.. Título: Sueños en Munich..
.. Autora: Annie-chan Diethel ..
.. Capítulo 1: Entiendo
.. Categoría: Angst/Romance ..
.. Summary: Two-shot+Epilogo Spoilers. -Sólo quería pertenecer a tu sueño...-
.. Notas de Autora (leer, por favor): Spoilers sobre la película a mansalva, así que los que no quieran ser vilmente spoileados, no sean masocas y no lo lean. Shounen Ai a mogollón entre el trío de rigor (Hei-Edo-Aru) en según qué orden. Leer bajo cuenta y riesgos, nada de flames. Reviews plz!


Lo entendía tan bien...

Nos conocimos cuando viajé a ver a Oberth para estudiar sus teorías sobre los artefactos que podrían surcar el espacio. Fue un encuentro extraño en la estación de tren de Rumania, cuando acababa de bajarme del mismo. Acababa de recibir indicaciones de uno de los trabajadores sobre la ubicación del estudio de aquel estudiante cuando tu voz resonó por todos los rincones del lugar.

"Alphonse... ¡Alphonse! .¡Alphonse!"

Me giré escuchando nombrar mi nombre y te vi correr hacia mí, gritando como un loco. Me abrazaste con desesperación, como si hiciese siglos que no nos viésemos, como si nos conociéramos de siempre. Tenías los ojos llenos de lágrimas de emoción y una amplia sonrisa en el rostro, que parecía brillar con luz propia. Yo estaba muy confundido y te pregunté quién eras. Incluso uno de mis primeros pensamientos fue que eras un ladrón y que al abrazarme querías apoderarte de mi cartera.

Sin embargo, yo sé que te llevaste otra cosa.

Cuando te separaste de mí, me miraste a los ojos fijamente, como leyendo algo en ellos que te aclarase todo, y luego tu expresión alegre se transformó en amarga y las lágrimas alegres que anidaban tus párpados se deslizaron con pena surcando tus mejillas. Limpiándolas, me pediste disculpas y te giraste, alejándote de mí.

"Perdone, creí que era otra persona... Lo siento mucho..."- fueron tus palabras, que sonaron tan ausentes, tan vacías, tan carentes de vida... Me dolió.

Comencé a toser y te giraste a verme. Cuando parecía que me estaba ahogando, se me pasó, como siempre. Alcé la vista y tropecé con la tuya, que me observaba con una preocupación brillando en los dorados iris: habías retrocedido sobre tus pasos y en aquel momento me ponías la mano en el hombro, preguntándome angustiado si me encontraba bien. Asentí sonriente.

"¿Cómo sabes mi nombre?"- pregunté. Tu rostro fue invadido por la incomprensión.

"¿Disculpa?"

"Me estabas llamando por mi nombre..."- al ver que no me entendías, supe que sólo había sido una coincidencia. Extendí mi mano hacia ti- "Me llamo Alphonse Heiderich."

"Edward Elric."- te presentaste al fin, estrechando mi mano con firmeza. Sonreí- "No sólo te pareces a mi hermano, sino que te llamas igual que él..."- murmuraste, dejándome oírte con claridad.

Me preguntaste si sabía dónde se hallaba la casa de Oberth y me reí con la coincidencia. Siempre creí en el destino y en aquel momento estaba más seguro que nunca de que él tenía mucho que ver en aquello. Fuimos juntos hasta allí, estudiamos juntos todo acerca de los cohetes... Parecías tan entusiasmado... Comenzamos a vivir juntos en Munich, lo cual me supuso una gran satisfacción. Te tenía cerca... aunque a la vez, demasiado lejos.

Cuando me contabas aquellas historias sobre otro mundo, un hermano perdido y unas desaparecidas grandes dotes de alquimista tu rostro se iluminaba porque realmente te hacían feliz, aunque a mí me supiesen a locura. Y cuando te arrastraba conmigo a la realidad, todo el brillo de tus ojos se perdía. Pero mi intención no era lastimarte, sino hacerte entender que todo aquello había quedado en un sueño... y que yo era real.

Te hablé sobre mi enfermedad, aunque quitándole mucha importancia. Te lo planteé como un "resfriado constante", pero te lo creíste tan poco como yo tus historias. A partir de entonces, cada tos que proviniese de mí te obligaba a girarte y mirarme, en un gesto de absoluta paranoya pensando en lo peor. Y este gesto, en lugar de agradarme, me dolía, me dolía tanto... No era yo quien te preocupaba, sino otro. ¿Por qué no querías darte cuenta de que no era él quien estaba ahí?

En una ocasión, entre las sombras de la noche, quise besarte y tú me rechazaste. Ni siquiera quisiste aceptarme como un simple reemplazo de tu hermano, en quien ya creía y veía como una especie de enemigo. ¿O quizá era mi, según tú, alarmante parecido con él lo que te frenaba, en un pensamiento equivocado de volverte un pecador?

"¿Por qué?"

"... No lo sé, Alphonse..."- era siempre tu dubitativa respuesta, con la mirada fija en el suelo. Te sujeté por los hombros y te obligué a mirarme.

"¡Edward...!"- quise protestar, mas la tos me lo impidió. Me miraste con expresión culpable cuando dejé de hacerlo.

Poco a poco tu entusiasmo por la vida fue decayendo y te encerraste en ti mismo sin querer saber que el mundo seguía ahí. A veces apenas sentías ganas de levantarme de la cama en todo el día. Yo me esforzaba por animarte, intentando inculcarte un poco de mi pasión por la ingeniería aeronáutica, casi arrastrándote conmigo, obligándote a ayudarme con los proyectos. Y tú forzabas una sonrisa y te dejabas llevar, pero sin ninguna ilusión en tu mirada vacía.

Entonces, apareció ella. Algo dentro de mí se iluminó de satisfacción al ver que al fin entrabas en contacto con el mundo exterior, aunque fuese fijándote en una chica y, además, de condición gitana. No me importaba nada: si realmente estabas empezando a abrirte al mundo, pronto acabarías por olvidar tus locas fantasías de regresar a aquel mundo imaginario con un hermano inexistente del que yo era el mero reflejo. Y, aunque desaparecías de casa constantemente, sumergiéndote en investigaciones por tu cuenta, por otro lado, muy extrañas, me sentía bien por ti... y por mí.

Hasta que un día al verte llegar a casa, aunque lo intentases disimular, irradiabas alegría, gozo, dicha por todos y cada uno de los poros de tu cuerpo. El brillo de tus ojos había vuelto, al igual que la luz de tu rostro. Me sentí tan feliz... hasta que supe las, para mi alma, destructivas razones. Y sé que desde entonces me comencé a comportar fríamente contigo, aunque te preocupases por mí, aunque quisieses hablar conmigo por las noches, aunque me advirtieses de algo que ya sospechaba. Dejar constancia de mi existencia fue mi escudo para protegerme de ti, qué irónico... Y me sumergí en el cohete sólo para tratar de olvidarlo todo, a ti y a mi enfermedad que se agravaba por segundos, pero sin poder hacerlo.

Y entonces, todo lo que me intentaste decir sucedió. Y te regalé la prueba de mi existencia.

"No existimos en tu sueño... Incluso si muero, yo todavía seré yo mismo."- me entendiste, a juzgar por tu expresión.

Esa es la autentica realidad de los dos... provengamos de donde provengamos, estemos en donde estemos, vayamos donde vayamos, hagamos lo que hagamos. Estar contigo es mi propio sueño, y no puedo pretender que sea el tuyo. No hay sitio para mí en tu vida, debo aceptarlo y entiendo tus razones. Lo amas a él, no a mí, aunque sea su igual en este mundo. No soy él. ¿Quién soy yo, pues? Sólo el reflejo loco y enfermo de aquel que llamas hermano pequeño. Es comprensible que no quieras amar a una casual copia con pocas esperanzas de vida.

Y, aún así, no te guardo rencor. Y te lo demuestro arriesgando lo poco que me queda por intentar conseguir tu felicidad, por lograr que tus bellos ojos color miel recuperen el brillo entusiasta que vi en el momento en que te conocí.

Te oí gritar mi nombre "Alphonse... ¡Alphonse! .¡Alphonse!" como la primera vez en la estación de tren, como la última vez.

Sonreí mientras se elevaban mis sueños... E incluso el dolor que recibí después me supo a gloria. No perdí la sonrisa por ti.

"No me olvides..."

Y luego...

Nada...