Capitulo 1
Una casa, no departamentos
Sakura Kinomoto llegaba tarde. No era nada raro en ella, pero en esta ocasión la cosa se complicaba con el hecho de que no llevaba apuntada la dirección, y tuvo que dar dos vueltas al vecindario hasta que vio el Cadillac gris de Kai aparcado frente al buzón de una casa. Viró para colocarse detrás del Cadillac tan deprisa, que sus frenos sonaron estrepitosamente y su parachoques delantero tocó el coche de Kai.
Salió del coche y cerró la puerta con un fuerte golpe, pillando su bufanda, de manera que tuvo que perder más tiempo volviendo a abrir para sacarla y tomar su bolso, que se había dejado olvidado en el asiento delantero. Mientras se dirigía hacia la casa, echó un rápido vistazo a su alrededor.
Era otoño, y la calle estaba bordeada de árboles de hoja caduca multicolores, en cuyas copas se mezclaban el rojo, el ocre y el amarillo. Las casas eran todas de ladrillo y de estilo colonial o georgiano, y se hallaban al fondo de unos enormes jardines, tan bien cuidados, que se habría dicho que los podaban con tijeras. Aquel barrio tenía un aire de elegancia antigua y de permanencia que inmediatamente gustó a Sakura.
Imaginó caballeros eruditos en batín y zapatillas sentados ante el crepitante fuego de la chimenea en abigarradas bibliotecas, doncellas con delantales inmaculadamente blancos sirviendo jerez en bandejas de plata, todo ello con música de cámara de fondo.
La casa a la que ella se dirigía se encontraba en un callejón sin salida, al fondo de Walnut Street. El hecho de estar un poco más alta que las demás le confería un aire de distinción y superioridad. Su jardín, a diferencia del de las casas vecinas, estaba cubierto de hojas y malas hierbas, y Sakura advirtió que había algunas baldosas desprendidas en el sendero. Pero el encanto de la majestuosa fachada compensaba con creces aquellos defectos menores. Contemplando todo aquello, Sakura musitó:
¿Quién iba a pensar que yo terminaría viviendo en un lugar como éste?
La puerta principal era doble, de madera de roble, tenía incrustadas dos ventanitas de cristal de Tiffany y un llamador de bronce que representaba la cabeza de un león. Probó a abrir, pero como estaba cerrada, empezó a buscar en el bolso la llave que Kai le había dado por si acaso él llegaba tarde a la cita.
Cuando estaba a punto de vaciar el contenido de su bolso para buscar, la puerta se abrió de par en par.
No he perdido la llave, ¿eh? – dijo Sakura mirando a Kai a la defensiva.
Claro que no la has perdido – respondió él tranquilamente - porque no te la he dado. Recuerdo que te dije que te la iba a dar, pero luego cambié de idea porque pensé que la perderías.
Sakura frunció el ceño, pero prefirió no pensar demasiado en el incidente.
Siento llegar tarde – dijo después de darle un beso en la mejilla -. Le he dado un golpecito a tu coche, pero no ha sido nada.
No te preocupes. Cuando te conocí, contraté un seguro a todo riesgo. Y no llegas tarde – agregó con aire de suficiencia -, porque te dije que vinieras media hora antes de la hora a la que yo iba a llegar.
Sakura sonrió pensando que Kai la conocía bien.
Habían entrado y se encontraban en un amplio vestíbulo de mármol del que partía una señorial escalera.
¡Vaya sitio tan elegante!
No creo que sea lo que estás buscando, pero de todas formas puedes echar un vistazo, por si acaso. La empresa de limpieza no lo ha dejado muy bien que digamos. La casa lleva vacía casi seis meses y tendré que hacer algunos arreglos antes de enseñársela a posibles compradores.
Sakura cruzó el vestíbulo y entró en lo que parecía un salón. Los suelos eran de tarima, y dentro de la pequeña chimenea de mármol habían metido una fea estufa de gas. Las paredes estaban pintadas de verde y salpicadas de manchas más oscuras que marcaban los lugares en los que había habido cuadros. Pero las molduras del techo estaban talladas.
Este color no ha vuelto a estar de moda desde los años cincuenta – dijo Kai haciendo un mohín de disgusto -. Tendremos que volver a pintar toda la casa, aunque no les gusto a los dueños.
¿Quiénes son los dueños? – preguntó Sakura con aire ausente.
El punto principal de la habitación era un gran balcón que se abría a un enmarañado jardín, a través del cual penetraba una luz suave. Fue hacia allí y abrió las puertas de par en par.
Viven en Michigan. Ellos eran los únicos herederos del viejo Lam. Por eso hizo falta tanto tiempo para sacar la casa al mercado, y por eso se encuentra en tan mal estado. Supongo que llevaba muchos años enfermo.
¡Rosas! – exclamó Sakura saliendo al pequeño patio -. Y mira, una fuente. ¿Crees que funcionará?
Kai fue destrás de ella.
Lo dudo. Tendrás que contratar a un decorador de jardines para que lo deje un poco arreglado.
Cada vez más entusiasmada, Sakura volvió a entrar y pasó a otra habitación que era exactamente lo que había imaginado: una biblioteca con las paredes forradas de madera y de estanterías y con una gran chimenea en su centro.
Tendremos que enmoquetar toda la casa – comentó Kai.
No digas tonterías. ¿Para qué vamos a tapar un suelo tan bonito?
Tal y como está ahora mismo, esta casa es una verdadera cuadra – respondió Kai -, y en los tiempos que corren, a nadie le apetece mantener un suelo de tarima. Así nunca conseguiré venderla.
Sakura giró lentamente sobre sí misma imaginando tardes largas y tranquilas de lectura frente al fuego en medio de aquel ambiente sólido y señorial. Una alfombra oriental aquí, una lamparita inglesa allá, un buen sillón de orejas...
Yo creo que esta casa debió ser muy apreciada por alguien en otro tiempo – murmuró.
Kai la miró con suspicacia, y ella trató de explicarse.
Tú fíjate en los detalles. Las molduras, las tallas de la chimenea... ¿y te has fijado en la escultura que hay en el soporte de la araña del vestíbulo? Esta casa está hecha para disfrutarla y apreciarla, y no solamente para vivir cómodamente en ella.
Pues ya verás cuando te enseñe la cocina – respondió Kai.
Hasta la misma Sakura tuvo que reconocer que la cocina no era precisamente el sueño de un chef. Resultaba demasiado grande, el suelo estaba forrado de linóleo amarillo y alguien había pintado los armarios de blanco. No había luz suficiente, y sólo tenía tres salidas eléctricas. Pero nada de eso molestó a Sakura, puesto que ella no era amante de la cocina y siempre evitaba las invitaciones a comer o a cenar en su casa.
El comedor de gala daba al jardín trasero. Sakura no lo quería para nada, pero de todas formas le gustaba la idea de tener un comedor de gala.
En un momento dado podrías utilizarlo como gimnasio – le sugirió Kai con escepticismo.
En el piso de arriba había tres dormitorios, uno de los cuales estaba ensombrecido por un enorme roble cuyas ramas casi se colaban por la ventana. El papel que forraba las paredes tenía un dibujo de rosas casi tan horrible como la pintura de los marcos de la ventana, pero el dormitorio contaba con una chimenea en funcionamiento con unas tallas deliciosas de rosas y querubines. Sakura decidió en aquel mismo momento que aquella sería su habitación.
Una ventana de cristales de colores trazaba dibujos de luz rosada y amarilla en el descansillo. Sakura se quedó un momento parada al pie de la escalera, contemplándolo.
Podría quitar esa ventana y poner una claraboya – le dijo Kai -. No creo que cueste demasiado, y contribuiría a iluminar un poco más esta especie de tumba.
Ni se te ocurra – le replicó Sakura en tono inexorable -. ¿Cuánto cuesta?
Kai la miró con incredulidad.
¿Cuánto cuesta qué?
¿Cuánto cuesta la casa? Has encontrado un comprador.
Él sacudió la cabeza con impaciencia.
Venga, Sakura. No me estarás diciendo que quieres quedarte con esto.
Sakura le miró con sorna.
¡Pues vaya agente inmobiliario!
Te lo digo en serio. No hay armarios suficientes, la cocina es una pesadilla y solamente tiene un cuarto de baño.
¿Y qué? Yo vivo sola. ¿Cuántos cuartos de baño necesito?
Esta casa tiene cincuenta años como poco. Sólo Dios sabe en qué estado se encontrará la instalación eléctrica y las cañerías. Ni siquiera tiene aire acondicionado ni calefacción central, por el amor de Dios. No va a darte más que quebraderos de cabeza. Antes de decidirte, vuelve a mirar el apartamento de la bahía.
Yo no quiero vivir en la bahía. Hay demasiadas gaviotas. Y además me queda demasiado lejos del trabajo.
De acuerdo, ¿y qué me dices de la casa de Chateau Blanc? Jacuzzi, armarios empotrados, club de recreo...
Sakura hizo un mohín.
¿Quién quiere vivir en una urbanización llamada Chateu Blanc? Además yo no quiero un jacuzzi para nada.
¡Todo el mundo quiere un jacuzzi! Es lo que más se vende en mi catálogo.
Pues a mí me gusta esta casa. Tiene carácter.
Pero si está hecha una ruina.
¡Dios mío! Si hay algo que no puedo soportar es un vendedor demasiado insistente.
Lo hago por ti, querida. Créeme, de verdad, esta casa no es para ti.
Habían llegado a la habitación llena de estanterías que Sakura ya consideraba la biblioteca. Ella se volvió y, enarcando las cejas, le preguntó:
¿Estás insinuando que yo no sé lo que es mejor para mí?
Bueno – reconoció Kai de mala gana -. Digamos que no eres la persona más juiciosa que he conocido.
Por el hecho de que sea un poco despistada algunas veces...
Vamos – le interrumpió él, poniéndose más serio -. Sabes perfectamente que desde que recibiste la herencia te estás gastando el dinero a tontas y a locas. Es muy normal que las personas que se encuentran con mucho dinero de pronto empiecen a hacer locuras.
Sakura lo miró con impaciencia.
¿Es que acaso me he comprado un Mercedes? ¿Llevo diamantes y abrigos de piel? Vamos, Kai, puede que sea un poco cabeza loca de vez en cuando, pero siempre conservo mi sentido práctico. Sobre todo cuando se trata de dinero.
De acuerdo, en ese caso te pido disculpas.
Algunas veces a Sakura le irritaba lo fácilmente que Kai cedía en las discusiones. Se acercó a ella con una sonrisa cariñosa y las manos tendidas.
Reconozco que en muchos aspectos eres la mujer más sensata que conozco. Pero tú eres una científica, y no una agente inmobiliaria. Acepta los consejos de un experto, por favor.
Sakura se dejó coger las manos con la fuerte sospecha de que la estaba tratando como a una niña. En el fondo estaba acostumbrada a recibir ese trato de los hombres.
Quizás porque era menuda y delgada, no imponía. Y su pelo castaño rubio, corto y rizado, que enmarcaba una carita redonda contribuía quizás a su imagen de vulnerabilidad. Incluso con las gafas de concha demasiado grandes que se ponía para leer y dar clases no aparentaba mucho más de dieciséis años, y en ocasiones la confundían con una alumna de la escuela universitaria en la que enseñaba. Pero tenía veintiocho años. Estaba harta de esforzarse para que la gente la tomara en serio y la dejara hacer con su vida lo que quisiera.
Por eso, con cierta frialdad, le dijo:
Fuiste tú quien me dijiste que convenía invertir en propiedades inmobiliarias.
Y así es, siempre que sepas lo que haces. Por eso te digo que esta casa no te conviene. Se te caerá a trozos antes de que te des cuenta de lo que te ha costado.
Solamente por educación, Sakura fingió que estaba reflexionando sobre su consejo. Lo dejó un momento y se acercó a la chimenea, pasando la mano por la lisa superficie de madera de la repisa mientras imaginaba cuántas manos habrían repetido antes de ella aquel gesto, cuántas voces habrían llenado aquélla habitación, cuántos dramas se habrían representado ante aquélla chimenea, precisamente donde ella estaba.
Sabía que era imposible explicarle a un hombre como Kai lo mucho que ella apreciaba la sensación de continuidad y solidez que aquélla casa le inspiraba, pero por el bien de su amistad lo intentó.
Hasta que cumplí los dieciséis años viví en una residencia militar. Después del divorcio, mi madre y yo estuvimos viviendo en varios apartamentos, que no eran mucho mejores que la residencia militar, te lo puedo asegurar. Luego estuve en residencias universitarias, y después otra vez en un apartamento... En una palabra, Kai, nunca he vivido en un sitio en el que pudiera clavar un clavo en la pared tranquilamente. Siempre he estado en sitios que no eran míos ni de nadie. Por eso estoy cansada de alojamientos de ese tipo. No quiero vivir en una casa que sea igual a todas las casas del edificio. No quiero tener una cocina moderna, armarios empotrados y tabiques tan finos que casi se puede ver a través de ellos. Quiero tener una casa con personalidad propia, que se note que pertenece a alguien. Y quiero que ese alguien sea yo.
Kai esbozó una sonrisa y se acercó a ella y la abrazó suavemente. A Sakura no le apetecía ser abrazada en aquel momento, pero agradeció la amabilidad del gesto.
De acuerdo – le dijo con una sonrisa -. No voy a decirte que lo comprendo, porque no sería verdad, pero respeto tus deseos.
Se apartó un poco y la miró, oportunidad que Sakura aprovechó para soltarse de uno de sus brazos, de manera que sólo la tenía enlazada por la cintura.
- Para serte sincero – agregó Kai -, no sé si me gusta la idea de que te compres una casa, sea la que sea.
Sakura sabía perfectamente a lo que se estaba refiriendo. En los últimos meses su relación había evolucionado hasta un punto en que Kai no dejaba de lanzarle indirectas para que se fuera a vivir con él. Por eso ella no tenía ningún interés en seguir adelante con aquélla conversación, puesto que no iban a llegar a ningunas parte.
Alegremente, se desembarazó de su brazo y le dijo:
-La compra de una casa es la mayor prueba de independencia para una mujer soltera. Y para mí la independencia es muy importante.
-Sí, ya lo he notado – respondió Kai con un suspiro.
-Además, a la tía Hime le parecería que estoy empleando bien su dinero. Siempre me contaba que su abuela fue una sufragista y que todas deberíamos estarle agradecidas por lo que hizo por nosotras. Yo creo que las dos estarían muy orgullosas de mí.
-Pues yo estoy seguro de que, si hiciéramos una sesión de espiritismo, tu tía Hime te recomendaría que le echaras un vistazo a la casa de Chateau Blanc.
Sakura le dirigió una mirada cargada de astucia.
-¿Cuál es el precio?
Kai vaciló y después sacó un cuadernito del bolsillo. Después de mirarlo un momento dijo:
-Bueno, teniendo en cuenta el estado en que se encuentra, y considerando las reparaciones, podría dejártelo en noventa y ocho.
-Noventa y cinco – contraatacó Sakura sin pestañear.
Por un momento, pareció que Kai iba a dejarse llevar por su instinto de agente, pero después sacudió lentamente la cabeza, sonriendo.
-Nunca hay que mezclar los negocios con la amistad – dijo -, sobre todo cuando las amistades son tan bonitas como tú. Les presentaré tu oferta a los propietarios.
-Y procura que la acepten.
-Procuraré que la acepten – repitió él con cierta renuencia -. Pero sigo pensando que estás cometiendo un error.
Sakura casi no podía disimular su alegría mientras buscaba la chequera en el bolso.
-De acuerdo. Te entregaré un depósito para cerrar el trato, ¿de acuerdo?
-No tienes que dármelo ahora. Tómate tiempo para pensarlo.
Sakura le tendió el cheque.
-Ya lo tengo pensado.
Por un momento le pareció que no iba a coger el cheque. Pero por fin se lo metió en el bolsillo.
-Es la venta más fácil que he hecho en mi vida.
-Y la compra más difícil que he hecho yo – respondió Sakura guiñando un ojo. Entonces, incapaz de contenerse por más tiempo, se echó a reír y le echó los brazos al cuello -. ¡Oh, Kai, gracias por encontrarme esta casa! ¡Estoy segura de que voy a ser muy feliz aquí!
Lo miró sin soltarlo, sintiendo una oleada de afecto hacia él.
-Eres estupendo – le dijo dulcemente -. A veces pienso que no sé apreciarte como te mereces.
Sakura bajó los ojos, sintiendo una repentina punzada de culpabilidad. Él la besó ligeramente en los labios.
-A veces yo pienso lo mismo.
-Kai... Ya sé que llevamos mucho tiempo saliendo juntos...
-Dieciocho meses, para ser exactos.
-Y también sé que tú esperabas a que a estas alturas yo me comprometiera un poco más.
-Cuando se cumplen treinta años, uno se vuelve más serio en esas cosas, y empieza a pensar en sentar cabeza.
Sakura asintió, haciendo un esfuerzo para no apartar los ojos, pues no le resultaba fácil sostener su mirada tierna.
-Quiero que sepas que no es por culpa tuya – le dijo con una débil sonrisa -. Es que necesito un poco más de tiempo, nada más.
Kai le sonrió.
-Menos mal que soy un hombre paciente. Mira, cariño, sé lo difícil que ha sido la vida para ti; que siempre has tenido que demostrar tu valía al resto del mundo, y que te has pasado la vida yendo de un sitio a otro, sin un verdadero hogar. Y si comprando este elefante blanco vas a sentirte más segura, no tengo ningún inconveniente.
Sakura sintió que se le quitaba un peso de encima, y sonrió agradecida y contenta. Le acarició la mejilla.
-Te quiero, ¿sabes? – le dijo en voz baja, pero luego añadió, más seria -: Lo que pasa es que no estoy segura de si te quiero del mismo modo en que tú me quieres a mí.
Él la besó suavemente.
-Bueno, por lo menos, algo es algo. Venga, vamos a mi oficina para empezar a arreglar los papeles de este monstruo.
Sakura vaciló un momento.
-Oh, Kai, no quiero marcharme todavía. Esta tarde no tengo clase, y me gustaría quedarme por aquí vagando un rato, y si acaso hacer algunas mediciones.
Kai echó un vistazo a su reloj.
-Yo tengo otra cita dentro de media hora.
-Entonces ve – respondió Sakura, que en aquel momento estaba deseando quedarse a solas en la casa -. Te prometo que dejaré bien cerrado cuando me marche.
Al cabo de un momento, Kai le tendía la llave.
-Asegúrate de dejar todas las puertas cerradas – le advirtió -. No solamente la principal.
-De acuerdo.
-Muy bien. En cuanto reciba una respuesta de Michigan, te lo haré saber, pero te advierto que a lo mejor no es hoy.
-Dirán que sí – le dijo Sakura muy confiada.
-Por la cara que pones, más les vale – respondió él echándose a reír.
Le dio un beso de despedida y después se marchó.
Cuando se quedó sola, el silencio de la casa se hizo imponente, y durante un instante, pero sólo un instante, se sintió abrumada por su impulsiva decisión. Hacía una hora no era más que una profesora de veintiocho años, un poco despistada y tan poco puntual como siempre. Y ahora, de buenas a primeras, era propietaria de una casa. Después de pensarlo un momento, decidió que le gustaba la sensación.
Sakura no hubiera empleado la palabra impetuosa para describirse a sí misma. Su vida se desarrollaba envuelta en la comodidad y la seguridad de los números y el método científico; tenía una fe ciega en el proceso de la lógica, en el cual, si se tomaban todos los pasos necesarios y de manera ordenada y correcta, cualquier ecuación tenía un resultado previsible y satisfactorio.
Se dijo a sí misma que lo que a Kai podía parecerle una decisión impulsiva, era en realidad el resultado de un proceso perfectamente lógico y ordenado que regulaba su vida. La propiedad inmobiliaria era una buena inversión, y a ella le gustaba aquélla casa, podía pagársela... Todo era lógico y razonable.
Se paseó de nuevo por las habitaciones, saboreando la sensación de ser propietaria. Por fin tenía algo que le pertenecía sólo a ella, y lo más importante, era un lugar en el que se sentía a gusto.
De pie en medio de la biblioteca, murmuró con una sonrisa:
-Ya verás, Kai Konia. Esta casa va a ser lo mejor que me ha ocurrido en la vida.
-Siento mucho no estar de acuerdo – dijo una voz masculina a sus espaldas -, pero me temo que a lo mejor cambia de opinión.
Sakura giró sobre sus talones y lanzó una exclamación al ver la figura de un hombre que salía de entre las sombras.
Continuara...
Bueno este es el 1º de los capitulos... mentira no los dejare asi no soy tan mala jejeje... no vemos o seria nos leemos...
Ciliegia.
