INUYASHA NO ME PERTENECE. ESTA HISTORIA FUE ESCRITA SIN FINES DE LUCRO.


ESTE ES MI PRIMER FIC. HACE POCO DECIDÍ HACER UN REMAKE Y COMENCÉ A ESCRIBIRLA NUEVAMENTE, PERO UN REVIEW ME HIZO ENTENDER QUE NO DEBÍA AVERGONZARME DE LA FORMA EN QUE ESCRIBÍA HACE ALGUNOS AÑOS, YA QUE ESTE FIC, POR SU CONTENIDO, HABÍA SIDO MUY INFLUYENTE E IMPORTANTE EN LA VIDA DE ALGUNAS PERSONAS. ES POR ESO QUE VUELVO A SUBIR LA HISTORIA ORIGINAL TAL Y COMO LA ESCRIBÍ EN EL AÑO 2006. (EL REMAKE LO SUBIRÉ APARTE Y SE TITULA "MI VIDA CONTIGO").

ESPERO LA DISFRUTEN, LA VOLVERÉ A SUBIR EN HONOR A USTEDES.


Cuando la imagen de Sesshomaru Taisho es destruida por una horrible calumnia, jamás imaginó que la idea de su hermano lo llevase a vivir con Lin Susuhara. Ahora el destino lo obligaba a sacarla de un abismo y construir sobre una vida llena de heridas. ¿Podría encontrar los trozos del corazón de su pequeña pesadilla sin empeñar el suyo propio en el intento?

AMPLITUD

Claudia Gazziero

CAPÍTULO l.

LA MEJOR IDEA DEL MUNDO.

Esa mañana la gente se llevaba el diario como si de pan caliente se tratase. En el negocio de la calle cuatro los vendedores preveían que a ese ritmo ya no quedaría nada para el mediodía. Últimamente la prensa estaba careciendo de su espléndido talento para atraer la atención de los lectores, ya que ninguna noticia era relevante y lo suficientemente entretenida para que alguien la viera y comprara el diario arrebatado. Esa mañana se había puesto al día, por lo que los clientes se peleaban los últimos ejemplares del "El Comercial Metropolitano", que lucía en su portada una gran fotografía de Sesshomaru Taisho, el guapo y brillante hijo de Inu Taisho, dueño de la más importante comercial del mundo "Comercial Internacional Taisho & Cia. LTDA.". La noticia era grotesca… y sucia, pero había resultado. La gente miraba con disgusto y decepción la imagen, cuyo pie gritaba con letras rojas: "Sesshomaru Taisho, la mente brillante de los negocios, no esconde más que a un arrogante alcohólico". Y más abajo se veía una pequeña prueba gráfica del afectado con una copa en la mano y una mujer a su lado, disfrutando de los servicios de un buen bar.

El guapo y popular héroe, Sessh Taisho, director de la compañía de su padre había sido descubierto, y eso era un problema para la imagen del gran logro de Inu: su empresa, cuyo lema era: "siempre contigo, Taisho más cerca de ti". Definitivamente era un problema.

— ¡Como puedes pensar siquiera que es mentira!— gritó Inu Taisho a su hijo menor. — Esto es una calamidad. Si Sesshomaru se hubiera casado con Kagura cuando correspondía nada de esto hubiera pasado. Es un irresponsable y se empeña en destruir la imagen de mi empresa— Bramó.

De pié, y detrás del escritorio se veía completamente abominable. Inu era un hombre de negocios, sin duda. Siempre serio y con los pies bien puestos sobre la tierra. Él había formado su empresa desde cero, y era algo de lo que se sentía orgulloso. Tenía su mujer amada a su lado, e Isaioy realmente era encantadora. Le había dado la oportunidad de disfrutar dos hijos maravillosos. Aunque ahora no fuera precisamente eso lo que hacía.

— Papá… estoy seguro de que no es lo que parece, Sesshomaru jamás haría algo como eso. Es toda una farsa del medio para salir de su crisis de temas.— InuYasha Taisho trataba de apaciguar la ira de su padre. Su mal carácter era algo que aún no lograba superar, y tal vez nunca lo hiciese. Isaioy reía cada vez que su hijo menor lo mencionaba. Al parecer ella no recibía ese tipo de tratos.

— Farsa o no, ese idiota esta ensuciando la empresa, perderemos todos los clientes de esa forma… Nadie querrá asociarse con un irresponsable como el.— Taisho parecía calmarse un poco.

— Sesshomaru aún no se recupera de la muerte de Kaguya, papa. Él es incapaz de hacer semejante escándalo— InuYasha era el vicepresidente de la empresa, junto a Sesshomaru había hecho crecer aún más la compañía, y respetaba profundamente a su hermano, por considerar que recibir una multinacional en el momento más difícil de tu vida no es fácil para nadie.

—Con mayor razón. —Insistió. —Debe haber estado bebiendo durante años… y nosotros aquí, sin saberlo. Es un irresponsable. — InuYasha estaba decepcionado. Tal vez, cuando los medios ensuciaran su nombre, su padre también desconfiaría de el. — ¡InuYasha Taisho! Prepárate para el cambio de oficina, serás el nuevo director.

—¿¡Qué qué?.

Sin posibilidad de discusión esa era la última palabra de su padre. A sus veinticuatro años Martín no podía hacerse cargo de una empresa. Con un año de trabajo, recién egresado, y en la flor de su juventud. Esto era, sin duda, una locura. El jamás iba a dirigir algo en su existencia.

— Kagome, esto es una locura… yo no puedo llevar eso sobre mis hombros, escúchame. Mi padre se volvió loco— InuYasha parecía vuelto loco. Kagome era su confidente, y había sido la primera a quién recurrir cuando nació el problema.

— InuYasha tu no puedes, es verdad. Sesshomaru es inocente. —Lo defendió. Lo conocía desde pequeña. —El no tiene tiempo ni para salir a comer un buen almuerzo y…— calló de repente.

— Si tomo su lugar, tampoco lo tendré yo.

Eso era algo que a Kagome no le agradaba nada. Cuando InuYasha había salido de la universidad y había comenzado a trabajar con su padre, definitivamente el tiempo faltaba. Hacía ya un año, que solo podían verse los domingos, y cuando hablaban por teléfono siempre eran interrumpidos. Y ahora su padre quería que dirigiera la empresa… InuYasha era joven, y perdería su vida detrás del escritorio. A diferencia de Sesshomaru, quien ya no tenía nada cuando comenzó a dirigir la empresa. Martín la tenia, aún podía disfrutar de su juventud.

— InuYasha…— Hablo Kagome. La casa de ella era uno de sus lugares favoritos, ya que su habitación era amplia y cómoda, y les daba un aire de intimidad para hablar.

— Dime…— El joven mantenía la vista fija en la alfombra, y estaba ligeramente hundido en la cama de ella.

— Prométeme que no aceptarás… —

Suspiró, miró a Kagome sentada a su lado, con los ojos húmedos, y viéndolo insistentemente. Ella esperaba un Lo Prometo de respuesta.

— Lo prometo Kag, lo prometo… — InuYasha la abrazó con la vista nula. No estaba en sus manos decidir.

— Algo va a ocurrírsenos…— Le habló escondiendo el rostro mientras seguían juntos.

Para nadie era un secreto de que Kagome e InuYasha estaban enamorados como las polillas de la luz, pero los muy idiotas no se daban cuenta, o no querían aceptarlo. Eran amigos desde hacía años. Se habían criado juntos, a la sombra de Sesshomaru, quién siempre había sido solitario. Jugaban juntos, comían juntos, dormían juntos. Hasta que crecieron, y las cosas no pudieron ser como antes. Martín siempre popular por naturaleza, era guapo y un galán de primera, mientras Kagome se quedaba en su infancia, inocente. Se llevaban por 7 años, y el tiempo había convertido a la chica en una hermosa mujer. Con sus cabellos negros, sus ojos castaños, y su delicado metro sesenta y algo, era una belleza para los chicos de su preparatoria, aunque era una lástima que no hubiese tenido novio jamás. Según InuYasha, ella era demasiado inocente como para que un hombre la… ¿tocara? Se había encargado personalmente de que nadie lo hiciera, y a escondidas de ella le había dado una paliza a unos cuantos muchachos que lo habían intentado.

—Inu…— Kagome volvió a hablar.

— Hum…—

— Creo que… tengo una idea…— Dijo sin atreverse a abrir los ojos.

Taisho bufó, las ideas de Kagome eran un poco descabelladas. Sobretodo cuando las tenía entre apuros.

— Pues entonces tendrás que ocuparte de eso, antes de hoy. InuYasha comienza mañana…— Inu Taisho a veces podía ser duro.

— No te estoy pidiendo tiempo, si quieres poner a InuYasha en mi lugar, puedes hacerlo, jamás me opondría—. Tenía que admitir que salir de la empresa era un respiro… el problema era, que en ese respiro no tendría que hacer, y comenzaría a pensar… pensar no era algo bueno para el. Atraía demasiados tormentos. Largos tormentos y recuerdos. Lo que más traía era recuerdos, recuerdos que no quería recordar.

— Más vale que lo soluciones… — dijo Taisho antes de colgar el teléfono.

Una solución… si, eso era lo que necesitaba. Pero no tenía de donde sacarla, dejar la empresa era su fin. Sesshomaru se sentó en su escritorio a meditar. Su padre en verdad era demasiado autoritario, lo había obligado a entrar, y ahora lo quería sacar, quería que se casara con Kagura, y se le había cumplido el deseo de que se separara de Kaguya. Ordenó sus documentos y se levantó para sacar una caja del baño. Cuando regresó comenzó a poner las cosas en ella. Realmente llevaba muchos años en la empresa, estaba acostumbrado a un ritmo de vida muy arduo. Dejarla iba a ser difícil.

La puerta sonó. Sesshomaru levantó la vista. — Pase…— musitó con su voz fuerte.

InuYasha entró con paso poco seguro. Caminó hasta el escritorio, y esperó a que su hermano lo invitara a sentarse.

— Puedes sentarte, o tal vez… prefieras sentarte de este lado, futuro presidente. Faltan solo unas 12 horas…— contó Sesshomaru sin levantar la vista. Miraba los papeles como si fuesen pinturas de Picazo.

— La verdad es que no…Sessh yo… ¡Mírame cuando te hablo, Dios! —Sesshomaru se incorporó rápidamente con la cara llena de sorpresa. InuYasha prosiguió.

— No tienes que irte de la empresa, la actitud de papá es realmente infantil, y tú has llevado esto de maravilla. La compañía ha crecido como nunca, y tiene la mejor dirección que ha tenido en años. Tú aceptaste el desafió antes, no es justo que te arrebaten lo que has forjado. En cambio yo…

— Tu…— Lo alentó su hermano.

— Yo no quiero dirigir la empresa— Culminó su hermano menor.

— No veo el por qué… eres joven y capaz— Sesshomaru también podía ser inquebrantable.

— Es por eso, Sessh. ¡Tengo veinticuatro años! No puedo llevar eso sobre mis hombros. No soy tan brillante como tu… o como papá. Tengo una vida. Si acepto no tendré nada… ¡No tendré una vida! No me hicieron para vivir firmando pagarés. —Apasionado como todo lo que InuYasha hacía, sus argumentos hacían que Sesshomaru recordase algo de teoría sobre la justicia.

InuYasha estaba alterado, en esa situación no era difícil desesperarse.

— No puedo hacer nada para ayudarte— Sessh daba por terminada la conversación.

— Claro que puedes— Insistió el menor. — No te vallas, no dejes la empresa.

— Quieres vivir tu vida a costa de la mía… —Arrastró las palabras para que su hermano las entendiera mejor. —Una actitud muy egoísta de tu parte. Sin mencionar que de volver a asumir yo dejarás la empresa en manos de un alcohólico empedernido.

— La dejaré a manos de la persona adecuada— InuYasha estaba humillándose, aunque frente a su hermano, eso no importaba, siempre fue más débil, o no tan frío como el. — Por favor….

— A manos de cualquier postor soy un alcohólico, nadie invertirá con nosotros. No soy el presidente adecuado. No hay manera de que eso pueda cambiar.

El chico se debatía en si decir la idea de Kagome para salvar la situación, o para empeorarla. Pero en ese momento no tenía otra solución. Era la idea más absurda del mundo, pero podía ser muy útil. Si Sesshomaru lo golpeaba, Kagome tendría que pagar al médico… por arrebatada.

— Tengo una idea— Lanzó. Se acomodó en el asiento para relatar todo mucho mejor. — Los medios han roto tu imagen a través de una mentira muy sucia. No sabemos si es obra de alguno de los de la competencia, o cualquier cosa del estilo, pero… es muy sencillo arreglarlo. Si sale una noticia que devasta toda tu personalidad. Debe salir otra que la reconstruya. Pero debe ser algo fuerte. Quedaste como un verdadero maldito, y lo peor, irresponsable. A eso se le suma que no tienes ninguna unión conyugal, o responsabilidad mayor…No tienes familia, ni hijos, ni mujer… nada que implique cuidado y preocupación. Por lo que debes mostrarle al mundo que eres un responsable de primera.

— Hum.. Entonces…— Infirió Sesshomaru, la idea estaba gustándole. Se reacomodó en la silla.

— Como dije, debes demostrar que eres responsable y digno de confianza. Qué más efectivo, que un padre adorable, que ama a su hijo.

—…— Sesshomaru a pesar del tiempo, aún se preguntaba si InuYasha era idiota de verdad o lo hacía para molestarlo. Además no había entendido absolutamente nada. ¡No tenía ningún hijo! Ni siquiera tenía una mísera mascota.

InuYasha, no sabía si estar feliz, triste, enojado o decepcionado. Solo estaba un poco alterado. Sesshomaru de verdad tenía cara de pocker. No sabía que estaba maquinando detrás de ese rostro de hielo, y esa mirada ámbar espeluznante.

Decidió arriesgarse. — Solo debes adoptar un niño, un bebé… o un pequeño más grande. —Lo arregló. Sesshomaru con un bebé era algo espeluznante. —Fingir que te preocupas mucho por el. Y ya… Sabes que un empresario trabajólico y con una cómoda familia de cinco hijos viviendo en una mansión en las afueras de la ciudad es la mejor imagen para un hombre de negocios.—.

Sesshomaru decidió responderle a ese imbécil que se jactaba de sus locuras.

— Y acabada la misión dos días después, tendré que cambiar pañales el resto de mi vida… Además de tener una amante, o meterme con mi secretaria veinte años menor para ser el mejor en el rubro— Sesshomaru era irónico— Definitivamente no.

— No hay que ser tan rotundo. Puedes adoptar y luego devolver.

—Hermano… no quiero ser niñera los siguientes dieciocho años. — Sentenció el mayor.

InuYasha estaba espantado. Tenía que admitir el hecho vergonzoso de que le temía a su hermano. También debía reconocer que era la idea más rara de Kagome. Sesshomaru de mamá… tendría que verlo, aunque… no era necesario cuidar un niño toda su vida. Bien podía adoptar uno crecido, que tardara un año o dos en cumplir la mayoría de edad, y luego que se fuera donde quisiera. Sería un trato entre el muchacho y el. El lo adoptaría, y cuando el fuese grande se iría con su cuenta de ahorro de miles de millones de trillones de pesos para nunca volver. Y Sessh, para ese tiempo ya sería un flamante hombre caritativo que se ocupaba de los niños en riesgo social. Apoyando a los hogares de escasos recursos, con su propia vida, al atarla a la de un pequeño delincuente.

—Bien puedes adoptar a un niño grande. A meses de cumplir los dieciocho, y después que desparezca para siempre. Serías una linda niñera solo unos días.— InuYasha le contó todo su plan, lo del trato con el muchacho, y en lo que lo beneficiaría. — Sessh por favor, si rechazas el plan me quitarás mi vida. No es mi vocación, no quiero ser un presidente ni de la empresa ni del negocio de la esquina. Sabes que me gusta pintar… lo sabes ¿verdad?

Sesshomaru lo sabía. Él fue uno de los primeros en saberlo, y le había comprado sus primeras herramientas. InuYasha no era de estar en una oficina mientras el día transcurría afuera. Era un buen chico… siempre lo había sido, y su idea no era tan descabellada después de todo. Funcionaría, y solo duraría meses. Además no había nada ya que pudiera limpiar su fea fotografía. Seguiría en la empresa, y no se hundiría sin remedio en un pozo que el podía llamar tiempo libre, o soledad.

— Papá quiere que me vaya mañana. Tendríamos que actuar rápido. Y la noticia no puede durar mucho. Tiene que salir pronto en los diarios que soy una niñera…

— No te preocupes hermano… mañana iremos a uno de esos Hogares. Cualquier enano estará bien.

— Está bien… márchate. Mañana a las ocho debes estar en mi casa para que solucionemos ese asunto.

InuYasha se marchó aliviado. Kagome tenía unas tincadas que podían salvar a cualquiera.

Un muchacho en su casa, era una alternativa muy arriesgada, era darle sueños y esperanzas a un niño, tal vez se ilusionaría con tener una madre y un padre. ¿Y qué encontraría? Un hombre solo, vacío, sin vida social, sin nada que entregar, ni amor, ni bondad. El no estaba hecho para eso. Aunque quisiera no podía ser cariñoso, Además. ¡Tenía treinta dos años! Sus ganas de ser padre se habían ido hacía siglos… junto a la mujer que amaba. Sesshomaru Taisho, un brillante hombre de negocios, no había podido salir del hueco en donde lo arrojó la muerte de su prometida. Aún le dolía. Y detestaba ser lo que era. ¡Detestaba ser así, maldición! Arrojó la copa de whisky a la pared de su habitación mientras entraba en ella para dormir. A dormir otra vez. Una nueva noche… solo.

A la mañana siguiente se levantó temprano como de costumbre. Se dirigió al minibar por una copa de champagne, mientras esperaba a InuYasha. A las 7:45 AM la puerta estaba sonando tres veces, una más rápido que la otra. InuYasha era quien tocaba la puerta así. Era una canción del jardín de infantes. Tal vez ni siquiera el lo recordara.

Cuando abrió, su hermano tenía unas ojeras enormes, pero estaba completamente feliz. Sessh había aceptado su trato. Y lo había salvado de ser completamente infeliz el resto de su vida. Aunque siempre se sentiría culpable de que el fuera desgraciado por ayudarle. Para InuYasha, la presidencia era una maldición.

— Supongo que estás listo. Ayer reservé una cita para hoy a las nueve. Es en el Hogar que hay en Avenida del Trébol. Tiene niños de todas las edades. Vamos. — Sesshomaru tomó su chaqueta y salió sin decir una palabra. Cuando estaban en el auto InuYasha habló todo el rato. Mencionó que haría una buena obra. Que tal vez Kagome lo ayudaría con lo del niño, que eso podía sacarlo de su soledad, para disgusto de Ed. Que quizás descubriese su vocación perdida, y que sería una oportunidad. Y que había hablado con un amigo de la prensa para que cuando el pequeño estuviera instalado saliera misteriosamente como la noticia del momento. Que sería bien recibido, por ser el amor platónico de la mitad de la población del mundo. (La otra mitad eran hombres), y que tal vez ganaría más admiradoras. Le comentó que había hablado con el abogado de los Taisho, y que los esperaría en el lugar, y que estaban dispuestos a pagar lo que fuese necesario para que el proceso de adopción se terminara ese mismo día. Sería algo muy conveniente para el recinto. A Sesshomaru ya le estaba doliendo la cabeza. Su adorable hermano menor hablaba hasta por los codos mientras conducía. Ahora solo deseaba llegar, para bajarse del auto, y no verlo en cinco minutos. Eso era una eternidad sin sus comentarios. No estaba acostumbrado a transar más de 2 frases con nadie.

Cuando llegaron, en efecto, se encontraron con el abogado, que comentó que había estado redactando, una adopción especial, ultra corta y precisa toda la noche, y que sería adjunta como excepción en el proceso, si era aceptado por la dirección del Hogar.

Al llamar a la puerta una muchacha los recibió deslumbrada. Al leer sus ojos, se podía notar que había quedado enamorada de Sesshomaru. Él aún parecía de unos veinte y algo años. Los Taisho eran bastante longevos. Inu apenas parecía de unos cuarenta y algo, y el muy cómodo ya se había retirado… De todos modos, ya había ganado el dinero para las siguientes mil generaciones, y seguía ganando, por ser el dueño de todo. La muchacha los llevó a una humilde oficina, en donde había un hombre joven tras un escritorio. Él, al verlos se levantó y los hizo pasar.

— Ustedes deben ser los Taisho. El Señor… InuYasha. —Dudó sobre si llamarlo por su nombre— El ya me explicó la situación. ¿Es usted el futuro papá?...— preguntó con sorna Hiten, el arrogante hombre.

— Así es, desearía ver qué tiene para ayudarnos.— Lo cortó Sessh. El no era de salirse de sus casillas por un gusano desagradable

— Ah, pues veo que los señores tienen prisa… Asiento por favor. — Les mostró tres sillas al otro lado de su lugar en el escritorio para que se acomodaran mientras hablaban. Los tres obedecieron de inmediato. Todo debía ser en tiempo record. Hiten Trueno se sentó de su lado, cruzó sus manos y habló. — Dada la situación, que me comentó ayer el señor… InuYasha, creo que podemos responder de forma solidaria. No acostumbramos a seguir la solidaridad de otras personas. Pero ustedes me… agradan.— Sonrió el hombre con ironía, era obvio que el dinero de por medio le interesaba lo bastante como para regalar a cualquiera de los niños al mismo diablo, si este era millonario.— La sociedad se compromete a daros un niño de acuerdo a sus requerimientos. Por lo que junté los expedientes, de los muchachos disponibles. — Se los tendió.— Todos tienen diecisiete años, y están a meses de irse de aquí. No son analfabetos. Van a la escuela desde pequeños, y tienen, como dije, su educación y buenas costumbres. Cada expediente tiene una foto.

Sesshomaru miró las fichas. Eran unas treinta y algo. Esto era una locura. Con una foto no podía escogerse a una persona como si fuera un pedido por Internet. Extendió las fichas como si cartas fuesen, en sus manos. Y escogió una, sin si quiera leerla, ni abrirla. Martín lo notó pero no dijo nada. A veces aún lo impresionaba la frialdad con la que su hermano tomaba sus grandes decisiones. Miroku, el abogado, miraba embelesado las muchachas por la ventana. Sesshomaru tomó el expediente y se lo entregó a Trueno.

— Quiero a esa persona. ¿Dónde debo firmar? Me gustaría leer el contrato antes de proseguir.— Taisho habló cortante. Hiten trueno recibió la ficha, mirando a Sesshomaru con desprecio.

— Está bien. Es un buen muchacho. Dijo mientras le daba una falsa ojeada al expediente. Era un hombre sin escrúpulos, pero lamentablemente tenía mucho dinero, y así podía llevarse a cualquiera de los delincuentes que había disponibles. Acercó la ficha para leerla. — Señor… Lin Susuhara…— su rostro palideció de repente, miró nervioso a Sesshomaru, y sus palabras parecieron chocar unas con otras.

— Me temo que la señorita Lin Susuhara no está disponible. Debe haber un error. Pero puede escoger de nuevo.— Miró insistente a Sesshomaru.

— ¿Ella está aquí? ¿Tiene diecisiete años?— Preguntó el mayor de los Taisho. Él era inquebrantable. Martín lo pensaba a menudo, y Hiten lo estaba descubriendo.

Trueno miró la ficha, leyó en voz baja, levantó la vista y asintió. Lin si tenía diecisiete años. Él pensaba que ella tenía dieciséis, por lo que no se preocupó al juntar las fichas de los de diecisiete años. Un descuido.

— Entonces firmemos los papeles. Me llevaré a esa señorita. Ya he escogido, y no soy de los que cambian de opinión.

— No. — Se opuso — Bueno, es que hay… unos problemas con Susuhara— Comentó recuperando la compostura. — Ella causa algunos líos últimamente, no es conveniente que usted trate con ella. Es muy complicada y su expediente no es positivo. Además pensé que usted adoptaría un muchacho.

Esta repentina oposición era bastante extraña. Sin duda debía ser un hombre turbio.

— Como dije, no soy de los que cambian de parecer. Ni menos por un obstáculo tan insignificante. Avísele a la señorita que nos vamos. Mientras, puede arreglar las cosas con mi abogado. Aún hay bastantes Hogares que estarían dichosos de recibir esta ayuda.

Trueno tomó el auricular con impotencia.— Mimami, dile a Kiyone que traiga a Susuhara inmediatamente. —Colgó inmediatamente. Sesshomaru e InuYasha habían ido afuera mientras Andrés y Roldán solucionaban las cosas.

—¿Por qué crees que ese hombre puso tanto inconveniente en que te lleves a la muchacha?— Preguntó desentendido el menor de los Taisho.

— Debe ser un pervertido, y tal vez la muchacha le recree la vista. Es bastante común en los recintos de este tipo.

— Tal vez tengas razón…— dijo InuYasha, y Sesshomaru fue por un café a una máquina en la entrada de lo que parecía ser un comedor.

Trueno no estaba nada feliz con lo que parecía ser una beneficiosa transacción. InuYasha estaba en el pasillo cuando pasó una muchacha bien parecida, vestida con unas ropas polvorientas, liso y largo cabello negro y ojos cafés. Pensó que se parecía a Kagome. Últimamente siempre se le venía a la cabeza. Era un buen amigo. Siempre la recordaba. InuYasha opinó que la muchacha era hermosa.

Cuando Lin entró en la oficina Hiten se levantó y le pidió a Miroku, el abogado si le concedía un momento a solas con la chica. El joven salió sin bufar. Cuando estuvieron solos, Hiten puso una sonrisa maliciosa. Lin tenía cara de asco. Ese hombre era un pervertido. Habló antes de que algo pasara.

— He venido por que si no lo hacía sería extraño— Cruzó los brazos.

— Lin…— Se burló Hiten, saboreando cada letra de su nombre. —Siempre tan fiera… es por eso que nunca dejas de excitarme, preciosa… —La miró de pies a cabeza, disfrutándola con sorna. Era, tal vez, la última vez que podría hacerlo. —Pero no te he llamado aquí para divertirnos. Esta mañana he acordado tu adopción con un empresario muy importante. Hoy debes irte, así que debes arreglar tus cosas. Debes estar aquí dentro de treinta minutos con lo quieras llevarte.

— ¡Qué mierda crees que soy! ¡No puedo creerlo! ¡Crees que es venir y adoptar a alguien sin conocerlo! ¡No me iré de aquí, Hiten… ni menos con un desconocido!.

— Si te irás— le impuso Trueno. En treinta minutos debes estar aquí. —La miró por última vez. Le habría gustado tocarle esos pechos que tanto le encantaban pero no era el momento, ni menos con los Taisho afuera esperando.

Lin salió ardiendo en ira de la oficina, eso no se quedaría así, ella no podía dejar todo lo que de alguna remota forma quería para irse con un hombre X, que venía de un día a otro y la adoptaba. Ya había dejado atrás los días en que ella y sus amigas imaginaban cómo sería la familia que vendría a buscarlas.

Se dirigió a las habitaciones. Escribió una nota para su amiga Sango. No era capaz de decirle que le había fallado a meses de salir al exterior… después de años soñando juntas. Le prometía en ella, que cuando cumpliese los dieciocho regresaría y saldrían a descubrir el mundo juntas. Y le pidió que le dijera a Kohaku, cuando regresase de su día libre que un maldito se la había llevado… Que lo quería mucho, y que había sido un novio excelente. Que la perdonase por dejarlo, pero jamás la dejarían tener un novio en un hogar nuevo. Y que tal vez, si era el destino igual para ambos, se encontrarían, y ella, entonces, sería libre. Besó la carta, y lloró al mirar por última vez la habitación que la había guardado durante años.

Era difícil dejar una vida atrás para comenzar otra. Cuando llegó a la oficina, se encontró con cuatro hombres, dos de ellos eran nuevos.— Ambos de larga melena plateada y ojos ámbar suave. Eran increíblemente guapos. Pero uno muy idiota y el otro muy serio. No le llamaron la atención. Trueno se levantó y caminó hasta Lin, puso su mano en su espalda y miró a los presentes.

—Ella es Lin Susuhara— dijo mostrando a la chica, que estaba ofendida. Parecía una subasta. Pensó que ellos debían haber pagado mucho para que todo fuera tan raro. Se asustó, se sintió vendida y con miedo. Imaginó para qué era que la querían cuatro hombres adultos y de traje caro. Se veían elegantes. Miro a Sesshomaru y se corrigió… la palabra era Temible. — Lin, Miroku Horaki… —Lo indicó con una venia. —Y finalmente InuYasha y Sesshomaru Taisho. — Dijo de la misma forma. —Él es tu nuevo tutor, no creo que a esta edad, puedas llamarlo padre. —Bromeo Trueno, pero a Ed no le vino en gracia.

Sesshomaru le dio una mirada irrelevante y miro donde Clemente. — Ha sido un placer tratar con usted. Nos vamos.— Dijo indicando a InuYasha y Miroku que se iban. Pasó por el lado de la chica que lucía bastante indignada, y cruzó la puerta. Al ver esto, InuYasha le dijo a la muchacha que observaba con la boca abierta que podía ir con ellos.

Lin miró la sombría oficina, dejando al maldito de Hiten atrás. A regañadientes empezaba una nueva etapa de su vida. Descubrió, al mirar, que el que había sido su hogar se hacía cada vez más pequeño por la distancia. La verdad era que no añoraba volver a estar dentro de el, pero no le había gustado ser vendida de el. Quería llegar hasta el auto y meterse dentro de el, sin esos hombres. Manejar sin rumbo y ser libre. Solo extrañaría a quienes dejaba adentro. Solo a algunos. A otros los dejaba con la mayor alegría del mundo.

Estaba con dos hombres. Uno que parecía amable. Otro que no la había mirado ni por el rabillo del ojo para conocerla. Ese era su tutor… El Padre que había soñado. No era lo esperaba. Habría sido mejor quedarse soportando los abusos de Hiten. Pero no había remedio. Iba a casa con unos hombres que podrían ser desde psicópatas pedófilos a trata de blancas para algún lugar de África. Ninguno le dio importancia a su presencia… nadie se inmutaba. Le estaba cansando esa pesada actitud indiferente. Cruzó sus brazos, estaba enojada. Le iba a enseñar a ese cubo de hielo insensible lo que era el respeto por el prójimo mientras durara. Estaba dispuesta a darle una lección, y a hacer lo posible por salir de ahí. Ella no se quedaría con ese hombre sin identidad. Y tenía que idear un plan rápido. Miró la espalda del hombre que la había sacado del Hogar. Caminaba imponente hasta dos carros estacionados, llevaba un pantalón negro, y una camisa blanca veraniega, llevaba la chaqueta del smoking en sus manos. Tenía que aceptar que era apuesto hasta morirse. Pero eso no intervendría en el plan que idearía para dejar a ese individuo que entraba en el auto. Ese que entraba… ¡Sin inmutarse a llevarla siquiera de buena manera a la casa donde viviría!

CONTINUARÁ…


De verdad, espero que les haya gustado. La historia se compone de 16 capítulos, los cuales están completamente escritos. Si ven nombres latinos por ahí, es porque una vez traté de ponerle nombres originales y dejé la embarrada. Un abrazo a todos! Subiré uno por semana


Publicación: Noviembre 11, 2006

Republicación: Julio 05, 2014./strong/em/p