By Tenshi Lain
Notas en tinta azulada:
Los personajes de Yami no Matsuei son de Yoko Matsushita y los de Gravitation de Maki Murakami (aunque en esta parte solo aparecerá Shuichi y como mucho mencionaré a los demás) Todos los demás son MÍOS XD
Esta historia contiene Shonen Ai(chicoxchico), además es un Crossover.
Cap. 22
En la fría y oscura noche la luna permanecía oculta tras los negros nubarrones impidiendo así que proyectara su luz sobre el basto jardín. En la mansión no había luz alguna, todos los habitantes dormían...
Una figura se escapó por la puerta de la terraza y atravesó el puente cubierto hasta llegar al pequeño edificio anexo. Abrió la puerta bajo el amparo de la impuesta oscuridad y se perdió en el aún más oscuro interior.
Las estatuas que franqueaban el recorrido presentaban un aspecto amenazador, como demonios que agazapados entre las tinieblas del camino, esperaban que los viajeros se adentraron en sus dominios para poder devorarlos.
Tan solo el sonido de sus pasos y su respiración entrecortada reverberaba en las paredes de la vacía edificación. Su corazón latía desenfrenadamente anhelando poder llegar, temiendo con conseguirlo, aterrado ente la idea de perderla de nuevo...
Abrió as puertas que lo separaban de su destino con un fuerte empujón y buscó desesperado con la mirada.
- ¿Horuka...? - llamó con voz acongojada - Horuka... - volvió a llamar entrando en la habitación, sin apartar la mirada de aquel cuadro al óleo que tenía justo enfrente.
De pronto el cuadro cobró vida. Las hojas y las ramas parecían mecerse con el viento y la etérea figura central empezó a cobrar nitidez. Una mujer vestida con un largo vestido blanco y de oscuro cabello negro, permanecía de pie contemplando el jardín.
- Horuka... - llamó una tercera vez. Y como si le hubiera escuchado, la mujer del cuadro se dio la vuelta con un revuelo de cabello negro. Se lo retiró de la cara acomodándolo tras la oreja y sonrió con dulzura al hombre que la miraba con tanto fervor.
- Sieto... - llamó con voz lejana a la vez que avanzaba por el sendero de gravilla, como si fuera a salir del cuadro... pero no lo hizo. Se quedó quieta en un lugar en el que era perfectamente visible para su espectador mientras el inexistente viento mecía su larga cabellera negra y su vestido blanco.
- Horuka... mi amor - musitó el hombre sentándose en un sillón ante el retrato.
Tan embelesado estaba con la bella imagen que tenía ante si, que no se percató de la pequeña y oscura aura que salía del cuadro y reptaba por el suelo hasta sus pies, ni siquiera cuando empezó a escalar por sus piernas. No notó como la misma y misteriosa aura se detenía a la altura de su pecho y sin más ceremonia se lo atravesaba a la altura del corazón.
- Ah... - gimió débilmente - Horuka... ¿por qué me dejaste...? Te necesito tanto... tanto... - una lágrima resbaló por su mejilla mientras observaba el cuadro con los ojos entornados y nublados por la inminente inconsciencia.
Con un agotado suspiro dejó caer la cabeza sobre su hombro. El aura oscura salió de su pecho y se replegó sobre si misma hasta regresar al interior del cuadro. En donde todo había regresado a la normalidad y la silueta vestida de blanco seguía tan inconcreta como siempre.
En el exterior, las nubes se habían apartado al ser empujadas por el viento, mostrando el firmamento, y en medio de este una gran luna de brillo escarlata.
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Descolgaron el cuadro con la mayor delicadeza posible, como si fuera una pieza del más fino cristal y que pudiera romperse con cualquier golpe. Lo llevaron a la sala contigua y lo colocaron en el caballete de madera. Watari se ajustó las gafas sobre el puente de la nariz y lo observó con intensidad.
- ¿Y bien? - preguntó el señor Sachi que había sido mudo espectador de todo el proceso.
- Pues está bastante bien conservado. A penas hay algunos desperfectos mínimos y no hay mayor pérdida de color... La consistencia del lienzo es de grado tres... así que si se sigue conservando con mimo, puede llegar a durar unos quinientos años más como mínimo - dijo con una gran sonrisa. El señor Sachi suspiró aliviado -. No obstante hay que hacerle algunos arreglos.
- Por supuesto - dijo el señor Sachi - si necesitan cualquier material o herramienta no duden en pedírmelo. Y ahora si me disculpan... tengo una cita con mi médico.
- ¿Aún se encuentra mal? - preguntó Koe con preocupación.
- No te preocupes pequeña - dijo el señor Sachi con un sonrisa algo cansada -, solo es una revisión. Mi doctor viene cuatro veces a la semana para chequearme.
- Ya...
- ¿Vas a quedarte en el taller? Si prefieres salir al jardín tienes completa libertad.
- Muchas gracias, pero prefiero quedarme - dijo con una gran sonrisa y las manos en la espalda -. Me gusta ver trabajar a papá...
- Eso está bien - asintió el señor Sachi -, pero no les molestes y pórtate bien.
- Siempre me porto bien - aseguró la niña.
El amo de la casa le dedicó una última mirada cargada de nostalgia y se retiró del anexo. Koe se aseguró de que hubiera salido de la casa y regresó al estudio.
- Ya se ha ido - dijo con seriedad.
- Pues empecemos - dijo Watari tras asegurarse de que las cámaras de seguridad emitían el video que habían preparado.
- Oyéndote hablar antes, cualquiera diría que sabías lo que decías - comentó Shuichi mientras sacaba el marco y lo dejaba apoyado en la pared.
- Con que lo piense el señor Sachi es suficiente - dijo Watari sacando un par de pergaminos de conjuros y pegándolos en el suelo. Koe trazó un círculo en el suelo alrededor del caballete y Shuichi convocó los campos de energía positiva para reforzar las defensas. Una vez preparados empezaron con el examen.
Pero tras una hora y media de numerosos intentos...
- ¿Qué mierda es este cuadro? - preguntó Shuichi exasperado.
- Esa boca, chaval - le regañó Watari, aunque él también estaba a punto de liarse a soltar improperios.
- ¿No hay ningún ente? - preguntó Koe confundida.
- Parece que no... pero la carga negativa que tiene es demasiada.
- ¿Se nos ha escapado? - preguntó sorprendida - ¿no se habrá metido en otro cuadro? - le horrorizaba la idea de ir de cuadro en cuadro por toda la mansión.
- No, no es eso - dijo Shuichi -. Este cuadro no es una morada, solo un maldito portal - tiró al suelo con desanimo el trapo con el que había limpiado el círculo de contención.
- Lo que sea que está drenándole la vida al señor Sachi, solo utiliza el cuadro para llegar hasta él, no como escondite.
- ¿Y ahora qué? - preguntó Koe, pero la única respuesta que obtuvo fue un pesado silencio.
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El señor Sachi dio un leve respingo al sentir el frío metálico en su espalda, pero enseguida se calmó.
- Respire profundamente... - decía una sosegada voz de timbre seductor, mientras el estetoscopio recorría la cansada espalda - suelte el aire... vuelva a respirar... Bien, todo parece estar en orden...
- Y sin embargo cada vez me siento más cansado - se lamentó el señor Sachi mientras volvía a ponerse la camisa.
- Y es algo que no me explico - dijo el doctor - con la dieta que le mandé seguir y la medicación, debería ser suficiente para mitigar sus fatigas... en verdad que me encuentro perdido en su caso - negó con pesar.
- No se martirice doctor - dijo el señor Sachi -, simplemente es la edad, que no perdona. Contra eso no hay cura.
- Por desgracia - murmuró el doctor mientras guardaba sus útiles en su maletín negro.
- De todas formas agradezco sus esfuerzos.
- Es mi trabajo...
- Y por él bien le pago - añadió el multimillonario con una sonrisa ladeada. El doctor se limitó a inclinar la cabeza con una sonrisa cómplice.
Ambos hombres salieron del dormitorio y empezaron a bajar rumbo a la salida.
- Por cierto... - dijo el doctor como si acabara de recordar algo - me han comentado que tiene invitados...
- Más que invitados, yo diría empleados... He contratado a un par de restauradores para que le hagan un chequeo a uno de los cuadros de mi colección.
- Ya veo... - murmuró el doctor - Aunque es extraño que usted permita que desconocidos se acerquen a sus obras de arte.
- Je je... ya sé la fama que tengo. Pero de todas formas estos hombres son de confianza. Me los han recomendado mucho viejos conocidos, así que estoy tranquilo. Aunque su aspecto es un tanto peculiar, en especial el del ayudante... pero ya se sabe como son los jóvenes de hoy en día... siempre metidos en modas absurdas.
- ¿Acaso lleva el pelo teñido de verde? - sonrió el doctor parándose ante la puerta.
- De rojo - contestó el señor Sachi negando con la cabeza -, pero lo más curioso son sus ojos... No sabía que hubieran lentillas de esos colores.
- ¿De que color? - preguntó el doctor con interés.
- Violetas. Me llevé una buena impresión cuando lo vi por primera vez. Pero enseguida comprendí que debían ser lentillas - rió el hombre mayor - es imposible que alguien tenga los ojos violetas.
- Sí... imposible... - murmuró mientras sus ojos plateados iban directos al edificio anexo que podía verse desde la ventana.
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El señor Sachi invitó a cenar en su compañía a los restauradores y a la pequeña. La charle era amena, el ambiente relajado y la comida era exquisita y muy variada, aún así...
- ¿No te gusta la comida? - preguntó el amo de la casa observando con preocupación el plato intacto de la niña.
- No es eso, pero... - Koe se calló. No podía decirle que como espíritu natural de viento y agua que era, no toleraba nada más sólido que el agua con azúcar o sal.
- Has vuelto a asaltar la reserva de chocolatinas antes de cenar ¿cierto? - dijo Shuichi con tono acusador. Koe se sonrojó furiosamente y agachó la cabeza siguiéndole el juego.
- Koe ¿qué te tengo dicho sobre comer chucherías ante de la cena? - regañó Watari con rostro serio, mientras Shuichi pensaba en lo buen actor que podía ser cuando quería.
- Lo siento... - se disculpó la pequeña agachando la cabeza para que no se le escapara la risa ¡Era tan gracioso ver a Watari serio! No le pegaba nada.
- Vamos señor Watari - dijo el anfitrión -, no sea tan duro. Son cosas de niños.
- Si me disculpan tengo que completar unos ficheros - se excusó Shuichi levantándose.
- ¿Puedo irme yo también? - preguntó Koe.
- Sé que no vas a cenar nada más así que... - asintió con la cabeza mientras esbozaba una mueca de cansancio.
- Hasta mañana - se despidieron los más jóvenes mientras salían del comedor.
- En verdad tiene una hija adorable - comentó el señor Sachi con melancolía en la mirada.
- Gracias. Es una gran chica - sonrió Watari.
- Pero estamos en temporada de colegio ¿No debería asistir a clase?
Watari tragó saliva. Ni se le había pasado por la cabeza ese detalle.
- En su colegio se organizó un viaje a... esquiar. Pero a Koe no le gusta y como coincidía con este trabajo insistió en acompañarme. Hablé con los profesores y me dijeron que no había ningún problema - dijo el científico deseando que su excusa colara.
- Ya veo ¿y su esposa no se opuso?
- Para serle sincero... no estoy casado - el señor Sachi enarcó una ceja -. Soy viudo - se auto corrigió.
- Vaya... lamento oír eso.
- Tengo entendido que usted también lo es... - dijo tentativamente.
- Cierto. Perdí a mi esposa Horuka y a mi hija Eri en un estúpido accidente de coche. Un borracho se saltó un stop. Iba tan ebrio que ni siquiera recordaba su nombre - masculló con resentimiento -. Lo único que me consuela saber, es que no sufrieron, fallecieron en el acto. Tan solo deseo que estén donde estén, se encuentren bien y descansen en paz.
- Estoy seguro de que así es.
Watari lo dijo con tanta seguridad que el señor Sachi no pudo dejar de creerle.
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Apenas Shuichi y Koe entraron en sus respectivas habitaciones, el primero se transportó y la segunda se convirtió en niebla y salió por la ventana. Sobrevoló el jardín dispuesta a colarse por el conducto de ventilación del edificio anexo, en donde se encontraría con Shuichi para seguir con las pesquisas y sin embargo, no pudo entrar por el pequeño hueco. Sentía como si un muro invisible rodeara el edificio impidiéndole cualquier tipo de acceso.
- ¿Pero que demonios...? - masculló Koe desconcertada.
Mientras tanto y ajeno a las dificultades que tenía Koe, Shuichi había llegado sin ningún problema a la sala del cuadro. Todo estaba en silencio, tranquilo y sereno, Koe no tardaría mucho en llegar... paseó bajo su forma espiritual para que ni las cámaras ni los sensores de seguridad lo detectaran.
Si aquel lienzo era la puerta que el devorador de almas empleaba para llegar hasta sus víctimas... ¿dónde estaba su guarida? No podía estar muy lejos, los devoradores necesitaban establecer una morada puesto que no tenían cuerpo alguno y tampoco solían alejarse mucho de su 'zona de caza'.
Miró el lienzo en silencio. Tampoco era un cuadro tan bonito, un paisaje sencillito y para su gusto poco definido. La vegetación estaba demasiado abigarrada, no entendía como podía estar tasado en tan alta suma y más teniendo en cuanta que el autor era desconocido.
De pronto la imagen pareció cobrar vida, las hojas de arbustos y ramas se movían como mecidas por una suave brisa. Lentamente, la figura del centro también empezó a moverse y a definirse. A Shuichi le dio la impresión de que se trataba de alguien ataviado con una gabardina blanca... La figura movió su brazo llevando una mano hasta sus labios y al parecer, expulsando humo momentos después, como si fumara, pero con un gesto que al shinigami le era más que conocido.
Dio dos pasos al frente pasando de largo el sillón y frunció el ceño sin despegar la mirada del cuadro. La figura también pareció avanzar por el camino de graba, esquivando ramas y piedras hasta quedar en un punto en el que era fácil distinguir sus rasgos.
Cabellos dorados cortos que jugaban acariciando la pálida tez de su rostro, dejando entre ver unos gatunos ojos dorados y una sonrisa cínica pero cargada de cariño.
- ¿Yuki...? - musitó el shinigami con la mirada turbia, como si estuviera perdiendo conciencia de la realidad.
- Shuichi... - musitó la figura con una leve inclinación de cabeza y voz lejana, pero con una pequeña sonrisa ladeada en el rostro.
El pelirrojo observaba embelesado la imagen de aquel al que tanto había y seguía amando. Le había echado tanto de menos... y ahí estaba, delante de él. Tanta era la fijeza con la que observaba a su amado, que no notó la pequeña aura oscura que surgió del lienzo y empezó a reptar por sus piernas cual esquiva salamandra. Se separó un poco de su cuerpo al llegar a la altura de su pecho, como tomando impulso para hundirse en el pecho de su víctima y robarle hasta la última gota de energía vital. Cuan estocada mortal se clavó en su pecho a la altura del corazón, Shuichi gimió bajito.
Sin embargo algo inesperado ocurrió.
Una extraña reacción que expulsó a aquella aura oscura en medio de un basto shock de energía, como si hubiera chocado contra un campo de fuerza.
El aura se replegó de regreso al cuadro en medio de estridentes bufidos similares a los de los gatos espantados. Shuichi puso los ojos en blanco y cayó al suelo inconsciente tras semejante choque.
Todo regresó a la normalidad. La figura del cuadro volvió a ser lejana y difusa, la hojarasca ya no se movía y en la estancia no se escuchaba más que la respiración lenta del inconsciente shinigami.
Pocos segundos después, empezaron a escucharse pasos amortiguados sobre el suelo de mármol desde la habitación precedente. Las puertas se abrieron con un leve crujido y una figura alta, pero indefinida por la oscuridad reinante se acercó. Paseó cual pantera acechando a su presa alrededor del inconsciente cuerpo, observando cada detalle de su figura. Hincó una rodilla en el suelo y cepilló sus rojizos cabellos con sus dedos largos y pálidos.
- Cabello rojo... - murmuró con voz sensual mientras Shuichi se removía, despertándose por las caricias del extraño. Sus ojos se movieron tras sus párpados y finalmente se abrieron encontrándose ante un completo desconocido - y ojos violetas... pero no eres él... Aunque no dejas de ser interesante.
- ¿Quién... es...? - murmuró Shuichi con voz apagada. Se notaba la boca pastosa, pero pese a su aturdimiento, todas sus alarmas internas se encendieron gritándole que no se confiara, que se alejara de aquel sujeto de cabellos y ojos plateados.
- Oh... ¿pero donde están mis modales? Doctor Kazutaka Muraki, encantado de conocerte... shinigami.
Shuichi frunció el ceño ¿cómo demonios sabía aquel tipo lo que era? Aquel extraño sujeto despedía un aroma almizclado que por alguna razón, le daba mucho sueño. Le pesaban los párpados como si hiciera años que no durmiera así que sin poder resistirse, se fue dejando caer en el abismo de la inconsciencia.
Una perversa sonrisa curvó los pálido labios de aquel doctor mientras acariciaba la suave piel de las mejillas de Shuichi.
- Lástima que no seas Tsuzuki... - murmuró mientras delineaba sus labios con el dedo pulgar - pero no dejas de ser un sujeto de prueba interesante.
De pronto, las barreras que el doctor había colocado en el edificio para retener al primero que entrara, cayeron abatidas por una extraña fuerza natural. Una espesa niebla invadió la estancia.
Muraki parpadeó sorprendido ante tal extraño fenómeno. Aquella niebla parecía estar viva, actuaba como por propia voluntad. Sacó del bolsillo interno de su chaqueta de sastre un pergamino Ofuda escrito en sangre y lo arrojó al aire.
- ¡Kyaa! - alguien gritó con dolor y al momento la niebla desapareció dejando la estancia como antes, pero sin rastro alguno del shinigami.
- Lástima, ha escapado... - murmuró el albino hombre arrodillándose ante una mancha húmeda que tiñó sus dedos de rojo - pero ahora que saben que estoy metido en todo esto, estoy seguro de que él si vendrá... tengo tantas ganas de volver a verte... Mi amado Tsuzuki...
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Watari subía las escaleras rumbo a su habitación asignada. Había estado hablando todo el rato con el señor Sachi. Era un buen hombre y en verdad deseaba resolver aquel caso antes de que su alma no pudiera soportarlo más. Claro que de todas formas, probablemente no sobreviviría muchos años, su saludo había quedado muy mermada y lo único que le deba ganas de seguir viviendo eran sus cuadros. Pero estos no podían darle el cariño ni la compañía que necesitaba. Estaba totalmente solo...
Entró a su habitación y encendió la luz, llevándose la impresión más grande de sus dos vidas.
Shucihi estaba inconsciente en el suelo y a su lado estaba Koe con una fea herida en el costado. Parecía costarle respirar y su rostro se contorsionaba con dolor. Watari cerró la puerta y corrió a socorrer a sus compañeros.
- Koe... Shuichi ¿qué ha pasado? - preguntó a la pequeña ente mientras la levantaba. Se disponía a recostarla en la cama cuando la pequeña lo detuvo.
- No... a la bañera... agua... - pidió con voz entrecortada.
El científico no la cuestionó. Entró al baño y la metió en la bañera, después abrió el grifo del agua.
- ¿Fría o caliente? - preguntó nervioso, pero intentando mantener la calma.
- Fría... - contestó con los ojos cerrados mientras el agua iba llenando la bañera lentamente. Koe respiró profundamente y su cuerpo empezó a adquirir una textura trasparente, confundiéndose casi con el líquido elemento.
- ¿Koe? - llamó inseguro. Jamás había atendido a un espíritu natural herido...
- Ve a ver a Shuichi - le pidió en un susurro - yo estaré bien... - y tras decir eso se hundió completamente bajo la superficie, fundiéndose con el agua hasta no ser más que una sutil silueta.
Watari cerró el grifo, para que no se desbordara y regresó a la habitación. Subió al pelirrojo a la cama y tras un rápido chequeo suspiró aliviado. Tan solo estaba inconsciente, al parecer por algún tipo de droga... ¿Qué demonios les había pasado?
No tenía más remedio que esperar a que alguno de los dos, estuviera lo suficientemente recuperado para que le pudieran explicar.
¿Les habría atacado el devorador de almas? Bueno eso explicará la herida de Koe, pero no la inconsciencia de Shuichi ¿de donde se supone que puede sacar un ente incorpóreo una droga soporífera? No tenía sentido.
En ese momento Shuichi empezó a removerse inquieto.
- Yuki... - llamó lastimosamente mientras alzaba una mano como intentando alcanzar algo que se alejaba.
El rostro de Watari se entristeció. Conocía la trágica historia de amor del pelirrojo, aunque no por boca de este. Fue poco después de que Hisoka y Tsuzuki recuperaran su alma de su cuerpo moribundo. Tsuzuki, Tatsumi y él habían ido a tomarse unas copas después del trabajo, naturalmente el de ojos violetas se pasó bebiendo, y entre hipidos les confesó con ojos tristes lo rastrero e inmundo que se sentía por haber tenido que separar a dos personas que se querían tanto. Pero de haber dejado el alma de Shuichi en su cuerpo, lo único que se hubiera conseguido serían infernales dolores, la corrupción de su alma y probablemente el asesinato del tal Yuki, puesto que las almas corruptas lo primero que hacían, era eliminar a todos aquellos que tuviera cerca: familiares, amantes, amigos...
Tsuzuki había hecho lo correcto. Eso mismo le repitieron hasta que se quedó dormido en la barra con una sonrisa tranquila. El mayor defecto de Tsuzuki era culparse siempre del destino de otras personas.
La puerta del baño se abrió, y Koe entró en el dormitorio con su verdadero aspecto y ojos apagados. Debía estar demasiado agotada como para tomar la forma de su disfraz.
- ¿Cómo estás?
- Mejor... - murmuró metiéndose en la cama y abrazándose a Shuichi. El pelirrojo dejó de removerse inquieto - y él también.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo sé... nos separamos para entrar en el anexo - empezó a explicar -, él se apreció directamente dentro y yo debía colarme por los conductos de ventilación... pero había algo bloqueando el paso, como una barrera de contención. Intenté quebrarla, pero era muy resistente, me llevó un buen rato conseguirlo. Y cuando entré. Shuichi estaba inconsciente junto al tipo más raro que he visto nunca...
- ¿Raro en que sentido?
- Parecía un ente de luz... - murmuró intentando definirlo - era completamente blanco, hasta sus ojos... pero tenía un algo siniestro que me asustó. Me lanzó un ofuda de exorcismo que por poco me fríe.
Watari sintió como si su corazón se encogiera y un mal presentimiento se le instaló en la boca del estómago.
- Koe ¿recuerdas algo más de ese sujeto? - preguntó con inquietud en la mirada.
- Cuando llegué murmuraba algo de que Shuichi era un sujeto de prueba interesante... Por eso me apresuré a sacarle de allí ¿Ocurre algo Watari? Te has puesto blanco...
El científico tan solo pudo dedicarle una sonrisa tensa y pedirle que se durmiera, que recuperara fuerzas y que ya mañana seguirían con el caso. Koe obedeció sin estar muy segura de que era lo que ocurría allí.
Watari cogió el teléfono móvil y se alejó de la cama. Marcó un número con nerviosismo y aguardó.
- Oficina de Citaciones, Tatsumi al habla.
- Tatsumi, menos mal que te encuentro...
- Tenía unos papeles que revisar ¿Ocurre algo?
- Creo que esto es algo más grave de lo que pensábamos... - dijo el rubio y le resumió los sucesos acontecidos esa noche, el castaño se limitó a escuchar le con atención -. Tatsumi ¿crees que pueda ser él?
- Son demasiadas coincidencias juntas para no ser nada... Mucho me temo que Niwa solo nos confirmará lo que sospechamos. Escúchame bien. Mantén a todos vigilados y no te confíes, si en verdad Muraki está detrás de todo esto... - la voz del secretario se cortó de golpe. Watari frunció el ceño.
- ¿Tatsumi¿Sigues ahí? Tatsumi...
- Tsuzuki... - escuchó murmurar a través del auricular.
Watari cerró los ojos a la vez que soltaba un suspiro frustrado. Lo último que quería era que él se enterara de todo. Pero por los gritos que le llegaban del otro lado de la línea, supo que ya era tarde para evitar eso.
Continuará...
¡Hola peña!
¡Chan-chan Muraki apreció¿Qué pasará, que pasará? Ya veréis... ejejejejeje
En realidad quería haber subido este capi la semana pasada, pero no hubo manera ¬¬
Muchas gracias a toda/os que me leéis ¡Prometo terminar el fic!
Ja ne!