Disclaimer: el desastroso estado de mi economía demuestra claramente que no soy Rowling. No os molestéis en demandarme porque no hay nada que sacar de aquí.

Por amor al arte 40.

En las puertas del Infierno (II)

Joy arrugó la frente mientras se esforzaba por no mover ningún otro músculo y maldecía a los invertebrados en general y a la mosca cojonera que no paraba de darle la vara en particular. Aún así, debía dar gracias de no ser Bell o Loveday: ellas llevaban los ramos de novia cuyo olor estaba atrayendo a todos los abejorros de Gran Bretaña.

Jack recordaba que Evy le comentó una vez algo sobre una poción que espantaba a todos los invertebrados excepto a las cucarachas (algo que la onza estaba tratando de arreglar), pero la joven Sparrow no recordaba cómo se preparaba y los otros expertos en pociones, al mencionar el nombre de Evy, reaccionaban bastante mal: Jesse soltó un gemido histérico y corrió al baño a "peinarse" como él llamaba a "llorar como Magdalena penitente" y Sirius gruñó y se fue a preparar su propia poción a base de tequila, ginebra, vodka, ron y bourbon.

Joy miró al moreno que ejercía de padrino... tenía mejor aspecto que una semana atrás...

Una semana atrás...

Lo primero que hizo Sirius cuando se recuperó lo suficiente para pensar, fue avisar al resto de la Orden de lo ocurrido. Dumbledore había enviado a Sorrento a Horatius y Emmeline Vance y a Marlene, a los que se unieron Bell, Giselle, Remus y... Nyall.

- ¿Qué haces aquí? –preguntó Joy tras abrazarle con una sonrisa que no pudo evitar, ya que pese a las circunstancias, se alegraba de verle.

- A veces trabajo para él en la elite de aurores –el vampiro señaló a Horatius–. Me han llamado para identificar las varitas.

Como Nyall dijo que la presencia de Joy no le distraía para nada (aunque Giselle sugirió lo contrario), la morena se dedicó a registrar el baño mientras el vampiro investigaba.

- Hay algo que no encaja –musitó de pronto Nyall para sí mismo.

- Demasiada sangre –por primera vez, Joy expresó en voz alta el presentimiento que tuvo al entrar en el baño.

- No me refiero a eso –Nyall la miró con las cejas enarcadas, sorprendido no de que también ella lo hubiera notado, sino de que no hubiese dicho nada a sus amigos–, falta una varita.

- ¿Qué dices? –la morena siguió al empleado de su ex padre a la habitación, donde todos los aurores callaron al verle y prestaron atención.

Joy observó que Giselle no se despegaba de Sirius, que tampoco es que le estuviera haciendo demasiado caso, ocupado en mirar hoscamente por la ventana. Sólo se volvió cuando Nyall entró en la habitación, impaciente porque alguien le diera un blanco sobre el que descargar su rabia.

Bell permanecía junto a Remus y una pequeña caja de madera que habían encontrado por la habitación y que contenía el cuerpo de la desafortunada Perla. Los ojos de la rubia estaban enrojecidos, ya que no había parado de llorar desde que se enteró de la noticia de la "muerte" de Evy en el hospital, empeorando al descubrir a su gata muerta.

Al no verla durante días pensó que se había hartado de la maternidad y se había ido a dar una de sus vueltas largas. No era la primera vez que lo hacía... Ahora se culpaba de no haberse preocupado más y haber evitado así la tragedia.

- No fue culpa tuya –leyendo sus pensamientos, Remus la abrazó por detrás y le besó en el pelo.

Aún estaban en esa posición cuando Joy salió tras Nyall del baño y encontró a Giselle revoloteando alrededor de Sirius.

"Controla a tu prima" le dijo a Bell con una mirada.

"¿Cómo pretendes que lo haga?" vocalizó la rubia.

Joy se encogió de hombros y suspiro: la verdad es que ninguna de las dos tenía fuerzas para controlar a nadie.

- ¿Puedes decirnos ya lo que ha pasado? –preguntó Horatius. Fue entonces cuando Sirius apartó la vista de la bahía de Sorrento para fijarse en el vampiro.

- Más o menos –replicó Nyall–. La varita que encontramos pertenece a Richard Rufford. Con ella se lanzó una maldición cortante que, a juzgar por la gran cantidad de sangre, seccionó alguna arteria principal, yo apostaría por una carótida...

- Las pruebas de ADN confirman que ese –Emmeline señaló el cuerpo consumido–, es Rufford.

- ¿Cómo le arrancaron el corazón? –como la auror no supo contestar a la pregunta de Horatius, éste se volvió hacia Nyall.

- No me creeréis, pero fue con un simple Accio.

- ¡Imposible! –negó Giselle, en parte para que Sirius se dignara a mirarla de una vez–, con un hechizo que se aprende en cuarto curso no se puede provocar semejante daño... ¡Le atravesó la caja torácica!

- Al contrario, los hechizos más sencillos son los mejores porque son fáciles de controlar, lo que les da eficacia como arma –intervino Marlene con la autoridad que le proporcionaba el ser una experta en seguridad mágica.

- Y ninguna ley prohíbe lanzarlos contra un ser humano –agregó Remus.

- Tal vez, porque hasta ahora nunca vimos que se usara contra un ser humano –apuntó Horatius, harto de encontrarse en cada escena del crimen con alguna nueva muestra de crueldad.

- Ese hechizo fue lanzado con una varita que no se encuentra en esta habitación: si eran dos asesinos, el otro se llevo su varita –prosiguió Nyall.

- ¿Alguna cosa más? –preguntó Horatius.

- Sí, Emmeline no lo detectara porque es muy sutil, pero en esta habitación huele a tres tipos de sangre diferentes: la de Richard, la de vuestra amiga y a medio banshee...

- ¿Banshee? –repitieron a la vez Bell, Joy, Remus y Sirius.

- Sí –el vampiro mostró cautela ante la reacción de los jóvenes.

- ¿Conocéis a algún mortífago así? –Horatius miró a su hija.

- Sí, Sheila Bang. Es medio banshee y va al curso de Joy –la aludida corroboró las palabras de Bell con un gesto.

- ¿Tiene el pelo verde? –intervino Marlene, que acababa de darle un pelo de dicho color a Emmeline para que lo embolsara.

- Sí –confirmaron los Gryffindor.

- También había cabellos de ese color en la escena del crimen de... –Nyall se interrumpió ante el gesto de Horatius, pero no pudo evitar mirar con cautela a Sirius. Pese a no completar la frase, todos dedujeron que se refería a la escena del crimen de Toliman Black.

- No puede ser –negó Joy–. Fue Anya Aniston. Lily lo vio...

- En un sueño artificial y bajo la influencia de diversas drogas... –apuntó Remus. Lucía tan cansado como después de la peor luna llena.

- Una última cosa: en esta habitación han estado (aunque no se usaron como armas) tres núcleos de varita: los tres tenían magia de jaguar y sólo los Onzas usan ese tipo de varita... aunque será más apropiado decir que usan ese núcleo y llevan la varita de adorno –musitó el vampiro en voz baja.

- Una era la de Evy: Dumbledore se la hizo llegar a través de Hobbes –musitó Marlene–, pero¿las otras dos?

- Alguien estuvo aquí antes que Sirius y yo –concluyó Joy.

- Dos onzas estuvieron aquí antes que vosotros dos –matizó Bell–. ¿El tal Ethan?. ¿Qué opinas, Sirius?. ¿Sirius? –repitió la rubia al no ver al merodeador por la habitación.

- ¿Pero cuándo se ha ido? Estaba aquí hace unos segundos –Giselle alucinó por la forma en que su objeto de deseo acababa de darle esquinazo.

- De verdad, es que ni para vigilarle vales –gruñó Joy.

- No es el momento de lanzar puyas –cortó Remus con calma al ver que la prima de su novia iba a replicar–, tenemos que encontrarle antes de que encuentre alguna forma absurda de suicidarse.

- Heroica, no absurda –matizó Giselle cruzándose de brazos.

- Ha debido de irse a buscar a Sheila –dedujo Bell–. Aunque no sé cómo piensa encontrarla...

- Tengo entendido que es la prometida de Regulus Black –señaló astutamente Nyall. Joy arrugó la frente, segura de que si el vampiro quisiera (o si su ex padre se lo permitiera) les podría dar hasta el código postal del escondite de Voldemort.

- Entonces ha ido a buscar a su hermano pensando que él podría saber dónde encontrarla. Tenemos que encontrar a Regulus –razonó Remus.

- No creo que su adorable madre nos deje entrar en su casa –apuntó Bell–. Bueno, ni a nosotros ni a él.

- Regulus no está en su casa –recordó Joy–. Está en San Mungo...

- ¿Cómo lo sabes? –le retó Giselle.

- Narcisa Black "se ha caído por las escaleras" y ha sufrido un aborto. Regulus no se moverá de su lado hasta que le den el alta –explicó la morena con seguridad.

- Seguramente tenga razón: el chico está muy unido a su prima... –opinó Horatius.

- Os prepararé el traslador a San Mungo –dijo Marlene.

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- Y entonces pateé su culo de serpiente anoréxica mortífaga asquerosa –Isis (con el brazo en cabestrillo) concluyó así el relato sobre su duelo con Alecto.

- Pensaba que le habías codeado –corrigió Lily, tumbada en la cama.

- Eso fue más tarde –la oriental se encogió de un hombro, ya que con el otro no podía.

- ¿Sabes que la pelea me excitó? –confesó Loveday, haciendo caballitos con su silla de ruedas.

- Pues que pena que David no me viera en esos momentos –suspiro Isis.

- Ay, no me hagáis reír –pidió Lily abrazándose la cicatriz.

- Te lo debemos: por el numerito que habéis liado James y tú al llegar aquí –sobra decir que a Loveday dicho espectáculo no la puso nada celosa.

- Es que no se les puede llevar a ningún lado –agregó Isis poniendo sus ojos rasgados en blanco.

La escena (o numerito, como más os guste) a la que se referían las dos Gryffindor quedaría grabada en los ojos y oídos de todo el personal de urgencias de San Mungo... Ellos estaban tranquilamente disfrutando de su café cuando oyeron unos gritos que iban aumentando de volumen.

En un primer momento, cuando James y Lily entraron en el vestíbulo, ella en brazos de Remus (pese a que James insistió en cargarla) y él sostenido por Will y Jesse, a los sanadores no se les ocurrió que se habían enfrentado a Voldemort sino que por la forma de gritarse sus heridas eran consecuencia de una trifulca doméstica entre ellos. Fue Dumbledore el que les sacó de su error e inmediatamente aparecieron un sanador (para atender a Lily) y una sanadora (para James).

Craso error que provocó la predecible escena de celos de rigor alternada con la discusión de quién de los dos necesitaba más urgentemente atención médica.

- Bueno, si discuten con tanto ímpetu es que no están tan mal –opinó uno de los sanadores.

En lo que la parejita feliz discutía dio tiempo a: curar el brazo de Isis, revitalizar a todos y cada uno de los miembros de la Orden, atender a siete niños de siete años con la versión mágica del sarampión y a recibir el mensaje de Sirius con las malas noticias a través del espejo de James.

Ahí fue cuando el moreno de pelo revuelto dijo que su amigo le necesitaba, que él estaba perfectamente y que se largaba a Sorrento. A lo que Lily agregó que si él estaba bien ella estaba mejor y que si él iba a Sorrento, ella también.

- ¡Basta ya! –tronó en ese momento la voz de Dumbledore–. ¡Ninguno de los dos vais a ir a ningún lado hasta que no se os revise y alguien diga que estáis en condiciones!

- Estamos en condiciones –dijo rápidamente Lily–. Bueno, él no.

- Alguien con el título de medicina –matizó Dumbledore con voz irritada–. Tú, James, te vas a ir con ese médico a que te revisen la cabeza...

- Cosa que no le vendrá mal –ironizó Lily.

- Y tú te vas con la doctora a que te miren tu herida –concluyó Dumbledore.

- Y si la tiene que atar a la cama para eso, lo hace y punto –agregó James.

- Creo que esas cosas es mejor que las guardéis para vuestra intimidad –bromeó Will, obteniendo una mirada homicida del moreno de pelo revuelto. Como respuesta a ambos chicos, Lily les levantó el dedo medio mientras era llevada a observación.

- Alguien tiene que ir con Sirius –James apretó fuertemente la mandíbula y se negó a moverse.

- Remus y yo nos encargamos –intervino Bell. lejos de mostrarse agradecido, el ex buscador le dedicó una mirada airada a la rubia mientras era obligado a sentarse en otra silla de ruedas.

- Tranquilo –Remus le palmeó los hombros en un vano intento de apaciguarle–, te avisaremos en cuanto sepamos algo.

Y eso le gustaría a Lily: saber algo de Sirius o de James. Pero, de momento, no tenía noticia alguna, lo que aumentaba su preocupación por los dos, en especial por su prometido: eso de que no parara de echar sangre por la nariz no era bueno. De hecho, según su doctora, indicaba la posible presencia de algún daño cerebral. Dumbledore insinuó que probablemente era una reacción física a haber realizado magia sin varita, a lo que James replicó que no era la primera vez que lo hacía.

- Pero no contra Voldemort –apuntaron el director y Lily a la vez.

Will y Jesse habían pasado por allí hacía un rato: se aseguraron de que la pelirroja estaba bien y se fueron a contarles a Jack y Puck las malas noticias. Los dos tenían un aspecto pésimo, como si se hubieran convertido en adultos aquella misma noche. Casi seguro que Puck y Jesse se pasaban el resto de la noche llorando...

Lily aún no lo había hecho, mejor dicho, no se lo había permitido a sí misma: sabía que en cuanto empezara no podría parar y aún no era el momento... Además, sabía lo que diría Evy del tema:

- ¿Pero tú estás tonta? Tienes a Voldemort dispuesto a acabar con James, contigo y con cualquiera que se cruce en su camino... ¡Ya llorarás cuando tengas más tiempo!

Y tal vez sería lo mejor: esperar a acabar con ese malnacido y entonces llorar durante un mes seguido a todas sus victimas.

- ¿Cómo está la paciente? –los pensamientos de Lily fueron interrumpidos por Dumbledore.

- ¿Sabes algo de James? –la pelirroja se irguió en la cama, haciendo caso omiso al dolor en su abdomen y a la pregunta por su estado.

- Ya ve que impaciente –replicó Loveday.

- Que está perfectamente –respondió el propio interesado, entrando en la habitación con la célebre silla de ruedas.

Al verle entrar vivo, entero y sonriendo, todos (incluido James) esperaron una reacción furiosa por parte de Lily, pero la pelirroja logró sorprenderlos a todos: se levantó de la cama sin que nadie pudiera impedírselo y se lanzó a los brazos de James, sentándose en su regazo, sembrando su cara de besos y sin contener las lágrimas.

- ¡No sabes lo mal que lo he pasado!.¡Pensaba que no te volvería a ver y que lo último que te dije fueron cosas desagradables y no lo mucho que te quiero!

- Tranquila, estoy bien y veo que tú también. Sólo que no podré hacer magia en un par de días –James la abrazo con fuerza mientras ella encontraba al fin sus labios y compartían un beso ardiente de los suyos, interrumpido cuando Isis les puso una sábana por encima.

- ¿Pero qué haces? –protestaron los dos.

- Es que Loveday se estaba poniendo mala con eso de estar viéndole el culo a Lily –la asiática señaló la raja del camisón de la pelirroja que efectivamente dejaba su culo al aire.

- ¡Qué va! Si yo ya tengo eso superado del todo... –la heredera de Salem hizo un gesto de falso desinterés.

- A mí me ha parecido más bien lo contrario –opinó Dumbledore con su tono más inocente.

Antes de que la rubia pudiera replicar, la puerta se abrió y unos alterados Remus, Bell, Joy y Giselle se asomaron por ella, seguidos del auror que Crouch había mandado para escoltar a James que decía que no podían entrar ahí.

En vista de que la recepcionista no les quiso facilitar el número de habitación de Narcisa, ellos se habían colado confiando en el olfato de Remus para dar con Sirius. No habían contado con que era luna nueva y las habilidades licántropas del merodeador estaban al mínimo.

- Hola,. ¿habéis visto a Sirius? –preguntó Giselle, al reconocer a los amigos de su prima.

- ¿No estaba con vosotros? –el tono de James era mitad amenaza y preocupación.

- Estamos en ello... ¿Sabéis el número de habitación de Narcisa Malfoy? –quiso saber Remus.

- ¿Estáis buscando a Narcisa en vez de a Sirius? –esta vez, James estaba realmente enfadado.

- En la planta sexta, habitación 66 –contestó Dumbledore, siempre al tanto de todo lo que incumbía a todos sus exalumnos.

- 666... muy apropiado –decidió Joy antes de salir disparada tras Remus y Giselle.

- Tranquilos, que James y yo estamos bien. Id a ver a esa guarra en vez de pensar en vuestros amigos –les soltó Lily con tono rencoroso.

- ¡Qué no es eso! –Bell se volvió para defenderse de esa infundada acusación de ya sabéis, Voldemort (Isis, pensaba que ya habías superado esa fase) mandó a dos mortífagos a por Evy. Uno era Richard que esta muerto y el otro Sheila Bang. Sirius se ha alterado un poco al saber que ella también estaba implicada en el asesinato de su padre y creemos que ha ido a buscarla.

- ¿Y eso qué tiene que ver con Narcisa Malfoy? –se extrañó Isis.

- Está ingresada en la sexta planta por lo visto. Y dónde este ella, estará Regulus –prosiguió la rubia.

- Y Regulus es el prometido de Sheila, por lo que sabrá cómo encontrarla –concluyó James–. Lily, cariño, por favor, vuelve a la cama.

- ¿Por qué?

- Porque yo me voy a la sexta planta...

- Pues voy contigo.

- Sería preferible que no te pasearas por todo San Mungo con tu precioso trasero al aire... –sugirió James con su sonrisa más demoledora.

- Sí, por favor, no lo hagas –suplicó Loveday.

- Vale –accedió Lily con un suspiro mientras el merodeador la llevaba a la cama con la silla y luego se levantaba de la misma–, pero si ves a Snape por ahí no le ahogues ni le arranques las manos ni nada, que no puedes hacer magia...

- Procuraré controlarme, pero sabes que con ese cabrón de por medio no puedo prometer nada –James le guiñó un ojo antes de salir andando por la puerta. Después de todo, lo de la silla de ruedas era porque Loveday le retó a una carrera antes de entrar a diagnóstico.

- Yo le vigilaré –le prometió Bell a su pelirroja amiga antes de seguir al moreno.

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La escena que se desarrollaba en la habitación de Narcisa ya era tensa antes de que irrumpieran los Gryffindor: al desaparecerse de Privet Drive, Snape regresó al hospital justo a tiempo para no romper la promesa que le hizo a Narcisa de estar a su lado cuando ella despertara y eso fue lo primero que notó la rubia.

Esto molestó a Regulus, ya que él había estado al lado de su prima todo el tiempo, arriesgándose a sufrir las iras del señor Tenebroso, mientras el "pelo grasiento" la había abandonado a la menor dificultad. Y varias veces además...

Cuando la cosa parecía no poder estar peor, hizo acto de presencia Rosier. Según explicó atropelladamente, al no verle en el punto acordado si algo salía mal, se preocupó y fue al hospital a ver si estaba allí de una pieza.

Según entró, Regulus se cerró la túnica tratando de mostrar la menor cantidad de carne desnuda posible y procuró camuflarse con el ambiente. Igual le habría funcionado de no haber entrado en ese momento su hermano mayor, agarrarlo por el cuello y apuntarlo con la varita...

- ¿Dónde está?

- ¿Dónde está quien? –atinó a preguntar Regulus confuso.

- Bang –escupió Sirius.

- No sé. Pregúntale a Rosier que se la lleva tirando todo el año –el joven Black apuntó con la barbilla al joven que se ruborizó incómodo.

- Yo casi que ya me iba –pero Rosier no pudo salir, ya que se encontró en la puerta con Remus y dentro de San Mungo uno no podía desaparecerse. Sirius aprovechó para inmovilizarle con un hechizo.

- Ay, por favor, idos a pelear a otra parte –gimió Narcisa–. Por si no lo sabéis, acabo de sufrir un aborto y necesito reposo. Snape, échalos anda –pidió al ver que nadie le hacía ni caso.

- Será un placer –el moreno se subió las mangas dispuesto a deshacerse de todo Gryffindor presente.

- ¡COMO LE TOQUES UN PELO A SIRIUS, TE MATO! –le amenazó Giselle interponiéndose entre el antiguo Slytherin y su amor con la varita en alto y voz histérica.

- Ay, por favor, jamás pensé que diría esto pero prefiero a la sangre sucia con la que salía antes: esa era de las que en vez de perder el tiempo en amenazas iba al grano: te mataba sin destrozarte los tímpanos, lo que siempre es un detalle –Narcisa le dedicó uno de sus gesto de disgusto a la fan de su primo.

- Ey,. ¿entonces, Vega vuelve a estar libre? –la boca de Rosier se había librado del hechizo. O tal vez era tan bocazas que era imposible hechizar esa parte de su cuerpo, porque ese comentario le valió un puñetazo en la nariz de Sirius y una maldición "jode-gemelos" de Regulus.

- ¿Y a ti que más te da? Si eres homosexual –intervino Joy.

- ¡Eso no es cierto! Yo soy un hetero y bien machote –negó Rosier sin convencer a nadie.

- ¡Turner tiene razón! –exclamó de pronto Narcisa–. Y si añades que está enamorado de Severus... ¡Lo explica todo!

- Excepto su mal gusto para vestir –tras agregar eso a coro, las dos ex de Snape se miraron con extrañeza.

- Disculpad, pero no estamos aquí para debatir las tendencias sexuales de Rosier (que a mí personalmente no me interesan lo más mínimo) sino para llevarnos a este –Remus señaló con la cabeza a Sirius al que trataba de contener–, antes de que lo manden injustamente a Azkaban...

- ¡Y a mi qué me cuentas!.¡Llevátelo! No sé qué coño le hemos hecho nosotros para que venga a atacarnos así –se indignó Snape (de forma bastante hipócrita, la verdad sea dicha).

- Trabajar para el hijo de puta que ha ordenado el asesinato de Evy –Sirius miró al Slytherin por primera vez, haciendo que éste notara que tenía los ojos inyectados en sangre. Sólo había visto una mirada así: cuando fue a la casa de los gritos y se encontró con Lupin transformado.

- Mira, sí que le habéis hecho algo –ironizó Narcisa en los segundos de silencio que siguieron.

- ¿Está muerta? –preguntó Regulus con lo que casi era un gemido de dolor.

- Pues qué pena... Estaba buenísima. Lástima su mal gusto para los hombres –el comentario de Rosier le mereció miradas asesinas de tres de los otros cuatro hombres presentes en la habitación y una de Giselle, poco dispuesta a admitir los puntos fuertes de su "difunta" rival.

- Curioso que tú digas eso teniendo en cuenta que en los últimos tiempos tu gusto y el de ella coincidieron en un 50 por ciento –si Snape pretendía aliviar a su amigo del peso de dichas miradas, lo consiguió con la doble alusión al sueño de Rosier con Regulus y al cuelgue de Evy con el mismo.

- Este tío es gilipollas –musitó Remus.

- Tranquilos –James y Bell habían llegado a tiempo para escuchar el último comentario– yo le maldigo por vosotros.

- No puedes hacer magia –señaló Bell.

- Pero tu sí. Lánzale la maldición que más te apetezca –el moreno de pelo revuelto se hizo a un lado para dejar espacio a la rubia.

- ¡Aquí nadie maldice a nadie, joder! –intervino Narcisa con bastante mala leche. Dicho arrebato pareció secar por completo las ya tocadas fuerzas de la rubia, porque cuando volvió a hablar lo hizo con tono contenido–. Mirad, siento lo que le ha pasado a la tal Emily...

- Evy –corrigió Joy.

- Y no lo sientes –agregó Sirius de forma acusadora.

- Vale, no lo siento –admitió la (para su desgracia) esposa de Malfoy–. ¿Y sabes por qué? Porque lo único que puedo sentir es el dolor de mi útero del que acaban de extraerme a mi hijo muerto... ¿Alguien tiene idea de lo mucho que duele el hechizo que usan para eso?

- Pobre –se solidarizaron Joy y Bell, pensando que debía de doler muchísimo.

- Lo único que quiero es un ratito así de paz –Narcisa separó sus dedos pulgar e índice unos cinco centímetros–¿sería posible que fuerais tan amables de concedérmelos? Si queréis mataros, podéis hacerlo ahí fuera, en el pasillo, en la calle, donde os dé la realísima gana, pero lejos de mi cuarto... ¿Sí? –en ese momento, la rubia sacó la artillería pesada: la mirada de cachorro desvalido marca de la casa Black a la que nadie sabía resistirse, ni siquiera los miembros de esa familia.

- Está bien, lo discutiremos en el pasillo –suspiraron Regulus y Sirius a la vez.

- Yo tengo que ir a mi casa. Mi hermana estara preocupada –trató de escaquearse Rosier.

- Lo dudo, han detenido a su prometido. Ni se habrá enterado de tu ausencia –entre Remus y James sacaron al Slytherin al pasillo y le obligaron a quedarse con ellos.

- Que te mejores –Joy fue la última en salir y le dedicó a Narcisa una sonrisa dulce para acompañar a la frase de despedida.

- ¿Sabes algo, Severus? –le pregunto la rubia cuando se quedaron a solas–, Turner me gusta. ¿Crees que ahora que el puesto de "su mejor amiga" está libre tendré posibilidades de ocuparlo?

- El sueño de mi vida: que dos de mis ex se hagan amigas –replicó Snape con todo el sarcasmo del mundo.

- ¡No trates de escaquearte! –antes de que Narcisa replicara, la propia Joy se dio cuenta de la ausencia de Snape en el pasillo: prácticamente le agarró de la solapa y lo arrastró allí–. Perdona, tú descansa –le aconsejo a la rubia mientras cerraba la puerta.

- Me gusta mucho, sí señor –le dijo Narcisa a las mantas de su cama.

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Cuando Snape salió al pasillo, o mejor dicho, fue arrastrado al pasillo por su primera ex, se encontró con Rosier encañonado por la varita de Bell, Remus tratando de calmar a una jefa de enfermeras que no terminaba de ver bien eso de usar los pasillos del hospital para retarse a duelos con la gente, Sirius y Regulus discutiendo, Giselle mirándolos y una mirada asesina de James.

- Bell, pasa del pirado sexual y apunta a ese –le ordenó el heredero de Gryffindor.

- Eso no será necesario –Snape se sintió emocionado: pese a todo, Joy le seguía defendiendo–, ya le apunto yo –o no. Ya era una de ellos.

- ¿Me vas a decir dónde coño está la puta de Sheila? –insistió Sirius, ajeno a la movida que había en el resto del pasillo.

- No. Ya te dije que me encargo yo. Es cosa mía –contestó Regulus.

- ¿Pero qué te crees? Evy no era nada tuyo para que ahora la vengues –los ojos del merodeador se entornaron, considerando la posibilidad de usar la violencia física contra un miembro de su familia.

- Podría haberlo sido... ese beso que nos dimos antes de que se fuera –aunque se lo hubiera propuesto, Regulus no hubiera podido escoger peor momento para recordarle a su hermano el beso que se dio con su novia.

- Tranquilo –James le agarró por el brazo, alejando a su amigo de Regulus antes de que le partiera la cara–, tienes que calmarte. Así no vas a conseguir nada...

- ¿Ah, no? Supongo que si tú estás tan calmado es porque nadie te ha dicho que Sheila podría ser la mortífaga que casi mata a Lily...

Las palabras de Sirius obraron en James parte del efecto deseado: le soltó. Pero con lo que no contaba el animago era con que él mismo se lanzara a tratar de sacarle a Regulus el paradero de su prometida a base de zarandearle. El canino merodeador no tuvo más remedio que meterse en medio, ya que si alguien iba a zarandear a Regulus para obtener información, era él, que para algo era su hermano mayor.

Ahí fue cuando precisamente se lió todo de verdad, ya que Rosier aprovechó la distracción de Bell, que miraba a sus amigos desconcertada, para sacar su varita y tratar de atacarla. Remus escuchó el gritito de su novia y abandonó a la jefa de enfermeras para ayudarle.

A Snape le faltó tiempo para ir a auxiliar a Regulus... Bueno, en realidad para lo que le faltó tiempo fue para no desperdiciar la oportunidad de atacar a dos merodeadores por la espalda. Esto provocó que Giselle se uniera a la pelea para "proteger" a Sirius, aunque su intervención fue más un obstáculo que otra cosa.

La jefa de enfermeras miró a las dos pequeñas melés que se habían formado en el pasillo, sopesando sus probabilidades de frenar alguna de ellas. Tras unos segundos, decidió que en ambos casos eran nulas y se fue a buscar refuerzos.

Por su parte, Joy consideró la posibilidad de lanzarse sobre la chepa de Snape y sacarle a patadas de la pelea... pero lo descartó al recordar que con su suerte lo más seguro es que Will llegara en ese momento y le montara una escena de celos. Finalmente suspiró y se limitó a observar las reacciones de la jefa de enfermeras, con la débil esperanza de que ella terminara con la pelea.

Al ver que la jefa de enfermeras se iba, volvió a suspirar: estaba claro que le tocaba a ella calmar los ánimos. O no; después de todo, si iban a herirse, el hospital tampoco les quedaba muy lejos. A lo mejor lo que tenía que hacer era conseguir una bolsa de palomitas y disfrutar del espectáculo, como hacía en Hogwarts.

El problema era que aquello tenía un cariz demasiado serio y algo le decía que las heridas que se producirían no las curaba ni Pomfrey.

- ¿Alguna idea para frenar esto? –la morena volvió la cabeza hacia Dumbledore que no tardó en llegar a su altura acompañado ni más ni menos que de... Ethan.

- Si la tuviera la habría puesto en práctica –contestó Joy sin apartar la vista del supuesto padrino de su amiga.

- Yo me encargo de esos dos –Ethan señaló a los dos hermanos Black antes de volverse hacia la jefa de enfermeras que estaba detrás de ellos–¿podrá con James?

- Desde luego –a Joy le dio la impresión que con tal de quedar bien con el Onza, aquella mujer hubiera dicho que era capaz hasta de aparecerse en Plutón y respirar.

- Yo me encargo de Giselle –se ofreció Joy.

- Bien, estos tres son para mí –Dumbledore señaló a Bell, Rosier y Remus.

En pocos minutos y de forma casi milagrosa, el pasillo volvió a estar en calma. La jefa de enfermeras le dijo a James que Lily se había puesto mal de repente. Una mentira cruel, pero que logró que el chico corriera a la habitación de su prometida. En cuanto James se desentendió de la pelea, Snape también lo hizo y regresó a la habitación con Narcisa.

Joy volvió a dejar inconsciente a Giselle mediante un puñetazo, lo que a su vez logró alejar a Bell de la pelea, facilitando la tarea de Dumbledore de contener a Remus el tiempo suficiente para que Rosier saliera corriendo...

Pero lo más asombroso fue lo de Ethan: sólo necesitó unas palabras para separar a los hermanos Black, cuando Joy pensó que habría que combinar fuerza física con magia para hacerlo.

- A Evy no le gustaría veros así... –ambos jóvenes pararon y se le quedaron mirando.

- ¿Y este... quién... es? –jadeó Regulus, limpiándose la sangre de un corte que le hizo Giselle con una pulsera al tratar de separarle de Sirius.

- Su padre –contestó el merodeador.

Si a Ethan le sorprendió que Sirius lo supiera, no lo demostró lo más mínimo y se concentró no en que hicieran las paces, intuía que eso era algo casi imposible, sino en que no se dejaran la vida en una venganza.

- Yo lo siento. De verdad –Regulus tenía la vista clavada al suelo de tal forma que no se sabía si le daba el pésame a Ethan o le pedía perdón a su hermano.

- Lo sé –contestó el Onza.

- Yo también lo siento, Regulus –el aludido alzó la cabeza sorprendido, encontrándose con que su hermano se revolvía el pelo–. Estoy algo alterado, aunque eso no es excusa para...

- Da igual, tampoco yo fui razonable. También estaba alterado por lo de Narcisa y ahora lo de... –Regulus hizo un gesto restándole importancia al asunto y volvió a la habitación de su prima.

- Hablemos –cuando se quedaron a solas (excepto por Joy, estupendamente camuflada con el paisaje), Ethan apoyó su mano en el hombro de Sirius, pero él le rechazó con un gesto.

- ¿Por qué no estaba contigo? –preguntó, culpándole de todo con la mirada.

- Hablemos –repitió Ethan sin repetir el error de tratar de tocarle.

Sirius se encogió de hombros, pero accedió a seguir al Onza. Joy estuvo tentada de unirse a ellos, tenía algo que comentarle a Ethan, pero como si supiera lo que tenía que decirle, al pasar por su lado él vocalizó para ella un "luego".

- Más te vale –musitó la morena, observando las espaldas de los dos hombres.

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- ¿Estás bien? –James entró como un vendaval en la habitación de su prometida, ni siquiera vio a las otras dos pelirrojas que había en ella.

- Sí. ¿Por qué? –Lily le miró con extrañeza que se tornó irritación–. ¿Te has peleado con Snape?

-No –mintió el moreno de pelo revuelto.

- ¡Anda ya, James! Que te sangra otra vez la nariz, pero ahora es de un golpe...

- Pero no me peleé solo con Snape, también estaban Regulus, Sirius y Giselle de por medio –matizó el merodeador.

- ¿Giselle te ha puesto la mano encima? –por el tono celoso y homicida de Lily, de no haber tenido el termómetro puesto ya se habría conseguido unos ojos turquesa a modo de trofeo/homenaje a Evy.

- Tranquila, Lily –intervino una voz similar a la de la pelirroja. James se volvió hacia ella y se encontró con una vampiro–, por lo que me has contado los intereses de esa tal Giselle van por otro lado...

- Lizbell, supongo –dedujo James.

- Qué hija más maleducada tengo –suspiró Verbena, que era la otra pelirroja presente.

- Mama, no te metas conmigo que he tenido un día horrible –le advirtió Lily, antes de hacer las presentaciones entre Lizbell y James. Pese a que se habían conocido unos tres minutos antes, ellas hablaban como si se conocieran de siempre-. ¿Puedo hablar un momento con James a solas?

- Claro, yo acompañaré a Lizbell a buscar el banco de sangre –se ofreció Verbena.

- En los hospitales mágicos no hay de eso –señaló la vampiro.

- Siempre se me olvida ese detalle –se lamentó la humana mientras cerraba la puerta.

- ¿Y bien? –preguntó James.

- Verás, es que quiero casarme contigo...

- Ya. Lo hemos hablado, cuando vuelvas de Hottah y derrotemos a...

- No –cortó Lily–, quiero que nos casemos ya.

- Ay, madre, que esta está embarazada... –desde la puerta se escuchó una voz muy parecida a la de Bell.

- ¿Estás embarazada? –se medio asustó James.

- Soy demasiado joven para ser abuela –se lamentó la voz de Verbena desde la puerta–. La culpa es tuya... ¿Por qué no impartes clases de educación sexual en tu escuela?

- Llevo años tratando de meterlas en le temario, pero los del Ministerio no lo creen necesario... Una vez contraté a una sexóloga como profesora de DCAO, pero me pillaron la trampa y la expulsaron –explicó Dumbledore serenamente.

- No –negó la pelirroja con vehemencia–. ¡Y vosotros largaos, panda de cotillas! James no quiero esperar para casarme contigo... Ya has oído a Voldemort: estamos en su lista negra. Antes tenía la baza de que yo era la única que podía manejar el Cetro como defensa, pero ahora ni siquiera eso... Puede venir y destruirnos cuando le dé la gana y... Quiero pasar el resto de mi vida casada contigo –tras el apasionado discurso, en los ojos verdes hubo un leve asomo de duda–. ¿Tú no?

- Vas a decir que me lo he inventado para quedar bien, pero en cuanto salieras del hospital te iba a proponer que nos casáramos en breve aunque fuera por el juzgado... –las palabras y el beso de James hicieron que Lily cerrara los ojos con alivio, y cuando los abrió, eran dos radiantes soles verdes.

- Me parece bien lo del juzgado, porque no creo que encontremos dónde casarnos con tan poco tiempo...

- No he podido evitar oíros –Verbena abrió la puerta y se unió a la conversación de forma activa–, y os tengo una buena noticia: podéis usar mi fecha de boda y casaros pasado mañana mismo... –la mujer extendió los brazos como diciendo "ya podéis empezar a darme las gracias". Tras ella se asomaban el resto de los cotillas: Bell, Joy, Remus, Dumbledore y Lizbell.

- Profesor Dumbledore, de los demás lo esperaba... pero de usted –James hizo un falso gesto de decepción. El anciano mago se encogió de hombros y señaló a Bell y Joy, como si tuvieran la culpa de todo.

- Dos cosas, mamá. La primera es que habrías podido evitar escucharnos si no estuvieras espiando –enumeró Lily con ayuda de sus dedos–, y la segunda: si nos cedes tu fecha:. ¿cuándo te casarás?

- Nunca. Patrick y yo acabamos de decidir que queremos vivir en pecado. Todo viene de que...

- ¡Mamá, no quiero saber nada de los pecados que vas cometer con Patrick ni de cómo has llegado a la idea de querer vivirlos! –Lily se tapó las orejas con las manos, cerró los ojos y empezó a tararear algo de las Brujas de McBeth.

- ¿Es que he dicho algo malo? –Verbena miró a su futuro yerno, que se encogió de hombros con una mueca divertida en su cara–. Oye, qué canción más chula. ¿Quién es el grupo?

- ¿Y quién va a ser la madrina? –preguntaron ansiosamente Bell y Joy.

- ¿Y el padrino? –quiso saber Remus en el mismo tono–. Mira que yo me voy a Alemania pasado mañana...

- ¿Te vas a Alemania? –se sorprendieron Joy y Lily.

- A Marbaden, tienen un problema de Quintapeds –explicó el licántropo.

- Los Quintapeds solo viven en la isla de Drear –apuntó Lily.

- He ahí el problema –contestó Bell.

- ¿No te vas con él? –James captó la nota de tristeza en la voz de su amiga, que contestó negando con la cabeza y dedicándole una mirada acusadora a Dumbledore.

Aunque no era culpa del anciano mago, él había hecho lo mejor para Remus. A Bell le habría gustado poder irse con él, pero ahora que Sirius iba a necesitarla tanto, le resultaba tan imposible como convertirse en animaga. Lo había intentado en secreto durante todo el año, pero había sido incapaz de ello... Cosa frustrante, teniendo en cuenta que hasta Pettigrew lo logró. Aunque a él le ayudaron James y Sirius, tal vez si se lo pedía...

- Entonces podemos hacer una fiesta de boda para vosotros que a la vez lo sea de despedida para mi hija y Remus –decidió Verbena. Ojo, puse decidir, no sugerir ni nada que se le parezca. Y cuando Verbena decidía algo era peor que su hija.

- No tenemos muchas ganas de fiesta –suspiró Bell.

Joy entendió que se refería tanto a la partida de Remus como a la "muerte" de Evy. Estuvo a punto de compartir su intuición con sus amigos, pero se encontró con los ojos de Lizbell que le recordaron que debía hablar con Ethan primero.

- Tonterías, a Evy le iba mazo la marcha. No os perdonaría que dejarais pasar una oportunidad para ir de fiesta –razonó Verbena.

Y desde luego, la propia Verbena tampoco. Con la obstinación propia de su hija (estaba claro de quien la heredó Lily) fue sorteando todos los obstáculos que impedían que James entrara a formar parte de su familia.

Aunque del obstáculo más imponente se encargó Dumbledore. Crouch estaba más que dispuesto a evitar esa boda hasta que el director de Hogwarts dejó caer inocentemente que la opinión de Voldemort en ese tema no distaba demasiado de la del jefe de seguridad mágica.

Desde ese momento, Crouch cambió de forma tan radical su punto de vista que les ofreció sus mejores caballos mágicos para que llevaran la carroza de la novia. Lily rechazó su oferta lo más amablemente que pudo.

Fue Verbena la que eligió al padrino y madrina: Sirius y Loveday. Por mucho que lo intentaron, ni Bell, ni Joy, ni Jack, ni Isis, ni Will, ni Jesse, ni Remus, ni muchos menos Peter tuvieron alguna posibilidad de conseguir el puesto o de enfadarse con la madre de Lily por no escogerlos.

Fue en uno de esos días cuando Joy descubrió al fin eso tan misterioso que se traía Will entre manos: librarse del compromiso con Giselle. Por lo visto los padres no estaban dispuestos a cambiar a la castaña clara por aquella morena insolente que dejó colgado a su padre ejemplar... Lejos de enfadarse, Joy se rió con ganas de aquella manera tan equivocada de ver la realidad.

En cuanto a Jack, cada día se la veía más apagada y con colores más sobrios (en aquel momento, estaba sentada en la segunda fila con un discreto traje de camiseta y pantalón azul marino). Pero cuando sus amigas le preguntaban si estaba bien, ella sonreía (o lo intentaba) y respondía con un "claro" que no engañaba a nadie.

Isis vio en la boda de James y Lily su oportunidad perfecta para que David viera que no era una pirada sexual, sino la persona con la que estaba destinado a pasar el resto de su vida. Teniendo en cuenta que Bifidus se había sentado a su otro lado, le estaba yendo relativamente bien.

- ¿Pero quién ha invitado a este? –gimió la oriental.

Joy no lo sabía, pero también le hubiera gustado saber quién había invitado a Giselle. Al principio pensó que la castaña clara le había puesto algún filtro de amor en la bebida a Sirius, pero cuando terminada la ceremonia se colgó del brazo de SU Will, sus ojos negros lanzaron chispas.

- ¿Podemos hablar? –en dos zancadas, ella y Jesse se habían plantado al lado de su amigo y le arrastraban hacia un lateral.

- ¿No preferís tratar de coger el ramo? –trató de distraerles.

- ¡No! –¿Y para que querían ellos coger el ramo si el chico al que querían se iba a casar con otra? Le siguieron alejando del grupo...

- No me voy a casar con ella, si es lo que estáis pensando –se adelantó Will antes de que pudieran acusarle de nada.

- ¿Y entonces por qué la has traído? –cuestionó Jesse.

- No tenía invitación y quería estar cerca de Sirius.

- Ah, que le estás haciendo de Celestina –Joy entornó los ojos–. Pues eso es mucho peor.

- ¡Qué vergüenza! Evy era tu amiga y su cadáver aún no se ha consumido del todo pero tú ya estás animando a otra para que se meta en la cama de su novio. ¡Y a otra que le caía fatal, además! –Jesse finalizó el discurso con una colleja.

- Ay, que no es eso. Ella no tiene probabilidades con Sirius y cuando mis padres vean de qué manera le persigue, se darán cuenta de que no es digna de pertenecer a la familia Sparrow y no me tendré que casar con ella. Lo tengo todo pensado. Nada puede fallar –aseguró Will.

- ¿Por qué dan tanto miedo esas palabras cuando eres tú quien las dices? –meditó Joy.

- ¡Eh! –gritó de pronto Lily, molesta porque la discusión del trío estaba atrayendo las miradas de todos y robándole la atención que, como novia, le correspondía por derecho-. Voy a lanzar el ramo. ¿Os importaría hacerme un poquito de caso?

- ¡Sí! –contestaron Joy y Jesse demasiado cabreados con Will para medir el riesgo que corrían al provocar a la pelirroja. Efectivamente, los ojos verdes lanzaron chispas y apunto estuvo de convertir el ramo en un yunque y lanzarlo a la cabeza de sus amigos.

- No se lo tengas en cuenta –pidió James a su recién estrenada esposa. A él también le había molestado bastante que Will trajera a Giselle.

- ¿Cómo que no se lo tenga en cuenta? –Lily iba a explicarle al moreno que fue ese par el que se empeñó en que estuviera radiante y el que la metió en la cabeza la idea de ser por un día el ombligo del mundo... ¡Y ahora osaban tratar de eclipsarla!

- Ay, James, ven a bailar con tu suegra –pero el novio se salvó gracias a Verbena, que no le dejo tiempo ni a acceder ni a que su hija se quejara, sino que directamente le arrastró hasta la pista de baile.

Cuando Lily lanzó el ramo, lo hizo con la misma mala leche que se lanza una maldición asesina.

- ¡Lo tengo! –tres segundos después, Giselle atrapaba el ramo de novia, convirtiéndose en la siguiente en casarse. Y en el mundo mágico aquella no era una simple superstición, sino un hecho garantizado gracias a un hechizo.

- O se casa contigo o con Sirius –gruñó Jesse.

- Genial, Will –le felicitó su hermana, que apareció por allí en ese momento. El prefecto iba a replicar, pero vio a Jack tan apagada que se ofreció para llevarla ignorando las acusaciones de Jesse sobre gente que se escaquea.

- ¡Te la podías llevar al menos!

- Sí, hombre, como que no la he aguantado ya bastante –contestó Will sin volverse.

&·&·&

Al anochecer, Joy estaba sentada en el cementerio que había tras la iglesia, lugar donde había quedado con Nyall. Era una locura, sus dos instintos de peligro (el de medio Onza y el de Slytherin reciclada en Gryffindor) se lo advertían. Por lo que sabía, el vampiro podría aparecer con una panda de congéneres y dejarla más seca que la arena del Sahara. Y sin embargo, allí estaba, sin haber tomado más precauciones que avisar a Jesse de lo que pensaba hacer.

- Lamento haberte hecho esperar –Nyall apareció al desconcertante estilo de su especie: surgiendo de las sombras sin el menor sonido.

- Tranquilo, a mí me pillaba más cerca. ¿Te apetece champagne? –Joy le mostró una de las botellas que sustrajo durante el banquete.

- No, gracias. El alcohol me sienta mal a menos que luego tome AB negativo. Y es el tipo menos frecuente...

- La madre de la novia es una ex alcohólica en rehabilitación, es sin –Joy lleno las dos copas y le tendió una al vampiro–. ¿De que querías hablarme?

- Me preguntaba cómo es que no les has dicho nada a tus amigos sobre la sangre de... –el vampiro se esforzó por recordar el nombre–. ¿Evy? –como Joy asintió prosiguió–. Si estuviera realmente muerta, se habría convertido en energía. Toda ella. Hasta su sangre. Como bien sabes...

- Quería hacerlo, pero tuve una pequeña charla con Ethan y él me convenció de que era lo mejor para ella. En fin, si está viva, tendrá que responder a demasiadas preguntas sobre el Cetro y el asesinato de Richard, además de ser un blanco para Voldemort... Por eso no le he dicho nada a nadie aunque me gustaría.

- ¿Y quién es Ethan? –Nyall arrugó su frente.

- El padre de Evy. Al menos eso dice Sirius. Tuvo una charla con Ethan más intensa que la mía y desde entonces está más calmado. Supongo que sabe que está viva...

- Pues eso es un problema –Joy miró a su amigo con extrañeza–. Te voy a contar algo que no debería contarte: Voldemort la mandó matar porque pensaba que era hija de Grindelwald.

- ¿Seguro que no dijo nieta? –la morena cada vez estaba más extrañada.

- No, dijo hija. Por lo visto, cuando mató al viejo se llevó sus diarios. En ellos contaba cosas muy interesantes sobre la búsqueda de la vida eterna y todas esas cosas que os encantan a los mortales –Nyall hizo un gesto de desdén–, pero la sangre de Grindelwald o de sus descendientes es la única que hace visibles las letras...

- ¿Estás diciendo que Sheila se llevo parte de su sangre? –el vampiro asintió–. Por favor¿por qué los autoproclamados seres de la oscuridad tenéis esa maldita obsesión por la sangre? Hacéis que todo gire en torno a ella...

- Por la misma razón que vosotros los mortales hacéis que todo gire en torno al sexo: garantiza nuestra supervivencia –Nyall se encogió de hombros mientras se levantaba–. Debo irme antes de que alguien note mi ausencia. Cuídate –y al despedirse, hizo algo sorprendente: Besó a Joy en los labios.

Nunca había recibido un beso así: los labios eran fríos como hielos, pero el tacto era sedoso y firme. Duró apenas unos segundos y, para cuando ella reaccionó, el vampiro se había largado.

Con un suspiro, Joy se desapareció al Valle de Godric. La casa de James estaba sola: los novios ya habían salido de luna de miel a Canadá junto a Ethan y Lizbell; Puck recogía la sala del banquete pese a que le dijeron que no lo hiciera y el resto seguía de fiesta.

La morena se dejó caer en el sofá con los ojos cerrados. Llevaba apenas unos segundos así cuando algo se posó en su estómago. Al abrir los ojos, se encontró con un loro.

- Grap. Lorito guapo, lorito listo, trajo una carta. Grap –y tras soltarla un picotazo en su brazo, dejó una carta sobre ella y voló hacia la cocina.

- Loro cabrón –Joy le dedicó una mala mirada antes de examinar la carta. Era una postal. Una postal de Evy. Y por primera vez, la morena notó algo que no había notado hasta ese momento: la fecha del matasellos no había pasado, era el 31 de febrero del 2027. ¡Era imposible que la postal se hubiera mandado en esa fecha!

Corrió a su habitación y se fijó en la fecha de las demás postales y vio que también era imposible que se hubieran mandado en ese día: las dos marcaban 32 de enero del 2027.

¡Eran claves! Ahora sólo faltaba descifrarlas... Joy se sentó a la manera india sobre la cama con las tres postales frente a ella y puso su cerebro en marcha.

Estaba claro que Evy habría usado una clave que nadie más que Joy o Sirius podrían haber descifrado. Dado que los mensajeros buscaron a la morena, la clave debía de ser fácil para ella... Y de repente, le vino a la memoria una de las conversaciones secretas que mantenían desde que Joy le mostró su tatuaje a la Onza...

- Las salas de espejos están casi por todo el mundo. Con ellas es fácil transportarse. Nosotros las marcamos con combinaciones de números que parecen fechas imposibles... –le explicó Evy.

- ¿Podías darme una lista? –la onza arrugó la frente. Por motivos de seguridad, no era lo más conveniente, pero al final terminó cediendo.

Joy volvió a mirar las postales: "Me gustaría que estuvieras aquí" era algo más que una frase trillada, quería decir que le gustaría que estuviera en la sala de espejos que mencionaba en la postal. La morena sacó el pergamino (guardado en un tubo vacío de pintalabios de Dior) y buscó las puertas correspondientes: la de las dos primeras postales eran la de la isla Ischia, cerca de Sorrento, la segunda estaba en las islas Kerkena, frente a la costa de Túnez.

Eso quería decir que Evy debía estar cerca de la segunda sala, tal vez esperando a Joy, pero ella sufría ciertas dificultades que la impedían irse allí ahora mismo tal y como deseaba: sólo había tres salas en la isla de Gran Bretaña. Una estaba en Hogwarts (por poco tiempo, después de que el demente chivato de Voldemort le hablara de ella a James) otra en Stonehenge (poco recomendable por estar siempre llena de turistas) y la tercera en Punta Lizard. Mm, tendría que sugerirles a Jesse y Sirius una excursión por la zona...

O tal vez a Sirius no, decidió al mirar por la ventana y encontrarle hablando con Giselle a la luz de la luna creciente.

- ¡Grap!. ¡Lorito guapo, lorito listo, tiene hambre! –le reclamó el supuesto emisario de su amiga desde la cocina.

- Voy –lanzó una última mirada asesina a la "pareja" y se fue a atender al engreído loro.

&·&·&

- ¿Me vas a contar de una vez lo que te pasa? –la bronca que Will tenía preparada murió en sus labios al ver a su hermana llorando. La abrazó tratando de confortarla–. ¿Qué ocurre¿Es por Evy?

- No. Es por esto –Jack sacó un pergamino de uno de sus cajones con el sello de San Mungo y se lo tendió a su hermano.

Will uso la varita para abrirlo ya que no quería dejar de abrazar a su hermana. De entre toda la verborrea médica al joven Sparrow sólo tres conceptos le resultaron comprensibles: empeoramiento fatal, licuación pulmonar, sólo tres meses de vida.

- Pero no estoy mal por irme a morir –aclaró Jack, mientras se sonaba los mocos con el pañuelo que acababa de conseguirse–. Estoy mal porque Remus se va a Alemania y para cuando regresé yo habré muerto y no podré verle nunca más... ¡Y eso me pone muy triste! Soy patética...

- Pues vete con él –la joven miró a su hermano sorprendida–. No me mires como si hubiera dicho una tontería: nada te retiene aquí. ¿Para qué vas a quedarte?.¿Para terminar unos estudios que no te importan en realidad?.¿Para aguantar a unos padres que jamás hicieron nada por ti?

- ¿Para ayudar a mi hermano a librarse de su compromiso con una arpía calientabraguetas? –sugirió Jack.

- Para eso me ayudarán Jesse y Joy –Will descartó ese pequeño estorbo con un gesto de su mano–. Si te quedas, terminarás tus días en una camilla de hospital; si te vas con Remus, lo más probable es que te mate un Quintaped.

La idea de morir en combate le resultó sumamente seductora a Jack, no en vano, era una miembro de la suicida casa de los leones. Pero seguía habiendo un pequeño problema:

- Su tren ya habrá salido.

- Puedo hacerte un trasladador para que le alcances en Calais.

- ¿Me ayudas a hacer el equipaje?

- Desde luego –accedió Will con su sonrisa más alegre.

&·&·&

Si algo le preocupaba a Remus mientras su tren mágico cruzaba volando el Canal de la Mancha hacia Calais, no era por qué ese tren volaba mientras que el expreso de Hogwarts no. O la perspectiva de enfrentarse a veinte bestias asesinas. No, lo que le preocupaba era lo fácil que le había resultado despedirse de sus amigos, familia y novia... Se decía que era porque los volvería a ver en breve, pero temía que no era del todo cierto. Y no es que no los echara de menos... Era una sensación de lo más confusa.

Cuando el tren llegó a Calais, el maquinista anunció una parada de media hora para que bajaran y subieran pasajeros. Remus decidió que si se bajaba, seguramente le dejarían allí tirado, después de todo, al subir ya le habían mirado como si llevara un "licántropo peligroso" tatuado en plena frente, así que sacó un libro que le regaló Dumbledore con todo lo que se sabía de los Quintapeds.

- ¿Esta libre este asiento? –le interrumpió una voz femenina, sorprendentemente familiar.

- Sí... ¿Jack? –cuando alzó la vista y se encontró a la joven Sparrow ante él, vestida con unos vaqueros ajustadísimos y una camiseta de rayas de presidiario con escote hasta el ombligo (vamos, con su estilo de siempre) pensó que estaba alucinando.

- Pues sí. ¡Qué casualidad que nos hayamos encontrado! –la joven colocó su mochila debajo de su asiento y sonrió al licántropo.

- Más bien creo que me has seguido –matizó Remus.

- Pues crees bien.

- Vuelve a casa, por favor. Tus padres estarán preocupados...

- Sabes que no.

- Tu hermano sí lo estará.

- Él me ha sugerido que viniera contigo.

- Tus médicos...

- Han dicho que ya no pueden hacer nada por mí.

Remus guardó silencio unos segundos, golpeado por la información pero sin dejar de buscar una línea de ataque que obligara a Jack a regresar al lugar donde estaría a salvo. Pero antes de que eso pasara, ella atacó.

- Mira, cariño, sé que lo haces por lo que tú consideras mi bien, para mantenerme a salvo y tal, pero a mí eso me da igual. Si me mandas a casa yo te encontraré nuevamente. Así que la única cuestión aquí es si tendré que seguirte o dejarás que te acompañe...

- Jack –suspiró el licántropo, ya derrotado.

- Remus –replicó ella con victoriosa burla.

- ¿Y qué voy a hacer contigo? –Remus miró por la ventana, como si los árboles que se deslizaban rápidamente por ella pudieran darle una respuesta.

- A mí se me ocurren muchas cosas –al mirarla, Jack mostraba su expresión de diablilla angelical–. Para empezar, cuéntame cosas de los Quintapeds, así podré ayudarte con ellos.

- ¡Ni hablar! Tú te quedaras a salvo en el hotel...

- Remus –suplicó ella.

- No. Es mi última palabra...

Jack se encogió de hombros, dejándolo así por el momento. Después de todo, aún tenían que cruzar Francia, Suiza y parte de Alemania y ese tren era lento de narices... Tenía tiempo para convencerlo.

FIN.

Y se acabó. Ya sé que el final no es muy impactante (me lo han dicho) pero he preferido dejaros con un montón de pequeñas dudas que terminar con una duda enorme que se lo trague todo y que no os dejara ver las miguitas de pan que hay a lo largo del capítulo.

Por ejemplo, por ejemplo. Giselle será la próxima en casarse,. ¿pero con quién?. ¿Y que estaría hablando con Sirius?. ¿Cuánto tiempo podrá Will ocultarle a Bell que su hermana está con Remus en Alemania?. ¿Cómo se lo tomara la rubia cuando se entere?. ¿Aprovechará Prewett la ausencia de cierto lobito para volver a la carga?. ¿Estará Evy realmente viva o la carta era una trampa para Joy?. ¿Encontrará al fin Joy un hueco para irse a Punta Lizard y reencontrarse con ella?. ¿Recuperara Lily alguna vez el Cetro?. ¿Qué tal llevarán ella y James su matrimonio a distancia?. ¿Qué habló Ethan con Sirius?. ¿Conquistará Isis finalmente a David? Y me sé que me dejo unas cuantas...

Muchísimas gracias a todos, especialmente a Anvy, Alonning y Leti que me han apoyado un montón en este asco de 2006 y a mi beta, Ginny84, (por lo que le debe doler la cabeza cuando la toca corregir uno de mis capis, aunque no lo diga) y a todos y cada uno de mis fieles dejadores de RR.

Por ahora eso es todo, corazones de verano. Ha sido un gustazo leer y contestar vuestros RR y espero seguir disfrutándolos en la tercera parte. La sacaré en septiembre, seguramente a mediados. Hasta entonces, disfrutar el verano, cuidado con las medusas, no os olvidéis de reír y muchos besos de algo bien fresquito.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse. Creadora del amor platónico de Samael Bene Elohim. Alumna de la Casa de Ravenclaw en HA. Autora de la versión de Sirius favorita de Elarhy.