Disclaimer: los personajes de Card Captor Sakura no me pertenecen a mí, sino a un maravilloso cuarteto de mujeres llamado CLAMP


Epílogo

Enfocó el blanco sin prestarle atención a la mira. Pese a que ya se había acostumbrado a lidiar con la mayoría de los aditamentos que le parecían tan innecesarios, no estaba dispuesto a confiar su puntería a la ridícula marca de precisión que todos en el equipo insistían en usar. Liberó la flecha y no se sorprendió de dar en el centro; sería una vergüenza para alguien como él si fuera de otra manera. Sin embargo no todos opinaban igual.

—Sigo sin entender cómo diablos le haces. ¡Ni siquiera el maestro tiene tu récord! —exclamó el joven que se acomodaba a su lado para preparar su tiro. Otro llegó silbando hasta ellos.

—Ni siquiera lo intentes Wei, simples mortales como nosotros nunca lo sabremos, o todos seríamos campeones nacionales como Yue —bromeó el recién llegado y ambos siguieron diciendo cosas que para él carecían de sentido, así que volvió a alzar su arco y se disponía a preparar otra flecha cuando sintió su llegada.

—Llegas tarde otra vez —masculló mirándolo de reojo. El adolescente sonrió a modo de disculpa y se apresuró a colocar su carcaj cerca de él.

—¡Lo siento! Tenía dudas sobre la tarea de hoy y Sora me estaba explicando cómo hacerla, pero se nos fue un poco el tiempo —tenía las mejillas acaloradas y un poco de sudor corría de sus cabellos castaños, evidenciando la carrera que había tenido que hacer desde la escuela hasta el club de tiro con arco en donde ambos estaban enlistados. Fue así como se habían conocido cinco años atrás; antes de que Qiang Bao ingresara a la misma escuela que él, en donde el menor cursaba actualmente el noveno grado, dos niveles por debajo de él; y mucho antes de que el adolescente descubriera su destino como Card Captor.

—Tienes el arco demasiado bajo —le indicó al verlo fallar su segunda flecha—. Te he dicho que no debes confiar en la mira o perderás tiempo calibrándola... —se interrumpió al notar que el otro no le escuchaba—. Hay algo que te preocupa.

Los ojos rojos de Qiang Bao no podían engañarlo cuando se volvieron hacia él. Aunque intentaba mantener su muy característico sentido del humor, ese minúsculo ceño lo decía todo sin palabras: en su cabeza había algo más importante que los deberes escolares

—Sora dijo algo extraño cuando nos despedimos, pero se fue tan rápido que no me dio tiempo de preguntarle a qué se refería —jugueteó nerviosamente con una de sus flechas antes de mirarlo nuevamente—. Dijo que hoy el ciclo finalmente se cerraría.

Quizá Qiang Bao no sabía a qué se habría referido el japonés, pero Yue no necesitaba más pistas para saber de qué se trataba, pues ya la mayoría de las cartas habían sido transformadas por su nuevo dueño y la transacción debía ser completada. Además, ese misterioso chico siempre parecía estar un paso delante de ellos y su magia era demasiado fuerte y desarrollada para tratarse de una simple casualidad. Por eso, por más que se negara a revelar dato alguno sobre su pasado, al Guardián no le quedaba duda de que debía ser un descendiente de Eriol y Tomoyo. Y si bien eso no explicaba cómo era que él sabía cuándo ocurrirían las cosas, Yue sospechaba que no podía ser una mera corazonada.

—¿Yue? —se dio cuenta que su dueño llevaba un par de veces llamándole—. ¿Qué ocurre? ¿Tienes idea de a qué se refería Sora? Si crees que es importante puedo llamarlo —Qiang Bao dio muestras de querer hacerlo en ese momento, pero Yue lo detuvo con un gesto.

—No es necesario. Termina tu práctica primero y después te acompañaré a casa. ¿Por qué no vino Kerberos contigo hoy?

—¡Ah, eso! —el chico dejó escapar una risa nerviosa y fingió preparar una flecha para desviar la mirada—. Bueno, anoche jugamos un poco, así que…

—Jugaron hasta la madrugada y él no quiso despertarse temprano para acompañarte a la escuela —adivinó Yue conociendo al otro Guardián y a su actual amo. El otro se rindió y aceptó su culpa en ello, aunque se sorprendió de no escuchar queja alguna por parte del Juez sobre su irresponsabilidad y la de Kerberos, pues más ocupado estaba éste en pensar en lo que se avecinaba, y en una discusión más importante que tenía pendiente con otra persona desde hacía mucho tiempo.

El resto de la práctica en el club pasó sin mayor dificultad, por lo que el joven se sorprendió cuando al terminar Yue se ofreció a acompañarlo de regreso a casa. No era raro que caminaran juntos a la estación después de cada entrenamiento, pero había algo diferente en el Juez esta vez, pues éste había insistido en llevarlo hasta su casa pese a vivir a dos estaciones de distancia. El repentino cambio en el Guardián muy probablemente tenía que ver con lo que le había dicho más temprano su amigo japonés, y fue precisamente en el camino a casa que sus sospechas se convirtieron en realidad: un ambiente enrarecido comenzó a consumir a la ciudad cuando bajaban del tren y no tardaron en notar que la estación estaba absolutamente vacía y nadie descendía del vagón en donde acababan de viajar.

—Algo extraño está ocurriendo aquí —Qiang Bao no lo pensó dos veces antes de invocar a su espada cuando una negra neblina se cernió sobre ellos. En un abrir y cerrar de ojos Yue abandonó su apariencia humana y se puso en guardia. Los latidos de su corazón le zumbaban en las orejas, aturdiéndolo. En la gran sala de la estación únicamente su respiración y la del Card Captor se podían escuchar. Pero esa presencia…

—¡Está afuera! —Yue agitó sus alas impaciente por alcanzar el exterior del edificio, consumiéndose entre un torbellino de emociones. Pero tanta anticipación no lo preparó para encontrarse frente a frente con la joven que le esperaba pacientemente de pie en la plazoleta de la estación. Su silueta delgada parecía extremadamente pequeña al dibujarse contra el enorme edificio de oficinas que tenía a sus espaldas, con su sencillo vestido verde contrastando con el marco gris de la ciudad como una hoja perdida. Su mirada tembló y se dio cuenta que la de ella también, y por un segundo en el que hubiera podido mandar todo lo demás al infierno la vio sonreír, pero al instante siguiente ese segundo se había perdido para siempre y Qiang Bao llegaba a su lado. Ella finalmente habló; su voz, al igual que su apariencia, no había cambiado de la que tenía en su vida anterior.

—Buenas noches, Li Qiang Bao. Soy Sakurada Haruko, he estado esperando mucho tiempo para conocerte y me alegra ver que has tratado muy bien a las cartas y sus Guardianes.

—¿Quién eres tú? —preguntó el chico nervioso y entonces se dio cuenta que Haruko se había presentado ya—, perdón… ¿Qué es lo que quieres?

Haruko no pudo evitar reír. Le agradaba aquel chico atolondrado pero carismático y sabía que las criaturas no podrían quedar en mejores manos, y precisamente por eso tenían que pasar por ese proceso.

—Es muy sencillo. Ya que prácticamente has terminado de transformar las Cartas Sakura en tuyas, me gustaría hacer una pequeña prueba para saber si en verdad eres lo suficientemente fuerte para manejarlas, así que he venido a retarte. De manera que, si quieres quedarte con ellas, tendrás que vencerme esta noche.

—¿Por qué quieres retarme? —insistió él, pero no fue Haruko quien le respondió.

—Porque de la fuerza del amo depende la supervivencia de las cartas y sus Guardianes —la silueta que apareció al lado de Haruko dejó a Yue petrificado—. Buenas noches, Yue-kun, pareces sorprendido de verme —le dirigió una sonrisa guasona, pero Yue pudo ver dagas en sus ojos. ¿Qué estaba haciendo Ankoku con la rencarnación de Sakura ahí? ¿Era él su nuevo guardián? Se negaba rotundamente a creerlo. No podía ser otra cosa que una mentira, por más que la razón le dijera que era tan cierto como lo que veían sus ojos. Pero ni siquiera podía interpretar la emoción que aquella bofetada de la realidad le provocaba. ¿Se sentía traicionado, furioso o desilusionado? Había sentido una vez el dolor de saberse cambiado al ver a los nuevos guardianes de Eriol, pero esta situación era completamente diferente… en todos los sentidos.

Su atención se centró exclusivamente en su contraparte; ése que había existido en su interior desde el inicio y que en silencio le había jurado su odio eterno y había hecho hasta lo indecible por separarlo de Sakura. Ahora además de eso ocupaba el lugar que alguna vez le había pertenecido al lado de la castaña, pero lo peor de todo era saber que Ankoku también sentía algo por la mujer, y de esto Yue no tenía duda alguna sin importar cuánto se esforzara el otro en negarlo.

¿Habían perdurado esos sentimientos en la criatura a través del tiempo? ¿Se habían fortalecido al encontrarla nuevamente en esa época? Algo era muy claro en la sonrisa fría de Ankoku: éste sabía lo que su presencia le ocasionaba, y su expresión triunfal contenía el deleite de saber que él seguía teniendo algo que Yue no.

Mejor dicho: a alguien.

Qiang Bao notó el cambio sufrido por su guardián y no le pasó desapercibida la innegable similitud entre éste y el oscuro ser que acompañaba a Haruko. Además, la energía desprendida por ella le resultaba demasiado familiar.

—Eres Sakura, ¿Verdad? ¿Has venido a reclamarlos de vuelta a pesar de que los abandonaste?

La mirada de Haruko se entristeció al escuchar esto último y se posó en Yue pese a ser Qiang Bao quien había formulado la pregunta.

—¿Dices que los he abandonado? —entonces cerró los ojos un momento y sacudió la cabeza para dirigirse finalmente al Card Captor—. Pero no he venido a reclamar nada. Como dije, te he estado observando por mucho tiempo y sé que quieres a estos seres como yo, y además eres muy fuerte… aunque aún no lo suficiente —de pronto hizo aparecer un báculo en su mano izquierda y la sorpresa de Yue fue mayúscula al ver que el báculo no era otro que la lanza con la que Sakura había terminado a su amiga en otra vida. Pero aún más inesperado fue ver a la joven empuñar el arma y lanzarse con ella al ataque de su actual amo, quien haciendo uso de sus reflejos saltó hacia un costado, esquivando el arma y blandiendo la suya, listo para contraatacar. Haruko volvió a blandir su lanza y Yue percibió un destello que emanaba de ésta. El siguiente ataque no sería tan fácil de sortear.

—¿Qué crees que haces? —le interrumpió la voz de Ankoku cuando preparaba su arco y flecha para defender a Qiang Bao—. Esta lucha es entre ellos dos. Tú y yo tenemos otras cuentas que saldar —no bien hubo dicho esto cuando se lanzó contra Yue, quien se vio obligado a defenderse mientras miraba de reojo al chino, que trataba por todos los medios de responder a los ataques de Haruko, pero su vista fue impedida por la sonrisa de Ankoku, que apareció frente a sus ojos en un santiamén y le colocó una mano en la frente—. Concéntrate —le escuchó decir justo antes de sentir una fuerte descarga en la cabeza y verse proyectado a varios metros de él.

—¡Yue! —Qiang Bao vio con alarma el daño que había sufrido el Juez, pero tuvo que apresurarse a esquivar otro golpe de Haruko y sacando a The Float la transformó en una de sus cartas para mover al aturdido Yue, que estaba próximo a recibir un ataque más por parte de la criatura oscura. Al mismo tiempo blandía su espada para interceptar la lanza de la castaña.

—Eres un gran guerrero, como todos los Li —admiró Haruko—. Tu tatarabuela también era una chica muy fuerte. Aunque no poseyera magia nunca se dejó amedrentar para lograr sus objetivos.

—¿Entonces es cierto que conociste a la tatarabuela Meiling? —Qiang Bao la contempló con estupor—. ¿También al tío Xiao-Lang?

Un golpe inesperado le hizo retroceder, pero el chico se recuperó rápidamente y transformó a The Dash y a The Fight para incrementar la velocidad y efectividad de sus movimientos. Haruko sonrió satisfecha.

—Sólo te faltan cuatro cartas por transformar. Y, contestando a tu pregunta, fue precisamente Syaoran quien me ayudó a transformar a dos de ellas en Cartas Sakura. En realidad… —su sonrisa se volvió nostálgica—, no podría decirte la cantidad de veces en las que él me ayudó y todas las cosas que pasamos juntos.

—¿Entonces por qué haces esto? —insistió el joven y la expresión desapareció del rostro de la mujer.

—Si no consigues transformar a todas las cartas antes de la medianoche, ustedes se quedarán encerrados en esta dimensión… incluyendo a Kero —Haruko miró hacia un costado de la estación, donde vio aparecer al gran felino que llegaba hacia ellos agitando sus alas tan rápido como podía.

—¿Esta dimensión? —Qiang Bao finalmente entendió por qué no había nadie más en la estación y sus alrededores, aunque no entendía cómo le había hecho la chica para hacerlos entrar en otra dimensión sin que ellos se dieran cuenta.

—Con el paso del tiempo aprendes nuevos trucos —habló Haruko como respondiendo a sus pensamientos—, aunque hay algunos cuyo precio es tan alto que hubieras preferido jamás conocerlos —añadió acariciando su lanza y mirando con melancolía su afilada punta.

—Así que realmente eras tú Sakura —jadeó Kero colocándose a un lado del Card Captor—. ¿Has regresado para obligar a Qiang Bao a transformar sus cartas como lo hizo Clow contigo? ¡Eh, Yue! —gritó al ver al otro enfrentando a Ankoku—. ¿Qué hace ese tipo aquí?

—Parece que Yue necesita tu ayuda. Después de todo, el poder de los Guardianes depende de la fuerza de su amo, así que no creo que pueda solo contra Ankoku —Haruko miró a los dos ángeles pelear. La superioridad del Hijo de la Luna Nueva era innegable y ella sabía muy bien que la razón iba mucho más allá de lo que acababa de decir, aunque no pudiera revelarla a los otros aún. Por lo pronto, la ignorancia era mejor para ellos.

—Pero…

—Haruko tiene razón, Kerberos. Ese tipo es demasiado fuerte aún para Yue —Qiang Bao frunció el ceño y su expresión seria detuvo cualquier réplica por parte de la bestia. Aunque podía ser muy carismático y hasta torpe, el chico poseía un poder de mando difícil de contradecir cuando así se lo proponía, de manera que Kero fue con su hermano no sin antes lanzar un último vistazo a su antigua ama y al chico.

—¿Estás haciendo esto para ayudarme a cambiar las cartas? —habló él una vez se hubo alejado el león. Haruko se encogió de hombros.

—No es fácil guardar un secreto si Kero lo sabe, ¿cierto? Me pregunto cómo logró contenerse para no decirte que tu compañero de equipo en el club de tiro con arco era en realidad el Juez.

Qiang Bao sacó las cuatro cartas restantes de su bolsillo, leyó sus nombres y le sonrió a la chica como si de un reto se tratara.

The Call, The Love, The Dark y The Light. Entonces terminemos con esto de una vez —alzó las cuatro y las invocó a transformarse. Lamentablemente para él, sólo una de ellas cumplió con la tarea y regresó a sus manos frente a sus ojos atónitos. Sakura meneó la cabeza con melancolía. No necesitaba verla para saber de qué carta se trataba.

—Yue me salvó de un destino terrible con la ayuda de The Call. Y pensar que al momento de crearla lo hice con la intención de poder estar siempre cerca de él —susurró irónicamente.

—¿Por qué no puedo transformar las otras tres?

—Necesitas de la ayuda de Yue y Kero para poder transformar a The Dark y The Light. La única manera en la que puedes lograrlo es fusionándolos con tu espada —dijo señalando el arma que el chico usaba a manera de báculo—.Aunque debo advertirte que si no consigues tu objetivo ellos quedarán atrapados allí para siempre.

—¡No puedo permitir que eso pase! —gruñó Qiang Bao observando a las criaturas pelear—. Ellos no son armas, son mis amigos.

—Es por eso que Yue te aceptó durante el juicio —suspiró Haruko con una sonrisa —, aunque debió ser muy difícil para él volver a juzgar a alguien con todo lo que esto implica.

—¿Qué dices? —el chico no estaba seguro de lo que acababa de escuchar, pero ella no lo repetiría nuevamente y su expresión volvió a cambiar.

—Se acaba el tiempo. ¿Qué vas a hacer?

—Saku… Haruko tiene razón —musitó Yue tras repeler otro ataque de Ankoku—. Tenemos que unirnos dentro de tu báculo para transformar esas dos cartas. No sólo son las cartas más poderosas, sino nuestras sirvientes más fieles.

—Y será mejor que lo hagan antes de que acabe con ustedes —advirtió Ankoku. Viendo la mirada resuelta de este último a cumplir su palabra y las apremiantes expresiones de los Guardianes, Qiang Bao no lo dudó más y alzó su espada en alto para invocarlos. Sus cuerpos brillaron entonces hasta convertirse en masas de luz que se desnaturalizaron para fundirse con la espada, la cual cambió al instante, aumentando su tamaño y adquiriendo un grabado con los símbolos del sol, la luna el Ying Yang en la hoja. Sin perder más tiempo, Qiang Bao empuñó su nueva arma y con ayuda de ésta invocó a The Dark y The Light a transformarse bajo sus órdenes. Era tal el esfuerzo requerido que gruesas gotas de sudor corrieron por su frente mientras miraba de reojo a Haruko y Ankoku, preguntándose por qué éstos no le atacaban mientras estaba indefenso concentrando toda su energía en la operación.

"¿En verdad sólo están aquí para ayudarme a transformar las cartas?" se preguntó, pero al ver que no parecía funcionar hizo este pensamiento a un lado y se enfocó únicamente en las dos cartas que tenía frente a él y el poder que emanaba del mango de su espada. Podía sentir la energía de Yue y de Kerberos fluyendo a través de él y no estaba dispuesto a darse por vencido.

—Es mucho más fuerte de lo que yo… de lo que Sakura era cuando tuvo que hacer lo mismo —admitió Haruko en voz baja y Ankoku soltó un bufido.

—A diferencia de él, tú aún eras una niña y nunca habías sido entrenada en el arte de la magia.

Haruko sonrió. Ankoku había cambiado tanto que ahora incluso (a su manera) reconocía el poder que había tenido Sakura en su otra vida. Se preguntaba si él se daría cuenta de todos los cambios que había sufrido a lo largo de su convivencia con la raza humana desde el momento en que Sakura muriera hasta el instante en que Haruko y él se habían visto las caras, cuando ella apenas era una niña capaz de tener conciencia de sí misma. Desde ese instante había sabido que lo conocía de antes, y fue poco a poco y gracias a su convivencia con él que recuperó las memorias de su vida pasada. Ella nunca se lo pidió ni él se ofreció a ello. Ambos simplemente sabían que había quedado un acuerdo pendiente, y mientras tanto él había adoptado (nuevamente a su manera) el papel de Guardián en cuanto el poder de las Cartas Sakura se había liberado, cerca de un año y medio atrás. Pero no fue hasta que Yue se reveló como Juez frente al Card Captor que Ankoku pudo recordar la naturaleza del trato que había hecho un siglo atrás. El sólo hecho de que en ese momento él no le hubiera dado la espalda para marcharse a otra parte le daba a entender que el Hijo de la Luna Nueva finalmente había dejado atrás muchos de sus viejos paradigmas.

—¡Lo logré! —Qiang Bao dio un brinco triunfal en el aire con las dos cartas en sus manos, ahora de color verde oscuro, y ondeándolas con orgullo frente a Sakura rió guiñándole un ojo—. Lo hice. Ahora debes cumplir tu parte y sacarnos de aquí.

Sakura lo miró con extrañeza y Ankoku se cruzó de brazos.

—Es fuerte, pero también estúpido —dijo sin mayor reparo y el chico rechinó los dientes.

—¿Qué quieres decir? ¿Vas a faltar a tu palabra? ¡No me digas que todo esto no era más que un…!

—Transformaste a las cartas más poderosas, pero aún falta una —Haruko señaló hacia la única carta rosa que quedaba en medio del mazo verde.

—¿Eh? —dudoso, Qiang Bao tomó la carta y sólo al ver el nombre recordó de cuál se trataba.

The Love es una carta muy especial, y por eso mismo no podrás cambiarla con el mismo método que usaste para cambiar a las demás.

—¿Qué quieres decir? —el adolescente parpadeaba intentando encontrar una solución. Sabía que el tiempo se estaba acabando para él y sus amigos. Si no resolvía ese enigma, todo podía terminar muy mal.

—A diferencia de las demás, The Love no fue creada con magia. Ni siquiera fue invocada por su maestro, sino que "nació" por sí misma a partir de un sentimiento —escucharon una nueva voz que no había estado presente hasta el momento y los tres dirigieron su atención a un joven de oscuros cabellos y ojos azules que parecía haber salido de la nada. El recién llegado les sonrió—. Supongo que entenderás de qué sentimiento se trata, ¿cierto, Qiang Bao-kun?

—¿Cómo… cómo llegaste aquí? —el aludido contemplaba a su amigo como si de un extraterrestre se tratara. Luego le dirigió la misma mirada a Haruko, quien se encogió de hombros.

—Sentí que alguien había entrado y me imaginé que habías sido tú. Tu nombre es Mamura Sora, ¿cierto? Bienvenido.

—Muchas gracias Haruko-san, pero puedes llamarme simplemente Sora si quieres —sonrió el otro intercambiando protocolos con ella como si no hubiera nada más importante qué hacer. Qiang Bao comenzaba a desesperarse y Ankoku observaba al japonés con suspicacia.

—¿Qué está pasando aquí? Sora ¿cómo entraste…? Espera —meneó la cabeza—, más importante aún: ¿sabes cómo puedo cambiar esta carta?

—No con magia, eso te lo aseguro —Sora se aproximó a su amigo y tomó la carta entre sus dedos, mirándola detenidamente—. Si no me equivoco, esta carta la creaste cuando descubriste… perdón, cuando Sakura descubrió que amaba a Li Xiao Lang. O al menos eso escuché —le dirigió una sonrisa curiosa a Haruko y ésta asintió—. Entonces lo único que tienes que hacer es repetir lo que ella hizo y descubrir tus propios sentimientos, Qiang Bao-kun.

—¿Mis propios sentimientos?

—Aunque eso va a ser un poco difícil, tratándose de ti. Nunca te das cuenta de las cosas que suceden a tu alrededor —le señaló con un dedo y una sonrisa enigmática, haciendo al otro tragar saliva—. Tú no lo sabes, pero tu cuerpo sí. Hace meses que he visto cómo te sonrojas cuando esa persona se acerca a ti. Te pones nervioso y te sudan las manos cuando están a solas o cuando se encuentran de improviso por la calle. Además, cuando perdías el conocimiento por la cantidad de energía que utilizabas al transformar tus cartas susurrabas su nombre entre sueños. Por si fuera poco…

—¡Suficiente! —le detuvo Qiang Bao, azorado y con las orejas coloradas—. ¿De qué… de qué estás hablando? ¿Por qué no me dijiste nada de esto antes? ¿Y a quién te refieres?

Sora, en cambio, soltó una risita y se encogió de hombros.

—Lo siento, pero era muy divertido verlo. ¿Y sigues sin saber a quién me refiero? —Sora fingió un suspiro cansino y colocó la carta en las manos del otro, acercándose a él para susurrar en su oído—. Te daré una pista.

Nervioso, Qiang Bao volvió a pasar saliva y asintió, preparándose para escuchar el nombre de labios de su amigo, pero en lugar de un nombre lo que recibió fue un beso en la mejilla que lo hizo estremecerse de pies a cabeza, sintiendo que el rojo de sus orejas se expandía por toda su piel.

—¿Qué haces? —quiso reclamar, pero entonces se vio atrapado en el abrazo de Sora, que lo apretó contra su cuerpo con gentileza, como si pudiera romperse en cualquier momento. Sus músculos se tensaron convirtiéndolo en una tabla y esta vez su propia saliva se sintió como un alambre de púas deslizándose por su garganta —¿So…Sora?

—Yo también te quiero, Qiang Bao-kun —susurró el otro contra su oído y Qiang Bao cerró los ojos con fuerza, incrédulo ante lo que estaba pasando. Le dolía el pecho; su corazón latía como si quisiera salirse de su caja torácica y su respiración le traicionaba a momentos, acelerándose y deteniéndose por igual sin previo aviso. No terminaba de comprender qué era lo que acababa de ocurrir, pero finalmente sus manos temblorosas abandonaron la seguridad de sus costados y se elevaron hasta sujetar la espalda de su amigo, devolviendo el abrazo que le había robado el corazón.

—Sora, yo… —no podía decir más. No sabía cómo hacerlo, pero en ese momento una extraña sensación le obligó a abrir los ojos y al hacerlo lo primero que vio fue el destello de la carta que tenía en sus manos. Sora rompió entonces el abrazo y ambos contemplaron cómo The Love abandonaba su forma original para resurgir en un tono verde. La última carta había cambiado de dueño.

—Lo logró —susurró Haruko dejando escapar un suspiro de alivio, aunque por el rabillo de su mirada podía distinguir a Ankoku frunciendo el ceño. Sabía que sería difícil para él, y a diferencia del viejo Ankoku éste no protestaría al respecto, aunque eso no significaba que ella no se diera cuenta de lo que él debía estar sintiendo. Tomó entonces su mano y le sintió temblar un momento por la sorpresa, pero en lugar de volverse a verla, ya fuera para reclamarle su atrevimiento o preguntarle la razón, Ankoku alzó el mentón y enderezó la espalda.

—Todo por fin termina hoy. Debes estar feliz después de haber esperado por tanto tiempo. Después de haber sacrificado tanto… por él.

—No lo hice sólo por Yue. Además, no soy la única que ha sacrificado algo importante —le recordó Haruko—. Todos lo hemos hecho, incluyéndote…

—No me vengas con cursilerías ahora. Todos tomamos decisiones y éste es el resultado. Los únicos que no se han dado cuenta son los idiotas de tus Guardianes —frunció el ceño viendo cómo de la espada se liberaban los espectros de luz que luego dieron forma a Kerberos y Yue, quienes inmediatamente fueron a verificar el estado de Qiang Bao, que seguía tartamudeando, rojo como la grana, y era estrechado por la mano de su mejor amigo—, casi tan idiotas como ese chiquillo.

—Es un buen chico. Además es muy persistente. Sé que te caerá muy bien —le sonrió Haruko apretando su mano un poco más. Esta vez Ankoku dirigió una mirada de soslayo a sus manos entrelazadas y por un segundo a la chica le pareció ver una sombra de tristeza.

—Lo dices sólo porque es tan lento como tú para darse cuenta de las cosas —Ankoku soltó su mano y avanzó hacia los que se encontraban a varios metros de ellos. Al sentir su presencia acercarse, Yue y Kerberos se colocaron frente a Qiang Bao en posición de defensa—. ¿No se han dado cuenta? Esto se acabó —y siguió avanzando hasta quedar frente a frente con Qiang Bao. El chico dio un respingo al ver la intimidante figura del oscuro y poderoso ser frente a sí, pero no dio un paso atrás cuando éste se inclinó ligeramente hacia él. Sin embargo lo que nadie esperaba era ver al orgulloso Ankoku hacer una genuflexión y quedar postrado a los pies del chino.

—¿Qu-qué es esto? —la sorpresa de Qiang Bao no era para menos, e igual expresión podía verse en los rostros de los confundidos Guardianes.

—A partir de ahora mi sello desaparecerá para siempre de la magia de las Cartas y los Guardianes —respondió Haruko—. Normalmente esto sucedería sin ningún problema. Sin embargo, hace cien años Yue estuvo a punto de morir por mi culpa. Quise salvar su vida entregando la mía a cambio, pero lo único que pude hacer al respecto fue utilizar mi sello como conexión para hacer fluir mi energía vital hacia él. El problema es que se trata de un hechizo irreversible, de modo que ahora para que él exista en este mundo es necesario que se alimente de mi vitalidad a través del sello. Es por eso que su fuerza es mucho más débil de lo que era antes, pues conforme has ido transformando las cartas mi sello en ellas y en los guardianes se ha ido debilitando. Si el sello llegara a desaparecer por completo, Yue moriría.

—¿Qué? —Kerberos la miró con ojos desorbitados—. Sakura, ¿es una broma? ¿Qué quieres decir con que Yue va a morir?

—Nunca escuchas bien —respondió Ankoku ásperamente desde su posición—. Lo que ella quiere decir es que Yue no puede cambiar de sello, por lo que no puede servir al nuevo Card Master. Pero la magia del libro y sus cartas requiere de un equilibrio. Necesita de un Guardián del Sol y un Guardián de la Luna.

Qiang Bao parpadeó al entender lo que la criatura quería decir y su mirada se alternó entre Haruko y éste.

—¿Quieres decir que tú tomarás su lugar como Guardián? Pero…

—Sólo hazlo, a menos que quieras que él desaparezca junto con el sello de Sakura —advirtió Ankoku y Qiang Bao meneó la cabeza con fuerza.

—¡No! No dejaré que eso pase. Pero ¿cómo…?

—Debes aceptarlo como tu Guardián primero —musitó Sora—, y liberar a Yue.

El chico miró a la blanca criatura que no había pronunciado palabra hasta el momento y escuchaba todo aquello con la cabeza gacha y las manos convertidas en puños a sus costados. No quería tomar ninguna decisión sin preguntar primero su opinión, pero al mismo tiempo entendía que en realidad no había otra opción, pues no pensaba dejar morir al Juez. El semblante de Kerberos también lo decía todo: el león comprendía que aquello significaba que ambos hermanos quedarían separados, e incluso podía sentir la ansiedad de las cartas al respecto. Y sin embargo ninguna de las criaturas decía una palabra al respecto.

—Digan lo que digan, no es el final —habló Qiang Bao por fin—. No me importa si no eres el Guardián de las Cartas, siempre serás mi amigo, y también de ellos. Estés donde estés, nunca dejarás de ser parte de nosotros. ¿Entiendes? —le dijo con una sonrisa temblorosa que el otro no llegaría a ver con la mirada fija en el suelo. Entonces se dirigió a Sora—. ¿Qué es lo que debo hacer?

—Repite después de mí.

"Guardián que has servido bajo el sello de la estrella"

La había perdido a ella primero, pero nunca había olvidado sus palabras, su promesa de un nuevo comienzo más allá de la muerte. Desde ese momento había esperado el instante en que pudiera verla de nuevo, sin saber que tendría que enfrentarse a ella y a su contraparte.

"Libera las cadenas que te unen a mí"

Ahora perdería el lazo que lo había unido desde siempre a las Cartas y a Kerberos. La razón de su existencia. Sin ellos y un amo a quien servir él simplemente no tendría por qué existir en este mundo.

"Yo te libero de tu deber hacia las Cartas"

Y nuevamente su lugar sería ocupado por Ankoku.

"De tu deber hacia el Gran Libro"

Sabía muy bien por qué Ankoku había accedido a semejante trato. Sólo había una razón por la que alguien que detestaba estar atado a una cadena estaría dispuesto a permanecer bajo las órdenes de una raza que decía odiar. Mejor dicho, sólo había una persona por la que Ankoku estaría dispuesto a ceder de esa manera.

"Hago esto bajo el poder que me conceden las fuerzas del Ying y el Yang"

Después de las últimas palabras de Qiang Bao, Yue tuvo una sensación ligera. Era como si el peso de su cuerpo se redujera a una tercera parte de lo que era antes. Las voces de las cartas en su cabeza se apagaron como un sonido que queda ahogado hasta extinguirse tras una pared que se va volviendo cada vez más gruesa. Se sintió nuevamente aislado, como lo hacía cada vez que quedaba reducido a la blanca y vacía dimensión en el interior de Ankoku.

Jamás pensó que la libertad fuera tan solitaria.

Finalmente levantó la mirada y vio cómo el sello de Qiang Bao brillaba a los pies de Ankoku y éste se transformaba en un Guardián bajo la mirada atónita de Kerberos. Como había dicho Sora antes, todo había terminado.

—Fui muy egoísta al mantenerte con vida sin preguntarte al respecto. Sin medir las consecuencias —escuchó sin esperarlo la voz de Haruko a su lado y la miró por el rabillo del ojo, tensando la mandíbula al sentirla tan cerca—, pero mentiría si te dijera que me arrepiento de haberlo hecho. No quería perderte como perdí a los demás. Al menos si podía tener una segunda oportunidad, quería aferrarme a ella, aunque fuera igual que estirar una mano para alcanzar una estrella.

Yue siguió observando a Ankoku y la mirada irritada que éste le dirigía a Kerberos.

—¿Hiciste un trato con él?

—Sí, antes de morir. Le pedí que tomara tu lugar cuando tú no pudieras seguir haciéndolo. A cambio, él sería libre por cien años. Esperaba que en esos cien años conociera mejor a la humanidad que él tanto quería odiar y se encontrara a sí mismo. Creo que el odio nace de la ignorancia, por eso esperaba que Ankoku aprendiera a ver las cosas de otra manera y comprendiera la importancia de la amistad. Eso que tú crees que has perdido, él jamás lo tuvo, así que para Ankoku también es un nuevo comienzo. En cuanto a ti, aunque entiendo cómo te sientes, espero que no olvides que el lazo que te une a Kero y a las cartas es mucho más grande que cualquier sello mágico —le dedicó una sonrisa animada—. Ya verás que pase lo que pase, todo estará bien.

—¿Sakura…? —Yue la miró, atónito. Era la primera vez que veía esa sonrisa en mucho tiempo, y definitivamente en ella no podía imaginar a Haruko, sino a la verdadera Sakura.

—Yo también te he extrañado todo este tiempo Yue —confesó ella de pronto—. Te he estado observando siempre. Te he visto sufrir y tener que volver a pasar por el proceso de aceptar un nuevo dueño, pero también te he visto descubrir el mundo a través de los ojos de alguien que no tiene que ocultarse. Te has adaptado muy bien y hasta en momentos sentía celos de no poder estar a tu lado en cada nuevo paso que dabas, pero al mismo tiempo me ha hecho muy feliz saber que ha valido la pena.

Yue la vio morderse el labio. Parecía ahora otra persona totalmente diferente de la que había aparecido en medio de la nada para enfrentarse a ellos. Le recordaba a la Sakura que había conocido una vez. No a la que había sido destrozada emocionalmente por Tina, sino a la mujer fuerte que que no tenía miedo de expresar sus emociones.

—Saku…

—¿Qué es lo que pasará con Yue ahora? —preguntó Qiang Bao regresando su atención al antiguo Guardián—. ¿Estarás bien?

—Fue liberado de su lazo con el libro, las cartas y su nuevo amo, pero sigue teniendo el sello de su antiguo amo, por lo que creo que sigue bajo sus órdenes —concluyó Sora—. Así que supongo que puede regresar con Haruko-san.

—Sólo si él así lo quiere —añadió Haruko y se dirigió a la criatura en cuestión—. En realidad eres libre de decidir lo que quieras, Yue.

El aludido miró a su alrededor y se percató de las diferentes reacciones en los rostros de todos. Qiang Bao parecía expectante, pero Sora sonreía como quien conoce cualquier respuesta de antemano; Kerberos apretaba los dientes, ansioso, en cambio que Ankoku le taladraba con sus ojos fríos. Detrás de esa mirada parecía haber un mensaje que jamás habría creído posible provenir de él. "Sólo hazlo", parecía decirle, y entonces comprendió que las acciones de su contraparte dejarían de tener sentido si él no tomara su lugar al lado de Sakura. Se trataba del último sacrificio del ser que se había jurado jamás sacrificar algo por alguien. Lo hacía no por él, sino por Sakura, y si el mismo Ankoku era capaz de entender los deseos de ella, él no podía quedarse atrás.

—Nací para ser un guardián, y mi sello es el sello de mi amo —habló finalmente con voz seca y se postró a los pies de Haruko, quien a su vez se hincó para quedar a su altura. Sorprendido por la acción de la humana, Yue alzó la mirada y se encontró a escasos centímetros de su rostro enmarcado por la sonrisa más resplandeciente.

—Prefiero que seas algo más que eso —rio y rodeó su cuello con sus delgados brazos, reduciendo un siglo en un segundo y encontrando su calidez como si la hubiera sentido ayer por última vez. Su cuerpo era aún más pequeño de lo que recordaba, aunque también era de esperarse al ser Haruko mucho más joven que la Sakura que había abrazado su cuerpo bañado en sangre. Entonces su dulce susurro acarició su oído—. Nunca he dejado de amarte.

La apretó por toda respuesta, teniendo cuidado como si su cuerpo fuera un cristal. Quería decirle tantas cosas. Quería decirle todo, pero al mismo tiempo no quería arruinar ese momento con palabras vanas. Fue Haruko quien separó el rostro un momento para contemplarlo. Estaba sonrojada, pero no lo dudó dos veces antes de besar sus labios como si no hubiera mañana, o como si quisiera recuperar todo el tiempo perdido.

—Mi bisabuela estaría muy feliz de ver este momento —Sora les guiñó un ojo a los demás al tiempo que sacaba una cámara y grababa a la pareja aún hincada sobre el suelo—. Lo vio varias veces en sus sueños y me pidió que hiciera esto en su honor cuando ocurriera —luego su sonrisa enigmática se centró en Qiang Bao y de un tirón con su mano libre lo atrajo hacia sí, haciendo sonrojar al atolondrado chico—. Aunque estoy seguro de que le gustaría que grabara esto también —así, sin mayor aviso, capturó a su amigo en un beso que dejó de piedra al chino y se ganó un ceño por parte de Ankoku.

—Y pensar que voy a tener que lidiar con este tipo y sus Guardianes de ahora en adelante —bufó ganándose una reprimenda por parte de Kerberos.

—¿Ya vas a empezar a quejarte? Espera… ¿a qué te refieres con eso de sus Guardianes?

Ankoku alzó una ceja. ¿De modo que Kerberos no los había conocido aún? Si era así, seguramente Yue tampoco lo sabía. Debía ser porque los poderes de Qiang Bao aún no estaban completamente desarrollados.

—Nada importante —se sonrió. Alzó la vista para buscarlos en la azotea del edificio próximo a la estación, sólo para descubrir sin sorpresa que las siluetas con alas de mariposa ya no estaban ahí. Igual, no necesitaba verlos nuevamente para tener presente al par que había terminado sirviendo a la descendencia de esa entrometida mujer que desde niña no había dejado de buscarlo de vez en vez sólo para fastidiarle la vida con sus visiones sobre el futuro.

"Todos necesitamos una razón para existir.
No te preocupes, sé que tarde o temprano tú también encontrarás la tuya"

Tal como lo había dicho Nozomi, a lo largo de su vagar por el mundo había descubierto que cada quien buscaba su razón para vivir. A veces lo hacían en objetos o personas, a veces en algo intangible. Algunos lo encontraban y luego lo perdían, pero sólo aquellos que tenían el valor de seguir buscando podían volverse más fuertes. Había visto también a los que se conformaban con ver felices a las personas que les importaban. Estos últimos le parecían los más cobardes y patéticos.

De haber sabido que él mismo terminaría siendo un tipo tan patético, jamás habría salido de donde había venido, pensó observando a su contraparte aún postrado sobre el suelo abrazando a Haruko.

—Cuando dices que para vivir necesito alimentarme de tu energía vital… —susurró Yue partiendo momentáneamente el beso para mirar con detenimiento a Haruko a los ojos—, ¿quieres decir que estoy acortando tu vida?

—Ya viví diecisiete años lejos de ti esta vez y fueron suficientemente largos —sonrió Haruko encogiendo los hombros—, así que no necesito más. A partir de ahora, sea cual sea el tiempo que pase contigo valdrá cada segundo, así que no importa qué tan corto o largo sea.

Yue frunció el ceño ante la actitud desenfadada de ella.

—Sakura, estoy hablando en serio.

Pero la sonrisa de Haruko se expandió aún más y sus ojos verdes brillaron bajo la luz de la luna.

—Yo también —ella se levantó de su posición y le tendió una mano—. ¿Quieres venir a casa conmigo?

No había mucho qué responder a eso y sin embargo lo significaba todo. Yue estiró su mano hacia ella.


Notas de la autora. Con esto pongo un definitivo punto final a esta historia, esperando que la hayan disfrutado tanto como yo lo hice. Probablemente ahora entiendan más lo que ocurrió en el último capítulo y por qué se desarrollaron las cosas de esta manera. Más de alguno adivinó que el futuro Card Captor sería descendiente de Meiling y sé que algunos se preguntarán qué es lo que pasó con Tenebrae y Lux, pero lamento informarles que, tal como se dejó entrever en el último capítulo, ellos también se irían (pueden interpretarlo a su gusto) cuando Nozomi muriera. También hay algún dato curioso que no mencioné en este epílogo, aunque creo que se puede concluir y espero que alguien lo adivine. Tiene que ver con las edades de Yue y de Sakura ;-)

Una vez más agradezco su compañía a lo largo de estos años y esta historia y espero que este epílogo haya satisfecho su curiosidad y cumplido con sus expectativas. Para finalizar, aprovecho esta oportunidad les deseo un muy feliz 2014 =)