Disclaimer: nada de nada de lo que podáis reconocer es mío. Nada. ¿OK?

Y al fin llegamos al último capítulo. ¿Ha costado eh? La verdad es que me da mucha penita q se termine ya xq este es el primer fic así más largo q termino (por ahora).

Muchas gracias a los que me han mandado reviews. A los que firman ya han sido contestados, a los que no, un beso enorme.

Dedicado a todos los que leen (dejen review o no) porque el simple hecho de ver que los hits suben como la espuma ya me anima. ¿A ver cuándo os animáis a dejar un simple comentario, no?

Aquí os lo dejo… El último capítulo de ¿Precisamente ahora?

Capítulo siete: …o hasta luego.

Tengo que admitir que las guardias se nos hicieron bastante pesadas a Gracie y a mí. Pasamos muchas horas inactivas puesto que no había demasiadas cosas que hacer aparte de comentar el impacto de la noticia de la marcha del sanador Sullivan a Bulgaria.

Y de las consecuencias derivadas de esta marcha.

.- ¿Entonces…-pregunté yo.-… qué pasó en el armario de las pociones?

Gracie enrojeció hasta las raíces al oír la pregunta y sonrió abiertamente. Me había dado cuenta de que cuando hablaba de Sirius, la boca se le curvaba en una sonrisa encantada que poco podía hacer para disimular. Estaba feliz y cuando hablaba del chico o hacía referencia a él, brillaba.

.- Bueno, te lo puedes imaginar.-contestó ella, vagamente. Pues no, no me lo puedo imaginar… o sí, lo que pasa es que no quiero ni pensar en pronunciarlo en voz alta.

.- Anda, cuéntamelo-le pedí con voz melosa.

Gracie me miró, con los ojos ligeramente entrecerrados, pinchaditos de rabia, sabiendo que no podía resistirse a mis "encantos". En resumen, que es pedírselo y al acto obtengo lo que quiera de ella. Siempre que sea legal, claro.

.- Bueno, después de que el sanador Sullivan os contase que se iba, él vino a buscarme. Yo estaba haciendo una cura en pediatría y, mientras terminaba, él se puso a hacer tonterías para los niños, para distraerlos… ¡Es que es más mono, Lily!-exclamó, con los ojos brillantes. Que fuerte, no sabía que Gracie estuviera tan pillada por Black.- Entonces, cuando terminé, me cogió de la mano y me llevó aparte para contarme que él se iba ya ese día y que se había dado cuenta de que iba a extrañarme mucho…-dijo, con voz soñadora.

.- Oh, vamos, Gracie…-dije, apenada.- ¿Y tú te lo creíste?-le pregunté.

.- Uy, no, no le creí. Por supuesto pensé que sería una estratagema para llevarme a la cama y luego "si te he visto no me acuerdo".-dijo, para mi alivio.- Yo le solté un comentario sarcástico y él siguió insistiendo en el tema, mientras íbamos caminando.-me explicó. Interiormente, me sentí orgullosa de Gracie.- Pero, conforme iba hablando, más me daba cuenta de que yo sí iba a echarle de menos, ¿sabes? Han sido poquitos días pero creo que voy a extrañarle.-comentó, con una sonrisa entre triste y soñadora.

Yo no respondí. Estaba empezando a entender a Gracie, a comprender lo que sentía y también lo que estaba sintiendo yo. Era como una sensación extraña en el estómago, como una opresión, era como si estuviese en la cima de una montaña rusa y toda yo estuviese en suspensión, con el alma en vilo, en medio de la caída. Y lo peor de todo: empezaba a comprender lo que me estaba pasando.

Iba a extrañar a James. Es más, ya lo estaba haciendo. El simple hecho de recordar su sonrisa de pillo me formó un nudo en el estómago que me pilló desprevenida. No lo esperaba. Esto no tenía que suceder. No era el plan.

Pero entonces me encontré pensando en mi futuro, como una tonta, lo juro. ¿No os ha pasado nunca eso de fijaros en un tipo, uno cualquiera, y pensar la bonita pareja que haríais juntos? ¿O pensar cómo sería besarle? Pues a mí sí, pero no pensaba en un tipo cualquiera. Pensaba en James y yo, caminando de la mano por cualquier calle gris de Londres, rodeados de gente aún más gris y apagada que no lograba opacarnos a nosotros. Nuestra risa.

¡Tonta, tonta, tonta! ¿Cómo dejé que eso pasara? ¿Cómo pude permitir que sucediera? ¿Por qué?

Sin embargo, eso son cosas que sé que jamás llegaré a entender. Cosas que pasan porque sí, porque es lo que toca, porque algún genio maligno que nos observa y nos controla des de arriba lo ha decidido así y eso es lo que tiene que pasar. El destino.

Nunca he creído en él pero la vida me ha enseñado a hacerlo. ¿Quién, sino, hizo que nos reencontráramos después de las accidentadas disputas que mantuvimos en Hogwarts? ¿Quién logró que, a pesar de las reticencias, acabase rindiéndome? Como siempre dice; "Vida mía, ¡tú y yo estamos predestinados a estar juntos!"

Y yo no puedo estar más de acuerdo.

Imagino que os estaréis preguntando a qué se debe este cambio. El porqué de mi repentino cambio de actitud. No es que sea algo repentino y, por eso, para entenderlo tengo que atrasarme un poquito en el tiempo…

Después de haber acabado esa charla con Gracie en la que ella me explicó los detalles menos íntimos (por suerte) de su encuentro con Sirius, nos llamaron por megafonía. Cosa rara porque, en la sala de personal dónde estábamos, había dos sanadoras más que iban delante de nosotras en caso de que llegara algún paciente. Pero bueno, no le dimos más importancia al asunto y, encogiéndonos de hombros resignadas, fuimos hacia urgencias. Poco podíamos esperar lo que nos íbamos a encontrar allí.

Nada más abrir la puerta, dos bultos coloridos llamaron nuestra atención. Eran ellos, James y Sirius, con sendas sonrisas pillinas, pintados de mil colores y mirándonos con simpatía.

.- ¿Qué estáis haciendo aquí?-pregunté, en cuánto recuperé la voz. Dicho sea de paso, también noté que el nudo en mi estómago se estrechaba un poco pero se deshizo enseguida que vi la sonrisa de James. ¡Qué tonta! ¿No?

.- Nos han hechizado.-mintió Sirius, sin convencernos a ninguna de las dos.

.- Sí, hombre.-solté yo, incapaz de contener una sonrisa.- No conozco a nadie aparte de los merodeadores capaz de hacer un hechizo de este tipo.-dije, riéndome y logrando que ambos soltaran una carcajada.

.- Se nos ha ocurrido que si veníamos sin ninguna enfermedad no nos dejarían pasar.-dijo James, rascándose la cabeza con una sonrisa de culpabilidad.- ¿Podéis arreglarnos?-pidió.

Gracie y yo nos miramos con una sonrisa de complicidad.

.- Pues yo no sé cómo curar esto…-murmuró Gracie, pensativa.- ¿Y tú?-me preguntó, inocentemente.

.- Pues tampoco se me ocurre nada.-contesté yo, encogiéndome de hombros y con el mismo tono de supuesta inocencia de Gracie.- Me parece que tendremos que ingresarles en el ala de enfermedades extrañas y desconocidas.-dije, empezando a coger un par de formularios para ingresarlos.

.- Voy a avisar a la enfermera Hummerman, ella se encarga de esa sala, ¿no?-dijo Gracie, encaminándose hacia la puerta.

.- ¡No! Esperad un momento.-pidió Sirius, empezando a desesperar. A su lado, James se apuntaba a sí mismo con la varita y susurraba sortilegios para "arreglarse" él solito.

Úrsula Hummerman, la jefa de enfermeras y la persona más temida en San Mungo. Pude entender perfectamente su desesperación al intentar volver sus coloridos cuerpos al color natural. No pensábamos mandarles a ningún sitio pero…¿y lo bien que lo pasamos mientras veíamos sus movimientos casi histéricos y sus susurros de hechizos frenéticos? Venga ya, ese era un espectáculo que no podíamos perdernos.

Al final dejamos que se fuesen sanos y salvos tras haber quitado los hechizos que ellos mismos se habían hecho. Después de esa amenaza de internarlos en el hospital, Gracie pensó que no volverían otra vez puesto que, con la celeridad con la que desaparecieron, era lo que cabía esperar en ese momento. Pero se equivocaba.

Volvieron. Claro que volvieron. Vinieron día tras día, semana tras semana, siempre a la misma hora. Y cada vez nos sorprendían con algo nuevo que lograba alegrarnos el día, por muy malo que fuese. Aprendí a valorar cada detalle pero no me di cuenta de cuánto lo necesitaba hasta que un día no apareció. Y enseguida comprendí el significado de la frase "nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes" o, al menos, hasta que crees haberlo perdido.

Gracie y yo estábamos tomando un té en nuestra hora de descanso mientras esperábamos que llegara la enfermera de turno con una sonrisa burlona, a anunciarnos la llegada de nuestros "pacientes" particulares. Pero la hora libre pasó y ellos no daban señales de vida, a parte de una nota-relámpago que Sirius le mandó vía lechuza urgente a Gracie en la que decía que ese día no iba a venir pero en la no se mencionaba ni a James ni a mí.

Pasaban las horas y, aunque traté de evitar pensar en James, la angustia me carcomía por dentro. ¿Le había pasado algo? ¿Se habría cansado ya de mí? Preguntas sin respuesta que vagaban por mi mente y me hacían dar vueltas y más vueltas al porqué de su ausencia.

Al final mi turno terminó y me fui a casa, bastante deprimida, para qué negarlo. Ni siquiera se había molestado en avisarme. Ni una simple posdata en la nota de Sirius. Al llegar a casa, abrí la puerta sin ganas y me tiré en el sofá, con unas ganas irremediables de llorar. Me estaba sorprendiendo a mí misma; le había estado viendo durante semanas sin ningún hecho remarcable. Es decir, no nos besamos ni una sola vez a pesar de que yo (en incontables momentos) había deseado que lo hiciera. Tan sólo hablamos y eso me permitió conocerle realmente y fue lo que me empujó, según creo, a quererle. Pero, hasta esa ausencia, no me había dado cuenta de cuánto le necesitaba. Y, por Merlín, le necesitaba y mucho.

Cuando parecía que el sopor estaba librándome de esa pesadilla, el timbre sonó, despertándome. Me levanté del sofá, medio dormida, y, con pasos desacostumbrados, fui a abrir la puerta sin mirar siquiera quién había detrás.

.- ¿No te han enseñado nunca que tienes que mirar antes de abrir la puerta?-me echó en cara una voz repelente donde las haya.

Era él. Él con un ramo de flores en la mano y una expresión de lo más adorable. Era James, haciéndome comprender en un solo instante que era el hombre de mi vida.

.- ¿Qué haces aquí?-pregunté, con la respiración agitada. El corazón me iba a mil por hora e, inexplicablemente, empezaba a enfurecerme. ¿Cómo podía preocuparme tanto y aliviarme con una simple visita? ¿En qué momento me había convertido en una marioneta que vivía para y por sus acciones?

.- Venía para excusarme por no venir hoy.-dijo, con una mueca de disculpas.

.- Oh,-suspiré yo, mirándome las uñas con fingido interés.- ¿Acaso habíamos quedado?-solté, maldiciendo mi bocaza tres segundos más tarde.

Una mueca de tristeza cruzó su cara y mi propio comentario me fustigó por dentro. ¿Por qué, si tanto le necesitaba, seguía hablándole de esa forma? Pero, por suerte para los dos, James siempre ha encontrado la forma de hacerme perder los papeles.

.- Claro que sí, preciosa, ¿no creerás en serio que voy a dejarlo correr ahora que ya te tengo en el bote, no?-me soltó, con una sonrisa de las suyas, una de esas tan demoledoras, que logró que me temblasen las piernas.

Fue entonces cuando yo le cogí por el cuello de la camisa y le atraje hasta dentro de mi apartamento, cerrando con una patada, la puerta. Agarré el ramo que aún tenía en una de sus manos y lo tiré encima de la mesita del recibidor, camino que pronto siguieron sus gafas.

Y segundos más tarde James y yo nos estábamos besando salvajemente, con la única diferencia de que ésa vez fui yo la que tomé la iniciativa. Pronto él pareció despertar de su estupor porque enseguida sus brazos fuertes me rodearon la espalda y una de sus manos empezó a masajearme la nuca de una forma tan deliciosa que tuve que agarrarme aún más a su cuello para no derretirme allí mismo.

Pasito a pasito y bastante torpemente fuimos avanzando hacia la sala y concretamente hasta el sofá, donde nos dejamos caer sin contemplaciones, quedando yo debajo de él. Enseguida noté algo clavándose en mi espalda y, cuando me removí incómoda, la tele se encendió de golpe, haciendo que James volviera a pegarse el susto de su vida. Su cuerpo que, pocos segundos antes, había estado encima del mío, ahora se encontraba unos dos metros alejado del sofá, con la varita en alto apuntando al televisor encendido. Lo que se estaba clavando en mi espalda era el mando de la tele y, al removerme, había apretado el botón de encendido, pegándole un susto de muerte al pobre James.

Me costó horas dejar de reírme y todavía más tiempo lograr que se tranquilizase. Merlín, todavía ahora, cada vez que recuerdo su carita de asustado, me entra la risa y no puedo parar. ¡Es que deberíais haberle visto! Los ojos abiertos de par en par, la boca con la mandíbula colgando casi hasta el suelo y la varita apuntando al televisor… ¡Lo recordaré toda la vida!

Pero luego las risas se apagaron y nos encontramos de nuevo en el sofá sólo que esta vez sentados mirando una película (ni me acuerdo de cuál era) concentrados el uno en el otro. Intercalábamos las risas con besos y las caricias con palabras y, poco a poco, la pasión nos llevó a mi cama entre besos ansiosos y comentarios susurrados a media voz. Cálido, todo fue muy, muy cálido.

Por primera vez en mi vida, sentí que estaba en la gloria. Esa persona que tanto esperas, que, muchas, muchísimas veces, has imaginado con un estereotipo de lo más trillado, está contigo y a tu lado. No como ese estereotipo ni mucho menos pero eso no puede importarte menos. Y encajáis de tal forma que sientes que nada en el mundo podrá separaros. Es cómo esa pieza en el rompecabezas de tu vida que, si te falta, quedas incompleta para siempre.

Comprendí que estaba enamorada de él. Pero enamorada no con ese sentimiento de vergüenza y atontamiento propios de la adolescencia en la que, casi cualquier persona, podría ser y estar destinada a ti. No, con él era distinto. James supone un reto para mí, incluso con lo más tonto, con la discusión que parece no llevarte a ninguna parte, él me sale con algo con lo que no había pensado y me sorprende y logra que me quede sin palabras. Me hace reír y eso, aunque pueda parecer burdo y superficial, para mí es casi lo más importante en una relación.

8 meses después

¡Ding-Dong!

Me levanté trabajosamente del sofá, sintiéndome cien quilos más pesada. ¡Y eso que hacía dos semanas que no tenía guardia! Sin embargo, llevaba esas mismas dos semanas saliendo con James día sí, día también y, no sé yo si alguna vez habéis salido con alguien tan hiperactivo cómo él pero, os juro que agota. ¡Eh! ¡No me miréis con esa cara, malpensados!

Era James, de nuevo. Cada día venía a mi casa cuando salía de la academia de Aurores y tenía siempre algún plan pensado. Abrí la puerta y él me besó, como de costumbre, haciendo que me temblasen las piernas. ¡Aún ahora lo hace! Me colgué de su cuello y dejé que prácticamente me llevase al salón y me sentase en el sofá, apoyando mi cabeza en su pecho. Estaba molida.

.- ¿Estás bien, vida?-me preguntó, meloso.

.- Cansada.-murmuré, ahogando un bostezo.

.- ¿Mucho?-inquirió, alzando las cejas con pena.

.- ¿Por qué?-pregunté yo, con súbito interés.- ¿Qué tenías pensado para hoy?

.- Nada, Lils, si estás cansada lo dejamos para otro día.-murmuró, acariciándome el pelo suavemente.

.- ¿No me lo vas a decir?-pregunté, incorporándome un poquito para mirarlo a los ojos.- Va, dímelo.-le rogué, con una sonrisa.

.- No.-contestó él, sonriendo también.

Contrariada, achiqué los ojos, tratando de asustarle con mi "mirada asesina" que no produjo efecto alguno sobre él. Al contrario, él, a su vez, achicó también los ojos haciendo que, donde había unos ojazos avellana, quedasen sólo dos rajitas castañas entre sus párpados.

.- Si estás tan cansada será mejor que te deje dormir.-comentó, haciendo el amago de moverse.

.- ¿Quieres irte a tu casa?-le pregunté, abrazando fuerte su cintura y ahora colocándome completamente de cara a él.- ¿Sin decirme lo que querías hacer hoy?-le dije, con carita de pena.

.- Otro día, vida.-repitió, apartándome un mechón pelirrojo que me caía delante de los ojos.

.- No, ahora.-exigí, haciendo morritos.

Ni hace falta decir que logré mi cometido y acabé sabiendo lo que quería decirme. Me pidió que me casara con él. Ya, ya sé que llevábamos muy poco tiempo saliendo (en realidad casi nueve meses) pero, extrañamente, no me pareció mal. No, me dio la sensación de que estaba haciendo lo correcto y que eso era lo que tocaba. Supongo que habréis adivinado lo que le contesté a su petición.

¿Qué queréis que os diga? ¿Qué acabé rindiéndome? Para nada. Lo que pasa es que acabé por darme cuenta de todo, del cariño, de su presencia real que me rodeaba por todos lados, haciendo que sintiera ese calorcillo esparciéndose por mi cuerpo. Querer y sentirme querida, algo exigente, sí, pero… ¿no es lo que todos queremos, un día u otro?

Ahora ha pasado ya mucho tiempo des de ése día y des de que me convertí en su mujer. Pero, sorprendentemente, sigo sintiendo lo mismo y él sigue sorprendiéndome igual. Él es aún un reto para mí y, tengo la seguridad de que esto va a durar para siempre.

Aún ahora, después de tanto tiempo des del beso en mi consulta, sigo recordándolo y eso hace que una sonrisa tonta de enamorada me curve los labios. Incluso hace que pierda los papeles en cualquier momento sólo por sonreírme.

Igual os parecerá que me he ablandado. Que no soy la misma de siempre. Bueno, no lo voy a negar, hace días que yo misma noto que no lo soy; he cambiado. Estoy más sensible y, para qué negarlo, muchísimo más susceptible a cualquier cambio, por pequeño que sea. Hace dos días le tiré los platos a la cabeza a James y ni me acuerdo de porqué. Menos mal que me quiere lo suficiente como para olvidar mis arranques maníacos, ¿no?

No sé a qué se debe este cambio, aunque igual puedo llegar a imaginar por dónde van los tiros. Y no voy a negar que sea inmensamente feliz por ello.

Porque sí, sin duda alguna, él tenía que venir precisamente en ése momento, para cambiar el curso de nuestras vidas, para girar, justo en el instante preciso, la palanca que accionaba nuestro destino. Juntar nuestros caminos como dos vías de tren que se funden en una sola, con mucho, muchísimo camino por delante.

Ooo0 Fin 0ooO

¿Os ha gustado?

Lo he repasado más de mil veces, cambiando fragmentos aquí y allí, reestructurándolo todo y… sigue pareciéndome demasiado dulce… ¿No? Es que tengo la sensación de que Lily ha cambiado mucho (bueno, tampoco tanto) pero es que, en fin, sobretodo ésta última parte tenía que notarse un poco de cambio. ¿Habéis adivinado el porqué del "cambio" de Lily? ¿Por qué está tan sensible?

Bueno, obviamente es porque ya está embarazada de Harry.

En fin, para cualquier duda o pregunta que tengáis, no tenéis más que mandarme un review que ya sabéis lo feliz que me hacen…

Un besazo enorme!

AnnaTB