¡Hola a todos! Lamento muchísimo haberme demorado cuatro meses en actualizar. Quería terminar bien la historia y no me resultaba. Además este capítulo es eterno 80 paginas de Word con letra tamaño 11. En este capítulo si está el crossover, pero en realidad es más bien implícito. Las CHMD tienen poquitas líneas, creo que una o dos escenas. Espero que les y lo disfruten.

Ya saben. La historia tiene como protagonista a Sophie Mathews. Es un AU paralelo al Príncipe Mestizo, así que si quieren saber qué pasa con Harry y compañía, lean el libro. Ninguno de los personajes de Harry Potter me pertenece. Tampoco los de CHMD. No lucro tampoco con esto, es solo realización personal. ¡Que el último capítulo!

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Capitulo 26: "El nuevo Lord"

El viaje en el portal solo duró unos segundos. Rodeada de la extraña sensación de estar metida en algo parecido a la gelatina rogaba porque todo saliera bien. No está de más ser precavida- pensó antes de aparecer su fiel espada. Bien podía terminar en medio de un nido de arañas, como en medio del océano. En realidad no estaba muy documentado el tema de los viajes en el tiempo. Ella podría considerarse más bien un sujeto de prueba.

Sintió que la gelatina se volvía cada vez menos densa y luego caer. Afortunadamente, lo que parecía una mullida alfombra amortiguó la caída de unos dos metros. Incorporándose con la espada en mano, observó atentamente el lugar en que estaba. Era una habitación pequeña, sonrió al reconocerla. En ese lugar habían demasiados colores como para parecer peligrosa, aún estando oscura, pero no podía confiarse, no sabía cómo podían haber cambiado las cosas.

-¿Cielo, eres tu?- escuchó una voz ronca que venía de la cocina y su corazón dio un brinco. Bajó cautelosamente la escalera, sin dejar todavía la espada, rumbo a la única habitación iluminada de la casa. Por la puerta abierta de la cocina pudo ver un hombre alto de unos cuarenta años y pelo castaño, que buscaba algo en el refrigerador, mientras con la boca sujetaba la bolsa del pan. Sacó unos platos del aparato eléctrico y lo cerró con el pie. Sophie sonriendo inconscientemente, había caminado hacia la luz, con los ojos nublados por las lágrimas.

-¡Diablos, hija! ¡Me asustaste!- exclamó alegremente casi soltando los platos al verla en el umbral-… ¿Estas bien, cielo?- preguntó preocupado al ver las lágrimas que corrían por sus mejillas- ¿Eso es sangre? ¡¿Estás herida?!- ella negó con la cabeza y corrió a abrazarlo. Henry Banks estaba oficialmente asustado. La Sophie que él había conocido hacía trece años era cariñosa y dulce. Hacía un año, después de algún enredo mágico, se había encontrado con que su pequeña y adorada hija, no lo recordaba y mucho menos reconocía como su padre. Le costó sudor y lágrimas que ella confiara en él y lo aceptara. Y ahora, la muchacha se aferraba a él como si fuera el último salvavidas del Titanic.

-¡Paige!- llamó asustado cargando con su hija que seguía aferrada a su cuello como si la hubieran pegado.

-Estoy bien, es solo que te eche de menos, papito- susurró despegando su cara de su pecho y esbozando una tímida sonrisa- ¿No te he dicho últimamente lo mucho que te quiero, verdad?- él solo la abrazó y besó su cabeza antes de volver a gritarle a su esposa, sintiendo que el cuerpo de su hija se relajaba y se volvía cada vez más pesado.

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Observaba a la hermosa joven que dormía a su lado, su negro pelo se desparramaba en la almohada dándole una apariencia angelical. Su boca, su cuerpo… Todo en ella era tentador y extasiante. No podía creer que se había metido en esa situación. Él que tenía que volver a cumplir con sus compromisos familiares. Siempre había sido tan apropiad y, ahora se veía involucrado en ese enredo de faldas. Debería maldecirse a si mismo, por haber sucumbido a la tentación de hablarla en ese restaurante. Le habían comentado de aquel nuevo lugar, que a pesar de ser muggle, era totalmente agradable. Por esa razón, con uno de sus socios americanos, había hecho la reserva. Ella los había recibido y guiado a la mesa y él se había quedado prendado de esa boca roja, que incitaba a besarla y esos ojos oscuros llenos de misterio. En un arrebato la había invitado a salir y terminado bailando en algún lugar muggle. Una cosa había llevado a la otra y habían terminado en el hotel donde se hospedaba. Su razón decía que luego de ese encuentro debía terminar la relación. Que su prometida jamás se enteraría y que no pasaría de ser una especie de despedida de soltero, pero a lo largo de esas dos semanas, había sido flechado irremediablemente por la alegre y encantadora americana. Y ahora… Pero ¿Quién podría culparlo por no poder resistirse a la mujer más bella y sexy que había visto en su vida? Debía ser algo cultural, porque de todas las muchachas y mujeres que conocía en su país, no había ninguna tan deslumbrante como ella. Eran bonitas, elegantes, pero les faltaba... ¿brillo? Ella se removió en la cama y abrió los ojos regalándole una sonrisa remolona

-¿Qué haces despierto tan temprano?- le preguntó incorporándose mientras se refregaba un ojo.

-Tenemos que hablar- le respondió serio. Ella lo miró preocupada- Yo regreso a mi país, Paige. Me voy hoy mismo en la noche-ella asintió- No podemos seguirnos viendo, verás… Yo tengo una prometida, voy a casarme con ella la próxima semana y…-.

-Y yo fui tu despedida de soltera- dijo herida- ¿Porqué no dijiste que tenías novia? Yo te lo pregunté desde un principio ¡Y tu no dijiste nada!- había salido de la cama enrollada en la sábana y recorría la habitación buscando su ropa- ¡¿Te pareció muy bien acostarte con una gringa?! ¡Ahora podrás contarle a tus amigos!...-.

-No es así, yo jamás... Por favor, no entiendes… Yo tengo compromisos, con mi familia, con mi posición…-.

-¿Posición? No me vas a salir ahora con que eres una especie de noble, porque…-.

-No soy un noble, no seas ridícula- ella le devolvió una mirada indignada, mientras seguía recogiendo sus cosas- Mi familia ha gozado siempre de cierta posición en nuestra comunidad. Estoy prometido desde que tengo trece años, ni siquiera la conozco, no la he visto más de cinco veces en mi vida, no puedes…-.

-¡¿No puedo qué?!- se acercó peligrosamente hasta quedar frente a su cara- ¿No puedo juzgarte? ¿Tengo que entender que estás prometido? ¿Crees que me hace sentir mejor que me digas que ni siquiera la conoces, mientras has estado metido en la cama conmigo las ultimas dos semanas?-.

Él se había parado de la cama, donde había permanecido sentado todo el rato, viendo como ella revolvía como un duende de Cornuels la habitación, sacó del cajón del velador un estuche alargado de color azul y se lo extendió. Ella lo tomó con reticencia, sin soltar su ropa. Esperaba que con aquel regalo se tranquilizara un poco, mal que mal, le había costado una pequeña fortuna.

-¿Esto es un regalo de despedida o un pago?- le preguntó fríamente.

-¡Merlín! ¡Por supuesto que no es un pago! Yo jamás pensaría una cosa así de ti... Esperaba que tampoco fuera un regalo de despedida- ella ahora lo observaba inexpresivamente- Quizá… Tal vez podríamos vernos de todas maneras. Astoria no tendría porque ser un problema…-.

-¿Me estás ofreciendo ser tu amante?- lo interrumpió indignada- Esto- blandía el estuche peligrosamente cerca de su cara, amenazando sacarle un ojo- es un asqueroso pago ¡yo no voy a ser tu amante! ¡¿Me escuchaste?!-le tiró el estuche a la cara y entró en el baño encerrándose con un portazo.

Se acercó a la puerta y la golpeó. Odiaba haberla hecho sufrir. Había malinterpretado todo lo que había dicho. Jamás la vería como una cualquiera. Hubiesen podido seguir viéndose a pesar de todo. Esas cosas siempre pasaban en las familias como la suya. No entendía que él tenía una obligación con su posición.

-¿Paige?- llamó suavemente.

-…….-.

-¿Paige?- la sentía revolver dentro del cuarto de baño.

Iba a golpear nuevamente, cuando la puerta se abrió de sopetón. Ella salió echa una fiera, atropellándolo, ya completamente vestida.

-Guárdate tus regalos y olvídate de mi- le ordenó- o te convierto en rata- el rubio no pudo evitar sonreír ante la amenaza, pensando que cómo una muchacha muggle podría transformarlo en rata- ¡Ah, sí!... Olvide decirte que soy bruja ¡Imbécil!- salió indignada de la habitación con los zapatos todavía en la mano dejándolo con la horrible sensación de haber perdido la persona que más le había tocado el corazón en su vida.

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..."Te prometo que no dejo que te golpees muy fuerte"...decía riendo una muchacha muy abrigada, cuyo rostro no lograba distinguir bien y lo tironeaba de la mano a lo que parecía un lago congelado... la muchacha estaba parada en el borde de una de las almenas de ¿Hogwarts? Y el viento batía la capa de su uniforme dramáticamente... sonreía encantadoramente, con las mejillas arreboladas y una fina capa de sudor que bajaba por su cuello y se perdía en lo que le parecía la más adorable ropa interior, arrinconándolo contra una especie de maquina de torturas...

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-Necesito hablar con ella. Por favor- agregó incómodo al ver la cara de desagrado del hombre que le había abierto la puerta cargando a un bebé.

-No quiere hablar contigo. Dice que te puedes ir por donde viniste y que te lleves tus regalos...- hizo una especie de mueca- en otras palabras-.

-Por favor-pidió esperando encontrar un poco de solidaridad de género en su interlocutor. El hombre lo estudió indeciso un momento y luego abrió la puerta dejándole entrar en la casa. Le indicó que se sentara y subió a buscarla.

Observó la casa mientras esperaba. Era simple, muggle, nada parecía mostrar que ahí viviera una bruja como había dicho ella. Los vitrales de las ventanas, brillaban con el sol dándole la ilusión de ver un reflejo de luces a su derecha. Cuando volteó a ver qué había llamado su atención, se encontró con un pequeño de unos tres años, de pelo rubio que lo observaba desde atrás de un sillón. No parecía asustado, sino más bien curioso. Miraba hacia un dragón de juguete que estaba tras él.

-¿Quieres el dragón?- se lo tendió pensando que el niño no se atrevía a acercarse porque no lo conocía. Merlín sabría lo que le pasaba al niño, porque él nunca había estado en contacto con ninguno y la idea de ser padre, si bien se le venía encima con lo de su boda, tampoco era tan inmediata. Para su sopresa el niño sin dejar de mirarlo pestañeó y el dragón se desvaneció en un montón de lucecitas brillantes y apareció en el abrazo del niño. No alcanzó a ser conciente de la sensación de deja-vu, porque por las escaleras, como un huracán bajaba la mujer que había ido a ver...

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Escuchaba unas carcajadas que no lograba identificar, mientras caminaba por los pasillos de San Mungo rumbo a la habitación de Astoria, en ella estaba la riqueza más grande que pudiera alcanzar, bien envuelta en una mantita blanca, con su piel rosadita y arrugada y el fino cabello rubio, que parecía casi inexistente. Miraba alrededor, pero todo estaba oscuro fuera de esa puerta y las carcajadas seguían poniéndolo nervioso. Nunca había entendido la extraña sensación de pérdida que había sentido cuando tomó por primera vez a Scopius. Definitivamente era el momento más feliz de su vida, pero no se podía quitar la sensación de haberse perdido de algo...

...Has lo que tengas que hacer, Draco. Yo me cuido sola, siempre lo he hecho...

...Yo entiendo Draco. Todo va a salir bien. Yo se me cuidar sola...

La voz resonaba en sus oídos y las carcajadas aumentaban y se volvían un ataque de risa, pero ya no eran escalofriantes y frías, sino alegres, cálidas...

Abrió los ojos de golpe, dando un pequeño salto en la cama. Tenía la respiración agitada, como si acabara de arrancar de un dragón enfurecido. Volteó la cabeza, para ver si había despertado a la persona que dormía a su lado. Ella se acomodó suavemente, haciendo que uno de sus rubios mechones cayera sobre uno de sus ojos. Su esposa. Había tenido una pesadilla tan extraña, que había terminado angustiado. Se levantó cuidando de no despertarla y tomó la cigarrera del velador. Salió al balcón de su habitación, esperando que el aire frío le despejara la cabeza y lo tranquilizara lo suficiente para poder volver a dormir, ya que apenas debían de pasar de las dos de la madrugada.

-Merlín, bendito- susurró, dejando caer en encendedor, cuando a medio hacia su boca, lo golpeó el entendimiento- ¡Dioses!-.

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En retrospectiva, era un hombre satisfecho. Tenía a su mujer, unos hijos que adoraba y extrañaba infinitamente ahora que estaban los tres en el Colegio. Era exitoso en su profesión. Había sobrevivido a tantas cosas... Pero en ese preciso momento, mientras revisaba unos documentos, en el despacho en Grimauld Place, lugar al que finalmente, luego de muchos esfuerzos y con la ayuda de la carpintería muggle, habían podido acondicionar como su hogar, porque él no había soportado la idea de irse a vivir al Valle de Godric, el Jefe del Departamento de Aurores del Ministerio de Magia Inglés, fruncía le ceño. Eran hechos aislados, como una golpiza recibida fuera de un bar por un mago nacido de muggles, algunos rumores acerca de grupos de negro reunidos en las noches, pero su insitito le decía que no podían confiarse. No podían permitirse descansar en la tranquilidad de que Voldemort estaba muerto, al igual que la mayoría de sus secuaces y que los que habían sobrevivido estaban en Azkabán o eran vigilados de cerca. Había indicios de rituales y rastros de hechizos de magia negra en todos aquellos incidentes aislados. Inevitablemente, siempre terminaba siendo su responsabilidad, la paz del mundo mágico. Al menos ahora era un adulto capacitado, que no iba a permitir que nada pusiera en riesgo la vida y la tranquilidad que deseaba para su familia, el mundo en que debían crecer sus hijos. La idea de acurrucarse junto a Ginny, quien dormía, en la habitación, era cada vez más tentadora, sobre todo teniendo en cuenta que por primera vez en... ¿quince años? Tenían la casa para ellos solos.

Los golpes en la puerta de calle lo hicieron volverse a media escalera. Nadie llegaba por la calle y menos a esas horas.

-¡¿Quién?!-preguntó secamente.

-Draco Malfoy, Potter-.

Harry despertó de la impresión. ¿Qué podría querer Malfoy en su casa? Si bien es cierto que después de la guerra las cosas se habían calmado y ahora que eran adultos se toleraban educadamente, cuando se topaban en algún sitio, definitivamente no eran amigos. Nunca había invitado al Hurón saltarín, como todavía seguía llamándolo Ron, a su hogar. Sin mencionar, que eran casi las tres de la mañana y no había utilizado la red floo. Había llegado por el lado muggle y si después de todo lo que había pasado en su vida, tenía alguna certeza, era que los Malfoys, revindicados o no, no se codeaban con muggles si podían evitarlo.

-Necesito hablar contigo, Potter- el moreno, quien aún no salía de su asombro, se movió a un lado de la puerta, para dejarlo pasar. Entró en la sala estar y encendió la chimenea.

-Sorpréndeme- dijo sentándose un uno de los sillones frente al rubio.

-Potter, ¿Qué recuerdas de sexto año?- preguntó ansioso.

-Veamos- se llevó un dedo a la frente fingiendo pensar- Recuerdo vívidamente que envenenaste a Ron, le diste un collar maldito a Katie, dejaste entrar los mortifagos a Hogwarts...Ah! que por tu culpa, Snape tuvo la oportunidad de asesinar a Dumbledore...- el rubio apretó la mandíbula incómodo.

-No necesito que me recuerdes las cosas que hice, Potter- respondió de mala manera- No tengo que explicártelo, pero yo estaba obligado a hacer todas esas cosas- Harry arqueó las cejas escéptico. Nunca habían hablado realmente de lo que había sucedido en esa época. De hecho era la única vez que había mantenido una conversación de más de dos frases con él- Además- agregó- estuve en Azkabán todo un año, pagando por ellas- miró fijamente al moreno- Necesito saber si recuerdas algo más de lo que sucedió o si yo me estoy volviendo loco-.

Harry frunció el ceño, en un recurrente gesto de concentración- Por hechizarte, no pude estar en el último partido de quidditch...-.

-¡Merlín, Potter! ¡No seas idiota!- lo cortó desesperado- ¿No recuerdas a nadie más, que no recordabas hasta esta noche?-.

Harry, quien había abierto la boca para protestar por el insulto del rubio, al escucharlo esbozó una sonrisa burlona

-¿A quien podría recordar esta noche, que no recordara esta mañana, Malfoy?- se fijo bien en la apariencia del rubio, que parecía un poco nervioso- ¿Te sientes bien, Malfoy? Porque si quieres puedo llamar a Hermione, que te de un vistazo...-.

-Me siento perfectamente, Potter- lo cortó cuando el moreno, ya se estaba parando rumbo a la chimenea- Potter, por favor, dime que tu también la recuerdas-.

El ligero tono de suplica que se filtró en la voz de su archienemigo escolar, fue lo que más lo preocupó.

-Me temo que vas a tener que explicarme un poco más, porque ya es muy tarde y mi cerebro va un poquito lento-.

-Mathews, ¿recuerdas a Mathews?- pensó que lo mejor era ir directo al asunto. Ya si no la recordaba, le pedía el mismo que lo acompañara a San Mungo para no terminar en una calle muggle sin saber dónde estaba su cerebro.

-¿Quién es Mathews, Malfoy? ¿Alguien del colegio?- ante la mirada desesperada del rubio, frunció el ceño, intentando estrujar sus neuronas. Si era alguien que conocía Malfoy, quizá iba en Slytheryn- ¿en qué casa iba?- suspiró cansado- Vas a tener que darme alguna otra pista, Malfoy, porque no...-

-Tal vez recuerdes que le metiste la lengua hasta las amígdalas, Potter- le espetó derrotado- ¡Dioses! ¿Crees que podrías acompañarme a San Mungo, porque creo que perdí la razón?-.

Al ver al abatido rubio pidiéndole un favor, una extraña sensación de haberlo vivido antes, lo mareó de repente- ¿Sophie?- susurró y el rubio cerró los ojos aliviado- ¿pero cómo? ¡Oh, Dios!-caminó al mueble donde guardaba las bebidas- ¿Quieres uno?- preguntó mientras se servía el líquido color ámbar en una medida dos veces mayor a la recomendada.

-Tiene que haber sido su hechizo- respondió mientras aceptaba el trago, sentándose nuevamente- Lo he pensado mucho y este se tiene que haber roto, porque ella volvió a su tiempo- el moreno asintió mientras se servía otro vaso lleno, porque el primero se lo despachó de un trago- Lo que me preocupa es saber cómo resultó todo. ¿Llegó bien? ¿Algo cambió?-.

-No recuerdo muy claro todo, Malfoy. Es como haberlo soñado. ¿Cómo puede pasar una cosa así?- el rubio se encogió de hombros-.

-Necesito que me ayudes a saber si está bien, por favor- pidió el rubio- Necesito saberlo, pero no puedo averiguarlo por mi mismo- el moreno iba a preguntar porqué diablos, no podía averiguarlo él mismo- Hay un montón de problemas legales. Scorpius es mi heredero, el primer hijo. Astoria se moriría. No puedo hacerles eso, además...-.

-¡Diablos, Malfoy!- lo interrumpió Harry- no entiendo que tiene que ver tu hijo y tu esposa con Mathews...-sus ojos se abrieron en comprensión- ¡Oh! ¿Tu eras...?-.

-Sí, Potter- el rubio bebió lo que le quedaba de un trago- Sophie es mi hija y no me acordaba de ella hasta hace una hora. Mientras mi hijo tomaba clases de equitación, mi hija era instruida para ser una asesina. Cuando Scorpius dormía en medio de nuestra cama porque estaba asustado, mi hija estaba sola, pasando quién sabe qué cosas... ¡Merlín! ¡¿Porqué hago todas las cosas mal en la vida, eh?!- el moreno no contestó, pero sacó una nueva botella y rellenó el vaso del rubio y el propio hasta el tope.

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En el salón estaban reunidos los principales activistas del movimiento, sentados en las mesas que los elfos habían dispuesto para ello. El rubio líder estaba sentado en el centro, contemplando cómo sus planes iban tomando forma. Era un hombre joven, de unos cuarenta años. Corría el rumor que descendía de uno de los míticos fundadores de Hogwarts. A su manera de ver, la sociedad mágica era confiada y floja. Descansaban en la fantasía de seguridad que les brindaba el hecho de que él que los había librado una vez del yugo del mismísimo Voldemort, trabajaba como auror en el ministerio. Todo ese merito y adoración concedida a ese presuntuoso, no hacía más que indignarlo. El día la batalla final de la segunda guerra, había sido declarado festivo y cada año, el ministerio organizaba un pomposo acto, en que solo homenajeaban a Potter. ¿Qué no habían muerto muchos más en la batalla, mientras él se hacía el interesante? ¿No había más nombres a los que rendir honor? El primer aniversario de la batalla, dada la estratégica posición económica de su familia, se había visto obligado a asistir con su mejor cara. Incluso se acercó al maldito grupo de arrogantes que llamaban héroes. Había felicitado a Potter, y el descarado había tenido la desfachatez, de preguntarle dónde había estado él mientras los otros peleaban, cuando había mencionado el hecho de que no solo ellos eran los responsables de la victoria. "Creo haberte visto empujando a unos niños para salir del colegio" le había respondido. Ahora, después de veinte años, se vengaría. Demostraría a toda la comunidad mágica, el error que habían cometido homenajeando a quienes volvían a descuidar la seguridad de la comunidad. Después de todo, él estaba aburrido.

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Había pasado algo más de dos meses, desde su abrupta visita a la antigua casa Black, recordaba haber ido ahí cuando niño acompañando a su madre a visitar a su tía. Tenía que reconocer que la mujer de Potter, había logrado hacer del lugar, un sitio agradable y colorido, que no recordaba en nada a la antigua y tétrica mansión que había conocido. Ahora dirigía sus pasos por el ministerio, rumbo a la oficina del Jefe de Aurores, quien le había informado que tenía novedades respecto a su encargo. Ante su petición de hacer las averiguaciones de la manera más discreta posible, había sido Potter mismo, quien realizara todos los contactos con el investigador americano que habían contratado. Para su más completo desagrado, el moreno había informado a Weasley y su mujer de la situación, cuando estos habían aparecido por la red Flu como a las cinco de la mañana, también recordando todo lo sucedido.

Golpeó en la oficina e ingresó. Saludó con un movimiento de cabeza a Potter y a Weasley, quien también estaba ahí y tomó asiento dónde le ofrecían.

-Bien- logró articular sin perder su elegancia.

-Hablé personalmente con el investigador y no hay registros de ninguna muchacha de quince años, con las características de Sophie viviendo en esa casa- explicó el pelirrojo- Investigamos también a las hermanas y la mayor, tiene dos hijos, que están estudiando en alguna universidad, por lo que no pudimos verlos y una niña de unos once años. La segunda tiene tres niñas pequeñas de menos de diez y la tercera, tiene dos hijos. De once y trece. Ninguna muchacha de quince o dieciséis. Lo lamento, Malfoy- terminó.

El rubio sintió que el asiento en que estaba no era muy firme al escuchar las noticias de parte de Weasley. Potter lo miraba fijamente, con una expresión indescifrable.

-¿Entonces se modificó la línea del tiempo y ella nunca nació?- preguntó al fin el rubio confundido- No debería ser posible, no la recordábamos, cómo podríamos haber modificado las cosas si no estábamos presentes, igual que la primera vez- razono ausentemente, perdiéndose la mirada culpable que intercambiaron los dos aurores.

-Ella misma modificó la línea temporal, Draco- dijo suavemente Harry- Ella nos contó que todos moríamos en la guerra, que la magia se extinguía en Europa. Así que si estamos todos acá, significa que todo cambió- el rubio lo miró atónito.

-¿Todos moríamos?- preguntó incrédulo y los otros dos asintieron- ¿pero có...? ¿Cómo es que estamos todos acá?... ¿entonces ella nunca nació? ¿Nunca existió?-.

-Probablemente tú seas el único que pueda responder eso- respondió solemnemente Harry- Tal vez deberías hablar con su madre-.

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-No estás cumpliendo con tu parte del trato, Zack- le recriminó el rubio líder- Nos prometiste una causa y ya ha pasado mucho tiempo y no sucede nada-.

-Las cosas no pueden ser tan rápidas- se excusó el hombre- No podemos exponer públicamente nuestra posición sin tenerlo todo planeado. Apenas nos mostremos, tendremos a todo el ministerio de Magia buscando respuestas- vio como el rubio alzaba una ceja despreocupadamente para luego dirigir una discreta mirada a su grupo que un poco retirados, escuchaban atentamente la conversación.

-Quizá tu no sabes cómo organizar todo…-sugirió el joven.

-¡¿Estás retándome?!- gruñó en tono bajo, para que el resto de sus seguidores no notara la falta de respeto que estaba teniendo el rubio-Porque te recuerdo que el jefe acá soy yo, no tú…-.

-Creo que el que no tiene claro los conceptos eres tu, Zack- respondió el joven fríamente- Nosotros no somos tus tontos y manipulables seguidores- se enderezó en toda su estatura, esbozando una sonrisa depredadora que lo hacia ver bastante amenazador- vinimos porque estábamos aburridos y tu nos ofrecías una entretención, pero si no planeas moverte aún, quizá debamos encontrar otra distracción… aunque esta sea contra ti-añadió despreocupadamente.

El hombre lo evaluó indeciso entre mandarlo al infierno con todo y su grupo, como era su primer instinto y tranquilizarlo, debido a la innegable ventaja que le ofrecía tenerlos de su lado.

-No es necesario llegar a esos extremos, mi joven amigo- sonrió ampliamente- Entiendo su impaciencia, pero te aseguro que en un par de días tendremos todo listo- observó al grupo que parecía discutir algo entre ellos- Quizá ustedes nos podrían ayudar a afinar algunos detalles que tenemos pendientes- miró al rubio que parecía considerar su oferta- estoy seguro de que tendrán mucho que aportarnos debido a su experiencia- vio como los del grupo sonreían, discretamente, con gesto gatuno- Una vez que comencemos, va a haber mucha entretención para ustedes- ofreció al joven que lo observaba fijamente- ¿Qué me dices?-.

-Una semana-dijo después de pensarlo unos momentos- Te damos una semana o nos vamos- se giró y por unos momentos pareció resplandecer, mientras llegaba junto a su grupo que se alejó con él.

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-No puedo hacerlo- dijo volteándose, con la mandíbula apretada, hacia los dos hombres que lo acompañaban- No puedo llegar y aparecerme después de todos estos años- se pasó la mano por la cara tratando de calmarse.

-Vamos, Malfoy-lo animó Ron-Te tomó más de tres semanas decidirte a averiguar personalmente qué había pasado y más de siete horas de papeleo y tramite en el ministerio para poder llegar a otro continente por la red Floo. ¿Qué ganas con retrasarlo más?-.

-No quiero retrasarlo, Weasley- le contestó molesto- Es que no es fácil. Cómo voy y le explico que necesito saber si nuestra hija está viva, porque resulta que la conocí en su viaje del tiempo y quiero ver qué tal regresó, porque aunque no puedo reconocerla como mi hija públicamente, me preocupa de sobremanera el hecho de que pudiera haberse convertido en polvo mientras viajaba por un portal que ella misma abrió en medio del bosque prohibido o mejor todavía nunca existió porque nos dio datos importantes del futuro, que no recordábamos tener y se modificó la línea del tiempo, pero que a pesar de esto, no tengo intenciones de modificar el hecho de que Scorpius es mi único heredero-.

-¿Piensas dejar las cosas como hasta ahora, Malfoy?- preguntó incrédulo Harry- Yo pensé que querías hacer las cosas bien. Tienes razón, deberíamos irnos. No tiene sentido ir a decirle a Sophie que si la recuerdas, que quieres saber si su viaje en el tiempo estuvo bien y que se ve muy bonita con lo que sea que ande trayendo puesto, porque a las hijas hay que elogiarlas Malfoy- agregó con sabiduría- porque sino, se ponen a llorar y no hay quien las calle y después darnos media vuelta y volver a Inglaterra, porque tú no la puedes reconocer como su hija, ya que tu matrimonio es un negocio y tu hijo debe seguir siendo el heredero de toda la fortuna Malfoy. Seguro eso le agrada mucho- terminó ácidamente.

-Mi matrimonio no es un negocio, Potter- contestó airado- El hecho de que mi esposa la hayan elegido tomando en consideración algo más que la atracción entre nosotros, no significa que no sea una hermosa y encantadora mujer. Nosotros somos muy felices juntos-aclaró.

-Si con eso puedes dormir en las noches, Malfoy- dijo Ron tranquilamente- ¿Vas a tocar la puerta o nos vamos?- urgió sintiendo que la placa de auror que portaba en el bolsillo de su pantalón comenzaba a calentarse-.

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Londres era una ciudad enorme, llena de posibilidades para quien quiere crear algo de caos. Ya lo habían probado los terroristas muggles con sus atentados. Para los magos las opciones eran un poco más limitadas. Inevitablemente si ocasionaban un desastre en el Callejón Diagon, los aurores aparecían en unos minutos, dejándoles pocas opciones de escape. Por esto, a sugerencia de uno de sus aliados "especiales", habían decidido atacar el mundo muggle. No porque les interesara atacar a estos especialmente. Era estratégicamente mejor atacarlos y que estos los tomaran por un nuevo grupo terrorista, mientras la comunidad mágica reconocía que había un nuevo grupo que planeaba aterrorizar a la nueva generación. Debía reconocer que su conocimiento de las costumbres muggles, se limitaba a un pequeño taller tomado cuando aún estudiaba en Hogwarts, sesgado, como todos los conocimientos del séptimo año, por la visión de los mortífagos que se habían apoderado del colegio. Pero todos esos muchachos se desenvolvían con mucha facilidad en el "mundo de los mortales", como había escuchado se referían a los muggles. Jamás hubiese pensado que era tan fácil encontrar un objetivo con tan poca vigilancia. No había más que unos guardias, sin armas, vestidos con un uniforme ridículo y una pila de inocentes muggles para aterrorizar. El plan era simple: Crear un desorden de proporciones, asustar a los muggles de muerte y luego provocar varios focos de incendio que distrajesen la atención del grupo y poder escapar. Luego llegarían los aurores y descubrirían rastros de magia y todo empezaría. El ultimátum dado por el joven rubio, no había sido tan malo como pensaba. Ellos mismos habían ayudado a resolver las pequeñas trabas que estaban teniendo y ahora estaba todo preparado.

El punto de reunión era un callejón cerca de uno de los Centros Comerciales más concurridos de Londres. Volteó al escuchar una serie de pops con los que aparecieron unos treinta hombres y mujeres jóvenes, vestidos con túnicas negras y unos antifaces negros.

-Por Dios- escuchó a sus espaldas un bufido divertido- Si quieren pasar desapercibidos, quítense esas túnicas y los antifaces. ¡Van a pensar que son locos que se perdieron de la fiesta de disfraces!-rió el joven rubio, que junto a sus compañeros, vestían como muggles-No nos van a quitar las cámaras de encima si van vestidos como locos-.

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Pese a que no era partidario de dejarlos inmiscuirse tanto en la organización, habían resultado ser un verdadero acierto. No habían ido todos juntos, sino se habían dividido en tres y acompañado cada grupo de ataque. Todo había resultado como quería. A pesar de solo utilizar hechizos aturdidores contra los muggles, los gritos y el escándalo habían sido monumentales. Ya llegaría la noticia a los aurores y a él.

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La pequeña mujer que los miraba con los ojos entrecerrados imponía respeto. No los había invitado a pasar, por lo que ya llevaban aproximadamente unos diez minutos soportando la airada y desconfiada mirada que les dirigía, solo por acompañar a Malfoy, quien era el principal receptor de su ira.

-¡¿Qué quieres?!- le espetó finalmente al rubio.

-Buenas tardes, Piper- saludó educadamente- Entiendo que no estés feliz de verme, pero me gustaría poder conversar con Paige-.

Ella lo siguió mirando de la misma manera unos momentos más, evaluando dejarlo entrar o no, hasta que rodó los ojos y abrió la puerta, dejándolos entrar-¡Paige!- gritó mientras los guiaba a la sala, donde dos hombres reparaban una ventana que parecía haber sido arrancada de su marco.

-Draco- dijo uno de ellos estrechándole la mano. El otro lo miró con curiosidad al escuchar el nombre- ¿Cómo estas?-.

-Bien, gracias. ¿Tú como estás?- preguntó cortésmente- Ellos son mis amigos, Harry y Ron- presentó el rubio.

-Si, sí, bla bla. ¡Paige!- interrumpió nuevamente la mujer.

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Detestaba el hecho de tener que perderse una comida, menos por estar en una reunión de emergencia a ultima hora. En verdad no le gustaba nada, sobre todo sabiendo que su linda esposa había cocinado su platillo favorito, solo con el afán de subirle el ánimo, ya que, según le había dicho, lo notaba muy deprimido. No me pasa nada, son los ataques, se había excusado. No había querido contarle lo sucedido hace ya dos semanas atrás. Solo recordarlo le ponía los pelos de la nuca de punta. No era depresión lo que sentía, era culpa. Culpa pura y agobiante. Varias noches se había levantado de un salto, cuando al estar quedándose dormido, podía sentir la sangre deslizándose como un pequeño chorro de flujo lento y constante, humedeciendo su estómago. Era muy cierto que había participado en la guerra, que había tenido que enterrar a su propio hermano que había caído en la batalla final. Incluso había ayudado a recuperar los cuerpos para adecentarlos un poco antes de entregarlo a sus dolientes, pero solo habían sido eso... cuerpos. La única vez que había sentido la sangre de otra persona derramarse sobre su propio cuerpo no la podía olvidar. Menos aún después del viaje a América. Habían acordado guardar el secreto. Solo ellos tres conocerían el desenlace final de toda la aventura, pero Hermione lo conocía demasiado bien. Sabía que algo pasaba y no podía contarle nada. Después de todo no era su secreto. Un carraspeo llamó su atención, notó como Harry y los otros jefes de sección lo observaban atentamente. Seguramente esperaban que opinara sobre lo que los convocaba y francamente no tenía idea de lo que hablaban.

-Perdón- les dirigió una mirada culpable- ¿decías?- le preguntó a su amigo-.

-Te preguntábamos si notabas algún patrón en los ataques, tu eres bueno en esto, Ron, yo no veo nada más que azar-.

Ah... los benditos ataques. Durante los últimos tres meses habían empezado a sucederse con más frecuencia y en mayor escala. Había surgido como un rumor de reuniones secretas a la luz de la luna, para volverse una realidad que tenía a la mitad de la población muggle indignada y al ministerio de magia siendo presionado para poner punto final a las actividades de los que parecían más un grupo de revoltosos jóvenes sin oficio que fieles seguidores de magia negra. Después de todo, no existían bajas humanas, ni muggles ni mágicas que lamentar. Se limitaban a crear un caos espantoso, vestido con túnicas oscuras y antifaces, en lugares de diversión llenos de muggles, provocando incendios y lanzando aturdidores y maldiciones inocuas, de niños de primer año, pero sin dejar ninguna victima fatal. Evidentemente, los muggles los habían identificado como un grupo terrorista. El primer ministro británico le había exigido a Kingsley tomar cartas en el asunto apenas se había enterado que los aurores habían revisado los lugares de ataque, encontrando rastros de magia.

La primera cosa que se le había ocurrido a Harry, debido a su conocimiento del mundo muggle, era requisar las grabaciones de las cámaras de seguridad para poder identificar a los culpables, pero estas habían desaparecido misteriosamente, dejándolos sin ninguna posibilidad de ubicar a los responsables. Ahora tenían repartidos una buena cantidad de aurores en los diferentes centros comerciales y lugares estratégicos de Londres con la esperanza de atrapar al menos alguno de los bromistas y ponerle fin a toda esta absurda situación. El problema era que un auror no podría ofrecer mucha resistencia frente a una veintena de atacantes que era, según lo que habían podido rescatar de los relatos de testigos, hombres y mujeres, no muy mayores, vestidos con túnicas oscuras y antifaces negros. Entraban separados, con ropa muggle y se reunían en el centro del centro comercial, ya cambiados, dejando algunos para cubrir las salidas. El afortunado auror que se los topara, debía dar la alarma e intentar atrapar alguno. La idea principal era poder descubrir cómo entraban a la organización para poder infiltrar algunos de los aurores recién salidos de la academia y tener un mejor acceso a la información.

-No veo ningún patrón en las ubicaciones, han ido por toda la ciudad. Apostaría a que están planeadas de esta manera para que no podamos ubicar el siguiente ataque. Son todos lugares muggles, por lo que podríamos sospechar que tienen los mismos ideales que los antiguos mortífagos, sin embargo, no hay ningún muggle hasta el momento herido. Solo los asustan. En el único ataque en que han dejado heridos fue en el que un escuadrón de aurores alcanzó a llegar antes de que escaparan. Según la declaración de Montgomery, el auror que resulto con una contusión, uno de los enmascarados, le lanzó una maldición, pero antes de que esta lo alcanzara, lo golpearon a un costado y lo mandaron volando contra una columna, sacándolo del alcance del hechizo, de ahí la contusión. Al ver quién lo golpeo, se encontró con que había sido uno de los enmascarados, que dijo que las ordenes las daba él y que específicamente había dicho no heridos- el pelirrojo frunció el ceño como siempre que se concentraba- Incluso no tocan las tiendas de mascotas. En al menos dos de los ataques, a pesar de estar estas cerca del fuego que provocan para escapar confundidos en la multitud, estas tiendas han resultado intactas, protegidas por un poderoso encantamiento escudo, según los resultados de los investigadores de la escena. Al igual que una guardería, que estaba vacía, en otro de los ataques-dijo mientras se rascaba distraídamente la cabeza observando los informes que tenía en la mano- Me parece extraño que ataquen a muggles, pero que protejan a los animales y los niños- Harry asintió- también los horarios, no son los de más congestión en estos lugares, según lo informado por los policías muggles, de hecho es como si los hicieran a propósito para que no haya tanta gente. Todas las tiendas que han sufrido incendios son multitiendas, que tienen seguros involucrados. No entiendo el objetivo de los ataques- terminó- parecen tratar de decir algo, pero no podemos ver qué- bufó cansado.

-¿Tenemos un auror que vio a uno de los atacantes?- preguntó Harry asombrado- Creí que solo habían muggles que desmemorizaron antes de que los interrogáramos- bufó exasperado- Porqué nadie me lo había dicho-.

Los otros jefes de sección se removieron incómodos. Nadie quería ver enfadado nuevamente al jefe de aurores. Era en esos momentos, cuando sus brillantes y calidos ojos verdes se tornaban tan fríos que parecían traspasarte en los que recordaban quién había vencido a Lord Voldemort. Al menos eso pensaban tres de sus jefes de sección, el cuarto solo se acordaba del adolescente gruñón y huraño que empezaba a gritar hasta darle jaqueca.

-No empieces Harry- lo cortó antes que empezara a gritar- Yo te lo dije. Fue cuando llegamos de la situación del huron- explicó en tono profesional alzando las cejas significativamente para darle a entender a quién se refería- No recuerda mucho solo que uno lo golpeo sacándolo de la línea de fuego...-.

-¿Pudo dar alguna descripción del que lo golpeo?- lo interrumpió interesado.

-De ahí sacamos que usan antifaces y capas negras- respondió el pelirrojo revisando entre los papeles- Acá dice que era un hombre joven, de unos veintitantos, delgado, relativamente alto, pero no está seguro y que tenía el pelo rubio- leyó el pelirrojo.

-Dices que escuchó que decía que las órdenes eran sin dejar heridos y que él las daba- confirmó el moreno. Ron asintió.

-Harry, tenemos que infiltrar a alguien- dijo Steven Tyler, un auror de unos cincuenta años, quien era jefe de otra de las secciones.

-No me gusta la idea- masculló el moreno.

-Pero funcionó en la guerra- puntualizó el hombre.

-Y yo vi. como asesinaban al espía, gracias- respondió tajante Harry- no voy a poner a nadie más en riesgo, menos a los que no tienen experiencia-concluyó.

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Observaba como ultimaban detalles del próximo ataque, mientras cenaban. Todavía no entendía bien cómo funcionaba la jerarquía en ese grupo. Todos parecían obedecer al rubio joven, incluso los mayores, eso significaba que debía ser el más poderoso- pensó- o quizá el más sanguinario, pero todos parecían ser independientes y no estar obligados a cumplir las ordenes. Envidiaba lo preparado que estaba el grupo. Incluso los jóvenes habían demostrado ser excelentes soldados. Poderosos y hermosos. Tenía que reconocerlo. Había desarrollado una especie de adicción a observarlos mientras se entrenaban. Peleaban entre ellos como no los había visto hacerlo aún en los ataques. No es que los ataques requirieran que los viese mostrar la mayoría de sus habilidades. Parecían brillar cuando peleaban. No es que fueran fluorescentes, sino más bien eran las sonrisas satisfechas, el poder que emanaban. El aura los acompañaba adonde iban. Incluso en uno de los ataques en que había sido acompañado por una de las más jóvenes, le había dado la impresión de que el pelo rubio hubiera estado adornado por luces cuando lo movía. En un principio, no le agradaba la idea de que estuvieran repartidos entre todos los grupos de ataque y menos aún, que en su propio grupo, hubiesen mandado uno de ellos. No es para controlarte a ti, Zack, había dicho el rubio Vander, es para protegerte. Y lo había obligado a soportar la presencia de alguno de ellos. Incluso puedes pasar como su padre, los dos son rubios- bromeó refiriéndose a la muchacha, que lo había acompañado esa ocasión. No era tan ingenuo como para pensar que el rubio se preocupaba por su bienestar. Lo que este quería era un espía para saber lo que pasaba en su lado del ataque.

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Solange Liberman era una muchacha de veinte años. Esa misma mañana no estaba muy contenta con su vida, mientras se dirigía al trabajo. Pese a haber sido una excelente alumna, su situación económica no era tan mala como para poder postular a una beca y estudiar leyes, que era su sueño, pero tampoco era tan buena como para que sus padres pudieran afrontar la cara colegiatura. Por esta razón estaba tomándose unos años para poder juntar el dinero necesario para sus estudios, aunque empezaba a dudar seriamente el si estaba realmente interesada en volver a estudiar. Para colmo, su novio, con quien había durado seis meses, había decidido que ella no era suficiente para él y que quería andar con otra persona más "espiritual". Solange incluso había contemplado la posibilidad de agarrar todas sus cosas y sus ahorros y mandarse cambiar a la aventura o lanzarse a las vías del metro, con tal de no quedarse atrapada en su monótona vida, pero en este preciso momento deseaba con toda su alma vivir.

Había escuchado en las noticias del grupo terrorista que atacaba centros comerciales, pero no había pensado jamás, tener que vivir uno de los ataques. Apenas hacía un rato había abierto la tienda y se ocupaba de dar de comer y dar agua fresca a los animales, cuando había visto pasar gente de negro corriendo y armando escándalo. El instinto de supervivencia la hizo cerrar la puerta de la tienda rápidamente y trancarla con uno de los estantes, decidida a no ser víctima de ningún loco. Había dado resultado puesto que nadie había entrado a la tienda, pero ahora estaba atrapada y el humo del incendio que había empezado en la tienda del lado, no la dejaba respirar. Corrió al baño y humedeció uno de los delantales de trabajo para evitar que el humo le entrara a los pulmones y con la cara tapada había corrido todas las jaulas de animales lo más alejado posible de la pared contigua que despedía demasiado calor. Era lo suficientemente inteligente, para saber que era cosa de tiempo para que esta dejara de ser una barrera y el fuego se propagara a la tienda de mascotas, pero no podía escapar. El desastre de los pasillos había bloqueado la puerta de salida con lo que parecía ser parte del techo y la vitrina dejaba ver unas enormes llamas que le impedían acercarse. El calor era insoportable, pero ella seguía intentando abrir la puerta. Si lo lograba podrían salir ella y todos los animales que pudiera cargar, pero no lograba mover los escombros que la mantenían atrapada.

-¡Oh, Dios! Ayúdame, por favor- murmuraba mientras intentaba frenéticamente abrir la puerta arrepentida de haber en algún momento deseado no despertar más- por favor, por favor, por favor...- los gritos y chillidos de los animales la desesperaban aún más. Ninguno de ellos podría salir. Se acurrucó en el rincón más alejado del fuego y el calor y tomó a uno de los cachorritos que era su regalón- por favor, por favor, por favor, por favor...-.

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Odiaba el olor del humo. Se te impregnaba en el cabello y la ropa y no importaba cuantas veces se bañara, lo seguía sintiendo. Un recordatorio constante de sus acciones. Ya había revisado los baños, para asegurarse que no quedara nadie. En todo el centro comercial no quedaba un alma inocente que pudiera salir perjudicada. Caminaba al punto de reunión cuando un llanto lejano le llamó la atención. Imbéciles, pensó al tiempo que corría hacia la tienda que ardía como una caldera.

-¡Blake!- gritó al aire- ¡La tienda de mascotas, Blake!-.

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-Así que tuviste una visita inesperada anoche- comentó risueño Ron, mientras le entregaba un café caliente.

-¿Te contó Ginny?- le preguntó un poco asombrado de la rapidez con que había corrido la noticia su esposa.

-Me contó Hermione, quien por cierto está muy sospechosa- aclaró el pelirrojo, acomodándose frente al escritorio- A ella le contó Ginny esta mañana cuando te estabas duchando- Harry frunció el ceño.

-Ginny también empezó a hacer preguntas- explicó dejándose caer pesadamente en la silla de su escritorio observando el café humeante que estaba en la mesa- No se tragó el cuento de que seguramente acudió a mí, porque soy el jefe del departamento de aurores y un Malfoy no considera que deba ser atendido por ningún auror común y menos aún en una institución pública, donde cualquiera pueda verlo-.

Observó como su amigo enarcaba una ceja divertido y exhaló el aire rendido- Astoria quería que la ayudara a buscar a Malfoy, porque pensaba que le había sucedido algo malo, ya que no se aparecía por su casa desde hacía dos días...-.

-Vaya- murmuró divertido- quien hubiera pensado que el huron se iba a dedicar a la vida bohemia-.

-Si bueno, seguramente yo también me hubiese metido a una taberna hasta perder la conciencia si me hubiese enterado de que alguno de mis hijos se murió- el rostro de su amigo se contrajo en una mueca.

-Sobre todo si fue tu culpa- agregó tristemente- Yo no he querido decírselo a Hermione, aún. No por consideración a él- aclaró- sino porque creo que se sentiría culpable-.

-Mejor que no le digas, amigo- se frotó el puente de la nariz, como siempre que estaba cansado- Tres somos suficientes para cargar con la culpa- el pelirrojo asintió- Me tardé tres horas en encontrarlo, borracho en el ...-.

-¡UN ATAQUE, SEÑOR!- lo interrumpió Davis- ¡Hay un ataque en proceso en la destinación de Lupin-.

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No se había despedido de su madre esa mañana, no quiso despertarla y ahora ya no iba a poder hacerlo más... Sollozaba acurrucada en su rincón, intentando proteger al perrito que se escondía en su regazo. Ni siquiera tenía la esperanza de que el humo la adormeciera antes del fuego llegara, porque el calor que se sentía a través de la pared era insoportable. Un suave ruido llamó su atención y al levantar su cabeza se encontró con una mujer, que vestía una especie de capa negra y un antifaz.

-¡Ay, Dios!- murmuró esta- ¡Lo siento tanto, se suponía que no había nadie!- un crujido de la pared la hizo voltear asustada- Tenemos que sacarte de acá ¿si?- la ayudó a levantarse y Solange abrazaba al perrito compulsivamente- ¡Ay, no! ¡¿Todos estos animalitos?!- preguntó horrorizada al ver la jaula que Solange había protegido con su cuerpo- No puedo llevármelos a todos- se disculpó.

-¡Tenemos que sacarlos a todos!-reclamó Solange- ¡No puedo dejarlos acá! Entre las dos podemos tomar la jaula y sacarlos por el pasillo...- miró el pasillo y vio que la puerta seguía bloqueada- ¿Cómo entraste?- preguntó desconcertada.

-No importa como entré- la cortó observando la pared, que parecía a punto de desplomarse- Tengo que sacarte de aquí y luego regreso por los animalitos ¿va?-.

-No vas a regresar- la contradijo- dale, tomémoslos entre las dos, los tengo a todos con arneses... los podemos poner dentro de las jaulas de viaje y los sacamos. Yo lancé las tortugas por el baño. No se si van a sobrevivir, pero espero que lo hagan. ¿Sabes? vi. Un programa que las ratas podían nadar a lo largo de todo el alcantarillado y salir por el excusado, así que al revés debe funcionar...- la mujer la agarró por los hombros para tranquilizarla.

-Tranquila ¿si? Todos vamos a salir de acá- miraba preocupada la pared, que aún resistía- ¡Blake!-.

Solange estaba segura que nada la podía sorprender ese día, pero cuando vio aparecer al hombre joven, vestido igual que la mujer, de la nada en un montón del chispas, sus piernas dejaron de funcionar. Habría caído sentada al suelo si ella no la hubiese estado afirmando.

-¡Diablos!-masculló el hombre al observar la salida bloqueada y el humo que llenaba la tienda- No podía venir porque estaba sacando gente de uno de los baños, los demás se quedaron allá- le explicaba a la mujer mientras ella le ordenaba a Solange que se tranquilizara y respirara.

-Tranquila, no vamos a dañarte- le sonrió, mientras se sacaba la capa y la tapaba con esta- Ahora vamos a salir todos- siguió animada, mientras el hombre también se sacaba la capa y tapaba la jaula con ella.

-¿Son todos?- le preguntó él, refiriéndose a los animales y Solange pudo ver a través del antifaz unos hermosos ojos grises.

-Estos también- mostró los tres que había agarrado cuando quería llevárselos todos.

-Bien- le sonrió él tranquilizándola- ¿Algo más que quieras rescatar del fuego?- bromeó antes de tomar en brazos la pesada jaula- Las espero en los estacionamientos de afuera ¿si?- ante el asentimiento de la mujer, desapareció en un montón de las mismas chispas en que había llegado.

-¡Oh!- murmuró asombrada.

-Bonito ¿verdad?- le sonrió la mujer- Afírmalos bien y cierra los ojos. No te sueltes de mi ¿vale?- Solange asintió y desaparecieron en las mismas chispas que había visto desaparecer al hombre.

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Tardó unos segundos reaccionar y darse cuenta que estaban al aire libre y que la ayudaban a sentarse en la cuneta en el sector de estacionamientos alejado del centro comercial. Podía ver el humo del incendio y un escalofrío le recorrió la espalda al pensar en que podría haber muerto atrapada en el infierno. Se escuchaban las sirenas de bomberos, pero todos estaban muy ocupados como para notarla. Levantó la vista al ver la silueta que se erguía a su lado frente al sol.

-Todos sanos y salvos- dijo el hombre acariciando a uno de los cachorros que tenía en brazos.

-No entiendo- logró decir algo aturdida- cómo... yo pensé que...-.

-Agradécele a tu ángel de la guarda que íbamos pasando por fuera, Solange- le sonrió la mujer, que se había sacado el antifaz igual que el hombre, pero con el sol a sus espaldas, las facciones de sus rostros quedaban escondidas- Eres muy afortunada- la tranquilizó acomodándola contra un tronco de un árbol- ahora bebe un poco de agua, voy a revisar los animales-.

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Habían aparecido justo a la entrada del Centro Comercial sin preocuparse por la policía y los bomberos. Seguramente con todo el caos, nadie notaría que habían salido de la nada. Uno de los costados del recinto ardía y el humo era tan espeso y oscuro que aun alejados del foco del incendio, como ellos, costaba respirar. Tras el cerco de bomberos estaban las ambulancias atendiendo a los afectados por el humo.

-Por favor, señor- escuchó a lo lejos que decía un joven a los bomberos- Necesito ayuda, salimos recién y tengo a una muchacha que inhaló humo... y unos animales también-.

¿Animales?... pero si siempre protegían las tiendas de mascotas...

Buscó a Ron, que lo miraba con la misma expresión que debía de tener él en el rostro y corrieron hacia donde habían visto dirigirse a los bomberos con el muchacho.

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-... Ya le dije que no sé cómo salimos- explicaba la muchacha cansada de repetir lo mismo una y otra vez- la puerta estaba bloqueada y ellos me salvaron... a mi y a los animales...- bufó- ¡Fue un milagro! Yo no hubiese podido salir sola-.

-El muchacho que llamó a los bomberos dijo que tanto él como la muchacha con la que usted estaba, se escondieron en un baño cuando comenzó el ataque y estaban intentando salir cuando la vieron por la vitrina y fueron a ayudarla. Dicen que ella la ayudó a salir a usted y que él arrastró la jaula hasta la salida- expuso Tyler, quien era suficientemente paciente y experto para interrogar a una muggle, sin que esta se pusiera a la defensiva.

-A ver- dijo Solange, quien todavía abrazaba al perrito que había decidido adoptar- ¿Dónde están ellos dos? ¡Desaparecieron!- añadió antes de que Tyler pudiera responder- Si estuvieron en el incendio deberían haber sido atendidos por inhalar humo igual que yo, pero no. Yo estaba atrapada y apareció ella de la nada. Cuando vio que no nos podía sacar a todos a la vez, llamó al otro y ¡YO LO VÍ! aparecerse de la nada. Ella me cubrió con su capa- indicó la tela en que envolvía al cachorro, que había decidido llamar ángel- y Blake, así llamó al hombre- explicó rápidamente- tapó la jaula con la suya. Dijo que nos veíamos en los estacionamientos y ¡desapareció en medio de chispas!- exhaló aire nerviosamente- ella me abrazó y me dijo que no me soltara y que cerrara los ojos y luego sentí una sensación como de cosquillas. ¿Cómo podría tener ganas de reírme en una situación como esa?- observó al experimentado auror antes de afirmar con seguridad- Yo creo que Dios mandó a sus ángeles a sacarme, señor y creo que debería ir a la iglesia a agradecerle en este momento, si me lo permite-.

Tras el vidrio de la sala de interrogatorios, dos hombres, uno moreno y uno pelirrojo compartieron una mirada de las que Hermione definía como oh, oh.

-No puede ser ella, Harry- dijo el pelirrojo, intentando calmar su propia anticipación- está muerta, su madre nos lo dijo. No pudieron salvarla, por el veneno que le dio Bellatrix...-.

-Quizá nos mintieron, Ron-lo contradijo- Aun si no es ella. La sensación que describió esa muchacha es igual a la que sentimos cuando nos sacó de la casa de Malfoy-Ron asintió.

-Pero Harry, eso no implica que es ella- intentaba contener su propio entusiasmo y el de su amigo. Incluso la culpa que sentía desde hace tiempo, se aflojaba un poco- ¿Podría ser que... ángeles- dijo con una mueca sintiéndose tonto de usar esa palabra- estén trabajando en los ataques?-.

-Pero porqué los ángeles trabajarían para el otro lado, Ron. Se supone que son buenos- le recordó antes de empujar la puerta para entrar en la sala de interrogatorios.

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¡INCENDIARON LA TIENDA DE MASCOTAS!... había sido el inicio de la discusión a la que habían seguido ¡Tuvimos que sacar a la encargada de la tienda y los animales! Se había disculpado profusamente con Vander, explicando que sólo había sido un ligero error de cálculo, pero ellos no estaban muy contentos. Aparentemente otro grupo de ellos había sacado a unos muggles encerrados en uno de los baños, mientras ese par se dedicaban a sacar los animales y la encargada. Realmente no debería haber sucedido de esa manera. Pese a lo que opinaran Vander y su gente, los ataques debían subir de nivel y volverse más atemorizantes, si es que quería que nuevamente la comunidad mágica se estremeciera de miedo. Qué mejor para lograr este objetivo que un par de muggles y unos animales muertos. No contó con que hicieran una revisión del lugar antes de abandonarlo, por lo que había tenido que intentar bajarle el perfil a la situación. No por esto evitó la furia de los ángeles. Dos de sus hombres, quienes habían sido responsables de conjurar el incendio, eran atendidos por una contusión en la cabeza, ante la negativa del resto de los ángeles de curarlos, luego de que una de ellos perdiera la cabeza, reclamando que, por su culpa, se había chamuscado su pelo, mandándolos a volar contra una de las paredes de piedra de la casa.

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-Mi nombre es Harry Potter- se presentó con la joven- Le creo que son ángeles- agregó- ¿podría por favor describirlos?- enarcó las cejas, permitiéndole ver a Solange los brillantes, hermosos y ansiosos ojos verdes.

-En realidad no me recuerdo bien sus rostros- frunció el ceño contrariada por su falta de detalle. Después de todo, uno no veía un par de ángeles todos los días- No eran mucho mayores que yo... no creo que fueran menores, pero no sabría decirlo- miró al hombre de ojos verdes disculpándose.

-Lo que recuerdes, por favor- insistió él- todo nos ayuda. Dijiste que era una pareja ¿verdad?- ella asintió- ¿Parecían pareja, amigos, compañeros?- ella se encogió de hombros.

-No se besaron, pero parecían cómodos juntos- respondió ella.

-Físicamente cómo eran- preguntó nuevamente Harry- aparte de que deben estar cerca de los veinte-.

-Los dos eran hermosos. Él, Blake- explicó- tenía los ojos grises más hermosos que he visto en mi vida. Eran cálidos y risueños, a pesar de que la pared estaba cediendo... No vi sus caras, porque estaban usando esos antifaces enormes y tenían la cara sucia con el humo y después estaban contra el sol...-.

-Esta bien- la tranquilizó el hombre pelirrojo que había entrado junto al otro- ojos grises, nos sirve mucho- ella sonrió tímidamente- ¿recuerdas el color de su pelo?-

-Oscuro, creo- agregó ella- Ella era rubia, de pelo largo, ondulado. Ojos oscuros... creo. Lo siento, estoy confundida- Harry y Ron intercambiaron una mirada decepcionada.

-Muchas gracias por tu ayuda, Solange- Harry le tendió la mano- ¿Necesitas que te llevemos a tu casa?- ella asintió- Steve, ¿podrías?- preguntó amablemente a Tyler.

-Por supuesto, Harry- sonrió amablemente a la joven- Vamos a pasar antes por la enfermería y después la acompaño a su casa- enarcó las cejas dándole a entender que antes la iba a llevar a desmemorizar.

-Llévala directo a su casa, Steve, por favor- le indicó- Solange, está muy cansada y seguramente su familia estará preocupada por ella- ella asintió nerviosamente- dejemos que conserve sus recuerdos- susurró a Steve- Merece conservar el recuerdo de que algo superior la protege- el auror asintió.

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-No coincide con la descripción, Harry- bufó ya de vuelta en la oficina Ron.

-Lo sé- concedió desanimado el moreno-¿Recuerdas al muchacho que seguimos?-.

-Joven. Pelo oscuro, desordenado...- su amigo frunció el ceño tratando de recordar- más alto que tú, pero no como yo. Unos veinte como máximo. Vestido como muggle...-.

-Yo vi su cara unos segundos, pero no la recuerdo. Tengo la sensación de haberlo visto antes...- murmuró el moreno.

-Eso no achica las posibilidades, Harry- Ron palmeó su hombro- Cuantos desconocidos no te has topado en este trabajo.

-¡¿Ron?!- recordó de pronto- ¡¿viste a Teddy?!-.

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Apenas había visto a Abbot, su ex compañero de Hogwarts, vestido de muggle, comprendió la situación. Se quitó rápidamente la insignia de auror y escondió la túnica que guardaba en el bolsillo, para seguirlo. Era una excelente oportunidad que no iba a dejar pasar por la mera formalidad que el jefe de aurores no quisiera infiltrar ningún auror. Mucho menos importante todavía que su padrino sería capaz de hacerlo polvo a maldiciones de enterarse de sus planes.

Cuando lo vio colocarse la capa oscura supo que era el momento de hablar.

-¡Eh! Reagan- había saludado alegremente al enmascarado que se había quedado de piedra al escuchar su nombre- ¿No me reconoces, amigo?- palmeó la espalda del otro afectuosamente- Ya sabía yo que tu debías estar metido en todo esto- elogió riéndose- Siempre has sabido cómo divertirte...-.

-Será mejor que te vayas- le respondió Abbot cortante- Esto se va a poner feo y puedes quedar involucrado en esto. Además, tú y yo sabemos con quien estás emparentado y el hecho de que me hayas identificado nos pone a los dos en una situación bastante comprometida-.

-Reggie, tu sabes lo que siento por él- se quejó teatralmente- No estamos emparentados. Es solo algo legal. Además ya soy mayor de edad y libre de hacer de mi vida lo que me plazca ¿eh?- sonrió al otro que ya había picado el anzuelo. El pobre siempre había sido tan fácil de convencer- Ayúdame a entrar. Nada podría molestar más a mi tío. Con suerte le da un infarto y nos libramos todos de él de una maldita vez- sonrió con maldad- Se buen amigo, recuerda que yo te presente a Susy- el enmascarado sonrió al recordarlo.

-Solo por eso- accedió finalmente- veámonos en una hora en el caldero chorreante y veamos que podemos hacer para meterte- el joven castaño le sonrió satisfecho. Mala suerte, no había tiempo de avisar adonde iba-.

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Reagan Abott había llegado al Caldero Chorreante, mucho después de la hora que habían acordado. Según le había explicado, mientras bebían unas cervezas, todo el grupo se reunía luego de un ataque para analizar los resultados y celebrar, pero en esta ocasión los ánimos no habían estado para fiestas. Habían quedado muchos cabos sueltos y algunos del grupo no estaban contentos. Reagan no había sido capaz de dar el nombre de su líder, seguramente había algún hechizo de confidencialidad, pero había dejado escapar que eran entre veinte y treinta miembros activos, más los ocho que habían venido porque estaban aburridos. No sabía bien de dónde los había sacado el líder, pero sí que solo los mantenía como aliados, porque no quería enfrentarse a ellos. Reagan dijo que el prefería enfrentarse a Potter, que era muy noble y no lo dañaría si se rendía que a esos ocho, que no dudarían en cortarle la cabeza o atravesarlo con una espada, solo porque estaba en su camino.

Ted no entendía bien porqué Reagan era tan escéptico con el grupo, pero no se había mostrado ni remotamente sospechoso de que él estuviese en el Centro Comercial el día del ataque. Ahora mientras caminaba fuera de la chimenea de lo que parecía ser una mansión en el campo, una punzada de culpa le apretó el estómago al recordar el celular muggle, que su padrino le había dado para estar siempre comunicados, que no había parado de vibrar durante su reunión con Abott y ahora reposaba en el bolsillo de su pantalón apagado. Harry, seguramente se preocuparía, pero la operación le parecía en esos momentos, mil veces más importante que su propia seguridad.

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-¡Maldición!- Harry golpeo con su puño la mesa frustrado- No puede ser que por una vez se hayan olvidado de llevárselas y no podamos reconocer a nadie-.

-¡No puede ser que estas malditas cámaras no sirvan para nada!- bufó Ron, observando atentamente las imágenes del Centro Comercial- No se ve ningún grupo... y luego con toda esta gente y el humo, nada- miró a su amigo que se apretaba el estómago con la mano inconscientemente y con el ceño fruncido tomaba su tazón para rellenarlo de café.

El hombre se levantó de su asiento y le quitó al moreno la taza de las manos antes que pudiera llevársela a la boca, tirando el contenido en el bote de la basura- Ginny me mata si dejo que te de un nuevo ataque de ulcera por tanto café- explicó ante la mirada indignada de su amigo- Lo siento, pero ella es más terrorífica que tú- sonrió- ¿Te contestó?-.

-No- se masajeó acercó más a la pantalla- Podemos verlo dónde estaba antes del ataque, pero en cuanto empieza, se le ve correr hacia el pasillo y la imagen se pierde con una explosión- miró a su amigo angustiado- ¿Qué voy a hacer si no aparece o si...?-.

-No hay muertos, Harry- lo cortó Ron- y estamos comprobando entre los heridos cualquiera que pudiera tener algo de magia en su sangre, solo para comprobar que no se haya cambiado y luego perdido la memoria- Harry asintió- Va a aparecer en cualquier momento con una historia realmente absurda y vas a poder castigarlo cuanto quieras, te lo aseguro- terminó pasándole un brazo sobre el hombro al moreno.

-Lo sé- soltó un gran suspiro- Sigamos revisando a ver si encontramos a la famosa parejita de la tienda de mascotas-.

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Infiltrarse había resultado mucho más sencillo de lo que pensaba. Abott, lo había presentado como uno de sus amigos del colegio, diciendo que era muy bueno en duelo y podía serles útiles y que tenía los mismos sentimientos hacia el héroe del mundo mágico como el líder del grupo. Ted, no se molestó en aclararle a Reagan, que el tiempo en el que ellos fueron amigos en Hogwarts, él tenía quince años y estaba pasando por un momento de rebeldía y autocompasión debida a la muerte de su abuela y el hecho de no saber qué sería de su vida cuando el año escolar terminara, ya que si bien tenía su padrino, nunca había vivido con él y su familia. Se había desesperado y angustiado por casi cinco meses pensando en sus posibilidades de sobrevivir solo, huérfano y sin dinero, para encontrarse en la estación de trenes con su padrino que sonreía de oreja a oreja, que ya tenía su habitación lista en el número 12 de Grimauld Place. En estos momentos esa pequeña omisión, resultaba conveniente para ingresar en el grupo. A estas alturas, ya conocía al famoso Zack, quién había organizado al grupo y la mayoría de sus integrantes, donde se sorprendió de encontrar algunos de sus compañeros de escuela. También había visto al famoso grupo al que Abott, parecía tenerles recelo.

- No te acerques mucho a ellos, le había explicado en susurros- Menos aún si están enojados. Parker y O'Neil, aún están en reposo del golpe que les mandó una de las mujeres- Ted alzó una ceja incrédulo sin poder disimular su sonrisa socarrona.

-Puedes burlarte si quieres- le respondió- Solo los aturdió por chamuscarle el pelo- levantó las cejas como diciendo "para que veas"- El rubio se llama Vander, es el jefe. El mayor, de pelo oscuro se llama Keelan, estuve en una misión con él. No habla mucho y a pesar de que parece mayor, es increíblemente simpático. La mujer de pelo negro se llama Mya, es bonita, como las otras dos...-.

- Hermosa, diría yo- lo interrumpió Ted, con un gesto depredador, que no podía haber heredado nadie que no tuviera sangre Black.

-Si hermosas- concedió Reagan- pero no son humanas, no lo olvides- el castaño lo miró confundido- Criaturas mágicas. Ángeles- explicó en un susurro- Yo tampoco creía en ellos, pero acá los ves. Tampoco es que sean buenos- agregó- la de pelo rojo, se llama Faith, irónico ¿uh? Y la de pelo rubio Zoe, ella fue la que se chamusco el pelo. El que está sentado a su lado se llama Blake, yo creo que son pareja, porque siempre andan juntos- Ted había olvidado lo chismoso que era Reagan- es muy mandón, no me agrada. Es amigo del calvo que está al frente- Ted vio que se refería a un joven de piel morena- que se llama Ace y el de pelo castaño y largo se llama Aden- se echó otro bocado a la boca aprovechando que Ted observaba al grupo- No les des mucha confianza y ten cuidado con ellos- le recordó y Ted asintió.

-¿Por qué el jefe es uno de los jóvenes?- preguntó Ted- No debería ser Keelan, que es mayor- Debía tener como unos treinta, según sus cálculos. Todos los demás parecían estar en sus veinte.

-Supongo que debería ser, pero el jefe es Vander. Él se presentó como el líder y los otros parecen obedecerle. Incluso yo vi. una vez que mandó a volar contra la pared al tal Blake y a Ace, solo por decirle a Zack, que era un plan estúpido-.

-Vaya- murmuró.

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Caminó por el elegante pasillo hasta llegar a su rincón favorito de la casa. Sabía que siempre podía encontrarla ahí, rodeada de sus libros y sentada cómodamente en el sofá, demasiado blando para su propio gusto. Suprimió una sonrisa de alivio al ver el hermoso ramo de flores, que adornaba la mesilla lateral. Se inclinó para besarla suavemente en el cuello.

-Ni el estar tan considerado y cariñoso, ni ese hermoso ramo de flores, te va a congraciar conmigo después de ese comportamiento tan inaceptable, Draco- le reclamó juguetonamente.

-¿Y esto?- preguntó sonriendo, sacando un estuche de terciopelo del bolsillo de su túnica.

Astoria lo miró enarcando una ceja y volvió su atención a la revista que ojeaba. Mientras su esposo se acercaba y le enseñaba un precioso collar.

-¿Tal vez podría mejorar aún más la oferta, con unas increíbles vacaciones?- añadió sonriendo con suficiencia. Sabía que Astoria no estaba enojada con él.

-Solo si prometes que no te voy a tener que volver a buscar por todos los bares en medio de la noche- le contestó seria.

-Solo fue una vez, Tori.- le respondió incómodo- Además fue Potter el que me encontró-.

-Y aún no me das una explicación convincente-le reprochó nuevamente.

El rubio se quitó la túnica y se sentó cómodamente en le sofá- ¿Qué me dices entonces de esas vacaciones, eh?- cambio el tema- Había pensado que podríamos aprovechar que Scorpius está en Hogwarts y nosotros irnos de segunda luna de miel- ella sonrió- incluso podríamos encargarle un hermanito- sugirió maliciosamente.

-Para eso no necesitamos irnos de luna de miel, Draco- ella se sentó a su lado y se acomodó en su pecho- Las vacaciones podríamos tomarlas en Navidad los tres- sugirió- Scorpius, muy pronto va a estar muy grande para querer tomar vacaciones con sus padres-.

-¡Auch!- se quejó el rubio- Acabas de hacerme sentir anciano- bromeó.

-Así que es por eso que quieres tener otro bebé- bromeó ella- Para no aburrirte cuando nuestro niño esté muy grande para volar en escoba contigo- el sonrió, pero su alegría no llegó a sus ojos.

Pese a todos los pronósticos, ellos eran un buen matrimonio. Físicamente se habían atraído en cuanto se habían conocido, pero más que eso, ellos eran compañeros, amigos. No había nadie en el mundo que lo conociera mejor que Tori, como la llamaba cariñosamente.

-Puedes decírmelo, ¿sabes?- le animó ella al ver la expresión melancólica que se había apoderado de su rostro.

El suspiró y se acomodó para verla directamente a los ojos- Lo sé. Es solo que me enteré de que alguien que conocí hace tiempo, murió-.

-¿Hacía mucho que no sabías de esa persona?-.

-La conocí cuando tenía 16. En Hogwarts- ella asintió- Vino por un... Vino por un intercambio. Solo estuvo unos meses y se fue antes que terminara el año y murió unas horas después de regresar a su casa-.

-Draco, eso es muy triste, pero...-le acarició el brazo cálidamente- Fue hace mucho tiempo. ¿Porqué te afecto tanto?-.

Él la observó con la mandíbula apretada- Ella era especial. Diferente- aclaró para que Astoria no pensara que estaba enamorado de ella o algo- Resultaba excelente para demostrar mi lealtad con el Lord Oscuro- ella lo miraba seria- Tu sabes que en mi sexto año, las cosas no estaban fáciles- su esposa lo observaba atentamente. Draco nunca hablaba de las cosas que había pasado siendo el hijo de la mano derecha de Lord Voldemort. Ni lo que había vivido durante la última guerra. Sabía que no se sentía orgulloso de muchas cosas que había hecho. Sus propios padres habían sido simpatizantes con los ideales del Lord, pero nunca, quizá debido a que no eran tan jóvenes, se involucraron directamente con los mortífagos- Yo tenía una misión, debido a que mi padre había sido capturado en el Ministerio de Magia a finales de mi quinto año. Era más bien un castigo para él y mi madre. Perder a su único hijo en una misión suicida. Tenía que matar a Dumbledore- hizo una pausa notando como su esposa dejaba de respirar unos segundos por la impresión- No había manera de que yo lo lograra, pese a todos mis intentos. Y entonces apareció Mathews. Sophie llegó cuando ya habían empezado las clases con el cuento de que era alumna de intercambio o algo así. Quedó en Gryffindor y se hizo amiga de Potter y su grupo. Debo reconocer que me empeñe en molestarla más que por ser amiga de ellos, por el hecho de que era distinta. No podía dejar de mirarla. Era coqueta, hermosa... Yo tenía dieciséis, Tori- bromeó mirándola a los ojos- Era la cosa más sexy que había visto en la vida-.

-Puedo imaginarlo- sonrió ella.

-De tanto seguirlos para molestarlos, me di cuenta que había algo raro con ella. Extrañas cosas que podía hacer. Con Pansy y Blaise, descubrimos que era una extraña criatura mágica- Tori frunció el ceño al escuchar la palabra. Detestaba cuando Draco usaba esos términos tan Malfoy- Era un ángel, por lo que decidimos entregársela al Lord, para que nos perdonara la vida. Buscamos una poción que supuestamente le quitaba sus poderes y la secuestramos- sintió como su esposa se tensaba en su lugar- La llevamos a mi casa, sin saber que ese día fue la fuga de Azkabán. Resulta que la poción no solo le quitaba sus poderes, sino también la envenenaba, así que no solo la secuestramos sino también la envenenamos, para entregársela a mi tía- en ese momento todo el color del rostro de Tori desapareció- No podía hacerle nada y yo había hecho un trato con Dumbledore para que la rescatara a ella y nos ayudara a mi madre y a mí, pero con la fuga de Azkabán, todo fue un desastre. Esa noche, al no poder encontrar a Dumbledore, fui a buscar a Potter. No podía sacarla solo de la casa y sabía que noble y bueno San Potter me ayudaría a rescatarla. Por supuesto sus amigos se nos pegaron. Cuando llegamos a la casa me enteré de la fuga y que la mansión no solo estaba llena de mortífagos, sino también del mismo Lord en persona. Mi madre nos ayudó y logramos sacarla, pero Bellatrix la había torturado... ¡Merlín, Tori! Casi me muero de remordimiento cuando pensé que estaba muerta colgando de los grilletes- ella apretó su mano para que continuara- Logramos sacarla, pero nos encerraron en el salón de costura de mi madre, por el que intentábamos salir. Bloqueamos las salidas, pero estábamos atrapados. Weasley estaba lleno de sangre, porque había cargado a Sophie todo el camino. Yo pensaba que iban a atraparnos de un segundo a otro, pero Mathews ya estaba mejor, por el antídoto que le dimos y dijo que ella se encargaba. Nos sacó a todos en una nube de chispas, Tori. Cuando llegamos a Hogwarts, Dumbledore estaba ahí y dijo que tenía que irse en ese momento. Ahora supe que cuando llegó a su casa seguía sangrando y no pudieron curarla. Incluso la llevaron a un hospital muggle, para que la curaran, pero no pudieron...- Astoria tenía los ojos llenos de lagrimas- Ella murió por mi culpa. Porque yo la traicioné y la envenené-terminó con la voz quebrada.

Astoria lo abrazó fuertemente, sin saber qué mas hacer para poder reconfortarlo.

-¿Qué me decías de un hermanito para Scorpius?- le preguntó coquetamente, después de un rato.

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-Si no te sientas y te calmas te va a dar un infarto y ninguna magia te va a salvar- le advirtió severamente su amiga- Ya verás que aparece muy contento, diciéndote que se le acabó la batería al celular-.

-Ted nunca ha sido un desconsiderado, Hermione- se dejó caer en el taburete de la cocina frente al té que le había preparado Ginny hacía un rato.

-Nadie está diciendo que lo sea, amor- lo tranquilizó Ginny tomando sus manos entre las suyas- pero tanto estrés solo te va a causar una angina...-.

-¡Tengo 38 años! ¡Merlín!- bramó indignado-¡No sesenta! ¡No me va a dar un bendito infarto solo porque me preocupo!- se paró con la intención de dirigirse a su estudio.

-Pero fuiste expuesto a la maldición Cruciatus muchas veces, Harry- Hermione le explicaba con el tono que usarías con un niño de dos años al que tienes que mantener en cama- La otra vez nos diste un susto tremendo...-.

-La otra vez fue una tremenda exageración de ustedes dos- miró furioso a las dos mujeres que le devolvieron la mirada indignadas- No había razón para llevarme a San Mungo, podrías haberme dado perfectamente una pastilla o poción que me quitara el dolor...-.

-Tenías un pre-infarto, causado por no cuidarte como se debe- lo atajó su esposa- Nunca escuchas cuando te pido que te cuides y no te desveles, que comas como corresponde, que no te estreses en el trabajo...-.

-Mi trabajo tiene incluida la cuota de estrés, Ginny-.

-Que te abrigues y dejes ese brebaje indecente...-.

-Se llama café, amor-la interrumpió.

-Ese brebaje indecente y el Whisky de Fuego, que no te hacen ningún bien, que no fumes. Que sé que también has desarrollado ese horrible habito- lo cortó antes de que pudiera protestar- Tenemos tres hijos que te necesitan...-.

-Cuatro, Ginny- le espetó fríamente- Tenemos tres hijos y a Teddy, Ginny-.

-¡¿Por qué me hablas en ese tono Harry?! Sabes perfectamente que yo también adoro a Teddy y aunque no esté subiéndome por las paredes estoy igualmente preocupada por él. ¡Te dije que no lo dejaras convertirse en auror! ¡Tengo suficiente con preocuparme por dos miembros de mi familia, para más encima agregarle uno de mis hijos!- Ginny tenía los ojos llenos de lágrimas de indignación.

-Creo que todos debemos calmarnos un poco- Ron, con el paso de los años, había desarrollado una asombrosa habilidad mediadora. Situación que aún causaba risas en su madre, que recordaba la facilidad con que su hijo explotaba a la menor provocación- ¡¿Qué?!- preguntó al ver que Harry y Ginny lo miraban asombrados y Hermione sonreía – En fin, Ted no está entre los heridos, lo que es bueno. No hay muertos, mejor aún. No aparece desde ayer en la mañana, cosa que según ustedes es totalmente inusual- los Potter asintieron- Y el teléfono celular, suena fuera de servicio. Creo que solo queda la opción de que haya encontrado una pista y la esté siguiendo- terminó el pelirrojo tranquilamente- Tenemos que esperar que se ponga en contacto-.

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Siempre había sido una persona de mañanas, lo había heredado de su padre. Todo lo contrario a su padrino. De niño recordaba las veces en que se levantaba tempranísimo, porque su padrino había dicho que lo iba a llevar a algún lado y este aparecía cerca del mediodía. Esos eran los tempranos de Harry, a quien Ginny tenía que botar de la cama en las mañanas, para que llegara a trabajar. Así era él, un búho. Sonrió al pensar en la irónica similitud entre los ojos de estos y los de su padrino. Sabía que debía estar preocupado de muerte, pero no había posibilidad alguna de escabullirse un rato para avisarle. Ni siquiera lo habían dejado buscar algo de ropa. Lo habían instalado en la misma habitación que Reagan, en la casa de campo. Para rematarla en maldito celular no tenía señal. Sabia que Harry estaría al borde del infarto, pero no había nada que pudiese hacer.

Se había retirado al jardín para ver si podía lograr señal para el celular y se había distraído observando, por una ventana, como se entrenaban. Era una especie de danza, un combate coreografiado en que todos los certeros golpes se reducían a simples y suaves toques. No entendía cómo Zack era tan tonto de haberlos aceptado en su operación, sabiendo que aún con ese combate risueño y suave, que realizaban ahora, eran mejores que la mitad de sus hombres. Definitivamente, el hombre estaba cegado a la verdad. Ni en sus mejores sueños podría derrotar a uno solo de los ángeles, utilizando a toda su gente. ¿Por qué llevar a todo un equipo de estos, si podían volverse en su contra? Él se lo preguntaba.

-Yo que tu escondería eso antes de que lo vea Zack y quiera sabe a quién llamas- Ted dio un bote en el lugar de la sorpresa y se volteó rápidamente ocultando el celular en el bolsillo del pantalón.

-Soy Faith- se presentó la muchacha de pelo rojo tendiéndole una mano.

-Ted- respondió él estrechando su mano.

-Ya sabía. Mucho gusto- le contestó coqueta y Ted recordó lo que le había dicho Reagan.

-¿Esta buena la pelea?- preguntó acercándose el joven que reconoció como Blake.

-Solo un juego. Aden es un caballero, ni siquiera la va a hacer sudar-.

Ted observó bajo esta nueva perspectiva la pelea que se desarrollaba entre el joven castaño y la muchacha rubia. Realmente, no parecía atacarla, solo bloquear los de esta, con mucha suavidad. Coincidió con Faith. Aden era un caballero y no tardó en ser derrotado por la rubia y energética Zoe. Ahora la pareja se había retirado del centro de la habitación y había sido reemplazada por Keelan y Mya.

-Diez dólares a Keelan- soltó entusiasmado Blake.

-Será mejor que tengas esos dólares, porque vas a perder- le retó ella.

-¿Acaso Keelan no es un caballero?- preguntó Ted, curioso de lo normales que sonaban.

-No- respondió Blake sonriendo con un ligero aire de admiración- es un guerrero- Esta afirmación fue confirmada por el fuerte golpe que le había dado a la morena en el estomago.

-Y Mya no es una dama- refutó Faith confiada- es un pitbull. Apenas muerda no lo va a soltar hasta arrancarle un pedazo-.

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Aprovechando que se estaban distraídos con la pelea, que parecía ir ganando contra sus propios pronósticos Mya, se había alejado nuevamente buscando señal, perdiéndose la mirada cómplice de la pareja que fingía un detallado análisis de las técnicas de combate.

- ¿Teddy?- le contestó la angustiada voz de su padrino al otro lado de la línea.

-Sí tío, estoy bien. No te preocupes- respondió rápidamente, sabiendo que eso le preocupaba a Harry- Estoy dentro. No ha sido fácil comunicarme contigo. Estamos en una casa de campo y son unos treinta o cuarenta en total, sin contar a los...-.

-¡¿COMO QUE ESTAS ADENTRO?!- explotó el hombre al otro lado de la línea- ¡Quiero que salgas inmediatamente de ahí! ¡No es seguro, no tenemos idea de quien está detrás y tus órdenes eran ESPECIFICAMENTE VIGILAR! ¡JAMAS DIJE INFILTRARTE!-.

-Pero Harry, no podía ir a consultarte ¿verdad? No había tiempo. Estando acá tengo una idea más clara de lo que pasa...-.

-¡ME IMPORTA UN COMINO LO QUE PASA!-rugió- ¡TE QUIERO EN MI OFICINA EN 10 MINUTOS, TED!-.

-Lo dices porque estás alterado, tío- respondió tranquilamente- Sí te interesa lo que pasa y estando acá tenemos una ventaja- escuchó al hombre refunfuñar- No se bien de que va la cosa, pero son entre treinta y cuarenta- comenzó en tono profesional- no están muy entrenados y el que dirige todo es un tal Zack, un hombre mayor, como de tu edad. El resto son jóvenes y torpes. Además tiene un grupo de ángeles, que están aliados con él y ellos si son de cuidado. Los acabo de ver entrenarse y no parecía que estuviesen más que jugando y son bastante buenos-.

-Teníamos una sospecha de que habían ángeles involucrados- la respuesta sorprendió a Ted, quien alzó una de sus cejas- ¿Sabias que existían los ángeles, Harry?-.

-Hace tiempo conocí a una mujer- contestó en tono raro- pero no la recordé hasta hace poco-.

-Bien, después me explicas, no tengo tiempo- lo cortó el joven auror apresurado para que nadie lo descubriera- Son siete. Cuatro hombres y tres mujeres. Todos jóvenes. Uno pareciera tener unos treinta y algo. Hay dos que podrían pasar como adolescentes con la ropa adecuada...-.

-Ted ¿hay alguna que se llame Sophie?- preguntó el moreno.

-No, Harry. Ninguna. ¿Así se llamaba la que conocías?-.

-Si. ¿Algún Cris?- preguntó nuevamente, forzando a su memoria a recordar.

-Tampoco, Harry. Todos los nombres son raros. Aunque podrían haberlos escogido ellos mismos. No lo sé. Tengo que colgar, ahí viene alguien. Voy a apagar el celular, así que no te molestes- se despidió el muchacho.

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Había pasado casi un mes y no tenía más noticias de Ted desde el apresurado llamado telefónico. Esa tarde iría a buscar a sus niños a la estación de trenes donde llegarían desde Hogwarts, para pasar sus vacaciones de Navidad y no podía evitar preocuparse por su ahijado, que pasaría las fiestas, quién sabe dónde y con quién. Intentaba tranquilizarse a sí mismo recordándose que era un hombre hecho y derecho. Un auror, que sabía defenderse y cuidar de sí, pero no podía evitar la nostalgia y la preocupación.

Para colmo, no habían ocurrido nuevos ataques desde en el que había desaparecido Ted y eso le preocupaba demasiado. No era normal, tantos ataques primero y después tomarse un receso tan largo, solo podía significar que lo que viniera sería a gran escala. Lo malo era que no tenían idea de qué punto podrían atacar ahora. Habían reforzado la vigilancia en el callejón Diagon, a petición del Winzegamort, debido a que la preocupación de las familias se había reflejado en una baja del consumo, aún cuando supieran que todos los objetivos habían sido muggles.

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En cerca de un mes, no había conseguido enterarse de ninguna de las razones tras el movimiento. Parecía ser una venganza personal, más que una cruzada ideológica. Zack lo apreciaba, porque lo había visto en los duelos que organizaba para mantener a su gente entrenada. En estos jamás habían participado el grupo de ángeles. Había visto a los más jóvenes observarlos un par de veces divertidos, pero no parecían mayormente interesados. O los encontraban muy aburridos o no representaban ningún peligro para ellos, porque ninguno de los mayores, les había interesado en lo más mínimo.

El único progreso que había tenido en todo ese tiempo, había sido acercarse al misterioso grupo. Principalmente porque Faith parecía haberlo adoptado como mascota, por lo que lo buscaba constantemente y era bastante abierta y conversadora.

En general, ellos se mantenían alejados de la gente de Zack, pero con Ted parecían no tener problemas. Habían compartido en varias ocasiones la mesa, durante alguna comida o una conversación en un momento de ocio. La única que parecía huir de él como si fuera la peste y no había compartido más de dos palabras era la rubia, que contrario a la teoría de Reagan parecía tener más afinidad con Aden que con Blake.

Parecían tener motivaciones propias, muy distintas a las de Zack, para toda esta situación. No se quejaban nunca, pero había escuchado a Ace quejarse de que le gustaría que terminaran con todo esto antes de las fiestas, porque quería pasarla con su familia. Así que tenían familia... Había provocado las carcajadas de todos ellos, incluida Zoe, cuando en un momento de confianza había preguntado dónde vivían. ¿Dónde crees tú que lo hacemos? Había preguntado Keelan con su voz profunda. Debía reconocer que En el cielo había sido una tonta respuesta. Si viviéramos en el cielo, ¿dónde nos pararíamos? Le había contestado Keelan. Mas tarde Vander, quien era, de hecho, muy agradable le había contado que vivían con los muggles. Se mezclaban con ellos y vivían existencias muy normales, con escuelas, trabajos, familias, igual que estos, salvo por los entrenamientos diarios y misiones.

Esto le daba a pensar que no venían porque estaban aburridos, como parecían estar convencidos los magos, sino que alguien o algo los había mandado a una misión.

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Dejo los cubiertos en la mesa del fino restaurante. No podía comer con esa molestia. Después de tantos años, al final la posibilidad de la ulceración de su estómago, había vuelto con los demás recuerdos. Astoria lo miró fijamente al ver que no comía, pero él movió ligeramente su cabeza, quitándole importancia al asunto. No entendía porqué la ansiedad, suponía que después de tantos recuerdos, la inminente llegada de su pequeño lo tenía nervioso. Tenían todo arreglado y apenas lo recogieran en la estación, tomarían el vuelo nocturno a Suiza para sus vacaciones familiares. Solo tenía que tranquilizarse hasta poder tener a su familia completa nuevamente.

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No había terminado su tercer café de la mañana cuando había sonado la alarma. Al mismo tiempo había recibido un mensaje de texto. Un nuevo ataque. Por supuesto un blanco muggle. El London Zoo Garden. Uno de los mas antiguos zoológicos del mundo. Este ataque estaba fuera de todos los parámetros de los anteriores. Siempre habían protegido niños y animales. ¿Porqué atacar ahora un lugar lleno de animales y niños? Salió corriendo, tomando su túnica y se unió a Ron en el pasillo con sus hombres. Solo tenían que llegar a alguno de los puntos habilitados para la aparición en el ministerio y podrían organizarse al ver la situación.

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El maldito Zack les había avisado diez minutos antes de irse del ataque. El blanco había sido una desastrosa elección. Era el fin de la alianza y el rubio lo sabía. Les había declarado la guerra, sin decírselos directamente y todos ellos lo sabían.

Los animales corrían por todos lados, puesto que los magos de Zack, habían abierto las jaulas, liberando a toda clase de animales que asustados corrían, en estampida, por las calles del zoológico. Algunos empleados intentaban todavía atraparlos y contenerlos, pero era imposible detener a tantos. Muchas de las puertas habían sido voladas y aún cuando los pudiesen volver a meter, no podrían contenerlos. Menos aún con todas las explosiones que continuaban haciendo los terroristas.

-¡Maldito Smith!- bufó Vander indignado- ¡¿Cómo pudo?! ¡¿Animales?! Ya saben cuales son las órdenes. Yo voy a arreglar las jaulas. Ayuden a los empleados y tengan cuidado- les advirtió- Utilicen sus encantos para tranquilizarlos. No quiero ninguna víctima fatal. A Smith me lo dejan a mí si lo encuentran- a sus órdenes el grupo brillo y se dispersó en diferentes direcciones.

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-¿Dónde está Lupin?- preguntó el hombre rubio al joven castaño.

-En el zoológico, Zack- le respondió.

-Bien. Seguro el lugar estará repleto de aurores en cuanto pueda avisarles. Una buena distracción- sonrió complacido- Fue una excelente idea hacerlo creer que se había infiltrado y no teníamos sospechas de que era auror, Reagan- el joven asintió- ¿Los demás?-.

-Todos listos, Zack-.

-¿Y el grupo de Vander?-.

-En la distracción, Zack- sonrió malévolamente- Tantos animales que salvar...-.

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El zoológico había sido rodeado de un campo antiaparición, por lo que no podían aparecerse directamente dentro de sus limites. Llevaban más de quince minutos discutiendo con la policía muggle, para que los dejaran ingresar y Ron estaba a punto de mandarle un golpe y pasar por encima de él.

De afuera se sentían los gritos y los sonidos de animales asustados. La policía había logrado cerrar las impresionantes puertas de fierro para evitar que los animales escaparan a las calles y provocaran un caos, pero los trabajadores y algunos visitantes, muchos niños entre estos, ya que era periodo de vacaciones escolares seguían ahí, con todos los animales salvajes sueltos y aterrorizados. Debían actuar rápidamente si querían sacar alguno con vida.

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Ted no podía creer el ataque sicótico en que estaba involucrado. ¿A qué loco se le ocurriría soltar los animales del zoológico, cuando este está lleno de niños en vacaciones o por paseos escolares? Si los animales lograban escapar la ciudad se iba a volver un caos. La situación dentro del zoológico era muy similar a lo que había visto en una película muggle que Harry lo había invitado a ver, de un juego de la selva o algo así.

Divisó un grupo de tres niños cercanos a los diez años, que se escondían entre un kiosco y un banco de los animales que pasaban corriendo en estampida. Corrió hasta ellos. Al diablo el estatuto secreto mágico. Se iba a aparecer con los niños en un lugar seguro.

-¿Están bien?- preguntó y los niños asintieron en shock- Tómense fuerte y no se suelten- les indicó, pero cuando trató de aparecerse nada sucedió- Demonios- masculló- Vamos a buscar un lugar seguro para escondernos mientras esto pasa ¿bien?- los niños incapaces de pronunciar palabra asintieron fervientemente.

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Dentro de uno de los baños de visitantes del zoológico, dos empleados, unos diecisiete niños y su desesperada profesora se habían atrincherado. Los empleados los habían encontrado y los dirigían a la salida, cuando unos aterradores rugidos, les indicaron que los animales que los podían aplastar en su descontrolada huida no eran su mayor problema. Los felinos estaban sueltos también y en cuanto vieran tanta presa fácil, sus instintos más dormidos saldrían a la superficie y no podrían escapar. La profesora lloraba desesperada, porque tres de sus alumnos se habían separado de ella unos momentos antes que todo sucediera y no los había podido encontrar.

El sonido de olfateos de uno o más animales grandes en la puerta del baño, seguido de una especie de gruñido y los inconfundibles golpes de una pata gigante con la puerta los aterrorizó.

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Vander había desplegado una gran parte de su energía con el hechizo necesario para reparar todas las jaulas. Los magos no se habían conformado con romperlas o abrirlas, las habían volado en pedazos, lo que había dificultado el hechizo.

El sonido de la jaula abriéndose, lo hizo voltear, para encontrarse con Mya, que venía con dos monos pequeños en brazos, para dejarlos en la jaula.

-Estos van acá- dijo a modo de saludo- Los atrapé intentando salir por los árboles. ¡Menuda fiesta se han armado estos!- bromeó.

-Ya están todas las jaulas listas- le informó el rubio- ¿Has visto a Zack en alguna parte?-.

-No están ni él ni ninguno de sus seguidores- hizo una mueca cuando uno de lo monos tiró un mechón de su cabello con el que había hecho amistad- Esto es una distracción Vander. Saben que no vamos a dejar que lastimen a los animales-.

-Parece que hizo su tarea y está enterado de nuestras obligaciones ¿verdad?- bromeó- Terminemos pronto con todo este circo y vamos a buscarlo-.

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Los animales seguían arañando la puerta del baño, que no iba a durar mucho, viendo el boquete que ya habían hecho en la parte inferior, por el que podían divisar una peluda pata dorada. Los adultos intentaban mantener la barricada y los niños estaban arrinconados en el cubículo más alejado de la puerta.

Escucharon ruido afuera, los rugidos de las leonas y la pata desapareció. Por unos momentos los encargados pensaron que habían encontrado una presa mas fácil y dejado para más tarde el montón de comida encerrado. Si ese era el caso, tendrían que arriesgarse a salir para llegar a las dependencias veterinarias donde se guardaban los tranquilizantes. Uno de ellos se disponía a mover la barricada para salir cuando la sombra de las enormes patas volvió a aparecer al lado de la puerta, pero ya no eran gruñidos los que se escuchaban, era una especie de ronroneo fuerte y constante. Repentinamente, por el hueco de la puerta se asomó una cabeza y de la impresión los tres adultos pegaron un grito y saltaron hacia atrás. La cabeza que había aparecido no era la de un león africano adulto, sino de una muchacha que no debía pasar de los veinte con pelo pintado rojo y largo y ojos miel.

-¿Todos bien? ¿Algún herido?- los miró a través del hoyo. Los adultos negaron con la cabeza- Ya controlamos los gatitos- sonrió socarronamente- Voy a sacarlos- la cabeza de la muchacha desapareció al otro lado y ellos se disponían a mover la barricada para salir, cuando se la encontraron detrás de ellos- No se asusten por favor. Nos mandaron a arreglar este desastre. No queremos ningún animal herido. Los voy a sacar directamente a la administración, que ya está asegurada. Tenemos a tres niños perdidos en custodia...-.

-Son míos- la interrumpió la profesora.

-Lo suponía- le sonrió- Corramos esto para salir- se dirigió a la barricada- Y si ven un hombre guapo, maduro, brillando y con un grupo de remolones leones. Tengan por seguro que es el shock que han sufrido- abrió la puerta.

-¡Wuuoooaaa!- exclamó uno de los pequeños- ¡Señorita, ese señor está jugando con los leones!-.

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Había escuchado la expresión Mas peligroso que mono con navaja, pero no había imaginado cuan cierta podía ser. Los monos pequeños eran una cosa, pero los grandes... Un manotazo y la mataban. No te asustes, respira, se recordó antes de avanzar hacia el grupo de orangutanes. Sonrió y movió su pelo. Sentía la energía hacer chispitas en el largo cabello y avanzó hacia los primates con paso seguro y grácil. Al verla estos comenzaron a gruñir y golpearse el pecho, preparados para expulsar la intrusa, pero sus gruñidos se perdieron en sus gargantas para ser reemplazados por sonidos guturales y chillidos juguetones. Siguieron a la pequeña y brillante criatura y antes de que lo notaran estaban nuevamente en su hogar.

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-¡NO PUEDE DECIRME QUE ES PELIGROSO!- explotó el jefe de aurores de Inglaterra- ¡Hay civiles ahí adentro!-.

-¡HAY UNA CIUDAD LLENA DE CIVILES ACÁ AFUERA!- le contestó en el mismo tono el jefe de policía- ¡Es una jungla ahí adentro! ¡No puede haber sobrevivido nadie!-.

-¡¿Y ESPERA QUE LOS ANIMALES SE MATEN ENTRE ELLOS PARA ATREVERSE A ENTRAR?!-.

-¡Estamos esperando los veterinarios que vienen armados con dardos tranquilizantes!- le respondió bajando el tono al observar las cámaras y el cerco de periodistas que había- ¡No esperará que matemos a todas esas criaturas indefensas! ¿Verdad?-.

Harry bufó, un simple aturdidor coordinado y serían capaces de controlarlos. Si servían para dragones, servían también para elefantes, cebras y lo que fuese.

-¿Porqué diablos se demora tanto Kingsley en conseguir el permiso?-gruñó exasperado.

-Harry- lo llamó su mejor amigo, blanco como un papel- Hermione llamó. Atacaron el Expreso de Hogwarts y se llevaron a cinco niños-.

-No- susurró el moreno perdiendo el color del rostro- Por favor, no me...-.

-No saben bien a quién, pero los vieron irse con cinco- el moreno se recompuso-Harry- añadió cauteloso- No encuentran a Albus por ninguna parte. Yo me quedo acá y tú ve al ministerio a ver qué paso-.

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-¿Seguro que este es el censo actualizado de animales?- le preguntaba nuevamente el muchacho de pelo castaño.

-Sí, estoy seguro- le respondía el encargado, que estaba seguro de que el hecho de que esos jóvenes aparecieran y desaparecieran dentro de la administración en montones de lucecitas azules era producto del shock.

-¡Demonios!- bufó el de pelo oscuro y actitud insolente- ¡Nos faltan un par de animales aún!-.

El joven rubio se les acercó y después de indicarles que se fueran a buscarlos, estos desaparecieron.

-¿Tienes algo, Zo?- le preguntó a la muchacha de pelo rubio, que trajinaba con una especie de cadena con unos cuarzos y un mapa.

-Esto no es google ¿Sabes?- le respondió molesta- Tienen que habernos bloqueado de alguna manera. Ninguno puede sentirlos, porque no son ningunos inocentes que proteger, ya lo sabes. Necesitaríamos algo de ellos para poder rastrearlos...-.

-¿Sirve esto?- preguntó el joven de pelo castaño que se había mantenido tranquilizando a los niños, tendiéndole un antifaz- Es de Reagan. Puede que dónde esté él esté Zack-.

-Gracias Teddy- la muchacha tomó el antifaz distraídamente y con este agarró la cadena.

-¿Cómo me llamaste?- preguntó contrariado.

-Ted- contestó quitándole importancia- ¿Es tu nombre, verdad?-.

-Me llamaste Teddy- insistió él.

-Ya, ¿y?- detuvo el movimiento de la cadena para mirarlo confundida.

-Que nadie más que los que me conocen de niño, me llaman así- le increpó sospechoso.

-Oh- murmuró- disculpa entonces, Ted- remarcó el nombre con sorna y se volteó a trabajar.

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Entró corriendo aún a la oficina de Kingsley, donde se encontraba una angustiada y llorosa Profesora McGonnagal y cuatro pares de padres igualmente angustiados, entre los que se encontraban Draco y Astoria. También estaban Ginny y Hermione.

-¡Oh! Harry- Ginny se abalanzó hacia él en cuanto lo vio- ¡Se llevaron a Albus, Harry! ¡Se llevaron a mi Al!-.

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Lo primero que vio Ron en cuanto se abrieron las enormes puertas de fierro, fue la cabellera turquesa de Ted. Parecía ligeramente intimidado de toda la gente que se encontraba pendiente de sus movimientos. Junto a una muchacha de brillante pelo negro se acercaba hacia donde se encontraban.

-Todo está controlado- informó a Ron, provocando la molestia del jefe de Policía al sentirse excluido- Todos los animales en sus jaulas y todos los civiles en la administración- hizo un pequeño gesto con la cabeza para apartarlo del policía muggle, mientras Mya se acercaba a este con una encantadora sonrisa.

-Vamos a necesitar al equipo de desmemorización ahí adentro, tío- empezó en el mismo tono profesional- Ha sido... extraño, como menos- soltó una risilla nerviosa- creo que yo mismo necesitaría a los desmemorizadores. Allá adentro tienen todo planeado. Vamos a decir que hubo un cortocircuito y por esto fallaron las chapas de las puertas en algunas jaulas- Ron asintió y dio la orden de entrar a uno de sus grupos con los desmemorizadores- ¡Hay ángeles, Ron!- le susurró Ted emocionado- Deberías haber visto lo que pueden hacer- añadió confidencialmente mientras se dirigían hacia la entrada- ¡Los animales los seguían como las ratas al flautista del cuento, Ron! ¡Fue alucinante!-.

-Ted, hay cámaras muggles por todos lados- le recordó el pelirrojo auror, mientras ingresaban al recinto- Nadie se va a comprar esa historia tan absurda si tienen imágenes de animales chillando como locos...-.

-No hay imágenes- lo cortó socarronamente un muchacho que no debía pasar de los veinte y tenía el castaño pelo recogido en una coleta. Ante la mirada incrédula de Ron agitó una serie de tiras negras, que parecían salir de pequeñas cajitas que otro muchacho que, a pesar que no debía tener más de quince, estaba calvo, se dedicaba a tirar y a romper.

-Oh- atinó a responder Ron.

-Es por esto que no encontrábamos nada en las grabaciones de seguridad. Las convocan y estas vienen en montones de lucecitas- comentó tan emocionado como un niño que ve un excelente truco de magia.

-Por supuesto- masculló Ron, observando alrededor a ver si veía a los otros del grupo.

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En medio de la nerviosa e improvisada reunión, cuando los ánimos no podrían haberse caldeado más y al menos dos pares de padres, ricos, por supuesto, habían amenazado con pedir la cabeza de McGonnagal en un palo. En medio de luces doradas apareció.

El desesperado padre, que había estado reclamando la cabeza de su antigua profesora, cayó en su asiento de la impresión.

-No hay necesidad de eso, señores- habló la mujer tranquilamente bajándose la capucha de su túnica, mientras miraba las varitas de Kingsley y Harry que la apuntaban- Mi nombre es Diana y vengo a traerles noticias de sus hijos-.

Con reticencia el ministro de magia y el jefe de aurores bajaron sus varitas e invitaron a la mujer a continuar.

-Desgraciadamente sus hijos se han visto envueltos en una situación en que no tienen nada que ver. Zacarías Smith no dañará a sus hijos...-.

-¿Smith? ¿El hufflepuff imbécil?- la interrumpió Draco descortésmente.

La mujer lo miró severamente y continuó como si no hubiese sido interrumpida.

-Su objetivo siempre fue una venganza personal, contra todos quienes considera salieron beneficiados con el fin de la guerra, sin merecerlo. Se siente ofendido porque nadie lo consideró. Una actitud infantil e inmadura, pero que ha desencadenado esta serie de hechos lamentables-.

-¡¿El idiota de Smith tiene a mi Al?!- interrumpió ahora Ginny desesperada- ¡Podría hacerle cualquier cosa solo por hacerte sufrir, Harry! ¡Podría...-.

-No dejaremos que dañe a Albus, Ginevra- la calmó la mujer- Ni a los otros niños- aclaró al ver las miradas desesperadas de sus padres- En vista de la amenaza de un nuevo levantamiento de magia oscura en esta región, nos vimos obligados a intervenir. Enviamos a uno de nuestros grupos más talentosos y familiarizados con su mundo. Se infiltraron en la operación, valiéndose de la propia mitología de los magos-.

-Los ángeles que informó Ted- aclaró Harry. La mujer le sonrió- Creí que no se involucraban en confictos de magos-.

-No lo hacemos- le aclaró sonriendo misteriosamente- esta amenaza es culpa de los errores de uno de los nuestros. Por lo tanto es nuestro deber eliminarla-.

-¿Y con eliminarla se refiere a...?- preguntó trémulamente Hermione.

-Al sentido más literal de la palabra, querida- la expresión de la mujer a pesar de ser cálida era de absoluta determinación.

-¡No pueden hacerlo!-explotó Harry- ¡Tengo un hombre infiltrado en el grupo, no pueden simplemente...-.

-El señor Lupin fue descubierto por Smith y su gente- ante la expresión horrorizada de Harry aclaró- Está bien. En el zoológico, dond ayudó a unos pequeños a escapar de una manada de elefantes. Aparentemente la idea era que terminara devorado por los leones que escaparon-.

-¡¿Leones?!- susurró Ginny casi en shock.

-Evidentemente Simth quiso actuar por su cuenta y provocó el problema en el zoológico, porque sabía que todos mis guerreros irían ahí a proteger los animales. Así no los tendría respirando en su espalda y podría proceder con la idea original que lo llevó a planear todo el movimiento. Vengarse de ustedes, quienes a su parecer se beneficiaron inmerecidamente-.

-No me malinterprete, señora - habló por primera vez Kingsley quien se había dedicado a observar- Si esto es lo que planeaba desde un principio, los niños están en peligro. Probablemente desea dañarlos para así llegar a sus padres-.

-No a todos los padres- aclaró mirando a Harry- El sabía que no demorarías en ir por tu hijo y por los demás-.

-Claro- bufó Harry pasándose la mano por el indomable cabello.

El grupo de padres, que se había mantenido reunido en un rincón de la oficina, alejados lo más posible de la misteriosa mujer, se dispersó cuando un montón de lucecitas celestes comenzó a materializarse a sus espaldas. Harry, Draco y Hermione contuvieron el aliento, sin saberlo, esperando ver a la misma persona.

La joven de pelo negro que se había materializado en la oficina, dirigió una rápida mirada alrededor dirigiendo discretamente su mano derecha a su cintura. Al ver que no había peligro fijó su vista en la mujer e hizo una pequeña reverencia.

-Mya- saludó la anciana-.

-Tenemos la situación controlada en el zoológico, Diana- dijo la joven mientras se acercaba sonriendo- No hay ningún animal herido y los humanos están todos bien. Algo nerviosos, pero Vander y Faith se están encargando de calmarlos, así que ellos mismos van a estar algo sensibles por un rato- añadió esbozando una sonrisa perversa- Keelan se lo ha pasado fantástico jugando con los gatos, pero ahora huele muy mal- bromeó causando la risa de la mujer.

-Me parece fantástico que sea muy divertido que ese tal keelan se haya divertido, pero nuestros niños siguen en peligro- interrumpió prepotente Draco.

-Debería darte gusto que Keelan se divierta, ya que le debes la vida de uno de tus hijos- le cortó de mala manera Mya. Draco sintió que toda la sangre se le había ido a los pies, con la implicación de esa afirmación y se sentó mirándola desafiante, pero está le dio la espalda insolentemente.

-Zoe está escaneando para encontrar a los magos, pero parecen haber encontrado una manera de bloquearnos- informó, siempre dirigiéndose a la mujer- Quizá si ubicáramos a los niños, lo encontraríamos- se volteó por primera vez hacia los padres- ¿Alguno podría facilitarme algo que hayan utilizado recientemente sus hijos? ¿Alguna prenda de vestir o algo que hayan tocado?-.

Una segunda nube de luces se materializó en el centro de la oficina. El joven rubio saludó igual que la muchacha a la anciana, con un ligero movimiento de cabeza. Observó tranquilamente alrededor recorriendo para detenerse unos segundos más en Draco.

-Pensé que necesitaban mi compañía- saludó graciosamente.

-Tu eres el líder- exclamó Harry- el que sacó a mi auror de la trayectoria de la maldición- el joven solo sonrió condescendiente.

-El que Zack y su gente pensaba que era el líder-aclaró- el cerebro de toda esta operación es otro- miró fugazmente a la muchacha que no cambio su expresión.

-¿Ninguna prenda?- insistió la muchacha. Los padres negaron descorazonados.

-¿Tú hijo está perdido?- el joven se adelantó hacia Draco, quien asintió levemente. El joven sonrió con suficiencia- Vuelvo al zoológico, Mya. Tengo una idea que debería funcionar- ella lo observó curiosa- Sangre- aclaró él.

-¿Nuestra sangre serviría para encontrarlos?- preguntó esperanzada Astoria.

-No es necesaria, señora- le sonrió el rubio tranquilizándola antes de desaparecer.

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El jaleo dentro de las oficinas de administración del London Zoo Garden era impresionante. Todos los involucrados en el atentado eran revisados por los medimagos y pasaban al equipo de desmemorizacion. Ron estaba junto a sus hombre y Ted reparando las instalaciones que no correspondían propiamente a jaulas y habían sido dejadas de lado por el ángel que había reparado estas. Hasta el momento había divisado a tres de los ángeles. Los dos que estaban jugando con las cintas de las cámaras y uno que estaba dentro de una de las jaulas brillando para calmar a los animales. Tenía que reconocer que coincidía con Teddy en que era algo alucinante. Volteó al escuchar que llamaban a Ted y se topó de frente con el muchacho alto, de pelo oscuro y actitud insolente.

-Ted, podrías ayudarme con los niños que rescataste, no quieren ver al medico y...-.

-Yo te conozco- soltó abruptamente el pelirrojo.

-No-respondió el muchacho haciendo gala de todo su sarcasmo.

-Sí te conozco- insistió el pelirrojo.

-No- hizo un mohín profundamente insolente con su nariz- Nunca olvido una cara y la tuya no la he visto ni en pelea de perros- se volteó hacia Ted- Pensé que podrías convencerlos para que los revisen, porque no me gustaría que se traumaran más de lo necesario...-.

-Tu eres el de la tienda de mascotas- dijo Ron al notar los ojos grises del muchacho, que volteó a mirarlo indignado.

-Yo jamás compraría una mascota- contestó en un tono peligroso- Es bárbaro y esclavizante. Es comerciar con seres vivos. Los animales sufren encerrados y...-.

-El que salvó a la muchacha de la tienda de mascotas- aclaró el pelirrojo perdiendo la paciencia.

-Diez dólares a Blake- susurró la muchacha de pelo rojo a Ted, observando atentamente el intercambio.

-No lo sé- susurró este- Ron tiene muy mala leche cuando quiere- una sonrisa picara asomó en su cara y estrechó la mano que la muchacha le ofrecía.

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El que había plantado el mito de que los ángeles eran unas hermosas criaturas bondadosas y cariñosas era un completo idiota... o no se había topado con ese mocoso. Ese niño, que seguramente no nacía cuando él había participado en la batalla de Hogwarts, era totalmente insolente y desconsiderado. No se había molestado en escuchar sus sugerencias, de años de experiencia como auror, padre y hermano de un montón, para calmar a los niños. Deliberadamente había fingido no verlo ni escucharlo. Para colmo, el solo estaba teniendo que lidiar con la policía muggle y los periodistas, ya que la situación del expreso de Hogwarts, aún no se resolvía. Precisamente se dirigía a convencer al jefe de policía de lo innecesario que era soldar las jaulas, que ya habían sido reparadas con magia, cuando vio una figura rubia salir despedida desde la oficina de administración, rodeado de una lluvia de luces y golpear la pared con un quejido ahogado, mientras la puerta se cerraba de golpe, sin que nadie la empujara.

Corrió a socorrer al joven rubio que intentaba levantarse cuando una nube de chispitas azules se empezó a materializar a su lado. Llevaban un buen rato en el zoológico y los ángeles lo habían hecho muy a menudo, pero seguía sintiéndose extraño cada vez que las lucecitas azules aparecían. Suprimió un gruñido al ver a quien correspondía la figura que se materializaba.

-Diablos – rió el insolente ángel, tendiéndole la mano al rubio para ayudarlo a ponerse de pie- ¿Qué le dijiste para que te arrojara por la puerta?-.

-Le sugerí utilizar sangre para escanear a los niños- respondió con un risita y cara culpable.

-¿Y de dónde pensabas sacar sangre de los niños?- preguntó el moreno, quién se veía ligeramente más joven que el rubio sarcásticamente.

-No de los niños. Le sugerí utilizar SU sangre para escanear- aclaró el rubio con cara de circunstancia.

-Oh- fue la única respuesta del moreno.

Ron observaba la conversación a unos pasos de los jóvenes ángeles, pero a estos no parecía importarles su presencia. El moreno se acercó a la puerta, exhaló y con aire resignado, pero decidido giró la manilla. El rubio lo siguió. Decidió acercarse para ver si obtenían algún resultado con la búsqueda de los niños. Se encontraba a solo unos pasos de la puerta y apenas habían transcurrido unos momentos de que los jóvenes entraran cuando los vio salir volando nuevamente, como si algo los hubiese golpeado con fuerza el estómago.

-¡Oh, vamos, So!- se quejó el moreno intentando salirse del nudo en que había caído.

¿El mocoso insolente había dicho So? ¡Merlín! ¡Ya sabía a quién le recordaba la actitud insolente! -Abre la puerta en este momento- ordenó dando dos fuertes golpes en esta. Los dos jóvenes se miraron divertidos como si esperaran que a él también lo mandaran volando a la pared. Definitivamente a esos mocosos les faltaba aprender un poco de respeto por los mayores.

-¡SOPHIE MATHEWS ABRE LA PUERTA AHORA!- bramó ante la falta de respuesta. Los jóvenes ángeles se miraron entre ellos con una ceja alzada, en un gesto idéntico de sorpresa.

-¡¿PERO DÓNDE DEJASTE LA ÚNICA NEURONA BUENA QUE TE QUEDA, EH?!- bramaron del otro lado de la puerta mientras se escuchaba una cerradura- ¡Podrías gritar más fuerte para que te escuche todo Londres y así me puedan identifi...- el resto de la frase quedó amortiguada en el pecho de alguien que la abrazaba como si no la hubiese visto en siglos.

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La cueva había sido una excelente elección. Lo más probable es que nadie recordara que se encontraba ahí. Los buscarían por cielo, mar y tierra y nadie podría rastrearlos, porque se encontraban en una cueva submarina en el lugar más protegido de toda Europa.

-Tengan a los mocosos en la jaula- pidió a su mano derecha.

-Ya están ahí, Zack- le respondió el joven castaño- resultaron bastante más llorones de lo que yo esperaba, siendo hijos de quienes son ¿verdad?- miró despectivamente a los adolescentes que se amontonaban en una de las esquinas de la jaula.

-Sé que no te quieres perder la batalla Reagan, pero confío en ti para terminar con el problema si llegáramos a tener algún contratiempo. Debes volver y quitar el hechizo impermeable- sonrió con malicia- Si perdemos, ellos van a perder también-.

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Hacía tanto frió en esa cueva. Sabían que estaban bajo el agua, porque podían ver la pared de negras aguas que estaban sostenidas por el hechizo de impermeabilidad, que los mantenía protegidos en una especie de burbuja. Los adolescentes se miraron asustados entre ellos al escuchar las palabras del hombre rubio. Apenas el hechizo terminara, las aguas se les vendrían encima con fuerza demoledora y no tendrían opción siquiera de intentarlo, puesto que la jaula sería arrastrada hacia las profundidades del lago negro con sus cuerpos.

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-¡Demonios!- bufó Harry desesperado, entrando al despacho del Ministro- ¡No puede ser que ningún hechizo localizador funcione! ¡No pueden haber desaparecido del planeta así como así, Kingsley!- el jefe de aurores lo miró compungido- Este hechizo sirve incluso para recuperar cuerpos- Una de las madres, que había escuchado la última parte estalló en sollozos- Incluso el hechizo de Malfoy no funciona-.

-Potter- respondió el celular que sonaba insistentemente en su bolsillo y todo el color de su rostro desapareció.

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Aprovechando el abrazo de oso al que Ron tenía sometida a la muchacha, los otros dos jóvenes se acercaron uno por cada lado y gentilmente tomaron sus manos para ayudarla a liberarse. Los cuatro sabían que ella no necesitaba de ayuda para liberarse.

-¡Auchh!- gimió ella al sentir el corte en su mano y se retorció para liberarla de las desconsideradas manos que la apretaban para hacerla sangrar.

-Tienes un trabajo que hacer- le recordó solemne el rubio, mientras colocaba un cristal en la palma sangrante y la cerraba sobre este.

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Le tomó poco más de quince minutos reunir un buen grupo de aurores para la batalla. Dos de sus jefes de sección estaban allí también. Ron seguía con Teddy en el zoológico y no respondía el celular.

Se aparecieron en las coordenadas indicadas, locación que resultó ser una elegante casa de campo. La fachada, en la oscuridad le recordó la casa de los Malfoy. Al otro lado del gran parque se encontraban reunidos un buen grupo de enmascarados y un hombre rubio y joven que reconoció con incredulidad ¿Smith?... ¿todo esto había sido idea de Zacarías Smith?...

-Bienvenido a mi casa, Potter- saludó el hombre.

-Devuélveme a los niños y ninguno de tus hombres saldrá herido, Smith- respondió en un tono frío y tranquilo.

-Te propongo un trato, Potter- contestó sonriendo maniáticamente- Ordenas a tus hombres que se vayan. Les modificas la memoria y tú te quedas a divertirte conmigo y mi gente. Una vez que terminemos contigo, devolvemos a los mocosos sanos y salvos. Si intentas cualquier truco, los mocosos mueren antes de que puedas siquiera pensar en encontrarlos. Están en una jaula, protegida por un simple hechizo de impermeabilidad sumergidos bajo toneladas de agua. Una sola tontería y deshacemos el hechizo y los mocosos se ahogan esperando que papi vaya a buscarlos- rió al ver la cara de furia de Harry.

No tenía opción, era lo único que podía hacer. Al fin, todo el tiempo había estado viviendo un tiempo robado. Recordó las palabras que había escuchado hacía tanto tiempo ya... "No sé cómo pasó, pero sé que todos ustedes están muertos" Todos deberían haber muerto en la batalla final...

Harry se volteó hacia sus hombres. Sus ojos verdes brillando decididos.

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Kingsley Shackelbot, había observado atónito como los hombres que supuestamente habían acompañado a Harry en el rescate de los estudiantes de Hogwarts, charlaban animadamente, en la cafetería del ministerio. Al pedirles explicaciones de lo ocurrido, sus miradas perdidas y desconcertadas le encajaron algunas piezas. Esos hombres habían sufrido hechizos desmemorizantes marca Potter.

-Zacarías Smith es un hombre inteligente- dijo sorprendiéndolo la muchacha morena, quien se había acercado sigilosa como un gato- Ese siempre ha sido su problema. Nunca lo han reconocido más que por ser una persona que lo ha tenido todo fácil en la vida. El mismo no sabe que el éxito de sus empresas se debe a esa mente retorcida que posee. Su principal problema es que tiende a menospreciar a los que no considera importantes- el experimentado ex auror la observó analíticamente- Nosotros vamos a traerle a Potter de regreso. Smith se cuidó mucho de Vander, pero no se percató de que había uno de nosotros observándolo siempre- sonrió- su mansión puede ser indetectable para ustedes, pero nosotros tenemos nuestros propios medios- con esto desapareció en una nube de chispitas celestes y blancas en un lugar del ministerio, donde supuestamente nadie se podía aparecer.

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-Ya está lo que pediste, Smith- dijo fríamente Harry- Ahora entrégame a los niños-.

-Dije que cuando termináramos contigo devolvería a los niños, Potter- aclaró el rubio.

-¿Quién me asegura que vas a cumplir tu palabra, Smith?- Harry estaba erguido a pocos metros del grupo de magos, con la varita firmemente sujeta en su mano derecha. Algunos de ellos, se removieron incómodos al recordar quién era el hombre que estaba frente a ellos.

-Supongo que tendrás que confiar en mi palabra- el tono en la voz de Smith demostraba que estaba tranquilo. Tenía el control de la situación. Por fin podría hacer que Potter se tragara ese maldito orgullo gryffindor y le ofreciera un poco de respeto.

-¿Todo esto porque te vi escapando en la batalla, Smith?- repuso socarronamente para distraer su atención y evaluar sus posibilidades.

El rubio sonrió con confianza- Yo, a diferencia de ti Potter, soy un muy buen observador. Se perfectamente cuál es tu manera de actuar. El sarcasmo no me va a distraer, Harry- el moreno lo miraba desafiante- ¡Accio varita!- gritó tan de repente que Harry no tuvo tiempo de retenerla.

El moreno soltó el aire resignado, al ver que la varita se soltaba de su agarre y volaba hacia la mano del rubio, quien sonrió satisfecho.

-Crucio-murmuró dirigiendo su propia varita hacia el moreno que cayó al suelo retorciéndose por el dolor.

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No sabía cuanto rato había pasado, si un minuto o unos segundos. Sentía su piel arder, que todos los músculos se separaban de los huesos y las articulaciones, como si lo estiraran de cada una de sus extremidades en una dirección diferente... No iba a logarlo, no tenía ninguna opción, pero era un precio justo a pagar si su Albus regresaba a casa, sin daño permanente. El maldito Smith, era tan cobarde que ni siquiera se había enfrentado en un duelo con él, lo había despojado de su varita y junto a sus seguidores habían formado un ruedo, riendo de cómo sus maldiciones impactaban en su cuerpo. Primero había intentado contener sus gritos, pero ahora ¿qué sentido tenía? Morir conservando la dignidad daba igual, iba a morir de todas formas...

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Zacarías Smith estaba encantado. Ni en sus mejores sueños hubiese pensado que el plan iba a salir tan bien e iba a tener al desgraciado de Potter, desarmado y retorciéndose de dolor en el suelo. En un principio, cuando recién se le había aparecido, pensó que esa cosa era una alucinación producto del alcohol que había bebido la noche anterior en la reunión, pero cuando había aparecido nuevamente a mostrarle las ventajas del plan, su mente siempre analítica había trazado líneas. Por todos los lados se vería beneficiado. Sus empresas aumentarían en ventas, porque los magos y brujas asustados comprarían cualquier poción o método de seguridad que les ofrecieran y podría darse el lujo de aplastar a los malditos y orgullosos Gryffindors, que aún se pavoneaban como si fuesen los únicos a quienes se debía la paz de la comunidad. El hombrecillo había sido muy inteligente en sugerir utilizar a la joven generación de magos y brujas, eternamente opacados por los logros de sus padres o cuyas familias habían caído en desgracia pública luego del fin de la guerra. Culpar a los "salvadores del la comunidad" de todas sus desgracias. El hechizo de confidencialidad les impedía entregar cualquier información que llegara a relacionarlo a él con el movimiento. Finalmente de algo había servido la enorme biblioteca de la casa de sus padres. El hechizo era tan antiguo que nadie sería capaz de romperlo. Cuando sus colaboradores ya no fueran útiles, se encargarían de ellos.

Sonreía mientras observaba a Potter. El auror no tenía pinta de aguantar mucho más rato las maldiciones y hechizos. No cabía duda de que los años pasaban y ya no tenía la misma resistencia de la juventud. Quizá simplemente lo que sucedía con el famoso "niño que vivió" era que en realidad su imagen era más mito que verdad. Todas las veces que había sobrevivido al Innombrable había sido por pura suerte, como él mismo lo había dicho en el famoso ED. Unas maldiciones más y estaría acabado.

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-Lo siento- interrumpió la conversación el rubio- tenemos que irnos. Mya nos está llamando.

-Nos vemos, Ron- dijo la muchacha a modo de despedida mientras desaparecía, junto a los otros dos en nubes de chispitas.

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-¿Tienes algún mensaje que quieras que transmita a tu esposa, Potter?- se mofó Smith- ¿Algunas palabras inspiradoras que la ayuden a soportar la perdida de su esposo y su pequeño hijo? -.

-¡Lo prometiste, Bastardo!- se las arregló para decirle Harry.

-Lo sé- reconoció- pero no puedo dejar a los niños ir, después que me vieron. No te preocupes, será rápido, mucho más de lo que ha sido contigo- sonrió perversamente y alzó la varita en dirección al moreno, quien a pesar de estar en el suelo le miraba desafiante.

-Yo que tu no lo haría, Zack- se escuchó una voz tranquila pero amenazante- No si quieres mantener tu cabeza pegada a tu cuerpo-.

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Harry vio que su ex compañero de escuela levantaba la varita hacia él y supo que todo había terminado. No escuchaba bien, su mente estaba adormecida y su cuerpo no dejaba de temblar, por lo que no supo cuál era la maldición que iba a acabar con su vida. Nunca sintió como lo golpeaba, pero se cegó con la brillante luz que lo rodeó.

-¿Harry?- escuchó que lo llamaban a lo lejos- ¿Harry, me escuchas?- intentó enfocar la vista en el dueño de esas manos pequeñas que quitaban su pelo de la cara- ¡Vamos, Harry! Tu puedes- le reclamaban- ¡No he pasado por todo esto para que ahora te mueras! ¡Harry!- abrió los ojos con dificultad, pero sin sus lentes todo lo que identificaba eran borrones de colores. Supo que la persona que le revisaba en busca de heridas era una muchacha, pero no la reconoció.

-Vete, Zoe- escuchó que una voz de hombre le decía a la muchacha- Yo lo curo. Tienes que traer a los niños antes de que la pelea termine. Nosotros nos encargamos de ellos-.

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Justo antes de que la maldición tocara a Harry Potter, el campo que lo rodeaba se iluminó en una especie de círculo de protección de brillantes luces blancas y celestes, en los que esta rebotó. Los ángeles habían aparecido y no parecían muy contentos. Rodeaban el cuerpo de Potter por todos los costados, dejándolo protegido dentro del espacio entre de ellos. Para su sorpresa no había sido el rubio Vander quien había dado el ultimátum. Había sido la mujer que hablaba poco. Mya.

-No has sido justo con nosotros, Zack- dijo ahora el rubio, luego de intercambiar una breve mirada con la mujer- Te ayudamos a no hacer tantas tonterías. A no lastimar inocentes y nos pagas lastimando a los animales y robándote unos niños-.

El lenguaje corporal de los ángeles demostraba que estaban tranquilos aún, como si no quisieran pelear a menos que no fuera indispensable, pero atentos. Las famosas espadas no habían aparecido todavía y sabía que sin estas no eran tan peligrosos. No contra las varitas de su gente. Solo debía ganar tiempo.

-Tu tampoco has sido justo, Vander- replicó- Has intentado engañarme todo este tiempo. En vez de potenciar nuestro movimiento, se han dedicado a salvar muggles y cachorritos en todos los ataques- algunos hombres de Smith se removieron nerviosos, mientras los ángeles se mantenían en las mismas posiciones expectantes- ¿Quién va a tomar en serio a un Lord Oscuro que se dedica a salvar perritos?- se mofó.

-Te dimos tiempo suficiente para evitar que hicieras estupideces, Zacarías- hablo tranquilamente el rubio, recorriendo su mirada en las filas del mago, quienes se habían acercado bastante a ellos rodeándolos- Intentamos minimizar los daños y evitar que lastimaras inocentes-.

-No veo cual es tu interés en los inocentes, si tu mismo viniste buscando algo en que divertirte- contestó el rubio. Afortunadamente había preparado a sus hombres para pelear con los ángeles en caso de que estos se volvieran en su contra. Lo más importante era hechizarlos antes que los pudieran tocar con las espadas.

-Has agotado tus posibilidades de redimirte por tus acciones, Smith- habló nuevamente Mya- Entrégame a los niños y quizá te perdone la vida.

-¿Tan bajo has caído para que una mujer de los ultimátum por ti, Vander?- se burló observando discretamente como sus hombres seguían tomando sus posiciones.

Algunos de los ángeles intercambiaron unas sonrisas socarronas- ¿Tan tonto has sido para pensar que uno de los más jóvenes de nuestros guerreros estaba a cargo de un grupo?- preguntó Keelan divertido- Vander no tiene veinte años ¿Cómo podría él estar a cargo de guerreros de mayor experiencia?-.

Smith tenía la mandíbula apretada y estrujaba su varita en la mano de rabia. ¿Cómo había podido ser tan tonto de pensar que en verdad eran los ángeles negros de la historia?

-Pues a estos inocentes no van a poder rescatarlos- dijo finalmente.

El brillo de las siete espadas que aparecieron de repente en las manos de los ángeles, quienes estaban ahora listos para atacar, lo cegó, pero con un movimiento de cabeza indicó a sus hombres atacar. Lanzó una mirada a Reagan y este desapareció.

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Sintió la cálida sensación que cubría su cuerpo y vio el resplandor que salía de las manos del muchacho. Los cálidos ojos miel le decían que no tenía nada que temer, pese a que el ruido de gritos y los zumbidos de las maldiciones le indicaban que la pelea había empezado.

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No fue difícil para el ministro de Magia romper los desmemorizantes que Harry había utilizado en sus hombres. El moreno era muy bueno con los hechizos y en duelos, pero la sutileza no era lo suyo y tanto los desmemorizadores como la legeremancia no se le daban.

Acompañado de un buen grupo de aurores, entre los que se encontraba Ron y el hijo de su amigo Remus, habían aparecido en lo alto de una colina. No fue muy difícil saber en qué dirección estaba la casa de campo, ya que las luces de los hechizos y unas que no lograba identificar iluminaban la noche como si se tratara de luces de neón.

-Pero qué diablos está pasando ahí- susurró Ron al ver la escena.

-Vaya- soltó el aire Ted- Los ángeles los están atacando- murmuró fascinado- ¡Pero mira si es sexy esa Faith, aplastando a estos imbéciles!-.

Ron y Kingsley siguieron la mirada lasciva del joven Lupin hacia una de las jóvenes que peleaban.

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Utilizando el traslador de Zack, Reagan había llegado a la cueva donde estaban los niños, dispuestos a quitar el hechizo de impermeabilidad. Ignoró sus gritos y suplicas cuando pasó por el lado de la jaula. Personalmente no tenía nada en contra de los mocosos, pero debía atar todos los cabos sueltos. El trabajo en sí no tenía dificultad. Solo tenía que deshacer el hechizo y activar el traslador antes que el agua le cayera encima. Por eso le agradaba Zack. Era un hombre de recursos. Gracias a su familia conocía una serie de hechizos y usos de la magia tan antiguos que eran totalmente desconocidos. ¿Quién pensaría que con unas simples esferas, llenas de energía mágica, ubicadas en puntos estratégicos, el hechizo de impermeabilidad se mantenía sin necesidad un mago alimentándolo y drenándose de su propia magia? ¡Solo lo había conjurado, ubicado las esferas y listo! Bastaba con retirar una de las esferas y el agua se vendría encima. Decidió que la que estaba más hacia el fondo de la cueva serviría, ya que le daba unos segundos de más para desaparecer.

-Dame una sola razón, por favor- siseó una voz a su espalda al tiempo que sentía el frío filo de la espada en su garganta, dejándolo con uno de sus pies a escasos centímetros de la bola. Reconoció la voz del ángel que lo amenazaba.

-¿Crees que tu espada es más rápida que mi pie?- contestó con más seguridad de la que tenía.

-¿Crees que siquiera podrías siquiera intentarlo antes que te rebane el cuello?- le retó.

-No lo harías delante de los niños- indicó mirando nerviosamente a los mocosos- Se traumarían de por vida si te ven degollando a alguien-.

-Había pensado más bien en arrancarte la cabeza- aclaró juguetonamente el ángel- Creo que sus padres preferirán pagarle al psiquiatra, si con eso se los devolvemos enteros- Abott había pensado en empujarla utilizando su propio peso para aplastarla contra la pared, dándole el tiempo de escapar, pero apenas iba a intentarlo la espada se enterró firmemente unos milímetros más en la piel, bajo su garganta, presionando.

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Ese hombre había vuelto para matarlos. Iba a dejar que toda el agua del lago les cayera encima. Recorría la cueva nervioso, buscando algo. No escuchó ninguna de sus suplicas y gritos. Los miró con cara de disculpa. Iba caminando hacia el fondo de la cueva, cuando habían visto las luces. La muchacha que salió de ellas no podía ser mucho mayor que su hermano ¡Jamás tendría oportunidad contra el hombre! Él era mucho más fuerte y alto que ella. Sigilosa y rápidamente la muchacha se acercó por la espalda del hombre y lo inmovilizó apuntándolo con una espada.

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Toda su atención estaba dedicada al hombre que tragaba con dificultad bajo el filo de su fiel espada. No sabía qué pretendía hacer, pero ciertamente esas esferas brillantes eran parte fundamental, ya que notaba su pierna ansiosa por moverse y patear la más cercana. Debía ser una especie de escudo que mantenía la cueva en una burbuja. Notaba la corriente de magia que mantenía el agua irrealmente contenida, como si se encontraran en un acuario submarino, como el que había visto en la película tiburón. Donde un pasillo con paredes de cristal se internaba en las profundidades y te permitía sentirte dentro del océano y observar las distintas formas de vida. La diferencia era que las aguas que formaban la pared eran oscuras y opacas. No veías nada a través de ellas, pero estaba segura que podría mojar sus dedos si probara de pasar sus manos por ella.

Sintió los músculos de su espalda contraerse levemente y presionó más el filo de la espada. Escuchó a los niños gemir levemente y por un milisegundo su mirada se encontró con el muchacho desgarbado y cochino de ojos grises. Bastó ese milisegundo para que el hombre aprovechara su ventaja de masa y la golpeara contra la pared. Corrió hasta el rincón de la cueva y empujó la esfera.

Zoe vio la pared de agua oscilar. Se lanzó delante de la jaula antes de que el agua cayera y levantó sus manos. La pared se vino encima, pero se detuvo a escasos metros de sus manos.

Reagan aprovechando la distracción de la muchacha, activó el traslador.

No iba a durar mucho manteniendo la pared, la energía pronto se le iba a acabar y toda el agua se vendría encima. Igualmente el trabajo quedaría hecho.

-Ayudaría si se ponen a gritar pidiendo auxilio en este momento- dijo conteniendo un gemido a los niños- No puedo aguantarla durante mucho rato- los niños se miraron asustados viendo como la pared ahora no se mantenía firme y sólida como antes, sino que oscilaba peligrosamente cerca de la jaula, contenida por lo que parecían ser oleadas de magia que salían de la muchacha.

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La batalla era dura. Cinco ángeles para contener unos cuarenta magos, daba una cuenta de ocho por cada uno. Pese a ello los magos habían comenzado a caer y los ángeles se acercaban peligrosamente al sitio donde Zack se encontraba.

Kingsley y los aurores corrían colina abajo. Por muy buenos que fueran los ángeles no creía que siete o menos pudieran con todos los magos de Smith.

La manera en que peleaban, sin embargo, era alucinante. Se movían veloces y ágiles y las espadas aparecían y desaparecían en cúmulos de luces. Ellos mismos se trasladaban de un lado del campo al otro en los mismos cúmulos sorprendiendo a los magos antes que pudieran reaccionar. Intentaba identificar cuantos de los ángeles estaban participando en la pelea, pero como estos aparecían y desaparecían constantemente, solo había podido identificar a la muchacha que había acompañado a la anciana al ministerio. Ya casi llegaban a la verja de la casa, cuando la misma anciana, les cortó el paso junto a otros dos hombres vestidos de la misma manera.

-No pueden pasar- les dijo con tono calmo, pero autoritario- Esta no es su batalla- el ministro la miró atónito- Nuestros guerreros se encargaran de exterminar este problema. Sus niños regresaran sanos y salvos-.

-¿Exterminar el problema?- preguntó en tono contenido al comprender la implicación de la frase.

-Como les explique en el Ministerio, este es una amenaza generada por un error nuestro. Nosotros lo solucionamos-.

-Con todo respeto, señora- interrumpió Ron, quien observaba a través de las rejas cómo los jóvenes peleaban con más de un mago a la vez- Son sólo siete contra todos los magos de Smith, podríamos ayudarlos y nadie saldría herido...-.

-En esta pelea no van a haber heridos- lo tranquilizó uno de los hombres, pero por el tono utilizado el cabello de la nuca de Ron se erizó.

No habría heridos. Solo sobrevivientes y cadáveres...

-Uno de mis hombres sigue adentro- presionó Kingsley.

-Uno de los nuestros jóvenes lo está curando- le informó la mujer.

El ruido de gemidos y gritos ahogados proveniente de la cima de la colina llamó su atención. De alguna manera Ginny y Hermione habían averiguado dónde estaban y se habían aparecido en medio de la noche, junto al resto de los padres, buscando a sus pequeños.

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-¿Lo sientes?- preguntó a gritos a su hermano menor que en esos momentos peleaba con dos hombres.

El joven asintió brevemente- ¿Puedes encargarte?- indicó a los hombres que se abalanzaban hacia él- Voy a buscarla-.

El rubio movió sus dos manos hacia el frente en forma de abanico y los dos hombres que se aproximaban corriendo volaron por los aires y colisionaron entre ellos, provocando un sonido sordo cuando sus cabezas chocaron. El moreno hizo una mueca de asco- Voy yo- dijo el rubio sonriendo- Tú eres más útil acá-.

-Bien. Terminemos con esto luego- dijo el moreno al tiempo que se alejaba y agitaba también sus manos mandando a volar a otro más que se estrelló contra la muralla de la casa.

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-Vaya- murmuró asombrado al orbitar en la cueva al observar la fluctuante pared de aguas negra.

-Te importaría- le llamó la atención con voz contenida.

-¡Oh! Lo siento- se acercó sonriéndole cálidamente- deja, yo sigo sosteniéndola...-.

-No podemos. No tengo suficiente energía y está muy cerca de la jaula- el joven rubio recién se percató de la jaula con niños que estaba a unos pasos atrás de la muchacha.

-Diablos- susurró analizando la situación- Voy a sacarlos primero y vuelvo por ti ¿si?- ella asintió levemente, no deseando desperdiciar energía- Retírense un poco - les indicó a los asustados adolescentes antes de levantar sus manos al frente y volar la cerradura de fierro- Bien, quizá fue demasiado impulso- murmuró sonriendo mientras movía la puerta que se había salido de sus visagras. Los cinco niños salieron atropelladamente y se quedaron entre la jaula y la pared.

-El agua es muy pesada para llevármelos a todos de un viaje- les indicó- Las mujeres y niños primero, así que las tres niñas se van primero- bromeó dirigiéndoles su sonrisa más tranquilizadora- Tomen sus abrigos que está empezando a nevar. Vuelvo- le dijo a la muchacha rubia que se veía cada vez más agotada.

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Un muchacho de menos de diecisiete años, con el cabello cortísimo había aparecido a media colina, en el lado exterior de la verja, cargando a Harry, quien parecía terriblemente cansado. Draco y Ron se apresuraron a afirmarlo.

-Ha sido un día muy largo- se quejó el joven con los ancianos- Curé lo más grave. Quizá mañana lo pueda terminar de arreglar- miró ansiosamente la pelea. Los ancianos asintieron y el muchacho, sonriendo, hizo una especie de reverencia y desapareció para volver a aparecer en medio de la batalla.

-Tendrán que disculparlo- comentó amablemente la anciana, mientras se arrodillaba junto a Harry- Es joven y esta es de sus primeras batallas. Está tan ansioso por participar en la batalla en sí, que olvidó que es tan importante como pelear, el atender a los heridos- sus manos se movían sobre el moreno irradiando una luz dorada.

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El hombre joven había desaparecido en una lluvia de chispitas llevándose a sus tres compañeras.

Observaba cómo la muchacha todavía mantenía la pared de agua, pero esta parecía cada vez más cercana. Su cabeza colgaba y mantenía los ojos fuertemente cerrados concentrándose. Tenía la impresión de que la muchacha estaba apoyada contra el agua, empujándola. Esperaba que el rubio volviera pronto, porque ella no aguantaría mucho más.

Intercambió una mirada con su amigo que parecía pensar lo mismo que él.

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El rubio había aparecido dentro de la verja, pero en un lugar relativamente protegido de la pelea.

-Escúchenme bien- les ordenó- Necesito que se escondan acá mientras vuelvo por sus amigos y mi compañera ¿si? No tengo mucho tiempo. Si ven a cualquiera que sea como nosotros o brille, llámenlo y los ayudará- las niñas asintieron asustadas, mientras se ocultaban entre unos arbustos al tiempo que el rubio desaparecía nuevamente.

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-¡Me aseguraste que no tendría ningún problema si aceptaba a los ángeles metidos en mi movimiento!- rugió Zacarías Smith al hombrecito azul que flotaba en el aire en un rincón alejado de la batalla.

-No. Claro que no- aseguró el hombre- Yo te dije que no pasaría nada malo. Jamás dije que A TÍ no te pasaría nada malo. Más bien fue a los que salvaron a los que no les pasó nada malo- agregó astutamente.

-¡MI VIDA ESTÁ ARRUINADA Y ES POR TU CULPA!- bramó abalanzándose sobre el genio, quien con un movimiento fluido escapó de su alcance.

-Deberías escapar- sugirió observándose las uñas.

-Lamento desilusionarlos, pero de acá nadie va a escapar- interrumpió fríamente una voz, causando que tanto el rubio como el genio se voltearan rápidamente.

-¡Ah!- el genio dijo entusiasmado- Tú sí das más miedo. Yo me voy a retirar a este rincón para dejarlos conversar- hizo ademán de retirarse, pero el joven extendió su mano izquierda con la palma hacia arriba y comenzó a cerrarla lentamente. El genio empezó a toser y agarrarse el cuello con desesperación.

Zack podría haber aprovechado el momento para escapar, pero el joven moreno, no se había dignado a mirar al genio mientras lo ahogaba. Lo observaba como un depredador y ahora recién comprendía el porqué de la actitud insolente del muchacho. Era poderoso, un ángel como el de las leyendas. Dispuesto a quitar de su camino cualquier obstáculo, sin que nadie lo pudiese detener.

Con un movimiento casi imperceptible de su mano, lanzó al rubio contra la pared, donde se desplomó con un ruido sordo.

-Tengo que ocuparme de algo antes que de ti- se disculpó como si se estuviese excusando por hacerle esperar unos minutos antes de una reunión. Se dirigió al genio que ahora parecía aterrorizado.

-Puedo darte lo que quieras- lo tentó el genio- quizá tu novia de nuevo. ¿La atención de papá? ¿La inocencia que perdiste hace tantos años? Puedo hacer que todo vuelva a ser como era antes, como...-.

Con un rápido movimiento el joven moreno lo atravesó en medio del pecho con la espada.

-Debería haberme ocupado de ti hace tiempo- susurró fríamente en su oído- nada hubiese pasado si no me hubiese olvidado de mis obligaciones. Este es tanto mi enredo como el de ella y no voy a permitir que se rompa de nuevo por tener que volver a matar- sacó bruscamente el arma y el genio cayó al suelo con los ojos desorbitados y botando abundantemente una oscura substancia. Sin darle mayor importancia a la figura que se desangraba a sus pies, se volteó amenazante hacia el impresionado mago rubio.

-No tiene porqué terminar así, Blake- decidió jugarse su ultima carta el mago- Podemos hacer muchas cosas juntos. No tendrías que seguir las órdenes de Keelan nunca más. Yo podría darte tu propio ejército. Podrías dedicarte a lo que quisieras, a lo que sea que disfrutes...-.

-Yo no sigo las órdenes de Keelan. Él es nuestro maestro- sonrió perversamente- Además, yo no necesito un ejército de magos buenos para nada. Ya tuve uno y los eliminé por inútiles- el color del rostro del rubio, quien se arrastraba intentando alejarse lo más posible del joven, desapareció completamente- No es nada personal contra ti, Zack- explicó tranquilamente mientras avanzaba- Las ordenes son eliminar toda la amenaza y sí, por eliminar, se refieren a lo que estás pensando- añadió al ver la mirada asustada del rubio- Ella ha vuelto a sonreír, sus ojos se iluminan de nuevo ¿tienes idea de cuantos años hacía que no veía esa expresión en su rostro?- Zack no tenía idea de quién estaba hablando. El moreno le extendía una mano para ayudarlo a levantarse- No puedo dejar que suceda nuevamente- alzó las cejas como pidiéndole permiso- Si te entrego, ella va a tener que terminar con la amenaza y yo también soy responsable- ahora tenía al rubio, ya de pie, sin posibilidad de escapar contra la pared- lo siento- Zack vio que se oscurecían esos ojos grises- seré rápido- hizo un movimiento repentino y el cuerpo del mago rubio cayó al suelo sin vida.

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Notó, al regresar, que Zo ahora tocaba el agua con sus manos, mientras drenaba la energía que le quedaba.

-Vamos, muchachos- apresuró a los niños para que se acercaran viendo lo oscilante que se volvía la pared de agua- Tenemos que irnos ahora, Zo- se dirigió a la muchacha- no vas a aguantar a que regrese y no te queda energía para orbitar...-.

-No nos puedes llevar a los tres- lo cortó respirando entrecortadamente- apenas deje de empujar el agua, nos va a caer encima y no vas a tener tiempo de orbitar nada. Sácalos y vuelves por mi- el rubio la miró preocupado.

-Saca a los niños, Vander- dijo el joven que había aparecido detrás de ellos- Yo me la llevo-.

-Aden- dijo mirándolo suplicante.

-Yo la saco- le aseguró, colocándole una mano en el hombro- Mientras más pronto te vayas, más rápido salimos nosotros- el rubio asintió, pero antes de agarrar a los dos niños se acercó a la muchacha y la beso en la mejilla. Bien podía ser la última vez que la viera. Tomando cada uno de los niños con una mano desapareció.

-Tú esfuérzate en mantener el agua detenida y déjame hacer- le murmuró con una sonrisa torcida, colocándose frente ella y el agua. La rodeo por la cintura y la levantó tomándola en brazos- Afírmate con toda tu fuerza. Yo no te voy a soltar- ella asintió- Nos vamos a meter al agua y después a salir ¿bien?- ella lo miró horrorizada.

-El agua nos va a aplastar, Aden- le aclaró respirando agitadamente- No vamos a logarlo, tienes que...-.

-Nos va a aplastar y a golpear un rato, pero yo no te voy a soltar ¿confías en mi?- ella asintió recobrando la compostura.

-No hiperventiles ¿ok?- bromeó él con ella firmemente agarrada de su cintura con las piernas- Toma aire. Es como capear una ola. Acá vamos- la apretó firmemente y saltó directo hacia la pared de agua que en esos momentos se venía encima.

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Vander apareció donde había dejado a las tres niñas, con los dos muchachos. Alrededor la batalla había terminado y solo se veía a los jóvenes ángeles revisando el campo nevado, si existía algún herido.

Faith corría hacia su lado sonriendo, llena de adrenalina- ¡Los encontraron! ¡Genial! ¡¿Dónde estaban?!-.

-En una cueva, bajo el agua- respondió observando rápidamente a su alrededor, podía ver que los otros terminaban de acumular los cuerpos y a Blake que venía desde el otro lado del campo, arrastrando algo que dejaba un sospechoso rastro en la nieve- Deberían aparecer en cualquier momento- agregó preocupado- Zoe y Aden- aclaró al ver la cara desconcertada de la muchacha- Ella estaba usando su energía para aguantar el agua. Aden la iba a orbitar- la pelirroja lo miró asustada- ¡¿Ahora?!- el rubio asintió- ¡Tenemos que sacarlos de acá!- indicó a los niños rescatados- ¡llevémoslos a la colina!- el joven la miró como si estuviera loca- Vander, si Aden orbita dentro del agua, cargando a Zoe, no va a poder hacer diferencia si lo que está rodeándola a ella es agua o no- explicó apresurada y comenzando a brillar para avisar a los otros.

-Oh- respondió el rubio.

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¿Acaso era su destino morir debajo del agua? No era la primera vez que pasaba por algo similar y sinceramente no tenía idea de cómo iban a salir de ese remolino.

Apenas habían saltado al agua y ella había dejado de soltar su energía, esta les había golpeado, como si de repente hubiesen caído en una lavadora gigante. Las burbujas los golpearon tan fuerte que sus piernas se soltaron del cuerpo de Aden y sus firmes brazos también la perdieron. Podía ver sus zapatos entre tanta vuelta, pero no tenían posibilidad de acercarse el uno al otro. Intentó orbitar, pero su cuerpo se sentía tan adormecido y cansado, que apenas notaba lo congelada del agua. El pelo rubio se esparcía como algas y se enredaba en su cuello y no sabía dónde podría ser abajo o arriba. No había posibilidad, igual que la vez anterior de encontrar la superficie.

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Harry y Ron observaban sobrecogidos, de pie al lado de la verja que les impedía el paso, el espectáculo dejado por la batalla. La nieve estaba teñida de sangre en gran parte del campo. Los ángeles habían peleado maravillosamente, apareciendo y desapareciendo en segundos. Pese a ser pocos lograron reducir el grupo de magos de Smith, pero también dejaron una estela de cuerpos detrás, que ahora apilaban en un montón al centro de este. Seguramente se los entregarían y ellos tendrían que armarlos, identificarlos y entregárselos a sus familias. La batalla de Hogwarts había sido incluso más terrible que esta, pero al menos había sido SU batalla.

Aún no había señas de los niños, pese a que la mujer insistía en su bienestar.

Ron observaba ansioso el campo buscando a la muchacha de pelo rubio, que no aparecía por ningún lado. Solo podía identificar a cuatro de los ángeles en el campo. El mayor, la mujer de pelo oscuro, la de pelo rojo y el muchacho que había traído a Harry. Vio a la muchacha de pelo rojo correr hacia unos arbustos a encontrar a alguien. Los otros ángeles pusieron su atención en lo que sea que pasaba en ese lugar ¿los niños quizá? En segundos volvieron a desaparecer en luces brillantes.

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Los brillantes montones de luces que aparecieron a sus espaldas los hicieron voltear. Aún se sentía débil y cansado, molesto porque no le permitían hacer su trabajo y arrestar a esos aprendices de mortífagos, pero todos esos sentimientos quedaron olvidados cuando en medio de uno de esos montones vio a su pequeño hijo. Corrió atropelladamente hasta alcanzarlo. No pensaba soltarlo después de todo lo que había pasado. Ginny los alcanzó y revisaba exhaustivamente a Albus en busca de heridas. Podía sentir los sollozos de los otros padres, quienes habían compartido su misma angustia. Vio a unos metros suyos a Draco, que abrazaba a su esposa y su hijo.

Ron y Ted se acercaron a Kingsley y los ancianos, querían agradecerles su ayuda a los ángeles en el rescate de los niños y organizar lo que tendría que hacerse con los cuerpos de los malogrados aspirantes a mortífagos. Ted tiró de su manga, como siempre lo hacía cuando pequeño y con un leve movimiento de cabeza le indicó que mirara.

Pese a la victoria de la batalla y el rescate de los niños, había algo extraño en la actitud de los ángeles. Mientras el mayor y la mujer de pelo negro, hablaban con los ancianos, los otros observaban el campo a sus pies ansiosamente. Lo recorrían de un lado a otro, con la respiración contenida.

-Faltan dos- susurró en su oído Ted.

¡Merlín! Algo pasaba. Supuestamente eran ocho ángeles y en la colina solo estaban seis, contando los mayores. El insolente, de pelo negro, permanecía tenso, afirmado en las puertas de fierro de entrada a la mansión, como si esperara una señal para abrirla. Observaba la oscuridad fijamente. Inconscientemente los otros cinco ángeles se habían acercado al moreno y permanecían alineados observando. Incluso el risueño muchacho que había traído a Harry, permanecía de pie, con actitud solemne, a la espera de algo.

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No sentía sus manos de lo fuerte que apretaba la verja. Estrujaba las barras metálicas en un desesperado intento de calmar su desesperación. No podía desperdiciar ni un milisegundo en hiperventilar. ¡Diablos! ¡¿Por qué demoraban tanto?! No necesitaba que le respondieran de todas formas. Sabía la verdad. Orbitar para ellos era natural. Nacían orbitando. Su tía Phoebe aún se reía cuando su hermano al nacer, en vez de pasar por el canal de su madre, había orbitado a sus brazos. Era parte de su naturaleza más arraigada. Si te asustas, orbítas. Si estornudas, orbítas. Si te vas a golpear, orbítas. Nunca lo piensas, jamás es un acto concientemente difícil, salvo cuando no tienes energía. Pero ¡vamos! ¿Cómo no tendrían energía suficiente, con todas esas hormonas revoloteando? Cuerpos jóvenes y ágiles. Una cosa diferente era orbitar algo o alguien más. En ese caso debías concentrarte. Separar sus moléculas de lo que lo rodeaba, visualizar la imagen en tu cabeza y ser capaz de transmitir a tu magia eso. Aun con toda su energía Aden tendía problemas orbitándole fuera del agua. No sería capaz de aislar su estructura de las moléculas de agua que la rodeaban. No solo la que estaba en contacto con su piel, sino también la que estaba en contacto con estas.

No le gustaba pensar en sí mismo como una cosa, él era una persona, pero técnicamente no era una persona. No era humano. Bueno, humano sí, pero solo la mitad. La otra mitad de él era una criatura mitológica. Seres de luz diseñados para proteger la creación. Invencibles. Guerreros salvajes que no cuestionaban órdenes. Hacían lo que debían y lamían sus heridas en privado, cuando no hubiese más trabajo. Ahora la misión había finalizado. La amenaza desaparecido, pero aún faltaban dos de ellos. Dos huecos en la energía que los alimentaba. Dos hermanos por los que llorar en privado. Se sentía en el aire. Se había derramado energía de vida, demasiada. Por eso los niños ni siquiera tenían frío. La energía había chocado contra el agua y rebotado hacia ellos. Eso solo significaba que uno de ellos no podría orbitarse a si mismo fuera del agua y el otro, noble como siempre, no la abandonaría.

No estaba preparado para asumirlo. ¡No quería asumirlo! Sintió como los ancianos llegaban atrás de dónde ellos se encontraban. No volteó pese a que los otros sí lo habían hecho. No iba a despegar la vista del campo.

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Ron Weasley no había tenido tiempo de comentarle a su amigo, menos aún al hurón el descubrimiento que había hecho en el zoológico. Afortunadamente, ya que la muchacha rubia no aparecía por ninguna parte y la actitud de los ángeles había pasado de ansiosa a abatida con el paso de los segundos.

-Faltan Zoe y Aden- le murmuró Teddy ansioso, contagiado con la energía desoladora de los ángeles.

Se escuchó un fuerte ruido y una especie de trueno y frente a sus ojos, sobre el nevado campo de batalla, como si se tratase de un tsunami, el agua cayó arrasando con los cuerpos amontonados y la nieve.

El ángel moreno tiró de la reja y se deslizó por la pequeña abertura, como si de repente se olvidase que podía aparecer y desaparecer en medio de lucecitas, corría rápido como un felino hacia el ahora inundado sector. Los demás lo seguían, colina abajo, esquivando restos y salpicando barro.

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Ya no flotaba. No daba vueltas en la lavadora gigante. Sentía sus brazos afirmándola y sus propias manos aferradas a la camisa de él. Rió nerviosamente al sentir el aire frío cortándole la piel. El cuerpo bajo ella se convulsionaba también con carcajadas entrecortadas. ¡Lo habían logrado! ¡Habían salido del agua!

Otros brazos la tiraron y la levantaron. Ahora estos brazos la envolvían y lo único que podía sentir era el cabello de él que le hacía cosquillas y su aroma.

-¡Demonios!- le susurró- ¡No me hagas pasar por algo así otra vez!- le reclamó sin soltarla aún.

Sintió llegar a los demás y abrazarlos. Aden a su lado se reía y calmaba a Faith que parecía haber sufrido un ataque de nervios, al ver llegar a su hermano sano y salvo. La adrenalina ahora se estaba desvaneciendo y sentía sus dientes chocarse de frío. Más gente llegaba al lugar donde estaban, pero no los distinguía. Sus compañeros los rodeaban y lo único que era capaz de ver eran sus caras. Una capa de lana fue colocada en sus hombros y cuando volteó a ver quién era, el pelirrojo le sonrió.

-Vas a tener que dejar de darte estos chapuzones en medio del invierno- comentó mientras abrigaba a Aden con otra capa- Vas a terminar resfriada-.

Recorrió con la mirada el campo ahora que los demás se habían movilizado para recuperar los cuerpos desparramados por el agua. Una mano azul llamó su atención y se acercó para verla mejor.

-Todo terminó- la voz de Cris ocultaba un deje de dolor- Siempre ha sido nuestro enredo al final de cuentas- le sonrió.

-Todo terminó- aseguró acurrucándose en su abrazo- al menos por ahora-.

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Uno de los salones de reuniones, usado generalmente por el ministro, estaba un poco abarrotado. La directora del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, se encontraba sentada. Ya tenía sus años y los huesos no eran los mismos que habían enfrentado dos guerras. También se encontraban los padres de los cinco niños secuestrados, junto a estos, ya que la mayoría se negaba a perderlos de vista.

Kingsley Shackelbot entró en la sala junto a la anciana mujer de túnica dorada y los aurores encargados del caso. Los seguían ocho personas, impecablemente vestidas en uniformes, que parecían una estilizada mezcla entre trajes de samurai y túnicas, de tonos oliva y blanco.

-¡Buenas tardes a todos!- dio la bienvenida el Ministro, tomando asiento e invitando a hacer lo mismo a la anciana mujer y a sus acompañantes. Solo ella se sentó y el grupo de hombres y mujeres permanecieron de pie, un poco amontonados, tras ella- Es muy grato, para todos nosotros, que todo este incidente haya terminado bien. Zacarías Smith, responsable del secuestro de sus hijos y también de organizar el grupo de anarquistas que provocaban caos en Inglaterra, está muerto, así como sus colaboradores- se escuchó un resoplido de parte del Sr. Malfoy- La comunidad Mágica se enterará de esto esta tarde. Acabamos de dar una conferencia de prensa informando la situación. Se atribuye el éxito en la derrota del grupo al excelente trabajo de nuestro departamento de aurores, quienes lograron infiltrar a uno de sus miembros en el grupo, pero principalmente a nuestros amigos aquí presentes. La creencia de la comunidad, acerca de estos, cambiará radicalmente- sonrió cálidamente al grupo a sus espaldas- No creo que nadie se arriesgue a creerse el nuevo Lord Oscuro, si va a venir un grupo de bellos y valientes ángeles a patearles el trasero- hubieron unas risitas.

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Draco Malfoy levantó su altanera mirada de sus manos, donde se había forzado a dirigirla luego de escuchar que el ministerio intentaba nuevamente tapar el sol con el dedo y atribuirse éxitos que no le pertenecían. Mientras el inútil ministro seguía explicando la versión oficial y disculpándose, dirigió su atención a los que permanecían de pie, con actitudes altaneras. Desde su ubicación podía ver a un hombre de unos treinta moreno, que parecía ser el jefe con una mujer joven de pelo oscuro. Podía ver también a un hombre joven de pelo castaño, parado a la izquierda de la mujer, a un muchacho rubio, que le devolvía la mirada con una ceja alzada. No entendía qué podía causarle tanta gracia al muchacho, pero encontraba su cara conocida. Más atrás, en el rincón más cercano a la puerta estaban dos muchachos más, uno de ellos no debía pasar de los diecisiete y dos muchachas, que no podía distinguir. Intrigado volvió su mirada al ángel rubio y se incomodó al ver que lo seguía observando fijamente. Molesto, dirigió su atención a la comadreja, que en esos momentos escuchaba el relato del auror joven. El pelirrojo entrecerró los ojos y le hizo un disimulado gesto. ¿Cómo diablos iba a saber lo que quería decirle Weasley? Potter también lo fulminaba con la mirada. Entrecerró los ojos preguntándole qué quería. El moreno rodó los ojos y le indicó con la cabeza hacia la puerta. El sonido de su hijo levantándose de su silla, para acercarse, junto a sus amigos a saludar a los ángeles, lo desconcentró. Aparentemente se había perdido el final de la aburrida explicación. La paranoia de la que era presa desde la desaparición de su hijo, lo hizo observar sus movimientos. Junto al hijo de Potter, Merlín aún se reía en su tumba con el hecho de que sus hijos fueran amigos, se acercaron a las muchachas. Sonrió al pensar en lo sexy que debían parecerle a sus hijos esas muchachas, con esos pelos largos y vestidas como guerreras de cómics. Recordó lo sexy, pese a lo repulsivo que le parecía ahora esa sensación, que le había parecido el boggart de Mathews. La sangre se heló en sus venas. Miro al frente y se encontró con Potter y Weasley que lo miraban con cara de "y tu dices que no eres idiota".

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La maldita reunión no terminaba nunca. Había conseguido que al menos Faith, Ace y Cris la camuflaran de las miradas. Ya había vivido dos emotivos reencuentros esa mañana y la perdida de energía la tenían al borde del colapso. Solo quería volver a su casa, a su cama y dejar que la consintieran. No quería enfrentarse a ningún tipo de rechazo. Solo tenía energía para estar en pie.

Finalmente el discurso del ministro terminó. Los niños se acercaron a saludarlos. Se las arregló para mantenerse oculta de la vista de los padres, colocándose de espaldas a estos, mientras los muchachos les conversaban. Sintió que la giraban bruscamente del brazo y cerró los ojos. El caro perfume, que el hombre utilizaba en cantidades poco saludables para los demás, le había anunciado que se acercaba.

-Dioses, Sophie- murmuró sin aliento el hombre cuando ella reluctantemente abrió los ojos- Pensé... yo creí... tu madre me dijo que...-.

-Ya sé- murmuró bajito- mi papá me contó-.

-¡Merlín!- susurró mientras la apretaba fuertemente contra su pecho.

-Es muy bueno que ella se parezca a Paige- comentó maliciosamente el joven rubio al moreno- si fuera tan lenta como este ya estaríamos muertos hace rato-.

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Se sentaba incómodamente en el sillón. La taza de café que le habían ofrecido descansaba en la mesa de centro. Años de inflexible formación como mago de sangre limpia, eran lo único que le impedía salir corriendo de esa habitación donde dos pares de traviesos ojos azules lo observaban como si fuera un cuadro en exhibición.

-Fuera muchachos- ordenó el hombre que entró con una segunda taza en las manos- Denle un respiro- les revolvió el cabello mientras salían- Lo siento- se disculpó- debe estar por llegar. No puede orbitar así es que debe tomar el tranvía y caminar- el rubio se horrorizó con el pensamiento de la cantidad de gérmenes que tendría el tranvía, pero asintió- No puede utilizar magia, porque todavía no recupera su energía. Me costó una cantidad de amenazas y reclamos solo mantenerla en cama una semana- resopló divertido.

Draco no pudo evitar pensar que era una persona agradable. No tendría ninguna obligación de ser amable con él, menos aún después de lo que había sucedido. Era un buen padre y eso se notaba, con razón ella lo quería tanto.

La puerta de calle se abrió y entró su hija vestida en uniforme escolar, la misma imagen que recordaba, solo que con otro uniforme. Su pelo había vuelto a su color natural y parecía un poco pálida, pero supuso que era por el contraste con la piel. Los saludó a ambos con un abrazo y subió corriendo a cambiarse.

-¿Adonde vamos a ir?- le peguntó alegremente, cuando regresó.

-Donde quieras- le respondió todavía un poco incómodo con esta nueva forma de relacionarse- Mientras no tengas que hacer magia- agregó al recordar la recomendación de Henry.

-Podemos ir al puerto, o a la playa...-.

-Donde no sea peligroso, cielo- le recordó su padre- Descarta el puerto-.

-La playa entonces- decidió ella- o al cine o al centro...-.

-Donde tú estimes conveniente, Sophie- concedió el rubio- Mientras no sea peligroso- ella sonrió radiante-Ante esto, Potter va a tener que posponer un paseo en escoba que dice te debe-.

Sophie asintió y tomó su chaqueta- Pero voy a cobrárselo- afirmó sonriendo. Se acercó al hombre castaño y se despidió con un abrazo- Bye papi-.

-Cuídate, cielo- le respondió él acompañándolos a la puerta- Draco- lo llamó- yo sé que no soy mago, ni tengo ningún poder especial- el velado tono de amenaza que acompañaba el calido rostro lo sorprendió- pero si mi hija sufre algún daño, ten por seguro que me las ingeniaré para despedazarte con mis manos y tirar tus restos a los tiburones- terminó sonriendo.

-¡Dra-co, se hace tarde!- gimoteó Sophie sonriendo desde la acera. El rubio asintió y bajó la escalera de la casa satisfecho. Al menos, aunque su hija viviera en otro continente y no pudiera verla todo el tiempo, ella estaba bien cuidada. ¡Como si ella necesitara protección después de todo!...

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Bien, este es el capítulo final de esta historia, así que creo que será la última vez que escuchen hablar de Sophie. Espero que les haya gustado y que no se sientan decepcionados con las escenas de batalla. No ha sido fácil escribir este capítulo. Estuve tentada de matar a Sophie apenas regresaba a su tiempo, solo para no tener que escribirlo. También pensé en hacer de Draco un maldito desgraciado, pero debido a manifestaciones organizadas, no lo pude hacer. Dani, Draco es el padre de Sophie, no pueden ser pareja, pero los dejé en buena relación. Espero que eso sea suficiente para que no me asesines.

Agradezco a todos quienes han seguido esta historia, pese a lo horrendo de los primeros capítulos (pienso revisarlos para corregir algunas cosas) y la demora en los últimos capítulos. Muchas gracias por tomarse el tiempo de leer y de animarme con sus comentarios. Espero haber llenado sus expectativas.

Un abrazo,

Andrea