La vida ha tomado un giro inesperado, y escribir se ha visto relegado de mis hobbies prioritarios.

Solamente les advierto que les debo los agradecimientos particulares y unas disculpas más efusivas. Ando falta de palabras últimamente, y escribir este trocito de narrativa fue más difícil de lo que puede sonar. Pero aunque no lo crean, siempre fue el plan terminar Fotos en la Pared. Y sé que lo tuve abandonado por un buen rato, pero por varios meses, años, tuve en Mis Documentos aquel archivo .doc titulado "Epilogo" que me torturaba la conciencia. Y aquí llega, finalmente.

Les recuerdo que la mayoría de este fanfic fue escrito antes que el séptimo libro saliera a la venta… así que es un poquito AU (Fred vive, Alicia muere, Lee Jordan desaparece, ninguno del equipo de Quidditch original de Gryffindor estuvo en la batalla de Hogwarts, con la obvia excepción de Harry. Quien es absolutamente irrelevante aquí.)

Sin más que decir…


Fotos en la Pared
By Kailey H. S.

EPILOGO:

28 meses después…

Llegué a casa. El agotamiento se extendía por todo mi cuerpo mezclado con una sensación fría, que solo podía identificar como confusión y nerviosismo. No tenía nada que ver con el entrenamiento. De hecho, hoy había tenido día libre y lo había gastado en dedicarme a la pereza y, al recordar que tenía que sacar dinero del banco, pasear por el Callejón Diagon y la Londres muggle.

Fue ahí que me topé cara a cara con Alexa Michaels.

Tomando en cuenta el efecto que había tenido en su vida, me asombró un poco que no me reconociera. Me dedicó una extraña sonrisa suave y me saludó con la mano. Yo devolví el saludo aun con sorpresa. Preferí creer que su sequedad se debía a que ella andaba de la mano con un hombre, aunque la verdad no creo que quisiera acordarse de mí.

Por ello, llegar a casa fue una especie de bálsamo. El fuego derritió el frio recientemente primaveral de mis huesos, y la sonrisa que me daba la bienvenida logró distraerme un poco de mis temores.

-¿Todo bien, Oliver? –Mis preocupaciones debieron reflejarse en mi fisonomía, y ella las leía sin ningún problema. Ni siquiera me estaba viendo, sino que rebuscaba entre los estantes.

-Tranquila… todo bien… -la observé sacar mi botella de brandy y servir un poco en una copa. Estaba tratando de no beber a modo de rutina, pero ese día si me hacía falta el toque alegre del alcohol. Acepté la copa sin problema, y creo haber bebido la mitad de un solo sorbo.

-¿Qué pasa, Oliver? –tomó asiento a mi lado y sus mano se dirigió a la mía.

-Te dije que nada importante, Katie.

- Si no quieres decir, no digas. Pero no mientas tampoco.

Tenía un buen punto. Después de tanto tiempo, me sorprendía como la mejor manera de manejar a Katie era por la verdad. Con lo que su carácter terminaba dominando de manera pacífica y desconcertante.

-Me conseguí con Alexa.

Se mordió el labio, pero nada mas denotó ningún deje de alteración.

-¿Y qué sucedió?

-Nada… Parecía simplemente confundida. Me sonrió, me saludo con la mano y siguió de largo. Estaba con alguien. Su novio, supongo.

-Me alegra saber que pudo seguir con su vida.

Su mirada era tan evasiva y su porte tan poco natural, que supe en seguida que algo no cuadraba.

-¿No me crees?

-Por supuesto que te creo, Oliver.

-¿Entonces por qué actúas de forma tan… extraña?

Parecía sentirse acusada, lo que me daba razones para creer que había de que acusarla.

-¿Katie?

Se giro para verme a los ojos.

-Hay algo que no sabes… -Pausa dramática, como para prepararme para una noticia de peso-… La última vez que la vi, le hice un hechizo de memoria para que olvidara todo lo referente a la magia. De acuerdo con la ley.

Ahora todo encajaba. Fruncí el entrecejo, sin saber si debía estar enojado o no. En aquel tiempo, yo me había opuesto a la idea, aun sabiendo que era lo mejor, y ahora hasta agradecía que Katie hubiese tenido el buen sentido de no hacerme caso.

-¿Por qué me lo ocultaste?

-Porque sabía que no querías que lo hiciera… y luego perdió importancia. Nunca pretendí esconderte nada. No creí que fuese digno de mención. Hasta ahora.

-Katie, Alexa pudo no haber sido importante para ti, pero si lo fue para mí.

-Lo sé, pero tenía que hacerse. ¿Qué ganarías con que ella recordara todo como fue?

Esa era una buena pregunta. Preferí dejarlo pasar, confiando plenamente en su criterio.

-No me tenías que esconder nada –dije simplemente.

- La verdad, no fue mi intención ocultarlo. Como te digo, perdió importancia. Si… si debí habértelo dicho. Perdón.

Cuando Katie hablaba así, no podía hacer más que sonreír y olvidar cualquier ofensa. Teníamos pequeñas peleítas del estilo porque teníamos opiniones radicalmente diferentes en muchos puntos, pero confiábamos tan ciegamente el uno en el otro que todo se dejaba pasar sin rencores. Sabíamos que íbamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos. Era una noción a la que estábamos resignados. Era una resignación alegre, paradisiaca, idónea. Pero si era una meta impuesta sobre nosotros por una fuerza sobrehumana. Casi como el destino, o el karma, excepto que ninguno de los dos creía en ello. Es inexplicable.

-¿Por qué te afectó tanto encontrártela, Ol? ¿Estás bien?

Cualquier otra mujer hubiese estado celosa. Pero Katie no era cualquiera.

-Sigue siendo un fantasma del pasado. Reviví muchas cosas que es mejor dejar enterradas…

-Lo sé, y por eso pregunto. ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

-No de momento. Ya paso.

Me acerqué a ella y la besé. Eso. Eso era lo único que necesitaba.

-¿Cómo estuvo tu día hoy? –pregunté después de unos minutos, cuando mis ánimos se habían templado. En algún momento había terminado ella sentada en mi regazo. Sonreí.

-Bien. Lo de siempre. Entrenando duro para el partido contra las Harpies. Mientras más lo pienso, mas me da rabia nunca haber jugado un partido profesional contra Angelina. Muero de ganas.

-Es una pena que se haya retirado –concedí frunciendo el ceño. Angelina había sido la cazadora más talentosa de todo Hogwarts en su momento. Fuera de la prima de Katie, Erika, que a pesar de estar casada con Charlie Weasley seguía formando su carrera tan admirablemente brillante. Me enorgullecía haber estado en el mismo equipo con ella desde siempre. Si había un equivalente a un compañero de baile en el mundo del Quidditch, esa era Erika para mí.

La relación entre Katie y Erika era algo especial. No era normal lo orgullosas que estaban la una de la otra.

-Si vieras que la entiendo –interrumpió Katie mis pensamientos-. Angelina lo que necesita los siguientes años es llevar una vida normal y tranquila. La guerra la dejo devastada. ¿Recuerdas lo preciosa que era en tiempos de Hogwarts? Y ahora se le ve demacrada, destruida. Necesita reconstruir su vida personal antes de siquiera pensar en una vida profesional.

-¿Qué tanto le paso durante la guerra? ¿Lo de Alicia, dices?

Asintió con la cabeza.

-Se siente culpable. Ella estaba a veinte metros y una puerta de distancia de Alicia cuando fue atacada. Angelina sin Alicia es casi como uno de los gemelos Weasley sin el otro.

-Es irónico que lo menciones de esa forma, tomando en cuenta que Fred está casado con un hijo y George sigue con lo de la tienda.

-Siguen sin estar distanciados. Vamos, Fred y Angelina viven en frente a la bendita tienda y George ya está nuevamente sobre sus pies. Creo que siempre va a tener un lugar especial para Alicia en su memoria, pero si ha salido con otras chicas… Solamente me pregunto cuando le dará el chance a Verity. Supongo que cuando esté preparado para algo más serio. Ruego que no sea demasiado tarde.

-¿Y que de tu amiga? ¿No crees que George estaría feliz con alguien que comprende lo que es perder a alguien tan querido en la guerra?

-¿Leanne? Oliver, en lo último en lo que Leanne quiere pensar es en la guerra. Al contrario, mientras menos contacto tiene con el mundo mágico, más feliz es. Bromeábamos mucho con eso, pero me comentó que quiere hacer algún curso y trabajar como estilista en Londres. Vivir una vida de soltera hasta tarde, casarse con algún muggle… Solamente espero que no perdamos contacto. Ella me prometió que no hay forma, que las cosas no tienen por qué cambiar… No creo que sea lo que más quiere, pero no siente que haya otra salida.

Fruncí el entrecejo. Le tenía aprecio a Leanne. La mayoría de los amigos de Katie eran gente con la que yo también había podido entablar amistad, excepto aquel Zacharías Smith que me detestaba con todas sus fuerzas. Su boda era en diez días y Katie no me había parado de rogar que la acompañara con la excusa de que "Susan (la novia) se muere por conocerte."

-¿Todo bien? –reacciono ella ante mi gesto.

-Todo bien –sonreí, viéndola a los ojos. Ella devolvió la sonrisa y me besó suavemente. Llevé mis manos hacia su nuca para profundizar el beso. Sus piernas rodearon mi torso. Mis manos ahora resbalaron hasta su cintura, acercándola a mí.

Nunca me hubiese imaginado que Katie pudiese tener aquel lado pasional tan a flor de piel. Siempre fue una persona relativamente seria, y siempre había valorado los vínculos emocionales y mentales muchísimo más que los físicos. Aun así, me sorprendió enterarme de que era virgen. Sabía que ese idiota búlgaro moría por sus huesos más de lo que ella podía llegar a imaginar. Lo cierto es que no me quejaba. Sé que suena retorcido, pero ese lado posesivo, celoso, de sentirla solo mía… Me volvía loco. Ella lo sentía, y eso sumado a su sensibilidad aguda…

…En resumidas cuentas, el sexo era bueno. Mucho más que bueno.

-Oliver, no… -susurró entre besos. Sus dientes jugaban con el lóbulo de mi oreja. Contuve la respiración.

-Entonces deja de besarme así porque te juro que no me aguanto.

Se separó, y entendí que hablaba en serio. La única razón por la que Katie me rechazaba era su periodo.

-¿…Me estás hablando en serio? –Me quejé, con una media sonrisa.

-La buena noticia es que no estoy embarazada, así que festejemos.

Alcé una ceja.

-Que, ¿No te habías dado cuenta de que es la primera vez que tengo mi periodo en dos meses? Hombres… -Se veía entre enojada y divertida, y mi cerebro volvió a donde tenía que estar. Y a funcionar rápidamente.

Su miedo a perder su carrera la hicieron recurrir a cualquier cantidad de medidas anticonceptivas, muggles y mágicas. No era sano, pero tampoco parecían afectarla de sobremanera. Pero si sentía la necesidad de festejar su no-embarazo, no me podía imaginar el susto por el que acababa de pasar.

-¿Por qué no me dijiste nada? –Reproché-. Entiendo lo mortificada que debiste haber estado.

-Al principio pensé que era cuestión de estrés… Llevo tomando las mismas pastillas por varios meses, ya mi cuerpo está acostumbrado. Se me hizo raro. Luego cuando empezó la histeria, no quise mezclarte. Aunque todas las pruebas de embarazo salían negativas, seguía un poco asustada.

Su tono de voz indicaba que no me había terminado de decir todo, así que la mire con cejas alzadas. Lanzo una risa nerviosa, entendiendo exactamente mi intención, y prosiguió.

-Luego simplemente comencé a imaginar, a cuestionarme. Por un momento llegue a querer que fuese verdad, y estaba tan avergonzada… Y luego pensé qué harías tú al respecto, como te afectaría a ti…

Si había algo que me molestaba era que Katie dudase de mí. Si, fui un estúpido en el pasado. Estaba harto de tener que recordarlo cada vez que ella se comportaba de esa forma.

-Katie, óyeme bien. Tú eres la mujer con la que me voy a casar. No me cabe duda de eso. Hemos pasado por tantas cosas… ¿Cómo te permites dudarlo?

-No lo dudo, Oliver. Jamás lo dude. Todo lo contrario. Ya nos veía siendo una familia. Hasta había pensado nombres. Y es ridículo porque… porque no es lo que quiero. Debería estar aliviada de que no tengo que renunciar a mi carrera tan temprano. Pero… estoy tan confundida.

Aunque sus palabras habían detenido la ira, no aclaraban la situación.

-¿Qué puedo hacer por ti, Kate?

Nuevamente silencio, en el que sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Quiero a mi mamá –dijo con sinceridad, sin vestigio del tono infantil que normalmente acompañaba a la frase. Era simplemente un suspiro resignado.

Ya está, que realmente no puedo estar mucho tiempo enojado con ella. Me había terminado de suavizar. Y si le hubiese conseguido a su madre de no ser porque se hallaba al otro lado del Atlántico, volviendo a sus raíces y reencontrándose con la vida que había dejado.

-Tenias que habérmelo dicho. No hay razón para que pases por esto sola.

-Te hubiese dicho tarde o temprano, y ya ves que te lo dije. Pero no quería anunciar una falsa alarma. Tú… Tú siempre has estado en un apuro por casarnos y empezar una vida en común que, por otro lado, ya tenemos. Nuestra estúpida discusión de siempre solamente habría empeorado las cosas.

Nuestra discusión de siempre estaba por comenzar nuevamente.

-Tienes miedo de decir que estás casada a esta edad –dije por enésima vez-. Simplemente quieres sentirte joven y no una señora. Lo cual es estúpido. Es solamente una cuestión de status legal y un poco de atención de los medios. Nada nuevo. ¿Cuál es la maldita diferencia, Katie?

-Eso te pregunto yo a ti, Oliver. ¿Cuál es la maldita diferencia?

-No lo sé, Katie. Eres tú la que está asustada, así que dímelo tú.

Callo, y me sentí mal conmigo mismo. No debía presionarla tanto. Acababa de pasar por un momento de gran confusión. Igualmente espere, ya con genuina curiosidad.

-Con Alexa también estabas en apuro de casarte, sin mal no recuerdo. Para mí no significa nada.

Esa nunca la había oído, y me dolió.

-A Alexa le pedí matrimonio porque nos vio a ti y a mí besándonos, te recuerdo. Fue mi forma de reforzar una mentira. Katie, nuevamente dudas de mí. Quiero estar contigo y solo contigo.

-Aquí me tienes. ¿Por qué necesitas más?

Me desconcertaba lo cínica que era ella al respecto. Era casi desprecio lo que tenía hacia la idea, y necesitaba entender por qué. Para mí era lo más natural del mundo. La amaba, y quería aclararle al mundo que ella era la mujer con la que iba a estar siempre. A veces suponía que era cuestión de familia. Su hogar era uno extraño, mientras que el mío era típico, con valores e ideas típicas que solo se adquieren por medio del ejemplo.

Siendo el mayor de la familia, mis padres morían por verme formar mi propio hogar. Mi madre me había dado su anillo de compromiso cuando ya Alexa y yo íbamos por ese rumbo. Sin embargo, sentí que hubiese sido una traición a mis principios pedirle matrimonio a ella con ese mismo anillo. Alexa no era la mujer de mi vida. Alexa parecía ser simplemente un regalo del destino que, a la hora de la verdad, había sido simplemente un arma de doble filo. La quise muchísimo, pero no era Katie.

Mi madre lo notó en nuestra fiesta de compromiso. Me preguntó por qué no le había entregado aquel anillo, y yo no pude responder. No pareció sorprendida cuando yo dejé a Alexa. Mi familia aceptó a Katie no sin cierto recelo al principio, pero el hecho de que Sylvia la recibió a brazos abiertos ayudo a que formara parte de la familia rápidamente. Tenía presión también por ese lado, para demostrar que mis sentimientos por esta mujer eran mucho más que cosa de momento.

-Creo que simplemente necesito llevarlo a un punto donde no se sienta como algo de adolescentes. Necesito que este firme, claro y establecido para todo el mundo, como lo está para mí en este momento. Necesito… necesito marcar ese cambio. Éramos niños cuando toda esta historia empezó. Si no crees que es un sentimiento que pueda evolucionar, lo dejamos aquí y no paso nada.

En seguida me arrepentí de lo que dije, pero era tarde. Estaba más molesto y confundido de lo que yo mismo había notado y las palabras escaparon como quien no quiere la cosa. Pero Katie no gritaba ni montaba escándalos. Katie era sutil y sincera lo cual a veces dolía más. Podía entender que estaba dolida y enojada por la forma en la que se echó hacia atrás en el sillón cerrando bruscamente los ojos. Cuando los abrió, estaban llenos de lágrimas y su tono era peligrosamente suave y monótono.

- Me duele que digas eso. Sabes que no puedo estar sin ti.

Dijo esto mirándome a los ojos, y algo dentro de mí se sacudió.

-Tú dices esa clase de cosas y… y… es como si nunca las hubieses dicho antes. No me acostumbro a ti, pase el tiempo que pase. Quiero esto para el resto de mi vida.

-Lo vas a tener, Oliver. Simplemente… me gusta como están las cosas ahora. No quiero interrumpir este ritmo de vida para lidiar con preparaciones de boda que… bueno, sabes cómo soy. Lo considero innecesario. Y después de la boda… ¿Qué pasa después de la boda? No estoy preparada para que estas discusiones sean acerca de dejar mi carrera, hijos, una casa más grande… Olvídalo, Oliver.

-Katie, perdóname. Sé que dije algo muy fuerte.

-Solamente quiero que sepas que… que todo lo que paso estas semanas por mi cabeza me hizo estar completamente segura de que yo también lo quiero. Quiero pasar el resto de mi vida contigo. Quiero, cuando llegue el momento, formar una familia contigo. Pero deja de presionarme, Oliver. Todo a su debido tiempo.

Quede mudo y ella, entendiendo que la conversación había terminado, se levanto y se dirigió a su viejo cuarto. Ese era su pequeño santuario en su casa y se lo respetaba. Como me había dicho en alguna que otra ocasión, el único lugar que era completamente suyo. Era un mundillo de recuerdos. Tenía fotos de su adolescencia pegadas contra una pared, viejos libros de texto, uniformes, túnicas, escobas… Me daba ternura como le costaba desprenderse de los viejos tiempos, aunque a veces era casi preocupante.

Me acabé mi trago de un solo sorbo y dejé el vaso en el fregadero. Habíamos cada quien pasado por un mal momento aquel día, y nos lo habíamos desquitado el uno con el otro de la forma usual.

Me dirigí hacia el cuarto grande y rebusqué entre los bolsillos de un abrigo que nunca usaba. Ahí estaba el anillo de mi madre. Lo examiné, y decidí que era perfecto para Katie. Dos bandas de oro que se entrecruzaban, una de ellas adornada con rubíes y diamantes. Rojo y dorado. Muy Gryffindor. En su pequeña y delgada mano, se vería sencillo pero llamativo.

No podía esperar a que lo tuviese, y no pensaba hacerlo.

Mis manos no soltaron aquella joya cuando abrí la puerta del otro cuarto. Cual no fue mi sorpresa al notar que Katie tenía los ojos cerrados. Llamé suavemente, pero parecía haberse quedado dormida. Sin tomarse la poción. Suspiré. Era como una chiquilla descuidada a veces, y me apresuré a levantarla antes de que las pesadillas la atacaran. Simplemente me acosté en la cama con ella y la abracé.

-Oliver, sabes que no…

-Te quedaste dormida, tonta. Y no te tomaste tu poción.

-Odio sentir que dependo de una medicina –suspiró, y se arrimó hacia mí-. Quiero que se termine.

-Lo sé, y lo siento.

Nos quedamos así un rato sin decir mucho.

-¿Cuál es tu favorita? –pregunté, refiriéndome a las fotos.

-¿Contigo? Me gusta esa en que te lanzo esa Quaffle…

-Me imaginé. A mí me gusta… Odio admitirlo, pero sales preciosa en esa con el imbécil búlgaro…

-Merlín, si me veía bien esa noche, pero no me gusta mucho esa foto. Sé que va a ser cursi, pero creo que salgo más linda en esa foto que estoy contigo al lado de la chimenea en la Sala Común… Es el sentimiento que tengo ahora, de estar donde tengo que estar. Tú siempre me haces sentir como en casa.

Ubiqué la foto, y una Katie sonriente de trece años me saludo con modorra. Sus mejillas estaban sonrosadas y su cabeza estaba en el hombro de un Oliver más delgado y joven, que parecía estar durmiendo aunque jugaba con la trenza de la chica distraídamente.

-Buenos momentos –No pude evitar soltar.

-Y tanto. Mira… acabo de tener una epifanía. Mira esa foto. Roger y Leanne…

-¿Davies y Leanne, dices?

-Si… ¿Por qué no? Roger anda en la misma onda que ella de dejar la guerra atrás sea como sea. Incluso vendió su local y mudó su negocio al Londres muggle, donde obviamente puede tener mas éxito. Es un tipo divertido y cumple con los estándares de Leanne. Definitivamente tengo que hacer el intento de presentarlos nuevamente.

-Estás loca. Y sin embargo, tiene sentido.

Pausa. Sus ojos siguieron examinando la pared.

-Hay una foto ahí que me deja helada… Alicia, Lee y yo en el centro. Me gustaría volverlos a tener así de cerca, poderlos abrazar a los dos. Alicia es la hermana que nunca tuve, y Lee es una de las personas con las que más tuve conexión en mis últimos tres años de escuela.

-¿No tienes una con tu padre?

-La del puro centro… Es en la boda de uno de mis primos. Como detesto que nunca salimos a volar juntos. Si tuviese un día con él, definitivamente lo llevaría a volar. Luego lo llevaría a cenar con mi madre también. No recuerdo alguna comida que hayamos hecho todos juntos.

-Deberías dejar de pensar en todo eso. A veces vives demasiado del pasado. La gente que se fue no va a volver. Tienes que entenderlo.

-Lo entiendo, y ese es el problema.

-No me gusta que estés melancólica por esas cosas. Todo está bien, Katie. Ya paso. Y a todos nos cuesta, pero tenemos que terminar de salir de ese hueco y seguir adelante. No pienses en eso. Por favor.

-Tranquilo, Ol. No estaba en plan depresivo.

La abracé más fuerte de todas formas, y la sentí suspirar. Sus manos buscaron las mías, como siempre. Y no tuve tiempo de pensarlo mucho, fue natural para mis dedos ubicar su anular izquierdo y deslizar el anillo. Cerré los ojos, pero la sentí sobresaltarse.

-Ol… -Cuando abrí los ojos, descubrí su mirada fija en la mía. Respire hondo, buscando todas las palabras que quería decirle desde todos los rincones de mi mente.

-No te enojes. No digas nada. Óyeme un minuto. No quiero promesas de planes a futuro cercano. No quiero nada ahora. Pero este anillo igual te pertenecerá algún día, y sabiendo eso, no tiene sentido alguno retenerlo más tiempo. Y es que hemos vivido tanto que me cuesta esperar. Por favor discúlpame. Todavía recuerdo a la chiquilla de once a la que conocí. Recuerdo que siempre sentí curiosidad por ti. Empezaste a interesarme, a gustarme. Me hice adicto a ti incluso cuando en mi mente me debatía cuestiones de edad… Pero con el tiempo llegue a quererte, a amarte. Empezaste a formar parte de mi vida como nadie más lo pudiese haber hecho. Incluso después de tanto tiempo que no nos vimos… Tuve que volverte a ver para saber que estaba perdido sin ti. Eres la mejor amiga que he tenido. Eres la persona que más me ha marcado. Por ti soy quien soy. Y otra vez, perdona mi impaciencia por pasar a una siguiente etapa. Simplemente me cuesta esperar. Pero tienes razón, y estoy de acuerdo contigo. Estamos viviendo algo maravilloso. Y bueno… no tiene que ser ahora, en un año, en cinco o en diez. Pero no creo tener que preguntártelo. Solamente avísame cuando estés lista.

Sus ojos, llenos de lágrimas, examinaron el anillo que adornaba su mano. No dijo mucho. Simplemente se acomodo contra mi pecho. Como por reflejo la abracé, sonriendo.

-Gracias, Oliver.

No respondí, sino que aproveché su ánimo meloso para hacer una pregunta que me mataba.

-Katie… Cuando dijiste que pensaste en nombres para un posible hijo…

-Vaya forma de arruinar el momento –se quejó, pero no se le notaba muy molesta-. Alicia para niña, Rigel para niño. Si te hubieses opuesto a nombres de caídos en la guerra… Melanie o Elinor para niña y Jeremy para niño.

-¿Qué tal si usamos dos nombres…?

-Me niego. Un solo nombre. No tienes voz ni voto en este asunto.

-De acuerdo, mi comandante.

-En todo caso, apruebo esos nombres. Jeremy Wood suena particularmente bien.

-Por favor terminemos esta conversación aquí. Tomate una siesta conmigo ahora que los dos estamos de buen humor. No me gusta cuando nos vamos a dormir enojados. Se siente incompleto... es como decirte que te amo y no recibir respuesta.

-Curioso que lo menciones, porque nunca me has dicho que me amas.

-¿En serio? Esta sobreentendido. Sabes que son solo palabras…

Ella y su incomprensible forma de pensar tan racional. Lo bueno es que siempre supe la mejor manera de combatirla.

-Te amo, Katie.

Abrió la boca para decir algo, pero la cerró rápidamente. Sonreí de lado, no sin cierta arrogancia.

-Sabes que te dio de todo por dentro.

Sonrió con un leve sonrojo que indicaba culpabilidad. Su mano se entrelazó con la mia juguetonamente.

-Te amo, Oliver –susurró simplemente.

Oir esas palabras de aquella manera fue suficiente para que mi corazón acelerara su ritmo de forma casi vergonzosa. Estando con su cabeza contra mi pecho, ella pudo notarlo. Su sonrisa imitó la mía de momentos antes, sus ojos llenos de picardía.

-Increible. Funciona.


Notas:

Dos años llevaba planeando el bendito POV de Oliver. Veintiocho meses… Decidí hacerlo una broma personal hacia mi misma porque es el tiempo que me tardo en actualizar. Dada la falta de escenas Katie/Oliver en este fic, decidí que una larga escena cargada de fluff era una buena forma de poner un punto y final, mientras que al mismo tiempo si hay noción de qué ha sido de la gente más importante.

Espero que les haya gustado, y espero poder escribir algo más personalizado una vez que la vida se me despeje un poco.

Las quiere, las aprecia, se disculpa y les agradece de todo corazón… porque en serio no hubiese pensado en seguir sin esos reviews después de tanto tiempo que rogaban por una continuación,

-Karyn.

(Si, ese es mi nombre real. No sé si alguna vez lo he publicado aquí en ffnet...)