Sentimientos pendientes…

Prólogo

"Mis memorias…"

No supe como sucedió, tan solo pasó. No sé qué fue lo que me enamoró o lo que tanto me atrajo de ella. En un comienzo, solía ir a la biblioteca de aquel enorme y desconocido castillo inglés para ser el mejor en el Torneo de los Tres Magos, debía ganar…ansiaba ganar , no pudimos ganar el título de campeones mundiales de quidditch, pero si me convertiría en el mejor mago del torneo.

Pensaba todo eso y más, hasta que la vi.

Ingresaba al lugar, apurada y con expresión anhelante, siempre con un bolso enorme, de seguro lleno de libros, y más libros entre sus brazos. Tomaba asiento dos mesas delante de mí, siempre bajo a una ventana para que el sol la alumbrara y una vela a su costado derecho para cuando la tarde cayera. Era intrigante verla, llamó mi atención que podía pasar tardes y tardes completas estudiando con su rostro pegado a algún enorme y antiguo libro. Desde el primer momento en que la vi me pareció encantadora; quizás no era la chica más hermosa que hubiese visto en la vida; al fin y al cabo, mi fama como "Jugador internacional de Quidditch" me había permitido conocer a varias muchachas, de todos los tipos, muchas nacionalidades y muchas personalidades, pero ella... Ella era una niña. Una inocente, femenina y encantadora niña.

La observaba con sigilo, siempre escudado detrás de un libro, de los cuales dudo haber leído siquiera uno. Casi siempre estaba sola, de vez en cuando la saludaban o se dirigían a ella para hacerle una pregunta, tenía pocos amigos, y a veces la veía interrumpir sus estudios por ellos, pero no más de cinco minutos, pues no salía de la biblioteca hasta que por los menos leyera la mitad del libro. La observaba también cuando resoplaba indignada y tratando de concentrarse porque sus compañeras de escuela pasaban por mi lado y soltaban risitas emocionadas al verme. Observaba también cuando aquel pelirrojo llegaba a buscarla, a veces reían, pero la mayoría de las veces discutían en susurros, se acercaban mucho cuando discutían y bajaban la voz. Ella daba miradas furtivas alrededor para ver si estaban molestando a alguien, pero a él no le importaba en lo más mínimo los demás. En otras ocasiones hacían los deberes de la escuela, pero el pelirrojo se distraía fácilmente, me observaba, y una vez abrió la boca para hablarme, pero ella tomó su brazo y lo volteó bruscamente. Otra excusa para acercarse y discutir en susurros. Creo que esa fue la primera vez que ella me miro, pero no fue con rostro de impresionada, era enojo.

El tiempo seguía pasando, y cada vez sentía aquel impulso de acercarme a ella, pero siempre estaba ocupada, y muchas veces acompañada de Potter. Era su mejor amigo, estudiaban, conversaban y sonreían. Pasaban mucho tiempo juntos, cuando Potter se iba llegaba el pelirrojo con cara de pocos amigos, discutían nuevamente y después de unos minutos el se la llevaba, caminaban rápido y entre susurros, pero ella siempre se dejaba conducir por él.

Después de un tiempo, no me conformaba solo con verla en la biblioteca. Comencé a observarla en el comedor, en los pasillos, en los jardines, cuando ella paseaba en el lago, o se sentaba a estudiar en el pasto. Fue una de esas tardes en que me atreví a hablarle. Hablamos sobre libros, el mundial de quidditch, el torneo y de su amigo Potter.

En un principio, pensé que las cosas irían bien, a pesar de ser bastante distante y misteriosa, creí que mi edad, mi escuela, el ser jugador de quidditch y uno de los campeones, la impresionaría. Para Navidad aceptó ir al baile conmigo, después de haberla encontrado en la biblioteca bastante alterada, escribiendo un ensayo y hablando sobre la inmadurez de algunos.

Entonces, comenzó a cambiar y aquella encantadora niña comenzaba a convertirse en una linda e inteligente jovencita. Fue aquella noche, la del baile, la que cambió todo. La pasábamos muy bien, bailamos y ella lucía encantadora; hasta que fui por unas bebidas, la perdí, y creó que también perdí cualquier oportunidad con ella si es que alguna vez la tuve. Para cuando la encontré de nuevo, Hermione lloraba adolorida, apoyada en uno de los muros de piedra a la entrada del salón tratando de quitar las lágrimas de sus mejillas apresuradamente, no quiso hablarme más y la noche se arruinó…

- ¡¡Es un tonto!! – fueron sus única palabras - ¡¡un idiota e inmaduro!!

Dirigió su mirada hacia una de las mesas a un costado del salón, dos lindas chicas, mas sus dos mejores amigos… debía estar hablando de uno de ellos y era obvio cual era. Supe entonces que Hermione estaba interesada en él, algo más que amistad, debí haberlo imaginado, todo lo indicaba, pensé, pero después el panorama cambió.

- Nada – me respondió Potter – Somos amigos. No es mi novia y nunca lo ha sido.

Me quedé más tranquilo. El año pasó, pero su actitud hacia mí cambió y ella no aceptó nada después de aquella noche de navidad. La volví a observar de lejos, se le veía más contenta, siempre al lado de sus dos mejores amigos. Después de todo lo que sucedió aquel año, volví a mi natal Bulgaria y pasó el tiempo. Rechazó mi invitación de pasar unas semanas en Bulgaria, diciendo que pasaría unas semanas con sus padres y que había recibido la invitación de otro de sus amigos y no podía rechazarla.

Seguíamos escribiéndonos, siempre como amigos. Un año completo en que esperaba con ansias las lechuzas de Hogwarts, para saber cómo estaba, leer lo que tenía que decirme o ver su esmerada caligrafía. Hasta que me di cuenta que sus cartas tenían un nombre en común. Ron .

Todas tenían al menos un cuarto de pergamino hablando de aquel amigo, cosas que les sucedían a ambos, como él la defendía de cualquiera que quisiera hacerle daño, cuan torpe pero brillante podía llegar a ser o de cuanto había mejorado en el quidditch; mas de alguna vez nombró a Harry Potter, pero el nombre de su amigo pelirrojo estaba en cada una de sus misivas, al menos una vez por párrafo. Sus cartas comenzaron a descontinuarse, ella argumentaba trabajo en la escuela, pero sabía que había algo mas, pues para el año siguiente perdí todo contacto con ella.

Comencé a salir con otras personas, amigos y por supuesto otras chicas. Maduré y crecí. Continué jugando quidditch y traté de olvidarme de esa pequeña joven británica, pero no lo conseguí. Un año después Fleur Delacour se casaba en Inglaterra, nada más y nada menos que con un Weasley, hermano del famoso (en las cartas de Hermione) Ronald Weasley. Entonces, supe que luego de dos años volvería a ver a esa encantadora jovencita.

No voy a olvidar el momento en que la vi otra vez. Reía con alegría, y se veía más linda que nunca. No me equivoqué, era la misma encantadora, inteligente e inocente castaña, pero ahora convertida en una mujer. Una hermosa mujer.

Sin embargo, una vez más se encontraba sonriendo al lado de él. Ahora no era una pelea necesaria para que ellos se acercaran con la excusa de los susurros. No. En ese mismo instante, supe que ella no me correspondería jamás, me bastó el sonrojo de ella al verme, su cartera cayendo al suelo, la risa baja de aquellos gemelos, la proposición del otro pelirrojo para llevarme a mi asiento y la mirada iracunda que me dirigía aquel hombre de ojos azules. Observé que apenas yo entraba a la tienda, ella se volteaba hacia Weasley, se acercaban, ella alzaba su rostro y él se agachaba un poco para discutir algo apresuradamente y en voz baja.

La confirmación vino cuando traté de buscarla una vez más. No se separaba de Ronald Weasley. Estuvo a su lado en la ceremonia, y con él se sentó durante la fiesta. Sin embargo, yo era una estrella del quidditch, mucho mejor que aquel pelirrojo y no dudé en buscarla otra vez. Pero no, estaba equivocado, i él /i bailó con ella, como yo quería hacerlo, fue él quien rodeaba su cintura como yo deseaba hacerlo, ella sonreía para él , y le observaba con cara de enamorada como yo ansiaba que lo hiciera conmigo. Frustrado, me di cuenta que Hermione jamás me correspondería y que nunca me había correspondido.

Necesitaba hacer algo, buscar a otra chica no ayudaría y en mi furia solo atiné a retar a duelo a aquel hombre de cabello rubio con el símbolo del asesino de mi abuelo en su espalda.

Entonces… sucedió.

No supe que estaba pasando, por qué la gente corría y gritaba, o por qué el novio le entregaba a Fleur su varita y ella entre lágrimas desaparecía. Hasta que los vi dirigiéndose a la tienda. Mortífagos.

Mi primer pensamiento fue para ella, solo para ella. Necesitaba buscarla, protegerla y cuidarla. La busque entre la gente con frenesí y entonces la vi, pero ella solo pensaba en él y lo llamaba con desesperación, con mucho más que angustia en su voz, en ningún momento me vio, el otro pelirrojo tomó su mano, pero ella solo pensaba en buscar al hermano del novio. A lo lejos lo vi a él, también la buscaba angustiado. Con dolor vi como se encontraban, ella le tendió su mano y él la tomó rápidamente, al tiempo en que los rostros de ambos se suavizaban con alivio y los tres jóvenes desaparecían del lugar. Ronald Weasley me la había quitado para siempre.

Fue un año de angustia, pasó mucho tiempo y tenía miedo por ella. Sabía de su origen muggle, sabía que la buscaban. Yo mismo la busqué por todos lados para ayudarla, pero no la encontré. Sufrí pensando en que quizás jamás volvería a verla con vida.

Sin embargo, apenas Voldemort estuvo muerto, ella apareció. Estaba viva, bien y tan linda como siempre, pero no estaba sola; aquel pelirrojo estaba con ella, y ya no era amigos.

Decidí olvidarla. No quererla. Hermione Granger era nada en comparación a otras chicas que yo conocía, pero a la vez era todo. Diferente y única. Pero no quería saber de ella, no contesté la única carta que me envió para decirme todo lo que había sucedido con Voldemort, de todo lo que ella, Potter y su ahora novio Ron, habían pasado. Pasaron los años, me casé, pero mi esposa no llenó el espacio que Hermione había dejado. No habían pasado dos meses de mi separación con mi mujer, cuando me llegó la carta de Hermione. No era una carta. Era una invitación a su boda.

Y ahí me encontraba otra vez. En el peor día de mi vida, pero de igual forma añoraba verla. Estuve ahí, en la última fila para ver como Ronald Weasley al fin la apartaba completamente de mi lado. Cuando la vi entrar en ese vestido blanco, mas angelical e inocente que nunca, solo podía pensar en que era yo quien la esperaba sonriente al final del pasillo, y que era a mí a quien miraba con ojos de enamorada, que era yo quien tomaba su mano para ayudarla, que a mí me sonreía, que era yo quien la besaba, como toda la vida desee hacerlo. Que todos se ponían de pie para aplaudirnos a nosotros , mientras una lluvia de luces caía a nuestro alrededor. Que no era Ronald Weasley el que rodeaba su cintura y la besaba en el brindis de la fiesta, que era yo el que bailaba con ella. Que ella sonreía por lo que yo decía. Y deseé con toda mi alma, que partiera conmigo después de abrazar a sus amigos, su familia, y a los niños pelirrojos. Quería ser yo y no Ronald Weasley el que la llevaba de la mano para partir con aquella, nerviosa pero radiante Hermione Granger. No, no era yo, y tampoco era Hermione Granger, ella era Hermione Weasley.

Desde entonces perdí todo contacto con ella, imagino que no tenía más tiempo que para su marido y su trabajo, pero yo no podía olvidarla. Definitivamente, no pude olvidarla y unos meses después me traslade a Inglaterra con el fin de buscarla y verla algún día. Supe que trabajaba en el Ministerio de Magia y que vivía con su familia a las afueras de Londres en una pequeña villa mágica.

Tan solo quería verla otra vez, y cuando al fin lo hice, no pude evitar pensar que las cosas se solucionarían, y quizás podríamos terminar lo que nunca habíamos comenzado. Hermione caminaba sola en una de las abarrotadas calles de Diagon Alley casi cuatro años después de su boda, no tendría más de veintitrés años, y lucía tan encantadora y misteriosa como siempre. Se movía entre la gente apresurada, con un enorme abrigo gris cubriendo su menuda figura. Era pleno invierno, y pequeños copos de nieve caían alrededor de ella. Sus ojos brillaban de una manera especial al tiempo que se detenía para ingresar a la tienda de artículos de quidditch, con una sonrisa en su rostro.

También sonreí, contento de verla otra vez. No dudé en abrirme paso entre la gente, y cruzar la empedrada calle. Alcancé el enorme ventanal de la tienda y mi sonrisa se congeló sobre el reflejo de una de las lujosas y veloces "Saeta de Fuego 390". Mi garganta se apretó y algo en el pecho se contrajo.

Hermione caminaba entre uno de los pasillos mientras se quitaba el enorme abrigo. Estaba embarazada.

Sonrió ampliamente cuando vio a Ronald Weasley dirigirse a ella desde el lado contrario y se apresuró en besarlo en la boca suavemente. Ambos sonrieron, Weasley se inclinó un poco para acariciar el vientre de ella y decirle algo que yo no pude oír. Volvieron a reír y besarse otra vez. Sentía furia dentro de mí, sentí rencor y ganas de matar aquel hombre de ojos azules que me había quitado todo lo que yo deseaba, a ese niño que iba a nacer, e incluso a ella, a Hermione, que era feliz sin siquiera pensar en cuan infeliz me estaba haciendo a mí. Entonces, la niña se acercó a ellos y demandó su atención, no tendría más de dos años y era tan pelirroja como su padre, daba pasos torpes y sonreía apuntando una de las escobas para niños que estaban en lo alto. Su madre dijo algo y los tres rieron, Weasley la alzó en sus brazos y la pequeña se aferró a su cuello, mientras Hermione acariciaba su rosada mejilla. Los tres conversaban animadamente, sonreían idílicamente y eran definitivamente felices. No pude soportarlo y me alejé cabizbajo calle arriba.

Seguí. Mi vida continuó y traté nuevamente de olvidarla sin resultado alguno.

Así es como estoy aquí y ahora. Como un estúpido frente a la casa de los Weasley a las afueras de Londres. Detrás de la cerca de atrás, entre los frondosos árboles que rodean la casa. Aquella niña que hace tres años miraba la escoba en brazos de su padre, es una réplica pelirroja y ojiazul de Hermione pero con la expresión alegre de Ronald Weasley. A su lado está el pequeño, un niño de no más de cuatro años, idéntico a su padre, mucho más que su hermana, sin embargo, tiene aquel aire de espontaneidad e intriga de Hermione.

Los observo. Juegan en el jardín con alegría, y corren en medio de los rosales riendo con inocencia, y pienso que quizás pudieron ser mis hijos, míos y de Hermione. Entonces la veo a ella una vez más. La madre de los pequeños sale de la casa con una bandeja y la posa sobre la terraza, trae galletas y jugo de calabaza para los niños. Detrás de ella, sale él. El culpable de todas mis penurias. Ronald Weasley sonríe y rodea la cintura de Hermione para besarla, ella responde y rodea el cuello de su marido con sus brazos, se le nota contenta y satisfecha, susurran algo, muy cerca, como siempre lo han hecho, pero ahora no pelean, se sonríen y se vuelven a besar, hasta que los niños los interrumpen y ellos se separan para dirigir su atención a aquel par de pequeños pelirrojos, que ríen sin saber lo que viene.

La rabia vuelve a invadirme y está decidido. Debe acabar, mi desdicha debe acabar y yo debo tomar mi verdadero lugar.


Hola a todos!... no soy muy nueva escribiendo fics pero si en esta página. Espero que disfruten este, y aunque comience en primera persona, es solo el prólogo. Un abrazo grande, gracias por leer y por supuesto continúen leyendo.