ola a todo el mundo... por fin, acabando esta saga de viñetas... gracias por la paciencia, ya que he abusado de ella. Pero es que los problemas no se hacen faltar, asi que sin demora aquí les dejo la última viñeta de este fic. Espero que les agrade y les guste... a mi me costó un siglo hacerla... y mucho esfuerzo. Por cierto, aquí les dejo mi primer Lemmon... así que espero que me ayuden a mejorarlo... y saber si esta bien, mal o regular. n.n Bueno, el poema es de mi autoría y los pedazos de canción son "Cry baby" y "Kozmic Blues" respectivamente, de Janis Joplin...

gracias por todo, y por su atención y paciencia...

Andreaeb182.

P.D: Nada me pertence, ya que HP y compañía es propiedad de J. K. Rowling.

P.D2: Teniendo en cuenta dos review recibidos, decidí dejar etsa pequeña nota. Hay dos escenas en las que... cuando ustedes lleguen a ellas se daran cuenta que no son aptas para ser narradas para el pequeño Alex, por lo que al ser tan detalladas, estas vendrían siendo parte de los recuerdos de Draco, él cual se saltó esa parte de la historia de alguna manera. Espero que se me entienda y gracias de nuevo por leer. n.n


VERANO


Draco sonrió al notar la cara de asco que presentaba Alex ante la mención del enamorarse. No pudo evitar verse reflejado a si mismo a esa edad.

-Eres idéntico a Scorpius.- murmuró por lo bajo, haciendo que su nieto lo mirara fijamente. -Y por ende, a mí.- añadió con ese tono arrogante de antaño, sacándole una sonrisa orgullosa al pequeño que se encontraba con él.

-Abuelo, si las cosas iban así, eras tú el único…-comenzó a decir el pequeño para luego detenerse a mitad de una frase, arrugando el ceño y haciendo nuevamente una mueca.

-Dilo Alex, no es tan difícil.- lo alentó el mayor. -Al principio yo era el único enamorado de los dos. Ya que él corazón de Hermione en ese momento le pertenecía a la comadreja.- dijo Draco mientras arrugaba el ceño ante la mención del pelirrojo.

-¿Arthur?- preguntó Alex mirándolo con el ceño fruncido.

-Arthur es la cría de la comadreja, es decir el nieto de Weasley. Del que estamos hablando es el abuelo del pequeño pelirrojo al que te gusta hacer maldades.- respondió para luego mostrar una sonrisa cómplice, que inmediatamente se encontró con otra igual. -Bien hecho pequeño. Yo en tu lugar lo seguiría haciendo. Es más, aún lo hago con la comadreja mayor.- dijo Draco en voz baja y en tono conspirador, haciendo reír al pequeño.

-¿Y como hiciste para quitarle su chica a la comadreja?- preguntó Alex mirando a su abuelo con curiosidad. Draco enarcó una ceja ante la pregunta y luego le revolvió el cabello al menor con una sonrisa.

-¿Qué te esta enseñando Scorpius a ti? Cada día estás menos inocente.- pregunta Draco mientras aguanta las ganas de reír por el puchero que hace el pequeño.

-Abuelo.- apremió Alex con impaciencia.

-Esta bien, ya te continuo contando.- tranquilizó el mayor. –Fue una tarea algo complicada, ya que Hermione siempre fue una mujer muy terca. Pero no hay mujer que se le resista al encanto Malfoy.- comenzó a explicar el mayor, haciendo que Alex hinchara su pecho con orgullo. -Y menos, si este esta enamorado.- añadió Draco, para luego tomar la varita que estaba junto así y convocar un viejo álbum de fotos.

-¿Y este álbum?-preguntó el pequeño al notar que era un álbum completamente diferente a los demás que habían en la casa.

-Es de Hermione.- respondió el adulto mientras sus ojos se oscurecían por unos instantes. - Es el último recuerdo que tengo de ella. Me lo regaló en esa primavera, para mi cumpleaños. Nunca supe como se enteró de la fecha, pero esa mañana, estaba el regalo al pie de mi cama.- comentó con una sonrisa suave. -Todos mis recuerdos con ella están en estas páginas y quiero compartirlos contigo, Alex.- completó mientras abría el álbum. -Y así podré mostrarte el momento en que supe que había logrado, ¿Cómo fue que dijiste? Ah ya recuerdo. Cómo supe que le había robado su chica a la comadreja.- dijo con suavidad Draco mientras señalaba una foto del álbum.


-Ahora solo falta que llegue.- murmuró Draco con suavidad, para luego cerrar sus ojos un instante y saborear la espera. -En tres, dos, uno.- contó el joven en voz baja para luego simplemente esperar.

-¡Draco!- se escuchó un grito en el interior de la mansión, inmediatamente al finalizar la cuenta. El rubio sonrió ante esto y se cruzó de brazos, mientras esperaba la aparición de la otra inquilina de la mansión. Se encontraba acostado en uno de los sillones de la biblioteca de la mansión, con un libro justo a su lado y con el flequillo sobre sus ojos cerrados.

Al poco tiempo se escucharon presurosas pisadas que indicaban la proximidad de la joven, para luego escucharse el sonido de las puertas abriéndose, mientras una sonrojada Hermione entraba a la habitación.

-Se te esta haciendo costumbre eso de gritarme desde la otra punta de la mansión, Hermione.-comentó Draco con suavidad, mientras contenía una sonrisa. -Pero tranquila, que a mi no me fastidia escucharte gritar mi nombre, sin importar la circunstancia que sea.- Añadió con una sonrisa picara, mientras abría sus ojos y observaba de reojo como las mejillas de la joven se teñían de un fuerte color rojo.

-Draco.- chilló escandalizada la joven.

-¿Qué estas pensando, Hermione? Esas mejillas sonrojadas hablan mucho de tu mente pecaminosa.- comentó Draco mientras se incorporaba y la miraba divertido, mientras la joven hacía un mohín con los labios y lo fulminaba con sus ojos cafés.

-¿Qué se supone que es esto?- preguntó la joven ignorando por completo la provocación del joven y mostrándole una caja envuelta en papel de regalo de color verde con un lazo plateado. Draco sonrió inocente y enarcó una ceja ante la pregunta.

-Pues, si no me equivoco es un regalo.- contesto mientras enfocaba el paquete.

-Ya me di cuenta de eso, no era necesaria la aclaración.- contestó Hermione mientras rodaba los ojos para luego mirarlo penetrantemente. -Quiero saber, ¿Qué hace este paquete en mi cuarto?-preguntó la joven mientras observaba la expresión del joven.

Draco simplemente sonrió y alzó ambos hombros en un gesto relajado y desentendido. Hermione lo observó en silencio y luego de unos minutos comenzó a caminar y tomó asiento en el sillón que estaba junto al del joven. Con lentitud y delicadeza comenzó a abrir el envoltorio hasta dejar al descubierto una caja de color negro. Enarca una ceja. Hasta la elección de los empaques tenía que ser jodidamente Slytherin.

Draco observaba como Hermione desenvolvía el regalo, mientras su rostro parecía impasible aunque por dentro estuviera ansioso de ver la reacción de la joven. Cuando la tapa de la caja se abrió notó con orgullo y placer como el rostro de la joven se tornaba sorprendido y como su boca se entreabría ligeramente en una muda exclamación.

-Draco…-llamó suavemente a joven mientras mentía una de sus manos a la caja y la deslizaba por el interior. Hermione Palpó la suave y grácil tela de la que estaba hecho el vestido más hermoso que había visto en su vida. Era de color Champagne, con un broche justo en el pecho con forma de narciso. Con miedo sacó el vestido de la caja y lo observó en su totalidad, deslumbrándose con esa pequeña obra de arte. El vestido caía vaporoso y delicado, mientras varias capas de telas se movían suavemente en el borde inferior, que por su largo, aparentemente le llegaba a media pierna.

-¿Por qué…?- preguntó Hermione posando sus ojos en Draco, quien la miraba tranquilamente con esa sonrisa altanera y orgullosa.

-Simple. Esta noche pienso sacarte a pasear y no quiero que me vean andando por la calle con una bruja, que tras de muggle, es mal vestida.- respondió Draco mirando hacia la ventana, aunque de reojo observaba la expresión de la castaña, que apretó la mandíbula un segundo para luego estallar en carcajadas.

-¿Bruja mal vestida?- repitió la castaña. -Ya veremos como esta bruja mal vestida puede llegar a lucir.- dijo Hermione con una mirada retadora en sus ojos. La castaña volvió a guardar el vestido con cuidado en la caja y comenzó a caminar hacia la puerta con aire ofendido, mientras Draco la observaba sonriente. Al llegar al umbral de la puerta, la joven giró su rostro y notó la sonrisa del rubio. -Por cierto, gracias por la invitación.- respondió la joven antes de salir, mientras dejando al rubio con una sonrisa mucho mayor, al haber notado el sonrojo que cubría el rostro de la joven.


Eran las ocho de la noche y se encontraba junto a las escaleras de la entrada. Estaba vestido con un traje negro, constituido por un saco y un pantalón y debajo del saco llevaba puesta una camisa manga larga de color blanco, que estaba abierta en los primeros dos botones. Sus impecables zapatos negros golpeaban el piso rítmicamente. Estaba aburrido y terriblemente ansioso, aunque por fuera, pareciese que se encontraba calmado por la expresión de tranquilidad de su rostro. Se estaba arreglando las mangas del saco, que le incomodaban un poco, cuando comenzó a escuchar suaves pasos en la escalera. Se giró, ya que sin saber en que momento se había dado la vuelta y se quedó quieto, mudo de asombro. La observó detenidamente y con fijeza, observando cada detalle de su figura. Grabando esa imagen en su mente, para siempre.

-Abuelo.- interrumpió tímidamente Alex, a lo que Draco salió de sus ensoñaciones y se giró a ver al pequeño.

-¿Si, Alex?- preguntó Draco mirándolo.

-¿Cómo lucía?- preguntó con timidez, a lo que Draco sonrió. El mayor dejó que su mente vagara y trajera de nuevo el recuerdo de ese día. Al los pocos segundos, despertó de su letargo y dirigió su miranda al álbum que reposaba sobre sus piernas, junto a su nieto.

El mayor comenzó a pasar las páginas del álbum hasta casi llegar al final de este, mientras que él pequeño echaba una mirada rápida a las fotos, donde aparecían un joven rubio junto a una muchacha de cabellos castaños y ondulados. En casi todas las fotos se podían ver una enorme sonrisa en el rostro de su abuelo y en el de la joven también, aunque había muchas fotos graciosas y otras donde se notaba que su abuelo estaba algo enojado. Luego de buscar, Draco encontró la página que buscaba.

-¿Por qué no lo ves tu mismo?- dijo Draco señalando una foto, donde se veían a dos jóvenes en el umbral de las escaleras de Malfoy Manor, haciendo que el pequeño posara su mirada en ella.

Hermione descendía las escaleras con cuidado y con la elegancia, que Draco vio anteriormente en su madre. La joven llevaba puesto el vestido, que le caía graciosamente hasta la mitad de sus piernas, en cortes asimétricos. La fina y suave tela, acariciaba las curvas. Llevaba el cabello liso y arreglado en un elegante moño, que dejaba al descubierto su largo y fino cuello, y sus hombros delicados. Tenía puestas unas zapatillas color perla, que tenían tacón alto y algunas piedras de adorno en ellas. Y su rostro estaba levemente maquillado, en tonos muy naturales. Y para completar, llevaba puesto un chal del mismo color del vestido.

Draco permanecía quieto y con la misma expresión tranquila en su rostro, aunque su corazón latiese a velocidad vertiginosa. Luego de unos largos instantes contemplándola sin moverse y sin parpadear, esbozó una sonrisa de medio lado, para luego hacer una pequeña reverencia y extenderle el brazo a la joven que en ese momento estaba justo a su lado.

Hermione se mordía el labio con nerviosismo ante la mirada penetrante del rubio, pero al verle la sonrisa no pudo evitar sonreír también. La joven tomó el brazo de Draco, sintiendo un estremecimiento y como cada uno de los vellos de su cuerpo se erizaban con el contacto de su piel con la de él. Draco simplemente la observaba de reojo y sonreía cada vez más, ante las sensaciones que sentía en su interior y de la respuesta que recibía por parte del cuerpo de la castaña. En ese momento escuchó un sonido y una vislumbró una luz cerca del lugar donde ellos se encontraban. Draco sonrió aún más, mientras la joven intentaba localizar el lugar de donde provenía la luz.

Draco comenzó a caminar hacia la puerta de la mansión, guiando a la castaña con él. Aún no habían cruzado palabra alguna, y en el rostro de la joven se notaba un pequeño e imperceptible halo de confusión y algo de frustración. Frente a la puerta de la mansión se encontraba un carruaje esperándolos, por lo que el rubio se soltó para abrirle la puerta y ayudarla a subir. Hermione le regaló una tímida sonrisa al joven, mientras subía al carruaje para luego ubicarse junto a una de las ventanas, y suspirar algo desganada. Al parecer si la consideraba una bruja mal vestida.

-Te ves hermosa.- susurró Draco al oído de ella, para luego tomar asiento frente a la joven y mirarle fijamente con una media sonrisa, la cual hizo sonrojar a la castaña.

-Gra…gracias.-tartamudeó Hermione, mientras se reprendía mentalmente por ser tan débil y mostrar de forma tan humillante como el rubio la descolocaba con su simple cercanía. Hermione siguió mirando el paisaje que aparecía en la ventana a medida que avanzaba el carruaje, intentando ignorar a su acompañante, que la contemplaba todo el tiempo, mientras una leve sonrisa surcaba su rostro todo el tiempo.


-Hemos llegado.- anunció el rubio, mientras abría la puerta del carruaje y descendía con esa elegancia innata en él, para luego extender una mano a la joven y ayudarla a bajar.

-¿Dónde nos encontramos, Draco?- preguntó la joven, mientras se aferraba inconcientemente al brazo del joven al notar muchas miradas fijas sobre ella.

-Estamos en un restaurante, a las afueras del Londres muggle.- respondió Draco mientras la guiaba al interior del lugar. Hermione enarcó una ceja ante esto, pero aún así se dejó llevar. Inmediatamente luego de poner un pie en el restaurante, un mesero los guió a la mesa que Draco había reservado con anterioridad.

Se sentaron y esperaron a que les tomaran el pedido, para luego simplemente quedarse mirando fijamente a los ojos. Intentando descubrir los pensamientos del otro y lo que estaba detrás de ese par de lagunas.

Draco sonrió nuevamente esa noche y se acomodó en su asiento, pasando por alto todas las miradas que estaba fijamente puestas en él, sobretodo las miradas de las mujeres que se encontraban en ese lugar. Hermione, mucho más cohibida, simplemente jugueteaba con el borde del mantel de la mesa y mantenía su rostro algo cabizbajo, evitando mantener contacto con la mirada gris del joven que estaba frente a ella. Porque no podía evitar pensar, que si lo veía fijamente, no podría evitar sumergirse en esos ojos grises. En esos ojos tempestuosos, en esos ojos color tormenta.

Draco la observaba en silencio, llenándose de la imagen de la castaña completamente cohibida. Sentía deseos de hablar, de decir tantas cosas. Pero, las palabras se negaban a salir. Simplemente no podía hablar, no con ella en ese estado, no con ella en ese vestido.

Al poco tiempo llegó la comida y ambos comenzaron a degustarla, aún sin intercambiar palabra alguna. La castaña estaba fastidiada de tanto silencio y de la incomodidad y nerviosismo al saberse observada por ese par de ojos grises, por lo que decidió intentar romper el hielo.

-Draco.-murmuró la joven en voz baja, haciendo que Draco, quien se encontraba cortando un pedazo de cordero, la observara atentamente.

-¿Si?- preguntó el joven, notando como Hermione seguía esquivando su mirada.

-¿Por qué me invitaste a salir? ¿Por qué me regalaste este hermoso vestido? Y ¿Por qué yo?- preguntó Hermione, mientras estrujaba sus manos con fuerza. Draco enarcó una ceja, para luego sonreír sutilmente. Se limpió las manos y luego extendió una hasta tocar la barbilla de la joven y obligarla a mirarlo a los ojos, notando la confusión que los cubría.

-¿Por qué no hacerlo?- preguntó de vuelta Draco.

-Contestar con otra pregunta es de mala educación, Draco.- dijo Hermione, esquivando esa pregunta, lo que hizo sonreír nuevamente a Draco.

-Esta bien.- concedió el joven rubio, mientras mantenía sus dedos en la barbilla de la joven y la acariciaba lentamente. -¿En serio no sabes por qué te invite a salir, hoy?- preguntó el joven, mientras hacía énfasis en el hoy. La joven permaneció en silencio unos segundos, para luego simplemente abrir sus ojos por la sorpresa.

-Mi cumpleaños.- murmuró Hermione, mientras se alejaba un poco por la sorpresa de haberse olvidado de su propio cumpleaños. Draco simplemente negó con la cabeza, mirándola divertido por la situación, para luego seguir comiendo. -Pero aún así, ¿Por qué?- preguntó la castaña en un hilillo de voz.

-Porque me apetecía hacerlo.- susurró Draco con suavidad, como si de una caricia se tratase y Hermione se permitió disfrutar de la sensación. -Además, quería secuestrarte antes de que cara rajada y las comadrejas vinieran a llevarte lejos…- añadió Draco, dejando la frase incompleta. Hermione lo miró fijamente a los ojos y notó un poco de miedo en ellos, por lo que le sonrió al joven y se acercó a él, para depositar un beso en la piel pálida de la mejilla del joven.

-Gracias, Draco.- susurró la castaña al oído del rubio, haciendo que él simplemente sonriera. Cuando la joven comenzó a alejarse, Draco tomó el rostro de su acompañante entre sus manos y le sonrió con picardía antes de unir sus labios con los de la joven. Hermione lo miró con los ojos bien abiertos, pero luego se dejó embriagar por el sabor de los labios de Draco, que en ese momento le parecían adictivos, dejándose llevar por ese sabor a vino que tenían los finos labios de él.

El beso comenzó lento y con miedo. Era un beso de reconocimiento, un beso que expresaba mucho más de lo que parecía. Era un beso, que lentamente y sin prisas, se fue tornando en uno lleno de entrega. En un beso de sumisión, de rendición ante una realidad. La realidad de su corazón.

Cuando sintió que sus pulmones le traicionaban, Draco comenzó a separarse lentamente, casi sin querer dejar los labios de ella. Abrió sus ojos, percatándose de que no recordaba el momento en que los había cerrado y se quedó embelezado, observando el rostro sonrojado de Hermione, que aún mantenía una expresión soñadora y sus parpados completamente cerrados.

Hermione abrió sus ojos y se encontró de lleno con los, no tan fríos, ojos grises de Draco, por lo que sus mejillas se sonrojaron aún más de lo esperado.

-Hermione.- murmuró el joven, mientras volvía a rozar los labios de la joven y luego se separaba, haciendo todo lo posible por ignorar la mirada anhelante que le devolvía la castaña. Tenía que controlarse un poco más cuando estaba con ella, pero es que era tan malditamente complicado.

-¿Por…?- comenzó a preguntar, cuando sintió que los fríos dedos de Draco se posaban sobre sus labios, acariciándolos suavemente. Y nuevamente sintió esa chispa que le recorría todo el cuerpo y que bajaba por su columna vertebral. Además, aún podía sentir ese sabor y calor en sus labios.

-No me hagas ponerlo en palabras, Hermione.- pidió el joven mientras interrumpía la pregunta que la joven iba a realizar, para luego dejar de acariciarla, haciendo que ella sintiese un vacío en su interior ante la perdida de contacto. -Nunca se me ha dado explicar estas cosas, así que por favor, no me pidas que te lo diga.- añadió mientras evitaba cruzar contacto visual con la joven. Hermione lo miraba asombrada y con el corazón latiéndole desbocado. "¿Será posible...?" se preguntó mentalmente a si misma.

Sentía un nudo en la garganta que le impedía hablar, pero se obligó a si misma a ser valiente y a averiguar de una vez por todas que sucedía por la mente del joven. Y a tratar de esclarecer sus pensamientos.

-Draco, ¿Qué sientes por mí?- se atrevió a preguntar la joven luego de unos largos minutos en silencio, minutos donde había estado recogiendo los pedazos de coraje que habían caído en recónditas partes de su alma. Draco apartó la mirada por completo y se quedó en silencio. Sabía lo que sentía por la joven. Rayos, lo sabía desde hace mucho tiempo, pero aún así no podía ponerlo en palabras. Aún le costaba demasiado expresarlo. Había logrado aceptarlo para si mismo, pero ponerlo en demostración era otra cosa. No había sido educado para ello. No había sido educado para demostrar sentimientos.

Hermione lo miraba en hito, esperando una respuesta y desesperándose cada vez más por el silencio en el que estaban sumidos. El ambiente comenzó a hacerse pesado y tenso, mientras que ella lo miraba con anhelo y desesperación.

-Por favor, mione.- susurró Draco. Mione. La había llamado Mione. Hermione simplemente sintió como algo caliente comenzó a avanzar por todo su cuerpo, cubriéndolo de una calidez nunca antes sentida, y sintió ganas de llorar. Nunca, en sus 21 años, se había sentido así. Ni siquiera con Ron. Ron. Él había sido un asunto delicado en su vida y aunque sintió deseos de gritar de felicidad al saber que sus sentimientos habían sido correspondidos en el pasado, las cosas se fueron enfriando para ella. Y la necesidad de tenerlo cerca, se hacía cada vez menor. Había pasado la etapa donde sus defectos eran virtudes, donde sus sueños eran metas para ella y donde sus ojos, eran el cielo en el que quería surcar día a día.

Sin poder controlarse a si misma, o sin querer hacerlo en realidad, la joven se acercó y tomó el rostro de Draco y lo besó de improviso. Lo besó con desespero, con alegría, con euforia y miedo entremezclados. Lo besó con amor, porque eso sentía desde hace tiempo. Porque aunque día a día se juraba nunca caer en las manos de ese ser de cabellos platinos y sonrisa devastadora, no había logrado escapar de lo inevitable. Porque no se había enamorado de su físico, sino de los resquicios de humanidad que aún, después de mucho sufrimiento e imposiciones, todavía persistían en su interior.

Porque ella, Hermione granger, se había enamorado del niño asustado y solo que lloraba por la perdida de su madre. Por el niño que sonreía con malicia cuando les jugaba una broma a distancia a sus mejores amigos y que poco a poco, con detalles insignificantes, se iba abriendo paso en su corazón. Conquistándolo de a poco y adueñándose por completo de él, hasta imponer una dulce tiranía en su interior. Porque, a pesar de habérselo negado una y otra vez, ella estaba perfectamente conciente que amaba a ese rubio por completo. Y amaba la sonrisa altanera, que en ese momento aparecía en su rostro, luego de haber compartido el mejor beso de su vida.

-Yo también te amo, Draco.- susurró la castaña con suavidad, mirándolo a los ojos y notando la alegría que aparecía en los ojos de el último de los Malfoy. Notó con orgullo y placer, como dentro los ojos de él, se desataba una tormenta de emociones y ella era la causante de ello. Una sonrisa triunfal apareció en el rostro del joven.

-Lo sé.- respondió él, haciendo que Hermione enarcara una ceja. -Sabía que no te podrías resistir a mi encanto natural.- añadió con arrogancia, que hizo que la joven le pegara suavemente en el brazo. -Como yo no pude resistirme al tuyo.- añadió con elegancia, mientras la miraba fijamente. Podía coquetearle con habilidad, pero era difícil expresar los sentimientos de manera sencilla. Tan sólo podía esperar que ella entendiese cada uno de sus mensajes.

Hermione sonrió dulcemente y tomó una de las manos de Draco por encima de la mesa, con algo de temor y un sutil rubor en sus mejillas y se dispuso a comer lentamente, sin soltar la fría y pálida mano de su acompañante, a pesar de las envidiosas y celosas miradas que recibía esa noche.


Habían regresado a la mansión poco antes de las once y todo el viaje había sido tranquilo. Había descansado acurrucada junto al cuerpo del rubio, que la sostenía entre sus brazos con delicadeza. No eran necesarias las palabras, ya que sus acciones hablaban por ellos.

No eran necesarias las expresiones, porque sus miradas podían comunicarse con simpleza. Y no era necesario el ruido, porque en silencio también podían entenderse. Y es que en ese momento, sabiéndose entre los brazos del joven mago y atada al corazón de este, no podía ser más feliz. No podía concebir más felicidad en su interior y estaba casi segura, que podría explotar por dentro esa noche.

Acababan de entrar a la mansión agarrados de la mano, con una sonrisa cómplice y sin hacer ruido, para no molestar a los criados y a los elfos. Subieron las escaleras con cuidado y llegaron al umbral de la habitación de la joven.

Se miraron a los ojos y simplemente nuevamente sonrieron. Draco soltó la mano de Hermione y abrió la puerta de la habitación de esta, dejando ver la infinidad de arreglos florares que la inundaba. Dejando ver la cantidad de orquídeas, azucenas, narcisos y violetas que habían en su interior. Hermione se llevó ambas manos a la boca y se giró para ver la sonrisa de Draco, que la miraba como un niño entusiasmado.

-Para ti.- murmuró con entusiasmo y esa chispa en sus ojos, que lo hacía ver más niño de lo que era, y de lo que alguna vez fue.

-Gracias, Draco.- respondió Hermione mientras se lanzaba a los brazos del joven y le robaba todo el aire a sus pulmones en un beso arrebatador. Al separarse, pudo notar la mirada aturdida y la sonrisa algo tonta, que marcaba la expresión del rubio.

-Me alegro que te gustara, Hermione. Ahora es algo tarde y supongo que estarás cansada, así que Feliz Cumpleaños otra vez y buenas noches.- se despidió Draco, para luego posar un sutil y casto beso en los labios de la joven. Draco dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su propia habitación, completamente satisfecho consigo mismo. Pero una pequeña mano se posó sobre la suya y lo retuvo en su lugar. Se giró y notó la mirada fija de la joven y la determinación que mostraban en sus ojos, aunque también podía encontrar algo de temor en ellos.

-Draco, quiero que te quedes esta noche conmigo.-susurró la joven, mientras apretaba inconcientemente la mano del joven. Draco la miró sorprendido ante la revelación.

-¿Estas segura?- preguntó aún sin llegar a comprenderlo. Él quería tomar las cosas con lentitud, para demostrarle a la joven que lo que sentía era verdadero. Quería aprender poco a poco a abrirse con ella y a poder, poco a poco, ganarse un espacio permanente en su vida, porque ella ya lo tenía en la suya. Porque, simple y sencillamente, hermione Granger era su vida misma. No deseaba forzarla a nada y aunque su propio deseo le dijese que ese vestido era perfecto para estar tirado en algún lugar de la habitación y que la curvatura de su cuello era sumamente provocadora, había logrado controlar sus instintos para no asustarla, para que ella ahora le saliera con esas.

-Si.- fue la simple respuesta y vio en sus ojos que era sincera. Aún podía ver una chispa de miedo en ellos. ¿Podría ser que ella aún fuera virgen?

-Hermione, ¿Tú eres…?- iba a preguntar Draco, cuando sintió como los labios de ella silenciaban su pregunta.

-No hagas más preguntas, sobretodo aquella a las que sabes la respuesta.- respondió Hermione al separarse, esquivando sus ojos y con un fuerte sonrojo en sus mejillas. En ese momento se sintió dichoso y con agilidad la tomó entre sus brazos y la cargó con cuidado.

-No sabes lo mucho que me tranquilizan esa tácita respuesta- comentó Draco mientras se internaba en el interior de la habitación, cerrando la puerta tras de si.

La llevó con delicadeza hasta la gran cama que había en la habitación. Con sumo cuidado la depositó en la cama y la comenzó a besar con delicadeza, permitiéndose recorrer con suavidad la figura de la castaña, mientras él también se acomodaba en la cama, justo encima de ella. Lentamente comenzó a bajar sus labios hasta llegar al cuello de ella y apoderarse de él y de la suave y tierna piel que lo cubría, besándola, lamiéndola, palpando el acelerado pulso que pasaba por allí y no pudo evitar sonreír arrogante ante esto.

Mientras tanto la joven simplemente se mordía los labios, intentando callar el gemido de satisfacción que amenazaba escapar de su boca. Sus manos, inexpertas y curiosas vagaban por el cuerpo de Draco. Tocando. Acariciando. Reconociendo y marcando a fuego cada parte de la silueta que recorría. Sintió la necesidad de palpar la piel del joven y ese molesto saco le incomodaba, por lo que comenzó a sacárselo con impaciencia. Draco se dejo hacer, mientras seguía besando el cuello de la joven, separándose un poco ante cada intento de arrancar la prenda y acercándose cuando se veía liberado de esta.

Aún insatisfecha, la joven comenzó a desabotonar la camisa del joven, para así poder estar en contacto con la piel de él. Al terminar de abrir la camisa, la tiró a algún lugar de la alcoba, concentrándose en recorrer el pecho y espalda del rubio, acariciándola levemente, reconociéndola y adueñándose de cada centímetro de ella. Mientras que Draco seguía con su interés en el cuello de la joven, logrando sacar un gemido ronco por parte de ella.

Satisfecho de su deseo de escuchar un gemido por parte de la castaña, regreso su atención a los labios de ella, que en ese momento, lucían algo rojos e hinchados. Sonrió traviesamente y nuevamente se apoderó de ellos. Las tímidas caricias de la joven comenzaron a hacerse cada vez más certeras, cada vez más sensuales, cada vez más eróticas. Draco era conciente de la inexperiencia de la joven y esto le alegraba, ya que pronto la marcaría como suya. Un sentimiento posesivo y egoísta, pero eso era lo de menos.

Poco a poco, comenzó a descender su mano por el contorno de la cintura y cadera de la joven, hasta llegar a sus largas y finas piernas. Comenzó a acariciarlas en medio del beso, rozándolas con los dedos, tocando la piel interna de los muslos y subiendo descaradamente por ellas hasta casi llegar a aquella porción de piel que tan celosamente la joven había guardado del mundo. Hermione suspiraba embelezaba en medio de los besos y se arqueaba levemente contra el cuerpo de Draco, haciendo que se rozaran cada vez más y enviando descargas al sur del cuerpo del rubio, que reaccionó prontamente. Hermione ahogó un gemido al sentirlo cerca de ella, y no pudo evitar temblar. Draco continuó besándola con anhelo, mientras recorría sus piernas, para luego ir hacia ellas y llenarlas de besos y caricias, haciendo suspirar a la joven.

Se entretuvo largo rato, haciendo gemir a la joven y arquearse de placer. Lentamente subió y sintió como ese fastidioso vestido estorbaba. Con maestría, comenzó a desnudar a la joven, haciendo descender el vestido por su cuerpo, dejando ver el conjunto de encaje que llevaba puesto la joven. Hermione enrojeció ante la mirada atenta del joven, y tragó en seco la saliva que se le había acumulado. Draco se veía realmente sexy sin camisa y con los cabellos alborotados cubriéndole parcialmente los ojos. Se sintió pequeña ante él e intentó cubrirse con sus brazos, sintiendo como las manos de él agarraban sus muñecas.

-No lo hagas.- susurró él con voz ronca. -Dios, Hermione. Eres hermosa.- añadió muestras dejaba de contemplarla y la besaba con pasión reanudada.

Hermione sentía como las manos de él dejaban un rastro de fuego en toda su piel, y como se sentía desfallecer con cada una de sus caricias. Con torpeza condujo sus manos hacia el cinturón del pantalón y lo desabrochó, para luego sacárselo y lanzarlo a alguna parte del cuarto. Con timidez, desabrochó el pantalón y bajó la corredera de este. Pero, no pudo continuar. Draco, sintiendo la timidez de la joven, se incorporó un poco para mirarla a los ojos. Se veía hermosa con ese sonrojo cubriendo sus mejillas y con su casi completa desnudez.

-Hermione, detenme ahora si no estas segura de que esto es realmente lo que quieres.- dijo Draco con voz ronca del deseo y con los ojos turbados y oscuros. Hermione pudo ver perfectamente la tormenta en ellos y se sintió embargada por ello. -Detenme ahora que me queda un resquicio de autocontrol, porque si continuamos, ya no podré detenerme.- añadió el joven mientras la miraba temeroso. Hermione lo miró unos segundos en silencio y bajó su rostro un poco, mientras se incorporaba también. Draco, tomándolo como una negativa, se dispuso a permitir a la joven salir de la prisión que era su cuerpo en ese momento, cuando sintió como una prenda chocaba con su rostro. Con rapidez la tomó entre sus dedos, observando asombrado el sujetador de la joven. Levantó su mirada y se encontró con la imagen de Hermione observándole completamente sonrojada y desnuda de la cintura para arriba. Con temor, la joven alargó su brazo y tomó una de las manos del rubio y la guió a su pecho, justo donde se podía sentir el acelerado latir del corazón.

-Yo…no quiero que te detengas, Draco.- respondió la joven, mientras lo miraba sumisa. Draco no esperó más y se lanzó a besar cada pedazo de piel descubierta, llenándose del sabor y de la textura de la piel de la joven, mientras escuchaba extasiado los gemidos roncos que lograba arrancarle a ella. Sintió que su propio pantalón estorbaba y junto con Hermione, se deshicieron de él, lanzándolo al olvido y quedando ambos solo con la parte inferior de la ropa interior. Hermione se abrazó a él, haciendo que sus cuerpos entraran en contacto por completo e instintivamente rozó su piel contra la de él.

Pero la ropa interior también estorbaba y prontamente quedaron desnudos ambos, rozándose, besándose y conociendo cada rincón de sus cuerpos. Draco besó cada rincón de Hermione y la castaña rozó y tocó cada porción de piel. La tensión era insoportable y la joven estaba que desfallecía de placer. Sus gemidos se podían escuchar en toda la habitación, llenando sus silencios y la carencia de palabras sobrantes.

Poco a poco y con suavidad, Draco fue separando las piernas de la joven y le echó una última mirada durativa a la joven, que simplemente sonrió y le besó los labios. Con miedo y mucha ternura, el joven se fue adentrando en el virginal ser de la joven, tocando y llenando por completo aquel vacío. Compenetrándose lentamente y casi con miedo de lastimarla. Con miedo palpó la barrera que aún sellaba su virtud y nuevamente dudó, pero la joven lo besó posesiva y cerró sus piernas alrededor de él, adentrándolo cada vez más en su interior y rompiendo algo que por mucho tiempo había permanecido intacto.

Silenciosas lágrimas bajaron por el rostro de la joven, mientras Draco permanecía quieto. Con ternura, beso sus mejillas, secando sus lágrimas con sus labios y dándole tiempo de acostumbrarse a su intromisión. Al poco tiempo, la joven dejó de llorar y comenzó a moverse lentamente, haciendo gemir y gruñir al joven. Se movieron rítmicamente, amándose hasta el cansancio y poseyéndose mutuamente.

Se entremezclaron sus lágrimas y sus silencios. Se vertieron sus sueños húmedos por el sudor y se bebieron lentamente, con pausa y sutileza, disfrutándose, degustándose.

Se amaron toda la noche, sin descanso y sin pausa. Hasta que Morfeo los reclamó en su territorio. Se amaron sin cruzar palabra y durmieron, aún entrelazados, justo, como sus corazones y almas deseaban estar.


La luz entraba por la ventana de la alcoba, el primero en levantarse fue Draco y se movió levemente, sintiéndose aun atrapado entre las piernas de la joven. Con cuidado de despertarla, salió de ella y se la quedó mirando, al notar como una sonrisa aparecía en sus labios, para luego formar un puchero, por su ausencia.

Sonrió altanero, mientras se cubría con una de las sábanas de la cama y la contemplaba en silencio. Completamente desnuda frente a él.

-Me quedé aquí,

Mirándote, sin hacerlo realmente,

Observándote,

Sin abrir los ojos para concebirlo,

Palpándote, en el vacío

En la distancia.

¿Y simplemente que hago?

Me quemo la garganta,

Ahogándome en palabras sin decir,

En medio de taciturnas confesiones,

Que no has escuchado,

Que no he manifestado.

Me he bebido tu esencia,

Una y otra vez,

Humeante y seductora,

Amarga y cálida

Simple e imperfecta,

Pero tuya por completo.

Te he bebido,

Como si de un café se tratase.

Lentamente, secamente,

Dulcemente.

Así es como te he absorbido.

Te inhalé,

Hace tiempo,

Hace tanto,

Hace nada, en realidad.

Porque, ¿Qué es el tiempo?

Si no es una superflua concepción de atadura,

Un límite, una medida, una cantidad.

Un marcapaso,

Para algo que solo, puede continuar.

Así te pensé,

Así te creí ver.

Cuan equivocado estaba,

Cuan ciego fui.

Y a pesar de ello,

No dejé de beberte,

A pequeños sorbos,

A modestas cantidades.

No dejé de llenarme de ti,

En mis dosis de irrealidad.- recitó el joven mientras le acariciaba el pelo a la joven.

-Porque es tan fácil decírtelo mientras duermes, en vez de estando despierta.- susurró el joven, sin dejar de mirarla, sin dejar de acariciarla. Draco se levantó y se dirigió a la mesita de noche, tomando entre sus manos una cámara y sin siquiera pensarlo, comenzó a sacarle fotos a la joven.

-Draco, podrías dejar de hacer eso.- pidió la joven, con voz suave y apenada.

-¿Desde cuando estas despierta?- preguntó Draco, algo nervioso.

-desde hace muy poco. Pero por favor deja de tomarme fotos, me avergüenzas.- respondió la joven, mientras se cubría con una sábana y lo miraba fijamente, notando la completa desnudez del rubio y sus mejillas se coloreaban.

-No te avergüences, Mía. No hay nada que no haya visto ayer, y no hay nada que no hayas visto tu también.- comentó con jocosidad Draco, mientras tomaba asiento en una de las sillas de la habitación y seguía tomándole fotos.

-Eres un incorregible, Draco Malfoy.- chilló avergonzada la joven, luego de tirarle una almohada al joven, que le sonrió suavemente. –Y, ¿Mía?- preguntó la joven.

-Me gusta ese diminutivo para tu nombre.- respondió el joven, encogiéndose de hombros. -Además, a partir de ahora, eres solo mía.- murmuró en tono posesivo mientras se colocaba de pie y la miraba fijamente, haciéndola temblar suavemente, mientras una oleada de calidez recorría por completo su cuerpo. Draco enseguida se encaminó hacia el baño que había en la habitación.

-Draco- gritó la joven, recibiendo un aja por parte del rubio, que se encontraba en el baño. Hermione se colocó de pie y se encaminó al baño, deteniéndose en el umbral de la puerta. -Gracias por el poema.- dijo la joven antes de entrar y cerrar tras de si, con llave, la puerta del baño.


Había pasado dos días desde esa noche y sin poder evitarlo, en un momento inesperado, de esas primeras tardes de otoño, había dejado en medio de su cama una pequeña caja de terciopelo verde junto a un ramo de narcisos y una carta escrita a mano.

Le había pedido matrimonio. Porque el noviazgo sonaba superficial y superfluo. Porque no quería tener algo medianamente formal con ella, como lo era un noviazgo. La quería para él solo por siempre, y sin temor de que en algún momento decidiese irse de él. Aunque si ella se lo pidiese, con el dolor de su alma, la dejaría ir. Porque a pesar de que eso destruiría su orgullo y dejaría su ego por el suelo, ella valía más que su orgullo y ego juntos. Ella valía más que las enseñanzas de su padre, que fue en la mayor parte de su vida, un bueno para nada. Ella valía más, que su vida misma. Ahora tan sólo había que esperar su respuesta.


Septiembre 21 de 2000.

Se nos casa. Por Rita Skeeter.

El actual heredero y único sobreviviente de la familia Malfoy, Draco Lucius Malfoy ha anunciado su compromiso con la heroína del mundo Mágico, Hermione Jane Granger. Es una sorpresa para todos nosotros que este tipo de compromiso se de por parte de ellos dos, que en un pasado juraron odiarse mutuamente. Pero díganme ustedes señoritas, si la señorita granger no tiene un buen gusto para escoger a sus parejas. Recordándolos hombres por los que ha pasado la joven bruja, entre los que encontramos a Viktor Krum, Ronald Weasley y el mismo harry Potter, este es uno de los mejores pretendientes que ha tenido la señorita Granger, si me permiten opinar. Y si fuera poco, hace dos días se ha confirmado haberlos visto besándose en un restaurante a las afueras del Londres Mágico y Muggle.

Bueno mis queridas señoritas, es momento de llorar por la perdida de este bombón de ojos grises y cabellos rubios. Ahora tan solo queda desearle suerte en su relación con su futura esposa, y que esta vez, decida con quedarse con alguno de los hombres más cotizados del mundo mágico.


-Esa maldita bruja.- murmuró con odio Hermione, mientras estrujaba el periódico entres sus manos.

-Permíteme recordarte, que tú también eres una bruja.- dijo Draco notablemente divertido, recibiendo una mirada seca por parte de su prometida.

-¿Cómo logró enterarse? Solo he tenido tiempo de avisarle a Harry y a Ron, y ahora todo el mundo mágico lo sabe.- dijo la joven, mientras se llevaba ambas manos al rostro.

-Tranquila Hermione.- intentó tranquilizarla el rubio, mientras la abrazaba por detrás. -Eso no importa ahora. Lo único que importa es que tú y yo seamos felices.- añadió Draco, haciéndola girar sobre si misma y obligándola a separar ambas manos de su rostro.

-Tienes razón, Draco.- dijo la joven para luego simplemente atrapar los labios del joven. Al separarse, la joven castaña se abrazó a él y suspiró embelezada, para luego soltarse y mirar con los ojos desorbitados detrás de si.

-Dra…- intentó gritar la joven, cuando se vio interrumpida. De un momento a otro sintió como algo chocaba contra su espalda y de un momento a otro todo se tornó oscuro.


Se levantó adolorido, mientras se frotaba la cabeza. Sentía que estab iba a explotar, cuando cayó en cuenta de su situación. Se había desmayado, y no sabía donde se encontraba la castaña.

Se levantó con dificultad del suelo, trastabillando varias veces, por el dolor y un súbito mareo que tenía.

-Buenos días, Draco.- dijo una voz femenina tras de si. El rubio se giró y se encontró con una joven de ojos azules y cabellos rubios.

-Pansy.- saludó Draco, mirándola fijamente y notando el maquillaje corrido y las marcas de lágrimas que habían en sus mejillas.

-¿por qué Draco?- preguntó pansy mientras se acercaba al joven. En ese momento, draco se llevó una de sus manos a la cabeza, la voz de pansy le fastidiaba y quería callarla.

-Ahora no Pansy. Me duele la cabeza.- dijo el rubio en un gruñido, mientras la miraba fijamente.

-¿Por qué Draco?- repitió la joven con mayor tono de voz, ignorando al rubio, mientras nuevas lágrimas salían de su rostro.

-¿Por qué, qué?- preguntó Draco, notablemente fastidiado, mientras buscaba su varita entre sus ropas, encontrándola inmediatamente. Si pansy no se callaba pronto, entonces la callaría él.

-¿Por qué esa sangre sucia?- preguntó gritando la rubia, mirándolo con rabia, con odio y con amor entremezclados.

-Te dije que te callaras, pansy.- gruñó nuevamente Draco. -Y a ti no te importa con quien me relaciono.- añadió el joven mirándola enojado.

-De todas las mujeres, escogiste a esa sangre sucia por esposa.- continuó diciendo Pansy, ignorando la mirada de Draco. -A esa inmunda que no te merece. A ti, a un Malfoy. A un sangre pura.- dijo Pansy mirándolo indignada y desesperada.

-Pansy.- murmuró enfadado Draco, con una mirada de advertencia.

-Pero tranquilo Draco, yo se que esa inmunda debió haber utilizado alguna artimaña contigo. Sino, ¿Cómo te fijarías tu en una asquerosa como ella?- continuó hablando Pansy. -por eso, me encargué de ella y tú podrás ser libre de lo que sea que ella te haya hecho.- añadió contenta la joven mientras se acercaba el rubio-

-¿Dónde esta Hermione?- preguntó Draco inmediatamente, mirándola fijamente y con los ojos fijos. Lucía peligroso y furibundo, por lo que la rubia retrocedió. -¿Dónde esta Hermione?- volvió a preguntar nuevamente, en un grito.

En ese momento se percató de un bulto que había en el suelo. Inmediatamente se acercó a él y vislumbró a la castaña.

-Hermione.- murmuró preocupado, al notar las múltiples heridas que tenía en su cuerpo. Todo producto de maldiciones. Y él podía decir con certeza cual de todas era, ya que la había vivido miles de veces en carne propia. Todas hechas con cruciatus. Al tocarla la sintió tibia, pero su pecho no se movía y sus mejillas habían perdido su color y se encontraba algo tiesa. Sus ojos comenzaron a empañarse. -Hermione.- murmuró cuando sintió que sus lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas. -Hermione.- repitió más duro, negándose aún a aceptar la verdad y rozando la piel de sus mejillas, que poco a poco perdían la calidez tan característica de ella.

-Hermione.- gritó el rubio, poniéndose de pie y mirando fijamente a la joven.

-No entiendo porque te pones así, Drakito.- murmuró contrariada pansy, para luego mirarlo seductoramente. -Si solo era una inmunda. Una escoria.- añadió con tranquilidad y restándole importancia. -Ahora eres libre de ese maldito compromiso, ya que la maldita de la come libros ha muerto.- completó con gusto, saboreando palabra por palabra, sin notar como los puños del joven se tornaban cada vez más blancos por la fuerza.

-Maldita.- gritó Draco, mirándola fijamente. Sintió ira ciega al escucharla hablar así de ella, de su pequeña niña. De su hermione. De su Mía.

-Sectusempra.- gritó Draco, apuntándole a la rubia justo en el pecho. Notando como la mujer se retorcía en el suelo del dolor y como se abrían heridas sangrantes. Caminó a paso lento, mientras la desarmaba con un hechizo no verbal. Se agachó frente a ella y le tomó el rostro con brusquedad.

-Quiero que sufras, Parkinson.- susurró con odio el rubio, lo cual hizo temblar a la joven ante la pronunciación de su apellido con tanto desprecio. -Quiero que sufras tanto, que el dolor no quepa en tu alma y en tu cuerpo, por lo que te obligue a terminar con tu existencia.- continuó diciendo en un susurro frío. -Quiero que te lastimes y lastimarte, por todo, por mí felicidad arruinada, por mis sueños destruidos y por Mía. Sobretodo por Mía.- añadió el joven, mientras le apretaba la mandíbula a ella.

-Y me encargaré de ello. Porque, a partir de hoy, conocerás el infierno.- completó mirándola fijamente y separándose de ella. Sus ojos grises la miraban con odio y con amenaza. Al mínimo movimiento que hiciese, el la atacaría. Y disfrutaría con su dolor, como en antaño. Y la humillaría, la lastimaría y la odiaría.

Si, la odiaría. La odiaría más que a nadie. La odiaría por haberle arrebatado la oportunidad de ser feliz.


-Abuelo, ¿Qué pasó luego?- preguntó Alex mirando asombrado a su abuelo.

-A los pocos segundos apareció un escuadrón de Aurores, que habían sido alertados por el uso de maldiciones imperdonables en el interior de la mansión. Tomaron la varita de Pansy y se la llevaron a Azkaban.- explicó Draco con rapidez. Esa era una parte, que no quería rememorar.

-¿Y Hermione?- se atrevió a preguntar Alex, algo cohibido de la expresión de dolor que tenía su abuelo.

-Ven pequeño, acompáñame a un lugar.- dijo el mayor, bajándolo de su regazo y cerrando el álbum. Prontamente ambos comenzaron a caminar por la mansión hasta dar al campo santo. Se internaron en el interior de este y encontraron la estatua de una hermosa mujer.

-Esta es la tumba de mi madre.- señaló Draco, mostrando la tumba que tenía la estatua de Narcissa. -Ahora, vamos a aquella que esta allí.- señaló Draco, mostrándole otra tumba donde se podía apreciar otra escultura de una mujer. Una mujer que se encontraba sentada con las piernas al lado de su cuerpo y con una hermosa sonrisa, mientras sus cabellos ondulados parecían ondear libres al viento.

Draco sacó su varita y conjuró nuevamente un ramo de narcisos que depositó sobre la tumba de su madre, para luego invocar otro ramo de flores, esta vez, orquídeas y violetas. Alex caminó lentamente detrás de su abuelo y miró con curiosidad la leyenda sobre la fría piedra. Se acercó y vio como su abuelo le tendía el ramo.

-Alex, ponlo por mí. Por favor.- pidió el anciano, entregándole el ramo, a lo que el niño se acerco cauteloso y las colocó con cuidado al pie de la estatua.

Tocó con su manita las letras, mientras las leía en voz alta.

Hermione Jane Malfoy.

19 de Septiembre de 1979 – 21 de Septiembre de 2000.

Don't you know, honey,
Ain't nobody ever gonna love you
The way i try to do?

-¿Malfoy?- preguntó Alex.

-Si, a pesar de que no nos casamos. Ella era una Malfoy en toda su extensión. Ella fue mi esposa.- respondió Draco, mirando la tumba con cariño.

-Abuelo, ¿Qué es esto?- preguntó el pequeño, señalando la leyenda que estaba debajo de la fecha de fallecimiento. Draco sonrió nostálgico y acarició los cabellos del pequeño, que se dejó hacer sin refutar, al notar el semblante triste de su abuelo.

-Es un pedazo de la canción favorita de Hermione.- respondió Draco. –Un día me comentó que esa era la canción más hermosa que había escuchado. Y la cantaba todos los días. Recuerdo, que la última vez que la entonó fue aquel día que murió.- añadió Draco con suavidad.

-Abuelo.- murmuró Alex mirando al suelo, apenado.

-Alex.- se escuchó decir de una voz masculina. El pequeño levantó la cabeza y observó a la persona que se acercaba. Se trataba de su padre. De Scorpius Malfoy. -Tu madre te llama. Por favor, ves con ella.- dijo Scorpius recibiendo un asentimiento por parte del menor, para luego verlo salir corriendo en dirección a donde lo esperaba su madre.

-Padre.- murmuró Scorpius, mirando la expresión de Draco. -Es hoy, ¿Verdad?- preguntó Scorpius, sabiendo de antemano la respuesta.

-Si, hoy es veintiuno de Septiembre.- respondió el mayor de los Malfoy en tono ausente. Scorpius colocó una mano sobre el hombro de su padre, del hombre más correcto que había conocido en su vida y lo apretó levemente.

-A ella no le hubiese gustado verte así.- murmuró Scorpius.

-Y a mi me hubiese gustado que las cosas acontecieran de otra manera.- respondió Draco con suavidad. -Pero a veces, no podemos evitar que las cosas sucedan.- añadió con tranquilidad.

-Padre.- murmuró Scorpius.

-Por favor dame un momento a solas, hijo.- pidió Draco, recibiendo un asentimiento por parte de su hijo, quien dio media vuelta y comenzó a caminar rumbo a la mansión.

-Otro año más, Mía.- murmuró con suavidad, mientras acariciaba la piedra. -Otro año más sin ti. Otro año más amándote con locura, porque a pesar del tiempo. Nunca he dejado de hacerlo.- añadió con lentitud.

-Aun te sigo amando con ese corazón de adolescente y con este corazón de anciano. A pesar de las décadas que han pasado.- continuó diciendo Draco, para luego mirar al cielo. -Porque a pesar de todo, Aún eres el amor de mi vida.- añadió con simpleza.

-Mía, no sabes cuanto te extraño.- completó mientras posaba sus ojos en el cielo anaranjado, que poco a poco daba paso a la noche.

-Aww, but it don't make no difference, baby, no, no,

And I know that I could always try.

It don't make no difference, baby, yeah,

I better hold it now,

I better need it, yeah,

I better use it till the day I die, whoa- Entonó Draco con lentitud, y con anhelo, mientras cerraba los ojos y se dejaba llevar.

-Como siempre, nuevamente esta la magia que aparece, cada vez que te canto Kozmic blues.-murmuró Draco al terminar de entonar. -bueno Mía, me tengo que ir. Scorpius, Lily y Alex me esperan.- murmuró con suavidad. -Sigo preguntándome, ¿Quién fue el gracioso de hacer que mi hijo se enamorara de la hija de cara rajada?- preguntó con burla, para luego negar suavemente con la cabeza y comenzar a caminar hacia la mansión.

Estaba acercándose a la entrada, donde lo esperaba Scorpius junto a su pelirroja esposa y Alex, cuando sintió un dolor en el pecho y la vista se le nubló. Lo último que logró escuchar y ver fue a Alex gritar y salir corriendo a donde se encontraba, antes de que todo se volviera oscuridad.


Se levantó lentamente, sintiéndose algo desorientado. Se llevó las manos a la cara y se masajeó las sienes. Sintiéndolas distintas. Inmediatamente posó su mirada en sus manos y las vio menos arrugadas que hace unos instantes, por lo que posó sus ojos en su cuerpo. Había regresado a ser el Draco de veinte años. Eso significaba que él…

-Draco.- escuchó una voz femenina susurrar detrás de él. A pesar de todos los años, nunca olvidaría el sonido de su voz. Sonrió suavemente.

-Hermione.- susurró él antes de girarse para reencontrarse con ella, para nunca separarse más.