-CAPÍTULO 1-

Gaviotas Mensajeras

Larry Motter era, en muchos sentidos, un muchacho diferente. Por un lado, las vacaciones de verano le gustaban menos que cualquier otra época del año (si hubiese tenido padres, éstos se habrían sentido más que tentados de mandarlo al psicoanalista o, en su defecto, a unas largas vacaciones en un correccional); y por otro, deseaba de verdad hacer los deberes (otra muestra de que una lobotomía no le vendría nada mal), pero tenía que hacerlos a escondidas, muy entrada la noche, en lugar de estar leyendo revistas pornográficas, que a esas horas es lo normal a su edad. Y además, Larry Motter era un mago. Pero no como David Copperfield, ni como Juan Tamariz: era un mago de los buenos de verdad.

Eran casi las cuatro de la mañana y estaba tumbado en la cama, lo mejor que se puede hacer a las cuatro de la mañana digan lo que digan, boca abajo, tapado con las mantas hasta la cabeza (lo que demuestra que no era un chico que viviese en un país muy cálido, porque en pleno mes de agosto y con las mantas hasta la cabeza a cualquiera que viva más al sur de Oslo le puede dar un sarampión). En una mano tenía una vela, nadie parecía haberle advertido sobre el peligro de meterse en la cama con una vela (NO con una veela, eso sólo puede tener un peligro y es que te salga una nieta tan insufrible como Fleur Delacour; pero ya llegaremos a eso), y, abierto sobre la almohada, un libro grande, encuadernado en piel de color rosa chicle (y un poco pegajoso también): la Historia de la Maja de Goya. No es que quisiera leerlo, porque él era un chico serio y realmente quería hacer los deberes (tanta insistencia le había acarreado algún que otro disgusto en clase, sus compañeros que le llamaban pelota, gafotas -porque llevaba gafas-, empollón y esas cosas), sino que se había equivocado al sacarlo de la Biblioteca de Jobart y ahora no lo podía devolver hasta principio de curso, así que aprovechaba el tiempo.

Larry recorría la página con la punta de la pluma, frunciendo el ceño, buscando algo que le sirviera para su redacción sobre "La impotencia de los Inquisidores en el siglo XV". La pluma se detuvo en la parte superior de un párrafo que no podía serle útil en absoluto pero que era bastante educativo. Larry se subió las gafas hasta la frente, las volvió a bajar porque sin ellas no veía ni tres en un burro ni veinticinco en un seiscientos, acercó la vela al libro, la alejó porque éste empezó a humear, y leyó:

La vida de Francisco José de Goya y Lucientes fue muy desordenada y borrascosa, razón por la cual fue expulsado de la Academia de San Fernado y tuvo que optar por una formación autodidacta, lo que concuerda con su carácter impulsivo e indisciplinado. Ambicioso y seguro de su genio, inició una rica carrera como retratista, que le abrió la puerta de los círculos aristocráticos y le deparó el favor de los duques de Osuna y, sobre todo, de la Duquesa de Alba, por la que sintió una pasión innegable y a quien inmortalizó en varios retratos, algunos con ropa y otros sin ella, lo que no supuso demasiado escándalo, ya que en la época era normal que las damas de la alta sociedad se desnudasen para posar para los pintores de la Corte, y también porque diversos estadistas y estudiosos de la época concluyeron que era mucho más agradable ver desnuda a la Duquesa de Alba (la de antes, claro, no la actual) que a las Tres Gracias de Rubens, que más que las Tres Gracias deberían haberse llamado las Tres Desgracias.

Tras la realización del retrato de la Maja Desnuda, nadie sabe muy bien la causa, Goya sufrió una enfermedad nerviosa que le produjo una sordera casi total.

Larry intentó sujetar la pluma con los dientes y en su lugar se mordió la lengua, buscó bajo la almohada un tintero y un rollo de pergamino (no es que fuese un atrasado en el tiempo; conocía perfectamente los beneficios de un buen bolígrafo de tinta líquida e, incluso, de un ordenador portátil con 40 gigas de disco duro; es que en su colegio las cosas se hacían así, vaya usted a saber por qué), destapó el tintero (no sin antes romperse dos uñas y derramar la mitad de la tinta en la almohada), mojó la pluma y comenzó a escribir, deteniéndose de vez en cuando a escuchar, porque si alguno de los Wernesdey, de camino al baño o a lo que les entretuviese fuera de sus habitaciones a esa hora de la noche, oía algún sonido en su habitación, lo más probable es que pensasen que estaba leyendo alguna revista pornográfica, y Larry no quería que pensasen eso de él, que él era un chico serio, y los Wernesdey ya pensaban bastante mal de él sin malos entendidos.

La familia Wernesdey, que vivía en el número 4 de Proxenet Drive, era el motivo de que Larry nunca pudiese tener vacaciones de verano. Tío Mamon, Tía Putunia y Ashley eran los únicos parientes vivos que tenía Larry. Eran mugres, y su actitud hacia la magia era la de todos los mugres, o sea, no se tragaban ni papa del cuento. En casa de los Wernesdey no se mencionaba a los difuntos padres de Larry, que habían sido magos. Durante años, tío Mamon y tía Putunia habían intentado extirparle a Larry lo que tenía de mago, y para ello le habían extirpado la vesícula, el bazo, el apéndice, las muelas del juicio y las de las otras, dos dedos del pie izquierdo y un riñón (esto último porque lo necesitaba una vecina y, en lugar de donarlo ellos, habían decidido que Larry había demostrado que aguantaba muy bien la anestesia y los postoperatorios).

Aún así no lo habían logrado, y vivían con el temor de que alguien pudiera descubrir que Larry había pasado la mayor parte de los últimos dos años en el colegio Jobart de Magia Borrás. Lo único que podían hacer los Wernesday era guardar bajo llave los libros, pergaminos, goma de borrar, compás, rotuladores fluorescentes y cartera escolar de Larry, además de la varita mágica y la fregona (tía Putunia le había dicho que si quería una fregona cogiese la de la cocina y se pusiera a fregar la casa, pero, después de cinco días haciendo de Cenicienta, Larry decidió que le gustaba más la suya) en un armario bajo llave y prohibirle que hablase con los vecinos.

Para Larry había supuesto un problema que le quitasen los libros, porque los profesores le habían puesto muchísimos deberes para el verano, con la esperanza de hacerle la vida más fácil (todos sabían que Larry era un inadaptado y que pasaba casi todo el tiempo que estaba con los mugres trabajando). Uno de los trabajos era para su profesor menos querido, el cabroncete del profesor Spice, que estaría encantado de tener una excusa para poner a Larry de rodillas y de cara a la pared cinco meses. Así que en la primera oportunidad que tuvo, Larry descerrajó el armario (no sin antes romperse otras dos uñas y dejarse la nariz en la puerta cuando consiguió abrirla; era un poco torpe, el chaval) y subió a su cuarto un libro y lo escondió, con tan mala suerte que fue precisamente la Historia de la Maja de Goya, un libro muy instructivo pero completamente inservible para cualquiera de sus redacciones, problemas, ejercicios de caligrafía y demás zarandajas.

Larry no quería problemas con sus tíos, y menos después de lo que ocurrió unas semanas antes, cuando recibió una llamada telefónica de un compañero del colegio, que además de ser tan torpe como él era un poco retrasado y no sabía usar el teléfono.

Ron Whisky, uno de los mejores amigos de Larry en Jobart, procedía de una familia de magos, por lo que sabía perfectamente los cien usos de un caracol en las pociones contra la impotencia pero no tenía ni puñetera de los medios de comunicación mugres.

Para desgracia de Larry y cachondeo de los lectores, fue tío Mamon quien contestó.

- ¿Diga?

- ¿HOLA? ¿ME SE ESCUCHA? PROBANDO, PROBANDO, UNO-DOS...

- ¡Diga!

- ACABA DE GANAR UN VIAJE A PALMA DE MALLORCA CON TODOS LOS GASTOS PAGADOS. ¡SIEMPRE QUISE DECIR ESO! JA-JA-JA

- ¡Malditos bromistas!

- YOU DON´T REMEMBER THIS... A KISS IS JUST A KISSSSSSSS... Jua jua jua!

- ¿Oiga? ¡Oiga! ¡O me dice quién es o llamo a la policía!

- YO DE TÍ NO HARÍA ESO, FORASTERO. biribiribíiiinnnn... NO HAY LUGAR PARA LOS DOS EN ESTE PUEBLO.

- ¡Oiga!

- ¿SÍ? ¿HOLA? ¿PUEDE OÍRME?

- ¡Claro que le oigo! ¡Un poco más y no necesito el teléfono! ¿Quién es? ¿Llama de la radio? ¿He ganado algún concurso? ¿Quién es?

- ¡RON WHISKY!

- Con hielo, gracias. Agitado pero no revuelto.

- ¡NO, QUE SOY RON WHISKY, Y QUIERO HABLAR CON LARRY MOTTER!

- ¡Por qué! ¿Ha ganado él el concurso?

- ¡NO, QUE SOY UN COMPAÑERO DEL COLE, DE JOBART!

Tío Mamon decidió putear un poco más a Larry y contestó:

- ¡AQUÍ NO VIVE NINGÚN LARRY MOTTER! ¡NO VUELVA A LLAMAR! A menos, claro, que ganemos de verdad ese viaje a Palma...

- TUIT-TUIT-TUIT-TUIT... (o sea, que Ron Whisky había colgado)

Tío Mamon se volvió, furibundo, hacia Larry.

- ¡CÓMO TE ATREVES A DARLES NUESTRO NÚMERO DE TELÉFONO A TUS AMIGOS! ¡CÓMO TE ATREVES A NO TENER UN E-MAIL, COMO TODO EL MUNDO! ¡CÓMO TE ATREVES A MIRARME CON ESA CARA DE ATONTADO! ¡CÓMO TE ATREVES A EXISTIR! ¡CÓMO TE ATREVES A NO HABER GANADO ESE VIAJE A PALMA!

Ron, obviamente, comprendió que a Larry le iba a caer una bronca de las que hacen historia, así que no volvió a llamar. La mejor amiga (sólo amiga, eh, no empecemos) de Larry en Jobart, Mariangélica Flanders, tampoco llamó, lo cual era una pena, porque la madre de Mariangélica, además de ser una mugre, había trabajado en el 906 (hasta que lo cambiaron por el 802 o un prefijo similar) y Mariangélica habría sabido perfectamente qué voz poner para que tío Mamon se tranquilizase... o algo así.

De modo que Larry había pasado cinco semanas sin saber nada de sus amigos, y claro, como en el mundo mugre era un inadaptado, pues sólo había podido darle conversación su gaviota, Flashback. El por qué Larry Motter tenía una gaviota de mascota (que además rima) no es una muestra más de su encefalopatía espongiforme. Los magos, vaya usted a saber por qué, no usaban el teléfono, ni el correo, ni el e-mail: usaban gaviotas mensajeras. Por qué gaviotas y no palomas, que habría sido lo más normal, sí es una muestra de la encefalopatía espongiforme de los magos.

Larry terminó de escribir una redacción absurda que en lugar de hablar de la impotencia de los inquisidores del siglo XV versaba sobre la sordera de los pintores del XVIII y por la que le iban a cascar un suspenso como un castillo medieval, enrrolló el pergamino, tapó el tintero, se rompió dos uñas, cerró el libro, se pilló los dedos, se metió la pluma en el ojo y, por fin, consiguió dejar su cama más o menos arreglada. Se levantó, porque no tenía sueño (algo anormal a las cuatro de la mañana, créanme), atravesó a oscuras su habitación pasando junto a la jaula vacía de Flashback y tropezando con ella, se asomó a la ventana y estuvo a punto de caer por ella, y miró al exterior.

Aunque Larry no era ni muy alto, ni muy guapo, estaba mejorando año tras año a pasos agigantados: era un chico esmirriado, aunque poco a poco iba cogiendo fuerza, tenía los ojos verdes tras las gafas y el pelo, que siempre tenía despeinado, este año se llevaba, así que le daba un aspecto de "casual look" que no le quedaba nada mal. El pelo le tapaba una cicatriz en forma de boquerón en vinagre que tenía en la frente.

Esa cicatriz era la más extraordinaria de las características de Larry. No era, como le habían hecho creer los Wernesdey durante diez años, un antojo de su madre, que se pirraba por los boquerones en vinagre, porque Lula y Lames Motter nunca habían tomado el aperitivo con los Wernesday y, por tanto, Larry no sabía si a su madre le gustaban los boquerones en vinagre o los chipirones en su tinta; era una marca que llevaba desde el asesinato de sus padres a manos del mago más temido de los últimos años, que sí se pirraba por los boquerones en vinagre, como todo el mundo sabía: Lord Boquerón. Larry había sobrevivido al ataque de Lord Boquerón sin otra secuela que esa cicatriz en la frente y una aversión natural hacia los boquerones en vinagre cuando el hechizo de Boquerón, en vez de matarlo, había hecho una finta y, después de un par de vueltas por la habitación, se había estampado casualmente contra su agresor. Medio muerto, Boquerón había huído...

Larry había tenido que enfrentarse otras veces con Boquerón desde que llegó a Jobart, porque el mago tenebroso parecía haberle cogido el gusto a la criatura. Recordando la última vez que se las había visto con él, Larry pensó que si había cumplido los trece años, además de por la razón evidente e inexcusable de que había vivido trece años, era porque había tenido una coña que no se la creía ni él.

Mirando hacia el exterior, Larry vio una extraña silueta que se dirigía hacia él volando por el aire. Cuando la extraña figura planeó sobre una farola de Proxenet Drive, Larry se dio cuenta de lo que era y se hizo a un lado para dejarla entrar.

Tres gaviotas entraron en la habitación por la ventana haciendo el número circense de "Las tres gaviotas" (evidentemente): dos volando juntas y una tercera haciendo el pino sobre el pico encima de una de ellas. La gaviota que hacía el pino intentó dar una voltereta lateral y trasladarse al lomo de la otra, pero le falló la puntería, cayó de costado dando vueltas y se estampó en el suelo, donde quedó con el pico clavado en la madera.

- Bien, supongo que aún os falta un poco de ensayo para poder ganarnos la vida pidiendo en el Underground - dijo Larry, suspirando. Una de las gaviotas era su propia Flashback; otra, la segunda que estaba en la base de la pirámide de "las tres gaviotas", le era totalmente desconocida. La tercera, que todavía estaba clavada en el suelo y batía las alas desesperada, era Robinhood, y pertenecía a la familia Whisky. La desclavó del suelo y la metió en la jaula de Flashback, donde graznó dolorida y se puso a dar volteretas como una loca, supuestamente ensayando su siguiente número a lomos de otra gaviota.

Larry cogió del suelo los tres paquetes que "las tres gaviotas" habían tenido a bien llevarle a pesar de su concentración en el número circense. El primero, de su amigo Ron Whisky, contenía una carta, un recorte del periódico mágico La Probeta y una peonza. Larry leyó el recorte de periódico:

FUNCIONARIO DEL MINISTERIO GANA EL PREMIO AL "EMPLEADO DEL AÑO"

Arny Whisky, funcionario del Ministerio, ha ganado el premio al Empleado del Año al haber conseguido aguantar una mañana entera sin dejar la ventanilla ni ir a tomar café ni abrir el periódico ni tener una conversación con ninguno de sus compañeros.

"Tan inusual comportamiento en un funcionario no sólo le hace merecedor del premio al Empleado del Año, sino que seguramente le hará figurar también en el Libro de los Record Águila Amstel, al haber superado en cuatro horas y media al anterior funcionario que se atrevió a intentarlo, y que, después de estar de ocho de la mañana a once sin bajar a tomar café, tuvo que ser ingresado en el Hospital San Turce, aquejado de una grave depresión nerviosa", dijo el Ministro de Magia en la entrega de premios.

El señor Whisky dijo: "Vamos a gastar el dinero en un viaje a Jamaica, donde trabaja nuestro hijo Pil-Pil como corresponsal del banco Gringos".

Observó la fotografía del periódico: los nueve Whiskys saludaban sonrientes en una playa paradisíaca, con nueve vasos en la mano, y rodeados de muchas mujeres que bailaban el Hula-hula. La pequeña y rechoncha señora Whisky, el calvo señor Whisky, los seis hijos y la hija tenían todos el pelo de color azul, lo cual no era una tara genética ni un signo de su descendencia de Papá Pitufo sino la secuela de un accidente doméstico (Ron nunca se lo había explicado con detalle a Larry, pero al parecer había tenido que ver con un nuevo detergente milagroso antigrasa, las pastillas para adelgazar de su madre, el desayuno y una gracieta de sus hermanos gemelos, Bred y Brad, muy simpáticos ellos). Justo en el centro de la foto aparecía Ron, con su erizo Mikimaus en el hombro y el brazo alrededor de Ginebra, su hermana (los Whisky, amén de tener un apellido harto extraño y puesto a propósito para que les gastasen bromitas en el instituto, tenían un pasado hippie del cual no eran capaces de olvidarse; de ahí el nombre de sus hijos, sobre todo los dos pequeños, que nacieron durante su época de desintoxicación etílica).

Larry cogió la carta y la desdobló:

Querido Larry:

¡Felíz día de San Valentín! Uy, no, eso es en febrero. Esto, no, que Felíz Cumpleaños.

Siento mucho lo de la llamada, espero que esos mugres no te echaran de casa o algo así, porque entonces mi gaviota seguramente no sabría dónde encontrarte.

Jamaica es chachi de la muerte. No sé si volveré a Jobart o me quedaré aquí a vivir el resto de mi juventud en una choza de madera y paja, vestido de plumas y con collares de flores y bailando toda la noche de lua en lua comiendo cerdo asado como un cerdo y bebiendo daiquiris como un... bueno, eso; he conocido a unas cuantas mozas muy simpáticas que no dejan de mimarme, bailar semidesnudas y decirme algo así como "aloja", no sé si es que querrán que me las lleve a Inglaterra y les dé alojamiento hasta que consigan los papeles o la nacionalidad.

Bueno, que lo del regalo, ¿no, que es lo que más te interesa, cacho oportunista; pues no te creas que es algo mágico ni nada de eso. Es una puta peonza, pero es que me he gastado la paga en Daiquiris y no me llega pa comprarte otra cosa, así que tendrás que apañarte. La intención es lo que cuenta, ¿no? Pues eso.

Hala, a cascarla.

Ron

Larry puso la peonza sobre su mesilla de noche, donde, como buena peonza que era, osciló peligrosamente y cayó al suelo organizando un estrépito que habría levantado a los muertos de la tumba. Gracias a Dios los Wernesday más que dormir caían en coma, así que nadie se despertó con el estruendo. Luego cogió el paquete que le había llevado Flashback.

También contenía un regalo envuelto y una carta, esta vez de Mariangélica:

Querido Larry:

Ron me contó lo de la llamada y su conversación con tu tío Mamon. Espero que no te haya vuelto a azotar con el látigo de nueve colas mientras te sujetaba en el potro, ya que sé que todavía no te han desaparecido las secuelas de la última vez.

En estos momentos estoy en Uzbekistán de vacaciones y no sabía cómo enviarte esto (creo que lo de las aduanas lo llevan mal, estos pobres que todavía no están en la zona euro, porque ellos no están porque no pueden, no como nosotros, que no estamos porque no nos da la gana, ea)Pero ha aparecido por aquí Flashback, no me preguntes qué coñas hacía aquí tu gaviota, y así te lo he podido enviar. Lo he comprado con la tarjeta del Macro. No es que te importe mucho cómo lo he comprado pero no es lo mismo hacerlo con la tarjeta del Macro que en el Pryca, ¿no? O sí. Bueno, da igual.

Como no tengo nada interesante que contarte aparte de los deberes tan estupendos que estoy haciendo porque soy tan inadaptada como tú, pues dejo de gastar tinta y te la envío ya y así Flashback podrá volver y no dedicarse a hacer el pingo por ahí.

Besos

Mariangélica

Larry abrió el paquete, que pesaba mucho y que tenía el tamaño justo para ser una colección de revistas porno (Mariangélica estaba muy concienciada con eso de que "a cada edad, lo suyo"). Pero no: era un pack de limpiahogares. Detergente, cera para parket, lejía, jabón Lagarto y una bayeta de esas que se colocan encima de las cerdas de las fregonas para quitar el polvo. Dentro del pack había una nota de Mariangélica:

Larry:

Esto es para que utilices tu fregona de carreras para algo más útil que para partirte la crisma. Cuando hayas terminado de limpiar tu habitación (que seguro que está repugnante) y el dormitorio de los chicos de la torre de Greypeor (que SÉ que está repugnante) puedes pasar al de las chicas... y limpiarlo, a ver qué te ibas a creer, a cada edad lo suyo.

Hala, a cascarla.

Mariangélica.

Larry suspiró y soltó un irónico "¡Ostras, Mariangélica!". Entre la puta peonza y el set de Fairy no sabía si quería abrir el tercer regalo. Claro que, como sus tíos nunca le habían hecho regalos por su cumpleaños, era mejor esto que nada...

Pero, después de a sus amigos (y en ocasiones como ésta, antes) lo que más apreciaba Larry en el mundo era el Cuidadín, el deporte de los magos, que se jugaba sobre fregonas voladoras y con un total de 2.731 pelotas distintas, lo que lo hacía muy peligroso, muy emocionante y un lío de pelotas (nunca mejor dicho). Larry era muy bueno jugando al Cuidadín; era el Snifador más joven de todos los tiempos del mundo mundial, y tenía una fregona de carreras Limbo XXI, que no pensaba en absoluto utilizar para fregar debajo de la cama de nadie, aunque fuese Mariangélica y le pusiese esa voz que ambos sabían.

Larry tiró el estuche de Fairy al suelo y cogió el tercer paquete. Reconoció la letra que había garabateado su dirección en el papel: era la de Roderick, el portero de Jobart. El paquete empezó a gruñir y Larry, sabiendo que Roderick tenía unas ideas muy raras sobre lo que era apropiado enviarle a un criomielda por su décimotercer cumpleaños, lo envió directamente a la calle por la ventana de un puntapié.

Pensando que si no fuese un mago y jugase al Cuidadín quizá habría podido ser el delantero centro del Real Mandril, Larry abrió la carta de Roderick.

Querido Larry:

¡Feliz cumpleaños!

He pensado que esto que te envío sería totalmente inútil para tí y para tus perspectivas de futuro, amén de comérsete un par de dedos cuando lo abras, pero como no se me ocurría otra cosa pues ahí lo tienes y que te vaya bien.

Cuando vuelvas a Jobart ya buscaremos la forma de que alguien te vuelva a hacer crecer los dos dedos que seguro que te faltan (te conozco y seguro que has abierto el regalo antes de leer la carta, eres un puo oportunista de mierda y por eso te está bien empleado, pero bueno, lo de los dos dedos era en realidad una broma y seguro que alguien podrá hacértelos crecer. Y si no, pues no te preocupes, que en el Cuidadín no hacen falta los dedos, sólo la cabeza para parar las 2.730 pelotas que te persiguen mientras tú intentas buscar una única pelota de las pelotas).

Espero que los mugres te estén tratando bien. Si no, les das tu regalo de cumpleaños de mi parte (en sus Hospitales creo que todavía no han aprendido a hacer crecer los dedos).

Con mis mejores deseos,

Roderick

Larry descubrió que junto a la carta de Roderick venía la habitual del Colegio Jobart de Magia Borrás. La abrió, extrajo dos páginas y leyó:

Estimado señor Motter:

Suponemos (porque es bien conocido que es usted un inadaptado social en el mundo de los mugres) que no habrá olvidado que el curso escolar comienza el próximo día 1 de septiembre. El TALGO de Jobart partirá a las ocho y diecisiete minutos en punto de la estación de Chamartín, andén Lastrescuartaspartesdeochodivididoentredosy-elevadoalcubo.

A los alumnos de tercero se les permite ir a desfogarse al pueblo de Jomemeo determinados fines de semana, así que tenga a bien entregar la autorización firmada por sus padres o tutores o los ijoeputas de sus titos al Jefe de su Casa.

También le adjuntamos la lista de libros para el próximo curso.

Atentamente,

Meenerva MacDonalds

Subdirectora

Larry leyó la atorización para ir al pueblo de Jomemeo y se le puso la misma cara que si le hubiesen obligado a comerse cuarto y mitad de acelgas pochas y crudas. Jomemeo era un pueblo poblado (valga la redundancia) únicamente por magos, sin mugres, y deseaba fervientemente visitarlo. Pero, ¿cómo convencer a sus tíos de que firmasen una autorización para algo que no fuese su ingreso de por vida en el recinto penitenciario más cercano?

Decidió pensarlo al día siguiente.

Larry se acostó, se tapó con las mantas hasta la cabeza (definitivamente, estaba dispuesto a pillar un sarampión) y se durmió plácidamente, escuchando los gruñidos del regalo de Roderick debajo de su ventana.