Naruto © Masashi Kishimoto

Cuando ya no queda nada

-Al fin has despertado... -su voz desinteresada le habló, aún cuando ni siquiera la miraba a los ojos. Atada y amordazada como se encontraba, sus gritos no tuvieron efecto alguno... convirtiéndose en no más que un sonido fastidioso para él. -Seré claro, tu vida pende de un hilo y si me niegas tu colaboración lo único que lograrás será apresurar tu muerte. -esperó un gesto o algo que demostrarse que ella lo iba captando y prosiguió luego de verla asentir. -Te quitaré la mordaza para que contestes algunas preguntas, te daré agua o alimento si lo necesitas... pero no te atrevas a gritar, al menos si valoras tu vida.

Se giró hacia ella, activando su Sharingan para evitar alguna posible respuesta falsa, y dio dos pasos hasta quedarle en frente; colocándose en cuclillas pudo quitarle la cinta que la mantenía callada, para luego comenzar el interrogatorio con una pregunta fácil.

-Te llamas Mayura ¿Cierto? -la pregunta fue casi una afirmación, ya que había oído a los guardias de la joven llamarla de ese modo; ella asintió llorando. -¿Que relación tienes con Katsumoto?

Vio el reflejo del terror en sus ojos, no era por sí misma sino por alguien más...

-!¿Qué le hiciste a mi hermano?! -su bello rostro se vio descompuesto por la agonía que le causaba pensar en que pudiese haber perdido a su único hermano.

-Yo me ocupo de las preguntas, tú de las respuestas. -aclaró Sasuke, sin entender como alguien podría guardarle afecto a ese bastardo. -Así que es tu hermano... ¿Sabes en dónde está en este preciso instante? -su voz denotó cierta desesperación, la idea de que fuese demasiado tarde para salvar a Sakura había estado torturándolo por demasiadas horas.

-No lo sé, y si lo supiese... ¡Nunca te lo diría! -enfrentó aquellos posos negros con una mirada desafiante, una que podía costarle la vida; él la ignoró, conteniendo su furia con maestría.

-La valentía en una mujer es algo muy importante... -la miró, sosteniendo su desafío visual, para luego reír quedamente con ironía. -...pero la estupidez en una dama, es solo deprimente.

-Puedes matarme si quieres, pero nunca le entregaría a mi hermano a gente como tú.

-Gente como yo... -perdió su vista en la salida de la cueva, agudizando sus sentidos para saber si alguien se acercaba; como las anteriores veces, no sintió ninguna presencia. -Parece que no vendrá. -volvió su vista hacia ella, la cual perdía el miedo tan rápido como el respeto. -Tú idolatrado hermano ha cambiado tu vida por algo de placer...

-Él nunca negociará con criminales como tú, solo eres un mal nacido que quiere quitarle dinero...

-Lo único que quiero es recuperar lo que me ha robado, y te aseguro que nada tiene que ver con dinero aquí. -su voz perdió el control, aquella chiquilla era demasiado insolente.

Se agachó hacia ella una vez más y colocó nuevamente un trozo de cinta para amordazarla, si los datos que le daba no le servían no tenía porqué seguir oyéndola. Con el Sharingan había rebuscado en los rincones de su mente, esperando que ella estuviese ocultándole algún dato importante... pero la realidad era que, al menos con Mayura, Katsumoto había logrado mantener una fachada impecable.

-Debería cortarte un dedo y enviárselo, tal vez con eso entendería que estoy hablando en serio... -era solo un comentario para asustarla, cosa que logró, sin embargo no tenía planes de hacerle daño a un inocente.

Caminó hasta la salida de la cueva, recostándose sin cansancio en una de las rocas del frente, y esperó con sus sentidos atentos a que Katsumoto se dignase a aparecer. Sabía que lo más probable era que viniese con refuerzos, un ejercito entero si le era posible, pero no le importaba ni en lo más mínimo cuantos hombres trajese a la batalla... solo quería que la trajese a ella, luego de ponerla a salvo se encargaría de los demás.


-¡Oigan, mocosos... una vieja está aquí, quiere verlos! -Karin se adentró nuevamente en la casa, luego de haber acudido al llamado de la puerta con esperanzas de que fuese Sasuke.

Takeshi bajó de inmediato, sabiendo que se trataría de la anciana del negocio... seguramente les traía algunos víveres para llenar la alacena; Tetsu y Hikari no bajaron, por más que los llamó tres veces.

-Karin-Chan... -la voz de la niña, por dulce que fuera, no fue de agrado para la pelirroja.

-¿Qué quieres? -inquirió con fastidio, tirando su cabeza hacia atrás en el sofá para verla parada al pie de las escaleras.

-Suigetsu-Kun está enfermo... y Jugo-Kun no está... ¿Qué hacemos?

-¿Enfermo? Maldición... no me digas que se ha convertido en un charco otra vez... ¡Deja de asustarlos, ya de por sí estos niños son fastidiosos... Suigetsu!! -volvió su vista al televisor, mientras ignoraba cada réplica de la niña.

-No está jugando... -Tetsu se sumó a la conversación, desde el mismo lugar que su hermana.

-Claro que lo está, a ese bastardo no hay manera de matarlo... si no lo sabré yo. -susurró sin prestarles atención.

-Pero se ha quedado dormido en mi cama, y parece tener mucha fiebre...

Aquello se volvía tedioso, mucho más al no estar Karin acostumbrada a tratar con niños, esperaba en vano que decidiesen dejar el tema a un lado... sin embargo con cada respuesta ellos tenían algo nuevo para agregar; sin más remedio, fue a ver que le ocurría.

-Se despertará con un par de golpes... -susurró con malicia, mientras cruzaba el umbral de la puerta; inmediatamente después los niños la cerraron con suavidad. No dio importancia a ello, y se acercó hasta el supuesto moribundo.

La cama en la que este agonizaba estaba junto a la pared de la ventana, creyó que tal vez el motivo de la fiebre fuese un resfriado por alguna ventisca que hubiese entrado por las rendijas de la ventana, sin embargo le era difícil creer que aquel idota pudiese enfermarse por algo tan estúpido. Llegó hasta su lado, apoyando una rodilla en la cama, y tomó la temperatura de su frente con la mano que le quedaba libre, ya que la otra se apoyaba en la almohada.

-¡Sorpresa!... -dijo él, abriendo los ojos de repente y girando sus posiciones hasta quedar ella debajo.

-¡¿Qué demonios...?!

Abrió sus ojos rápidamente, al haberlos cerrado por el susto, y se encontró con su enemigo favorito sobre ella... por sus ojos denotó que esta vez buscaba algo más que guerra.

-¡Tetsu, Hikari... lo prometido es deuda, en la mañana irémos por una mascota! -luego de escuchar a los niños lanzar exclamaciones de alegría y notar sus pasos alejándose por las escaleras, volvió su vista a ella. -¿Te gusta el sushi? -inquirió con sarcasmo sobre su oído, mientras asentaba sus labios detrás de su oreja y los deslizaba hasta su cuello, con cuidado de no usar sus dientes.


-¿Tienes sed? -su prisionera ni siquiera se digno a mirarlo, y aunque ya hubiesen pasado más de diez horas de ser capturada, rechazaba cualquier tipo de gentileza.

Por otro lado Sasuke se reprochaba no haber incluido una hora límite en su mensaje, ya que al parecer Katsumoto se tomaba el tiempo de pensar sin apuros. Le enfermó pensar en qué podría haberle hecho hasta el momento a Sakura, su amenaza de hacerle lo mismo a Mayura era solo una manera de conseguir traer de vuelta a Sakura sana y salva... porque realmente no tenía intenciones de matarla, solo planeaba usara para llegar a su hermano. En cambio a Katsumoto le esperaba algo peor que la muerte, lo dejaría atrapado en el Sharingan para siempre... ocupándose personalmente de que el infierno al cayera estuviese realmente preparado para darle su merecido.
Sus preocupaciones no se limitaban únicamente al secuestro de Sakura, aunque sin duda este fuese lo más importante, también estaba el tétrico hecho de que su antiguo equipo de asesinos natos estuviese cuidando de tres niños casi indefensos. Juugo, quien cambia de personalidad de forma repentina... aunque ya lo creía curado, seguía inquietándole el tenerlo en una casa llena de niños; Suigetsu, amante de la sangre y los asesinatos; y por último Karin, lo único que le preocupaba de ella era el hecho de que hablase de más. No quería perder lo que había conseguido, no ahora que sabía qué significaban para él ese trío de mocosos y la mujer que intentaba rescatar.

Desde la muerte de Itachi, como último sobreviviente de su familia, lo único que había deseado era no volver a tener ese tipo de lazos con nadie; pero esa pequeña y destruida familia que intentaba mantener Sakura le había seducido sin que él se diese cuenta. Tal era el caso, que ahora nada podría persuadirlo de alejarse de ellos.

-Al fin ha llegado… -su voz fue tan suave que no logró despertar a Mayura, la cual acababa de dormirse contra su voluntad.

Esperó pacientemente a que Katsumoto llegase a la entrada de la cueva, ir por él hubiese sido un acto temerario que a su corazón le habría encantado… pero su razón llevó las riendas del asunto. No tuvo que esperar mucho, en pocos minutos lo tuvo frente a él. Traía consigo algo envuelto en una tela negra, cargándolo como si fuese un saco de arroz, se movía tan poco como un cadáver pero aún así se movía.

-¿Dónde está Mayura?

El solo escuchar su voz le daba inmensas ganas de golpearlo, hablando con tanta arrogancia como si fuese el dueño de la situación. Conciente ya de cuantos ninjas estaban ocultos en los alrededores, se levantó y caminó hasta quedar junto al bulto que Katsumoto había dejado caer… escuchó sus débiles sollozos incluso antes de destaparla; estaba desnuda.

-Te dije que lo que le hicieses a Sakura yo se lo haría a tu hermana… -su voz resonó entre un repentino silencio, inmediatamente Katsumoto se encrespo.

-No le he hecho nada, nada de lo que debas preocuparte…

-Yo juzgaré eso. –la tomó en brazos, sin prestar atención a la señal de ataque que se daba a sus espaldas y caminó hasta la cueva.

Sabía cuantos eran y también que tan buenos podrían ser, nada que a él pudiese causarle un disgusto; le besó la frente antes de dejarla recostada al lado de una pequeña fogata que había encendido antes.

-Bien… -su Sharingan encontró a todos sus objetivos, media sonrisa altanera le curvó los labios al notar que no eran lo suficientemente fuertes para entretenerlo por más de tres o cuatro minutos, ni siquiera podría considerarlos un pago por los nervios pasados.

Desapareció del rango de vista de todos en cuestión de un segundo, dejando a todos con la horrible sensación de una presa asechada. El juego previo fue lo único que valió la pena de todo, dejando salir su lado más sádico para cobrar venganza con todos ellos. Jugó con ellos como lo haría un depredador ya seguro de su victoria, mientras Katsumoto descubría que no podía moverse.

-¿Frustrante? –preguntó al haber acabado con todos los ninjas, parándose frente a un ser que para él significaba menos que un animal. –Ha sido bastante aburrido, pero armar tu infierno personal será mucho más divertido.

Sus ojos carmesí lo atraparon en un sueño profundo, uno del cual ya nunca despertaría, mientras armaba un pequeño mundo solo para él. Uno del que nunca pudiese huir pero que siempre le permitiese tener una vaga esperanza, lista para ser destruida. Un lugar en el cual sería torturado tanto física como mentalmente, donde no solo usaría el dolor a su persona para causarle daño; ahora que sabía que Mayura era la única persona importante para él, se ocuparía de mostrarle imágenes que aunque no fueran reales destruirían su cordura en pocos segundos.

-Tus últimas palabras… -le dio un par de segundos para pensarlas, pero la respuesta fue la equivocada.

-Dile adiós a tu linda familia, Uchiha Sasuke.

Gozó de darle una golpiza real antes de sumergirlo por completo en el Sharingan, confiando en que las palabras de aquel bastardo solo fuesen una efectiva manera de alterarlo o, en el último de los casos, que Taka pudiese encargarse sin problemas de lo que sea que se presentase.

-¿Sasuke-Kun…? –una sonrisa débil iluminó su rostro al verlo acercarse a ella, agachándose hasta estar a su lado; corrió dos mechones de su frente y la admiró en silencio por unos minutos.

-¿Cómo te sientes?

La preocupación que sentía por ella solo podía ser interrumpida por la inquietud que causaban las últimas palabras de Katsumoto resonando en su mente, era totalmente conciente de que debía llevarla de inmediato a un hospital y confiar en que sus subordinados protegiesen a los niños… pero era difícil aceptarlo.

-Mareada… -su respuesta fue algo tardía, pero captó de inmediato la atención de los ojos azabache. Casi no podía distinguirlo, aún teniendo la luz del fuego a su favor, las drogas habían alterado sus sentidos y ahora todo se veía borroso y desfigurado.

-Iremos al hospital de la aldea, está cerca de aquí… estarás bien. –buscó entre sus cosas una botella de agua al darse cuenta de que los labios de ella estaban demasiado resecos, la ayudó a tomar y midió su fiebre cuando la recostaba nuevamente.

-Sasuke-Kun… -abrió sus ojos sin ver más que una mancha rojiza. –…gracias.

-Vámonos… -le quitó aquella manta sucia y la envolvió con su capa, era lo suficientemente gruesa para no dejarle sentir el frío; luego al tenerla nuevamente en brazos se apresuró a dirigirse al hospital. Una paloma mensajera se encargaría de hacer saber a la madre de Mayura en donde se encontraba ella para que pudiese volver con su familia.


-Les haré pagar por inoportunos… -la voz de Suigetsu nunca había sido tan sádica como en esos instantes; eran solo dos, pero según las indicaciones de Karin su nivel de chakra era más elevado que el de una persona normal.

-Hazte a un lado, tú no eres mi objetivo. –el más alto de sus dos contrincantes habló con demasiada calma, algo que le recordó a Sasuke.

-Lo siento amigo, pero no me gusta que me ignoren. –alteró su brazo hasta poder sostener con él la enorme espada.

-Me han pagado por matar tres niños, si te matara a ti estaría regalando mis servicios… no te mataré.

-Maldición… -era difícil mantener la calma con un tipo así, no solo para él sino también para su compañero.

-Maldito seas, Fujimaru… acabemos con todos de una vez. –el otro, de estatura normal pero facciones inhumanas, estaba tan desesperado por sangre como Suigetsu.

-Si acabarás con todos ellos, cuando nos pagaran… ¿no te sentirías estafado, Daisuke?

-¡Qué demonios importa el dinero, quiero oírlos gritar por sus vidas! –se lanzó contra el primer objeto en movimiento que encontró, que casualmente fue Suigetsu, mientras el otro avanzaba lentamente hacia los niños.

Podía ver sus chakras, estaban dentro de la casa… había alguien más junto a ellos, pero su chakra era muy débil. Mataría solo a los niños, para eso le pagaban, nadie le daría dinero extra por los demás habitantes de la casa así que no tenía sentido. Afuera podía sentir el sonido de las espadas chocando, Daisuke era demasiado impulsivo… le quitaría su parte cuando les pagasen, ya que él había tenido que hacer todo el trabajo… el verdadero trabajo.

Los niños eran tres, tal y como le habían advertido, pero con ellos había una anciana intentando protegerlos. Solo basto un ligero empujón para quitarla del medio, a los críos podría matarlos con solo un apretón en sus cuellos… era una buena paga por un trabajo demasiado simple. Su sonrisa sádica hizo llorar a la más pequeña, haciendo que su mueca aterradoramente alegre se agrandara aún más.

El mayor sería el primero, ya que trataba de cubrirlos a los otros y estaba más cerca… luego le seguiría el de mediana altura, por último quebraría el cuello de la pequeña. Todo era perfecto, muy fácil…

Tal y como lo planeó el mayor se abalanzo sobre él, permitiéndole sin problemas agarrar su cuello y comenzar a asfixiarlo muy lentamente, había escogido su trabajo porque realmente le agradaba ver morir a la gente. Aún así, era demasiado estricto con el dinero como para matar a objetivos no pagos.

Podía ver como poco a poco el chiquillo se quedaba sin aire, también sentía las patadas de los otros dos; una vez que agarraba a alguien no lo soltaba, así le cortasen el brazo, no dejaría de apretar su cuello hasta que viese que ya no respiraba o, al menos, que los huesos se quebrasen bajo su presión.

Lo que nunca se esperó, mucho menos de un pequeño niño, fue que una técnica de elemento trueno impactase con sus costillas derechas… el chidori quebró al menos tres de sus huesos y quemó gran parte de su piel. Tambaleó, el impacto había sido fuerte, pero en unos pocos minutos estuvo nuevamente equilibrado y siguió su labor sin haber soltado nunca al otro niño. Giró a ver al mediano de los tres que había osado lastimarlo y le dedicó una sonrisa, deleitándose con la idea de que fuese el siguiente.

-Solo unos segundos más… -podía sentir los suaves pasos de la muerte, acercándose sigilosamente para llevarse al niño que agonizaba ya sin aire.


La sala de esperas estaba sumergida en completa paz, al ser tan altas horas de la noche el único que se encontraba ahí era él y la recepcionista. Pronto traerían el diagnostico de Sakura, a la cual habían trasladado a emergencias dos segundos después de ser revisada por el médico; aún tenía la esperanza de que no fuese algo irremediable o grave. Y la duda de qué era lo que Katsumoto había llegado a hacerle aún carcomía sus entrañas, como si de un buitre se tratase.

-Uchiha-San…

Levantó su vista para enfocarse en el médico, un hombre rubio de mediana edad y sonrisa afable.

-¿Cómo está Sakura? –se contuvo de robarle información con el Sharingan, algo que cuando se trataba de temas relacionados a ella, se le había vuelto una mala costumbre.

-La joven ha sido medicada en maneras desmedidas, la han sedado como si se tratase de un animal… -esperó unos minutos a que su oyente procesara la información, notando lo tenso que se ponía al oírlo. -…está teniendo una sobredosis. –continuó rápidamente al ver en aquellos ojos negros el deseo de hacer una pregunta obvia. –Estará bien en cuanto podamos desintoxicarla, estamos haciéndole análisis para saber con exactitud que drogas hay en su organismo.

-Hay algo más… -habló antes de que el médico se retirara. – ¿Tiene algún indicio de violación?

-Lo siento, Uchiha-San… eso no puedo saberlo, tampoco puedo pedirle a un especialista que la revise a menos que ella de su consentimiento. Tendrá que esperar a que despierte.

-¿Al menos puedo quedarme con ella? –su voz nunca había sonado a súplica, hasta ese día.

-Claro, será reconfortante para ella verlo cuando despierte.

Siguió sus pasos hasta que se detuvieron junto a una puerta, no necesito de invitaciones para entrar casi de inmediato; Sakura estaba ahí. Le aliviaba verla sin ningún tipo de cables o respiradores, solo tenía un pequeño suero a su lado y un aparato encargándose de controlar los latidos de su corazón.

-Solo le pido que no ha ruido, ya que hay muchos pacientes descansado a esta hora. –asintió, convencido de que eso era algo que el cumpliría sin problemas, y escuchó sin prestar atención como los pasos de aquel hombre se alejaban tras la puerta.

Ella se veía tranquila, como si estuviese gozando de un buen sueño, y una bata del hospital cubría con eficacia su desnudez mientras unas colchas la mantenían alejada del frío. No pudo evitar acariciarle el rostro, esperando que su frío contacto no interrumpiese en nada su sueño; media sonrisa torció sus labios, dándole a entender que su contacto era bien recibido. Incluso dormida podía reconocer el dueño de aquellos roces, tan distintos a los que seguramente había vivido pocas horas antes.

La dejó dormir con tranquilidad, luego de observarla por un buen rato, y se ocupó de vigilar el horizonte desde la ventana. Aún tenía a su instinto paternal reclamándole el no haber ido a la casa, pero no podía dejarla sola en un lugar que para ella no era familiar. Además, sus subordinados eran personas muy confiables cuando se trataba de pelear… lo cual no evitaba que se preocupase en exceso por lo que pudiese pasar.

Su primer plan había sido depositar toda su confianza en que ella se recuperase pronto, lo cual según el médico no podría ser; sin contar futuros posibles inconvenientes, Sakura tenía al menos cinco días garantizados en aquel hospital… lo cual descartaba la idea de llegar a la casa lo suficientemente a tiempo como para ayudar en la batalla. Por suerte aún tenía un plan B, y aunque su orgullo se había opuesto hasta el último minuto, ya lo había puesto en marcha.

Volvió su vista hacia ella, que se removía algo incómoda en la cama y sus labios se torcieron en una sonrisa… se acercó lo suficiente para poder agacharse a la altura de su oído y dejó un suave susurró sobre él.

"Te amo"


No hay excusa para la inmensa demora, sepan que lo lamento... pero realmente no se me ocurría nada que escribir; no tengo control sobre eso. Espero que les guste, y desde ya muchas gracias por leerlo.

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Sakuryo