TITULO: Amnesia

Capitulo: Kidnapping

Serie: Gundam Wing

Resumen: Después de un repentino ataque, despiertan sin recordar nada. Sin embargo una impactante noticia cambiará el rumbo de sus vidas para siempre.

Pairings: Zechs/Duo

Category/Raiting: Slash/Yaoi. Angs, Drama, Romance, Humor. PG

Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de Gundam Wing, pertenecen a sus creadores y respectivos socios comerciales. Ésta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.

Lo único mío es la historia y OCC (Personajes originales).

De todas maneras si te gusta la historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo consultes conmigo.

CAMPAÑA LE FAY No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.

Tiempo: Tres años después de Endless Waltz.

Lugar: Planeta Tierra

FEEDBACK: Esta es una de esas historias que desde hace tiempo deseo hacer y que por ciertos motivos se van atrasando.

No soy un genio en esta serie, solo me gusta y como en especial esta pareja extraña me gusta muchísimo desde que conocí a los personajes, simplemente quiero sacarme la espinita de juntarlos.

Universo alterno dentro de la serie para no involucrar demasiadas cosas. Hay situaciones y personajes variantes así que no se sorprendan si por ahí encuentran una que otra "incoherencia"

Esta locura va dedicada especialmente a Van Krausser que gracias a su linda amistad he aprendido mucho y también compartido tanto (por cierto es mi betta en esta locura y la primera en hacerme realidad mi capricho) y a "Heva" mi siempre Bella y especial Luz. A ustedes por su eterna paciencia conmigo, su amiga:

KLF

Habían sido los mejores. Grandes héroes por los que la humanidad aun continuaba con vida.

Mas las batallas habían finalizado, y gracias a la embajadora de la paz y organizaciones creadas con ese fin, poco a poco el planeta tierra y las colonias habían llegado a un acuerdo mutuo, donde la coexistencia pacífica era todo lo que importaba.

Los días de batallas sin cuartel y despiadadas muertes habían concluido. Todos, sin excepción alguna, hacían sus propias vidas con el derecho que esta les debía. Sin embargo, el anonimato había llegado también con ello.

Los cinco pilotos Gundam, salvadores de la mayor catástrofe histórica, poco a poco iban quedando de lado para darle el auge decisivo y definitivo a la existencia.

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-¿De nuevo lamentándote?

-No, para nada. ¿Por qué dices eso?

Hilde Schbeiker sonrió de lado. Siempre lo hacía cuando algo le era o demasiado irónico o gracioso de soportar.

-Por nada. O tal vez el suspiro que lanzaste fue por otra causa.

Duo se detuvo. Su compañera de trabajo se estaba burlando de él, otra vez.

-Yo no estoy lamentándome ni suspirando por nada. Fue simplemente una reacción alérgica a…a…

-¿Si? Sonrió Hilde en su afán por continuar molestando a su compañero.

-De…de…oye, mira, Reelena está en la televisión.

La coincidencia de que transitaran justamente frente a un aparador de televisores, en nada tuvo que ver con el repentino brillo juguetón que se vislumbró en los ojos de la ex piloto al mirar a Reelena Peacecraf dar una conferencia de prensa.

Aquel gesto se debió más al entusiasmo de su amigo por ver más de cerca el aparato televisivo, que de responder algo que por si solo se contestaría en unos minutos.

-¿Y ahora de qué está hablando? ¿De cómo ayudar a los niños huérfanos en Chipre o de cual fue el costo de su nuevo bolso Voiton?

-¿Eh?

-Vamos Duo, despierta. -Sonrió Schbeiker al tronar sus dedos frente al trenzado quien miraba atentamente uno de los televisores. -Sabes bien que no está ahí.

-Si, ya sé que no está ahí pero yo quería ver si…¿de quién hablas?

Hilde no pudo retener la carcajada por más tiempo, así que rió frente al enfadado castaño quien aun no entendía el chiste.

-Duo, Duo, Duo, eres más obvio que todos los niños en navidad pidiendo obsequios.

-¿De qué rayos estás hablando Hilde?

-Oh, tú lo sabes perfectamente bien, mi estimado compañero.

-No, no lo sé. -Refutó el muchacho cruzándose de brazos y apartando la mirada de la vitrina. -Y me encantaría que me lo explicaras.

-Vamos, vamos, no te pongas así. Siempre es lo mismo cuando al tema "H" se refiere. Ya deberías estar acostumbrado a mis bromas.

Hilde continuó su camino. Debía llegar al supermercado antes de que las queridísimas amas de casa arrasaran con todas las ofertas.

Sin embargo Duo no la siguió de inmediato, se tomó su tiempo para volver su violácea mirada hacia el televisor y suspirar de nueva cuenta.

-¿Te vas a quedar ahí parado, o es que ya formaste el club de fans de Reelena?

Duo gruñó, metió las manos a los bolsillos de sus pantalones y caminó al encuentro de su amiga.

-¿Por qué me fastidias tanto? Deberías de darme las gracias por acompañarte a hacer tus compras y cargar las bolsas que obviamente me darás.

-Si, agradecida estoy. -Aseguró la muchacha entrando a la tienda.-Pero no voy a perder la oportunidad de verte la cara de tonto cada vez que nuestra queridísima "enviada de la paz" aparece en escena. Dime, Duo, ¿Cuánto tiempo ha pasado ya?

El trenzado no respondió de inmediato. Ya no hacía falta que fingiera demencia. Hilde lo sabía todo, y cómo no saberlo cuando había sido él quien, después de su "huida" había casi corrido a contarle sus desgracias.

Si, Hilde era una excelente amiga dentro y fuera del trabajo, pero en ocasiones su propio sentido del humor se veía eclipsado por esa misteriosa percepción femenina que la ex piloto tenía hacia el tema denominado "H".

-Tres años. -Respondió de pronto, recordando que el dolor poco a poco se había oscurecido, mas no desaparecido.

-¿Y en tres años no has podido olvidarlo?

-No es fácil. -Aseguró el muchacho, tomando una zanahoria y metiéndola en la bolsa que su amiga le ofrecía. -Es…complicado. No puedes sacarte del corazón a alguien así como así. Tienes que pasar por un duelo que puede durar…

Hilde enarcó una ceja y el de ojos violeta se dio por vencido.

-¡Está bien! Está bien, no puedo olvidarlo. ¿Contenta?

La muchacha tomó el carrito de las compras y avanzó. Apreciaba en el alma a Duo, mucho más que a un simple amigo. Para ella, el trenzado había significado la renovación de sus ideales y su forma de vivir. Duo era el hermano que nunca había tenido y por eso le dolía ver que, tras su sonrisa de "no sucede nada" se ocultaba un gran dolor.

Nunca discutían pero cuando se mencionaba a Heero Yuy, las cosas cambiaban.

Cuando la última batalla había sido librada y cada uno de ellos continuaba con su pacífica existencia, apareció en escena el muchacho de ojos cobalto y porte estoico, quien había localizado a Duo para…iniciar una relación.

O al menos eso decía el trenzado, pues a ojos de Schbeiker lo que Heero y su amigo compartían era más una guerra entre perros y gatos que una verdadera relación.

Mas los ojos violeta de Duo jamás habían brillado tanto como cuando Yuy había estado a su lado. Pese a sus peleas o al siempre frío tacto del piloto uno, ambos coexistían de una manera normal y llevaban los sentimientos que seguramente habían nacido en el campo de batalla, a un nivel mucho más estable.

Pero nada es para siempre y Hilde lo supo una mañana cuando al arribar al trabajo, Duo le esperaba con el semblante de haberse visto inmiscuido en algo que no se planeaba.

-Se fue. -Había murmurado y ella no tuvo que indagar demasiado para saber a que se refería.

Heero había estado menos de un año en L2 y después, tan repentinamente como solo él sabía hacerlo, había desaparecido con el corazón de Duo.

De ello tres años, y a pesar de todos los intentos por hacer revivir el entusiasmo en los ojos violáceos, nada podía hacerse.

Fuentes amigas le habían dado a Hilde el paradero de Heero Yuy, el cual retornaba a las filas de custodios de la embajadora de la paz, cuyos sentimientos por el moreno eran más que evidentes.

Por eso Duo siempre seguía a Reelena muy de cerca. Ninguno de los dos simpatizaba demasiado con la muchacha, pero era esa búsqueda desesperada de un corazón la que orillaba a obrar maravillas cuando ya ni siquiera debía creerse en los milagros.

-Heero desapareció también de las fuerzas protectoras de Reelena. Ese chico es un inestable social.

-En realidad nunca ha sido sociable.

La pequeña sonrisa en los labios de Duo hizo suspirar a Hilde. El trenzado estaba perdido.

-Nunca ha sido social, y sin embargo fue a buscarte a L2. Así como a muchas otras personas, entre ellas nuestra querida "princesita", les ha roto el corazón.

Sabes muy bien que ese chico no vale la pena. Te hirió, te hizo daño y aun así lo sigues buscando y esperando. ¿No crees que ya es suficiente para tu corazón?

Duo no dijo nada, simplemente se quedó callado, mirando el frigorífico de los lácteos.

Él sabía. Sabía perfectamente que su búsqueda infructuosa era un calvario diario que llevaba muy metido en el alma. Pero en el corazón no se mandaba, ni mucho menos nadie le había dicho que enamorarse de Heero Yuy iba a ser específicamente pura felicidad.

Pero aun tenía esperanzas, aun después de tres años tenía la esperanza de que su Heero regresaría a él y que de ahí jamás se volvería a mover.

Tenía pistas sobre su paradero, pero todas ellas tan inciertas como el hecho de levantarse cada día, mirarse al espejo, sonreír y decirse: "Hoy será el día en que te olvidaré".

-¿Te volviste a dormir despierto? -Interrogó la de cabello negro haciendo sonreír al aludido.

-Si, y es perfecto. Dormirte sin una cama, aquí, junto a la sección de carnes y aves del queridísimo supermercado.

Hilde rió con desgano a la ironía de su amigo, pero al menos esa era la señal de que se había recuperado un poco.

-Tú sabes que solo quiero tú felicidad, Duo. El verte con bien y sonriente es para mi el mejor de los pagos. Por eso venimos a la tierra, para olvidarnos de todo y de todos.

-Lo sé y te lo agradezco mucho pero…es difícil.

-Nada es fácil. Pero de eso se trata la vida, de descubrirle el chiste para no volver a caer en lo mismo.

Duo sonrió. Hilde era la mejor amiga que podía pedir, y agradecía que Shinigami la hubiese puesto en su camino para acompañarlo en el tortuoso descubrimiento de la existencia humana.

-Muy bien Schbeiker, ahora que ya tenemos todas tus horripilantes verduras y cosas nutritivas pasemos por mi comida chatarra. No vaya a ser que me muera de tan solo mirar tus verdes combinaciones de acelgas y espinacas.

-Pues deberías comer nutritivamente, que buena falta te hace.

-Aja, ¿para verme así como tú? Ay, no, que asco. Luego me saldrá cosa verde en la cara como la que te sale a ti todas las noches.

-¡No es cosa verde! -Gruñó la muchacha con enfado. -Es una mascarilla de aguacate con aceite de almendras. Es para suavizar la piel.

-Ah, yo creí que era el batidillo que comías por las mañanas y que por accidente se salía por tu cara.

-¡DUO MAXWELL, ERES UN GROSERO!

Hilde gritó enfada mientras Duo corría lejos del alcance del "carrito asesino", el cual aprovechó para lanzarle un par de pizzas instantáneas que comería más tarde.

Relativamente esa era su vida normal y diaria, dónde dividía su tiempo en bromear, sonreír, trabajar y pensar en el muchacho que aun quería y le rompía el corazón con su ausencia.

Un largo camino recorrido que siempre terminaba en una simple plegaria: "Hoy voy a olvidarte".

Como siempre, abrió y cerró la puerta con desgano. Después lanzó las llaves a una mesa destartalada en una esquina, y por último se dejó caer en su sofá predilecto sin siquiera molestarse por retirarse la gabardina empapada.

Estaba cansado, harto de todo lo que tenía que ver con su "vida". Solo deseaba dormirse y no despertar nunca.

Mas él sabía que no podía hacerlo, algo lo ataba a esa vida y debía respetarlo.

Se sacudió un poco el largo cabello, lo sujetó después sin ningún tipo de cuidado, para al final volver a recargarse en el respaldo del sofá.

La oscuridad completa bañaba el departamento. Con mucha dificultad podía distinguirse en dónde estaba cada cosa y en dónde no pisar para no hundirse en la duela mal pegada.

Su vida había dado un giro distinto al que había estado acostumbrado, y toda aquella "humildad" con la que subsistía había sido decisión propia y de nadie más.

Suspiró dolorosamente pero no se movió. Todos los días era la misma monotonía: levantarse, tomar café, salir y encontrarse con contactos policíacos que le pagaban cantidades miserables por investigar cosas que estaban fuera del alcance de cualquiera, menos para él. Pues él tenía los contactos necesarios y sabía moverse en cualquier tipo de terreno, solo para terminar muchas veces empapado y con unas cuantas monedas en la bolsa de la chaqueta.

Si, su vida era terrible, y sin embargo no podía quejarse de lo que merecía.

Un día, él había nacido entre suaves telas de seda, entre hombres y mujeres que le respetaban por ser el futuro heredero de una importante y gran nación. En la actualidad, la seda había sido sustituida por nylon barato, y el respeto había desaparecido para dar pie al completo anonimato.

Los días de guerra y de pensantes estrategias habían concluido y él, un veterano de guerra que había cometido tantos errores, simplemente estaba donde se merecía.

Posó una mano en su rostro y tragó con dificultad. Nadie lo recordaba, ni siquiera su hermana, quien hacía un excelente trabajo apoyando la paz y el diálogo, pero que no estaba exenta de pequeños ataques disconformes a su pensamiento.

Su único contacto tal vez era esa buena mujer y amiga que un día había conocido en la academia de su adiestramiento militar.

Esa que había jurado acompañarle hasta el mismo infierno, pero que él había denegado la propuesta tres años atrás, cuando vio que su vida simplemente estaba perdida.

La parpadeante lucecita roja que se filtró entre sus dedos le indicó que probablemente Lucrezia le había dejado otro video mensaje.

Atenderlo o no era cuestión de su ánimo, pero pese a todo continuaba siendo un caballero y sería una descortesía que no mirara siquiera el mensaje.

Con pesadez se incorporó y se acercó al aparato que de inmediato mostró la imagen de la ex piloto Noin.

Tres años sin verla personalmente y sin embargo, Zechs sabía que no había cambiado demasiado. Tal vez solamente el físico que la hacía una mujer sumamente interesante y atractiva, más no para él. Sus gustos personales distaban mucho de los estándares normales.

-Hola Zechs. -Saludaba la muchacha con una amplia sonrisa. Un carisma que solo él conocía. -Llamo para saber cómo estás. Si, sé que nunca regresas mis llamadas, pero al menos sé que ves mis mensajes y con eso me basta…por el momento.

Se le notaba nerviosa, deseosa de mirar el rostro que por tres años no había visto.

-Yo…estoy en L5, con los Preventeers. No sé si ya te lo había dicho, pero Sally Po me hizo una oferta tentadora y bueno, supe que estaban reclutando a la mayoría de los ex pilotos y…aquí estoy.

Zechs sonrió un poco. Lucrezia estaba teniendo una buena vida y eso se veía en su carácter y nerviosismo. Antes la "Barón" jamás se habría atrevido a mostrarse nerviosa o sonriente frente a alguien, mucho menos frente a él.

-Estoy patrullando el sector 24 y después de eso me darán unos días libres; he estado pensando en irte a visitar. No hace falta que me digas tú dirección, yo puedo sacarla de tú código telefónico o…a menos que estés ocupado; yo entenderé.

La muchacha había realizado un gesto desesperado que después tranquilizó como la buena piloto que había sido.

Zechs lo comprendió, pero no pudo hacer nada por ella.

-Yo…estoy de guardia y solo aproveché para mandarte un mensaje. Espero que lo veas antes de la próxima semana y te comuniques conmigo para saber si deseas que nos veamos... o no…

Cuídate mucho Zechs, no me gustaría que te pasara nada. He visto a Reelena y hace un magnífico trabajo defendiendo la paz. Se ha reunido varias veces con nosotros y…te echo de menos Zechs. Responde a este mensaje, por favor.

Después nada. Sólo la pantalla en negro, señal inequívoca de que la muchacha había cortado el mensaje antes de querer hacerlo.

Pero el rubio comprendía todo y agradeció ese gesto, pues de haber escuchado más anécdotas de labios de Noin seguramente habría tecleado su número y regresado la llamada.

Respiró pesadamente y confirmó la fecha del mensaje. Hacía exactamente cinco días, por lo que Lucrezia debía estar terminando ya con su "misión".

Repentinamente sintió el deseo de ver una cara familiar y de rememorar viejos cuentos gratos a su alma, pero la soledad que se había auto impuesto jugaba una valiosa partida en esos momentos.

No deseaba ver a nadie conocido, pues tenía la sensación de que en cualquier momento lo perdería, tal y como había sucedido con "él". Ese hombre que aun no podía sacarse de los pensamientos, y mucho menos del corazón.

Noin había averiguado por si sola su número telefónico, uno que no era muy utilizado y que sin embargo, lo mantenía al día de lo que sucedía en la galaxia gracias a los "reportes" que Lucrezia le daba de vez en cuando.

Un ex piloto de guerra no podía estar tanto tiempo en la indiferencia pública, de lo contrario se corría el riesgo de hacer una tontería.

Con más pesadumbre de la inicial, se introdujo en su habitación y se mudó de ropas. Estaba comenzando a enfriar y no podía enfermarse. Eso le quitaría clientes potenciales.

Trató de secarse los rebeldes cabellos, más largos de lo que habría querido, pero eso le daba un toque personal y sofisticado que su sangre real no podía olvidar, pese a todo.

Se miró en el espejo de su vieja cómoda y contempló un cuerpo diferente al de años atrás, al de un jovencito piloto que había combatido en las guerras.

Había crecido tanto física como emocionalmente, y la dura vida que había elegido lo envolvía en una mística aura que, en lugar de alejar conquistaba a las personas.

Podía considerarse…atrayente, y eso era algo que no podía cambiar pues simplemente estaba en su naturaleza, así como la estoicidad y la mirada meditabunda que en ocasiones empleaba en su trabajo.

-No todo ha cambiado. -Se dijo sonriendo con ironía. Ese algo era precisamente lo que le obligaba a mantener su anonimato.

Se quedó contemplando su imagen por largos momentos hasta que, decidido como el hombre que alguna vez había guiado tropas enteras, caminó hasta la pequeña sala y tecleó un número con rapidez.

No tuvo que aguardar demasiado para que el mismo rostro sonriente de hacía unos minutos tomara la llamada.

-Noin.

-Soy yo.

La muchacha enfocó sus oscuras pupilas y observó con detenimiento al hombre que estaba tras la pantalla.

De haber podido seguramente le habría abrazado.

-Zechs. -Murmuró la muchacha y el aludido asintió, regalándole una sonrisa cómplice.

-Hola, Noin. ¿Querías verme?

Zechs esperaba pacientemente frente a una taza de café fría. Cuando hubo telefoneado a su ex compañera de trabajo, nunca pensó que se encontraría precisamente en la tierra, lugar que había elegido para vivir "tranquilo".

La ahora preventeer había terminado su trabajo antes de lo planeado y se encontraba en el planeta realizando tareas extras para la mujer de apellido Po, una excelente dirigente del grupo preventivo.

No les había costado demasiado sugerir un punto de encuentro, donde el rubio esperaba con impaciencia visible en sus azules pupilas, y el remordimiento de saber si había hecho lo correcto o no.

Pero era ya tarde para hacer cualquier cosa. Lucrezia Noin apareció en escena justo cuando Zechs meditaba la posibilidad de dejar la "reunión" para después.

-Es bueno verte, Zechs Marquise.

El muchacho asintió, incorporándose para saludar a la chica quien lo abrazó en un gesto muy impropio de ella.

-Cuánto tiempo. No tienes idea de cómo me alegra verte.

-A mi también.

Era verdad, a pesar de que el abrazo comenzaba a parecerle excesivamente innecesario.

-Pero mírate, cómo has cambiado.

-Y tú también. -Admitió Marquise al contemplar la delgadez de su ex compañera.

-Bueno, teníamos que hacerlo. Tres años no pasan en vano, ¿verdad?

El rubio sabía que eso era un reclamo, y se lo tenía más que merecido.

-He estado ocupado. Lo lamento.

-Al menos ahora sé que estás bien.

Comenzaron a hablar de su vida, como los buenos amigos que habían sido siempre y que se encontraban tras circunstancias adversas y difíciles.

Zechs sabía ya de la vida de Lucrecia, pero ignoraba que ésta pronto sería ascendida a un puesto mucho más atrayente para un piloto.

-Pronto voy a hacerme cargo de controlar varios sectores que están siendo inspeccionados por ser bases abandonadas.

-Eso suena magnífico. Te felicito.

-Gracias. -Admitió la muchacha con verdadero orgullo. Ascender en Preventeers no era cosa sencilla.-Pero dime, Zechs, ¿por qué no te unes al equipo? Hay muchos ex pilotos que están volviendo a empezar y a tener oportunidades de…

-Tú sabes por qué, Noin.

La chica asintió. Por un momento había olvidado la realidad.

-Lo lamento. Sé que aun nos mantienen en la mira por ser posibles "armas" de ataque o rebelión. Nuestro pasado nos perjudica demasiado.

-Así es.

-Pero si te unieras a Preventeers…

-Sería un conejillo de indias y perdería lo poco que he ganado hasta ahora. No quiero inmiscuirme en un mundo que ya finalizó para mí.

-¿Entonces prefieres ser pordiosero y hacer favores a policías mediocres que ganan fama a costa de tu trabajo?

-Al menos es algo que he querido hacer por mi propia mano.

Lucrezia se guardó su enfado. Desde que conocía a Zechs este hablaba de libertades y de hacer lo que su propio criterio dictaba.

El alguna vez heredero tenía la sangre gritando por libertad y aunque aparentemente la tenía, ella como mujer enamorada sabía la verdad.

-¿Es por él, verdad?

Marquise no quiso responder, sin embargo el movimiento de cabeza que efectuó salió de su control.

-Todo siempre es por él.

-Estoy en deuda con él, Lucrezia. Esto lo he elegido yo.

-¿Para darle a Treize la vida justa que tú te mereces también? ¿Para que él conviva con su hija, Lady y tenga una vida perfecta y anónima como a todos les ha hecho creer? No creo que esto que llamas vida lo hayas elegido precisamente por ti.

-Lo es. -Reiteró el rubio comenzando a sentirse incómodo.

-No. Yo creo que te has escondido todos estos años para no darle la cara a ese hombre y para no revelarle que aun lo sigues…

-¿Amando? Así es, y créeme que no es tan sencillo recordarlo todos los días, mucho menos cuando se hace pasar por muerto para tener la vida que yo nunca…voy a tener.

La muchacha suspiró tras la revelación. Ella lo había intuido todo el tiempo, pero la negación de su amor por el rubio siempre le había dado falsas esperanzas.

Ahora comprobaba que su Zechs seguía amando a Khushrenada. Pero éste, en su egocentrismo más puro, se había olvidado del único hombre que siempre le había sido fiel, pese a todos los hechos.

Sintió pena por su amigo, porque eso eran ante todo, amigos, y lo menos que podía hacer era apoyarlo, ya que había abierto una herida.

-Lo lamento, Zechs. Realmente lo lamento.

-No lo hagas. Es algo con lo que cargaré por el resto de mi vida.

-Pero no tiene que ser así. Puedes olvidarlo y enamorarte de…

-No. -Negó el rubio con una sonrisa triste y que Noin jamás había visto. -Yo no podría olvidarlo jamás. Él es…el único.

Lucrezia comprendió. Todo argumento estaba por ende perdido, y ella regresaría a L5 con la certeza de haber perdido más que un pasado al lado de Zechs Marquise.

Más tarde, cuando el rubio regresó a su departamento, sintió la extraña necesidad de aferrarse a algo o a alguien.

La soledad a la que se había sometido por culpas y dolorosos recuerdos lo estaba matando, pero así debía ser hasta que saldara las deudas que tenía para con el mundo y sobre todo con "él", Treize Khushrenada, su eterno amor.

Habían compartido tanto. Jamás lo olvidaría, pero la indiferencia y el anonimato en los que "su excelencia" lo había sumido era más doloroso que todo el desprecio que Treize podría haberle dado.

No lo había vuelto a ver después de la batalla donde se suponía había muerto, y sin embargo sabía que vivía. Su corazón y varias líneas de espionaje así se lo habían constatado y era eso lo que lo mantenía en la cuerda floja.

Tal vez si no le amase demasiado. Tal vez si olvidase y consiguiera otra vida, podría lograr el más grande de sus anhelos: el de enamorarse perdidamente y ser correspondido, y el de olvidar ese dolor que noche tras noche lo orillaba a morir lentamente.

-Pero solo podría conseguirlo en otra vida, porque a lo que esta se refiere…siempre voy a amarte, Treize.

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A veces los deseos se pueden volver realidad y es justamente lo que la vida deparó un día, cuando la aparente calma y normalidad seguían su curso.

-Hoy has estado especialmente callada, Hilde. ¿Sucede algo?

La muchacha de cabello negro negó, sonriéndole a su amigo después de quitarse el casco protector del rostro.

-No es nada. Solo estaba pensando.

Ambos continuaban trabajando en el ámbito de la "chatarra", con la diferencia de que en la tierra el reciclaje era más que indispensable.

-¿Y en qué piensas?

-En cosas.

-¿Qué cosas?

-Unas cosas. -Gruñó Hilde al saber que la curiosidad de Duo volvía a aparecer.

-Por eso, ¿qué cosas? Debe ser importante porque tú nunca piensas demasiado, mucho menos te quedas callada la mayoría del tiempo y no haces chistes sobre…

-COSAS de mujeres, Duo. -Por fin respondió la muchacha. La ágil lengua de su amigo podía causar un alboroto tremendo cuando se lo proponía y ella no estaba en ese momento como para soportarlo.

-Oh, cosas de mujeres. ¡Que interesante! -Sonrió el trenzado con el simple afán de hacer enfadar a su compañera.

-Si, cosas que no te incumben.

-Vamos Schbeiker, tómate la vida más leve. ¿Qué caso tiene que refunfuñes si sabes que siempre voy a preguntarte todo?

La muchacha gruñó por lo bajo y sin embargo sonrió. Ése era su querido y casi despreocupado amigo Duo Maxwell. Que contrariedad.

-De acuerdo, de acuerdo, te diré. Hoy tengo una cita.

-Uyyyy, ¿con quién? ¿Lo conozco? ¿Es buen tipo? Porque no me gustaría que te hicieran daño, mucho menos que salieras con alguien que puede…

-¡DUO! -Gritó la chica parando el escándalo de su amigo. -Solo voy a cenar, es todo. Ni que me fuera a ir a la luna con él.

-Quién sabe. He escuchado que han convertido a la luna en un centro de relajación. Hay transbordadores hacía la luna con muy buenos precios.

Schbeiker rió. A Duo no se le escapaba nada.

-Bueno, ya veré entonces. Y para que no sigas preguntando, lo conocí en una tienda el otro día, cuando tú no quisiste acompañarme.

-Mmm, ¿una tienda? Debe ser o gay o divorciado. Ten cuidado.

-Duo, de verdad que contigo no se puede hablar en serio.

El aludido rió y palmeó el hombro de su amiga.

-Tranquila, solo quiero cuidarte. Es parte del trabajo de los amigos: cuidarse los unos a los otros.

Hilde sonrió pero no pudo mantener la expresión en su lugar demasiado tiempo.

-¿Qué ocurre?

-Nada, solo que…ya se me hace tarde y debo ir a casa a cambiarme.

-¿Quieres que te acompañe?

-No. -Negó la muchacha dándole la espalda al trenzado mientras se quitaba el overol de trabajo.-Sería pedirte demasiado que recorrieras media ciudad para nada.

-Ya es tarde. -Alertó el chico mirando por la ventana. Los últimos rayos de sol se habían por fin ocultado, reinando la parcial oscuridad de la noche.

-No, de verdad, no tiene importancia. Mejor ve a casa a descansar y mañana te llamo para contarte cómo me fue.

Duo enarcó una ceja. Era viernes y si no salían por ahí se acompañaban mutuamente en alguno de los departamentos.

Hilde realmente se veía nerviosa por su cita, y él intuyo que era algo muy especial.

Sonrió por su amiga, al menos uno de los dos era feliz.

-De acuerdo, te veré entonces mañana.

-Si. Hasta mañana, Duo.

El muchacho de ojos violeta besó la mejilla de Hilde, quien agradeció el gesto con una inclinación y leve sonrisa. Duo siempre era cortés y ella lo apreciaba por ello.

Sin más el trenzado tomó su chaqueta y salió del gran hangar que conformaba su trabajo, un lugar lleno de chatarra que poco a poco iba siendo reciclada.

Hacía aproximadamente diez minutos hasta la ciudad. Su trabajo se encontraba lejos de la misma para evitar accidentes o reclamaciones de ruido innecesario, por lo que el alumbrado no era tan eficaz en ese tramo. Pero lo conocía perfectamente, y aunque fuera muy noche podía decir con precisión en donde se encontraba cada cosa en su camino.

Además, su siempre inseparable automática lo acompañaba oculta en un bolsillo. No por nada era un ex piloto y ex chico callejero. Sabía perfectamente cómo defenderse y el miedo no era algo que "Shinigami" tuviera en las venas.

Así pues, con confianza metió las manos en su chaqueta y emprendió el camino a casa.

La oscuridad podía ocultarlo perfectamente, pues su clásica vestimenta negra confundía su esbelta silueta entre las sombras.

La noche era fresca pero deliciosa al tacto de la piel. Duo Maxwell jamás se imaginó que esa noche perfecta, de luna menguante y pocas estrellas, fuera a ser definitiva para él.

Zechs había recibido otra encomienda. Un ex policía de la milicia nacional estaba en problemas, ya que debía dar con el paradero de una pandilla antes de que su cuello se viera perjudicado.

El hombre realmente estaba metido hasta los zapatos en un terreno turbio, de esos que de manera obvia jamás desaparecerían, por mucha paz que pudiera existir. Así que Marquise había pedido una cuota más elevada por sus servicios.

Teniendo la autorización y metiéndose un arma de contrabando en la bolsa, se adentró en esos sectores que perfectamente conocía, emprendiendo la búsqueda de los que representaban su sustento para esa noche.

Los sutiles movimientos de Zechs estaban perfectamente calculados por su experiencia y eficacia. Caminó, enmarcando su silueta en las sombras que le rodeaban, auxiliándose de los murmullos apagados que ocultaban el más mínimo ruido que él hiciera. Permanecía alerta a cualquier movimiento, haciendo uso de su habilidad para tener una visión de largo alcance.

Si, era un as en todo eso. Y jamás, desde hacía tres años, había fallado en algo. Pero no siempre se tiene a la suerte acompañándote en tus proezas.

Duo sintió un movimiento que alertó sus bien entrenados instintos. Con suma precaución tomó el mango de la automática en su bolso y se detuvo un momento para inspeccionar a su alrededor.

"Bonita noche para cazar". Se dijo, sintiendo correr la adrenalina como hacía mucho no experimentaba.

Caminó lentamente, escuchándolo todo, llamando al Shinigami que aparentemente se había dormido esos años, con la expectativa de ver acción.

Un movimiento a su derecha lo alertó, obligándolo a sacar el arma completamente y a puntar en la dirección que sus oídos le indicaban.

-Vamos a jugar. -Susurró, ventilando una sonrisa juguetona y a la vez de ansiedad.

Seguramente se trataba de algún pillo con intenciones de robarle la billetera, pero bien él podía divertirse un poco. Después de todo necesitaba desperezarse.

Marquise observó un rato hasta que sus instintos le dieron la señal adecuada. Así pues saltó desde un primer piso, cayendo con perfección en la rugosa superficie.

Examinó los alrededores, y al no percibir nada, se arriesgo a entrar en la bodega aparentemente abandonada donde se encontraban lo sujetos que estaba buscando.

Con astucia de acróbata volvió a examinar y a subir un alfeizar por donde miró detenidamente el interior de la bodega.

Todo en quietud y calma. Al parecer había elegido un mal día para llevar a cabo su misión y sin embargo…

Se lamió los labios antes de decidir atacar a la persona que lo estaba "esperando", así pues con total eficacia corrió y se situó a espaldas del individuo que sorprendería.

Pero su sonrisa de victoria, cuando colocó el cañón de su arma en la cabeza del visitante, desapareció totalmente.

-Lo estábamos esperando. Pronunció una voz a su espalda y por primera vez desde hacía años sintió que sudaba frío. ¿Cómo había podido descuidarse de ese modo?

Trató de girarse pero su atacante se lo impidió.

-Sería inútil que se moviera, le estoy apuntando con una pequeña arma, es verdad, pero usted debería reconocer que el calibre de las municiones es lo suficientemente grande como para romperle la cabeza a un cervatillo de un solo disparo. Así pues como veo que entiende, sígame.

Zechs obedeció, soltando su arma y caminando delante del sujeto que lo había emboscado. Se reprendió duramente por su falta de cuidado.

Duo percibió un arma en sus costillas. Aquello no lo había previsto. Seguramente la idea de que solo había ahí una persona le había dado la finta perfecta al otro atacante.

-¿Metiéndote en cosas que no te corresponden, bonito? Espero al menos que tengas un buen motivo para jugar así con nosotros.

El trenzado trató de decir o hacer algo, pero el hombre a quien apuntaba se giró, encañonándole a él con una mágnum.

-Será mejor que nos acompañes, preciosura. Será una noche interesante.

Duo no era de los que se amedrentaban, pero con dos sujetos así y las cosas fuera de práctica, tuvo que hacer lo que le ordenaban. Pese al orgullo que le estaban magullando.

Zechs fue lanzado contra la pared, recibiendo un duro golpe en el hombro derecho y escuchando un par de risas que en nada le agradaron.

Intentó ubicar a sus cobardes atacantes, pero no pudo ver nada porque la bodega continuaba a oscuras. Eso si afectaba un poco sus movimientos.

-No te esfuerces tanto. Aquí no valdrá la pena gastar todas tus habilidades, o lo que sea que tengas escondido.

Nosotros conocemos a la perfección tus movimientos. Te hemos estado siguiendo desde hace tiempo y no nos gusta para nada que metas tus narices en lo que no te importa.

Deberíamos darte una lección para que aprendas.

De nuevo las risas y Marquise supo que estaba en real desventaja.

-Ahora, si te portas bien y cooperas…todo puede resultar mucho mejor.

Zechs golpeó la mano que le tocaba el mentón y eso le ganó un golpe que le sacó por completo el aire.

-Veo que nos harás las cosas difíciles. Bueno, esto suele pasar. Lástima por ti.

Marquise vio venir entonces varios golpes de los cuales solo muy pocos pudo detener o eludir. Ciertamente, los enfrentamientos cuerpo a cuerpo no eran su estilo.

La inteligencia y la astucia habían fallado esa vez, y estaba pagando las consecuencias de sus actos por unas cuantas monedas.

Duo sintió que golpeaba el piso de forma violenta, después alzó la mirada y se encontró con la misma oscuridad que la noche tenía.

No estaba solo. El par de sujetos que lo habían llevado a alguna parte se encontraban cerca de él.

-Veo que te agrada nuestra casa. Me alegro, porque serás huésped por largo tiempo.

-¿Para qué me quieren? Yo no he hecho nada.

Sintió una risa fría y la ira comenzó a llenarle la cabeza de muchas ideas.

-Te cruzaste en nuestro camino, lindura, y apuntarnos con esa arma de juguete no fue buena idea.

-No tengo nada de valor. -Argumentó, tratando de pensar fríamente, buscando no recordar episodios de su vida semejantes a aquel.

-¿Y quien te dijo que queremos algo de valor? Estamos interesados en otro tipo de cosas que tus curvas nos pueden ofrecer.

Duo sintió la sangre hervir. Sabía perfectamente a qué se estaban refiriendo esos tipos y eso él no lo permitiría.

Aunque Shingami tuviera que salir nuevamente, ese insulto no se quedaría así.

Por ello se incorporó, y siguiendo la voz de sus agresores consiguió dar con uno y golpearlo en el rostro, algo que evidentemente les tomó por sorpresa.

-¡Chiquillo del demonio!

-Cuidado, señores. El Dios de la muerte está despertando y no querrán hacerlo enfadar.

El de ojos violetas sonrió a la emoción del momento, pero también reaccionó cuando supo que no se enfrentaba solamente a dos hombres. Probablemente había tres más.

Gran diferencia de números, pero no para un Dios como él.

Marquise estaba teniendo problemas para liberarse de unos cuantos sujetos que insistían en degollarlo. Pero no por nada había estado en la milicia. Esos tipos lo iban a conocer realmente.

Tiró un par de golpes certeros antes de intuir los próximos movimientos de sus agresores y retirarse hacia una de las paredes del lugar, misma que le sirvió de trampolín y otras cosas contra sus agresores.

Pero lo que Zechs no vio venir fue el golpe que uno de los tipos le dio en la cabeza, justo donde uno de los nervios principales toca con el cuello, y los especialistas en artes marciales utilizan para defenderse de sus oponentes.

Lo último que el Barón Relámpago observó antes de desvanecerse, fue una pequeña esperanza en el fondo de su corazón, una que tal vez jamás se haría realidad.

Duo estaba manejando las cosas con bastante maestría, salvo que los hombres con los que se enfrentaba eran verdaderos bárbaros bélicos que estaban defendiéndose bastante bien de los ataques del Shinigami.

Pero todo se termina algún día y es lo que el Dios de la muerte no vio llegar, pues tan entretenido y emocionado estaba en rememorar combates pasados, que no percibió cuando dos de los tipos lo tomaron de los brazos y un tercero lo hizo dormir tan sencillamente como una canción de cuna a un bebé.

Cloroformo, utilizada para los raptos y pequeñas curaciones.

Duo se sintió humillado ante ese trato pero sus sentidos adormecidos no pudieron hacer ya nada por él.

Era indigno que el Shinigami fuera vencido de ese modo, pero lo era aun más que esos tipos fueran a aprovecharse de él en esas circunstancias.

Intuía lo que iban a hacerle, y ante la imposibilidad de seguir luchando contra los hombres, se rindió a la inconciencia no sin antes recordar por última vez el rostro del hombre al que amaba.

Ambos ex pilotos estaban ahora fuera de combate.

La verdadera historia apenas comienza.