Disclaimer: Los personajes y escenarios de este fan fiction son totalmente propiedad de J.K Rowling y las empresas aprovechadas de su trabajo. Sólo algunos de ellos (y creo que en este fict en concreto, ninguno) son de creación propia. Lo que quiero venir a decir es que yo no gano nada con esto salvo divertirme un poco e intentar divertir a otros, nada más.

NOTA DEL AUTOR: Buenas queridos lectores. Este es el final, el último capítulo, the last chapter, el desenlace, la conclusión, el esperado y definitivo fin de "El guardián de la Luna Llena". No sé si estaréis tan nerviosos como yo, pero la verdad que estoy que casi tiemblo. A riesgo de sonar prepotente, creo que ésta es la mejor historia que he hecho hasta el momento y estoy profundamente orgulloso de ella. Bueno, antes de dejaros con el último capítulo, os informo que al final del capítulo habrá una sección con algunas aclaraciones acerca de la historia que por un motivo u otro no he podido incluir en la historia. Sin nada más que decir y deseando con todas mis fuerzas que os guste tanto como a mi, os dejo con las respuestas a los reviews y posteriormente el capítulo último de este fict.

Hermiwg: Hola! Tu review es corto pero efusivo, je, je, je. Me alegra que te encante el fict, y como puedes ver el siguiente y último capi está aquí. Que lo disfrutes, adiós!

Nymphadora I: Hola! Guau, primero que nada gracias por tus tres reviews! Los iré contestando uno por uno, je, je, je. Allá voy con el primero! Vaya, comenzamos sacándole los colores al autor, vaya plan… Me alegro mucho de que te parezca tan bueno el fict! En cuanto a lo del sexto, ahora ya lo leí, y ya veo cuantas cosas hay de distintas. Pero no importa. Mi intención no era hacer el final de HP, más bien el núcleo del fict ese este capi, así que… Bueno, te dejo por ahora. Nos vemos abajo!

Nymphadora II: Hola de nuevo! Bueno, este review es del capi 2, así que me imagino tu sorpresa al ver que no moría ninguno de los protas… Como me dijo Carla Gray una vez, este capi es el de subidón, mientras que el 3 es de bajón. Pero bueno, debían ir ganando, y ahí estaban, vencieron. Me encanta que tan buena te parezca la historia, muchas gracias! Pues te dejo yap, hasta el tercer review. Dew!

Nymphadora III: Hola por tercera vez! Qué feliz me hace que te gustara tanto la historia! La verdad es que como ya puse arriba, a mí también me encanta, je, je, je. Me alegro que te gustara la idea de que Draco fuera un basilisco, así queda muy poderoso, je, je, je. Acertaste al pensar que Draco hablaba pársel gracias a su forma animaga, esa era la idea, je, je, je. En cuanto a lo de Hogwarts… pues no, estás equivocada, Hogwarts está en escocia. ¿Sino por qué iban entonces a coger un tren en Londres que además tarda un día entero en llevarlos a destino? Je, je ,je, habrás tenido un desliz. Pues nada, ya terminé. Aquí tienes el último capi de esta historia, disfrútalo ok? Espero tu review, adiós!

Herms Weasley: Hola! Me alegro que coincidamos en nuestras opiniones con respecto a la guerra, pero creo que no me entendiste del todo bien. Es cierto que el que más sufre es el que queda vivo, está claro que el muerto no puede sufrir, por frío que suene. Lo que yo dije era que no ganaba nadie, que es distinto. Bueno, no importa, la verdad, pero como era de lo que comentabas en el review, de eso tenía que hablar, je, je, je. En cuanto a lo de los poemas… perdona que no los lea, pero es que no me gusta la poesía, de verdad. No es nada personal. De hecho si miras en HA, te dejé un review en un fict, je, je ,je. Bueno, te dejo ya con el capi ok? Nos vemos, adeu!

Emy Black: Hola! Qué bien verte por aquí, Emy! Me alegro que te guste, aunque sea triste que todos mueran y eso… Claro, no podía matar a Remus en el capi anterior o sino hubiera terminado el fict entonces! Pero claro, conmigo nunca se sabe, je, je, je. Me subes de nuevo los colores con tus piropos, muchas gracias. Bueno, ya te dejo con el final ok? Espero que te parezca que, a pesar de todo, es un final feliz. Disfrútalo! Adiós!

Carla Gray I: Hola mi aburrida emperatriz, je, je, je! Me alegro que te gustara el fict, aunque prefirieras lanzarte a la filosofía de la metafísica en lugar de comentármelo, je, je, je. Estoy de acuerdo contigo en lo del tema de la guerra, tal como expresé en la nota del capi anterior. Y también con las sabias palabras de Yoda, je, je, je. Atribuiré tu extraña actitud al orfidal, no te preocupes. Nos leemos ok? Dew!

Carla Gray II: Holap de nuevo querida emperatriz! Creía que en este review finalmente te decidirías a comentarme el capi 3, pero parece que no… Bueno, te lo perdono por aquel review fantástico que me dejaste por mail ok? Me alegro de que me hicieras el favor de leerte la historia seguida, y me alegro de que ahora la veas con más sentido si cabía. Muchas gracias. Sip, es cierto que Lorien decidió dejarme tres reviews que le agradezco enormemente en HA, pero aún así, aquí sigo teniendo más. Aunque no importa donde me escribas, si me escribes ya me haces feliz, mi emperatriz (guiño). Bueno, el final del fict ya está aquí ok? Supongo que con lo que te costó aquel review ahora no dejarás, je, je, je, pero no te lo hecho en cara. Gracias de nuevo por aquel review y también por estos, aunque fueran algo más paranoicos de lo normal. Nos vemos, adiós!

Pues nada más, queridos lectores. Aquí está el final de esta historia:

EL GUARDIÁN DE LA LUNA LLENA

CAPÍTULO 4: EL GUARDIÁN

Caía el sol del atardecer cuando Remus despertó tras un largo sueño de no sabía cuánto tiempo. Abrió sus ojos y pudo ver sobre sí el lucero del alba, acompañado de la luna, ambos titilando como si le saludaran desde la distancia mientras el crepúsculo caía sobre los Terrenos de Hogwarts. Sus ojos se llenaron con el dolor de su corazón al recordar su mente los sucesos ocurridos. Cerró los ojos en un intento inútil de despertar de aquella pesadilla, pero cuando volvió a abrirlos el mismo cielo anaranjado le robó esa tímida esperanza. No había vuelta atrás, ellos habían muerto. Pero él seguía vivo.

Lentamente se levantó de la hierba y echó un empañado vistazo a lo que un día fue una campiña verde en la que los alumnos del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería se divertían en las tardes calurosas y jugaban a las guerras de nieve en invierno. "Ojalá todas las guerras fueran como esas" pensó Remus sintiendo una punzada en el corazón. Miró a un lado y a otro y les vio, allí, sobre la hierba. Todavía había algo que debía hacer allí antes de cumplir con su última misión.

La noche caía a plomo cuando comenzó a excavar, con ayuda de una pala que conjuró, una profunda tumba, y la luna, la cual comenzaba su desaparición entre el cielo tras la luna llena, le iluminó en el proceso mientras miles de brillantes estrellas poco a poco se unían a su danza celestial.

Cada palada que daba Remus era acompañada por un par de lágrimas que caían de sus ojos. ¿Por qué debía ser él el que enterrase a sus compañeros? ¿Por qué no había muerto él también para salvar al mundo? Ellos sí tenían un futuro, él no. ¿Por qué no había muerto él en su lugar? A él no le quedaba nada ya, su felicidad se había perdido hacía mucho tiempo y para un pequeño resquicio que una estúpida esperanza le había proporcionado, se la robó de las manos cual vil burla al poco tiempo.

Excavar su tumba era lo único que ahora podía hacer, nada más salvo eso. Ellos no revivirían, aunque debieran sobrevivir pues tenían una vida por delante. Él, a pesar de todo, debía permanecer vivo mientras les había visto morir, uno a uno. No sólo Draco, Hermione, Ron o Harry, sino también Dumbledore, Peter, Snape, Sirius… Sus piernas no le aguantaron el peso y cayó sobre la tumba, llorando desconsoladamente. Durante horas sólo su llanto tenue se escuchó en aquella fría noche mientras el firmamento parecía burlarse de él con su danza nocturna.

Al final, consiguió recomponerse y continuó con la tarea que tenía entre manos. Tras terminar de cavar, recogió los tres cadáveres de Ron, Hermione y Draco con sumo cuidado y los depositó en la tumba uno al lado del otro. Conteniendo el dolor, dejó otro hueco más vacío entre ellos, el que correspondería al sacrificado Harry. Durante unos minutos contempló silencioso, pues a sus ojos ya no le quedaban lágrimas, el rostro contraído por el veneno de Draco, que sin embargo mostraba una inequívoca expresión de victoria; la tristeza, la inteligencia, el miedo y la luz del amor en las facciones de Hermione, congelada para la eternidad; la cara de Ron, desmoronada su máscara asesina, mostrando su verdadero yo, odiándose y amándola, sabiendo que era su fin reflejado en sus ojos; y a Harry, el hueco de Harry, un revuelto de tierra oscura bañada por la luz lunar y en el que por un momento, Remus creyó ver al chico tumbado, triste y feliz, victorioso y derrotado, y sin embargo sereno, liberado de la maldición.

Poco a poco, Remus fue rellenando la tumba con tierra, ocultando con ella a aquellos que lo dieron todo por vencer al mal, a los que no buscaban riquezas ni poder sino sólo, única y exclusivamente, vivir, y que sin embargo se les fue arrebatado. Cuando acabó, conjuró una roca del castillo que hizo las veces de lápida, y sobre la que grabó con un hechizo las siguientes palabras:

"AQUÍ REPOSAN PARA LA ETERNIDAD LOS CUERPOS DE RON WEASLEY, HERMIONE GRANGER Y DRACO MALFOY, AQUELLOS QUE LUCHARON POR UN FUTURO EN CONTRA DE LORD VOLDEMORT. QUE SU SACRIFICIO SEA RECORDADO PARA QUE NO SEA VANO.

HARRY POTTER MURIÓ AQUÍ SACRIFICÁNDOSE EN CUERPO Y ALMA PARA PODER DESTRUIR A LORD VOLDEMORT. RECORDADLE PARA QUE UN SACRIFICIO COMO ÉSTE NO SEA NECESARIO JAMÁS."

Remus pasó un tiempo frente a la tumba, pensando en ellos y en lo que habían representado en su vida y en la del mundo. Recordó las bromas de Ron antes de su tragedia, la intrépida mente de Hermione en las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, el Draco que salía en defensa de sus pensamientos a pesar de que el mundo estuviera en contra y el Harry que se metía en todos los líos posibles siempre intentando ayudar a los demás. No pudo evitar una sonrisa entrecortada.

Y también les recordó en sus últimos momentos, pues a pesar de todo también habían sido ellos en aquellos instantes, aunque le hiciera daño pensarlo: Ron se había convertido en un asesino despiadado, Hermione había invertido toda su inteligencia en la batalla, Draco también había asesinado sanguinariamente en su forma animaga y Harry… Harry se había sacrificado por todos. Ya no eran niños entonces, habían crecido rápidamente, obligados tal vez por las circunstancias. Pero aún así… "Adiós amigos" susurró quedamente.

Remus se giró dándole la espalda a aquella tumba, a aquel homenaje, lo único que él podía hacer ahora por ellos. Alzó la mirada y vio el cadáver de Peter Pettigrew. Al parecer, sus ojos todavía reservaban algunas lágrimas para su viejo amigo. Lentamente recogió su cadáver y la pala y en el linde del bosque excavó una tumba para Colagusano. Depositó su cadáver en ella y permaneció un tiempo silencioso, haciendo memoria de aquellos tiempos en que ambos fueron felices. Con el recuerdo de la risa de Peter Pettigrew en su mente, Remus cubrió su cadáver con tierra dándole sepultura. Se secó las lágrimas y tomó una decisión.

De un movimiento de varita, Remus conjuró todos los cadáveres del campo de batalla en el claro de los antiguos Terrenos de Hogwarts, tanto los de los mortífagos como los de los dragones, los gigantes, los licántropos, los vampiros e incluso las túnicas vacías de los dementores. Erradicaría sin dejar el más mínimo rastro aquella maldad del mundo. De un movimiento de varita, les prendió fuego dando lugar a una pira funeraria inmensa en la que ardieron todos los cadáveres de los siervos del Lord Oscuro. Todos aquellos magos oscuros, todas esas criaturas mágicas corrompidas por Voldemort, serían purificadas con ese fuego para desaparecer por siempre.

Remus se giró mientras el fuego crecía y crecía y comenzó a andar por el camino que llevaba al inexistente Hogsmeade sin echar la vista atrás, aunque pudo sentir perfectamente el calor que irradiaba la gran hoguera. Sólo cuando se encontraba frente a las ruinosas estatuas de los cerdos voladores que daban entrada a Hogwarts, Remus se dio la vuelta. La luz de la pira iluminó las tumbas de sus amigos, su lugar de reposo, el lugar donde perdurarían para el mundo, para que supieran lo que habían hecho. Con una única lágrima resbalándole por la mejilla, se despidió de ellos y con paso seguro continuó caminando a cumplir la última misión que se le había encomendado: liberar las almas de los muertos.

Una vez que Voldemort cayó, las almas de los muertos se descontrolaron y quedaron libres, pues nadie había para dominarlas. Al principio pulularon por el Bosque Prohibido pues era donde habían quedado abandonadas pero pronto sintieron la llamada del más allá. Así, esas almas en pena se dirigieron al único lugar donde tenía sentido su existencia, el lugar de donde habían atravesado la barrera de la muerte de nuevo: Azkaban.

Azkaban ya no era una prisión, para nada. Voldemort la había conquistado con mucha facilidad hacía dos años, gracias a la ayuda prestada por los dementores que allí habitaban. Fue así como se hizo con el control de la fortaleza de aquella isla perdida en el mar del norte, y como es lógico, la consideró el lugar idóneo para establecer su base de operaciones. Así que el Lord Oscuro se encargó de remodelar la cárcel a su gusto para transformarla en su castillo.

El castillo de Azkaban, era por tanto, el centro de poder de Voldemort, desde donde inició sus ataques devastadores tanto a magos como a muggles y en donde residían él y sus mortífagos más leales y mortíferos. Y también fue en la isla de Azkaban, en los laboratorios de los subterráneos del castillo, donde Voldemort puso en práctica aquella magia antigua con la que los muertos regresaron. Y era allí, por tanto, donde Remus debía dirigirse.

Todavía era de noche cuando Remus se apareció frente a las inmensas puertas de madera oscura que daban la entrada a Azkaban. Una terrible tormenta castigaba con sus abundantes aguas, sus estruendosos truenos y sus cegadores rayos la fortaleza oscura, la cual parecía no inmutarse frente al embate de los elementos en su contra. Un oleaje de grandísimas proporciones acompañaba a la tormenta chocando contra los escarpados acantilados de la isla, como si desearan hundirla en las profundidades del océano haciendo desaparecer todo el mal que en ella permanecía. La naturaleza parecía querer borrar todo rastro de Voldemort, pero no era la única.

Remus realizó sobre sí mismo el hechizo que inventara Hermione para protegerse de los espíritus de los muertos antes de penetrar por las puertas. De un Alohomora éstas se abrieron, pues muerto el Señor Oscuro, el mágico sistema de seguridad que protegía la fortaleza también había sido destruido. Una impenetrable oscuridad se vio a través de los portones del castillo entre la que no se distinguía absolutamente nada. El licántropo alzó su varita, preparado para fuera lo que fuese que se encontrase en el interior, y con paso cauteloso y alerta lupina, se adentró en la oscuridad de Azkaban.

Las puertas se cerraron a su paso y las sombras le envolvieron. De un susurrado Lumos, la varita se encendió iluminando tenuemente el camino. Las paredes del vestíbulo de Azkaban, de roca oscura y húmeda, parecían abalanzarse sobre Remus a su paso por el largo corredor. Una corriente de gélido aire lo recorría, produciendo tétricos sonidos entre los ventanucos y las grietas de los muros. No había rastro de los muertos por ningún lado, no se notaba su presencia. Más cauto si cabía, continuó caminando.

Remus había visitado Azkaban cuando Sirius fue encarcelado. Su intención era visitar a su amigo, pero una vez que se encontró frente a su celda y le vio allí, semidemente a causa de la influencia de los dementores, se marchó sin que éste supiera jamás de su visita. Por un lado había deseado verle, pedirle explicaciones de lo que supuestamente había ocurrido. Pero por otro se había sentido vacío, furioso y traicionado. Sin saber muy bien el porqué, en el último momento se marchó. Jamás volvió a Azkaban hasta ese día.

Era a causa de esa visita que Remus conocía el acceso a los subterráneos de Azkaban, pues era allí donde se encontraban antiguamente las celdas de máxima seguridad. Así que cuando llegó a la puerta de ennegrecido metal del fondo del corredor, supo que aquel era el camino que debía seguir. Indiferentemente, vio a los guardias apostados frente a ella: dos cadáveres de mortífagos putrefactos.

Al parecer, por lo que Remus había podido comprobar en su paseo por la fortaleza de Voldemort, cuando el Lord desapareció del mundo, todos aquellos que habían sido marcados por él con la calavera de la boca de la cual sale la serpiente, es decir, la Marca Tenebrosa, habían perecido consumidos por ella. El vínculo establecido con la Marca era tan poderoso que al morir el Señor Oscuro, todos sus secuaces habían muerto también. Sin embargo, Remus no prestó atención alguna a los cadáveres de los mortífagos, sino que de un golpe de varita abrió la puerta a los subterráneos.

El licántropo avanzó cautelosamente por la escalera de caracol que se adentraba en las profundidades de la tierra, en las entrañas de Azkaban. A cada paso parecía que la oscuridad reinante se tragaba un poco más de la pálida luz proporcionada por su varita, hambrienta por estar tanto tiempo cerrada a tanta profundidad. Al poco tiempo Remus estaba totalmente desorientado, pues sabía que había estado bajando, pero no sabía ni por cuanto tiempo ni en qué dirección. A pesar de la atmósfera cargante y viciada, sintió alivio al llegar al final de la escalera.

El corredor que se mostró ante sus ojos era prácticamente igual al que había dejado allá en la superficie solo que el aire era allí pesado y mohoso. Las negras rocas de las paredes parecían sudar sangre ante la débil luz de la varita y entre ellas se podían ver los barrotes oxidados de las antaño celdas de la cárcel pudriéndose en sus goznes. Comenzó a deambular cautamente, con sus lupinos ojos dorados, acostumbrados ya a la oscuridad, atentos a todo lo que pudiera ocurrir a su alrededor.

Conforme avanzaba, Remus vio que al fondo del pasillo se distinguía una tenue luz azulada. Reforzó el escudo que le protegía de los espíritus de los muertos antes de continuar su caminar al adivinar el origen la luz, y avanzó ahora más deprisa, cercano ya su objetivo final.

El pasillo terminó en una enorme puerta de madera que presentaba ante la luz plateada y azulada inscripciones rúnicas que demostraban su naturaleza mágica. Sin embargo, Remus no se paró a desencriptarlas a pesar de su natural talante curioso, ya que el destello azulado que provenía de la rendija entre las dos hojas de la puerta ponía de manifiesto que las pobres almas atrapadas se encontraban allí. Remus recurrió a su fuerza lobuna para empujar las pesadas puertas y así, dejar el paso libre hacia la sala.

La Sala de los Muertos, tal como Lord Voldemort la llamaba, era una sala circular vacía, de no ser por su centro en el que se erigía una especie de pilar de cristal que ascendía hasta el inmenso techo de la misma y que emitía una brillante luz azul celeste. Los muertos también estaban allí. Se encontraban girando en espiral alrededor de la columna, como si desearan entrar en ella, gimiendo lastimeramente por su fútil intento por penetrar el cristal. No importó que Remus estuviera preparado ante un posible ataque de los muertos pues ellos no le prestaron la más mínima atención.

Entonces, el licántropo analizó más cuidadosamente la sala y encontró una pequeña obertura que daba a otra sala más oscura. Por algún motivo que no llegó a deducir, tal vez curiosidad, instinto o…, se encaminó hacia allí con premura, con el corazón palpitante. Cuando su figura se postró ante la oquedad y su sombra oscureció el interior de la pequeña sala ante sus ojos, no pudo evitar un grito ahogado ante lo que vio.

En el fondo de la sala contigua a la Sala de los Muertos había otro cristal más pequeño posado sobre un pedestal y de pie frente a él se hallaba el alma azulada de Sirius Black. Su aspecto era el mismo del momento en que murió, la misma túnica, la misma mirada gris, extrañamente triste y feliz. Su pálida luz iluminaba una mesa de madera oscura sobre la que reposaban libros y documentos antiguos sacados de una estantería que permanecía oculta en un rincón. En el rostro de Sirius se formó una entrecortada sonrisa.

-Hola… Remus –dijo su voz gutural, ronca, como si no la hubiera utilizado en años.

-Sirius… -consiguió el licántropo articular mientras sus piernas le fallaban y perdía el equilibrio al mismo tiempo que sus ojos se empañaban.

El silencio reinó durante unos segundos entre ellos; sólo se oía el lamento fantasmagórico de las almas en la Sala de los Muertos. Remus comenzó a llorar silenciosamente escondiendo su rostro mientras los antaño grises ojos de Sirius le observaban con esa extraña mirada. El alma alzó su brazo en un amago de ir al encuentro de Remus, pero se detuvo al observar su propia inconsistencia.

-Sirius… ¿qué…? –consiguió decir Remus entre las lágrimas, pero aunque no pudiera continuar, su amigo le había entendido perfectamente.

-Él no pudo dominarme –respondió-. Me trajo de vuelta pero no pudo conmigo porque ni él ni los suyos me dieron muerte. Me quería para ti, para destruirte. Él lo sabía.

Remus alzó sorprendido la mirada empañada hacia el alma de Sirius.

-¿Lo sabía? Pero… ¿cómo?

-No lo sé… -repuso Sirius amargamente.

De nuevo el silencio se hizo entre ellos. Remus comenzó a pensar en lo que estaba ocurriendo y lo que había ocurrido el día anterior. Entonces la mente de Remus dio con la respuesta y lo comprendió. Miró a Sirius de nuevo y éste asintió. Así era, él había sido el que le había protegido del ataque de Voldemort. Él había sido su guardián.

-Gracias…-murmuró Remus.

-De nada –susurró Sirius-. Sabías que lo haría. Nunca hubiera dejado que… -la voz de Sirius se quebró.

Remus hizo un amago de ir hacia él, pero se detuvo. Retiró su mirada de Sirius avergonzado, no podía mirarle de nuevo. No sabía qué podría ocurrir si lo hacía. Se mantuvo callado durante otros segundos mientras el etéreo Sirius flotaba frente a él, contemplándole con esa mezcla de tristeza y felicidad en sus ojos grises. Al final, fue el alma la que intervino.

-Remus… ¿no tienes todavía una misión que cumplir? –preguntó lentamente, intentando evitar el tema.

-Sí -repuso éste. Se puso en pie y le miró a los ojos- Debo liberaros. Debo liberarte.

Con paso decidido, Remus se dirigió hacia los antiguos documentos que había sobre la mesa con intención de encontrar la clave para liberar a las pobres almas atrapadas entre ellos. Sin embargo, cuando llegó hasta ellos, se giró y preguntó a Sirius:

-¿Tú sabes cómo destruir ese cristal? –dijo con la misma intención que Sirius de olvidarse de ello.

-Sí –contestó Sirius banalmente mientras se acercaba a Remus flotando en el aire-. Necesitas la llave.

-¿Qué llave? -preguntó Remus intentando darle la espalda al alma de Sirius y haciendo de tripas corazón para controlarse.

-Ésta. Está dentro de este cristal –dijo Sirius, pero al ver que las manos de Remus temblaban poderosamente no pudo evitar preguntar a pesar de conocer la respuesta-. ¿Estás bien, Remus?

El licántropo no pudo aguantar más y se lanzó al encuentro de Sirius con lágrimas en los ojos. Sus brazos que pretendían abrazarle rozaron su etérea consistencia y le traspasaron mientras Sirius hacía un inútil amago de cogerle al vuelo. Remus cayó al suelo con un estrepitoso golpe que no le importó, pues mucho más le dolía el corazón.

-¡Remus! –repuso Sirius preocupado.

Miró con tristeza cómo su amigo lloraba encogido en el suelo y se acercó hasta él y le abrazó por detrás tal y como había hecho en vida en tanta ocasiones.

-Yo también deseo poder tocarte –le susurró al oído-. Yo también deseo sentirte otra vez, Remus… Remus… yo…yo… te quiero.

Sirius apoyó su cabeza sobre la de Remus mientras éste seguía llorando. Durante unos momentos les pareció que habían regresado al pasado, a su juventud cuando fueron felices con sus amigos. Por unos momentos se sintieron a pesar de la gran distancia que los separaba. Lentamente, Remus dejó de llorar, igual que en aquellos años en que se odiaba a si mismo por su licantropía, gracias al abrazo de Sirius. Al final, el encanto del momento se rompió y ambos despertaron a la realidad. Pero Remus ahora tenía una cosa clara: no le dejaría ir de nuevo.

-Cruzaré –dijo simplemente cuando se levantó, recuperada su fortaleza y determinación, dándole la espalda a Sirius.

-¿Estás seguro Remus? –preguntó Sirius temeroso- No sabes lo que es eso. No me está permitido contarte nada pero… Lo mejor para ti es que no lo hagas.

-Lo haré –repuso Remus mientras se giraba y le miraba a los ojos con una tierna y verdadera sonrisa-. No me importa lo que haya allí… si tú estás conmigo para afrontarlo.

Se mantuvieron la mirada el uno al otro durante unos segundos hasta que Sirius finalmente sonrió, cediendo. Aunque su corazón había muerto ya, su alma sintió el dolor y la emoción, entremezcladas.

-Vamos, antes debemos cumplir la última misión –dijo con un tono que recordaba al joven Sirius de Hogwarts.

-Sí –repuso Remus, contento de ver una sombra del antiguo Sirius. Pero enseguida Remus recuperó la seriedad y se dispuso a cumplir su cometido.

Remus alzó su varita y de un grácil movimiento realizó un hechizo que hizo que el cristal del pequeño cuarto se desquebrajara y se hiciera mil pedazos. De su interior surgió una llave de oro ornamentada con piedras preciosas e inscripciones antiguas que cayó sobre los pequeños cristales azules.

-Hay que introducir la llave en la rendija que hay en el cristal de la Sala de los Muertos –dijo Sirius.

Remus recogió la llave de entre los fragmentos de cristal y con paso decidido se dirigió a la base de la columna de cristal. Puso en funcionamiento el hechizo de protección, aunque se imaginaba que no lo necesitaría, y buscó en ella la rendija que Sirius le había dicho. Mientras tanto, éste le siguió flotando en el aire con una media sonrisa y una lágrima azulada cayendo por su mejilla.

En seguida encontró Remus la rendija para la llave. Entonces miró a Sirius que estaba a su lado con un velado mensaje que venía a significar muchas cosas y muy pocas a la vez. Manteniendo la mirada con su amado, introdujo la llave en el cristal y dio comienzo el fin de Azkaban.

La columna de cristal se desquebrajó en cuestión de segundos. En seguida los cristales comenzaron a caer sobre Remus mientras el torrente de muertos se alteraba al ver que sus torturados destinos podían llegar al descanso eterno. Se fueron colando entre las grietas del cristal hacia su interior mientras éste se desmoronaba y una cegadora luz azul envolvió toda la sala, haciendo que Remus perdiera la capacidad de ver qué ocurría. Llamó a Sirius pero los gritos de los muertos eclipsaron su llamada.

Tras unos segundos de caos, la situación se calmó y cuando Remus abrió los ojos sólo una de las almas no había desaparecido. Sirius estaba allí, frente a él, envolviéndole y protegiéndole de los cristales que habían ido cayendo. Sin que le preguntara, Sirius respondió.

-Oiría tu llamada estuvieras donde estuvieras –Remus no pudo articular palabra, por lo que sólo se lo agradeció con la mirada. Entonces, la dirigió hacia el centro de la Sala de los Muertos.

El cristal había desaparecido, hecho añicos por toda la sala. Los muertos al parecer habían regresado a su lugar, todos salvo Sirius que seguía allí con él. Remus no sabía todavía cómo habían podido regresar, pero sus lamentos ya no se escuchaban y reinaba una extraña paz en el ambiente. Entonces la tierra comenzó a temblar y Remus sintió cómo los cimientos de Azkaban se estremecían. La isla se hundía, el haber destruido el cristal había supuesto la condena de la fortaleza.

-Vamos –dijo Sirius-, esto no aguantará mucho -y tal como dijo las rocas del techo comenzaron a desmoronarse sobre ellos. Fue entonces cuando Remus lo vio y comprendió.

En la base de lo que había sido la columna de cristal se hallaba el velo. El arco de piedra con las escrituras de la muerte grabadas sobre él seguía intacto y la tela negra que ondeaba con frialdad, parecía esperarle, como si supiera de su promesa, como si le incitara a cumplirla.

-¿Estás seguro? –preguntó Sirius en un último intento de disuadir a Remus.

-Tanto como que te quiero –repuso Remus seguro de sí mismo. Como un espíritu llega a sonrojarse es algo que no se planteó a resolver, ya que con paso decidido se dirigió hacia el velo mientras las rocas caían a su alrededor sin que él se inmutase lo más mínimo.

Sirius le siguió y ambos se pararon frente al arco de roca oscura. Tras unos segundos en los que se miraron mutuamente, Sirius flotó hacia el velo y lo atravesó sin apartar la mirada de su amado. Al desaparecer tras la tela negra, con su ausencia, por un momento Remus se sintió sólo de nuevo, pero ese sentimiento desapareció cuando supo que él le esperaba al otro lado. Lo sintió en su corazón, aquel corazón que compartían.

Entonces, el velo negro ondeó y una mano lo atravesó desde el otro lado y tendió su palma hacia él. Era la mano de Sirius, Remus la hubiera reconocido en cualquier sitio. A Remus ya no le quedaba nada en ese mundo, ya había cumplido con su misión y nadie le necesitaba ya allí. Sin embargo, había encontrado una nueva razón para vivir, o, mejor dicho, para morir. Con Sirius tenía un futuro tras aquel velo. No sabía lo que le esperaba, pero no tenía miedo. Estarían juntos, por fin, tras tantos años.

No se lo pensó un segundo más y dio el paso. Alzó su brazo y cogió la mano de Sirius, la tocó. Mientras una tímida lágrima se resbalaba por su mejilla de la felicidad de poder sentirle de nuevo, Remus atravesó el velo negro de la muerte y se reencontró con su amor perdido hacía tiempo atrás. Al mismo tiempo, Azkaban se desmoronaba sobre sí misma y se hundía en las profundidades del océano para ocultar su terrible maldad de una vez por todas.

Todos habían realizado su cometido, su misión en la vida. Ahora Remus sabía cuál había sido la suya: conocer a Sirius, amarle. Apenas pudieron ser felices en vida, en ese mundo cruel que los mantuvo separados siempre. Pero ahora, en sus vidas en la muerte serían por fin felices. Puede que lo que les esperara fuera más difícil que la vida, pero de una cosa estaban completamente seguros: jamás podrían volver a ser separados. Y si estaban juntos… serían felices.

NOTA DEL AUTOR:

Aquí el fin de "El guardián de la luna llena". Primero que nada, quiero pedir disculpas a aquellas personas que puedan haberse sentido ofendidas con lo ocurrido en el desenlace, me refiero al slash. Espero que entendáis mis razones por las que no lo especifiqué: si lo hubiera hecho hubiera fastidiado la historia a todos. Y otra cosa más que tendría que decirles es que ya va siendo hora de que despierten al siglo XXI; la Edad Media fue hace seis siglos.

Dicho esto, espero haber conseguido sorprenderos con el final y que hayáis disfrutado con esta historia tanto como yo he disfrutado inventándola y escribiéndola. Os aconsejo que hagáis una segunda lectura a toda la historia, y especialmente de éste capítulo, para que podáis entender con totalidad la historia pues hay cosas que si no intuíais el final, es un poco difícil captarlas. De este modo sacaréis todo el jugo al fict. Es un consejo como lector, no como escritor, je, je, je.

Y ahora quiero pasar a algunas aclaraciones sobre la historia, que no he podido incluir o bien porque la visión de Remus de la misma me lo impedía o bien porque no quedaban bien en ningún sitio.

En primer lugar, agradezco lo observadora que ha sido CheP que me ha mencionado el siguiente pasaje del capítulo 3, ubicado en los instantes anteriores a la muerte de Draco:

"De hecho nunca le importó nada y para una única cosa que le había importado en toda su vida… Había aceptado su muerte pero quería ver qué tal estaba, si estaba bien, al menos eso antes de morir. (…) Era una pena no poder verle por última vez…"

Del mismo modo, quiero rescatar la pregunta que me hizo Arashi en su review: ¿Por qué Draco se comporta de forma tan antipática? ¿Por qué su indiferencia? Pues bien, ambas están en lo cierto en que Draco ocultaba algo, pero dado que él en esta historia era tan independiente y la historia estaba narrada desde el punto de vista de Remus, él no podía saberlo. El motivo por el que Draco piense eso antes de su muerte, el motivo de su comportamiento, es nada más y nada menos que estaba enamorado de Harry. Sí, señoras y señores, esa era mi intención, aunque no había modo alguno de reflejarlo en la historia desde el punto de vista de Remus.

Aclarado éste punto, otra cosa sobre la que me han preguntado, en este caso de la mano de Nymphadora, es cómo es que Draco era capaz de hablar pársel. El motivo es simplemente que al adoptar la forma animaga de basilisco aprendió el idioma de las serpientes. He decidido incluir este detalle, aunque creía que quedaba claro, aunque implícito.

Otra cosa que mucha gente me ha preguntado, como Carla Gray y Zal, es qué fue lo que le permitió a Remus controlar su forma de licántropo durante la batalla del capítulo 2, además de resultar más grande y poderoso que ninguno de los otros licántropos. Personalmente, prefiero pensar que las cosas surgieron así porque era necesario que así fueran, porque la batalla le necesitaba y su parte de hombre lobo también deseaba ganarla. Pero para los excesivamente escépticos, siempre existe la alternativa de que Hermione preparó una poción especial que le permitía todas estas ventajas sobre los demás. Sinceramente, yo prefiero la primera versión.

Pues ya creo que no hay nada más que aclarar. Si tenéis alguna otra duda, os recomiendo como ya he puesto arriba, releer la historia con tranquilidad; la mayoría de vuestras dudas quedarán despejadas. Si esto no es así, en vuestros reviews siempre podéis hacerme las preguntas que sean y si hay alguna muy general la adjuntaré aquí para que la podáis leer todos.

Y ahora, pasando al tema reviews… por favor os lo pido, es el último capítulo, si recibiera sólo la mitad de reviews con respecto a las visitas del capítulo me conformaría. Por favor, haced un pequeño esfuerzo y dedicadme unas líneas eh? Yo os he proporcionado una historia entera, por un par de líneas no creo que pase nada ok? Y por supuesto me encargaré de responder todos los reviews en las respuestas del autor que aparecerán en las páginas de los reviews.

Bueno, antes de irme, me queda por añadir una última cosa. Dedico este fict a todas aquellas personas que a lo largo de la historia han tenido que ocultar su amor por el motivo que fuera y mantenerlo en secreto, incluso hasta la muerte. Porque nadie se merece ser infeliz por amar, lo más mágico que existe y la mayor felicidad que el ser humano puede alcanzar. A todos ellos, es por ellos.

Pues nada más, definitivamente esto se acabó. Nos veremos en otros ficts ok? Haré lo que pueda para actualizar "El veneno más mortífero", que sé que algunos ya tenéis sentimientos homicidas hacia mi a causa de ello. Pero esta historia ya se acabó. Hasta la próxima, queridos lectores.

Alonning.