I N M O R A L

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Segunda Parte

Aparentemente Scorpius no pensaba contarle más al respecto, así que Al tampoco se molestó en preguntarle. Y los dos fingieron muy bien que entre ellos jamás había existido la conversación de la noche en que Scorpius había asegurado saber a ciencia cierta que el padre de Al era homosexual.

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Llegaron las vacaciones y al llegar a la estación King's Cross, Al, cumpliendo con su palabra, se retiró con Scorpius y el señor Malfoy en vez de con su familia.

Los días de ese frío invierno en la Mansión Malfoy transcurrieron lánguidos y divertidos, siendo las horas de las comidas las partes favoritas del día para Al, ya que siempre se trataba de todo un banquete de proporciones espectaculares. Y curiosamente, en aquella ocasión el señor Malfoy se mostró realmenteatento con él, casi como si estuviera contento de verlo por ahí e hizo un notorio esfuerzo por entablar conversaciones reales con Al más allá del simple "Buenos-días-tardes-noches" de antaño. Y cuando Al notó la ausencia de la madre de Scorpius los primeros días, su amigo sólo murmuró algo sobre una tía enferma en alguna parte muy lejana del mundo.

El tácito acuerdo entre ellos de no hablar de ningún tema relevante hacía que Al se pasara el tiempo sumido en largas cavilaciones en las que se preguntaba si su molestia por todo ese asunto se derivaba de la repugnancia de imaginara su padre siendo gay y engañando a su madre con un chico de su edad, o por ese extraño sentimiento de dolor que sentía al darse cuenta de que, al final, Scorpius había preferido a su heroico padre por encima de él.

Y era la última conclusión la que más nervioso lo ponía. ¿Eran celos lo que sentía?

Hacía más de un año que sabía que Scorpius era gay, y por lo tanto alguna vez le pasó por la cabeza que lo más natural era que tarde o temprano se enredaría con… bueno, obviamente, con otro hombre y por lo tanto, su amistad con él se desplazaría a un segundo plano. Y Al no quería eso. Él quería a Scorpius para siempre. Lo quería para él. Y odiaba el simple pensamiento de que fuera su padre, de entre toda la gente, quien hubiera llegado justamente a quitarle a su mejor amigo.

De tanto pensar en eso, llego el día en el que Al estuvo convencido de que su enojo e incomodidad eran provocados por los celos más que nada. Y casi al mismo tiempo llegó también la noche en que Scorpius lo despertó en plena madrugada, susurrándole con la voz cargada de emoción (cosa extraña en Scorpius) y que no supo ocultar.

—Listo, Potter. Llegó la hora.

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Scorpius prácticamente arrastró a Al por tantos corredores que supo que jamás podría encontrar por sí mismo el camino de regreso a su habitación en caso de necesitarlo. Si a eso le sumaba que todavía caminaba medio dormido y la oscuridad reinante en la Mansión, podía dar por perdido cualquier intento de escapar del loco de su amigo de adonde fuera que lo estuviera llevando en ese momento.

Scorpius no se había dignado responderle ninguna de sus preguntas, así que Al optó por quedarse callado y tratar de memorizar el trayecto.

De repente su amigo se detuvo y, con la varita en alto, murmuró un hechizo que hizo que una trampilla en el techo se abriera con un rechinido y de inmediato, una pequeña escalera bajara hasta ellos. —Sube —le ordenó a Al.

—Claro, hombre. Lo que digas —respondió éste de mala gana, pero obedeció.

Ya arriba, sacó su propia varita (era bueno tener ya diecisiete y poder hacer magia fuera de Hogwarts, oh, sí) y ante su Lumos pudo darse cuenta de que se encontraban en una especie de ático, lleno de antiguos muebles y viejos objetos de… ¿tortura medieval? Oh, por Merlín.

Scorpius subió tras él y cerró la trampilla con un golpe de su varita. Se giró hacia Al y no pareció sorprenderse cuando descubrió que éste le estaba apuntando directamente a la cara. Ante el desconcierto del chico Potter, Scorpius tuvo el descaro de reírse por su reacción.

—¿Qué demonios es este lugar, Scorpius? —le espetó Al cada vez más despierto y enojado—. ¿Por qué me has traído aquí y en medio de la noche, precisamente?

Scorpius miró alrededor con gesto aburrido. —Si crees que voy a gastar tu día de esclavitud usando alguno de estos objetos contra ti, Potter, lamento informarte que nunca fuiste más despistado. Y eso ya es decir, amigo.

Al no pudo menos que tranquilizarse ante el tono alegre empleado por Scorpius y, bajando la guardia, relajó su postura. Y ahora que lo pensaba, había pasado mucho tiempo desde que había visto a su amigo tan entusiasmado por algo. —¿Entonces? —preguntó, ansioso por saber el motivo de su alegría.

Scorpius lo miró y sonrió más. —Vayamos por partes, Potter. Como estoy a punto de revelarte mi secreto, decreto que a partir de este momento empiezan las veinticuatro horas de tu esclavitud. —Hizo una pequeña pausa como para calibrar la reacción de Al—. ¿Estás de acuerdo?

Al asintió encogiéndose de hombros. —De acuerdo. —Levantó la mano derecha y, sonriendo, masculló en tono burlescamente solemne: —Oh, juro ante usted, señor Scorpius Hyperion Malfoy, que las siguientes veinticuatro horas seré su esclavo por completo, ateniéndome a lo que su retorcida y caprichosa genialidad desee… ¿Satisfecho?

La sonrisa en la cara de su amigo jamás fue tan amplia y presuntuosa, lo cual fue extraño pues generalmente se enfurecía cuando alguien lo llamaba por su segundo nombre. —Hecho. Guarda tu varita.

Automáticamente, Al obedeció. Y no porque siguiera al pie de la letra lo que su amigo le ordenara como si se tratara de un imperius, sino porque a sabiendas de que había hecho una promesa mágica, no le quedaba otro remedio que obedecer cualquier orden que Scorpius le diera durante el plazo. Así había sido siempre y hasta ese momento, ninguno de los dos había fallado.

Al no tener la mágica luz de la varita de Al iluminándolos, el ático quedó sumido en la casi penumbra. Scorpius convocó dos pequeños incendios hacia un par de candelabros y entonces el aumento de luz le brindó a Al la oportunidad de apreciar la curiosa sonrisa que ostentaba su amigo en el rostro, un curioso gesto que hubiera jurado se debía al nerviosismo. Pero; ¿Scorpius, nervioso? Si no lo conociera lo suficiente...

Desconcertado, Al se rió para disimular su propia tensión. —Scorpius, si no te conociera tan bien juraría que estás asustado.

Scorpius lo miró a los ojos con una intensidad que borró toda sonrisa de la cara de Al. Éste echó un rápido vistazo al lugar y al instante se arrepintió de su promesa recién hecha.

—¿Asustado, yo?. ¿Eso crees? —le preguntó Scorpius—. A mí me parece que el intranquilo es otro. ¿Quieres saber o no mi secreto?

—¡Por supuesto que sí, estúpido! —le gritó Al, tal vez más alterado de lo que debería estar en realidad—. Para eso fue todo esto; ¿no? Además, tú dijiste que tenía algo que ver con mi padre y que…

Al se interrumpió cuando vio a Scorpius agitar su varita ante un mugroso tapete que descansaba en el suelo. Por obra de la magia, el polvoriento paño se movió y descubrió ante los dos muchachos una ventana en el suelo. O por lo menos eso fue lo que a Al le pareció. Se acercó un par de pasos ante lo que parecía ser un agujero en el piso. Pero observándolo con detenimiento, pudo apreciar lo que aparentemente era la obra de algún tipo de hechizo que provocaba que el piso pareciera ser de cristal y permitiera ver al otro lado.

Varios metros abajo se encontraba una pareja sobre una enorme cama, en medio de una elegante habitación iluminada tan sólo por el fuego de la chimenea. Al entrecerró los ojos, sintiéndose cada vez más confundido y sin comprender porqué Scorpius le mostraba aquello. Levantó la cabeza para mirar a su amigo, quien a su vez observaba fijamente el escenario que tenía lugar bajo sus pies. Su rostro mostraba un extraño gesto de comprensión y amabilidad que Al no creía haberle visto antes.

—¿Scorpius? —le preguntó en voz baja, no muy seguro si la pareja que dormía abajo de ellos lo podía escuchar o no—. ¿Quiénes son y por qué…?

Scorpius lo encaró. —Fíjate bien, tonto. Y no te preocupes por bajar la voz. Ellos no pueden vernos ni oírnos, de eso estoy bastante convencido.

Al bajó la vista de nuevo e inclinó la cabeza hasta casi tocar el cristal con la nariz. Parecía que la pareja en la cama dormía profundamente, pues ninguno se movía más que para respirar. Al se sonrojó al ocurrírsele de repente que a los que estaban espiando eran los padres de Scorpius. Sus ojos se acostumbraron a la oscuridad y casi estuvo seguro de que podía distinguir el platino cabello del señor Malfoy desparramado sobre una de las almohadas. Miró a su acompañante, la que esperaba fuera la señora Astoria, la madre de Scorpius, pero casi se muere al darse cuenta de que en realidad era otro hombre y nada menos que…

Se levantó de un salto y aventó a Scorpius contra la más cercana pared. Libros y objetos cayeron con estrépito de un estante mientras Al golpeaba una y otra vez la cabeza y espalda de su amigo contra él. —¡Lo sabías! ¡Lo sabías!—repetía una y otra vez, sin darle a Scorpius tiempo de nada—. ¡Todo este tiempo lo has sabido y no…!

Sintiéndose de repente completamente agotado física y emocionalmente, Al soltó a Scorpius y se retiró un paso. Su amigo lo miró con algo que parecía ser tristeza y comprensión brillando en sus ojos grises. —Sé bien lo que sientes, imbécil. Lo sé bien porque yo sentí y pensé lo mismo cuando los vi por primera vez.

Al no supo qué decir. Meneando la cabeza con un gesto negativo, dio varios pasos atrás hasta que sus pies tropezaron con algo y dejándose caer, se quedó sentado encima de eso sin ni siquiera molestarse en ver lo que era. Increíblemente, lo que acababa de presenciar le había quitado un peso de encima. Lo hacía sentirse dolido, pero al mismo tiempo más ligero y tranquilo. Ahora sabía que su padre no estaba con Scorpius, y eso le había devuelto una serenidad que no se había dado cuenta de que había perdido hasta ese justo momento. Empezó a reírse cada vez más alto, ocasionando que Scorpius lo mirara como si creyera que se había vuelto loco.

—Yo… y yo había creído… —decía entre risas—, que tú y mi padre… ¡Merlín, qué estúpido fui!

Scorpius abrió la boca con indignación y parecía que estaba a punto de empezar a gritar insultos, pero en vez de eso comenzó a reírse también.

—¡Salazar bendito, Potter! —bufó entre risas—. ¿En serio pensaste eso de mí?. ¿Fue por eso que has estado tan enojado todo este tiempo?. ¿Desde que te dije que sabía bien que tu padre era gay y tenía…? —titubeó—. Bueno, supongo que es por eso que tiene problemas con tu madre, siempre y cuando eso sea verdad y no una mera exageración de tu hermano.

Al levantó los ojos hasta su amigo. —No, lo que James dijo en su Vociferador no fue una exageración —le confesó a Scorpius—. La verdad es que mis padres tienen problemas desde hace un par de años, ya sabes, lo típico en los matrimonios. Pero en los últimos meses se han vuelto peores. De hecho, durante el verano… para ser precisos, el día del cumpleaños de mi padre, tuvieron una pelea monumental y él se fue, botando a mi madre y a su estúpida fiesta. Y después me dijo que había estado aquí en la Mansión. Pero... —se rió tontamente—. Yo había creído que había venido a estar contigo, no con tu padre. Ahora veo que me equivoqué.

—Exacto, te equivocaste —afirmó Scorpius con una sonrisa extraña que no parecía decidirse entre la alegría o el sarcasmo—. Como detective te morirías de hambre, Potter. ¿Por qué crees que yo lo sabía? Fue justamente esa noche, la del cumpleaños de tu padre, cuando subí aquí en busca de algo que leer y los vi por primera vez. No sé quien demonios convocó esta jodida ventana y no entiendo cómo mi padre no se ha dado cuenta de su existencia.

—Idiota, tal vez él mismo la colocó porque le pone imaginarse que tú estás aquí mirando —comentó Al y los dos empezaron a reírse como maniáticos.

Pero pronto la risa cesó y lo reconfortante del momento pareció diluirse con rapidez, dejando en cambio un incómodo silencio entre ellos. Al bajó la mirada y removiendo el polvo del suelo con un zapato, le preguntó a Scorpius en un susurro: —¿Fue por eso que te distanciaste de mí tanto en el verano?. ¿Fue por eso que en la escuela casi no hablabas de nada y parecías enojado todo el tiempo, por lo que viste...?. ¿Tanto te enfurece que…? —no terminó la pregunta, inseguro de siquiera imaginar qué era lo que había molestado tanto a su amigo—. ¿Qué es lo que te enfada, Scorpius?. ¿Que tu padre esté con el mío o que el mío no esté contigo?

La mirada de Scorpius se endureció ante eso. —¿Conmigo?¿Tu padre? —Inverosímilmente, Scorpius sonrió como si se sintiera halagado por las dudas de Al—. ¿Eso es lo que crees, qué yo estoy enamorado de tu padre?

Al se levantó, repentinamente enojado ante el tono de burla empleado por Scorpius. —¿Y no es así?. ¿No ha sido así desde que te declaraste gay? En realidad, creo que estabas enamorado de mi padre aún antes de saber que eras homosexual. Desde que te conozco lo único que haces es hablar de las hazañas del oh-gran-Harry-Potter, héroe mágico y toda esa mierda, y decirme lo que harías con él en caso de que fuera gay y yo… Pensé que…

—¿Qué, Al? —lo instó Scorpius cruzándose de brazos—. ¿Qué fue lo que pensaste?

—Que… que tú… aprovecharías cualquier ocasión para seducirlo. —Derrotado, de nuevo se dejó caer en su improvisado asiento—. Soy un estúpido.

—Eso es cierto.

—Lo siento, Scorpius —murmuró Al sin atreverse a mirar a su amigo a los ojos—. Lo siento. Jamás debí haber dudado de ti… yo… creo que estaba ciego de celos.

—¿Celos, eh? —cuestionó Scorpius en voz baja—. ¿Y verlo con mi padre no te pone celoso?

Al buscó sus ojos de nuevo. —No siento celos de mi padre, gilipollas. Sino de ti.

Scorpius pareció sorprenderse ante tal afirmación, tanto que se quedó un momento quieto y en silencio. —Vaya —dijo al fin—. Eso lo hace todo más fácil.

—¿Fácil?. ¿De qué estás hablando?

Scorpius tardó un momento en responder. —De tus deberes como mi esclavo, Potter.

Al bufó. —¿Quieres dejar de llamarme por mi apellido, Malfoy?

—Tsk, así no se habla al amo, Potter —siseó Scorpius con una enorme sonrisa de autosuficiencia en la cara. Sintiéndose un poco harto y bastante cansado de todo eso, Al rodó los ojos.

—Sí, sí… lo que quieras, amo Malfoy. —Se levantó y empezó a caminar hacia la trampilla—. Sean lo que sean esos "deberes de esclavo", como los llamas, supongo que pueden esperar hasta mañana. Porque justo ahora quiero regresar a mi cama y pensar un poco en el desastre que es mi puta vida por culpa de…

—¡Potter! —rugió Scorpius justo cuando Al se agachaba y tocaba la trampilla para abrirla—. ¡Vuelve aquí! Te lo ordeno.

Al se tragó su indignación y sabiendo que no tenía más remedio que obedecer, se incorporó y caminó de nuevo hacia su amigo. —¿Sí, amo? —dijo con todo el sarcasmo que pudo imprimir en su voz.

—¿A dónde crees que vas sin mi permiso?

Al lo miró con los ojos muy abiertos, haciendo un enorme esfuerzo por no dejar salir lo que en verdad pensaba de Scorpius y sus malditas órdenes. —¿A dormir, acaso?. ¿No es lo que uno suele hacer de noche?. ¿O es que estás pensando quedarte aquí toda la noche a espiar a nuestros padres y así atestiguar su siguiente asalto?

La sonrisa de Scorpius no pudo ser más elocuente. —¿De verdad te gustaría hacer eso?

—¡Claro que no! —gritó Al sumamente escandalizado. La sola imagen mental le producía escalofríos—. ¡Merlín, no lo dije en serio, pervertido de mierda!

Súbitamente, Scorpius dejó de sonreír. —¿Pervertido de mierda?. ¿Yo? —Visiblemente molesto, entrecerró los ojos obsequiándole a Al su mejor mirada de indignación—. ¿Por ser también un homosexual como ellos?

Al se pasó una mano por la cara. —No lo digo por eso, Scorpius. Tú sabes que nunca me ha incomodado que seas un… Sólo que, en realidad, a veces… —Suspiró—. Olvídalo. La situación es que no me apetece traumatizar mis sentidos viendo a nuestros padres haciéndolo. Creo que saberlo ha sido más que suficiente para mí, créeme. —Scorpius no dijo nada durante un largo rato, tanto, que Al creyó que la conversación podía darse por finalizada—. Si no hay más que agregar, creo que…

—Te quedarás aquí conmigo a esperar, porque tienes que ver lo que yo vi —espetó decidido.

Frustrado, Al cerró los ojos e hizo un mohín de disgusto. —¡No, Scorpius, por favor! No me obligues a hacerlo... ¡Mañana haré todo lo que quieras, pero eso no!

—Es tu orden y debes cumplirla, esclavo. —Scorpius se acercó un paso hacia Al con la mirada cargada de gravedad y Al se dio cuenta de que hablaba en serio—. Y además, tus deberes no terminan ahí.

—¿No? —chilló Al tratando de imaginar qué más podía estar planeando el retorcido de mierda que era su amigo.

—No. También quiero que te desnudes —le informó.

Al tragó saliva, negándose a creer que Scorpius hubiera dicho eso. —¿Perdón? —preguntó en un tono que, a pesar de su mejor esfuerzo, denotó el miedo y temblor que sentía en ese momento.

—¿Vas a obedecer a tu amo o no?

Al se rió nerviosamente. —No lo dijiste en serio. ¿Verdad?

Scorpius entrecerró los ojos por toda respuesta. Se cruzó de brazos y esperó; y Al sabía que no tenía alternativa y que debió haber sospechado que Scorpius le cobraría caro aquel secreto tan bien guardado. Soltando juramentos entre dientes, el chico empezó a quitarse su pijama pieza por pieza, quedando al final sólo en calzoncillos y maldiciendo cuando el frío lo hizo estremecerse de pies a cabeza.

Abriendo los brazos ante Scorpius, le dijo de mala gana: —Listo, me estoy congelando del puto frío y de seguro me dará una neumonía... ¿Ya estás satisfecho?

Scorpius arqueó una ceja y respondió con una sonrisa rara: —¿Satisfecho? Aún no, pero creo que falta muy poco para eso.

Al lo maldijo en su interior. —¿Ahora qué es lo que ordena su majestad?. ¿Qué salga desnudo a correr alrededor de la Mansión gritando que estoy loco?... ¿O tal vez te gustaría que vaya a aterrorizar a los elfos de la co…? —La pregunta no llegó a término pues Al no pudo proseguir. La expresión casi depredadora que su amigo le dirigía a su cuerpo lo asustó y lo hizo bajar los brazos. Repentinamente no supo qué hacer con su desnudez—. ¿Por qué me estás mirando así?... ¿Scorpius?

Scorpius dio otro paso hacia Al y éste retrocedió instintivamente. —¿Quieres saber qué fue lo que pensé cuando vi a nuestros padres juntos, Al?. ¿Te gustaría saber qué es lo que he pensado e imaginado durante todos estos meses en la escuela? —Soltó una risita maquiavélica—. Una cosa sí te puedo asegurar, Al: no es tu padre en quien pienso cuando me hago una paja. ¿Para qué desear a un Potter que evidentemente es inalcanzable y ajeno cuando puedo tener a mi propio Potter para mí solo?

Al jadeó de una manera bastante indecorosa y que, de haber sido escuchado por James, le habría valido años de burlas.

—Merlín, Scorpius... —masculló sin dejar de moverse hacia atrás—, haber visto a nuestros padres juntos te ha vuelto loco. ¿Qué es lo que quieres decir con todo eso?

Scorpius se detuvo y miró alrededor. Con su varita, atrajo una silla desde un alejado rincón. —Siéntate aquí, Al.

—¿Para qué? —preguntó con rapidez, casi gritando y sin ocultar la nota de pánico que invadía su voz.

Scorpius lo miró, sonriendo y arqueando una ceja. —Merlín, que pena me da verte tan asustado. Debes confiar más en tu amo, Al. ¿Vas a obedecer sí o no?

Al bufó de indignación y rabia contenida, y entonces caminó de mala gana hacia la pequeña silla. Estaba llena de polvo y no tenía descansa brazos. Se dejó caer pesadamente sin lograr imaginar a dónde demonios quería llegar Scorpius con todo aquello.

—Si tu plan es obligarme a espiarlos, Scorpius, te juro que mañana, cuando finalicen estas malditas veinticuatro horas de mierda, te voy a despellejar vivo…

—Shh —lo silenció Scorpius, colocándose frente a él de pie y pidiéndole a continuación: —Manos atrás del respaldo, esclavo.

—¿Vas a atarme a la silla? —dejó salir Al en un espantado alarido. Por toda respuesta, Scorpius golpeteó su varita contra la palma de su mano y Al le dirigió la mirada más desagradable que pudo. Estiró los brazos lentamente hacia atrás, entrelazando sus dedos detrás de la silla. Maldito Malfoy y toda su alzada ascendencia, ya se las pagaría todas juntas cuando fuera su turno… Y tal como lo imaginó, Scorpius le ató las manos mágicamente a su espalda; pero por lo menos el cabrón tuvo la decencia de usar un tipo de lazo suave y cálido. Lo que Al nunca se imaginó fue que de repente su amigo se le montaría a horcadas sobre el regazo—. ¡Malfoy!. ¿Qu-qué haces?

Scorpius respondió sosteniéndole la cara entre las manos, con tanta brusquedad que Al estuvo convencido de que iba a golpearlo. Respirando agitadamente por el ridículo rumbo que habían tomado las cosas, Al miró a Scorpius a los ojos mientras se estremecía de frío y de incredulidad.

—Escúchame, Potter —susurró Scorpius justo frente a su cara, regalándole a Al el embriagante aroma de su colonia y el intoxicante calor de su aliento—. Quiero que entiendas de una jodida vez que no saldremos de aquí hasta que tú, de una u otra manera, sufras lo que yo sufrí cuando vi a nuestros padres juntos aquella maldita noche de aquel maldito cumpleaños. Vas a mirar, como yo miré, la manera brutal en la que tu padre se mueve encima del mío. Vas a escuchar, como yo, el alucinante ruido que hacen al chocar sus caderas. Vas a admirar la increíble docilidad con la que mi padre se abre para él… y vas a escuchar sus gemidos de placer y el aullido que emiten cuando se derraman.

Desesperado, Al intentó negar con un movimiento de cabeza... intentó poder liberar sus manos y taparse las orejas porque no quería escuchar eso, no, no podía…Porque escuchar era imaginar, e imaginar eso era... Insoportable.

Y no porque la imagen le desagradara. De hecho, las palabras que Scorpius le decía estaban haciendo mella en su ánimo y en su mente, brindándole escenas que jamás pensó que podría pensar, escenas llenas de erotismo y que estaban empezando a acelerarle el pulso y a provocarle escalofríos. Podía imaginar a su padre y al de Scorpius haciendo eso que él le describía, y entonces... al momento siguiente sus padres ya no eran sus padres, sino ellos mismos, Al y Scorpius. Después de todo, no era un secreto el enorme parecido que ambos guardaban con sus progenitores, así que no era difícil imaginarse a él mismo teniendo sexo con Scorpius tal como él le contaba habían hecho sus padres. Y eso era tremendamente perturbador.

Su erección empezó a hacerse evidente y, completamente azorado, Al la sintió levantarse y tocar el cuerpo aún vestido de Scorpius a través de la delgada tela de sus calzoncillos.

—Mierda, Malfoy… —susurró, avergonzado hasta el tuétano de los huesos por no poder controlar su excitación. Estuvo seguro que Scorpius lo habría notado ya pues estaba justo encima, por lo que Al giró su cabeza hacia un lado, incapaz de seguir mirando a su amigo a los ojos—. Calla y déjame en paz, por favor…

Con un movimiento rápido y duro, Scorpius le volteó de nuevo la cabeza para que siguiera encarándolo. —¡No, Potter!. ¡El que da las órdenes aquí soy yo! Y esoque estás sintiendo… ¡maldita sea, esto que te está provocando que te pongas así de duro fue lo mismo que yo sentí cuando los vi!. ¡Lo mismo que siento cada maldita vez que lo recuerdo! Y sobre todo —bajó la voz al concluir—, es eso lo que siento cuando pienso en que tú y yo podríamos estar haciendo exactamente lo mismo que ellos.

Al no creyó posible poder abrir más la boca de lo que lo estaba haciendo en ese momento. —¿Qué fue lo que dijiste? —preguntó en un murmullo que apenas sí escuchó él mismo.

—Que quiero que tú me folles a mí —respondió Scorpius ansiosamente, mirando a Al a los ojos y frotándose contra él—. Aunque sea una maldita vez en la vida. No me importa si después de esto dejas de ser mi amigo... yo, quiero y necesito que...es en lo único que he podido pensar durante todo este tiempo.

Al no respondió nada, pero la realidad era que ante las palabras de Scorpius y sus sensuales movimientos, su libido se había disparado a niveles alarmantes y ocasionando que su miembro terminara de alcanzar su máxima erección. La imagen de su padre tirándose al de Scorpius fue instantáneamente remplazada por la de él mismo encima de su amigo, haciéndole cosas que nunca siquiera se había atrevido a pensar. El deseo dominó su cuerpo por completo, haciéndolo enrojecer; lo sabía por el intenso calor que asombrosamente había reemplazado al frío que había sentido al quedarse desvestido.

—No me digas que no te gustaría —le dijo Scorpius con la voz enronquecida, moviéndose aún más insistentemente encima suyo para provocar presión sobre su polla endurecida. Al cerró los ojos y se mordió los labios para no gemir—. No me digas que no te gustaría hacerme lo que tu padre le hace al mío… ya sabes… —volvió a moverse, duro, apretado, y ahora sí Al no pudo suprimir un quejido—. Meterte dentro de mí.

Al abrió los ojos, repentinamente y casi con miedo. Miró directamente hacia los de Scorpius, intentando adivinar si realmente hablaba en serio. ¿De verdad deseará que yo…? Pensar en la palabra ya de por sí lo consideraba un atrevimiento, y aunque jamás se había imaginado a él mismo haciendo nada sexual con un hombre y mucho menos con su mejor amigo, en ese momento, casi desnudo, con una vara de hierro en la entrepierna y con Scorpius montado sobre él, ese pensamiento llegó natural y casi fue imprescindible hacerlo.

Tirarse a Scorpius.

¡Merlín bendito, no puedo creer que esté pensando en eso!

Abrió la boca, sorprendido y avergonzado de él mismo. La idea le atraía tanto que se horrorizó ante ello porque ni siquiera se había dado cuenta que Scorpius le gustara ni nada parecido. Esperen un momento... ¿Estaba reconociendo que Scorpius le gustaba? Oh, dioses, eso no estaba nada bien.

—Es-es que… yo… —tartamudeó—. No creo que sea buena idea, Scorpius. No… no lo creo. Tú y yo somos amigos… y yo, no soy gay.

Por lo menos, eso creía hasta hoy, pensó deseando que su amigo no se diera cuenta de que ahora era el culpable de una enorme y nueva duda existencial en la vida de Al.

—No eres gay; ¿eh? —murmuró Scorpius con voz divertida—. Entonces tu erección seguramente se debe al frío; ¿no? Y también puedo suponer que verme desnudo no provocará nada en ti. ¿verdad, Al?

—Te he visto desnudo muchas veces en los últimos siete años, idiota —respondió Al, intentando y deseando con toda su alma que su voz no dejara traslucir la enorme excitación que vibró en cada fibra de su cuerpo tan solo de pensar en Scorpius tan desnudo como él.

—Es cierto. Pero por lo menos hasta el día de hoy no me habías tenido desnudo y encima de ti, ¿o sí?

—Pues… creo que no —contestó Al con el sudor escurriéndole por una sien y tratando con todas sus fuerzas de sacarse esa imagen de la cabeza.

La boca se le hizo agua cuando observó a Scorpius levantar la varita y apuntarse a él mismo. —Evanesco —dijo su amigo y su ropa se desvaneció. Absolutamente toda.

¡Salazar me ampare! Casi gritó Al sin poder evitar que sus ojos se dispararan de inmediato hacia abajo, justo al sitio donde las entrepiernas de ambos se unían y donde en ese momento, Scorpius ostentaba una orgullosa erección rozándose contra la de él que aún aguardaba dentro de su ropa interior.

—Dioses… —masculló con la boca seca—. Ah, Scorpius, tú… yo…

—Qué elocuencia, Potter —siseó Scorpius con una sonrisa. Apuntó su varita hacia los calzoncillos de Al y repitiendo el encantamiento, también los hizo desaparecer.

El cosquilleo producido por la magia del hechizo, sumado a la ardiente y pulsante erección de Scorpius junto a su miembro, fue casi suficiente para provocar que el pobre Al perdiera todo su autocontrol. Gimió tan alto que temió despertar a sus padres abajo, hasta que recordó que Scorpius había mencionado que no podían escucharlos.

—No… no… —mascullaba mientras se asombraba al registrar la increíble suavidad del tacto del miembro de su amigo contra el suyo, aferrándose al último gramo de sentido común que la lujuria no había podido sacar—. Esto no está bien, no… Tiene que estar mal… tiene que… ser…

—¿Inmoral? —preguntó Scorpius justo sobre sus labios, provocando que Al abriera desmesuradamente los ojos. Y antes que pudiera decir nada, Scorpius ya estaba besándolo.

Y al mismo tiempo que lo besaba como nadie lo había besado jamás, Scorpius no cesaba de removerse sobre Al, frotando sus dos erecciones juntas, acariciando la de Al con su propio miembro y con sus suaves y tibias bolas, tocando su torso contra el suyo, las manos firmes sobre su cara. Y aunque todo eso era grandioso, Al quería más, necesitaba más. Gimió por la frustración de estar atado, jaló sus brazos por la urgencia de liberarse.

—S… Scor… pius —dijo entre besos, —suéltame… necesito… Por favor.

Sentía que su miembro reventaría, el cosquilleo que invadió su vientre y sus piernas era inaguantable. Pero le hacía falta más contacto, más presión, más… Volvió a gemir cuando se dio cuenta que Scorpius simplemente ignoraba sus ruegos. Su amigo lo besó más intensamente, acallando sus suspirantes quejidos, enterrando la lengua en las profundidades de su boca de un modo tan posesivo como jamás Al pensó que pudiera ser un beso. Como si marcara su propiedad. Como si colocara su nombre y apellido en la piel de Al.

—Lo siento, Potter —lo escuchó susurrar—. Esta noche eres mío y harás lo que yo digo.

Scorpius alejó su rostro del de Al y él de inmediato sintió frío. Anhelante, abrió la boca en espera de más, preguntándose porque habían perdido tanto maldito tiempo sin haberse besado, sin haberse tocado así, sin haberse dado cuenta de lo mucho que querían estar juntos y de lo bien que aquello se sentía. Scorpius se rió ante la evidente desesperación y necesidad de ser besado que Al demostraba.

—¿Te gusta? —le preguntó descaradamente. Como si no pudiera constatarlo él mismo, pensó Al moviendo la cabeza ligeramente en un gesto afirmativo.

—Mucho —suspiró—. ¿Podemos seguir haciéndolo más?

Scorpius sonrió una de las pocas sonrisas sinceras y libres de presunción que Al le había visto en su vida.

—Y lo que sigue te va a gustar aún más, Al —le dijo con voz ronca.

Pero en vez de besarlo de nuevo, Scorpius volvió a levantar su varita y se apuntó hacia su mano izquierda con ella, mascullando un hechizo desconocido para Al. De la punta del objeto mágico brotó un líquido transparente y viscoso que se depositó sobre sus dedos. Al miró a Scorpius a los ojos sin atreverse a preguntar qué demonios era eso o para qué lo necesitaban…

No tenía ni puta idea. Jamás se había cuestionado siquiera cómo era el sexo entre gays. Sabía que se tomaban por el culo pero nada más. Jadeando, casi abrumado por la expectativa, observó a Scorpius llevarse esa mano embarrada de sepa-Merlín-qué-demonios hacia atrás. Y con asombro, Al supo que Scorpius iba a hacerse algo en el trasero, algo que tal vez era el preludio para…

—Oh, por Merlín —farfulló. Vio a Scorpius cerrar los ojos apretadamente y morderse los labios, mientras se retorcía encima suyo y mantenía un brazo tras de él.

Los dos chicos respirando cada vez más alterados, Al por el espectáculo que observaba y Scorpius por lo que estaba haciéndose él mismo, incrementando la velocidad de sus aspiraciones hasta convertirlas en el único ruido reinante en el frío ático de la Mansión.

Y entonces, Scorpius pareció terminar de hacer lo que fuera que hubiera estado haciendo porque abrió los ojos, dilatados y oscurecidos. Regresó su mano adelante y tomó con ella la erección de Al, provocándole un jadeo y un brinco involuntario. Tenía los dedos tan húmedos y tan jodidamente calientes, mierda, tan calientes… que fue cuando Al supo en dónde demonios los había tenido metidos con anterioridad.

—Listo, Al —dijo Scorpius con voz rasposa—. Todo tuyo.

—Sí, Scorpius, sí —suplicó Al, ansioso, al borde del orgasmo, al filo del precipicio. A punto de morirse por tanta sensaciones imprevistas y tantas necesidades innombrables, haciendo a un lado sus anteriores temores y prejuicios. Porque ya no le importaba si eso estaba mal o no. Mientras pudiera poseer a Scorpius, mientras pudiera él mismo estar donde esos dedos un momento antes… nada, nada importaba. —Por favor, llévame… ah. Oh, sí.

Los dedos de Scorpius lo envolvieron, el chico se levantó un poco por encima de él al apoyar los pies en el suelo y entonces, dirigió el miembro de Al directo a su entrada.

Nada que le hubieran podido contar a Al le habría hecho imaginarse que el sexo sería así. La sensación de ardiente estrechez que envolvió su miembro con velocidad pasmosa mientras Scorpius se empalaba directamente sobre él, fue tan fuerte que por más que deseó mirar, tuvo que cerrar los párpados. Juró que se desmayaría, soltó un bramido sordo, embriagado de placer y deseo oscuro y brillante, deseando morirse porque eso… eso que Scorpius le estaba haciendo, era tortura y no medieval, sino peor

Pasional.

—Sí, así, sí —escuchaba a Scorpius repetir, pero con su cerebro completamente bloqueado y plenamente consciente de las sensaciones que lo inundaban, a Al le costaba algunos segundos entender el significado de las palabras—. Así, Al. Todo tuyo, sí… Ah, no te imaginas cuántas veces he soñado con esto… no sabes… ¡Mmmññ!

Al abrió los ojos al escuchar a su amigo quejarse con algo que parecía más dolor que placer. Miró sus entrepiernas completamente unidas y supo que ya estaba lo más adentro que era posible y observó la polla de Scorpius completamente erecta y húmeda en la punta y oh Dios, la sensación sumada con la vista lo estaba sobrepasando; tuvo que respirar profundamente para no dejarse dominar y derramarse ya. Levantó la mirada, buscando el rostro de Scorpius y lo vio cerrando los ojos y mordiéndose ambos labios.

Se angustió, se imaginó que le dolía. Eso tenía que doler.

—¿Te duele?. ¿Scorpius? —jadeó pero no recibió respuesta. Intentando dominarse, insistió: —¡Merlín, Scorpius! Si te duele, por favor… ¡Sal! No quiero lastimaaa… ¡Aahh!

El gemido que interrumpió sus preguntas fue producto del repentino movimiento de Scorpius que, sin previo aviso, se levantó de él, provocando que el miembro de Al resbalara hasta estar a punto de abandonar su cuerpo. Pero antes que pudiera siquiera reaccionar al frío y a la sensación de vacío, Scorpius volvió a dejarse caer lentamente encima de él y en esa ocasión, fue todavía increíblemente mejor.

Totalmente inmóvil e incapacitado para hacer nada más que quedarse ahí sentado mientras Scorpius se empalaba sobre él, Al cerró los ojos de nuevo y echó la cabeza hacia atrás, jadeando, respirando por la boca, gimiendo… —¡Dios-dios-dios! —Cada golpe de Scorpius era un latigazo de placer desenfrenado, cada penetración era un paso más cerca del abismo—. ¡Sí-sí-ooohh… sí!. ¡Merlín, Scorpius!

Sintió calidez y humedad en una mejilla y en una oreja y se dio cuenta que Scorpius lo estaba besando.

—Jamás me ha gustado tu padre, maldito ciego de mierda… —le masculló. Otra estocada y Al se mordió el labio hasta casi hacerse sangrar—. Eras tú… Al. Eras tú, siempre has sido tú… Sólo… —Al sabía que no duraría mucho más y las revelaciones de Scorpius empeoraban la situación—. Usé a tu padre como excusa… para ver tu reacción cuando... —Se dejó caer tan fuerte que Al sintió a sus bolas estrellarse contra su vientre—. Y cuando los vi… a ellos, supe que… tú podías y… tenías que hacerme lo mismo… Porque si ellos pueden, entonces quiere decir que no está mal.

¿Mal? ¿Cómo demonios eso podría estar mal si se sentía tan bien?

—No-no-no —gimoteaba Al intentando decir mucho más, pero las palabras no acudían a sus labios, simplemente se había quedado sin nada más que jadeos y súplicas—. Esto está bien —logró decir al fin. —Es… tá… muy bien.

Sintió a Scorpius incrementar la velocidad de sus movimientos y Al supo que no llegaría más lejos. Bramando en la necesidad de liberarse de semejante sensación, se derramó dentro del cuerpo de Scorpius al no poderlo resistir ya, casi con dolor, casi arrepentido de dejarse llevar. La espiral del mejor orgasmo de su vida le hizo dar vueltas la cabeza y apenas fue consciente de que cuando terminó completamente, Scorpius había detenido sus movimientos de sube-baja encima de él. Lo vio llevarse una mano a su propia erección y, frenético, masturbarse hasta correrse justo sobre el estómago de Al sin dejar de besarlo con pasión.

Lentamente, Scorpius fue relajando los movimientos sobre su miembro hasta detenerse por completo. Al cerró los ojos, dejándose llevar por tantas sensaciones avasallantes que le reclamaban atención por todo su cuerpo. El ligero zumbido de un orgasmo fantástico, el calor del interior de Scorpius aún envolviendo su ya lánguida erección y la humedad y calidez de la corrida de Scorpius sobre él.

Pero sobre todo, de sus besos. De los besos lentos y cadenciosos que el chico rubio le otorgaba. Como si lo premiara por ser buen esclavo, como si lo consolara por la tortura sufrida. Como si lo amara.

—Tengo el mayor secreto de todos en la punta de mi lengua, Potter —susurró Scorpius cuando se separó de Al y le desató las muñecas—. ¿Cuánto me das por él?

Al sonrió al creer que ya sabía de qué se trataba ese secreto, sintiéndose aún envuelto en las brumas de su maravilloso orgasmo. Se frotó las lastimadas muñecas mientras ofrecía: —Te propongo algo mejor. ¿Qué tal… si soy tu esclavo para siempre con tal de que no me lo digas?

La sonrisa en el rostro de Scorpius jamás había sido tan cálida. Como si se hubiera dado cuenta de que Al ya sabía y no había ni siquiera necesidad de mencionarlo en voz alta.

—Te gusta la mala vida; ¿eh, Potter? Subordinación y maltrato a cambio de mi silencio… —Scorpius se inclinó y lo besó de nuevo, lentamente—. Creo que puedo acostumbrarme a eso.

Al se rió mientras que Scorpius, con ayuda de su varita, limpiaba a ambos y traía sus ropas de vuelta. Y al terminar de vestirse, los dos bajaron a la habitación de Scorpius a continuar con el pago de la deuda de honor de Al, quedándose al fin profundamente dormidos entre las sábanas de seda bordadas con el escudo de la familia Malfoy.

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Al despertar la mañana siguiente Al no se acordó de inmediato de su padre. No caviló sobre si todavía estaría en la Mansión o no, si desayunarían los cuatro juntos o si tal vez ya habría vuelto a la residencia de los Potter al lado de sus hermanos y su madre.

Lo único que pensó fue en lo increíblemente bien que se sentía al tener un cuerpo tibio y suave junto al suyo. Reptó por la amplia cama para acercase más a Scorpius pero con la suficiente suavidad para no despertarlo. Sumergió su cara en la nuca de su acompañante pensando que su olor era el más maravilloso aroma que existía, que lo que había pasado entre ellos la noche anterior no tenía precedentes y que moriría si no volvía a poseer ese cuerpo por entero. Si Scorpius no se quedaba para siempre junto a él.

Y fue entonces que recordó a su padre y al de Scorpius. A Harry Potter y a Draco Malfoy.

Sonrió al pensar en lo que dirían, en lo que harían al enterarse de que también ellos se habían convertido en amantes. Porque además había sido gracias a ellos que Scorpius se había atrevido a hacer lo que jamás a Al se le habría ocurrido, porque verlos consumar su amor sin importar las barreras fue la manera en la que el chico Malfoy se había convencido de que eso no podía tener nada de malo o de inmoral.

Y aquella mañana de invierno en la que por vez primera Al se despertaba en la cama de alguien después de haber hecho el amor, se atrevió a deslizar —no sin un poco de timidez— una mano por encima de la espalda de Scorpius, llegando hasta su cadera y depositándola justo ahí. El simple pensamiento de lo que iba a suceder de nuevo entre ellos cuando Scorpius se despertara fue suficiente para renovar su erección. Después de todo, tenía por delante un día completo de esclavitud obligada.

O mejor dicho, toda una vida.

De repente, Scorpius se removió y gruñó entre sueños, acercándose más a Al y poniendo el culo justo frente a su entrepierna. Al suspiró mientras se mordía las ganas de enterrarse de nuevo en él, decidido a ser paciente y pensando que la vida no podía ser más perfecta como en ese momento. Suspiró con deliciosa frustración y se conformó con apretar firmemente la cintura su compañero. Lo escuchó emitir un gemidito de contento y besándole el hombro, Al se sonrió.

La próxima vez que se encontrara con la tía Hermione tendría que aclararle que ahora ya comprendía la versión de los elfos domésticos: en ciertos casos, ser esclavo de un buen amo no tenía nada de malo.

Sino que era un verdadero placer.

Fin


Gracias por haber leído. Coloqué la historia en dos partes aunque en realidad es un one-shot porque me demoré un poco haciéndole unos cambios de última hora a esta segunda sección. Sinceramente espero que hayan sido para bien y no para peor, jaja!

Darkmoona: Me alegra un mundo que te gustara y como te dije en La Torre, yo soy la que te agradece a ti haberme dado la oportunidad de escribir mi primer Al/Scorpius. Te juro que disfruté como nunca de la experiencia ;-)

Besos a todos y gracias por comentar.

Perla Negra.