Capítulo V

Una Familia

Quizás no fuese la forma correcta de que esto empezase, pero ninguno de los dos se arrepentían de nada, ya que, después de todo, fue lo que les unió, la llevaba de la mano, paseando por los alrededores de la aldea, habían decidió estacionarse en una cabaña, según las cuentas de Kagome, no faltaba mucho para que el cachorro naciera o el bebé, como decían estos humanos. Consiguió mantener alejada a Kikyo de todo esto, después de la advertencia que le hizo, estando a punto de acabar con ella, le decepcionó bastante su actuación en una de las batallas con Naraku, permaneciendo como espectadora en una lucha en la que Kagome corrió verdadero peligro, y ella con una de sus flechas podría haber evitado que la atrapase, desde aquél momento supo que sus fuerzas no tenían límites, cuando se trataba de su mujer y su cachorro, o cachorros, porque con un vientre tan abultado como el que portaba ella, dudaba que viniese uno solo y se hizo a la idea de que podrían ser dos. Esa vez, volvió a perder el control, incluso poseyendo su espada, la desesperación y el miedo de perder a ambos, hacía en él los mismos efectos que cuando estaba malherido y sin catana, desde ese momento tuvo claro que youkai o hanyou, los reconocía como su familia, y nunca el daño vendría por parte de él, malhirió a Naraku, que junto a la energía purificadora que Kagome descargó en sus tentáculos, quedó casi destruido, y le llevaría un periodo largo el recuperarse y volver a aparecer, al menos aquello le daba cierta tranquilidad, más aún considerando que su descendencia estaba pronta, pensó incluso que lo mejor para ella sería mantenerse en su época, ahí estaría libre del peligro que habitaba en este lugar, pero no lo permitió, quería estar cerca de sus amigos, y de él.

Aquella vez Miroku y Sango se asustaron, pensando que Kagome podía morir en brazos del youkai cuando volviese en sí, no permitió que ellos se acercasen, solo quería que su hembra despertase del desmayo para saberla bien.

Los dos amigos vieron una escena que no olvidarían jamás, un youkai sentado en el suelo, con su humana cobijada en su regazo, olfateándola con desconfianza, buscando en ella algún aroma que le indicara su estado, Kagome despertó y pareció sorprenderse, pero de inmediato notó un extraño brillo oculto en el rojo intenso de sus ojos, apenas un destello dorado que le habló de su InuYasha, acarició su mejilla, mientras él pasaba la mano sobre su vientre un tanto abultado, nada más saberla fuera de peligro y verla sonreír con suavidad, a pesar de las magulladuras, su sangre humana, volvió a sellar la demoníaca, dándole otra vez las apariencias de hanyou, dejando bajo sus ojos un delineado un poco más oscuro que se fue desvaneciendo poco a poco.

Sintió que ella tiró de él, haciéndolo pararse. Viendo, al mirar a ella, que su Hakama azul empezaba a empaparse.

-I-Inu Yasha, creo que he roto aguas – dijo con los ojos muy abiertos y algo asombrados, la llegada del bebé no se esperaba hasta al menos un par de semanas.

-¡Ya veo que has hecho aguas, Kagome! ¿no podías esperar a que llegásemos a la aldea? O haberme avisado al menos, te hubiese llevado a un sitio mas oculto, Miroku y Sango no andan muy lejos y no creo que sea correcto que te vean mojada como estás, ¡que no eres una niña Kagome! – exclamó algo molesto, sabía que las embarazadas solían tener premura a la hora de sus necesidades, pero esto era el colmo.

-No, no, que digo que he roto aguas.- se apresuro a aclarar, al ver que InuYasha parecía no comprender

-¡Kagome, ¡¿Estás bien! – Sango acudió a ellos al divisarlos, vio los pantalones mojados de su amiga y a Inu Yasha sonrojado por el pudor ajeno.

-He roto aguas – dijo casi pidiendo ayuda a Sango que de seguro le entendería mejor

-Ya estamos, y ahora lo va diciendo como si nada – quiso mirar a otro lado avergonzado el hanyou

-Inu Yasha creo que no entiendes… - Quiso explicarle Sango

-Ouphh… - Los dos la miraron y vieron que se tocaba el vientre.

-¡Oh Kami, el bebé ya viene! – Gritó Sango, haciendo que Miroku corriese hasta ellos, y que Inu Yasha mirase nervioso a su mujer, sujetándole el vientre

-Kagome, no te muevas de aquí, voy a por la vieja – Refiriéndose a Kaede

-¡A dónde voy a ir! – Se apoyó en Sango y Miroku al sentir otra contracción

Inu Yasha dio dos zancadas, se detuvo y volvió a ella.

-Mejor te llevo con ella – La tomo en brazos y la llevó a saltos agigantados.

Kaede le hacía entrega de un preparado, para ayudar a la respiración, a un anciano, que, preocupado por los efectos del resfriado de su nieta, acudió a ella. Oyeron la esterilla moverse, dejaron de hablar entre ellos para ver al hanyou con su mujer en brazos.

-Ha hecho aguas – Dijo con nerviosismo, no sabiendo qué mas hacer, y desesperándose al ver que los dos viejos se miraban el uno al otro si hacer nada.

-Se refiere a que he roto aguas – Aclaro al ver que Kaede y el aldeano, parecían no entender lo que Inu Yasha dijo, miró de reojo a su pareja, y cambió la vista a resignación, mientras comenzaba a negar con la cabeza y dejaba escapar un suspiro, pensando "no tiene remedio"

Rápidamente, Kaede, tomó constancia del asunto, preparó un futón para Kagome, donde Inu Yasha la dejó con cuidado, fue enviado a traer a Sango, para que pudiese ayudar a la anciana con el nacimiento del bebé de Kagome, no tardaron mucho en llegar, por suerte, porque las contracciones, cada vez, eran más frecuentes, y cual fue la sorpresa de ambas mujeres en la cabaña, cuando notaron que InuYasha venía cargando a Sango, de seguro para apresurar su llegada.

Caminaba nervioso de un lado para otro, no había querido salir de la cabaña, pero Sango y Kaede, prácticamente, lo echaron a patadas y empujones, bueno, los empujones fueron reales, las patadas, concluyó que habrían llegado si seguía oponiéndose a dejar a Kagome sola con ellas, sintió una mano en su hombro.

-Inu Yasha, el que te muevas tanto, no hará que el tiempo vaya más deprisa – escuchó la voz de Miroku junto a él.

Ladeó la cabeza al monje, que le sonreía inspirando calma, pero él escaseaba de eso en estos momentos, echó un vistazo rápido al zorrito que estaba en el hombro de Miroku, se veía muy preocupado, y se lamentó porque, quizás él lo estaba preocupando más por su inquietud, decidió hacer caso a Miroku, que aunque podía sentir su nerviosismo, se mostraba tranquilo, se subió al tejado de la cabaña, y se sentó, abrazándose a una rodilla y mirando a ningún punto en concreto, ya que sus oídos y su olfato acaparaban el resto de sus sentidos, comenzó a mover la pierna, dando pequeños golpecitos con el talón en el suelo, sus oídos se movieron al oírla gritar, se desarmó al sentir los pinchazos del frío en su espalda, ese grito lo había descompuesto, saltó a tierra y se dirigió a la entrada, pero fue detenido por Miroku, que lo sujetó por los brazos al colocarse delante de él, fijó su vista en el monje.

-Tranquilo amigo, ella está bien, es normal que grite – Miraba al pálido hanyou con una expresión suavizada, intentándole hacer ver que todo iba como debiera, aunque también se asustó con ese grito que parecía desgarrar cualquier garganta. Se percató que había dejado de sentir el peso en su hombro, buscó alrededor, Shippo se había alejado unos metros, y se cobijaba cogiendo a Kirara y llevándola a su pecho.

El olor a sangre, entraba en su nariz, desesperándolo, miró a la cabaña, impulsando su cuerpo a ella, necesitaba entrar, estar con su mujer, la angustia se le agarrotaba en la garganta y sentía que los ojos le quemaban, los brazos lo retuvieron con mas fuerzas, regresó la vista al monje, que le negaba con la cabeza.

-Vamos, Kagome, solo un poco más, ya está casi fuera.

Su pecho se invadía por algo nuevo, esas palabras soltadas por Kaede, lo empezaban a tranquilizar, su cachorro estaba naciendo, se soltó de Miroku retrocediendo unos pasos y volvió a caminar de lado a lado, impacientándose por ver a su pequeño, ¡Demonios! ¿Cuándo lo iban a dejar entrar?...

Se detuvo y ladeó la cabeza al oír la esterilla moverse, se apresuró a acercarse. Sango salía alegre, con una sonrisa que mostraba sus dientes, y pareciendo excitada, feliz.

-Es un niño… - Miraba al padre del bebé, intentando controlar su respiración, que se agitó tanto como si hubiese estado corriendo, nada mas ver al pequeño, moviendo torpemente las manitas sobre el futón que habían preparado para él, afortunadamente, el futón era para un adulto, pues iban a necesitar el hueco restante.

-¿Puedo entrar?... – Preguntó ansioso, poniendo un pié sobre el peldaño de madera.

-Aún no… - Volvió al interior de la cabaña, dejándolo con la palabra en la boca, ¿Por qué no lo dejaba entrar?... ¿qué pasaba ahora?...

Se dio la vuelta, y se sentó sobre la tierra, agarrándose a la rodilla nuevamente, con el ceño fruncido y escamado, su pie se movía compulsivo, y su vista se fijaba en el suelo, dándole las apariencias de un niño enfadado, detuvo su movimiento y rodó sus ojos sigiloso a quien se acercaba.

Shippo daba inseguros pasos sin soltar a Kirara, no era muy dispuesto a buscar seguridad en el hanyou, pero en estos momentos, sin tener cerca a Kagome, lo tenía por la única familia capaz de tranquilizarlo.

-¿Por qué no podemos verla ya? – Su voz sonaba afectada por las ganas de llorar, cuando Inu Yasha lo miró, vio que hacía un gran esfuerzo por evitar el llanto.

Sonrió al ver que no soltaba a la gata, que parecía incómoda por la sujeción, pero entendiendo también el estado del kitsune, se dejaba sostener. Si fuese otra la circunstancia le hubiera reprendido por ser tan vulnerable, pero esta vez tenía un motivo de peso, ya que él se sentía igual, posó su mano en la cabeza de Shippo, la masajeó para darle su apoyo, incitándolo a sentarse junto a él. La esterilla volvía a abrirse, permitiendo salir a una Sango algo más agitada, Miroku que permaneció quieto viendo a los dos demonios, se giró curioso por lo que la exterminadora fuese a decir. Inu Yasha se adelantó hasta ella, esperaba que dijese algo, sus ojos clavados en el rostro de la mujer, y su tez más blanca de lo que ya se había vuelto, el zorrito liberó a Kirara para agarrarse a la hakama roja.

-¡Son dos…! – Exclamo ansiosa por entrar de nuevo.

-¿Dos?... – Preguntó apenas sin voz, miró a Miroku, mientras sentía que la felicidad volvía a embargarle, mostrándose en una sonrisa que se formó en sus labios - ¿Puedo pasar ahora?... – Intencionó subir el escalón, pero la palabras de Sango lo detuvieron

-Aún no… - Y desaparecía de nuevo tras la esterilla.

-¿A-aún no? – Se giró a Miroku buscando el motivo, éste se encogía de hombros sin saber que responder, volvió a mirar la esterilla, subiendo el primer escalón, él ya había supuesto desde semanas antes que podrían ser dos cachorros, incluso se había ilusionado al imaginarse a Kagome con uno de sus hijos en brazos y él con el otro, se supone que ya han nacido, ¿Por qué tiene que esperar más?... llevaba toda la tarde queriendo entrar, y ya faltaba poco para que anocheciera, su garganta se secó bruscamente obligándolo a tragar para humedecerla, dos cachorros era mucho esfuerzo, ¿Y si algo no iba bien en Kagome?... ¿y si se había excedido demasiado?... ¿Y si… no estaba siendo capaz de soportar?... el temor pudo más que las intenciones de entrar, sentía miedo por lo que pudiera ver dentro, retrocedió volviendo a posar los pies en la tierra.

-¿Inu Yasha?... – Shippo tiraba de sus pantalones, que bajaba la vista a mirarlo, había percibido su miedo, y eso lo tenía más asustado.

-No te preocupes Shippo – Miroku lo levantaba del suelo para tenerlo en brazos – Seguro que están vistiendo a los bebes, veras como pronto entraremos a verlos – Pero eso no le calmaba, necesitaba oírlo de él.

Inu Yasha miró al monje, y luego corrió la vista al pequeño zorro, que no dejaba de insistirle con la mirada, asintió con una sonrisa, sintiendo que los nervios del kitsune disminuían, y aferrándose a las palabras de Miroku, pidiendo en silencio que fuese ese el motivo.

La esterilla se movió nuevamente, Sango salía mas calmada, con una expresión endulzada por la ternura de su voz.

-Es una niña…

-¿T-tres?... – La voz parecía salirle de otro sitio, buscaba la respuesta de Sango, que asintió sonriéndole, mientras se acercaba a coger a Shippo de los brazos del monje.

Sus piernas comenzaron a flaquear, haciéndolo tambalearse, sintió las manos de Miroku sujetarle por la espalda y un brazo.

-¿Qué haces ahí parado, no vas a entrar?... – Sango lo miraba riendo levemente, nunca antes había visto al hanyou tan sorprendido y descolocado

Comenzó a caminar a pasos lentos, para entrar, sintió que tiraba de algo, miró hacia atrás, para ver, no sabía cuando fue que sostuvo uno de los brazos de Miroku, pretendiendo entrarlo con él.

-Creo que deberías ir solo, Inu Yasha – Sonreía divertido, por parecerle cómica la reacción de su amigo

Miró sin pensar la detención al brazo, lo liberó y se quedó perdido viendo su mano, oyó al zorrito pedir entrar, ya que él pareció decidir estar en otro mundo, reaccionó levantando la cabeza para mirarlo.

-No Shippo, dejemos que esté con su familia un rato, te prometo que luego entraremos nosotros – El kitsune asintió recostándose en el hombro de Sango, se sentía cansado por la tensión de la tarde, dormiría un rato mientras esperaban para entrar.

Apartó la esterilla, echó un vistazo al interior, Kaede terminaba de apartar los objetos utilizados en el parto, el ambiente estaba cargado del olor a sangre y algo mas intenso de lo que percibió durante los meses de embarazo, el olor de sus cachorros, su vista encontró en un extremo, sobre el altillo, entre sábanas, a su mujer, y los tres recién nacidos, se apresuró a ellos para verlos mejor, giró la vista al sentir a Kaede salir y dejarlos solos, relajó los hombros y comenzó a sonreír, con los ojos embadurnados en líquido, dejando por fin salir toda la tensión que había sufrido, mezclada con la felicidad que tenía en estos momentos, sentía deseos de llamarla, hablarle y decir todo lo que ahora le invadía, pero se retuvo por creerla dormida, reposada de costado, con un brazo extendido, limitando el terreno de sus bebés, como ella los llamaba incluso antes de que nacieran.

Se tumbó junto a sus cachorros, dejándolos entre él y la madre, tomando la misma pose que Kagome, suspiró relajando su mano sobre el brazo de ella, y con la otra tocaba la mejilla de uno de los pequeños, sus pieles aún estaban amoratadas, y sus caritas seguían hinchadas por el esfuerzo de nacer, la más pequeña en tamaño de los tres se sobresaltó al tocarla.

Kagome se desveló al sentir los piecesitos de uno de los bebés, abrió los ojos lentamente, para ver a Inu Yasha tumbado en el suelo, con los ojos lacrimosos, y sonriendo a los pequeños.

-Inu Yasha… – Su voz sonaba cansada, apenas sin tonalidad, y sus ojos se cerraban involuntariamente.

Levantó la vista a ella, que hacía un esfuerzo por mantenerse despierta, llevó la mano a su rostro, y barrió con su pulgar el sudor que se había estancado en el nacimiento del cabello en la sien de su mujer.

-Gracias… Kagome

Ella sonrió soltando un suspiro, a la vez que sus ojos volvían a cerrarse, agarrando la muñeca de la mano que la acariciaba. No necesitaba más palabras, sabía por qué lo decía, por estar con él, por darle esos tres cachorros, por otorgarle esta familia en general, por guiarlo, y por permitirle dejar de ser un solitario, ahora pertenecía a un lugar… a ellos…

-.-.-.-.-

Sostenía bajo los brazos, cada moisés hechos de bambú, regalo de los aldeanos a la sacerdotisa, Sango apretaba los amarres a su espalda, para asegurar la contención del tercer bebé, que dormitaba en una especie de saco hecho de las misma telas de un futón, donde la mas pequeña de los tres, estaba acomodada, sobre el pecho del padre, asegurada por la sujeción de los amarres en la espalda del hanyou

-Sango, ¿estás segura de que no se caerá?... – giró la cabeza todo lo que pudo, no muy convencido de que ese método de portar al cachorro fuese muy fiable, temía que los amarres se soltaran y cayera al suelo, ¿Cómo iba a evitar que diera con el suelo si tenía las manos ocupadas en sujetar los moisés?...

-Tranquilo Inu Yasha, está bien sujeta – dio unos golpes en la espalda del hanyou, dándole a entender que ya estaba listo para irse, asomó la cabeza para ver a la pequeña, que parecía estar cómoda en su cuna porta bebés, sonrió tiernamente al ver su pequeño rostro, con sus mejillas sonrojadas y esas orejitas rosadas, aún si pelos, que se plegaban todavía a su cabecita. – No te demores mucho, sabes que en cuanto despierten querrán comer.

-Sí ya sé, no entiendo por qué tantas prisas en que los vea la familia de Kagome, no llevan ni un día de nacidos, se me hace tan difícil separarlos de ella – Miraba a la pequeña, que permanecía con la boquita apretada, dando la sensación de que sus labios parecieran mas gruesos de lo que eran.

-Sí pero lo haces por Kagome, ella quiere que su madre los conozca, además solo será un momento, procura estar aquí antes de que el sol esté en lo mas alto, creo que despertarán entonces. – Lo vio asentir y salir corriendo, para no tardarse demasiado en volver.

Sota jugaba a la consola, ignorando al abuelo, que pretendía asustarlo con que se le quedaría la cabeza hueca con tanto juego, un extraño quejido sonaba desde la entrada, no tardando en convertirse en tres estruendosos berridos, de tonalidades diferentes, haciendo saber claramente que procedían de tres fuentes distintas, la Sra. Higurashi pasó veloz cerca del abuelo, éste la siguió y Sota soltó rápidamente el mando para ver a sus sobrinos, le resultó gracioso ver la situación en la que se encontraba el hanyou, movía de arriba abajo los brazos, y flexionaba sus piernas para que la pequeña también fuese mecida, pero eso, parecía ponerlos más nerviosos, la mamá de Kagome se acercó a Inu Yasha, alargando los brazos al recién nacido que llevaba pegado al pecho, encogió los brazos al ver que él retrocedía un paso, mostrándose un tanto reacio a que cogieran uno de sus bebés. Sonrió al pensar que debía ser un acto instintivo de los demonios.

-¿Puedo?... – Volvió a extender los brazos pero esta vez esperó a la reacción del padre.

No estaba muy convencido de que sacara a la pequeña de su saco, ¿y si lloraba más, que absurdo, ¿más de lo que ya estaba berreando, además si Kagome se enteraba de que no había permitido que cogieran a los cachorros, no le hablaría en años, o peor aún, lo haría dormir por los restos fuera de la cabaña. Asintió con la cabeza, dando su permiso, la vio sacar a la pequeña de su cuna portátil, pareciéndole una experta en coger cachorros, se veía tan fácil en ella, sin embargo él lo hacía con torpeza, con miedo de que se le colara entre los brazos, y resbalara al suelo, terminando por sentarse en el suelo, para que la caída, en caso de que hubiese, fuese mas leve.

-Sigueme a la cocina, Inu Yasha…

-Pero aún no les toca comer, no hace mucho que Kagome los alimentó – Empezó a caminar tras ella, seguido del abuelo y el hermano de Kagome que no dejaban de asomarse a los moisés

-Oh… no es para que coman, la última vez que estuvisteis aquí, Kagome me dijo que no podría volver hasta que diera a luz, así que empecé a comprar cosas para los bebes, sabiendo que pronto nacerían, solo compre para dos pensando que con el vientre que tenía mi hija iba a traer gemelos, pero como suelen perderlos, compré dos más por si las moscas, por cierto ¿Cómo se llama esta cosita tan preciosa? – La pequeña no dejaba de llorar, la refugió en su hombro y empezó a arrullarle, consiguiendo que a ratos se tranquilizara

-Taka… - Vio a la madre de Kagome girare feliz, levantó el moisés que sostenía con el brazo izquierdo – Este es Senkai y este es Hiroshi – Alzando el otro moisés, miró a uno y luego a otro, con el ceño un tanto fruncido y la voz de un tono más bajo - ¿O era al revés?...

Salió del pozo airado, reconociendo que algunos de los inventos que estos humanos hacían, merecían la pena, ese pequeño objeto que la madre de Kagome le dio a los cachorros, era muy efectivo, no dejaban de succionar como locos, dándole unos meneos graciosos al artefacto, e hinchando sus mofletes al estar llenos por la tetina del chupete, como esta mujer los llamó, y por suerte llevaba otro de repuesto, por si se perdía alguno, miró al cielo viendo que el sol estaba totalmente alzado, y la tendiendo a inclinarse para seguir su recorrido, apresuró sus pasos para llegar cuanto antes junto a Kagome, por muy buena que fuese la magia que portaran esos chupetes, el hambre era mas poderosa, y terminaría predominando a esos objetos.

Caminaba de un extremo a otro de la cabaña, echando de vez en cuando ligeros vistazos por la ventana, que permanecía con la esterilla levantada, se impacientaba al ver que no llegaba con los pequeños, ¿qué clase de padre iba a ser si no se concienciaba de que los bebés tienen que comer con frecuencia, se aproximó a la salida al oir el crujido que provoca el subir unos escalones, levantó la esterilla para ayudar a Inu Yasha entrar, que parecía venir contento de la visita.

-Kagome…, no te vas a creer lo que nos ha dado tu…

-Inu Yasha…! ¡Cómo puedes ser tan irresponsable! ¡¿Es que no piensas en tus bebés! ¡no puedes tenerlos durante horas sin comer! ¡¿Qué clase de padre eres que… … … … …

La observaba ponerse cada vez mas exaltada, soltando una retahíla de frases que le reprochaban, soltó los moisés en el suelo mientras ella le seguía diciendo cosas, dejó a Taka con cuidado en un tercer moisés que permanecía en un extremo de la casa, se miró la manga del haori, pensando en lo que la madre de Kagome le dio para los cachorros, metió la mano en la manga sin mirar a Kagome, que seguía relatando, sacó una cajita de la prenda, miró a Kagome y luego a la caja, con cierta seguridad en su expresión, sabiendo que iba a hacerla callar de un momento a otro, abrió la caja y cogió el artefacto con decisión.

Seguía acusándolo, esperando el momento en que se sintiese culpable, mira que haberla tenido esperando todo ese tiempo, como los horarios de comida de los bebés se trastornen, va a ser él quien se levante mientras ellos comen para alimentar a los niños, sí, le diría eso también, le diría que se iba a tener que ocupar él cuando uno de los tres le pida comer mientras está tomando su ramen, a ver como le sienta eso, pero no le dio tiempo, el objeto había entrado en su boca, se quedó observando como sonreía triunfante, reacción segundos después, sacándose el chupete que él le metió para callarla, y dándole en la cabeza con el puño cerrado.

-Pero ¿tú estas tonto o te lo haces? – Le mostró el chupete – Esto es para los niños, no para los adultos – miró el chupete para después mirar a su pareja, sin comprender que conclusiones eran las del hanyou para hacerlo llegar tener acciones como esas, le quitó la caja de las manos y volvió a guardar el chupete dentro, suspirando, conformándose con las salidas de su hombre.

Inu Yasha la vio alejarse a por uno de los cachorros para alimentarlos, sonrió a sus espaldas comprobar su teoría, según ella esos chupetes solo callarían a los niños, pero con su mujer también ha funcionado, diga Kagome lo que diga, ¿Pues no había dejado de discutir…?

La siguió hasta el apartado donde se sentó sobre unos futones, sentándose frente a ella, le gustaba observar como alimentaba a los pequeños, mientras hablaban, esta vez de cómo reaccionó su familia al conocer a los tres cachorros.

-.-.-.-.-

Se sentó InuYasha de su lado del futón, dispuesto a descansar, jamás pensó que cuidar de tres cachorros fuera algo tan agotador, solo comparado con sus peores batallas, divisó a un lado, las ropas que Kagome le trajera desde su época para dormir, un pijama de pantalón corto, negó con la cabeza y se dejó caer, no sería esta noche… llevaba al menos un mes repitiéndose lo mismo, acomodó sus brazos tras la cabeza viendo como Kagome, se acercaba para descansar a su lado, con las manos sobre su estómago, se quedó al igual que él, observando el techo de la cabaña, que ahora se había convertido en su hogar, los pequeños descansaban en sus cunitas, a algunos metros de ellos e InuYasha los oía respirar con calma.

-¿Qué tranquilidad?...- susurró Kagome intentando no hacer demasiado ruido, les había costado demasiado hacer dormir a los cachorros, que ya contaban con algo más de dos meses, apenas y comenzaban a adecuar sus horarios para dormir.

-Mmjj… - fue el sonido que emitió el hanyou, con sus sentidos en calma ya que sus pequeños ya estaban descansando.

-La noche esta calida…- comentó ella, y comenzó a sentir un suave hormigueo, no habían tenido ni una sola noche en paz como esta desde que los bebés llegaran.

-Sí… esta exquisita…- respondió él, sintiendo las mariposa revolotear en su interior, comenzó a jugar levemente con los dedos tras su cabeza, al percibir el aroma que comenzaba a emanar Kagome, lo conocía bien, y lo llevaba sintiendo hacía días, solo que por más que lo desearan, no había habido ni un momento de tranquilidad como este.

Volteo su cabeza hasta ella para observarla, y se encontró con los ojos castaños de Kagome que lo miraban ansiosos… no supo en que momento ella se posicionó sobre él, sin palabras que mediaran su actuar, lo estaba besando con la boca plena, buscando, hurgando dentro de la suya en busca de su lengua, la sentía jadear dentro del beso, en un tono muy bajo, de seguro intentando no despertar a los cachorros, le apresó al cintura, mientras que se incorporaba, besando sus senos por sobre la tela del camisón que vestía… la escucho susurrar su nombre, mientras que le mordía una de las blancas orejas sobre su cabeza, sus manos comenzaron a subir por las costillas, sintiendo la premura de poseerla, sentía el calor de su entrepierna traspasar hasta su sexo, encendiéndolo.

-Oh… Kagome…- alcanzó a musitar casi inaudible, ya que los sonidos estaban limitados, notando como ella buscaba con desesperación el nudo del cinturón de su hakama.

-Shhh… solo hazme el amor…- le susurró apenas ella, incitándolo más aún, sintiendo como se movían en forma circular sobre su cadera buscando el roce de sus intimidades, y el olor que emanaba se le agolpaba en la nariz…

Lamía desesperado su cuello, mordía con algo de violencia la piel, bajando hacía el hombro, sostuvo la parte alta de las costillas femeninas, alzándola un poco, para morder los pezones erectos por sobre el camisón, notando como este le estorbaba, la escuchó gemir, y subió una de sus manos hasta la boca de ella, intentando cubrirla, no debían de hacer ruido, se sintió obligado a morder con mayor fuerza el pezón, cuando Kagome hundió sus dientes en el borde de la mano, para contener otro gemido, busco entonces el termino del camisón, subiendo por debajo de la tela, acariciando la piel desnuda, sintiendo como esta se erizaba ante su tacto, su miembro palpitaba bajo ella, y de pronto sintió que era apresado por la mano femenina, requiriéndolo con premura, y entonces se le escapó un gemido… no tenía tiempo para preámbulos extensos, estaba ansioso por probar el interior caliente de Kagome, no habían tenido un momento de intimidad desde antes que los cachorros nacieran y aunque algunas cosas ella hizo para aplacar su instinto, necesitaba sentirla, que se moviera sobre él y lo hiciera reventar de placer…

Un sonido los detuvo, InuYasha contuvo el aliento, justo sobre el pecho de ella, llegando con sus dedos casi a la cumbre del seno, y Kagome detuvo las caricias en la rigidez de él…

El sonido se hizo más claro, y ambos soltaron el aire…uno de los cachorros había despertado, provocando una reacción en cadena, se miraron y maldijeron su suerte, si solo se hubieran apresurado un poco más…

-.-.-.-.-

Se acercó InuYasha, presuroso, revisando entre los matorrales entre los que meses antes arrojara el texto que el abuelo de Kagome les hubiera obsequiado, luego de lo sucedido la noche anterior, lo más cercano que tenía a una sesión de sexo, eran las imágenes que se plasmaban ahí, estaba inquieto y molesto, no podía culpar a su hembra, la situación era conflictiva al tener a los cachorros, comenzó a olfatear por si percibía el olor al papel viejo, pero sin resultados, de pronto sintió una voz que le hablaba y se alertó… ¿qué hacía Miroku aquí?…

-¿Qué buscas InuYasha?…- consultó el monje.

-Un libro que dejé por aquí – respondió sin notar el nudo que se formaba en la garganta del hombre junto a él.

-¿No parece lugar para guardar un libro?… - comentó intentando aligerar su inquietud - ¿y sobre qué trataba?… - entonces InuYasha se incorporó tensándose por completo …¿cómo podía decirle a Miroku sobre el libro?… menos a Miroku…

-Feh… no es importante, vamos…- concluyó la búsqueda, caminando en dirección a la aldea.

Minutos después entró el monje en la cabaña en la que habitaba, avanzando a paso raudo, hasta un rincón en el que se encontraba su futón doblado, metió la mano bajo él y sacó un libro con la cubierta de relieves, lo miró y beso intensamente.

-Te pondré en un lugar seguro – dijo, mirando hacía todos lados, buscando un sitio mejor, el que encontró en el rincón contrario, una de las maderas del altillo donde se encontraba parecía algo más suelta, la levanto ayudándose con uno de los maderos para el fuego, y envolvió el libro en una tela – pronto volveré por ti – aseguró, poniendo nuevamente la madera.

Se sentó a un lado, con su posición de meditación, e intentó concentrarse en ella, con le espalda recta comenzó a musitar cánticos, las manos en un perfecto mudra, uso instantes después abrió uno de sus ojos, y observó el madero a su lado, el que perecía perfectamente igual a los demás, volvió a cerrar el ojo, para abrirlo nuevamente, solo que esta vez el otro se abrió casi enseguida y dejo la posición de meditación, se arrodillo, junto a su tesoro y lo sacó de su escondite, ojeándolo mientras que su rostro se iluminaba.

-Oh Kami… este libro es la gloria…- expresó con júbilo.

-.-.-.-.-

El atardecer no tardaba en caer, el cielo comenzaba poco a poco a tornarse más anaranjado, el verde del paisaje era perfecto, y la brisa primaveral jugaba con su cabello azabache, movió algunas hebras que se habían acomodado en su rostro, para enfocar sin interferencias los ojos dorados de su hanyou, que se encontraba con el pecho desnudo, y apoyando la espalda en el tronco del alto árbol sobre el que estaban, se habían subido en el pequeño mirador que InuYasha construyera para ella, cuando estando embarazada se empeñaba a subir a la copa de este árbol para contemplar el atardecer, ahora se había convertido en un frondoso lugar de escape, desde abajo, solo lograbas ver las ramas tapizadas de verdes hojas, dándole al lugar una intimidad envidiable.

La observaba, sentada sobre sus caderas, la yukata que vestía levemente abierta, tenía tiempo para contemplarla, con la mano apoyada en una de sus mejillas, que aún tenían la facultad de teñirse de aquel amado tono rosa en estas circunstancias, con el pulgar le acariciaba el labio, que se entreabría ante la caricia, mientras los ojos castaños se cerraban a la luz solo un segundo percibiendo la sensación de ser amada, las manos femeninas, adheridas a la muñeca que él mantenía en alto, ya que su otra extremidad aplicaba suaves caricias sobre la cadera de ella, la veía ansiar las caricias sin pedirlas aún, y aunque verla en ese estado despertaba todos sus sentidos, quería admirarla, sentir su piel pausadamente, escondidos del mundo en esta, que era su cima del cielo. Comenzó a deslizar los dedos por su cuello pálido, viendo como Kagome lo extendía, acarició hacia el hombro, desprendiendo la tela de él, liberándolo, y de paso uno de sus senos, viendo como la textura caía, acariciándolo, tal como lo hizo con suavidad con la yema de sus dedos, sobre la parte alta del pecho, sobre aquella forma tan femenina, llegando al centro, en la unión de sus montes, Kagome respiraba agitada, llevando sus manos a su cabello, recogiéndolo sobre la nuca, sabía que InuYasha deseaba recorrerla, y aquello le encantaba, sintió como el dorso de la mano masculina, bajaba por el centro de su pecho, acariciando su estómago, pasando por el ombligo, llegando hasta el vientre, tuvo que contener el aire, para liberarlo solo cuando percibió el retorno de la caricia, y entonces lo observó, los ojos dorados brillantes de pasión, y su voz ronca y excitada le habló.

-Eres tan hermosa…- susurró en un tono tan dulce que Kagome, sintió que le derretía el alma.

La pasión de las caricias, paso a convertirse en un deseo del corazón, deslizó sus manos por sobre el estomago marcado, subiendo hasta el pecho del hanyou, se apoyó, para hacer girar sus caderas sobre las de él, rozando su sexo encendido, se inclinó para lamer uno de los pezones masculinos, arrancando un gemido profundo de los labios del hombre, que cerró los ojos en el momento en que la ansiedad lo golpeo, sintió como la humedad de la caricia lo abandonaba, y cuando abrió los ojos, su boca fue apresada en un beso profundo, que lo obligó a ceder la entrada a la lengua de su hembra, que parecía reclamarlo a través de aquel acto, jadeando sin liberarlo, sus manos se posaron en las caderas femeninas, indicándole movimientos que lo iban excitando cada vez más, y de pronto lo liberó… dejando que el vaho de su aliento le humedeciera las blancas orejas, mientras le susurraba una frase en respuesta.

-Y tú exquisito…- suspiró al decirlo, lamiendo la piel en aquella zona, las manos de él se apoderaban de sus senos, y uno de sus pezones se crespo ante el contacto húmedo de la lengua que lamió con fuerza, seguido de un gemido, que nació desde el vientre mismo de Kagome.

Las palabras pronunciadas con un delicado tono sensual y femenino, lo hicieron gruñir de ansiedad, bajó una de sus manos, hasta la entrepierna de su mujer, y comenzó a buscar entre la ropa intima, palpando la humedad que llegaba hasta su olfato, convirtiéndose en un elixir anhelado, jadeo suavemente, y apresó los labios de Kagome, encendidos por la excitación, con la yema de uno de sus dedos, hizo círculos sobre la zona de mayor sensibilidad, escuchándola gemir, y sintiendo como intentaba escaparse, pero el agarré que ahora mantenía en su espalda se lo impidió, la humedad se hacía más evidente ante las caricias y la mano de Kagome oprimía su miembro con más inquietud, tanto que sentía palpitar su carne por la presión, alejó la mano de ella, lamiendo sus dedos con gozo, era su sabor, ese inconfundible aroma a hembra que despertaba sus instintos y lo hacía incluso más animal, extendió la mano a un lado, y un sonido metalizado salió de sus garras, las afiló levemente y llevó hasta la prenda que aún cubría el sexo femenino, cortó las uniones que le impedían el acceso, y exhaló el aire con fuerza al tomarla por las nalgas, observó el sitio de la unión, y vio los pálidos dedos de ella rodeando su rígida parte, la sintió tomar aire con fuerza, mientras que se rozaba a sí, con la punta suave del miembro.

-Vamos Kagome…- suplicaba, tensando el rostro ante la visión, y el deseo – no me tortures así…

Ella se acercó y le lamió de forma casi lujuriosa los labios, apoyando una mano en el hombro masculino, para luego introducirse aquel trozo de carne erecta y caliente, exhalando en un gemido, con fuerza todo el aire antes contenido, y se arqueo hacía atrás, él tomó en su boca uno de sus pecho, llenándose con él, se sentía tan exquisitamente excitante, la deseaba tanto como al inicio, era ella, su mujer, exquisita, sensual, suya…

Le aprisionaba las caderas, casi hundiendo los dedos en ellas, y la sentía empujar con fuerza hacía abajo, mientras que él hacía el trabajo a la inversa, metiéndose en ella hasta que sus ingles les dolían por la presión, y la energía en su interior se acumulaba, obligándolo a contraer su cuerpo en espera de la liberación que llegaría como un arrebato de sentidos… lo sabían… y lo buscaban…

Se movía intensamente sobre él sintiendo su vientre caldearse, y los músculos en su interior apretar con fuerza la carne de InuYasha que se friccionaba inquieta en su interior, llenándola de impaciencia, le mordió el labio y lo escuchó gruñir, el agarre en las caderas se movió a sus nalgas, como buscando hacer espacio para entrar más en ella, el corazón le latía en los oídos, y ya no lograba visualizarlo bien… se estaba desvaneciendo en el placer que el hanyou le estaba entregando… se adhirió a su cuerpo con fuerza, sintiendo que el calor del pecho de InuYasha le quemaba en los pezones, toda ella ardía, y un gemido profundo se le escapó cuando el líquido en su interior se derramó sobre el sexo de su hombre… lo sintió gemir en su oído y susurrar algo que no asimiló de inmediato.

-Caliente…- fue todo lo que logró decir al sentir el líquido emanado de ella, bañar su miembro erectándolo a un límite excesivo, tanto que le dolía, y se golpeo con tanta fuerza contra ella, que la hizo despegar las rodillas de la base que los sostenía, y alzó la cabeza, liberando el aire de su interior en un sonido ronco, profundo, similar a un gemido, pero que pareció vaciarle los pulmones, y su semilla se esparcía por ella, desbordándose junto con el líquido que ella liberara segundos antes, moviéndose en su interior un poco más, dejando toda su esencia en ella, relajando su posición, dejando que la espalda descansara contra el tronco de aquel enorme árbol, la sintió desfallecer sobre su pecho y los músculos de su interior aún lo presionaban como si estuvieran succionando su jugo, su sexo palpitaba y se movía dentro de ella en forma involuntaria, y un respiro descansado se le escuchó. Kagome enlazó los dedos de su mano derecha con la izquierda de él que reposaba extraviada sobre el piso, mientras que la otra le acariciaba la espalda bajo la yukata.

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Sango se encontraba de pie junto a la puerta de su cabaña, sostenía a Takka en sus brazos, mientras que ella se divertía con la cinta del cabello, que la mujer llevaba, observando a Miroku, correr tras el pequeño Hiroshi, que ya era la tercera vez que se le escapaba, desde que habían comenzado a caminar se habían vuelto un suplicio para sus tíos, que se quedaban en ocasiones antes del atardecer cuidando de ellos.

-Miroku…no veo al niño… ¿dónde esta Senkai?...- consultó alarmada Sango, observando en todas direcciones, les estaba faltando unos de los cachorros.

-No lo sé… pensé que estaba contigo - aseguró el monje sosteniendo, por la cintura del pantalón al pequeño, que se reía travieso, disfrutando del juego que mantenía.

-Ay Miroku… yo creí que estaba contigo – expresó alarmada la mujer – como perdamos a uno de los cachorros InuYasha nos destaza…

Miraron entre los matorrales al escuchar un sonido, ambos ansioso, con su respectivo sobrino en los brazos, notando como dos colas grandes y amarillas con las puntas negras aparecían anunciando a Kirara, que venía retrocediendo, y cual fue su alivio, cuando vieron que al girarse, traía tomado de las ropas con su hocico, al pequeño Senkai.

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Llevaban un tiempo ya caminando, los cachorros estaban en su siesta, ya contaban con año y medio, y a pesar del trabajo que les habían dado, eran unos niños alegres, sanos y felices, InuYasha había creado tanta paciencia con ellos, como la que mantuvo con Kagome durante su embarazo, aunque habían momentos en los que simplemente necesitaba pedir el auxilio de la sacerdotisa para liberarse de las garritas de los tres pillines, que gozaban jugando con su padre.

-Dime que te pasa…- pidió Kagome, hacía días que notaba a InuYasha silencioso y la miraba de reojo como si deseara decirle algo y no se atreviera.

-¿A mí?... ¿qué podría pasarme a mí?...- consultó como respuesta dejando a una Kagome más intrigada aún.

-Vamos InuYasha que te conozco, algo hay que quieres decirme…- exigió en un tono un poco más preciso ella, dando a entender que no habrían más evasivas. El hanyou se detuvo y suspiró.

-Ven, siéntate…- le pidió indicando una roca que se veía bastante cómoda, Kagome retrocedió unos pasos y obedeció.

-Ya, ahora confiesa… - le dijo - ¿cuántos vasos de ramen te comiste?...- consultó traviesa.

-Verás sé que esto que te diré no te lo esperabas, pero…- hizo una pausa y la miró, luego volvió a quitar la vista de sus ojos castaños interrogantes y ansiosos.

-¿Pero qué?... – consultó ya perdiendo la poca paciencia que tenía.

-Bueno, pues… - titubeaba, no sabía que reacción tendría ella.

-InuYasha…- pidió con reproche, y lo vio suspirar y relajar los hombros con resignación.

-Kagome… creo que tendremos cachorros…

-¡¿Qué!…

-Feh! …¿no puede ser tan malo no?…- preguntó enfrentándola algo temeroso.

-¡Tú tienes la culpa de todo!…- continuaba gritando agitada por el esfuerzo, esto no podía ser cierto… ¿cachorros?… pero si apenas y daba abasto con los tres que tenía, y de pronto en su mente se gestó la imagen de seis pequeños, saltando sobre ellos.

-Te recuerdo que tú no parecías en desacuerdo cuando los hacíamos, todo lo contrario… - sonrió con una sonrisa arrogante, al recordar las palabras de ella, que hablaban de su buen desempeño.

-¡OSUWARI!…- gritó exaltada, recordando solo entonces que el collar no existía.

InuYasha sintió que la espalda se le cubría de un intenso escalofrío, retrocediendo unos pasos ante la impresión, esperando el fatídico resultado del conjuro, que al no llegar le recordó que el collar, hacía mucho que no lo portaba.

Se aproximó con esa sonrisa que había mostrado más de una vez, haciéndolo ver decidido y altivo, que gritara osuwari todas las veces que quisiera, ahora ya no tenía que temerle, iba a regodearse, imponerse ante ella, pero la expresión que tenía lo hizo cambiar de opinión, parecía muy enfadada, pero se le veía un ápice de preocupación

- Kagome, ¿no quieres ese cachorro? - No temía que ella no decidiera tenerlo, la conocía demasiado bien para saber que no negaría la vida a ningún ser inocente y menos aún a un fruto de ellos, pero igual podía dolerle que no deseara tener más cachorros suyos.

-El problema no es que sea uno... InuYasha ¿cuántos vendrán ahora?... no sé si podré con ellos...- le respondió mostrando la razón real de su inquietud, no es que no los deseara, podía darle un equipo de fútbol si él lo quería.

-¿Realmente es eso?...- consultó, el hanyou, inclinándose un poco en busca de los ojos castaños, que comenzaban a humedecerse.

La vio asentir, y entonces tomó su mentón, para alzarle el rostro, toda su postura de gran señor se deshizo al mirarla, y los ojos dorados desbordaban ternura y protección.

-No debes preocuparte, sabes que estaré junto a ti siempre...

Fin

Artemisa: ains, qué penita que esto termine :( , pero en fin, prolongar demasiado las cosas no tiene caso, bueno, digo yo que podríamos emplear el resto de la imaginación en otras cositas, verdad Anyara, me ha gustado mucho trabajar con mi amiga en esta historia, y de seguro que habrán más para escribir juntas...
Un besito a todos los lectores, y hasta pronto, ala, a disfrutar leyendo, que es sano...

Comentarles lo feliz que me siento luego de haber concluido con esta historias, que como bien dice al inicio, no comenzó de la mejora manera, y creo que ninguno de nosotros cree en el final que ha tenido… la frase del final, luego de escrita recordé que aparecía en el manga, no recuerdo el volumen, creo que es el 40, ya fuera de la seria de TV, es uno donde InuYasha, la sigue hasta la escuela, y ella luego de rendir de forma pésima un examen, se la lleva sobre la espalda, por las paredes caminando, y las compañeras de ella, murmurando unos pasos tras ellos, lo tierno que es el "chico de Kagome"… pues ella esta agotada luego de ese día de escuela y la tensión e InuYasha le dice… "¿por qué te preocupas?… si sabes que siempre estaré junto a ti…"… ha sido una escena magnifica…

Artemisa, ha sido un privilegio escribir junto a ti amiga, gracias por enriquecer mi escritura y darme la oportunidad de mejorar… espero podamos trabajar juntas en otra oportunidad, ya que tu cabecita esta repleta de ideas geniales… besitos…

Y para todos quienes han llegado a leer hasta esta última fracesita, pues agradecerles su compañía y a esperar que hayan disfrutado como lo hicimos nosotras escribiendo…

Siempre en amor…

Artemisa y Anyara