YO FINJO, TU FINGUES… ¿QUIEN FINGE?

EPILOGO ¿1?

"….Amor mío, lo nuestro es como es. Es toda una aventura, no le hace falta nada, estoy aquí:

Tan enamorado de ti que la noche dura un poco más…

viajar a tú lado en el tren un sueño difícil de creer… Poco a poco el abrazo, boca a boca, despacio.

Aliento y suspiros tibios, anochecer... contigo.."

Ricardo Montaner, Tan enamorados (fragmento)

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La adrenalina se sentía en el ambiente y no solo porque mi oficial novia desde hacía dos meses viniera dando saltitos a mi lado y sus pirando cada dos pasos.

La mayoría de las mujeres estaban igual y me subió un poco el ego al darme cuenta de que no era el único chico que venía con el entrecejo fruncido y con su novia con la cara de soñadora. Claro que había algunas excepciones, dos que tres chavos tenían, igualmente una sonrisa de idiotas plasmada en el rostro.

-¡No lo puedo creer!-exclamó Hermione emocionada.

Yo me limité a gruñir entre dientes y a maldecirme internamente por haber querido impresionarla.

-¡Dios,-dijo suspirando teatralmente- es taaan guapo! ¡No lo puedo creer!

De nueva cuenta los celos hicieron acto de presentación provocando que mantuviera apretada la mandíbula para no soltar una sarta de blasfemias.

-¡Y me cantó a mí!-brincó en su lugar y soltó una risita tonta.-¡Fue tan lindo!

Si, el desgraciado era lindo, pero si mi novia no dejaba de decir que tan bonita tenía la voz o que tan pequeños y lindos eran sus ojos, juro por Merlín que esa noche iba a haber un asesinato.

Una parte de mí sabía que era mi culpa. Tal vez si hubiese pedido asientos de palco en lugar de fila preferente, la tanga de encaje roja que Hermione aventó al escenario en cuanto los primeros acordes de This love sonaron, le hubiera caído a cualquier otro y no al vocalista de Maroon 5, quien cogió la prenda con solo estirar la mano. No conforme con eso, colocó la tanga en su guitarra entre los gritos y silbidos de los fans.

Pero la cosa no acabo allí. No señor. Yo no hubiera hecho nada, es más me habría reído de ello ante lo cómico de la situación, pero cuando Hermione gritó como posesa:

-¡Adam, hazme un hijo!, ¡Adam, hazme tuya!

Sentí mi sangre arder. Pero otra vez me dije que solo era cosa del momento, después de todo la tipa que estaba a mi derecha había llorado a moco tendido con Won't home whit out you.

Lo que terminó con mi buen humor fue que el tal Adam, luego de que terminara la canción, le tendiera la mano a Hermione y la invitara a subir al escenario.

Mi ahora para nada fingida novia, a punto de sufrir un colapso por la emoción, estuvo parada en el escenario en menos de dos segundos. El vocalista de Maroon 5, tomó la tanga del instrumento acompañado de más gritos, la colocó en su micrófono y abrazando a la madre de, actualmente, tres felpudos hijos cada uno más pequeño que el anterior, le canto She will be love demasiado cerca del oído.

Desde ese momento solo fue Adam, Adam, y lo bueno que estaba Adam.

-¿Crees que le haya gustado la tanga?-no espero a que le contestara que a mí no me molestaría verla con una, cuando siguió con su monologo.-Yo digo que debería de haberla comprado negra… quizás blanca, en algún lado leí que eso los enciende. Claro que Adam dijo que su color preferido era el…

Rodé los ojos ante otro a ataque de celos, y me apuré a recorrer la distancia que nos faltaba para llegar al lugar donde podía llamar al Autobús Noctámbulo.

Desde luego que mi idea que no era la de regresar al colegio inmediatamente terminara el concierto, yo tenía planeado pasear con Hermione por Londres y quién sabe, tal vez ir a Grimmauld Place y pasar la noche con ella, últimamente no habíamos estado juntos desde la semana que pasamos recorriendo Europa.

Llegamos a una calle desierta y obscura, por cualquier cosa, tomé la mano de Hermione entre la mía. La pobre estaba distraída describiendo uno a uno los momentos del concierto.

Si bien mis celos me estaban carcomiendo las entrañas y las ganas de dejar a la agrupación sin vocalista eran tentadoras, una parte de mi estaba más que complacido al saber que Hermione había disfrutado tanto. Sin poder evitarlo una sonrisa se formo en mi boca y negando con la cabeza de manera divertida al oírla repetir el orden las canciones interpretadas para que no se le fueran a olvidar (abrieron, según la oí, con Can't stop thinking about you, y terminaron con Sunday Morning), saqué mi varita y llame a nuestro transporte.

Una vez arriba, Hermione se sentó en mi regazo y soltando un suspiro me besó.

-Gracias.-Dijo mirándome fijamente.-Fue el mejor regalo que he recibido jamás.-Me sonrió de tal manera que mis celos se borraron de un plumazo y me prometí a mí mismo, mientras me besaba, que la próxima vez le conseguiría un pase para que los viera en el camerino con tal de verla tan feliz.

Cuando el aire se nos acabo, Hermione se acomodó su cabeza en mi hombro y me susurró:

-Vamos a casa.

Algo dentro de mí se movió ante tal petición y con impaciencia solicité que nos dejaran en la Mansión Black en lugar de Hosmeade. Tuve que sobornar al conductor, pero finalmente aceptó. Hermione soltó unas risitas y frotó su nariz contra mi cuello haciéndome estremecer. Cerré los ojos y recordé lo que había pasado después de que ambos nos confesaros dos meses atrás.

Había habido muchas mañanas después: la mañana después de llegar a Hogwarts, la mañana después de sobrevivir a un atentado con mi némesis, la mañana después de que terminaba los exámenes… Pero ninguna tan mágica, perfecta e inolvidable como lo fue la mañana que desperté con Hermione desnuda entre mis brazos por primera vez.

Se me había grabado a fuego el brillo que tenían sus ojos cuando los abrió y la sonrisa que me dedico fue la mejor manera de empezar un nuevo día. Le sonreí de vuelta y cerré los ojos con un suspiro, cuando su mano viajó a mi cabello y a mi cicatriz. Se apoyo en sus codos y subiéndose a mí pecho me dio un beso y los buenos días. Yo no pude con tanta felicidad y riendo cual niño de tres años me dispuse a abrir mi regalo de Navidad, el que, por supuesto, era Hermione.

Ella no puso resistencia cuando le comencé a acariciar la espalda, ni siquiera cuando comencé a recorrer sus clavículas con mis labios. Lo que hizo fue poner sus manos en mis mejillas y capturar mis labios.

Después de dos horas y luego de tomar un baño, desayunamos en la cocina (la que mi ahora oficial y para nada fingida novia se moría por estrenar) y decidimos, más bien Hermione decidió, que debíamos de tener una especie de guía para saber qué lugares visitaríamos y en qué orden.

-Yo creo que debemos empezar por Paris-había dicho.-Me muero por enseñarte los lugares que visité cuando fui con mis padres la otra vez.

Recargó su cabeza en el hueco que formaba mi cuello y mi hombro, y yo la cogí fuertemente de la cintura haciendo una nota mental de cambiar los bancos de la barra por unos en donde pudiese sentarme mejor con Hermione en mi regazo.

Era increíble que aunque la había tocado antes de dormir, mientras dormíamos y al despertar, aún me costara trabajo mantener las manos lejos de ella. Lo único bueno era que no tenía queja de su parte.

-Además de que me gustaría caminar por las calles iluminadas abrazada a ti.

¿Cómo decirle que no cuando me mira de esa forma? Además cómo si alguna vez le hubiese negado algo.

El día que me entreviste con el Ministro con el fin de conseguir el obsequio de Hermione, aproveche también para obtener el Permiso de Aparición Internacional (1) y así poder transportarnos sin problemas por Europa. Con esto, aparte de evitarnos el caos que supongo hay en los aeropuertos con todo eso de pasaportes y el rollo del equipaje, nos beneficiaríamos con más tiempo para conocer los lugares.

Lo primero que hicimos luego de aparecernos de la mano en la cuidad de Paris, claro está después de besarnos, fue conseguir una habitación de hotel.

Una vez en ella, las ganas de conocer la Torre Eiffel murieron en cuanto las ganas de volver a abrazar a mi ya no fingida novia sin la barrera de la ropa, se hicieron presentes.

Con una sonrisa que yo esperaba que fuera seductora me acerqué a ella. Por la forma en la que su boca se fusionó con la mía y la manera en la cual sus brazos sujetaban mis hombros supe que una vez más estábamos en la misma frecuencia.

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Dos meses habían pasado des de que desperté con el pecho de Harry como almohada y sus brazos rodeándome, esa fue la mejor mañana de Navidad, aún más increíble que cuando Santa me trago mi caja registradora con todo lo necesario para jugar al mini-súper.

Esa mañana nos la pasamos ordenando las cosas para poder recorrer Europa en una semana, las risas, las caricias y la felicidad estuvieron presentes todo el tiempo. Incluso Harry tubo un ataque de risa cuando descubrió que las palabras de Draco habían sido casi proféticas: yo había sido su regalo de Navidad, solo que sin el moño rojo.

Empacamos las cosas cómo lo hicimos la vez que fuimos en busca de los fragmentos de alma, es decir, todo en una bolsa.

Nuestra primera parada fue Francia, la cual recorrimos de punta a punta y para nuestra sorpresa descubrimos que en Marsella la familia Potter, específicamente su abuelo, tenía una pequeña villa.

La mansión, porque eso era, era bellísima. Para empezar contaba con playa y piscina privadas, era de un solo piso y la fachada era de piedras claras; por dentro vigas gruesas y de madera oscura adornaban los techos. Había grandes ventales que permitían divisar vistas espectaculares.

Le hacía falta una manita de gato pero aún así quedé enamorada de la casa. Harry prometió con una sonrisa que regresaríamos en verano para hacerla habitable y que, como en la Mansión Black, iba a tener carta blanca en lo referente a la decoración. Así que entre la lista que me puse a hacer para las mejoras de la casa y todo el turismo que hicimos el cual incluyo los campos Selicios, la catedral de Nuestra Señora de Paris, el convento del Sagrado Corazón, las playas de Ibiza… Nos tuvimos que conformar con pasar solo Año Nuevo en Madrid.

Claro que recibir el año en la Puerta del Sol, fue espectacular. Además de que Madrid contaba con muchísimos lugares hermosos. Desafortunadamente ni la familia Black ni la familia Potter tenían propiedades, dinero o inversiones en España.

El tiempo que pasamos juntos fue, de cierto modo, igual que antes: le contaba cosas de los lugares que visitábamos y él me escuchaba; hablábamos de cosas sin importancia y algunas veces nos sumergíamos en cómodos silencios; discutíamos por cualquier tontería…

La única gran diferencia era que ahora todo tenía un matiz diferente: cuando me metía en mi rollo "guía de turista", Harry no rodaba los ojos como lo hubiese hecho en otro momento, él se limitaba a mirarme con un sonrisa bailando en su boca, a pasarme un brazo por los hombros, darme un beso en la cabeza y a escucharme como si lo que decía fuera lo más importante del mundo.

Ahora cuando caminábamos, nuestras manos iban unidas. Podía abrazarlo cuando me diera la gana y ser bien recibida. Harry había adoptado la manía de enredar sus dedos en mi pelo cada que podía e inventaba cualquier escusa para poder besarme.

Los silencios en los que siempre intercambiábamos miradas, hoy en día traían consigo un sinfín de secretos y de momentos cómplices.

Los días eran demasiado largos para poder conocer los defectos del otro, para descubrir los secretos que aún escondíamos y para aprender las manías. Las noches, en cambio, eran demasiado cortas para poder decirnos con palabras todo lo que sentíamos.

Nada había cambiado, pero a la vez ya nada era igual.

Cuando regresamos al colegio, Ron fue el primero en acercársenos y soltarme a mí una larga letanía acerca de lo poco que merecía el sobrenombre de "La más inteligente del Colegio" solo por pensar en contratar a un gigoló y no recurrir a ellos. Según sus palabras hubiera preferido que recurriera a Malfoy antes que a un desconocido.

Después, se volvió hacia Harry y le lanzó a él un sermón sobre los diferentes métodos de tortura que investigo mientras no estábamos y que no duraría en poner en práctica con Harry si alguna vez me hacia llorar.

Luego de que se le pasara su faceta de amigo-hermano sobre protector, nos dedicó un discurso de lo feliz que se sentía porque estuviésemos juntos y, sin mentir, nos repitió más de cien veces, que él siempre había sabido que entre Harry y yo había más que amistad.

Cuando los sermones de Ron terminaron casi íbamos a mitad del viaje y Luna insistió, luego de que todos tuviéramos un pastel de caldero y varitas de regaliz y que la señora del carrito se fuera, en que le contáramos con lujo detalle qué habíamos hecho en las vacaciones, de cuantos besos antes de saber que nos queríamos nos habíamos dado y cuándo nos habíamos dado cuenta de que nos habíamos enamorado. Obviamente le dimos una versión súper censurada de lo que había sido nuestro "Tórrido Romance", como se empeñó en llamarlo. Cuando su novio y mi pelirrojo amigo comenzó a hacer comentarios subidos de tono, los cuales nos apresuramos a negar, pero que estoy segura no nos creyó por la sangre que se aglomero en nuestras mejillas, Luna lo sacó a rastras para así poder comprobar ha cuantos estudiantes se había llevado el hoyo negro que había en la caldera.

Ya en el colegio y una vez que comenzamos las clases, nos enteramos que Ginny había empezado a salir con un muchacho de Ravenclaw, el cual era el hijo de uno de los magos que se postulaban como candidato para Ministro y capitán del equipo de quiddich. Según Ron, Ginny lo había conocido una noche en la que había ido a un bar a olvidar a Harry, y ahora estaba muy metida en la campaña política. Dos meses después se les seguía viendo juntos. Harry y yo esperábamos que fueran felices.

El movimiento de Harry al intentar sacar dinero de su bolsillo me trajo al presente. Sonreí cuando mi novio original le dio un galeón al chofer para que nos llevara de regreso a Londres.

-¿Estamos algo ansiosos, eh?-pregunte acurrucándome otra vez en su regazo.

-No tienes idea.- Se puso de pie ayudándome a hacer lo mismo pero sin dejar de abrazarme cuando por fin el Autobús Noctambulo se detuvo en la Mansión Black.

Dimos las gracias y una vez en la banqueta nos aparecimos en el interior. Con un movimiento de varita, aparecí un agradable fuego en la chimenea mientras Harry colgaba los abrigos.

-Te extrañé-me dijo enredando sus brazos por mi cintura haciendo que mi espalda colisionara con su pecho y poniendo su cabeza en mi cuello.- Eso de respetar el colegio y las reglas, me está volviendo loco, ¿a ti no?-movió mi cabello para besar mi cuello y yo le facilité la tarea moviendo mi cabeza para darle acceso.

-La verdad es que no-contesté.-Pero te creo, tú no eres muy conocido por respetar las reglas. Además tenemos que aprender que no todo en nuestra relación va a ser solo sexo.

-Eso lo sé-me giró para que pudiéramos estar de frente y me beso la nariz, no lo pude evitar y solté una risita (últimamente soltaba muchas)- pero tienes que admitir que no le puedas dar un juguete nuevo a un niño y quitárselo después por mucho tiempo, además amo pasar tiempo contigo, pero no quiero compartirte. Hoy no. No voy a ser un esposo tan terrible, ya verás.

Aleje mi cara para poder verlo mejor e interrogarlo por su último comentario, pero la cara de él se me acercó hasta que sus labios acariciaron los míos en un delicado y suave beso.

-Eres tan suave…-susurró contra mi boca- Tan suave, y tan dulce. Tan perfecta. Nunca creí… nunca pensé…

Sin poder evitarlo arqueé mi cuello al sentir que sus labios comenzaban su recorrido.

-¿Nunca pensaste qué?-pregunte mientras sus labios casi alcanzaban mis clavículas y mis manos se aferraban a su espalda.

-Que tú serías así. Que yo te desearía así. Que esto podría pasarme a mí. Que esto podría ser así.

-Yo lo supe siempre. Siempre lo supe.

Ya no era consciente ni de mis actos ni de mis palabras, no cuando él estaba besándome así, no cuando nuestras respiraciones estaban saliendo en jaleos disparejos.

-Ya sabía yo que eras muy inteligente- murmuró.-Debería haberte escuchado también es esto.

En segundos todo dejo de existir, todo menos nosotros.


Lo siguiente es un momento perdido de la historia que pueden acomodar en cualquier noche después del final o en el mismo. No es apto para menores de edad, y tampoco es recomendable para aquellos lectores asiduos a leer este tipo de relatos dado que es la primera vez que esta autora escribe algo así y duda mucho de que le haya salido bien.

Estaban medio desnudos, o al menos Hermione lo vía así puesto que ella se encontraba tendida en la cama usando solo su ropa interior, mientras que Harry, hincado en la cama, aún conservaba su pantalón.

Estaba nerviosa, muy muy muy nerviosa, jamás se había sentido tan expuesta en toda su vida y aunque había leído cosas sobre el tema, esas ni siquiera se acercaban un poquito a las miles de sensaciones que recorrían su cuerpo.

Su respiración se había hecho irregular y un nudo se había instalado en su estómago tensándose más con cada segundo que pasaba. Sus manos cosquilleaban por tocar ¿si las estiraba en muda invitación, se le consideraría una desesperada o urgida?

El movimiento que hizo Harry, aunque fue mínimo, logro que el corazón le diera un vuelco y que se cuestionara el estado de salud de su cerebro puesto que al parecer la perspectiva del 'espacio' le estaba fallando: Harry estaba muuuy cerca.

La deseaba. La deseaba toda entera.

¡Merlín y toda su magia! La deseaba en ese mismo momento, ahí.

La contempló.

Era hermosa. Absoluta, total y conmovedoramente hermosa. No sabía cómo no se había fijado antes, todos esos años ¿Estaría el mundo poblado por hombres ciegos, o simplemente estúpidos? ¿O, él era el único hombre ciego y estúpido?

Su cara le era tan conocida, pensó Harry le verla tendida; la había visto miles de veces y sin embargo hasta esas últimas semanas no habría podido decir que la conocía. ¿Habría recordado esa pequeña peca que tenía cerca del lóbulo de la oreja derecha? ¿Había notado alguna vez el cálido color de su piel y su suavidad? ¿O que sus ojos castaños tenían pintas doradas justo cerca de la pupila y que estaban enmarcados por unas gloriosas pestañas rizadas?

¿Cómo había hablado con ella tantas veces sin fijarse nunca en que su boca era delicada, con el labio inferior ligeramente más lleno que el de arriba? ¿Cómo la había visto comer y hacer mohines y nuca pensar que su boca estaba hecha para besarla?

Sabía que se mordía el labio en la comisura izquierda cuando estaba nerviosa. La había visto hacerlo unos días atrás. Era cien por ciento seguro que lo habría hecho más de una vez en los tantos años que se conocían, y sin embargo era sólo ahora que el sólo verle la lengua le contraía de deseo el cuerpo.

No pudo evitarlo cuando ella hizo eso. La besó. Quizá porque por primera vez veía más allá, quizá porque así estaba escrito. Se separó luego de que el aire reclamara entrar en sus pulmones.

Le enmarco la cara con las manos que hasta entonces soportaban su peso a cada lado de la cabeza de Hermione quien lentamente abrió los ojos y Harry de nueva cuenta volvió a sentir que algo lo jalaba hasta hundirlo en las profundidades del mar castaño obligándolo de buena gana a dejarse llevar, porque él ya había descubierto tiempo atrás, que podía perderse en esos ojos sin importarle si volvería jamás.

La miró memorizando la forma en cómo se le arqueaban las cejas, en cómo sus pestañas formaban un arco. Memorizó la longitud de su nariz y la curva que formaba al terminar. Saboreó el calor de su aliento, se arrulló con el sonido de su respiración y, sin el afán de exagerar, Harry juraría veinte años después, que a partir de ese momento sus corazones latieron al mismo tiempo.

Y entonces no pudo evitarlo. Apretó sus mejillas con las manos y bajó la boca hacia la de ella con decisión: Ese sería el primer beso.

Y sería memorable, inolvidable. Y marcaría el inicio de una vida juntos.

Le rozó los labios con los suyos, suave, tiernamente. Esperó a que ella suspirara, que se le ablandara el cuerpo para así apretarlo al de él.

Espero a su respuesta. No haría más hasta que ella le dejara claro que estaba dispuesta a dar, hasta saber que ella quería lo mimos, hasta estar seguro de estaba lista. Deslizó la boca sobre la de ella, con una ligera fricción, para sentir la textura de sus labios, para sentir el calor de su cuerpo, para tentarla, para darle la oportunidad de parar y de alejarse.

Le rozó los labios con la lengua, tierno y dulce, una y otra vez. Siempre atento, siempre pendiente de su reacción; dispuesto a retroceder si ella así lo pedía. La besó hasta que ella entreabrió sus labios.

Entonces la saboreó. Era dulce, cálida, y le correspondía al beso con una endemoniada mezcla de inocencia y experiencia, que él no se habría imaginado jamás. Inocencia, porque estaba claro que ella no sabía lo que hacía; y experiencia porque, a pesar de eso, lo volvía loco. Sentía sus manos pequeñas y tiernas jugar con su cabello; sentía su pecho rozar el suyo en una exquisita fricción.

La besó más profundamente, deslizando las manos a lo largo de su espalda, hasta dejar una apoyada en su cintura y la otra en la elevación de sus nalgas. La estrechó fuertemente, apretándola a su cuerpo, haciéndola sentir la dura y evidente prueba de su deseo.

Se apartó y la miró otro momento, explorándole la cara, queriendo recordarla así: entregada a él, con su eterno enmarañado cabello formando un abanico en la almohada; con sus ojos brillantes de deseo por él; con los labios rojos e hinchados por sus besos.

-¿Qué pasa? -susurró ella cuando él paró.

-Eres hermosa –dijo Harry de nueva cuenta, y agitó la cabeza, confundido-. No sé por qué nadie más lo ve. Y no sé si estar agradecido por ser el único que lo nota.

Una sensación de calor y agrado comenzó a extenderse por el pecho de Hermione. No sabía explicarlo, era algo así como si alguien le hubiera calentado la sangre directamente en fuego. Le comenzó en el corazón y se le fue extendiendo por los brazos, por el abdomen, hasta los dedos de los pies. La sensación la hizo sentirse contenta. La hizo sentirse completa.

Hace años, una vez, Harry le dijo que no la encontraba fea y eso bastó para que su corazón bailara mambo. Y fue el único cumplido hacia su persona que le hizo… hasta ahora.

No era hermosa. Sabía que no era hermosa; sabía que nunca sería algo más que pasablemente atractiva, y eso sólo en sus días buenos, como en el baile de Navidad donde había puesto cierto esfuerzo por lucir moderadamente bien. Pero él, en ese momento, la encontraba hermosa ya no solamente " no fea", y cuando la miraba justo como lo estaba haciendo…

Se sentía hermosa. Y jamás antes se había sentido así.

-¿Te gusta esto?- murmuró Harry, deslizando sus labios en el hueco que se forma debajo de su oreja.

La sintió afirmar con la cabeza, oyó su suave gemido y eso lo envalentonó y lo encendió por igual.

-¿Y esto?-preguntó ahora besando su hombro y quitando el tirante del sostén con los dientes.-Dime, Hermione ¿te gusta?-deslizó una mano hasta rozarle un pecho.

Hermione suspiró, asintió y susurró un escueto "sí".

Harry no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro. Movió la cabeza un poco más hacia abajo dejando un rejero de besos y justo cuando iba a llevar la mano a la espalda de Hermione para deshacerse de esa estorbosa prenda, notó que el broche estaba enfrente. Le dio las gracias a Merlín por facilitarle la tarea y así evitar que quedara como idiota.

Se incorporó un poco y antes de que sus manos se hicieran cargo de la prenda, miró a Hermione en busca de su aprobación. Por toda respuesta, la chica retiró sus manos que hasta entonces habían pasado de su cabello a sus hombros, le enmarco la cara con las manos y le atrajo hacía sí.

-Hazlo-. La orden fue directa y clara y Harry la obedeció al pie de la letra.

Cuando los senos de Hermione quedaron a la vista Harry tragó.

-¿Qué?-preguntó Hermione al ver que Harry no se movía.

Él la miró a los ojos.

-Que eres más que hermosa. Más que perfecta.

Ella levantó la mano y le acarició la mejilla; luego le recorrió la cicatriz de la frente.

No sabía qué decir; no sabía qué hacer. Sólo sabía que amaba a ese hombre.

No sabía muy bien cuándo había ocurrido.. El amor, ese amor se le había ido insinuando, sigiloso, poco a poco, adquiriendo impulso, hasta que un día estaba ahí. Estaba ahí, y era verdadero, y sabía que siempre lo sería.

Y en ese momento, echada en la cama, en la secreta quietud de la noche, deseó entregarse a él. Deseó amarlo de todas las maneras como puede amar una mujer a un hombre; deseó que él cogiera todo lo que ella podía darle. Qué importaba que no estuvieran casados; lo estarían muy pronto.

Esa noche, no podía esperar.

-Bésame-le pidió y mientras los besos de Harry descendían de nuevo, ella besaba ahí donde sus labios chocaran: el hombro, el cuello, la barbilla

Harry movió su mano hasta colocarla sobre un seno, movió la palma hasta que sintió endurecerse el pezón. Ella soltó un gemido y él se permitió más libertades; cogió el pezón entre los dedos y jugó con él: girándolo y estirándolo un poco hasta que Hermione volvió a gemir y la clavó las uñas en los hombros.

-Bésame-repitió Hermione y Harry volvió a cumplir, solo que esta vez sus labios no se fusionaron con los de ella. En su lugar capturaron un seno mientras que su mano le brindaba los anteriores mimos al otro.

-¡Oooh! -gimió ella. La recorrió una oleada del placer más puro, haciéndole hormiguear todos los recovecos del cuerpo. Le cogió la cabeza, hundiendo los dedos en su abundante pelo liso, sin saber si se la acercaba más a ella o intentaba apartarla. No sabía si podría seguir soportándolo, aunque sí sabía que no deseaba que él parara.

-¡Harry!. Yo… tú…- No era capaz de hablar pues las manos de él parecían estar en todas partes, palpándola, acariciándola. De repente notó que él seguía estado aún con los pantalones, así que hizo que sus manos iniciaran con un recorrido de caricias.

Toco su espalda trazando líneas imaginarias. Levantó una mano, la apoyó en el pecho de él y comenzó a explorárselo, deslizándola por su piel, palpando los contornos de sus músculos. Jamás lo había tocado, comprendió. No así.

Bajó la mano por su costado hasta la cadera y siguió con las yemas de los dedos trazando una línea por el borde de sus pantalones.

Y sintió la reacción de él.

Le vibraban los músculos donde se los tocaba, y cuando continuó por su vientre, por esa parte que quedaba entre el ombligo y la cinturilla del pantalón, él retuvo el aliento.

-Hermione-gimió

Ella sonrió, sintiéndose poderosa e hinchada de poder femenino.

Flexionó los dedos para rascarle la piel con las uñas, con un roce suave, ligero, sólo para hacerle hormiguear la piel y torturarlo. Su vientre era plano, con una ligera capa de vello que formaba una línea y desaparecía bajo los pantalones.

-¿Te gusta esto? -susurró, haciéndole un círculo con el índice alrededor del ombligo y repitiendo sus misma pregunta

-Mmm -musitó él, con la voz tranquila, pero ella oía su respiración agitada y sentía como subía su boca otra vez hasta su cuello

Con el dedo siguió la línea de vello hacia abajo.

-¿Y esto?-preguntó de nuevo.

Él no dijo nada, pero sus ojos, cuando la miró, dijeron sí.

-¿Y…?-Con dedos temblorosos pero decididos Hermione desabrocho los pantalones y sonrió maravillada cuando Harry hecho la cabeza atrás en el instante en el que le bajaba la cremallera.

Una vez terminada la tortura Harry bajo de un salto de la cama y se deshizo de la ropa ante la atenta mirada de Hermione.

No hubo sustos ni reacciones de sorpresa ambos sabían lo hacían y sabían (o tenían una ligera idea) de lo que esperar, así que cuando Harry se subió a la cama otra vez, ella lo recibió con los brazos abiertos.

Un instante le estaba acariciando el interior de los muslos y al siguiente se los había separado, quitado las bragas y le estaba acariciando el lugar que ella jamás se había tocado.

-¡Ooh!, ¡Oooh!

Se le arquearon las caderas, y no supo qué hacer. No sabía qué decir.

-Eres perfecta -dijo él al oído, rozándole la oreja con los labios- Perfecta.

-¡Harry! ¿Qué… qué?

- Te voy a hacer el amor. Vamos a hacer el amor.

A ella le dio un vuelco el corazón.

Y en ese momento, el último en que le funcionó el cerebro, él le introdujo un dedo en la abertura.

Hermione no supo nunca cuando duro esa tortura, ni tampoco cuando fue que se intercambiaron los papeles y fue ella la que lo tocó a él.

No fue consciente de nada hasta que él acomodó los muslos entre los de ella, y entonces ella sintió su miembro tocándole la abertura, grande, vibrante, exigente. Él seguía con los dedos entre ellos, abriéndola, preparándola para su miembro.

- Por favor -gimió ella. Fue una súplica. Deseaba eso. Lo necesitaba a él.

Él comenzó a penetrarla, lentamente, y ella retuvo el aliento, pasmada por su tamaño y por la sensación.

Entonces él empujó, hasta que su miembro quedó totalmente envainado y se estremeció al sentir las vibraciones alrededor su miembro. Empezó a moverse y su cuerpo adoptó el ritmo del deseo y la necesidad. El deseo fue aumentando, hasta que estaba seguro de que no podría soportarlo ni un momento más, y entonces ella emitía un suave sonido, apenas un gemido, y él la deseaba más.

Todo era demasiado, verla, sentir su aroma, y de pronto sintió los estremecimientos que llevaban a la eyaculación.

No, todavía no.

Apretó los dientes. Él volvió a deslizar la mano por entre sus cuerpos. Le encontró el lugar, hinchado, mojado, y se lo presionó.

Y entonces todo pasó: ella se tensó, se estremeció y entonces él sintió las contracciones de su orgasmo alrededor del miembro. Ella le aferró los hombros, el cuello, enterrándole las uñas.

Pero a él no le importó. Ni lo sintió. Sólo existía la exquisita presión de las contracciones de ella, apretándole el miembro, succionándoselo, hasta que Hermione emitió el sonido más maravilloso que había escuchado en su vida: su nombre. El nombre de él que le salió en forma de gemido entrecortado a la vez que se tesaba y se le estremecía todo el cuerpo de placer.

Y Harry pensó que daría cualquier cosa, cualquier cosa con tal de poder estar así con ella para siempre. Supo que algún día la miraría y memorizaría su cara y todos los gestos que hacía cuando llegaba a la cima del placer.

Pero no en ese instante, no cuando él también estaba a punto de llegar al orgasmo y tenía los ojos fuertemente cerrados. También dijo el nombre de ella entrecortadamente mientras daba una última envestida y se derrama en ella, para luego dejarse caer totalmente relajado entre sus brazos que, nuevamente, lo recibían gustosos.

Durante lo que pareció un minuto entero pero que bien podría haber sido una hora, solo hubo silencio y los movimientos de sus pechos al tratar de regular la respiración. Ninguno de los dos dijo nada, no hacían falta las palabras (nunca habían hecho falta entre ellos), solo se miraron.

Y con ese simple gesto se digiero todo.

Los dos sabían que eso que habían compartido era diferente a todo lo que había sentido y creído antes.

Eso era amor.

Y se iban a agarrar a él con las dos manos.


Esta autora les suplica a ustedes, queridos lectores, no sepultarla entre tomates por el timepo tardado en actualizar. Espera, también, que lo poco que ha escrito sea de su agrado y le dejem un comentario para saber qué tal lo hizo.

La autora sabe también, qúe aún faltan algunas cosillaspor alcarar y esperapoder escribir y complacerlos después con otro cápítulo para lo cual les pide un poco de pasiencia.

Sin más por el momento y pidiéndoles que se den una vueltecita por su nueva histori "Secuelas" (que esta por ser actualizada), Kry se despide.

Besos.

Mexico, Cuernavaca, Morelos a 18 de agosto del 2009 12:00 pm