TITULO: El Fin Absoluto del Mundo.

AUTORA: clumsykitty.

GENERO: Pos yaoi, que otra.

PAREJAS: Puf, muchas.

SERIE: Yu-Gi-Oh.

DISCLAIMERS: Que cosas no, los personajes de YGO no son míos.

WARNINGS: Que conste, difícil el asunto, si no gusta no lean, pues. Que raro que estén leyendo esto si ya saben que encontrarán por aquí.

SUMMARY: Cuando la esperanza muere al último y el amor se marchita, el fin de todo se avecina. ¿Quién puede detener la catástrofe?

NOTA CLUMSY: Para la pequeña Goth que hace de las suyas también. Para Arashi que me ha dejado conocer una triste historia de amor verdadero.


PROLOGO

Valle de los Reyes, Egipto, 950 A. C.

Miskra levantó una vez más su mazo y golpeó con fuerza el muro de gruesos ladrillos que estallaron en medio de una polvareda, cayendo hechos añicos al suelo arenoso y caliente. Escarabajos negros salieron presuroso del hueco hecho para esconderse de nuevo en agujeros más allá por las sombras y a salvo de la luz de las antorchas que iluminaban apenas el pasadizo.

-¡Os maldigo vosotros egipcios! -bufó el general con hastío- ¡Muro sobre muro¡Jamás llegaremos a la cámara en vida!

Tirando a un costado suyo el grueso mazo le arrebató una de las antorchas a un soldado para iluminar de cerca el nuevo muro de ladrillos -éstos más finos y delgados que los anteriores- que se interponían entre ellos y su objetivo.

-Estamos aún muy lejos -dijo, después de observar de cerca- Ninguna inscripción todavía, esto es con mucho la entrada a la tumba.

-No os engañéis tan fácil, Miskra.

-¡Milord!

Todos se arrodillaron ante la presencia de un hombre moreno, alto y fornido, vestido en largas túnicas negras, rojas y azules de bordados extraños en oro y plata; así como sus múltiples collares de los cuales colgaban sellos divinos y poderosos. Sus manos anchas ostentaban anillos de piedras preciosas. Su cabeza era adornada por un complicado turbante sobre el cual una corona de oro puro resplandecía aún en esa penumbra. Los ojos aquamarinos del hombre se posaron en su general.

-Veo que ese muro os causa conflicto, Miskra.

-Milord, el pasaje está lleno de muros como éste, no hemos avanzado más que una docena de pasos -le informó éste con la cabeza baja.

El hombre se acarició su barba negra meditativo.

-Traed el mástil.

-¡Sí, milord!

Los soldados salieron, dejando al general y su amo solos con la débil antorcha de Miskra como única fuente de luz.

-Sabed, Miskra, que esto no me es una contrariedad. Ya le esperaba.

-¿Eso es cierto, milord?

-Venid, os mostraré.

El general se puso de pie para ir al lado del hombre que le señaló el nuevo muro a través del hueco. Su dedo le tocó apenas y la superficie del ladrillo cobró vida, mostrando un bajorrelieve lleno de jeroglíficos que hicieron a Miskra sorprenderse.

-Esto es con mucho, la primera vez que os contemplo de esta manera -rió el hombre.

-¡Milord! Pero¿cómo…?

-Nuestro querido faraón Seth era un hombre que se tomaba en serio su papel. Hubiera sido una blasfemia que no se protegiese.

-El mástil no hará mella alguna, mi señor.

-Miskra, vos habéis hecho un hoyo donde otros fallaron. Mi mástil derribará estos muros, os lo aseguro. ¿Acaso no soy Irkalla el Oscuro?

-¡Claro, milord!

-Dejemos a los soldado hacer su labor. Necesito que vengáis conmigo a las afueras.

Mientras la cuadrilla de feroces soldados llevaba el pesado mástil con boca de dragón hacia el muro, Irkalla y Miskra salieron a la luz de la luna sobre las dunas egipcias. Más soldados, todos de tez oscura y armaduras negras estaban apostados alrededor de la entrada, vigilando.

-¿Qué desea mi señor?

-Todo Miskra, pero por el momento dadme por satisfecho si vuestros hombres regresan de Tebas con mi encargo.

-Mi escolta jamás me ha decepcionado.

-Lo sé, Miskra, por eso les confié tan delicada tarea.

-Para cuando el sol despunte, los egipcios ni siquiera sabrán que les ha golpeado.

-Eso es de vital importancia, mi preciado general, mantener la sorpresa de nuestra parte.

En ese momento un furioso rugido salió de las entrañas de la tumba y un temblor sacudió el lugar. Los caballos relincharon, encabritándose cuando los alaridos de los soldados dentro de la cámara mortuoria les alcanzaron antes de que fueran apagados por la caía de rocas en la entrada a causa del temblor. Todos los soldados se miraron consternados, viendo de reojo a su general mientras recobraban la postura.

-Milord¿qué habed sido eso?

-Eso -Irkalla sonrió con malicia- eso fue el Dragón Blanco de Ojos Azules.

El general pidió su yelmo para colocárselo, arrodillándose delante de su señor.

-Dejad que yo mismo me encargue de esto, milord.

-Miskra, Miskra -el otro le hizo levantarse- Para vos tengo reservada una misión más loable que entrar ahí. Además, nunca fue mi intención irrumpir en la tumba de Seth.

-¿Señor?

-Vámonos.

Irkalla se dio media vuelta, completamente indiferente a la recién pérdida de sus hombres.

-¡Tomad vuestros caballos! -ordenó en voz alta el general- ¡Seis hombres a la vanguardia¡El resto seguid conmigo!

Todos montaron los corceles, izando el estandarte negro de escudo blanco con la figura bicéfala de un fénix, que ondeó a la brisa mediterránea. El grupo de avanzada se apresuró, perdiéndose pronto en el oscuro horizonte.

-Milord¿habéis ordenado entrar a la tumba para confirmar vuestras sospechas del Duelo de las sombras?

-Vuestra agudeza es una de las tantas cualidades por la que os reservo a mi servicio, Miskra -contestó Irkalla, cabalgando despacio- De hecho, ya tenía esa certeza, pero quería divertirme un poco.

-¿Con qué objeto, mi señor?

-Para tener la dicha de la victoria consagrada. Es delicioso y hasta en éxtasis saberse aventajado sobre el enemigo.

-¡General, vuestra escolta regresa! -anunció uno de los soldados.

-Miskra, jamás me fatigaré en deciros lo sorprende y confiable que sois.

-Milord.

Cuatro jinetes aparecieron en la distancia, cabalgando en gruesos y feroces corceles, como ellos mismos. Sus armaduras en plata y negro les hacían parecer espectros de la noche. Cuatro capas, verde, blanca, roja y azul se ondeaban al viento así como sus crines de sus cascos puntiagudos. La bruma levantada por la carrera era su estela pálida que les seguía a la luz de la luna llena, que luego iluminó sus máscaras demoníacas que cubrían sus rostros.

La escolta llegó aprisa frente a Irkalla, desmontaron y se arrodillaron clavando sus espadas dentadas en la arena. El de la capa blanca se adelantó para tenderle un bulto de lino viejo y carcomido. Irkalla sonrió complacido.

-Decidme¿encontrad alguna dificultad en su empresa?

-No hubo ni habrá -contestaron los cuatro con orgullo.

Riendo malicioso, Irkalla tomó el bulto que pasó a su general.

-Cuidadlo mejor que vuestra propia vida hasta que lleguemos a casa.

-¿Qué es esto milord?

-La perdición de Atemu -respondió sin más explicaciones, volviéndose a los cuatro a sus pies. Ahora, queridos, cabalgad al norte donde el Kraken habita y buscad a los guardianes de los bosques; decidles a su Sumo sacerdote que el poderoso Irkalla demanda el Corazón Ilegítimo. Os encontraremos a orillas del mar de sal.

-Así será -proclamaron los cuatro guardias.

Con la misma presteza con que habían llegado, esos cuatro enmascarados se retiraron, no sin antes saludar a su general quien le echó otro vistazo al maloliente bulto que tenía en brazos.

-Vuestra sinceridad ha de ser mi mejor arma en contra de mis rivales -dijo Irkalla, azuzando a su caballo- Es hora de reposar nuestros cuerpos y trabajar en la paciencia, observando al enemigo.

El grupo siguió su marcha que tenía a la luna por única testigo, tocando con su pálido resplandor la figura de Irkalla, cuyas pupilas se dilataron, alargándose de forma felina para luego abrirse por el medio, haciendo de éstas una especie de cruz oscura en sus ojos.

-… el tiempo es nuestro aliado.