Hola a todos quienes leen mis historias, y a quienes comiencen a hacerlo. paso a comentarles que este fic, ha sido emprendido originalmente por Sayo Yukishiro, ella en uno de sus capítulos mencionó que no podría continuarlo, por motivos personales, y solicitó si alguien se quería hacer cargo de él, lo que considere muy honesto de su parte, ya que he seguido muchas historias que jamás son concluidas, y considero que aquello es una falta de respeto muy grande para quienes leen… así que me aventuré a continuarlo, tiene bastante material, y me encariñé con el… y bueno, inicialmente su categoría en al cuenta de su autora era "K"… pero debo decir que cayó en mis manitos, así que ahora será…"M"…jejej e… a disfrutar de él…

Anyara

Capítulo Uno- "Promesas de Niñez, Juegos de Infantes"

-InuYasha- Musitó la pequeña, viéndole con singular entretención. Éste sólo asintió ante el llamado de la niña, manteniendo su mirada gacha- Podrías ponerte de pie- El niño observó la posición y se levantó apresuradamente dando una mano a la pequeña para ayudarle a incorporarse.

-¡Kagome!- Llamó una voz a la lejanía- ¡Vengan aquí!

La niña entonces tomó de la mano a InuYasha, corriendo junto a éste hacia quien les llamase.

-¿Y tus zapatos?- Reprochó autoritariamente el muchacho, Kagome sólo sonrió avergonzada.

-Perdón, hermano- Respondió con voz tenue, esbozando una suave sonrisa. El muchacho sólo exhaló, negando de manera reprobatoria, sabiendo que no podía dar sermones a aquella pequeña frente a él, a su pequeña y dulce hermanita.

-Vamos adentro- Ordenó calmadamente, dando una mirada inquisidora a InuYasha quien sólo asintió y camino junto a los otros dos.

PPPPPP

-¿Han oído entonces acerca de las carentes medidas del gobierno frente a aquel crimen?- Impuso Inutaisho, quien observaba falto de sentimiento por la ventana del salón.

-Lamentablemente en la actualidad aquellos hacen oídos sordos a toda esta situación- Respondió sereno el señor Higurashi.

-Es verdaderamente decadente, ¿Cómo no ponen restricciones para evitar aquella privación de libertad?- Espetó Midoriko quien partícipe de aquella conversación parecía notablemente exaltada. Ambos caballeros sólo negaron cansinamente. La verdad es que nadie se explicaba que aún en aquellos tiempos la esclavitud fuese algo permitido.

-Ya llegamos- Avisó Ryuji, trayendo tras de si a su pequeña hermana y al menor de los hijos de Inutaisho.

Midoriko se acercó a su hijo mayor acariciando sus castaños cabellos, sonriéndole agradecida, para luego tomar entre sus brazos a su pequeña hija.

-¿Y Sesshomaru?- Interrogó Inutaisho, notando que entre los presentes faltaba su primogénito. Los niños sólo negaron, dado que Sesshomaru había sido renuente a la hora de hacerlo partícipe de sus juegos. Verdaderamente ese pequeño era totalmente distinto a los demás.

-No recuerdo jamás haberle visto participar en ningún juego- Preocupado informó Inutaisho- Quizás aún me culpe de la muerte de su madre, y no ha cambiado en estos años su frialdad hacia Izayoi.

-Vamos, amigo- lo reconfortó el señor Higurashi con una expresiva sonrisa- Ya verás como con el tiempo va cambiando y volviéndose más abierto.

Inutaisho asintió agradecido y, acompañado de su amigo, se trasladaron con paso calmo al comedor.

Aquel día, preparaban una cena en honor de sus amigos, de la familia Higurashi. Midoriko pese a ser una fuerte y hermosa mujer sufría de una mortal enfermedad. Su esposo, aún ilusionado con hallar alguna cura, había tomado la determinación de dejar el pueblo junto con su familia, para así buscar métodos que pudiesen mantener entre los vivos por más tiempo a su mujer. Era por eso que aquel día realizaban aquella reunión, una despedida de ambas poderosas familias, con la esperanza de volverse a ver en un futuro cercano.

-InuYasha ¿Me extrañarás?- Interrogó la niña, mientras los adultos se despedían efusivamente y manteniendo una sonrisa en sus rostros.

-Como digas- Respondió, reacio a decir lo que su corazón infante sentía, puesto que en verdad la extrañaría y mucho.

-InuYasha- Sollozó la pequeña- Yo si te extrañaré mucho- Murmuró, mientras se colgaba del cuello del pequeño, derramando pesarosas lágrimas en los ropajes del chico.

-¡Hey, no llores, no me gusta verte llorar- InuYasha suplicó con tenuidad, al tiempo que con el dorso de su mano limpiaba algunas que corrían rebeldes por el pequeño rostro - Claro que te extrañaré, eres mi "amiga"- Sus doradas orbes fueron víctimas también de aquel líquido salino, sintiendo como se agolpaban aquellas en sus pupilas, mas luchando para no darles escape.

-Te quiero mucho- Gimoteó con mayor abatimiento.

-Pequeños- Susurró Midoriko, viendo la enternecedora y entristecedora despedida de los niños- Es sólo un hasta luego- Les informó, siendo vista por ambos pequeños- Recuerden que algún día, podrán unir sus vidas por siempre.

InuYasha emitió un sonido de asco, como niño que era le parecía tan cursi aquella idea. Ante su gesto los adultos rieron vigorosamente, InuYasha en cambio sintió como sus mejillas se teñían del más intenso y rojizo tono.

-Ves, Inu, ¡Tu y Yo ya estamos unidos por siempre, porque cuando seamos grandes seremos esposos!- Añadió con alegría la pequeña.

InuYasha volvió a observar a la niña, sintiendo como su corazón se contraía levemente ante aquella sonrisa y esa dulce mirada castaña, pese a que su arrogante carácter le imposibilitaba el corresponder aquel gesto de la chica. Se verdad deseaba volver a verla, a ella y a su apaciguadora figura.

-¡Feh!- Espetó arrogante, dándose cuenta de su embobado estado- Como sea.

Ryuji se acercó entonces a la pequeña con molesto semblante y dijo:

-No digas eso Kagome, no creo que cuando seas mayor te parezca casarte con un chico como este- Miró despectivamente a InuYasha, no porque de verdad le rebajase, sino porque desde su nacimiento había celado constantemente a su hermanita, y es que en verdad la quería con el alma.

Sesshomaru estiró su pequeña mano para despedirse del señor Higurashi, luego dándola a Midoriko, produciendo que la última sonriese para si- "De verdad aquel niño tenía enmarcado un semblante del más frió de los adultos y las actitudes de un hombre ya mayor, sin embargo, será un gran hombre".

-Cuídate jovencito- Profirió al soltar la mano del muchacho.

-Usted también- Respondió con su semblante impávido, pero realmente sintiendo la frase que emitía. Midoriko despidió con su mano a los presentes subiendo al copiloto del carro.

Un nuevo sollozó escapó de labios de la pequeña de cabellos azabache, quien bajaba nuevamente del carro, para abrazarse de su amigo, pese al molesto semblante de su hermano mayor. Izayoi, entonces, con paso calmado se acercó a los pequeños.

-Vamos, nos volveremos a ver- Susurró, depositando en las manos de su pequeño un fastuoso anillo que en su centro tuviese una diminuta pero preciosa piedra de pálida tonalidad rosa- ¿Por qué no se lo das a tu amiga?- Incitó, con afable y cariñosa voz. El pequeño sonrojado y evitando mostrar su emoción accedió, dejando entre las pequeñas manos de la niña el regalo que hace segundos le diese su madre.

-Toma- Declaró con parquedad- Cuando regreses has de volver con él- Kagome asintió agradecida, tanto a la madre de InuYasha como a él.

El carro comenzó su marcha, llevándose consigo a la querida familia.

Kagome aún en la ventanilla observaba con sus ojitos brillosos a aquellos que dejasen allí. Su mano diminuta se poso en el vidrio, dando una última pasada por los presentes, para detenerse en las doradas orbes de su pequeño amigo, las cuales ya no se abstenían de demostrar lo que sintiese; hermosas y cristalinas lágrimas recorrían sus mejillas y una tenue y apenada sonrisa bordeaba sus labios.

-Hasta Pronto, Kagome-

Fin Capitulo Uno- 26 de Septiembre del 2004. 19:02 Horas.