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Proyecto Bebé
por JD Wordenwood

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Parte XXVI

La oscuridad y frescura de la tarde invaden la sala de nuestro apartamento, la chimenea y las antorchas están apagadas. Edward ya está durmiendo plácidamente en su cuarto mientras que yo camino de un lado a otro de la habitación. En mi estómago reina una incertidumbre terrible, tengo un nudo en la garganta y unas ideas frescas en la cabeza que se juntan con mi determinación de decirle la verdad.

Es hora, el tiempo ha llegado y no puede pasar un día más sin que Harry sepa la verdad sobre mí. Quiero volver a sentirme yo misma, quiero volver a sentirme transparente… el hecho de saber que tengo este problema no es muy común para las adolescentes, pero si lo sé creo que es justo que mi pareja – la persona que quiere compartir su vida conmigo – lo sepa también.

Con un toque de la varita prendo la chimenea e instantáneamente el ambiente se comienza a calentar de manera acogedora. Cuanto quisiera que mi gato este aquí en vez de estar dando vueltas por la torre de Gryffindor, es una compañía estable y comprensiva. Para matar el tiempo, decido revisar en la mesa de madera oscura los documentos para la universidad.

Saco un gran folio de mi escritorio y lo pongo sobre la mesa de la sala, paso mi vista rápidamente por las cinco universidades que me guardan una vacante con desesperación, releo cuidadosamente las cartas de aceptación e invitación a ser parte de ellas. Esta semana tengo que optar por una de ellas, las cinco tienen una excelente currícula por Magia Avanzada pero Elay es la universidad mágica con la biblioteca más antigua y extensa, por lo que me llama mucho la atención.

Cuando escucho las campanadas del colegio tocar las ocho de la noche, suspiro. Tendré que esperar a que sean las once u once y media para que Harry regrese del entrenamiento de Quidditch y poder contarle de una vez por todas esto. Comienzo a elaborar una lista de pros y contras de cada una de las cinco universidades, además de anotaciones a pie de página con mis recuerdos acumulados.

Quiero que la etapa universitaria sea divertida, quiero aprender, quiero disfrutar pero quiero vivir experiencias únicas y conocer a gente diferente. Quiero seguir amando a Harry como lo hago y quiero compartir con él muchas más cosas, salir al mundo y seguir conociéndonos… uno nunca termina de conocer a otra persona, ni a uno mismo.

Unas desagradables mariposas llenan mi estómago cuando termino la lista, son ese tipo de mariposas que se sienten cuando tienes que admitir algo que probablemente sea perjudicial para uno mismo. Trago saliva y me dirijo hacia el aparador que hay a un extremo del departamento, justo al costado del hueco de la pared donde está puesto el cuadro.

Sin previo aviso puedo ver a Harry ataviado con una expresión de relajación y cansancio en su rostro. Lleva puesto el uniforme dorado y escarlata de Gryffindor y tiene su saeta de fuego en sus hombros, su caminar es decidido y cuando nuestros ojos se conectan siento una punzada en mi estómago. Sé que por fin voy a tener la oportunidad de volver a ser completamente honesta con él, quiero hacerlo… lo tengo que hacer.

Sus ojos esmeralda me llenan de una incertidumbre terrible, después de sacarse la túnica y dejarla en el cesto de la ropa sucia, Harry se dirige hacia a mí. Lleva la camiseta escarlata del equipo de Gryffindor con el escudo en la parte derecha de su marcado pecho muy pegados al mismo por el sudor. Su cabello azabache reluce mojado bajo las antorchas de la habitación.

Siento una tensión especial entre Hermione y yo, la puedo sentir tragar saliva y mirarme fijamente. Muy quieta y serena corresponde al dulce beso que le doy, al acercarme puedo sentir el sabor salino de lágrimas que de seguro se han desparramado a cantidad por su rostro. Sin decir palabra y con la mirada en el piso, Hermione se aproxima hacia el gran ventanal de nuestro apartamento. La sigo con la mirada y muy preocupado dejo mi escoba en el pequeño armario donde siempre la guardamos.

- ¿Qué pasa Hermione? – le digo tranquilo pero preocupado, siento como si me fuera a dar una terrible noticia… algo espantoso y mortal. Algo por lo que ya he pasado. Voldemort se ha ido, pero sus numerosos aliados sobrevivientes están ahí… pendientes de mí, pendientes de mis seres queridos y por ende pendientes de Hermione. - ¿Está todo bien? – Me acerco lo suficiente como para notar que unas lágrimas se forman de nuevo en sus ojos. Tiene una mano dramáticamente apoyada en el frío y gran vitral, sus ojos color chocolate lucen perdidos en el negro horizonte, donde por otra parte del lago se distingue la humeante y prendida Cabaña de Hagrid.

- Tenemos que hablar, Harry – le digo por fin sin mirarlo a los ojos, no voy a poder ver como esos ojos esmeralda pierden toda la ilusión de poder tener una familia. ¡Diablos! Harry no puede pasar por esto, no. Él ha sufrido demasiado, no ha tenido una familia y es eso, una familia, lo que más ansía. ¿Quién soy yo para quitarle algo más al chico que ha entregado todo por todos? Mi mejor amigo ha entregado todo por todos y cada uno de los magos, brujas, muggles y criaturas mágicas del mundo… él es la nueva representación de la Fuente de los Hermanos Mágicos, y su única ilusión es poder formar una familia. ¿Por qué justamente tenía que enamorarse de mí? Lo amo demasiado, mi corazón me duele y mi cabeza me arde. Muerdo mi labio inferior con fuerza y dirijo mi expresivo rostro hacia sus hombros. – Tengo que decirte algo.

Escucho el sonido de unas lechuzas que se dirigen a muy arriba de nosotros, a la torre de Ravenclaw donde seguramente algún alumno tendrá algún mensaje urgente que recibir antes de acostarse. Agarro con fuerza la pared de piedra de mi costado y lo veo acercarse. Harry coloca una de sus grandes manos en mi cintura, cubriéndomela.

- ¿Qué pasa, Herms? – me dice pegando su nariz hacia la mía. Puedo notar el frío pasar de su cuerpo al mío y un suspiro se me escapa, llevo una de mis manos hacia su mojado y revuelto cabello azabache y la dejo reposar ahí. Poso mis ojos sobre los de Harry y me sumerjo en el mar esmeralda que tanto me llena, tanto me protege y tanto me encanta. Harry sonríe y se acerca a mis labios con delicadeza, lo correspondo.

Los labios de Hermione se unen una vez más a los míos, llevo mi mano libre hacia su espalda y la acaricio con paciencia. Nuestro beso se expande en mi cuerpo como una calidad que satisface y calma todos mis sentidos. Un agradable sabor a vanilla llena mi boca y mi garganta, el tacto de mis brazos, mis labios y mis manos se reducen a rendirme ante ella. Hermione. La escucho pronunciar mi nombre en medio de nuestro beso, y veo extraños destellos castaños cuando abro mis ojos de manera rápida.

- Harry – me dice Hermione al separarnos, tomando mi cabeza entre sus manos – He tomado una decisión, tengo que decirte algo y realmente espero que me entiendas. Lo siento mucho Harry… - Siento su abrazo, breve y distante, como una daga en mi corazón. La miro extrañado y espero expectante que me diga lo que tiene que decir, lo que según sospecho la ha estado atormentando todo este tiempo.

- Dime – le digo mirando hacia el tosco piso de piedra - ¿Qué pasa?

- Nosotros no podemos seguir juntos Harry – le digo al mismo tiempo que mi rostro se llena de lágrimas. La sustancia salada que sale de mis ojos me envenena también por dentro, mis músculos y articulaciones se agarrotan y siento que me falta el aire. – Yo…

- ¿Qué? – me dice con una expresión de confusión total, su rostro desencajado me mira y la tensión del ambiente crece. Rápidamente dirijo mi mirada hacia el punto de luz de la Cabaña de Hagrid y veo el reflejo del mar verde de sus ojos, llenos de extrañeza. – Hermione… ¿qué pasa? – Siento los brazos de Harry juntarse abruptamente hacia los míos, trato de separarme. – Tú eres feliz, yo lo sé Hermione… ¡Me haces el hombre más feliz del mundo! ¡Cielos, eres mi mejor amiga! ¿Por qué no podemos seguir juntos?

Examino la cara de angustia de la castaña y su silencio me tortura como miles de maleficios Cruciatus lanzados al mismo tiempo contra mi corazón. Me acerco una vez más a ella y puedo ver más lágrimas surcar en silencio su rostro. Paso todo mi peso corporal hacia la columna y espero unos segundos – los más largos de mi vida – a que Hermione hable. Por fin, como después de una larga operación, sus labios se mueven en un susurro que pasa desadvertido por mí.

- Yo soy… - miro fijamente sus ojos castaños y la veo aterrorizada y desorientada – Yo voy… me voy a Bulgaria, Harry. Voy a estudiar Magia Avanzada ahí y…

- Yo iré contigo, Hermione. – me dice Harry dejándome aún más desorientada. Bulgaria nunca estuvo en la lista de prioridades de Harry, no hay nada que le atraiga ahí más que carreras muy relacionadas con las artes oscuras y las raíces profundas de la magia. Dos cosas que a Harry no le motivan. – Solo por estar contigo, iría a donde tu quieras… no tengo que estudiar ahora. O… podemos estar juntos y puedo pedir una excepción al Decreto Internacional de Aparición para estudiar aquí y vivir contigo… de seguro me la dan. – Sus ojos histéricos me hicieron darme cuenta que el cambiaría toda su vida para estar conmigo. Esa no es mi idea. Él ya ha cambiado toda su vida por todos nosotros… realmente su generosidad no tiene límites. – Solo tú y yo ¿recuerdas? Tú me importas más que nada Hermione, pero el nosotros es lo más lindo que existe… seamos flexibles.

- No Harry – le digo turbada y estupefacta – No me has entendido… estoy confundida… sé que lo que quiero es estudiar Magia Avanzada ahí, pero no sé si… creo que… - Lo miré fijamente una vez más y respiré. Soy una cobarde, no le he podido decir la verdad. No tengo corazón para que se sacrifique una vez más por alguien y menos por mí. Él tiene todo el derecho de formar una familia, de ser completamente feliz. – Creo que para mí solo somos mejores amigos, Harry. – le digo lenta y claramente para que entienda cada una de mis palabras. Veo las pupilas de sus hermosos ojos dilatarse y sus músculos tensarse debajo de la camiseta.

- Esto es una broma ¿no? – Me dice mirándome incrédulo. Me siento como la mentirosa y traidora más grande del mundo. – Yo sé que tú me amas Hermione Jane Granger, lo sé y yo también te amo. ¿Qué te pasa, Herms? – me pregunta en un susurro enfurecido y preocupado, me estremezco y mis labios tiemblan cuando con una de sus manos retira un poco de mi largo cabello castaño y lo pone detrás de mi oreja. – Me estás mintiendo, nunca antes me habías mentido.

- No te estoy mintiendo – le digo tratando de sonar segura, mintiéndole otra vez – Es en serio, Harry… yo espero que me entiendas y – Harry me interrumpió tratando de ocultar un grito de disgusto. Veo su ancha espalda voltearse y tensarse, su camiseta hace lo mismo expandiendo el la tela con la que está confeccionada. Sus brazos hercúleos se dibujan amargados por debajo de su camiseta y su cuello luce alterado. Al voltearse, Harry me mira a los ojos.

Puedo ver una lágrima sombría bajar por su rostro y me agarro aún más fuerte a la columna. – No me mientas, ¿qué pasa? – me dice una vez más. Noto las antorchas parpadear y me asusto. Nunca antes había visto a Harry perder el control de esta manera, nunca antes lo había visto tan enfurecido.

Cuando la habitación se oscurece por completo, noto que he utilizado la magia de manera involuntaria. Escucho a Hermione desplomarse en uno de nuestros cómodos sillones y la lluvia caer fuertemente en los terrenos que tenemos a nuestro costado. Me siento junto a ella y paso mis manos por mis ojos, dejo mis lentes redondos en mis rodillas y trato de no pensar en lo absurdo, es decir en lo que acaba de suceder. Me río y Hermione solloza aún con más fuerza.

- ¿De qué te ríes? – me dice cautelosa y muy ofendida - ¿Te causa risa lo que te acabo de decir? – Noto su tono de voz tener una dosis de celos y resentimiento por haber tomado sus últimas palabras tan a la ligera. Sé que Hermione no tiene ninguna duda con respecto a lo que siente por mí. Lo sé y aunque ráfagas de incertidumbre lleguen a mí, lo dudo mucho.

- Quiero que me digas que pasa – le digo con toda la tranquilidad que tengo, en mi mente revivo los gritos de Hermione al ser torturada. Revivo el horror que sentí en las batallas al verla luchar y al borde de la muerte. No la quiero perder, quiero que este a mi costado siempre… - Una cosa como lo que me has dicho no… no concuerda, no me entra. No estas siendo sincera Hermione.

- ¿Qué quieres que te diga? – me dice en la oscuridad, entre sollozos – ¿Qué me he enamorado del chico equivocado? ¿Qué soy miserable? ¿Que te amo y por eso estoy dispuesta a sacrificarte de mi propia vida? No lo entenderías Harry… o quizás sí, pero… sé lo que harías. – extrañado, trato de buscar su mano, pero ella la retira abruptamente, dañándome. Sigo el hilo de la conversación, sé que trata de ocultarme algo. – Esto tiene que parar. – me dice levantándose. Veo su delineada sombra dirigirse hacia las puertas de cristal que dan de la sala de nuestro apartamento hacia los tormentosos terrenos de Hogwarts. Escucho las bisagras de las antiguas puertas abrirse y quedarse suspendidas. Afuera, el chapoteo del agua es constante, ocultando los sollozos que desgarran a Hermione y me matan a mí.

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Fijo mi mirada en el Lago Negro. Sus oscuras aguas reflejan la batalla que sufre el cielo, la tormenta revuelca las aguas y hace que estas se salgan de su espacio habitual. El riachuelo que cruza por nuestro jardín es una furia de la naturaleza, la lluvia irrumpe en este y en el lago con una crueldad atroz. Trato de respirar y no puedo, siento una daga en mi corazón y en mis pulmones completamente incrustada, desgarrándome más aún.

Siento las lágrimas calientes salir de mis ojos, mis habituales zapatos negros de colegio lucen enterrados completamente en el barro. Mi cabello castaño vuela en todas las múltiples direcciones del viento. Sin voltear presiento la confusión de Harry, pero yo estoy mucho más confundida. Le he mentido una vez más y ni si quiera me acuerdo qué le he dicho.

No soy buena mintiendo, por lo menos a las personas que quiero. Siento mi blusa escolar completamente empapada y deseo nunca haberme sacado la túnica, avanzo unos metros más acercándome al Lago Negro. Dirijo mi mirada al cielo y puedo ver unas grandes nubes negras creando las ondas de electricidad que combaten entre ellas, se reflejan y resuenan en el castillo. Me aterrorizo, la daga llega a mi vientre… destrozando aún más lo que yo sé que no sirve.

Me siento en el barro y las tumultuosas aguas del lago llegan a mis pies, grito de dolor. No sé como habrán sido los constantes dolores de cicatriz de Harry cuando Voldemort existía, pero mi cabeza está a punto de explotar. Trago saliva y al intentar levantarme, resbalo. Escucho el latigazo de un trueno sobre el lago y caigo sobre el barro, gritando.

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Escucho el grito de Hermione e inmediatamente corro hacia la orilla del lago, la noto empapada y sucia. Su abundante cabellera castaña luce desaliñada con grandes trozos de barro líquido cayéndole por el rostro, sus ojos húmedos y temerosos me miran con ira. La saco del fango, cargándola y camino a grandes pasos hacia tierra firme con la mirada fija en la luz de nuestro apartamento. Siento el viento congelar mi húmeda camiseta de deporte y el frío apoderarse de mis huesos, sin tomarle importancia llego hasta nuestro acogedora sala.

- ¿Qué tenías en mente para irte sola en medio de esta tormenta a la orilla del lago? – le digo después de dejarla en el sillón. – Tú sabes que las tormentas en Hogwarts no son cosa simple Hermione, y tenemos una conversación pendiente.

Noto las manchas de barro expandirse por nuestro cómodo sofá, la rabia invade mi sangre ya que este no ese no era el momento para hacerme la dama en peligro. Trato de incorporarme, pero la mirada de Harry me intimida. Lo veo deshacerse bruscamente de su empapada y sucia ropa de deporte, su camiseta rojo escarlata cae al suelo dejando ver su pálido pecho, sudoroso y sucio por mi aventura en el barro, lo mismo hace con sus pantalones quedando únicamente en bóxers.

- Voy a traer un par de toallas, no te muevas Hermione – me dice seriamente, sus ojos esmeralda me ganan una vez más, su varonil y comprensible voz ha cambiado para tomar el control de la situación. Me siento sucia. Examino mi blusa empapada y machada de marrón, siento trozos de barro caer desde mi cabello hasta mi espalda y no puedo mirar mis pies ya que son un asco.

Tengo la verdad en mi garganta, mi estómago la quiere expulsar con muchas cosas más. En pocas palabras, quiero vomitar tanto física como mentalmente. Quiero decirle a Harry todo lo que me preocupa, todo lo que siento, todo lo que me da miedo y todo lo que me hace feliz, pero hay algo en mí que no me deja, hay algo en mí que no quiere ser completamente sincera.

El anochecer se ha apoderado de la habitación, la ráfaga de viento que entró cuando Harry salió a buscarme y dejó la puerta abierta ha apagado las antorchas. Los muebles crean sombras y el crepitar de la apagada chimenea sigue resonando en la oscuridad de nuestra a veces acogedora sala. Siento los pies descalzos de Harry llegar de nuevo hacia mí, sigue semi desnudo pero lleva dos felpudas toallas blancas en sus manos. Deja una en mi vientre y se seca el rostro y el pecho con la otra.

Después de secarme lo mejor que puedo veo que Hermione no se ha movido, sigue sucia y desaliñada. Me preocupo y me siento en el mismo sofá, colocando sus pies encima de mis piernas.

- Tengo frío – me dice completamente húmeda – Tengo miedo. – Al terminar esa frase me siento mal, no entiendo a qué le puede tener miedo estando junto a mí, siendo tan felices juntos. ¿Qué es tan grave que la puede mortificar tanto? El exterior se manifiesta y la tormenta irrumpe en un poderoso trueno, ella se estremece. Con un toque de mi varita reanimo nuestro pequeña sala de estar.

Las elegantes cortinas se cierran, dejando la depresión del cielo al otro lado de las ventanas, las antorchas se vuelven a encender junto con la chimenea regresando el calor habitual a la habitación. Los sillones, alfombras y tapices manchados de fango se limpian y finalmente atraigo la jarra de té, sirviéndole una taza a Hermione.

- Vamos, tienes que levantarte… no podemos seguir así Hermione estamos hechos un asco – le digo tratando de reanimarla – Solo necesitamos hablar, lo sé, pero no creo que quieras hacerlo en estas condiciones.

Harry se pasa una de sus manos por su húmedo e indomable cabello azabache de manera inconciente, puedo ver los músculos de sus brazos tensarse levemente y sus abdominales responder a sus movimientos. A pesar de haberse secado en la oscuridad su cuerpo sigue húmedo y tenso por la práctica de Quidditch y mi rescate del lago, los vellos de sus brazos, piernas y pecho están mojados y aplastados por ello.

Me incorporo con dificultad y utilizo su fuerte mano como apoyo, inmediatamente el se para a mi costado. Nuestros ojos se conectan una vez más y sé que se lo tengo que decir. No me importa la situación, no me importa estar completamente embarrada ni que él este solo con bóxers. Tampoco me importa que en menos de dos semanas nos graduaremos y todo lo que conozco se acabará, el proyecto terminará y comenzaremos una nueva vida la cual descubriré después de decírselo.

El no se lo merece, pero lo merece saber… será su decisión.

- Que egoísta eres… – me dice Harry mirándome fijamente. El doble sentido de sus palabras hacen tambalear mi decisión de contarle.

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Hola a todos los que siguen por aquí, la verdad me da vergüenza publicar en espacios tan prolongados de tiempo pero ya les he contado que no entra en mi cabeza dejarles un fic sin terminar. Felizmente este fic ya está en los últimos capítulos y pronto los que deseen podrán enterarse de lo que les pasa a Harry y a Hermione en la aventura de Proyecto Bebé. Espero que algunos de ustedes sigan por aquí y les pido por favor que si no publico la próxima semana se sientan con el deber de mandarme mails por para que lo haga, porque ya tengo los últimos capítulos planeados y a medio escribir.

Muchas gracias a los que leyeron el capítulo anterior y a los que leerán este. Un gran abrazo!