Sadistic Eyes

Autora: YukaKyo
Serie: FullMetal Alchemist. Que le pertenece a la Vaca de los calzonzotes blancos!

Pareja: Roy x Pride-Ed, Roy x Ed.
Categoría: Angst, Yaoi (Momentos de Chico con Chico y si esto no te agrada. Lastima, Te me jodes!! ¬ ¬ )

Justificación: En si toda la historia esta basada (un poco o tal vez ni eso…) en el videojuego Chino, Blue Brids Ilusion!. Las demás incoherencias y jaladas son totalmente… Mías!!!

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"Los recuerdos no son mas que. Una dolorosa ilusión"

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7.- Lágrimas

Cerró la puerta suavemente tras de él y se recargo levemente sobre la misma, apenas tocándola con su menuda espalda. Sus labios aun hormigueaban despacio y tal vez por la extraña, pero agradable sensación, pasó su húmeda lengua por la fina comisura de su labio hinchado.

Roy Mustang le había besado.

Le había besado con un hambre salvaje, que había terminado aquel beso con una mordida no muy fuerte en su labio inferior. No llego a sangrarle, pero la fuerte coloración roja de la piel, fue suficiente para hacer que el pelinegro rompiera todo contacto con el rubio.

Tan rápido y silencioso como todo había empezado.

Muy pronto, con movimientos inesperado para una persona que suponía, estaba herida de gravedad, pero que ya no peligraba como los primeros días, su vida. Aunque si que debían de dolerle las heridas, tanto o mas que la misma muerte.

A regañadientes Pride había aceptado bajarse de encima de él, lamentando el que retirara sus largos dedos tibios de su espalda baja y había tenido que desenredar los suyos del firme agarre que tenía sobre su cuello de donde se sostenía para hacer mas profundo el contacto entre sus labios.

No había podido evitar el echársele encima, cuando muy y apenas se habían rozado sus labios y mucho menos, el recorrerle los músculos firmemente vendados del pecho desnudo con sus finos dedos fríos de su mano enguantada de lycra negra, cuando le había permitido disfrutar de su boca cálida y que decir del fuego liquido de su saliva, cuando le inundo la boca impregnándola de su sabor.

Sencillamente había sido delicioso…

Más todo había terminado tan repentinamente con su impasible y frío rechazo

Él había vuelto a susurrarlo

Aquel maldito nombre

Edward

Edward

¿Quién mierdas era Edward?

Pride apretó los dientes molesto. Era obvio que él se lo recordaba al pelinegro y por lo visto, continuamente. Debía saber quien era ese tal Edward y que tenia con Mustang y algo así no lo sabría si volvía a salirse de aquella habitación cada vez que el mayor murmurara aquel nombre.

Pero…

También estaba conciente de que, su humor no seria nada agradable si una vez más Roy lo volvía a llamar con aquel nombre. Pride suspiro, lo mejor que podía hacer en aquellos momentos era retirarse, tal vez y un poco de aire fresco le ayudaría a serenarse aunque fuese un poco.

Aun con los ojos cerrados giro suavemente sobre sus talones y camino despacio en la felpuda alfombra que cubría en un rectángulo parco casi la totalidad del pasillo. La rugosa tela le hacia cosquillas agradables en sus talones y dedos de los pies casi desnudos. Pride dibujo inconscientemente una sonrisa en sus labios, disfrutando de aquello por breves momentos.

Mas se detuvo del todo, alguien le estaba mirando.

Con una desesperante lentitud se dio su tiempo para abrir sus ojos ambarinos y su mirada habitualmente neutra se postro entonces, sobre la violeta gatuna de su querida hermana. Ahí estaba frente a él su cuerpo curveado peligrosamente, enfundado en su tradicional vestido negro entallado y suelto en llamativos pliegues donde iniciaban sus botines preciados.

Reposaba todo el peso de su cuerpo en una de sus piernas ligeramente doblada, sacando con ello la mejor vista de cada parte generosa de su cuerpo, aunque resaltando más los rellenos pechos apenas contenidos en el espléndido escote que casi hasta las dos ultimas costillas bajaban.

Una uña larga juguetona recorría una y otra vez el sello Osaburos que descendía hasta el nacimiento de sus pechos, mientras sonreía sensualmente curvando sus carnosos labios oscuros.

— Ya había pensado en entrar e interrumpirlos — soltó Lust alejando su mano delgada que hasta momentos antes había estado posada sobre su estrecha cintura, dedicándose entonces a llevarla hacia su flequillo largo, donde sujetando algunos de sus cabellos, los lanzo al aire y dejo que se acomodaran junto al resto de su cabello negro largo y ondulado.

— Pero fue mejor el que tú hayas salido por tu propio pie — de la sensual sonrisa, solo quedo una mueca socarrona adornando su rostro.

— Y lo que voy a decirte ahora, no va a gustarte en lo absoluto — la sonrisa de la homúnculo se acrecentó al notar como levemente el rostro impasible del rubio, se transformaba a una mas viva, cuando imperceptiblemente el ceño de Pride frunció las cejas — Padre nos llama —

Y ciertamente, Lust tenía razón.

Aquello completamente le desagradaba.

No le quedo más que seguirla en silencio cuando esta le había dado la espalda y comenzaba a alejarse por el pasillo, el sonido seco que los puntiagudos y finísimos tacos de sus botas era sofocado por la blandura de la alfombra.

Padre les había mandado llamar

Y ahora ¿Qué querría?

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La puerta chirreaba ruidosamente, tal vez por la falta de aceite o bien, por el poco uso que últimamente se le daba. Por un momento había pensado que se encontraría con la misma bajo llave, mas ahora veía que se encontraba más que abierta para cualquiera que quisiera adentrarse a la habitación que resguardaba.

Aunque debía suponer también que aquel pequeño privilegio lo tenían únicamente aquellos que integraban el mediano escuadrón que el General de Brigada Roy Mustang comandaba.

La puerta se cerro sonoramente tras de él aunque con suavidad. Él podía disfrutar de ese privilegio, no solo por los años que el General lo conocía y que además trabajara su hermano junto a mismo. Sino porque, el mismo Alphonse se había convertido ya no tan recientemente en un integrante del escuadrón de Mustang.

Los enormes ventanales descubiertos de cortina alguna dejaban pasar la totalidad de los calidos rayos matutinos. Alumbrándolo todo sin necesidad alguna de la iluminación artificial. La habitación se encontraba igual a como su dueño la había dejado semanas atrás. No había polvo alguno en los muebles, mas todo se hallaba en su mismo lugar.

El papeleo pendiente se encontraba sobre la esquina derecha del escritorio. Los cojines del sillón de cuero estaban arrugados, denotando que alguien se había sentado en aquel sitio. Barias bolitas de papel arrugadas no habían caído precisamente en el cesto y la taza favorita del General se encontraba ahí sobre el portavasos gris, aun media llena de café viejo y frío.

Al se adentro entonces en la enorme oficina. Acercándose al imponente escritorio en medio de todo, donde solamente la fina silla tapizada en cuero se erguía frente a él. Caminó alrededor del escritorio hasta quedar frente a la silla, tocándola apenas con sus dedos largos.

— Esta es la silla de Roy — murmuro bajito, afianzando el agarre de sus dedos por el respaldo, girándola despacio hasta donde estaba él.

Casi como si hiciera algo prohibido, se sentó en ella despacio y no pudo evitar cerrar los ojos mientras el giro automático del asiento lo llevaba a quedar al frente del escritorio, dejando a su vista un ángulo profundo de la oficina completa.

Al suspiro, la silla se sentía calida, tibia, como si alguien hasta momentos antes hubiese estado sentado ahí. Un aroma inundo todos sus sentidos. Una exótica colonia de madera y tierra seca, unido con el característico olor del fuego vivo.

El aroma de Roy

— Parece como si nunca te hubieses ido —

Murmuró abriendo un poco sus ojos, notando levemente tres portarretratos en el escritorio. Se acerco a ellos y fue entonces cuando pudo ver las tres fotografías que los vidrios celosamente entre aquellos portarretratos protegían. La primera no pudo más que arrancarle una mueca de nostalgia a sus delicadas facciones. En ella podía observarse a un muy joven Mustang serio y escueto, completamente distinto al sonriente Hunges que divertido posaba mostrando un no muy formal saludo militar.

La segunda se trataba de una foto larga donde todos los subordinados de Mustang, algunos con una tenue sonrisa o la mas seria de las caras como la Teniente Hakwey posaban alrededor del entonces coronel que imponente en el centro de la misma fijamente hacia el frente miraba.

La tercera de ellas fue la que mas llamo su atención.

No esperaba que el General aquella fotografía tuviera.

La tomo entre sus dedos y sin pensarlo siquiera termino junto con ella recargado contra el respaldo cómodo de la silla de cuero. Sus ojos la recorrieron lentamente, en aquel retrato únicamente los dos hermanos Elrics aparecían.

Ed como siempre, portando aquella sonrisa altanera y Alphonse a su lado mirando a su hermano avergonzado, pues este le había puesto una de sus manos en la cabeza, intentando que se viera más pequeño de lo que en realidad era.

Aquella la había tomado juguetona Winrly, el día en que, tras una ceremonia sencilla el Fluher había ascendido a Edward al grado de coronel.

Al para ese entonces, ni siquiera había pensado en alistarse a el siguiente examen de Alquimistas Estatales que, meses después pasaría sin problema alguno y que le dejaría, trabajar al lado de su hermano, quien extrañamente había rechazado el convertirse en asistente del mismísimo King Braley y pidió quedarse aun bajo el mando del General de Brigada Roy Mustag.

Y secretamente, Alphonse había rogado por que su instructor y tutor alquimista fuese el mismo Mustang.

Al sonrió, al parecer su vieja amiga le había regalado aquella copia al General y no dudaba que los demás tuviesen una también. El mismo Edward atesoraba aquella imagen, finalmente a comparación de Alphonse, Edward estaba más ALTO.

Al sonto una pequeña risa al recordarlo y volvió a observarla con cariño. En aquella foto podía apreciarse en afecto y confianza ciega que ambos hermanos mutuamente se proferían. Al estaría ahí por siempre para Edward y Edward estaría ahí para él. Y se lo había demostrado claramente en aquella ocasión.

— No entiendo porque te molestas tanto— siseo Ed — Siempre hemos sabido que el General deja todo el papeleo de lado por dos cosas: por flojera o por alguna mujer —

Sin tomarle mucha importancia a lo que acababa de decir, Edward tan solo se giro, acomodando el papeleo que había dejado el General pendiente y que ahora, recaía en sus manos terminar de firmar y mandar repartir. Eran simples peticiones sencillas o memos que no interferían mucho en sus grados menores militares.

Ed hizo dos pilas iguales y aunque tenia el ceño fruncido en una mueca de aburrimiento por las tareas que debían realizar hasta terminar su turno, no dudo en dibujar una sonrisa despreocupada en sus labios cuando se giro hacia Al, pasándole su parte del trabajo que le tocaba.

— Pero aun así no entiendo — Le dejo los papeles a un lado de su pequeño escritorio frente al suyo. Aquella tarde el General había recibido una cariñosa llamada y había salido rápidamente para agradecer también atentamente a quien se la había hecho

No hacia falta decir que la llamada había sido recibida por error en la línea telefónica correspondiente para el Mayor Eric y que había tenido que avisar personalmente al General para luego pasarla de mala gana al intercomunicador.

Durante la casi hora que había durado la llamada, antes de que el General saliera de su oficina, Alphonse se había margado el tiempo y a regañadientes cumplía con su labor. A Ed le había extrañado, pero no le había sido posible comentarle nada a su hermano hasta que estuvieron completamente solos en la oficina compartida.

— ¿Por qué te molesta Al? —preguntó Ed viéndolo con una ceja alzada al notar la rabia apenas contenida de su hermano que apretaba fuertemente sus puños cerrados.

— ¡Porque estoy enamorado del General! — Casi lo gritó tomando los papeles entre sus manos y sin ningún arrepentimiento alguno los tiro lejos desperdigándolos en el suelo — ¡Por eso me molesta! —

Edward lo miro atónito por breves segundos y después sonrió complaciente al comprenderlo. Pudo ver como su pequeño hermano se sonrojaba hasta las orejas mientras negaba una y otra vez lo que acababa de decir.

— No creo que llegue a gustarle, es decir, el General tiene gustos muy exigentes — murmuró dolido Al, recordando las bellezas féminas que el alquimista de fuego gustaba llevar a todo lado del brazo.

Una siempre más apetitosa y sexy que la anterior.

— ¿Cómo puedes decir eso Aru? ¡Eres una dura competencia para cualquiera de ellas! — Soltó Edward animándolo y reprendiéndolo al mismo tiempo sujetándole fuertemente de las mejillas por menospreciarse —¡Todos dicen siempre que eres muy mono! —

— Es que aun así yo creo que no debería de… — Edward inmediatamente le interrumpió.

— ¡Vamos Al! — lo animo el mayor de los rubios apresándolo cariñosamente de los pequeños hombros — ¡Puedes decírselo!. No tengas miedo, estoy seguro que el bastard…— Ed no completo su clásico insulto hacia Mustang al ver la mala cara que le dedicaba Alphonse y de inmediato se corrigió — Quiero decir, el General no te rechazara —

— ¿En verdad lo crees hermano? — pregunto aun algo cohibido y sonrojado el cobrizo.

— Por supuesto, incluso hasta puedo apostar por ello — le aseguro Ed mostrándole una de sus sonrisas mas socarronas y traviesas que tenia.

Y sabia que su hermano podía tener razón en todo ello, después de todo, era política de Edward jamás apostar hasta estar seguro de ganar totalmente el juego.

Lamentablemente, el día en que se había decidido a confesar sus sentimientos al militar habían sido sorprendidos con el secuestro de Edward y de ahí en delante los días se volcaron en una búsqueda exhaustiva del rubio alquimista por el pelinegro de la flama. Búsqueda que termino en una emboscada de la cual únicamente había sido rescatado con nada más que un delicado soplo de vida el mismo Alphonse.

El fino marco se deslizo de sus dedos cuando los mismos dejaron de afianzar la madera tenuemente. Un sonido seco y luego el crujido de ropas antes del golpe no muy violento de su cuerpo dejado caer de la misma manera sobre el escritorio.

Ese día se cumplía ya mes y medio.

El tiempo limite que el mismo Fluher había decretado para terminar con la búsqueda del coronel Elric y el General de Brigada Mustang. Y si las ultimas horas del día llegaban sin noticia alguna de ambos. Serian simplemente declarados muertos y al igual que la tumba vacía de su hermano, el mausoleo dedicado exclusivamente a los militares destacados y caídos en acción, contendrían ahora también un conmemorativo sepulcro propio para el militar de fuego.

Edward no podía estar muerto.

Sin poder evitarlo, Al comenzó a temblar e hipar ante la idea. El penetrante aroma a fuego aun presente en aquella oficina le humedeció los ojos y de un momento a otro, gruesas lágrimas cristalinas comenzaron a bajar por sus infantiles mejillas.

Y su adorado General tampoco.

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El viento caliente le golpeo la cara con fuerza, mas no importaba. Estaba otra vez afuera, lejos de esa mansión que para él no era más que una espantosa mazmorra. Tal vez tuviese todos los lujos que los humanos deseaban, pero para él no eran más que cosas innecesarias. Andar por ahí, de cuidad a cuidad y cambiando continuamente de lugar, era lo suyo.

Por eso y aunque estuviese mas que encabronado con Padre, no se rehusaría de ir a donde le mandase. Cualquier lugar era bueno, siempre y cuando no tuviese más de cuatro paredes impidiéndole andar.

Lust, Gluttony y por supuesto Pride lo acompañaban.

Tenían una misión sencilla o más bien, él la tenia y los otros tres, solo eran sus refuerzos por si lo necesitaba. Iría de incubierto y gracias a sus habilidades de homúnculo, se adentraría en las bases de la milicia central. Aunque tuvieran de su lado a Wrath en el ejército, ni con toda su autoridad como superior de los mismos, podría sacarles con facilidad algún plan oculto o sospecha que estos tuvieran sobre ellos.

Traidores, siempre y donde quiera los había.

Padre lo sabía y ese día, era el último para la búsqueda de su "nuevo" hermano y el General que este guardaba, terminara.

Solo tenia que buscar la información y llevársela a Padre, luego el decidiría que hacer al respecto. Solo esperaba que, no todo fuese tan simple como Padre deseaba. Algo de diversión y matar a una docena o tal vez mas, el coraje le menguarían.

O aun mejor…

Podría poner a prueba al pequeño rubio hermanito suyo, así al menos sabría que técnicas o habilidades diferentes las suyas o a las de los demás poseía. Tal vez y podría ganarle con su excesiva fuerza y su rapidez innata y si la suerte no estaba de su lado, confiaría que la metódica Lust, le detuviera antes de matarlo.

Envy no moriría, nunca y mucho menos a manos de alguno de sus hermanos.

Padre aun lo consideraba como uno de sus pecados indispensables y estaba seguro, muy seguro que de las mismas garras de la muerte lo rescataría de ser necesario. Algo parecido había hecho con el enano de acero, negándole la muerte y convirtiéndolo en un homúnculo.

O simplemente quiso joderle más la vida si es que eso se podía.

¡Que más daba!

Arrojo los cortos cabellos verdes de su fleco hacia atrás y con sus ojos violetas recorrió silenciosamente a cada uno de sus hermanos, antes de girar el rostro notando a una considerable distancia la imponente construcción del Cuartel General.

Sonrió socarronamente, incluso mostrando sus afilados colmillos al hacerlo y solo basto que recordara casi exactamente todos los rasgos físicos de una persona en común, para que una interminable series de mutaciones en una velocidad increíblemente rápida, desfiguraran su rostro, cabellos y cuerpo quedando una persona diferente mas con la ropa que Envy portaba frente a los ojos de los homúnculos.

Fue un brillo débil, pero Envy pudo notar como las pupilas doradas de Pride con interés lo notaban y entonces, con un dejo de torpeza poco común en él siseo como dolido.

— Se me ha olvidado cambiar las ropas —

Cerró los ojos y se concentro, el color exacto, las barras y estrellas correspondientes y su ropa oscura y diminuta cambio drásticamente a una más pesada y conservadora. Escondiendo de las miradas curiosas las bien formadas curvas de la chica que, por lo regular y no decir siempre, se transformaba el homúnculo. Un breve toque en la garganta y la misma voz transformada.

La pose firme para luego, levantar la mano formando un perfecto arco marcando el formal saludo marcial.

— Teniente Maria Ross, presentándose —

Lust solo rodó los ojos y bufo fastidiada. Gluttony tan solo le miro con uno de sus dedos regordetes apoyados sobre el labio inferior que babeaba, tal vez de aquella manera Envy dejaría que lo mordiera como siempre le pedía y Pride, el simplemente lo ignoro como siempre.

— Es interesante no crees, en realidad no creo que sepas aun todo lo que eres capaz de hacer con las habilidades que poseas y mucho menos sabes cuales son —

Ni Lust ni Gluttony movieron la boca, ambos sabían de sobra para quien era la provocación.

— Deberías de practicar un poco mientras no estoy, un imitador mas en la familia no estaría mal — Le provoco Envy, mas no aguardo para ver su reacción, con paso lento y mientras se alejaba hacia el Cuartel agitando una mano al viento termino —Seria mejor que seguir siendo un niño mimado de papa —

Pride lo miro con sus ojos dorados inertes, centellantes por una pequeña y nociva cólera que no deseaba en realidad ser mostraba. Y solo por esa vez, se permitió chasquear la lengua irritado.

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TBC…

"Hasta mañana, Always be mine"

N de BY: Oh! Besos Oscuros y Húmedos para todos!!