PARTE FINAL "LA CANCIÓN DEL VIENTO, LA CANCIÓN DEL MAR"

Un día se sucedía al otro, una semana a la siguiente, los meses corriendo hasta convertirse en años. el trabajo duro, los problemas propios del camino era algo a lo que debían enfrentarse. Y pese a todo, Haruka y Michiru siguieron su camino. Tal como Haruka lo planeó, la casa de si niñez, esa casa tan llena de recuerdos, se estaba llenando de nuevos. Una nueva familia se mudó ahí al mes y medio que quedó sola. Una amplia familia compuesta de dos abuelas, una pareja, tres infantes y un agregado que era casi de la familia tomaron posesión de la casa. Había pequeños y eso era ruido seguro, había con quién platicar y los padres de Michiru, antes intocables piezas de marfil en un tablero de ajedrez, no tardaron en trabar amistad con sus nuevos vecinos, las abuelas en especial eran bastante entretenidas y tenían historias de las que constantemente cambiaban detalles, gajes de la edad.

Había nuevos niños que jugaban con las hojas secas del jardín que caían cada otoño como parda alfombra. La Dama y el Caballero estaban bien y eso tenía a Michiru contenta. Claro, ahí se había terminado la linea de sangre de los Kaiou, ya que Michiru claramente no tendría hijos de su propia sangre, pero ya se habían reconciliado con esa idea. Lo que no esperaban, ciertamente, era que Michiru estaba dispuesta a seguir apoyando los eventos de beneficencia que su madre organizaba. ¡Qué mejor que tener en un evento a una de las violinistas más talentosas que la escuela de Artes vio graduarse! Michiru no solo era talento, pues su trabajo constante le ayudó a refinar aun más sus habilidades musicales y artísticas en general. Haruka, por su lado, siguió como pianista pero dejó no se graduó ahí, no, señor, lo suyo era correr. Y eso hizo, siguió corriendo.

Terminó enrolada en una asociación deportiva donde comenzaron a enviarla a diversas competencias en la especialidad de carrera de velocidad en 100 y 400 metros. No tenía rival alguno, no había quién pudiera pisarle los talones siquiera, se movía con el viento, corría como el viento.

¿Su trabajo en el Moon Castle? Solo duró un año más luego del fallecimiento del padre de Haruka.

No era un trabajo definitivo después de todo, y así como ellas se fueron, sus jóvenes amigas hicieron con el paso de los años. De Setsuna sabían que ella seguiría siendo la gerente, contratando gente joven para seguir apoyándolos como era la filosofía de la familia dueña de ese lugar, además, el ser madre de esa pequeña que era su hija adoptiva, la volvía una perfecta consejera y la figura materna que cualquier muchacho en problemas podría necesitar. De Ami supieron que, pese a su edad, su condición de chica genio le permitió ser aceptada en una prestigiosa universidad especializada en medicina; mención aparte, se mudó con Rei al templo y al parecer cosas sucedían entre ellas, cosas que solo sucedían tras puertas cerradas. Y hablando de Rei, sus estudios y su trabajo en el restaurante le dieron suficiente preparación para poder hacerse cargo de su templo tanto en la cuestión espiritual como en el asunto administrativo, es más, algunos años después, la misma Rei era la encargada de los festivales anuales del templo, con apoyo de Ami, claro está. La alocada Minaki logró su objetivo: ser una cantante famosa, tras muchas audiciones, trabajo, ensayos y mejorar sus habilidades, y algo de ayuda del internet, pudo convertirse en una estrella en ascenso hasta lograr aparecer en revistas, sus canciones sonaban en la radio y conseguían una muy buena cantidad de vistas en redes sociales y demás sitios. Por su lado, Makoto se fue por algo más hogareño, pero no por ello menos importante. Tenía una hermosa florería y vendía pasteles. La ruda y alta chica dejó salir por completo su más delicado lado haciendo que la calle donde estaba tanto su casa como su negocio siempre oliera a pan recién horneado.

Se seguían viendo unas a las otras, se seguían visitando y claro que Haruka y Michiru se alegraban por sus éxitos y disfrutaban del propio a su particular manera.

La pequeña casa que el Teniente les consiguió dejaron de usarla para mudarse a un alto departamento en la zona más céntrica de la ciudad. Su nuevo piso era amplio pero tampoco excesivamente grande, algo más costoso en mantenimiento pero se lo podían permitir, después de todo, ya hacía un tiempo que el dinero dejó de ser un problema. Entre presentaciones, premios y la venta de los cuadros de Michiru, el dinero llegaba a sus manos. No eran ricas propiamente dicho, pero sí tenían suficiente para dejar de trabajar cómodamente unos meses... Cosa que no hacían, por cierto, le gustaba trabajar, les gustaba practicar lo que más les gustaba e incluso Haruka se dio la oportunidad de intentar meterse en las carreras de autos. Los años permitieron muchas cosas, entre éstas que las pilotos femeninas fueran más aceptadas dentro de los circuitos, cosa que Haruka aprovechó. Todavía no era profesional propiamente dicho, estaba en ello, prefería usar sus piernas para correr pero siempre sentía un gusto imposible de no disfrutar cuando manejaba un auto a más de 200km por hora.

Y pese a sus ocupaciones, pese a sus trabajos y sus gustos diametralmente dispares, la pareja seguía junta, la pareja seguía amándose y la llama seguía encendida.

Una alta y espigada Haruka, ya de 25 años, llegó a casa luego de atender algunos asuntos con un equipo de carreras que la quería como piloto, hizo algunas pruebas y quedaron encantados con la rubia, pero aun había que hablar con patrocinadores. Haruka tenía un buen presentimiento con ese equipo. Quizá no tardaría en correr de manera profesional.

—¡Amor, estoy en casa! —dijo una amorosa Haruka en claro tono de juego, demasiado exagerada y solo para hacer reír a Michiru. Normalmente no hacía eso, pero aquello era la señal de su bien humor.

—Sí, eso veo, creo que ya no estaré tranquila ahora que has llegado —respondió una divertida Michiru luego de dar un par de pinceladas más a su cuadro en turno.

—Hablas como si no me quisieras en casa, preciosa —la rubia continuó el juego con un divertido tono ofendido—. ¿Acaso molesto a mi sirena con mi presencia?

—Eres un poco ruidosa, así que sí —rió la violinista y se acercó a ella para besar sus labios de breve pero dulce manera—. ¿Comiste?

—La verdad esperaba tener una agradable comida hogareña —dijo con una sonrisa juguetona.

—¡Oh, me encanta esa idea! Tenemos todo para un estofado muy hogareño y ese te queda delicioso —claro que Michiru no se iba a dejar ganar, y ganó, pues Haruka soltó una carcajada mientras iba a la cocina. Michiru fue tras ella pero no pensaba ayudar, solo quería verla. Eso sí, pondría la mesa apenas estuviera la comida—. ¿Cómo te fue en tu prueba?

—Les gustó mi estilo, puede que me pidan como piloto de base —anunció una feliz Haruka mientras saca los ingredientes para preparar de comer.

—Me alegra mucho escuchar eso —por supuesto que estaba feliz por ella, tanto, que se acercó para abrazarse de su espalda, rodeando su cintura con ambos brazos y claramente dificultándole el cocinar. Lo hacía a propósito—. Cuando sea tu primera carrera, dime, quizá despeje mi agenda —rió.

—Oh, me honra que tengas tiempo para mi —la rubia cocinaba como mejor podía dada la posición, y el juego seguía también—. Igual sacaré una reserva, señorita Kaiou, no sea que más gente busque hacerse de todo su tiempo —giró ligeramente su cabeza poder besarla.

Michiru fue quien aumentó un poco más la intensidad del beso. Los utensilios que Haruka tenía en las manos fueron abandonados sobre la estufa, pues ante la demandante boca de Michiru, la corredora solo atinó a girarse por completo para poder abrazarla por la cintura. El beso en ningún momento fue interrumpido. Era como un sueño estar ahí, recordar todo lo sucedido luego de revelar ante sus progenitores que estaban enamoradas una de la otra ahora parecía lejano, el haber sido lanzadas a la realidad con nada más que lo pudieran ganar con sus propias manos fue aleccionador, el haber luchado desde abajo por lo que querían y el trabajar con lo que tenían, fue lo que les ayudó a llegar hasta donde estaban. No todos lo lograban, no todos los que tenían talento tenían la oportunidad de vivir de sus sueños, ellas lo lograron quizá por que el destino les sonrió, quizá por que tenían aun a aquel ángel de la guarda que siempre cuidó su camino, quizá la suerte, quizá algo más, pero sí estaban seguras que el haber seguido en su camino fue por tenerse la una a la otra en todo momento.

Ese dulce amor que nació desde su infancia creció, se mantuvo y maduró hermosamente. Fue trabajo de dos, fue el esfuerzo de ambas lo que las condujo a ese momento y a ese lugar. Y de momento el lugar que les vio caer fue el sofá, Michiru debajo del cuerpo de su dulce Haruka, Haruka tomando el control del beso como sabía que a Michiru le gustaba. Sus manos no se quedaron quietas, estaban tan ocupadas como acelerados estaban sus corazones.

—¿No encendiste la estufa, verdad? —preguntó Michiru entre dulces y demandantes besos.

—Creo que no, si comienza a oler a quemado, corremos —rió Haruka antes de volver a su boca.

Las caricias lograron deshacerse de la ropa, los besos viajaron a otros lados, sus voces cargadas de lujuria se dejaron escuchar en alto volumen dentro de los cuatro muros de ese sitio que consideraban su hogar, y la luz de los últimos rayos del sol las encontró desnudas en el suelo de su sala de estar. Los "te amo" seguían haciendo eco.

Michiru tardó un rato más en volver a ponerle atención al cuadro que estaba pintando. No era una obra para venderse, era algo para colgarse en la pared, era algo para recordar, para sonreír por los caminos ya pasados que no volverían a pisar, para ver atrás solo para percatarse de todo lo recorrido, y mirar al frente y sonreír por lo que aun faltaba por recorrer.

¿Y qué estaba plasmado aun incompleto en el lienzo?

El jardín de la casa de Haruka cubierto de hojas secas.

-FIN-

:D ¡Gracias a todos por leer!