Nota de la Autora: Bueno, hey! Primero que todo. He hecho un edit, he corregido y arreglado el formato de esta historia, para que sea mucho más placentera para leer. Espero que la disfruten tanto como yo lo hice escribiéndola, y que por lo menos les guste un poquito. Espero también recibir críticas constuctivas y reviews, que siempre serán bien recibidos. Muchas gracias por los favoritos, por los reviews, por los comentarios y por el apoyo en general. Espero que les guste. Y me gustaría dejarles una última cosa... el soundtrack para este fanfic fue el disco Ocean Shores de la cantante Enya... aunque creo que éso ya se darán cuenta por el texto. Espero que le echen una ojeada, a esta tipa/mujer/musa genial que les hará volar de inspiración. En serio. Sobretodo. Para éste fic, la canción: Only Time... no les decepcinará. Besos y muchas gracias. Que la disfruten! :)

Capítulo 1

Tarde

" Recordaba aquellos tristes recuerdos, catapultados a través de su mente, perdidos a través de la memoria, e invocados todas las noches. Y no podía menos que dejar escapar un par de lágrimas, una por cómo había resultado todo y otra por cómo había sido en algún pasado no muy distante.

No podía evitar, por mucho que lo intentase, revivir aunque fuese un poco cada vez los momentos felices y sobretodo, los momentos tristes, todas las noches, cuando se daba cuenta de la existencia de las penas más profundas en su alma.

Lo recordaba a él, y sorprendida se encontraba a sí misma preguntándose si él estaría pensando en ella en aquél mismo instante. Recordaba promesas sin cumplir, obligaciones estúpidas que ya no tenían sentido para ella, y que cada vez le hacían sentirse más culpable. Pero qué podía hacer ella?

Rememoraba sobretodo, pequeños gestos, pequeños recuerdos y detalles que su mente infantil había pasado por alto y que ahora veía con una claridad inconfundible. Recordaba lo que era sentirse inútil, sentirse vacía, pero a la vez, sentirse feliz, feliz de ser quien era, bajo aquél montón de inseguridades preadolescentes.

Por las noches, cuando miraba a través de la ventana de su habitación, el oscuro cielo nublado, y ocasionalmente alguna pequeña y lejana estrella, y deseaba, en sus depresiones pre-menstruales, que todo hubiese sido distinto, ella se sentía morir.
A la mañana despertaba, sin recordar mucho de lo acontecido la noche anterior, con unas ganas nuevas de vivir en el corazón, reconfortada por los pequeños gestos y las pequeñas alegrías que cada día su vida le podía traer.

De día era feliz."

Miré lo que acababa de escribir frunciendo el ceño, y haciendo una mueca de disgusto, arrugué la hoja de papel rayado, lleno de tachones y borrrones de tinta, y la tiré a una esquina de la habitación, donde sin duda, estaría mañana y pasado, como si así pudiese botar todos los pensamientos oscuros que corrían por mi mente.

"Ay no, Sakura" Me dije a mí misma, "No te me pongas así, sabes que de esto nunca sacas nada productivo".

Nunca había sido muy buena escribiendo, sin embargo, aquella tarde de marzo mientras el sol brillaba afuera y las parejas compartían helados tomados de la mano, y yo me sentía más miserable que nunca, probablemente por la inminente señorita roja, me había encerrado en mi cuarto, a intentar hacer algo que valiese la pena. No me sentía con ganas de curar enfermos, ni de lidiar con mejores amigas/enemigas con características porcinas siempre interesadas en mi nula vida amorosa. Incluso las únicas personas con las que tal vez hubiese podido desahogarme un poco (Léase: Naruto) habían desparecido completamente de la faz de la tierra.

"Dónde demonios se meterá?" Me pregunté, sospechando levemente que mi rubio amigo probablemente llevaba la cuenta de los días en los que me encontraba más ehmmm, vamos a llamarlo, sangrienta. (Ambos sentidos, baby).

Desgraciadamente, éstos eran los momentos en los cuales cualquier tipo de inspiración o pensamiento feliz, era rápidamente opacado por aquél sentimiento de "Lo que fué y lo que no fué". Y eran los momentos en los que cualquier arrebato de inusitada creatividad, como lo era escribir, terminaba volviéndose una especie de autobiografía, frustrantemente parecida a lo que sentía en ése momento.

Me dí por vencido, tal vez era hora de volver al mundo real, aunque fuese por unos pocos segundos, y salir a dar una vuelta, probablemente casi nadie se me acercaría al ver el nubarrón sobre mi cabeza y la cara de cañón en mi faz, pero valdría la pena intentarlo después de todo.

Observé mi habitación, que hasta hacía pocos meses había sido limpia y pulcra, con todo ordenado en orden de tamaño, o en su defecto, por color. La cama estaba deshecha, y las arrugadas y purpúreas sábanas se encontraban formando torbellinos de tela a los pies de la cama, llena hasta el tope de las cosas más variadas, desde kunais y shurikens hasta flores que había recogido la tarde anterior en mitad de un entrenamiento, pasando por hojas de papel arrugadas, los contenidos de mi bolso, millones de lápices y colores y bolígrafos inservibles con tinta seca, una caja de fósforos, uno que otro libro, una barrita de desodorante que no sabía qué hacía allí, muñecos de peluche y alguna que otra chuchería y decenas de envoltorios de chocolates.

Y éso era sólo la cama. Suspiré, al ver la porquería y las cosas inservibles acumuladas debajo de ésta, las facturas y papeles en los rincones, la ropa sucia mezclada con la limpia en cúmulos de colores sobre el piso de madera. Las puertas del armario abiertas de par en par dando al paso al caos diecisiete-añero de un armario adolescente. Parecía que había pasado un vendaval.

Limpiarlo y ordenarlo requeriría al menos de un par de días… pero después de todo, no importaba, podría arreglarmelas un tiempo más, dormir entre envolturas de caramelos no era tan malo. Bueno. En verdad sí. Mi habitación era un caos, pero MI caos al fin de cuentas.

Me resigné, finalmente luego de una extensa batalla con mi perezosa interior, a tener que limpiarla en uno de los siguientes días si no quería volverme loca.

"Bueno, no importa" suspiré "Le pediré ayuda a Naruto, después de todo, a él le gusta ayudar". Luego de esta afirmación silenciosa, descubrí por qué probablemente Naruto estaba tan desaparecido últimamente.

"Iré a buscarlo. No creo que se atreva a negarme un favor" Me dije sonriente.

Me levanté del piso de mi cuarto que últimamente se había convertido en mi más íntimo compañero, pues ya ni en la silla de mi tocador, de tan llena que estaba de ropa sucia y cajas y cajas de libros sin leer y películas sin ver, podía sentarme. Observé mi imagen en el sucio espejo del tocador, abarrotado de notitas viejas pegadas con cinta adhesiva, facturas, calcomanías, flores secas y alguna que otra porqueriuca más, y a duras penas divisé mis ojos verdes, adormilados por el calor y el olor a incienso que llegaba desde el cuarto de mi madre, mis labios carnosos medio secos por falta de cuidados, mi piel pálida y mi llamativo cabello rosado que lucía un tanto desordenado, que me traía tantos placeres como disgustos, pero, qué demonios… A la gente le gustaba, por lo menos sabía que a Naruto sí. Y no sabía que relevancia tenía eso…, creo.

Recordando de nuevo mi objetivo inicial, me arreglé con los dedos el cabello, y me alisé la arrugada falta negra que me llegaba a un poco más abajo que las rodillas que usaba cuando no me encontraba "trabajando", y revisando si no tenía ninguna mancha en mi camisa granate, me abrí camino entre los océanos de objetos inútiles de mi pequeño cuarto y abrí con dificultad la puerta, intentando que una gran pila de libros viejos de la academia no me cayesen encima, mientras evitaba que cualquiera que pasase por el pasillo no viese la selva… es decir, el desorden de mi habitación.

-Sakura! – Escuché detrás de mí en el justo momento en el que cerraba la chirriante puerta, me preparé para recibir tal vez, uno de los peores regaños de mi vida, y eso es decir, conociendo a la señora de Haruno.- Por fin sales! No sabes cuánto tiempo he esperado que alguien se ofreciese a traerme unas compras del mercado.

Abrí un poco los ojos unos segundos, antes de darme cuenta de que no me estaban hablando del estado crítico de mi "cueva".

-Ahh. – Murmuré en un quejido gutural. No tenía muchas ganas de ir al mercado, no sabía qué le indicaba a mi madre, que yo, una pobre víctima de sus continuos regaños y favores, tendría ganas de ofrecerme a ser la superheroína una vez más.

-Toma.- Dijo mi madre, depositándome de alguna extraña manera un papeluco con unos ingredientes escritos en la palma de mi mano, que microsegundos antes había estado cerrada.- Has visto mi shampoo Herbal Essences? Me voy a bañar y encuentro difícil relajarme sin él.

Abrí los ojos incrédula. A quién no podría relajarle lo suficiente un baño caliente, incienso y el repetido CD de Enya a todo volúmen?

-No.-Murmuré, sin ningún tipo de protesta por el nuevo encargo que me había encargado de pronto mi madre, después de todo, estaba acostumbrada a su dictatorial monólogo, que difícilmente daba diálogo a otro personaje que no fuese ella.

Marché a través del pulcro parqué del pasillo, antes de que a Herbal Enya se le ocurriese otro favorcito que "alguien" pudiese hacerle.

Me hallé pronto en la puerta de la casa, antes de salir me calcé con unas sandalias que no eran completamente mías, pues mi madre solía robármelas de vez en cuando para sentirse "chic".

El sol de las cuatro y treintayocho minutos de la tarde brillaba entre las nubes de algodón de Konoha mientras me trasladaba un tanto ausente a realizar las compras de mi señora con MI dinero, pues a la shica (sic.), no se le había ocurrido darme ni un sólo centavo.

Veía pasar a parejas agarradas de las manos, padres con sus hijos, y ocasionalmente amigas de mi madre, que me detenían para que les mandase saludos. Konoha era una sociedad un tanto cerrada, tal vez no conocía a todas las personas que residían en ella, sin embargo, podría recitar de memoria los últimos chismes y sobretodo, los nuevos forasteros de otras aldeas que se iban uniendo a las entretejidas lineas familiares centenarias del país del fuego.

Por lo tanto, mientras paseaba repasaba en mi mente nombres y apellidos, en vez de recuerdos y memorias, no me encontré con personas íntimas.

"Probablemente se estén escondiendo de mí en este mismo momento" Pensé con un poco de amargura.

Por éso odiaba ésta clase de días, en los cuales por la mañana me sentía rabiosa, en la tarde, amargada y en la noche, miserable. Justo ahora necesitaba a alguien que me hiciese reir, o que por lo menos me ayudase a salir del pozo amargo-depresivo en el que me estaba hundiendo. Busqué con ahínco los reflejos dorados del cabello de Naruto sin poderlos encontrar por ningún lado.

"Es increíble cómo ése baka nunca está cuando necesito verlo" Me dije, admitiendo tal vez, que estaba comenzando a extrañar su sonrisa despreocupada y su simpática ignorancia.

Casi sin darme cuenta me encontré a mí misma entrando en la puerta del mercado. Vaya, mercado era un nombre bastante grande para aquel pequeño abasto que funcionaba cerca de mi casa, a pesar de ésto siempre se encontraba completamente abarrotado y las colas en las cajas registradoras podían amargar a cualquiera.

Observé la lista que me había entregado mi madre.

"Once objetos!" Murmuré con frustración. "Once objetos! Esto va a ser largo".

Odiaba cuando la lista pasaba de los diez objetos necesarios para pasar por la caja rápida, sobretodo cuando eran más de diez objetos completamente inútiles.

"Crema de chocolate Betty Crocker" Leí. "Para qué demonios necesitará una crema de chocolate?"."Gatorade de frutas tropicales! Qué imbecilidad, ni que ella fuese muy deportista!""Papel de baño Scott El Cachorrito, qué estupi…bueno, no, éste sí hace falta"…

Me dediqué a encontrar las cosas listadas, que no podrían ser más específicas. Y al final, luego de una gran batalla contra un empleado que negaba que la marca Betty Crocker existía, una odisea para buscar un Gatorade de frutas tropicales al fondo de la nevera, y buscar el papel de baño indicado con un Golden Retriever, el único digno de mi madre, me dispuse a hacer la temible y larga fila de la caja registradora, con el ceño fruncido y dispuesta a no dejar que nada me alegrase nunca, nunca más. Por desgracia, no contaba con la aparición de cierta persona.