A Hola, bueno se que no he actualizado hace mucho los otros fic pero no pude evitar escribir este cuando escuché la canción de Shania Twain y se me vino de inmediato a la cabeza esta pareja aunque ya es obvio porque no puedo dejar de pensar en ellos, simplemente me encantan.
Bueno la canción está obviamente en su versión original en inglés pero yo la hice al español, espero de todo corazón que les guste porque va con cariño.
0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0o0
You are still the one.
Aunque ya la guerra era cosa del pasado, las peleas y conflictos con los enemigos de siempre aún continuaban. Los Malfoy hace más de un año que se habían unido a la Orden del Fénix y Harry y Ron aún no lo aceptaban y tú tampoco ponías de tú parte. Claro las cosas en un Princ., nadie esperaba confiar en ustedes de la noche a la mañana, a excepción de dos personas: Dumbledore y yo.
Dumbledore porque jamás podría desafiar de alguna persona y yo porque creía en las segundas oportunidades y el arrepentimiento de las personas.
Aquel primer día de clases era especial, pues era nuestro último año en Hogwarts.
Tú estabas solo en un abandonado vagón del tren, no tenías quien te acompañara, pues tus antiguos amigos habían tenido otro final en esa guerra, pues los padres de estos habían seguido fielmente a Voldemort hacia la derrota cegados por el poder que aunque lo consiguieran nunca sería compartido con nadie.
Pero no te importaba, siempre habías estado así, en realidad no era mucha la compañía que tenías con ellos, en un lado Crabbe y Goyle que solo hablaban estupideces y por otro lado Pansy eternamente colgada a tu cuello, al fin y al cabo siempre estuviste solo.
Harry, Ron y yo entramos en uno de los primeros vagones y minutos más tarde se nos unieron Ginny, Luna y Neville. Ya nadie tocaba el tema de la guerra, todos lo preferían así, era lo mejor para todos. Una vez instaladas nuestras cosas debíamos ir al vagón de los prefectos y así se lo recordé a Ron.
-Vamos Ron –le dije cuando se encontraba en una lucha a muerte con una rana de chocolate por metérsela en la boca.
-Aún no Hermione –me respondió él.
Me disgustaba de sobremanera llegar atrasada a algunos lugares donde era necesario ser puntual y él lo sabía.
-Como quieras, yo me voy-salí enfurecida del vagón y me dirigí al de los prefectos, entré a el molesta y me senté a esperar a la los demás.
Fuiste el primero en llegar, cuando te vi entrar me encontré directamente con tus ojos, ya no eran fríos como siempre los veía cada vez que me insultabas o me decías alguna pesadez, ahora estaban vacíos, muertos sin una luz de vida. El contacto solo duró algunos segundos pues luego la dirigiste al sillón donde te sentarías.
-¿Cómo estás? – te pregunté tratando de llegar a ti de alguna manera, estabas solo, yo lo sabía y por algún motivo no quería que lo estuvieras.
Me miraste tratando de ver que era lo que me proponía, pero solo viste sinceridad en mis ojos.
-Bien Granger –me dijiste después de algunos segundos que para mi parecieron horas.
Desde que entraron a la Orden me empezaste a decir solo Granger, eliminaste por completo toso aquellos sobrenombres que tanto me herían. El vagón quedó en un tenso silencio hasta que poco a poco fueron llegando los demás prefectos.
Todos seguían igual solo que esta vez Daphne Greengras integraba el equipo reemplazando a Pansy Parkinson.
Cuando la reunión terminó fuiste el primero en salir, sin mirar a nadie, te dirigiste directo a tú vagón.
Nunca te odie, ni siquiera en aquellos momentos en que me insultabas de tal manera que terminaba llorando en el baño de las chicas.
Aquella tarde en que nos encontrábamos en la orden y llegó la noticia de la muerte de tus padres, algo nuevo nació en mí por ti. Ya no tenías a nadie, estabas completamente solo y nadie te acompañó. Te encerraste en tu cuarto y no saliste de ahí durante dos días, sentí miedo por ti, de lo que fueras capaz de hacer en el estado en que te encontrabas, te dejé comida, pero no la recibiste.
Creo que hasta sentí rabia por los demás, nadie se acercaba a ti para darte algunas palabras de apoyo y yo sabía que no podría ir, sabía que no me dejarías entrar. Pero aún así lo hice, sabía que me arriesgaba. Cuando entré estabas en un rincón de la habitación arrodillado, noté de inmediato que no habías llorado, se veía en tus ojos, traté de acercarme a ti, pero con un gesto de tu mano me lo impediste, aún así no me fui, me senté en una silla en la esquina contraria a la que tú estabas.
-Tienes que llorar – te dije después de algunos minutos.
-Y tú tienes que aprender a no meterte donde no te llaman –me respondiste con rabia.
-No sacas nada aguantándote todo ese dolor que llevas dentro, te hace mal.
-Maldita sea Granger –dijiste poniéndote de pie- ¿Tú qué sabes lo que es bueno o malo para í? No sabes nada, absolutamente nada de mí.
-Eso lo sé, pero podría ayudarte si me abrieras tú corazón –te miré fijamente y luego salí del cuarto.
Cuando llegamos a Hogwarts, todo era como el primer año, sin problemas ni contratiempos, ya no existía nada a que temerle, experto claro está, a los Extasis
Te veía solo, por cada rincón del castillo, aunque tu fama de galán no había cambiado, seguían suspirando por ti las chicas cada vez que pasabas por su lado.
De cierto modo yo también estaba sola, pues Harry y Ron no hablaban de otra cosa que no fuera el Quittdich y Ginny casi la mayoría del tiempo se les unía.
Pero todo cambió aquel día de noviembre. Como tantas tardes me encontraba en la biblioteca cuando un chico de primer año me avisó que la profesora McGonagall quería verme. Acudí de inmediato a ella y bueno lo que tenía que decirme no fue nada bueno. Mis padres en un accidente de coche habían fallecido.
Sigues siendo a quien recurro
No recuerdo como ni en que momento salí del despacho de la profesora y corrí hacia las afueras del castillo, llegué hasta el árbol cercano al lago y ahí me senté, solo mirando el lago.
A los minutos después llegaron Ron y Harry, nunca recordé lo que es esos momentos me decían pero de nada me servía para calmar mi dolor, no lloraba, las lágrimas no acudían a mi. Llegó un momento en que los chicos me molestaban. Por más que lo intentaran no sabían lo que yo sentía. Ron no lo sabía pues aún los tenía con él y Harry nunca los tuvo, no supo lo que era perderlos.
-Chicos –les dije cuando ya no lo soporté más- necesito estar sola.
-Pero Herms, no te dejaremos sola en estos momentos –me dijo Harry algo incómodo.
-Estaré bien, se los prometo, es solo que necesito unos momentos de soledad.
En silencio se levantaron, me miraron durante algunos momentos y luego se fueron. Pero no estuve durante mucho tiempo sola, pues tu voz llegó desde atrás.
-Tienes que llorar –me dijiste repitiendo textualmente las palabras que yo antes te había dicho.
-No puedo –te dije cambiando la respuesta que tu me habías dado aquella vez.
-Al parecer es más fácil dar los consejos que ponerlos en práctica –dijiste en un tono burlón- parece que Potter y Weasley no te sirvieron de mucho –poco a poco te ibas acercando a mí.
-No me pueden ayudar, no saben lo que siento –dije levantando la vista y encontrándome con tus ojos, te habías arrodillado y estabas frente a mí.
-Yo si lo sé y lo mejor que puedes hacer es seguir tu consejo, llora hasta que no te queden lágrimas, vive el duelo y luego déjalos ir, solo así podrás estar en paz, tú y tus padres –dijiste y en el momento en que terminabas de hablar, las lágrimas comenzaron a inundar mi rostro.
-¿Tú lloraste? –te pregunté.
-Si no lo hubiera hecho no te lo estaría aconsejando –te pusiste de pie y te fuiste dejándome sola.
Lloré durante largas horas hasta que ya no me quedaron lágrimas y por cada una de ellas que caía de mis ojos, alguna imagen de mis padres aparecía frente a mí. Estaba desesperada, pero cuando las lágrimas ya no existían, los deje ir, tal como me habías dicho, fue algo doloroso, pero no podía estar con la pena para siempre.
El día del funeral de mis padres me dejaron ir junto a Ron y Harry. Quise que estuvieran en un cementerio mágico, en realidad el único que había. Cuando estábamos allá, lo único que quería era que estuvieras junto a mí, apoyándome, ayudándome de la manera en que mis amigos no podían.
Creo que fue en ese momento en que me di cuanta de algo profundo dentro de mí, nacía por ti. Al volver al castillo, no me encerré ni pretendí estar deprimida, claro lo estaba, pero por nada del mundo quería que los demás sintieran lástima por mí.
Mis amigos no permanecieron mucho tiempo junto a mí, pues yo al no demostrar pena, pensaron que no necesitaba compañía. Que equivocados estaban.
Una tarde en la biblioteca, volví a pensar en ti, estaba sola, ya era tarde y la señora Pince estaba por cerrar.
-¿Cómo te sientes? –me preguntaste de repente provocando que me asustara y saltara de mi asiento.
Últimamente tus actitudes me extrañaban, ya no eras el frío y prepotente Draco Malfoy que conocí.
-Bien Malfoy –no quería mirarte, pero tu presencia no podía pasar desapercibida para mí, ni para nadie.
Levanté ligeramente mi cabeza y noté que ya estabas sentado en mi mesa.
-¿No te molesta estar sola? –preguntaste de improviso.
-Podría preguntarte lo mismo.
-Pero yo lo hice primero –una ligera sonrisa apareció en tu rostro.
-No, no me molesta, me he acostumbrado, creo que hasta me agrada –dije confiadamente.
-Tendrás que decirle entonces a Potter y Weasley que se consigan a otra para que les haga los deberes.
-¿Por qué me hablas? –te pregunté de repente eliminando un poco la sonrisa de tu rostro.
¿A qué te refieres?
-Pues a aquel día en el lago, ahora ¿Ya no te provoco asco? ¿Por qué ya no me dices sangre sucia o sabelotodo y toda esa clase de sobrenombres que me tenías?
No quebraste la mirada en ningún momento, esperaste segundos que me parecieron eternos y luego respondiste como si fuera lo más normal del mundo.
-Sé que para ti es difícil verme así, pero también espero que comprendas en el mundo que me crié, éramos diferentes, diferentes convicciones, pero los tiempos cambian, las personas maduran.
Te miré durante algunos segundos, pero aún no entendía que era lo que pretendías.
-¿Por qué quieres que yo sepa eso?
-No me interesa que lo sepas, solo quiero que quede claro –dijiste cambiando la expresión de tu rostro, levantándote de la silla y dejándome nuevamente sola.
Sabía que no habías sido completamente sincero, pero ya tendría tiempo para hablar contigo, pues además quería hablar contigo, me sentí bien, en confianza, de alguna manera que nunca había sentido con harry y Ron, me entregaste algo tan hermoso que ese momento, que sentí que podía contar contigo cada vez que lo necesitara, es por eso que decidí pedirte ese favor a la semana siguiente.