Bueno, bueno, no puedo creerlo! No sólo conseguí acabar El Blanco Invierno sino que ahora encima estoy haciendo la secuela! Y por supuesto, como no podía ser de otra manera, esta secuela se llama "Primavera" (Haru en japonés...vais atando cabos con el apellido de Sakura:P). Y sí, vuelvo a reiterar que desde luego, lo mío no es la originalidad titulando X D.

Pese a que los cinco capítulos que tendrá esta secuela nacen de El Blanco Invierno, no es indispensable haberlo leído para entenderlo. De hecho,este primer capítulo arranca con la víspera de la boda de Neji con Sakura, así que sólo sabiendo esto ya se puede leer tranquilamente lo que vendrá después: vida en familia, niños, etc. Esta secuela está dedicada a la faceta de Neji y Sakura como cónyuges, a su vida familiar, y a los cambios. Naruto y Hinata se han casado, y tienen un niño; Ino y Shikamaru también están casados y tienen otro, cuyo nombre es Ishida y ya veréis que juega un papel importante...:P

Y sobre todo, ya sabéis...tanto si os gusta como si os da ganas de vomitar, comunicádmelo en un review¿Por qué? Venga, todos a coro: PORQUE UN FANFIC CON REVIEWS ES UN FANFIC FELIZ!

Y ahora...arriba el telón.


El aire era cálido; demasiado para una noche de primavera. Los grillos cantaban con un entusiasmo estival y en el cielo oscuro, sólo clareado por una luna en cuarto creciente, brillaban las estrellas, como perlas derramadas y distantes. La floración del cerezo estaba en su apogeo: el aroma de las flores era embriagador y Sakura sentía que sus pies se hundían en el mullido tapiz de pétalos que cubría el pavimento.

Eran ya las dos de la madrugada. Todo Konoha dormía plácidamente, reservando sus energías para el gran evento del día siguiente: los esponsales del patriarca Hyuuga con Haruno Sakura. Habían venido invitados de todas partes: señores feudales y sus correspondientes séquitos; también el nuevo Kazekage, Gaara, y sus hermanos, en representación de la Arena y por supuesto, Jiraiya, Tsunade y todos los ninjas venerables de la aldea. Más de 400 invitados. Era comprensible que Sakura no pudiese conciliar el sueño.

Ya habían pasado dos años desde que Neji se presentara en su casa aquella aciaga mañana para pedirla en matrimonio. El recuerdo era tan vívido que aún la hacía sonrojarse revivir lo furiosa que estaba cuando le tiró sin querer el pijama a la cara a su futuro marido; y el punzante dolor que había sentido- y seguía sintiendo- cuando se marchaba a una misión con los Anbu. Pese a que su condición de patriarca de la familia le exigía una dedicación casi absoluta, Neji siempre había dejado muy claro que él no era un diplomático, como lo fue su tío Hiashi. Su casta era la de un guerrero; y como descendiente de tan largo y honorable linaje, Neji pensaba honrarlo cada vez que empuñara la espada. Por ello, aceptaba todas las misiones Anbu, siempre que no surgiera una urgencia familiar que se lo impidiera.

Sakura se apoyó contra la pared iluminada por la luna y cerró los ojos.

Dos años. Dos años desde que empezó todo, en la crudeza del invierno, rompiendo el hielo en torno al corazón de Neji. Dos años, y sin embargo, aún ahora le parecía estar soñando. Ya tenía veinte años, y él veintiuno. ¿Tanto habían cambiado? Neji había seguido entrenándola, y con la ayuda de Kakashi, había acabado cumpliendo lo que Naruto y Sasuke habían logrado mucho antes: ser jounin.

La luna se cubrió por una nube pasajera, sumiendo la villa en una azulada penumbra.

Sasuke.

Como si él pudiera oírla desde el más allá, el viento acarició las hojas de los árboles, arrancándoles un misterioso susurro.

Uchiha Sasuke, el amor de su vida hasta que supo lo que era realmente el amor. Neji había revolucionado todo cuanto ella conocía hasta aquel momento. Todo lo que creía sentir por Sasuke se había mostrado tan infantil y liviano como un castillo de naipes; se había venido abajo cuando el Hyuuga entró en su vida. Y ahora nunca saldría de ella.

Sakura sonrió ligeramente al recordar la tarde del día en que Neji se presentó para pedir su mano. La había llevado a su casa y había convocado una reunión familiar que pronto se antojó una mera formalidad; por las expresiones sonrientes y tranquilas, Sakura supo que ya hacía bastante que conocían las intenciones de su patriarca con ella. Incluso Shikaro, que seguía con la misma cara de palo, sólo había arqueado una ceja ante la noticia. Sakura no había podido evitar pensar que el viejo criado se arrepentiría toda la vida del día en que le abrió la puerta a la casa por primera vez.

Hinata había sido la única en mostrar su alegría sin reservas: las lágrimas de felicidad habían inundado sus suaves pupilas, y se había lanzado a abrazarla, felicitándola efusivamente por el enlace.

Bien está lo que bien acaba, sonrió. En ese preciso momento, en la dulce quietud de la noche, Hinata y su esposo Naruto, debían dormir junto al niño que habían tenido el año pasado.

"Ahora es tu turno" le había dicho Naruto, dándole un codazo amistoso.

Y efectivamente lo era. Habían pasado dos años. Y ahora, en pocas horas, dejaría de ser la pequeña Sakura Haruno que trataba de disimular la amplitud de su frente y corría tras el heredero Uchiha por la villa. En menos de doce horas, sería Hyuuga Sakura. Esposa del sucesor y futura madre del heredero de la dinastía más antigua de Konoha.

Estaba nerviosa, aunque tenía la certeza de que saldría bien. Siempre sale bien, le había dicho su propia madre. El hermoso kimono blanco ya estaba en su armario, colgado en la percha como una cascada de nieve aguardando el deshielo.Era el mismo kimono que llevaba cuando Neji la besó por primera vez dos años atrás, en el cumpleaños de Hinata, y había sido el primer regalo que le había hecho al prometerse.

Con cuidado, se llevó la mano a la nuca y se soltó la horquilla que mantenía su larga melena rosada recogida en un moño. Había querido cortárselo, pero Neji se lo había prohibido terminantemente. Adoraba acariciárselo, casi tanto como a ella hundir los dedos en su melena de ébano.

"Si tú no te lo cortas yo tampoco lo haré" le había ofrecido. Neji había arqueado una ceja y le había contestado que antes prefería morir que vivir con el pelo corto. Una pequeña gran vanidad de alguien poco inclinado a admitir alguna.

Sakura se masajeó el cuero cabelludo e inclinó el rostro hacia atrás, dejando que la luna la iluminara. Aquello era paz; la beatífica y dulce paz de su niñez. De repente, la asaltó el nostálgico deseo de volver al jardín de la Academia, donde tantas veces había cuchicheado con Ino acerca de los chicos. Sin pensárselo dos veces, puso rumbo tranquilamente por las calles desiertas hacia su antigua escuela. Caminaba despacio, dejando que su cuerpo se balanceara lánguidamente con cada paso, sabiéndose dueña y señora de la villa dormida.

El jardín de la Academia apareció, a la luz de la luna, algo cambiado. Habían arreglado por fin aquella horrible valla en la que se enganchaba la ropa, y ahora en vez de peonías crecían hermosos lirios junto a las ventanas. En resto estaba igual. El viejo columpio seguía allí; el columpio donde solía sentarse Naruto. Movida por una irresistible ternura, Sakura se sentó en él y comenzó a mecerse suavemente, dejando que fluyeran los recuerdos. Pronto, sus pies dejaron de tocar el suelo y sintió el viento cargado de flores agitar su ropa y su cabello mientras se columpiaba enérgicamente, como si pudiera catapultarse hacia las estrellas. En la primaveral claridad de la noche, lo único que se oía era el canto de los grillos y el áspero roce de la cuerda sobre el árbol.

Sin embargo, el crujido de una rama allí abajo, en tierra firme, hizo que abriera los ojos, devolviéndola abruptamente a la realidad.

Allí, cubierta por la sombra del matorral, había una figura. Sakura frunció el ceño, extrañada, y dejó de imprimir movimiento al columpio. Poco a poco, éste comenzó a descender, hasta que sus pies tocaron tierra nuevamente. Procurando no hacer movimientos bruscos, Sakura se llevó la mano cuidadosamente al portakunais. La figura no se movía; estaba estática, como observándola.

"Quién eres?" preguntó, procurando sonar tranquila.

Alguien extrañado por oír un columpio cuando todos los niños están o deberían estar durmiendo- repuso una voz conocida. Su dueño dio un paso hacia ella y Sakura sonrió al reconocer bajo la luz de la luna las plácidas facciones enmascaradas de su antiguo maestro.

"Kakashi-sensei" susurró ella con dulzura.

"Ya no, Sakura- sonrió él. Hundió las manos en los bolsillos, como si fuera lo más natural del mundo encontrarla allí a las dos de la mañana- Ya somos compañeros e iguales. Ya no necesitas seguir llamándome así."

"No podría acostumbrarme a llamarte de otra forma- suspiró ella, sentándose en el columpio- Son demasiados años juntos. No podría cambiar ahora."

"Es muy fácil. Sólo Kakashi. Considéralo tu último entrenamiento" dijo él, apoyándose ligeramente contra el tronco del árbol, junto a ella.

"Kakashi. Kakashi. Kakashi-sensei.- Sakura se echó a reír y meneó la cabeza- No puedo. Es como si faltara algo; como si no fueras tú."

Kakashi se rió suavemente y la miró. La luz azulada de la luna incidía sobre su pálido rostro, confiriéndole un aire casi etéreo. Su cabello, tan largo ahora, se mecía suavemente con la brisa nocturna. Aquella hermosa melena, que tanto le había costado dejarse crecer, y que no dudó en cortarse de un tajo para salvar a sus compañeros en la prueba del bosque del examen de chuunin. A sus ojos, aquellas eran las reminiscencias de la niña de doce años que conociera hace tanto tiempo. Sin embargo, ella era ahora una mujer de veinte años, perfectamente capaz de afrontar los retos de la vida. Observó la delicadeza de sus pies arqueados contra el suelo, frenando el columpio, y el brillo límpido y sereno de su mirada. Recordó entonces los comentarios de Genma alabando la belleza de su ex alumna y para sus adentros, Kakashi tuvo que admitir que su amigo tenía razón. Sakura no era una beldad explosiva como Ino o Anko, ni tampoco tenía la delicadeza de Hinata, pero definitivamente tenía algo diferente. Podía ser aquel encantador punto de candor de su mirada, o quizá la inconsciente sensualidad que exudaban sus gestos. Por primera vez en todos aquellos años, Kakashi se preguntó cúando se había obrado aquella transformación en su alumna; cúando había pasado de ser una crisálida acomplejada a una fascinante mariposa. Aquella era la primera vez que sus ojos la estudiaban como hombre y no como maestro. Sí, podía entender que el Hyuuga hubiera perdido la cabeza por ella.

"Qué haces tan tarde en la calle?" preguntó.

"Me caso mañana" informó ella, como si aquello lo explicara todo.

Kakashi asintió.

"Lo sé, me lo comunicó Genma hace un mes. Me pidió que te dijera que tu matrimonio le hace muy desgraciado y que a partir de ahora beberá para olvidar" dijo, sin poder contener la comicidad de su tono.

"Y tú?" preguntó ella, volviéndose para mirarle.

"Bueno, sólo bebo en mi cumpleaños, porque hacerse viejo sí que es algo que querría olvidar" bromeó él.

Sakura sonrió.

"Me refería a qué haces aquí tú"

"Vivo cerca- respondió Kakashi, haciendo un gesto vago con la mano- Acabo de volver de la última misión e iba camino a casa cuando oí el columpio y entré a ver qué ocurría- la miró con falsa severidad- Supongo que sabes que no es muy corriente venir a estas horas aquí."

Sakura se sonrojó y detuvo el balanceo en seco.

"No-admitió, frotándose el brazo- Supongo que no. Es sólo que…necesitaba venir aquí. No conseguía conciliar el sueño. Mañana será un día muy importante y estoy bastante nerviosa. Además…- hizo una pausa y señaló a su alrededor lánguidamente-el tiempo pasa muy rápido y parece que vaya a engullir también todo esto. Pensé que si venía aquí podría detener ese proceso. Volver por un momento a los días de la Academia- sonrió, pero su tono se volvió triste- Parece que fue ayer cuando intentábamos quitarte las campanitas…y sin embargo ahora Naruto está casado, yo estoy a punto de estarlo, y…Sasuke ya no está."

Kakashi asintió, conmovido. Quizá era la dulzura de su voz, o el embriagador aroma de las flores lo que le había contagiado aquella profunda nostalgia. Se acuclilló en el césped frente a ella y la contempló sin verla.

"Han sucedido muchas cosas, sí" concedió, intentando no detenerse demasiado en ello. La muerte de Sasuke era una herida que nunca cerraría. Kakashi sentía su muerte como su fracaso en rescatar a una persona del abismo de la venganza, un abismo que él conocía bien.

"No fue tu culpa, sensei- musitó Sakura, adivinando sus pensamientos- Hiciste por él todo cuanto pudiste. Sé que crees que hubieras podido evitarlo, pero no es posible. No todo el mundo es como tú. Sasuke no quería alternativas. Murió de la manera que él quiso"

Kakashi se miró las manos en la penumbra, incapaz de mirarla.

"Lo sé- se aclaró la garganta y se esforzó por sonreír- Bueno, me alegro de haber llegado a tiempo para felicitar a la novia .Creí que no llegaría hasta pasado mañana"

Sakura sonrió.

"Me hace muy feliz que hayas llegado a tiempo"

"Por una vez en la vida" convino él, sonriente.

Se hizo un cómodo silencio entre los dos. Se conocían desde hacía ocho años y habían pasado por infinidad de situaciones juntos. Sakura admiraba profundamente a Kakashi y todo lo que representaba. Que él estuviera allí con ella, en la suave noche de la víspera de su boda, era muy especial. Incluso Sasuke parecía estar allí presente, de alguna manera, dándole el visto bueno a su decisión.

"Por cierto- rompió el silencio él. Se rascó la cabeza- ¿Qué quieres que te regale? Sé que es triste preguntártelo, pero nunca se me han dado bien estas cosas."

Sakura sonrió, divertida.

"No sé. Qué me ofreces?"

Kakashi se acarició la barbilla enmascarada y fingió contar con los dedos.

"Veamos…un volumen del Icha Icha?- sonrió al oír que se reía- Está bien. Supongo que a estas alturas no te enseñaría nada que no supieras ya. Hum…"

"Antes de que me ofrezcas un kit de kunais- interrumpió ella- Creo que ya sé qué quiero que me regales"

Kakashi arqueó una ceja con curiosidad.

"Sí? No te ofreceré los kunais dos veces. Yo que tú me lo pensaría" advirtió con sorna.

Sakura se inclinó hacia él, con la sonrisa del gato que ha atrapado a un ratón.

"Tu rostro- dijo, y su sonrisa se ensanchó- Quiero verlo. Ése es mi regalo"

Kakashi la miró sorprendido. De entre todas las cosas del mundo, ésa era la última que habría esperado que le pidiera.

"Estás segura de que eso es lo que quieres?-musitó- No quisiera sonar grosero, pero hay muchas otras cosas más interesantes que mi cara"

Sakura negó con la cabeza apasionadamente. Los ojos le ardían por la emoción.

"Nunca te harás una idea de las horas que Naruto, Sasuke y yo invertimos en tretas y artimañas para quitarte la máscara. De hecho, pondría la mano en el fuego de que aún a día de hoy, Naruto sería capaz de renunciar a un año de ramen por verte la cara- puso su mano sobre la suya y la apretó ligeramente- Por favor."

Kakashi no pudo evitar sonreír desconcertado. Era extraño. Allí, en el jardín de la Academia, iba a enseñarle la cara a su ex alumna como regalo de bodas.

Que me aspen si esto no es absolutamente surreal.

"Está bien-suspiró- Pero te advierto que el resultado no estará a la altura de la expectativa creada, ni muchísimo menos" dijo, alzando la mano hacia la tela de la máscara.

"No importa- susurró ella, casi conteniendo el aliento- Llevo años esperando esto"

Lentamente, casi como si dudara, la mano derecha de Kakashi tiró del borde de la máscara hacia abajo, sin prisa por descubrir las facciones ocultas. Los ojos de Sakura se agrandaron por la emoción y su corazón se disparó al distinguir aquella piel clandestina que estaba siendo revelada ante sus ojos; aquella nariz recta y bien formada; aquellos pómulos, aquella boca seria que ahora sonreía con cierta timidez. La máscara se deslizó por la barbilla y se detuvo en el cuello.

Sakura no podía pronunciar palabra.

Era aquel realmente su viejo maestro?

"Me..me permites?" musitó ella, alargando las manos hacia la bandana que aún cubría su sharingan.

Kakashi asintió. Le sorprendía ver aquella fascinación en el rostro de Sakura. Sentía sus ojos recorrer sus facciones una y otra vez, como tratando de encajar la parte de arriba con la parte de abajo que nunca había visto. Sus suaves manos se deslizaron por sus sienes y hallaron el nudo de la bandana. Sin demasiado esfuerzo, lo deshizo y retiró el protector lentamente, haciéndose atrás para mirarle de una sola vez, sin máscara, sin bandana; sólo su mirada y el rostro que acababa de descubrir.

Su boca se movió, sin saber muy bien qué decir. El rubor había acudido a las mejillas al ver que su maestro parecía diez años más joven de lo que era en realidad; y sorprendentemente atractivo. El cabello plateado le caía en mechones desordenados sobre la nuca y sobre aquellos ojos que bajo el arco perfecto de unas cejas finas ahora la observaban como si quemaran; el negro de su ojo izquierdo y el rubí de su derecho, surcado por la cicatriz. La línea de la mandíbula era recta, ligeramente angulosa, y en ese preciso momento, se suavizó en una sonrisa que ahuecó un pequeño hoyuelo.

"Vaya, éste hubiera sido un buen truco para haceros callar" bromeó, incómodo..

Sakura apartó la vista, avergonzada, como si acabara de despertarse de un letargo inadvertido.

"Por qué la llevas, sensei? No la necesitas" murmuró. La sangre se agolpaba furiosamente en sus mejillas al constatar lo densa que se había vuelto la atmósfera de repente.

"Me reservo la respuesta como regalo para tus bodas de plata- respondió él, con una ligera sonrisa. Se sentía ligeramente aturdido; como si su cuerpo tuviera vida propia y en cualquier momento pudiera tener un capricho peligroso. Consciente de que allí estaba sucediendo algo que nunca había ocurrido antes, se puso en pie y se sacudió los pantalones ligeramente.- Es tarde, Sakura. Deberías marcharte a casa. No creo que quieras tener ojeras el día de tu boda" sonrió, en tono casual.

Sakura asintió con la cabeza y se levantó del columpio.

"Tienes razón. Mañana nos veremos"

"Que descanses" deseó él con gentileza, antes de darse media vuelta.

"Kakashi" le llamó, tras un breve segundo de duda.

Sorprendido por la ausencia del "sensei" junto a su nombre, Kakashi se volvió, con la máscara a medio subir, y la miró, expectante.

"Si?"

Sakura se acercó lentamente con pasitos vacilantes, hasta que estuvo muy cerca de él. Su expresión era extraña; sus ojos estaban cubiertos por una pátina húmeda y traslúcida, como si fuera a echarse a llorar, que los hacía relucir a la luz de la luna, y su rostro acusaba un nerviosismo inexplicable. Kakashi se sorprendió conteniendo ligeramente la respiración ante su proximidad. Olía bien, como a canela. Quizá siempre había sido así, pero nunca había sido consciente de ello. Tragó saliva despacio.

"Gracias, Kakashi" murmuró entonces ella, y se puso de puntillas para besarle en la mejilla.

Kakashi cerró brevemente los ojos al sentir sus suaves labios contra aquella piel tan sensible, tan poco acostumbrada a las caricias.

"De nada- correspondió, y se subió la máscara, volviendo a ser el Kakashi de siempre, en su rol de eterno sensei- Hasta mañana, Sakura"

Sakura sonrió y le siguió con la mirada hasta que se perdió de vista.

El corazón le latía fuertemente.

Hasta mañana, Kakashi. Gracias…