por darse una tregua y no quiso indagar más en el asunto. Lo besó y le reiteró sus palabras de amor, cobijándose en su pecho cuando el acto terminó. Con sus piernas entrelazadas y sus cuerpos tan juntos como se podía, se miraron a los ojos en medio de la oscuridad de la noche, rozándose la punta de la nariz y de pronto Kaoru pareció comprender algo de lo que le ocultaba su esposo.

- ¿Tienes miedo?

Él no dijo nada, pero un ligero desfase en su respiración la orientaron. Cambió de posición para abrigarlo contra sus suaves senos y le besó la cabeza antes de dormir.

Por un momento Kenshin se sintió descubierto y en cierto modo, desnudo en un sentido más que literal frente a ella aunque prefirió seguir callando al respecto. Esa noche quiso engañarse pensando que ella sabía todo lo que había en su corazón y aún a pesar de eso lo aceptaba. Quiso sentirse comprendido con el gesto de su esposa, protegido y amado. Quiso dejar de pensar, estar con ella, tocarla como si fuera la primera vez, con una emoción muy pura, casi espiritual. No era el deseo lo que lo movía, sino la profunda devoción que le tenía. Mostrarle lo gentiles que podían ser en ella las manos de un hombre, como siempre que lo hacían.

- ¿Podemos... otra vez?

Dócilmente, Kaoru se colocó de espaldas.

- Como quieras, mi amor.

Kenshin le tomó una mano y besándola, la removió por completo con su forma de amarla.

O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O- -o- -O

Fin acto 20

Peligroso hermetismo

Octubre 18, 2016.

Notas de autora:

Sólo paso a dejar mis agradecimientos.

Baby L

Guest (21 de Septiembre): La historia está siendo continuada regularmente. Le quedan cerca de diez capitulos.

Pajaritoazul

Ovosommnes

Guest (16 Septiembre)

Mary San

Gene 15

AbiTaisho

DULCESITO311

Diosa Luna: Feliz cumpleaños atrasado :D

Okashira Janet: Felicicdades :D

Taishou

Disculpen la demora, prometo compensarlo. Pronto un nuevo episodio. Otra cosa. No teman por Kaoru.

Blankaoru.