Ya tenía pensado hacer este capítulo pero, ante la insistencia de muchos de los lectores, he adelantado su publicación. Recibí muchas peticiones para que escribiera una boda… Y este es el resultado. Espero que os guste.
Atención: ninguno de los personajes me pertenece ni pretendo ganar nada con ellos. Nada de denuncias, por favor.
- Con guión: lo que hablan.
En cursiva los pensamientos.
LA MEJOR AMIGA
Por Catumy
Capitulo 21. Epílogo
Kouga había permanecido junto a Ayame durante todo el embarazo de ésta. La había acompañado a las revisiones médicas, a comprar todo lo necesario para la llegada del bebé y había corrido por media ciudad buscando tiendas abiertas 24 horas para complacer los antojos de la muchacha. Día a día había trabajado duro para volver a ganarse la confianza de la mujer que llevaba su hijo en las entrañas. El día en que sintió por primera vez las patadas de su hijo contra la palma de su mano no pudo evitar emocionarse.
Ayame se hizo la dura todo ese tiempo. No dudaba de que las intenciones de Kouga fueran sinceras pero no quería arriesgarse a que la abandonara de nuevo. Así que se esforzó por ponerle las cosas difíciles al chico, incluso había llegado a llamarle a altas horas de la noche pidiéndole que le comprara helado de fresa y vainilla para después, cuando lo tuvo delante, cambiar de idea y preferir un panecillo con queso. Y Kouga lo soportó todo sin dirigirle ni una sola palabra de reproche.
Al fin llegó el día del parto. Dio la casualidad de que Ayame estaba sola cuando rompió aguas y, ni corta ni perezosa, pidió un taxi para que la llevara al hospital, sin avisar a nadie. Cuando ya estaba en el paritorio, habiendo dilatado lo suficiente como para traer un niño al mundo, escuchó unos gritos provenientes de fuera. Era Kouga. Y estaba amenazando a todo el personal de la unidad para que le permitieran la entrada al nacimiento de su bebé.
- Dejadlo pasar, es el padre de mi hijo. – dijo Ayame entre los dolores que la acosaban.
Una vez dentro Kouga se negó a soltarle la mano a pesar de que a cada segundo que pasaba su palidez se hacía más intensa. Pero cuando vio a una pequeña criaturita gritando con toda la fuerza de sus pequeños pulmones, cuando escuchó las felicitaciones del equipo que les había atendido durante el proceso… Supo que ese era su lugar: con su familia.
Colocaron al bebé sobre el pecho de Ayame, que estaba colmada de felicidad. Kouga acarició con suavidad la manita del recién nacido y éste, instintivamente, le agarró el dedo con fuerza. El reciente papá se emocionó tanto con ese gesto que rompió a llorar como un niño. Y pensar que había estado a punto de perderse algo como eso.
Cuando Ayame fue dada de alta del hospital, se encontró con que todas sus cosas y las del pequeño Shippo habían sido trasladadas al piso de Kouga. Pidió explicaciones pero lo único que recibió por parte de sus padres era que "lo más normal para un bebé es vivir bajo el mismo techo que su padre". Odió a Kouga ya que lo más probable era que fuese él el causante de esa situación. ¿Cómo se atrevía a actuar sin su consentimiento?
Pero cuando se presentó en el piso del chico con el bebé en brazos descubrió algo que la dejó sin palabras. Kouga se había tatuado su nombre en la ingle, exactamente igual que Inuyasha había hecho con el de Kagome.
- En una ocasión dijiste a Inuyasha que ojala alguien te quisiera tanto como para hacer algo así por ti. Yo soy ese alguien Ayame. Te quiero.
Ayame terminó aceptando vivir con él con la condición de que le dejara un tiempo para acostumbrarse a la nueva situación. Y se instaló allí, pero en una habitación individual.
Una noche Ayame se despertó creyendo haber escuchado algo proveniente de la habitación de su hijo. Abrió la puerta con mucho cuidado de no hacer ruido y se emocionó ante la escena. Kouga, desnudo de cintura para arriba, acunaba al pequeño Shippo mientras le cantaba una canción de cuna con voz suave. Esa misma noche Ayame decidió que a partir de ese momento compartiría dormitorio con el chico.
Pasaron dos años y las cosas seguían igual. El matrimonio era el paso más natural a seguir después de tanto tiempo compartiendo piso pero ambos estaban a gusto con su situación. No fue hasta que, una noche, Kouga le pidió que se asomara a la terraza, donde en el suelo, escrito con pétalos de rosa, estaba escrita la gran frase "cásate conmigo". Y ella aceptó.
Planear la boda no fue tan difícil como en principio había imaginado. Sango y Kagome le echaron una mano en todo el proceso, así como todas las madres a las que conocía: la suya, la de Kouga, la señora Higurashi… todo el mundo aportó su granito de arena a una boda muy esperada por todos. El resultado fue una boda espectacular.
- ¡Que se besen! ¡Que se besen! – el gentío reunido frente a la puerta de la iglesia reclamaba que la pareja de recién casados cumpliera con la tradición de besarse justo después de convertirse en marido y mujer.
El novio, sonriente, pasó un brazo por encima del hombro de su ya esposa y la atrajo hacia él, cumpliendo así el deseo de sus invitados. Los aplausos mitigaron cualquier otro sonido ajeno a la boda.
Una limusina de color blanco, adornada con flores rosadas esperaba pacientemente unos metros más abajo para llevar a los novios al restaurante donde iban a celebrar su reciente unión. Ayame entró a duras penas debido al tamaño de su vestido pero ahí estaba su esposo para echarle una mano. Los invitados comenzaron a ir a sus respectivos coches para seguir a la limusina hasta el restaurante de destino pero, antes de salir, la novia recordó algo muy importante.
- ¿Dónde está Shippo?
El chico se encogió de hombros y asomó su cabeza por la ventanilla, escudriñando con sus ojos claros a la gente que todavía no se había marchado de la puerta de la iglesia. Allí, jugando con su madrina, estaba un pequeño de dos años, con ojos verdes y un cabello tan pelirrojo como el de su madre. Un hombre apuesto vestido con un elegante traje y de cabellos negros como la noche se acercó al vehículo. Se trataba de Inuyasha.
- ¿No os marcháis todavía?
- Nos falta Shippo – rió la mujer.
- No os preocupéis, nosotros lo llevaremos. Y recordad que Shippo es muy pequeño todavía como para que le deis un hermanito. Por lo menos podríais aguantar hasta la noche de bodas. – bromeó Inuyasha.
- Vete al infierno – contestó Kouga, riéndose con su esposa.
Al final el coche partió hacia su destino seguido de algunos vehículos más. El hombre se acercó hacia donde el pequeño niño jugaba despreocupadamente con una hermosa mujer vestida de rojo. Le tocó el trasero a la muchacha que dio un respingo al recibir semejante caricia estando desprevenida. Se volteó dispuesta a todo pero sonrió al ver de quien se trataba.
- Eres tú…
- ¿A quien más le permitirías hacerte eso? –preguntó él fingiendo sentirse ofendido.
- ¡Madina! – Chilló el pequeño a sus pies, sin saber pronunciar correctamente la palabra madrina - ¡Upa!
La muchacha, sonriendo, tomó al niño entre sus brazos y lo aupó. El niño comenzó a aplaudir, contento.
- ¿No te apetece que tengamos uno de estos? – murmuró el hombre a su oído.
- ¿Estás loco? Mi madre todavía no me ha perdonado que me fuera a vivir contigo… Si me quedara embarazada creo que me obligaría a cambiarme el apellido – rió la chica.
- Eso tiene fácil solución, y lo sabes. – dijo él de forma seductora, al tiempo que pasaba su cálida mano por la cadera de la joven.
- No intentes camelarme con tus tretas de seductor.
- ¡Dutor! – coreó el niño en los brazos de la joven.
- Eso no es justo ¡Sois dos contra uno! – el hombre fingió enfadarse con el pequeño, que se puso a reír como un loco.
Sango, vestida igual que Kagome, se acercó al pequeño trío. Tenía su cabello recogido formando bucles a un lado de su cara, exactamente igual que su amiga. La novia había insistido en que sus damas de honor se vistieran de la misma forma.
- ¿Nos vamos juntos chicos? Miroku está impaciente por enseñaros su nuevo coche.
- ¿No será peligroso? Miroku es bastante imprudente…
- No os preocupéis – sonrió la muchacha quitándole importancia al asunto – Yo iré de copiloto y me aseguraré de que se comporte como es debido.
- Eso espero. Kouga y Ayame querrán que le devolvamos a su hijo de una pieza.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
La fiesta estaba en su apogeo cuando empezó el baile. Los novios fueron los primeros en salir a la pista, con el tradicional vals que inauguraba oficialmente su vida de casados. Después se les unieron algunas otras parejas, mayores y jóvenes.
Inuyasha se acercó a Kagome, quien sostenía en sus piernas al pequeño Shippo mientras le daba a probar una cucharada de su pastel. El niño lo vio venir y se metió en la boca un gran pedazo de tarta, para demostrarle al hombre que ya se estaba haciendo mayor. Inuyasha le sonrió y revolvió el cabello pelirrojo con una mano. Luego se inclinó hacia la muchacha.
- Ven a bailar conmigo.
Kagome, encantada por la petición, colocó a Shippo en los brazos de Sango, que estaba sentada a su izquierda y le dio la mano al chico para que la guiara hasta la pista de baile. Empezaron a sonar los compases de una canción lenta, una que casualmente encantaba a la muchacha. Inuyasha la rodeó por la cintura y la pegó a su cuerpo mientras ella le pasaba los brazos por detrás del cuello, abrazándole.
Adoro la calle en que nos vimos
La noche cuando nos conocimos
Adoro las cosas que me dices
Nuestros ratos felices
Los adoro vida mía
- ¿Lo estás pasando bien Kagome? – La muchacha asintió sin despegar su cabeza del hombro de su novio – Es una bonita boda ¿verdad?
- Preciosa – afirmó ella.
Adoro la forma en que sonríes
El modo en que a veces me riñes
Adoro la seda de tus manos
Los besos que nos damos
Los adoro vida mía
- Dime algo Kagome ¿Cuántas veces te he pedido que te cases conmigo desde que empezamos a salir? – preguntó él acariciándole la espalda descubierta.
- He perdido la cuenta. – ella enredó sus finos dedos entre el cabello oscuro del hombre.
- Y ¿Cuántas veces lo he hecho en serio?
- Creo que ninguna.
Y me muero por tenerte junto a mí
Cerca muy cerca de mí no separarme de ti
Y es que eres mi existencia mí sentir
Eres mi luna y mi sol
Eres mi noche de amor
- En ese caso me parece que va siendo hora de que tú y yo tengamos una conversación. – la muchacha se detuvo abruptamente.
- ¿Qué estás diciendo Inuyasha? – miró a su alrededor para comprobar que, no sabía como, todos sus amigos estaban formando un corro alrededor de ellos. Sango y Miroku, Kouga y Ayame… Incluso Bankotsu con su nueva pareja. ¿Desde cuándo estarían escuchando? El chico le acarició los hombros con suavidad y, sonriendo con picardía, se arrodilló frente a ella. – Inuyasha…
- Kagome, te quiero más que a nada en este mundo y, en estos dos años de relación he descubierto que no puedo concebir mi vida si tú no estás en ella. – Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una pequeña caja de terciopelo – No soy bueno con las palabras así que dime, ¿quieres casarte conmigo?
Abrió la caja con un movimiento decidido y le mostró su contenido: un precioso anillo de oro blanco con una piedra transparente. Hasta los menos entendidos sabían lo que era ese pequeño brillante: un diamante.
Adoro el brillo de tus ojos
Lo dulce que hay en tus labios rojos
Adoro la forma en que suspiras
Y hasta cuando caminas
Yo te adoro vida mía
- Inuyasha… - la chica se había quedado sin sentido ante la inesperada petición. Por detrás de donde se encontraban escucharon una voz.
- ¡Dile que si Kagome! – Era Ayame, con su pequeño en brazos sin importarle que le estuviera manchando su vestido de novia con unas manos llenas de pastel.
- Di algo Kagome – Dijo Inuyasha, con una sonrisa nerviosa en los labios. Se estaba impacientando.
Kagome le miraba. Ese hombre al que amaba con todas sus fuerzas estaba pidiéndole matrimonio en una sala llena de gente durante la boda de sus amigos. Ese hombre por el que habría dado la vida si hubiera sido necesario ¿Cómo iba a negarse?
- ¡Claro que quiero casarme contigo Inuyasha! – con este grito se lanzó a sus brazos, besándolo con fuerza. Inuyasha se apartó ligeramente para ponerle el anillo de compromiso en el dedo anular y después la besó de nuevo. Su sueño acababa de hacerse realidad.
Y me muero por tenerte junto a mí
Cerca muy cerca de mí no separarme de ti
Y es que eres mi existencia mi sentir
Eres mi luna, mi sol
Eres mi noche de amor
Te adoro vida mía…
Se pusieron de pie de nuevo entre los aplausos de todos los que habían contemplado la escena. Kagome sintió que sus mejillas se volvían de color rojo y se abrazó de nuevo a su, ahora, prometido. Inuyasha la acunó entre sus brazos y se sintió el hombre más feliz del mundo. Al final no había sido tan difícil pedirles a todos sus amigos que fueran a la pista de baile en el preciso momento en que él sacara a bailar a Kagome. El momento había sido mucho más emocionante de esa manera.
- ¿No te parece romántico Miroku? – preguntó Sango intentando contener las lágrimas.
- Mucho… ¿Quieres más pastel?
- ¡Insensible! – la muchacha se marchó a paso vivo, haciendo comprender a su novio que acababa de meter la pata.
- ¡Mujeres! No hay quien las entienda…
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Esa era su noche de bodas y nada podía salir mal después de un día como el que acababan de vivir. Había sido una ceremonia pequeña, no tan fastuosa como la de Ayame y Kouga. Solo habían invitado a la familia y a los amigos más cercanos. Y el resultado fue maravilloso. Se habían casado en el templo, a los pies del árbol donde se dieron su primer beso. Cada detalle había sido calculado cuidadosamente para que nada fallara. La pareja ya había tenido bastante antes de aclarar sus sentimientos como para permitir que las cosas salieran mal el día de su boda.
- Bienvenida a sus dominios señora Taisho – susurró Inuyasha a Kagome al oído una vez la hubo entrado en brazos a la casa. Habían decidido partir de luna de miel al día siguiente así que su primera noche como marido y mujer la pasarían en el piso que compartían.
- Me gusta como suena eso… - contestó ella mordisqueándole el lóbulo de la oreja a su esposo. Inuyasha la condujo hasta el dormitorio con suavidad y la dejó junto a la cama.
- ¿Puedo desvestirte o tienes que ir al baño a ponerte algún conjunto provocador para esta noche?
- ¿Podrías esperar tanto? – preguntó ella jugando con el nudo de la corbata del chico.
- Ya me está costando controlarme… - afirmó él. Kagome estaba preciosa ese día, con un escote bajo que mostraba el nacimiento de los senos. La falda tenía una caída suave, de modo que delineaba sus caderas a la perfección. Las flores en el pelo terminaba de darle la apariencia de un ser sobrenatural. Pero era real. Y era su esposa. La señora de Inuyasha Taisho.
- En ese caso… No seré yo la que prolongue tu tortura.
Inuyasha comprendió que le daba carta blanca para desvestirla en ese mismo instante y él no quiso perder el tiempo. Pero no había contado con lo complicado que podía ser un vestido de novia.
- Maldita sea, Kagome ¿Cómo demonios se quita esto? – ella rió ante la desesperación del chico y se apartó un paso de él.
Sin dejar de mirarlo a los ojos, que veía perfectamente gracias a la tenue luz de la habitación, comenzó a desnudarse. Uno a uno, los cierres del vestido fueron soltados hasta que, finalmente, Kagome se quedó semidesnuda frente a su marido. Lo único que llevaba era un corsé con liguero que le sujetaba las medias y un tanga minúsculo. Vio como en los ojos de Inuyasha se encendían unas llamas que seguramente no se apagarían en toda la noche y eso le gustó. Era excitante el sentirse tan poderosa.
Inuyasha se quito la corbata y la chaqueta y tiró ambas prendas al suelo, descuidadamente. Después comenzó a desabrocharse uno a uno los botones de la camisa, todo ello sin dejar de mirar las seductoras curvas de Kagome. En cuestión de segundos su torso se vio libre de las ropas que lo cubrían. Ya estaba en condiciones de acercarse a su esposa.
Primero la besó muy suavemente en la frente, las mejillas y la barbilla. Kagome sintió cosquillas con el suave contacto y deslizó sus manos por los hombros del chico. Seguía siendo tan fuerte como siempre, no le extrañaba que Souta sintiera admiración por él. Por fin se besaron en la boca, tomándose su tiempo para acariciar cada milímetro de sus labios y lenguas. Tenían todo el tiempo del mundo. Kagome sintió que él la tomaba suavemente de la mano y la condujo hacia la cama de matrimonio, haciendo que se tumbara sobre el colchón.
- Esta noche será inolvidable Kagome. Déjate llevar.
Ella asintió y cerró los ojos para concentrarse en sus sensaciones. Lo primero que hizo Inuyasha fue quitarle las medias muy, muy despacio, recorriéndole las piernas con sus grandes manos y maravillándose de la suavidad de esa piel que ahora le pertenecía.
Después se entretuvo en besar y morder el cuello y los hombros de la joven, mientras sus manos trabajaban en el corsé, buscando un cierre al parecer inexistente. La impaciencia se estaba apoderando de él.
- Kagome… Haz algo si no quieres que lo rompa a tirones.
La muchacha tomó la mano del hombre y la guió a la parte lateral de la prenda donde, perfectamente camuflada, había una cremallera que mantenía cada cosa en su sitio. Él no tardó más que unos segundos en bajarla y lanzar el corsé a su espalda. Cuanta menos ropa hubiera de por medio, mejor.
- ¿No crees que estoy en inferioridad de condiciones? – susurró ella al comprobar que estaba casi desnuda mientras que él todavía conservaba los pantalones.
- Eso es fácil de solucionar.
Mirando como ella se acomodaba sobre los almohadones, Inuyasha se quitó toda la ropa que llevaba encima, mostrando su virilidad perfectamente erecta, como solía ocurrirle siempre que estaba con ella. Kagome se incorporó y trató de acariciarle pero él le tomó las manos y, con decisión, la obligó a tumbarse en la cama.
- Esta noche no.
- Pero… – un dedo sobre sus labios le impidió protestar. En fin, pensó, si quiere ocuparse él de todo… Una sonrisa traviesa adornó su rostro.
Inuyasha procedió a besarle el pecho y lamerle los pezones de la forma en que a ella más le gustaba. Durante esos dos años de relación habían tenido muchas oportunidades para aprender lo que excitaba a cada uno. Y esa noche lo pondría todo en práctica. Tenía que ser una ocasión para el recuerdo.
Por encima de su cabeza escuchó como la respiración de Kagome empezaba a agitarse deliciosamente. Un poco después los suspiros dieron paso a jadeos y éstos a suaves gemidos. Unos finos dedos le estiraron ligeramente del pelo. Inuyasha eligió ese momento para dar un mordisco un poco más fuerte, provocando un gritito de placer por parte de la mujer.
La boca del hombre subió de nuevo hasta los labios de Kagome mientras que su mano derecha recorría el camino contrario, bajando por el abdomen de la muchacha hasta apartar la ropa interior e internarse en la calidez de su intimidad. Kagome sabía que era lo que iba a ocurrir justo después y la necesidad de sentir la mano de Inuyasha estaba siendo cada vez más fuerte. Pero él todavía tenía muchas ganas de jugar.
Pasó por alto el centro de sensaciones de la mujer y prefirió buscar la entrada a su cuerpo e introducir dos dedos profundamente dentro de ella. Kagome soltó un gemido y se agarró con fuerza a los hombros de Inuyasha.
- Vamos Kagome, no he hecho más que empezar – susurró él mientras movía sus dedos en el interior de la mujer.
Kagome se llevó una mano a los labios para no gritar. El hombre comenzó a moverse, desde el cuello y hacia abajo, dejando un sendero de besos por el esbelto cuerpo de ella. Claro que todavía faltaba una pequeña pieza de ropa que le molestaba a la hora de llevar a cabo su tarea. Sacó su mano del interior de la mujer y la apoyó sobre la cama. Después, mirándola con ojos encendidos de deseo, atrapó la pequeña prenda entre sus dientes y estiró para quitarla. Kagome movió las caderas para ayudarle en su tarea y pronto se vio completamente desnuda. En ese momento Inuyasha tenía total libertad para actuar como mejor le pareciera.
Kagome no fue capaz de retener los gemidos dentro de su garganta cuando la boca de su marido se apoderó de su intimidad, pero no le importó. De todas formas, a Inuyasha le encantaba oírla y a ella no le costaba nada complacerle. Sintió la calidez de su lengua recorriéndole la ingle muy despacio, haciéndola estremecer con cada centímetro recorrido. Sus sensaciones se vieron multiplicadas por mil cuando los dedos de Inuyasha tomaron parte en el juego, introduciéndose de nuevo en la ya más que húmeda cavidad de su cuerpo.
Inuyasha atrapó la pequeña protuberancia de Kagome entre los dientes y la chupó como si fuera un pezón. La mujer le estiró del pelo inconscientemente, lo que provocó más que siguiera haciéndolo cada vez más fuerte. Pronto Kagome llegó a su clímax, convulsionándose violentamente, gritando su nombre, después del cúmulo de sensaciones que Inuyasha le había provocado.
- Parece ser que he aprendido algo en estos dos años – habló él pasándose el dorso de la mano por la boca.
- Y has perfeccionado la técnica, señor Taisho – murmuró ella cuando fue capaz de hablar de nuevo.
- ¿Eres capaz de seguir o nos tomamos un descanso? – preguntó él acariciándole un seno con la yema de los dedos.
- No hace falta que me lo preguntes – sonrió ella. Viendo que él estaba desprevenido, le empujó con fuerza haciéndole quedarse tumbado de espaldas y aprovechó para subirse a ahorcajadas encima de él. – Ahora déjame hacer a mí.
Él no tuvo nada que objetar. A ambos le encantaba que fuera ella la que manejara la situación. Kagome tomó con firmeza la virilidad del chico y la situó en la entrada de su cuerpo. Luego empujó hacia abajo con su cuerpo muy despacio. Quería que la sensación de tenerlo dentro de ella fuera lo más duradera posible.
Inuyasha acarició las caderas de la mujer, ayudándola a acoplarse por completo a su cuerpo. La penetró profundamente, sintiendo como los pliegues de la mujer se adaptaban perfectamente a la forma y tamaño de su anatomía. Kagome era, simplemente, el molde perfecto. Deslizó sus manos a los largo de la espalda de la mujer mientras ésta comenzaba a balancearse encima de él, como quien realiza una danza seductora y provocativa. Las caderas de Kagome comenzaron a moverse cada vez más rápido, subiendo y bajando, trazando círculos imaginarios. Desde su posición, Inuyasha tenía una visión privilegiada del cuerpo de la mujer que cabalgaba sobre él. Sin pensarlo, metió sus largos dedos justo donde sus dos cuerpos se unían y se maravilló por la calidez que desprendía la zona.
Kagome gimió al sentir como la acariciaba de nuevo pero no se detuvo. Al contrario, comenzó a moverse más rápidamente, consiguiendo un ritmo frenético que los catapultó a ambos a un orgasmo compartido. Los fluidos se mezclaron mientras los corazones latían, desbocados, al unísono. Kagome apoyó la cabeza sobre el pecho de Inuyasha y se concentró en su respiración, que iba regulándose por momentos.
- Si hacemos esto todos los días pronto tendríamos una boca más que alimentar – bromeó el chico, acariciándole el cabello todavía perlado de pequeñas flores.
- No te preocupes, he tomado precauciones. – dijo ella, medio dormida. Al cabo de un rato Inuyasha volvió a hablar.
- ¿No te gustaría tener hijos? – ella entreabrió los ojos. No era la primera vez que Inuyasha tocaba ese tema pero nunca había usado ese tono de voz tan soñador.
- ¿A qué viene esa pregunta?
- Siempre tomas precauciones. – dijo él como si fuera un niño pillado en una travesura. – No sería malo que se te olvidara de vez en cuando.
- Inuyasha, un niño tiene que ser algo deseado por lo dos, no un descuido. – volvió a apoyarse en el hombro del hombre.
- Yo lo deseo. – dijo él simplemente.
- ¿Tan pronto? Pensaba que querías esperar un par de años más.
- He cambiado de opinión. – Hizo que la mujer levantara la cabeza y le mirara a los ojos – Quiero tener hijos contigo y no creo que sea necesario esperar. – Kagome sonrió.
- Entonces hay que empezar a tomar medidas.
Con esas palabras misteriosas, Kagome se levantó de la cama y recogió la chaqueta del traje que Inuyasha había llevado todo el día, con la que ocultó su desnudez. Después se dirigió al baño donde, de uno de los cajones, sacó una pequeña caja de pastillas. Luego volvió a la habitación en la que la esperaba un Inuyasha intrigado e impaciente.
- ¿Qué haces?
Kagome le enseñó las patillas que llevaba en la mano pero no le contestó. Se limitó a mirarle con una sonrisa en los labios. Después, de forma decidida, abrió la ventana del dormitorio y lanzó la caja de pastillas con todas sus fuerzas. La noche estaba demasiado oscura para saber donde habría ido a parar su proyectil pero no le importó. Ahora tenía otras cosas en la mente.
Una vez cerrada la ventana de nuevo se volvió a Inuyasha que la observaba con los ojos brillantes. Quitándose la chaqueta, volvió a ocupar su lugar entre los brazos del hombre.
- ¿Esto quiere decir que…?
- Siento interrumpirle señor Taisho pero tiene usted mucho trabajo por delante si quiere ser papá en poco tiempo.
Inuyasha la estrechó entre sus brazos, riéndose de felicidad. Todavía no se terminaba de creer el tener a esa mujer a su lado. Kagome, aquella niña a la que había conocido tantos años atrás, aquella con la que había crecido y compartido toda su vida. Esa niña que antaño correteaba cubierta de barro y que se había convertido en una mujer espléndida. Esa mujer había sido la primera para él y estaba dispuesto a que también fuera la única no en vano se había tatuado su nombre. Esa mujer que ahora era su esposa y la futura madre de sus hijos. Kagome, su cómplice, su compañera, su amante y, ante todo, su mejor amiga.
FIN
Como se dice normalmente, fueron felices y comieron perdices XDDDD.
¡Hola! Ahora si que hemos llegado al verdadero final de la historia, creo que no me he dejado nada en el tintero… quizás saber como le fueron las cosas a Kikyo pero, vista la simpatía que despierta, creo que no es algo que merezca la pena contar (que cada uno se imagine las peores torturas para ella como castigo a su maldad).
He terminado este fic pero todavía me queda mucho trabajo por delante: Cambios, Cuidando de tu corazón, Seducción… Por no decir los One Shots y nuevas historias que se me vayan ocurriendo. No os preocupéis (si es que a alguien le preocupa) que sigue habiendo Catumy para rato.
MI MÁS SINCERO AGRADECIMIENTO A:
ADARA-S, Alejandra, Aliana, Andrea, Anyara, Ahomeinu, Cami Taisho, Clarice, Coolis17, Coral, Danikita-chan, Dunachan, DyeLbi-chan, Diana... inu.., DiN)), Din lizeth, Elechan, Esme, Feny de Weasley, Fesabi, FLOFLO91, Florencia, Gossa, GriS chAn, INUKAN, Inuyo-chan, Inu-moon, Javi, KAGINU8704, Kagome2412, Kagome-1551, Kagome-Pretty, KamissInuxAomesiempre, Karen, Kasim, Kitzya-kagome, KataChanrlz, Ladyhyoga, LadyIndomitus, LadyJ07, LaMarichan, La Yumi, Linli-chan, Lis, LitzyLuna, Mary93, Megami Mars, Meryinustar, Mibbi-chan, Miho.neechan, Mikoto.Akari, Minue, Natsumi Ishida, Nellycc, Otakuanime, Peca-chan, Piri-chan.anti-kikyo, Samantha-sama, Silviota, Sofita, TLAP, Valen.lluvia.danzante, Vampire-hanyou, Vidas, Willnira, Yan, Yelitza, Yesmari, Yuna Lime, Yuris, Conytao-, 3-CiNdY-3… (Espero no haberme dejado a nadie).
A todos vosotros… MUCHAS GRACIAS por haber estado ahí, por hacerme saber con vuestros mensajes que mi historia os estaba gustando, por comprender los motivos por los que actualizaba tan poco últimamente… a todas estas personas les dedico esta historia porque, si nadie leyera ¿Qué sentido tendría seguir escribiendo?
Muchos besos, Catumy
P.D. La canción se llama Adoro, para el que esté interesado en escucharla (no tengo muy claro a quien pertenece… En cualquier caso, la versión que yo he escuchado la cantan David Bisbal y Naím, de ese televisivo concurso llamado OT).
