Capítulo 1

-Si bebes, no seduzcas-

-¡Por favor, señor Potter, mire aquí!

-¡Aquí, señor Potter!

Cinco años. Habían pasado ya cinco años desde la muerte de Voldemort. El mundo mágico estaba empezando a recuperar su clásico colorido. Las varitas volvían a usarse para hacer el bien, ya no el mal. Y, como cada año, se celebraba la fiesta nacional en conmemoración por la muerte del Señor Tenebroso.

Esta vez tampoco tenía nada diferente. Si acaso, que era el quinto aniversario de su muerte, y eso lo hacía una fecha más destacada. Pero los magos lo celebraban todos los años, por lo que para Harry y sus amigos se trataba de una cita rutinaria.

Por lo menos sólo habían marcado esa fecha en el calendario. A punto estuvieron de hacer lo mismo con el cumpleaños de Harry. Hasta hubo ruegos al ministerio, recogida de firmas, debates y tertulias de los grandes magos encargados de fijar las fiestas nacionales, pero, al parecer, algo frenó el proceso. Se dice que el niño que sobrevivió no tuvo interés, que mandó una carta al nuevo Ministro para rogarle que no lo hicieran. Y es que ya tenía suficiente con soportar el correo diario: su casa estaba repleta de defecaciones de lechuza debido al aluvión de cartas de fans que recibía todos los días; una fiesta en su honor habría sido demasiado.

Los invitados ya estaban llegando al recinto acondicionado para la ocasión y ellos fueron unos de los primeros. Vestidos con sus mejores galas, veían llegar carrozas, coches encantados, escobas, hipogrifos y dragones que los aparcacoches se ocupaban de retirar tan pronto sus ocupantes descendían de ellos.

-Tranquilo, lo harás bien y estás muy guapo.

Ésa era Hermione Granger, la misma que estaba cogida del brazo de su novio mientras intentaba animar a su mejor amigo. Sabía que Harry odiaba con toda su alma hablar en público y esa noche todos esperaban que diera un discurso.

-Y aunque no lo estuvieras, nadie lo iba a notar. Te quieren tanto que podrías venir en calzoncillos y pensarían que está de moda.

Y Ron Weasley, exultante por ser el protagonista por un día. A diferencia de Harry, a Ron no le importaba ser el centro de atención, ya que el resto del año tenía que conformarse con quedar eclipsado por la fama de Harry. Pero hoy era la fiesta del Aniversario y Harry no daba abasto para atenderlos a todos, por lo que compartía los halagos con sus otros dos amigos: "la segunda pareja más chic del mundo mágico", según la revista Corazón de Bruja. Los primeros, por descontado, eran Ginny Weasley y Harry, aunque siempre aparecían los cuatro en el ranking de los más deseados.

Mientras los periodistas trataban de captar su atención para tomarles una foto, los tres sonrieron, cada uno a su manera. Hermione con desidia, Harry con cansancio y Ron completamente encantado.

-¡Aquí! ¡Señor Potter mire aquí!

-¡Una sonrisa para el Daily News!

El Profeta! ¡Otra más, por favor, no se muevan!

-¿Dónde demonios se ha metido Ginny? –preguntó Harry-. Llega tarde.

-Habrán cogido atasco –le susurró Ron entre dientes, sin dejar de sonreír un solo segundo.

El pelirrojo se ajustó la corbata y se plisó su flamante túnica de gala. Hacía años que Ronald Weasley no iba a una fiesta con una túnica de segunda mano y esto le reportaba un placer inusitado. Al percibir su cara de satisfacción, Hermione sonrió y le dio un apretón cariñoso en el brazo.

Las cosas iban relativamente bien entre ellos, aunque no tan bien como les hubiera gustado. Tenían personalidades muy diferentes y con los años la llama del amor que sintieron al principio se había ido consumiendo, dejando paso a un cariño casi fraternal, como el que tienen dos personas que se han acostumbrado a convivir durante mucho tiempo. El sexo, en cambio, brillaba por su ausencia, y lo cierto es que ambos lo echaban de menos, aunque casi nunca hablaran de ello.

Un Rolls Roice aterrizó cerca de los tres amigos, y un aparcacoches corrió a abrir la puerta. Los periodistas quedaron satisfechos cuando vieron que Ginny Weasley descendía de su habitáculo y Harry sonrió con alivio al verla. Al bajar, la pelirroja saludó con encanto con la mano antes de entrelazar la de su novio.

-Llegas tarde –le dijo.

-Culpa a mi padre. Hoy le ha dado por experimentar con ese cacharro –contestó ella, señalando el coche que el coche hechizado del señor Weasley.

-No importa –Harry se acercó para susurrarle algo al oído-, te lo perdono porque hoy estás preciosa.

-¡Bésela, señor Potter!

Ginny quedó tan complacida con el piropo que estuvo a punto de ceder a las súplicas de los periodistas.

Los cuatro amigos caminaron entonces por la alfombra roja desplegada en la entrada de la mágica carpa instalada para la ocasión. No hizo falta que enseñaran ningún tipo de documento en la puerta porque el semigigante que la vigilaba los reconoció tan pronto se acercaron.

Ya en el interior, se encontraron con el mismo despliegue de todos los años. Había mesas redondas vestidas con manteles blancos, sillas tapizadas con la tela a juego, camareros que iban y venían con pesadas bandejas atiborradas de canapés y bebidas, y un escenario que flotaba en el centro de la sala.

Harry observó a los invitados y comprobó, complacido, que los había de todo tipo: gente guapa, gente fea, grandes magos y magos corrientes, además de una nutrida representación de criaturas mágicas. En esa fiesta no había clases: todos estaban allí para celebrar que Voldemort había sido derrotado.

Entre todas las cabezas, consiguió distinguir una que destacaba por encima de las demás. Era la del nuevo ministro de magia, un mago un tanto extravagante, pero amable sin embargo. El pueblo lo había elegido por su mensaje de renovación, porque su perorata política suponía un soplo de aire fresco para los duros tiempos de la postguerra, empeñado como estaba en llevar esperanza a los magos que el conflicto había destrozado. El enérgico Ministro también notó la llegada de Harry y de sus amigos. Apartó con rudeza a la anciana con la que estaba charlando y caminó con paso firme hacia ellos.

-¡Harry, muchacho!

-Buenas noches, señor Ministro –le saludó, estrechando su mano, que agitó con entusiasmo, y se fijó en el sombrero tan rocambolesco que llevaba, el cual estaba trufado de objetos extraños. –Bonito sombrero, señor.

-¿Le gusta? Fue idea de mi mujer. Ha estado recogiendo objetos curiosos durante meses.

Ginny y Hermione reprimieron una sonrisa al fijarse en el abultado sombrero. De él pendían conchas, chapas de colores, un chupa- chups semi mordido y hasta lo que parecía un bolígrafo bic gastado.

-Es… realmente interesante –afirmó Harry.

-Un diseño muy distinguido, señor –se burló Ron al estrecharle la mano.

El Ministro se mesó su tupido mostacho blanco, complacido.

-¿Cómo se encuentran hoy, muchachos? ¿Nerviosos por la fiesta que hemos montado? Es todo un despliegue, ¿no creen?, los empleados del Ministerio han hecho un buen trabajo.

Harry sintió tentaciones de decirle que era lo mismo que todos los años, pero se mantuvo firme y no perdió sus modales.

-Es todo estupendo, señor Ministro.

-Potter, vamos, ya le he dicho que me llame Martin –le sugirió antes de darle una fuerte palmada en la espalda que a punto estuvo de cortarle el aire. -¡Hay confianza, muchacho!

Harry asintió, pero como no podía tolerar el entusiasmo del Ministro durante demasiado tiempo, se sintió muy aliviado cuando otros invitados reclamaron la atención del político y le obligaron a despedirse. Martin Law, un personaje curioso. Mano blanda para tiempos de fiesta, pensó Harry.

Los cuatro amigos saludaron a otras personas. Comieron los canapés y bebieron el champán que se servía en elegantes copas. Sus antiguos compañeros de colegio y otros de cursos pasados y anteriores también estaban presentes. Se trataba de una celebración en la que estaban representadas las cuatro casas de Hogwarts, aunque el número de Slytherins era mucho más limitado en comparación con el resto. Cierto es que su presencia aumentaba a medida que pasaba el tiempo, pero ningún Malfoy o hijos de conocidos Mortífagos habían demostrado suficiente interés por sumarse a esos festejos en particular. Y todo a pesar de que el nuevo Ministro y su equipo se desvivían por integrarlos. Su política consistía en enseñar al mundo mágico que era posible que regresaran al "bando de los buenos" y que el pueblo olvidara viejas rencillas. Pero la estrategia no parecía haber dado buenos resultados.

En ese preciso momento, Harry y sus amigos escucharon el tintineo de una copa. Era la de Martin Law, quien la estaba golpeando con su tenedor.

-Por favor, vayan tomando asiento –pidió a los asistentes-, la cena va a ser servida.

Harry, Ginny, Ron y Hermione buscaron la mesa que les había sido asignada en el centro de la sala. Cuando se sentaron, el Ministro habló de nuevo.

-Me veo en la obligación de pedirles que den un caluroso aplauso a nuestro trío dorado.

Y la gente aplaudió.

-No soporto que hagan eso –rumió Hermione.

-Yo tampoco –dijo Harry, saludando con desidia a los presentes.

-¿Por qué? A mí me encanta –Ron se unió a los aplausos y Harry miró a Hermione para dejarle claro que la apoyaba.

El Ministro dijo unas cuantas palabras antes de tomar asiento en la misma mesa en la que estaban los cuatro amigos, y se detuvo a saludar cariñosamente a Luna Lovegood y Neville Longbottom, que también estaban sentados con ellos.

El primer plato no tardó en llegar. Hermione se colocó la servilleta en el regazo e intercambió unas palabras con Ron, que tenía al lado. Cuando estaba a punto de pinchar su comida con el tenedor, se quedó embobada mirando en dirección a la puerta de entrada. Al ver la sorpresa que se había dibujado en su cara, Ron y Harry también miraron.

Draco Malfoy estaba en la puerta, acompañado de Astoria Greengrass y su hermana Daphne.

Al verlos, los ojos del Ministro se abrieron con emoción y sorpresa. Se levantó y amplificó su voz para dirigirse de nuevo a los presentes.

-Señoras y señores, por favor, den una calurosa bienvenida al señor Draco Malfoy –dijo, despertando los murmullos de toda la sala.

Martin Law quería que aplaudieran, pero lo único que consiguió fue que los invitados enmudecieran. Se apresuró entonces hasta la puerta y estrechó con efusividad la mano del ex mortífago, quien no parecía en lo más mínimo afectado por el frío recibimiento que le habían dedicado los invitados.

Hermione no pudo evitar mirarle intrigada. Entre todas las personas del mundo mágico, Draco Malfoy era a quien menos esperaba encontrar en un festejo que conmemoraba la celebración de la caída de Voldemort, más aún cuando en ella Harry era el protagonista absoluto. Pero no era sólo esto lo que despertaba su curiosidad, sino que también estaba intrigada por su aspecto. Tras cinco años sin verse las caras, Draco estaba cambiado. Ya no era el chico rubio, pálido, enclenque y espigado, sino que ahora era ligeramente más corpulento, sus espaldas habían ancheado y llevaba una barbita de dos días que le favorecía. El pelo tampoco lo tenía ya engominado, peinado hacia atrás, sino un poco más largo y caracoleaba levemente en las puntas. Definitivamente, se había convertido en un hombre durante aquellos últimos años.

-¿Qué está haciendo ése aquí? –su presencia parecía haber aguado el humor de Ron.

-Seguro que lo ha invitado el Ministro –dedujo Neville mientras le daba un sorbo a su copa de vino.

-Siempre están invitando a todos los mortífagos –aclaró Luna, sin molestarse siquiera en levantar la mirada de su plato. Parecía más interesada en el puré de patatas que en la aparición de Malfoy.

-Pero eso no le da ningún derecho a venir aquí.

-Ron, tranquilo. ¡Han pasado cinco años!

El pelirrojo estuvo a punto de fulminar a su hermana con la mirada, pero Ginny no le dio importancia. Pensaba realmente que el tiempo podía curarlo todo y que su hermano debía madurar en este aspecto. Si a Draco Malfoy no le habían enviado a Azkaban, tenía que ser porque estaba limpio o porque había cambiado.

El Ministro chasqueó los dedos y dio instrucciones a los camareros. Luego condujo a Malfoy hasta la mesa donde el resto estaba sentado.

-Muchachos, esta noche tenemos a un invitado muy especial –les comunicó. –Espero que no les importe que él y sus encantadoras acompañantes se sumen a nosotros durante la cena.

Toda la cara de Ron se encendió como una bombilla. Si de él dependía, Malfoy no iba a ser quien les amargara la fiesta del Aniversario, pero no tuvo más remedio que contener su rabia.

-Buenas noches –saludó Draco con serenidad mientras les hacía un caballeroso gesto a sus acompañantes para que ellas tomaran asiento primero.

-Buenas noches, Malfoy –la voz de Harry era seca pero amable.

Hermione optó por el mismo saludo con la mano que habían hecho Astoria Greengrass y su hermana. El pelirrojo fijó sus ojos en el plato hasta que Ginny le pegó un codazo.

-Auch –se quejó, mirándola con odio. –Hola, Malfoy –dijo entonces con malas pulgas.

Siguieron comiendo una vez que los tres tomaron asiento. Resultaba un poco molesto estar con ellos en la misma mesa, pero el Ministro se ocupaba de entretenerlos con su charlatanería política, y se acostumbraron rápidamente a ignorarles por completo.

Harry dio su discurso, en el que recordó a los desaparecidos mientras se proyectaban imágenes de Dumbledore, Tonks, Lupin, Snape, Fred y otro en una gran pantalla. McGongall se sonó con fuerza en su mesa y Pomona Sprout no pudo contener las lágrimas. Fue un discurso cálido en el que Harry mencionó no sólo a los caídos, sino también a los Mortífagos y al gran trabajo que estaba haciendo el Ministerio para reinsertarlos en la sociedad. Cuando finalizó, el público rompió en aplausos y Harry por fin respiró con alivio al poder bajar del escenario.

Entonces comenzaron los verdaderos festejos. Desapareció el redondo escenario para dejar espacio a una pista de baile improvisada. Todos bebieron, menearon el esqueleto y los hombres acabaron despojándose de sus pesadas túnicas de gala.

Al avanzar la noche, algunos magos se iban retirando, aunque Harry y sus amigos siguieron con las celebraciones.

-Portaos bien. Y por Merlín santo, no bebáis demasiado –les pidió la señora Weasley antes de regresar a casa con su marido. Los chicos se despidieron y juraron portarse bien.

-Vamos, Molly, ya son mayorcitos –le dijo el señor Weasley mientras le ayudaba a ponerse el abrigo.

-Por eso lo digo, Arthur. Ahora que ya no viven en casa no tengo tan claro que sepan cuidar de sí mismos.

Las sospechas de Molly Weasley se confirmaron. Dos horas después de aquella advertencia, el alcohol empezaba a dejarse notar en los cuatro amigos.

-Ja… Jaddy es un encandto –le dijo Hermione a Ginny, rodeándola con un brazo mientras las palabras se le enredaban en la lengua.

-Ed… edtad borraxa, Edmione.

-Nop, lo edtoy celebrando ¡Hip!

Draco Malfoy las observaba acodado en la barra. Hermione se tropezó y estuvo a punto de caerse llevándose a Luna Lovegood por delante, pero ésta la sujetó. En los labios de Malfoy apareció una sonrisa socarrona. Se llevó un nuevo trago de whisky a los labios y al bajar el vaso se dio cuenta de que alguien se le había acercado.

-Malfoy… Esto sí que no me lo esperaba.

-Davies -el Slytherin estrechó la mano del Ravenclaw-, el sentimiento es mutuo.

Probablemente, él era la única persona allí presente que no le caía excesivamente mal y al que guardaba cierto respeto por su militancia en su equipo de quidditch favorito.

-¿Qué tal va la temporada? –le preguntó el rubio.

-Bien, ¿has estado viendo los partidos?

-Sólo de vez en cuando. Cuando Astoria se va con sus padres al campo y me da un respiro. Ya sabes cómo son las mujeres con esto del Quidditch –bromeó, sonsacándole una sonrisa a Roger Davies.

-¿Se ha ido ya? –preguntó el Ravenclaw.

-Sí, se encontraba indispuesta.

-Supongo que sólo quedamos nosotros, entonces. Brindo por ello –Roger alzó la copa y tras beberla de golpe pidió un nuevo trago al camarero.

Draco se fijó en la comadreja, que ahora estaba abrazado a la sangre sucia en medio de la pista. Los dos bailaban una lenta canción que estaban pinchando.


La intensa luz de la mañana despertó a Hermione Granger, que sintió un intenso dolor de cabeza tan pronto abrió los ojos. La resaca le estaba martilleando la sien. Dio un profundo suspiro y se giró hacia el otro lado de la cama, en busca del caliente cuerpo que estaba descansando junto a ella. Rodeó con un brazo aquel cuello masculino y puso la cabeza en su hombro.

-Buenos días, cariño –le susurró al oído, cerrando de nuevo los ojos.

-Buenos días –oyó que le decía la persona que tenía al lado.

Hermione sonrió complacida, pero la sonrisa le duró sólo unos segundos. Luego abrió rápidamente los ojos, asustada por lo que había oído. Se incorporó de la cama como si tuviera un resorte y al comprobar quien estaba al lado el corazón empezó a bombear contra su pecho.

-¡AAAAAAAH! –gritó.

-¡AAAAHHH!

Los ojos de Draco se abrieron de golpe al escuchar su grito. Tumbado en la cama vio a Hermione Granger, que le miraba tapada con las sábanas.

-¿Qué haces aquí?

-¿Qué haces aquí?

Hermione trató de bajar de la cama, pero cuando puso un pie en el suelo se dio cuenta de que estaba desnuda. Draco se había incorporado y la observaba muy aturdido. La Gryffindor tiró de las sábanas para envolverse en ellas y tapar su cuerpo desnudo, pero al comprobar que él tampoco llevaba puesto nada, Draco las apresó con fuerza.

-¡Suéltalas! -chilló ella.

-¡Suéltalas tú!

-¡Estoy desnuda, imbécil!

-¡Yo también! -Malfoy tiró con tanta fuerza de las sábanas que Hermione cayó de espaldas y quedó tumbada en la cama.

-¿Qué se supone que estás haciendo? –le gritó ella. –Oh, dios santo, esto es una pesadilla. Eso es. Estoy soñando. Es sólo una pesadilla. He muerto y he ido al infierno.

-Yo tampoco estoy en el paraíso, Granger –dijo Draco, mirándola con los ojos lleno de furia y masajeándose la sien con una mano. Él también tenía resaca.

-¡NO! No, no, no, no hables –Hermione se escondió debajo de las sábanas. –Eres un producto de mi imaginación. Cállate y todo habrá acabado. Eso es: es una pesadilla, sólo una pesadilla.

Por unos segundos no escuchó nada. Sólo entonces sacó con despreocupación la cabeza de las sábanas, convencida de que lo había soñando, pero lo que vio no le gustó demasiado.

-Sigo aquí, por si te lo estabas preguntando –dijo Draco, que la miraba con los brazos cruzados sobre el pecho.

Hermione volvió a pegar otro grito. Miró hacia todos lados y vio su ropa tirada en el suelo.

Accio vestido! –gritó, convocando el vestido que llevaba puesto la noche anterior. Comenzó a vestirse, cuidándose mucho de taparse con las sábanas para que Malfoy no viera nada.

El rubio, en cambio, salió de la cama desnudo, dándole la espalda sin ningún tipo de pudor.

-¿Quieres hacer el favor de vestirte? –le gritó Hermione al posar sus ojos en sus blancas y desnudas nalgas. –No es agradable verte el culo recién levantada.

-Pues debes de ser la única que lo piensa, Granger. Si me dices dónde demonios has escondido mis calzoncillos cuando me secuestraste a lo mejor será todo más fácil.

-¿Secuestrarte? ¿Te has vuelto loco? ¡Tú me has secuestrado a mí! –contestó, poniéndose el sujetador del revés.

-Oh, claro, Granger. Porque no tengo nada mejor que hacer que secuestrar a una maldita Sangre Sucia para despertarme con ella en la cama –Draco había localizado sus calzoncillos y la estaba encarando mientras se tapaba las partes púdicas con ellos. –Tú y tus amiguitos lo teníais todo planeado –le dijo, señalándola con el dedo.

-¡Deja de mirarme!

-Oh, perdona, no he podido evitar admirar ese cuerpo deforme que tienes –bufó Draco.

-¿Cómo lo has hecho, Draco? ¿Me has envenenado? ¿Pusiste algo en mi bebida?

-Lo único que pondría en tu bebida sería arsénico y, por desgracia, en mi casa lo hemos agotado hace tiempo. Deja de disimular y confiesa que todo esto ha sido un montaje para llevarme a la cama.

-¿Para llevarte a la cama? ¡Antes preferiría acostarme con un hipogrifo que irme a la cama contigo!

-¿Es eso lo que hiciste con aquel hipogrifo? ¿Te lo tiraste, Granger?

-Vete a la mierda, Malfoy.

-Ya estoy en ella, Granger, te tengo delante –dijo él, prácticamente vestido. –¿Tanto me deseabas que has tenido que montar toda esta farsa? ¿Qué diría tu amada comadreja?

-Claro. Me has descubierto. He soñado con esto durante todos estos años. Dormir desnuda contigo es lo mejor que me ha pasado en la vida.

-¿Y quién ha dicho que hayamos dormido? –preguntó él, con una sonrisa de medio lado.

La duda cruzó la cara de Hermione. En realidad no recordaba nada de lo que había pasado. Era incapaz de asegurar con rotundidad que sólo hubiera dormido con Draco Malfoy. Al pensarlo, Hermione enmudeció y un gesto de terror se apoderó de sus facciones.

-Escucha, Granger, y escúchame bien: no sé cómo lo has hecho, pero no esperes que esto se quede así. Cuenta con una visita de mis abogados.

-Como le digas algo a alguien, te mato, Malfoy –Hermione se había levantado de la cama.

Llevaba su vestido arrugado, las medias rotas y el pelo lo tenía más despeinado que nunca. Sintió ganas de amenazarle con su varita, pero no sabía dónde la había dejado.

-Seguro, Granger, ahora mismo llamo a El Profeta para darles la exclusiva. Siempre he querido salir en portada matando a una Sangre Sucia.

Hermione rodó los ojos con desesperación. Esos cinco años no habían servido de nada. Malfoy seguía como siempre. Cansada de la pelea verbal, recogió sus cosas, abrió la puerta de la habitación y tras pegar un portazo salió al exterior.

Tras abandonar el hotel en donde había despertado, se dirigió a su casa. Paró unas tres veces en el camino. Los nervios la estaban consumiendo y no ayudaba que la gente se le quedara mirando por la calle. Era normal, porque llevaba el vestido mal puesto y la noche anterior ni siquiera se había desmaquillado, pero estaba demasiado nerviosa pensando qué decirle a Ron para preocuparse también por su aspecto.

Con manos temblorosas, introdujo la llave en la cerradura de su piso, y respiró hondo antes de abrir la puerta. Ron ya estaba despierto, podía escuchar ruidos que provenían de la cocina.

-¡Hola, cariño! –escuchó que la saludaba.

Hermione caminó con inseguridad. El corazón le latía muy fuerte a medida que se iba acercando a la cocina. Cuando llegó hasta allí, se sorprendió al ver que Ron se echaba a reír.

-Una noche dura, ¿eh? –le dijo en clara referencia a su aspecto. Se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios. -¿Qué tal te lo pasaste anoche?

-Bien…

No esperaba aquel recibimiento. Ron ni siquiera parecía enfadado, a pesar de que ella no había pasado por casa hasta aquella mañana. Hermione estaba tan aturdida que dejó que él hablara para ver la reacción de su novio.

-¿Qué tal están tus padres? ¿Les has dado saludos de mi parte? –Ron se sentó en una silla de la cocina y empezó a revolver el café que se había preparado.

Estas palabras parecieron arrojar un poco de luz a las lagunas que tenía Hermione tras la borrachera de la noche anterior. Eso sí podía recordarlo. Le había dicho a Ron que se iba a quedar a dormir en casa de sus padres porque estaba al lado del lugar donde estaba la fiesta y quería comer con ellos al día siguiente.

-Están… bien. Te envían recuerdos –contestó sin demasiado convencimiento. Se sentía mal por tener que mentirle a Ron, pero ¿qué otra salida tenía?

Se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. El pelirrojo sonrió y abrió una revista que estaba encima de la mesa de la cocina.

-Voy a darme una ducha, ¿vale?

-Muy bien –respondió él con despreocupación.

Al llegar a su cuarto, Hermione volcó el contenido de su bolso sobre la cama. Lo hizo sin razón aparente, pues estaba tan nerviosa que necesitaba hacer algo. Le temblaron las manos al

colocar el maquillaje que llevaba en el bolso en un cajón de la coqueta de su cuarto. Finalmente, encontró un papel arrugado, y lo miró con extrañeza.

Lo desdobló con cautela y al leer su contenido casi se desmaya del susto.

Justo en ese momento, un estallido retumbó en la habitación, que se iluminó de una luz roja que provenía de la chimenea.

Hermione se giró y vio la cabeza de Draco flotando en ella.

-¡Granger!

-¡Malfoy! ¡Estúpido Slytherin, juro que voy a arrancarte los dientes si hace falta!

-¿Tú a mí? ¿A qué estás jugando? –dijo, furibundo, agitando un papel blanco exactamente igual al suyo. -¿Me quieres explicar por qué diablos dice aquí que estamos casados? –dijo, señalándolo.


NdA: éste es mi primer Dramione. La verdad es que llevaba mucho tiempo queriendo hacer uno, pero nunca encontraba tiempo. Pretende ser un fic ligerito, que se lea fácilmente. Puede que os sorprenda ver a un Draco un poco más maduro (sólo un poco, no demasiado), pero he querido hacerlo así para darle otro enfoque y porque se trata de una historia post- Hogwarts.

Y lo mismo de siempre: no cobro nada por escribir esto.

Por cierto, curiosidad: el fic está inspirado en una escena muy famosa de la serie Friends. Seguro que ya sabéis de cuál hablo.

Todos los honores del título de este fic (Cásate en matrimonio) son para la gran Perla Shumajer, por crear esta inimitable concatenación de palabras

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