20. EL MONSTRUO QUE LLEVAMOS DENTRO


Me quedé paralizada en la puerta de casa, observando cómo Edward se arrodillaba frente al sofá y trataba de devolverle la consciencia a mi padre. Durante unos instantes juraría que su corazón se detuvo, demasiado tiempo para que fuera sano, hasta convertirse en un débil murmullo.

- Tranquila Bella, sólo se ha desmayado –trató de tranquilizarme Edward mirando su reloj mientras presionaba con los dedos índice y corazón el cuello de Charlie.

- ¿Está bien? –pregunté esperanzada con un hilo de voz. Con cuidado fui aproximándome hacia ellos tratando de no respirar como me había sugerido, aunque eso no ayudaba a aplacar el sonido de la deliciosa sangre corriendo por su cuerpo y golpeando fuertemente en mi cabeza.

- Sus constantes se están estabilizando –contestó acercándose a mí-. No creo que tarde mucho en despertar.

- Hablas como un auténtico doctor –sonreí cuando me rodeó con sus brazos.

- Puede que sea porque he estudiado la carrera varias veces –rodó los ojos divertido-. Pero no hace falta tener estudios para saber que ha sido un simple desmayo.

- Muy gracioso –refunfuñé-. ¿Cómo querías que reaccionara? Creía que le había dado un infarto.

- Tranquila –acarició mi mejilla suavemente-, la única persona sobre la que provocas ese efecto es en mí.

Reí ante su comentario y él acarició suavemente mis labios con los suyos, reconfortándome ante la situación en que nos encontrábamos. Ahora estaba más que segura que Edward era imprescindible en mi vida, incluso en los peores momentos conseguía arrancarme una sonrisa.

¿Qué demonios…? ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?

Los pensamientos de mi padre nos sobresaltaron a ambos al mismo tiempo y me volteé hacia el sofá para ver como intentaba ponerse en pie en vano.

- Espera Charlie, no te levantes –se apresuró a decir Edward mientras se acercaba y lo volvía a recostar.

- ¿Qué ha ocurrido? –le preguntó confuso. ¿Qué hace Edward aquí? Juraría que he visto a Bella… Al final acabaré volviéndome loco. La angustia que reflejaba su voz en mi cabeza encogió mi muerto corazón, si Charlie había llegado a este estado había sido solo por mi culpa. Gruñí enfadada conmigo misma y entonces fue cuando reparó en mi presencia.

- ¿Be…? ¿Bella? –Balbuceó atónito- ¿Eres tú?

- Hola papá –repetí tímidamente con la esperanza que mis palabras no tuvieran el mismo efecto que la anterior vez. Se levantó despacio sin apartar la vista de mí, temeroso de que desapareciera de un momento a otro; una gran sonrisa apareció en su rostro cubierto de repentinas e incesantes lágrimas.

- Mi Bella –sollozó feliz antes de abalanzarse sobre mí dándome un fuerte abrazo-. Sabía que estabas bien.

No pude evitar sollozar junto a él mientras le devolvía el abrazo y ese instante bastó para que su esencia nublara mis sentidos. El aire se adentró con furia en mi organismo. La ponzoña se agolpaba en mi garganta. Cerré los ojos e inspiré por la boca, intensificando el aroma que percibía de forma tan penetrante que prácticamente estaba saboreándolo. Temblé sabiendo que si Edward no hacía nada desangraría a mi padre en unos segundos y eso era algo con lo que no sería capaz de vivir. Luchaba por contenerme con todas mis fuerzas. Mis manos firmemente apretadas en puños aún en su espalda y la cabeza tensa sobre su hombro, demasiado cerca de su cuello, notando cada palpitación y golpeteo dentro de su frágil cuerpo. Su sangre me llamaba y no deseaba ignorarla por mucho más tiempo.

- Edward –supliqué en un imperceptible murmulló.

Me miró angustiado y rápidamente cogió a Charlie por los hombros haciendo que me liberara de su abrazo, pero el daño ya estaba hecho: la sed de sangre se apoderaba de mi cuerpo.

- Creo que será mejor que dejemos a Bella descansar –sugirió Edward sabiendo la situación en la que me encontraba, lo único que deseaba era salir de allí lo más rápido posible-, ha tenido un viaje muy largo y debe de estar cansada.

- Claro –aceptó Charlie aún sorprendido-. Bella cielo, sube a descansar a tu cuarto y dentro de un rato te subiré la cena y hablaremos tranquilamente.

- Gracias papá –conseguí decir entre dientes manteniendo la mandíbula fuertemente apretada. Sonrió acariciando mi cabello y salió en dirección a la cocina.

Cuando desapareció de mi vista subí las escaleras y entré en mi cuarto todo lo rápido que mis piernas me permitían, sin esperar si quiera que Edward me siguiera. Abrí la ventana y me incliné buscando un aire que sabía que no necesitaba pero que serviría para despejar mis instintos más primitivos. Inhalé y exhalé varias veces violentamente hasta que conseguí al menos recuperar el control sobre mi cuerpo.

- Bella –escuché la angustiada voz de Edward desde la puerta-, ¿cómo te encuentras?

- Estoy bien –jadeé sin voltearme.

- Deberías volver a la mansión, yo hablaré con Charlie y le diré que…

- No –le corté respirando profundamente-, no es necesario –me giré recostándome sobre la ventana con los ojos aún apretados con fuerza-. Puedo controlarlo.

- Bella por favor –suplicó acercándose a mí con lentitud, tratando de tranquilizarme-, eres una neófita; un mero descuido y quién sabe que podría pasar.

- No –volví a negar agitando la cabeza-, sé que puedo controlarlo. Además no puedo irme ahora después de que me haya visto –inspiré de nuevo y abrí los ojos encontrándome con sus angustiadas orbes negras-. Él necesita una explicación y yo necesito despedirme como es debido.

- Prométeme que si notas que la sed es muy fuerte volverás a casa lo antes posible –acercó su mano despacio hacia mi rostro hasta rozar con delicadeza mi mejilla.

Sonreí como respuesta y lo abracé enterrando mi rostro en su pecho. Él sabía el sufrimiento que me causaría llegar a provocarle daño alguno a mi padre, y no quería que se torturara pensándolo. A veces adoraba la empatía que Edward mostraba hacia muchos de sus seres queridos, pero en esta ocasión desearía que por una vez en su vida fuera egoísta y no padeciera por mi culpa.

- Cariño –llamó Charlie sin atreverse a abrir la puerta-, acabo de llamar al trabajo para cogerme el día libre.

- No era necesario papá –contesté tratando que mi voz no sonara quebrada. Edward me miró con reproche. Suspiré, al fin y al cabo era mi padre, solo se preocupaba por mí, y yo había desaparecido sin dar explicaciones-. Pero gracias.

- Estaré abajo Bells, intenta descansar.

Oí sus pasos alejarse hacia el piso de abajo. Aire, necesitaba aire. Limpiar los restos que el delicioso aroma que Charlie me había dejado inconscientemente aturdida. Apoyada en la pared me dejé resbalar hasta que hice contacto con el ruidoso suelo.

- Bella, hazme caso, por favor –suplicó Edward arrodillándose a mi lado-. Necesitas salir de aquí.

Sonreí tenuemente sabiendo que aunque quisiera no me sería tan fácil irme.

- Déjame acabar con esto Edward. Él lo necesita. Yo lo necesito.

Durante un instante ambos nos contemplamos, rogándonos el uno al otro en silencio. Esto era algo que no pensaba posponer por más tiempo y si no quería tener que pasar por este mal trago todos los días, debía resolverlo ahora mismo. Finalmente Edward bajó la mirada con un sonoro suspiro.

- Sigues siendo igual de cabezota –besó mi frente para después levantarse-. Voy con Charlie antes de que empiece a preparar una cena que, ambos sabemos, es innecesaria.

Dejé caer la cabeza contra la pared y recorrí mi habitación con la mirada. Nunca había imaginado que mi vida podría haber cambiado tanto en tan poco tiempo. Sin embargo todo aquí seguía igual, inmutable al paso del tiempo. Tan solo era visible el desgaste y la suciedad de algunos objetos. En la cómoda podía ver fotos con Renee y Charlie, en las que no tendría más de tres años. Me veía tan feliz, tan llena de vida.

Sin embargo ahora estaba aquí, técnicamente muerta, sin color ni brillo en la piel más que el que podía reflejar a la luz del sol. Tampoco es que antes fuera una chica bronceada, pero el cambio era más que notable.

Me dispuse a levantarme cuando una leve ráfaga de aire atravesó la habitación, dejándome helada en el sitio. Las aletas de mi nariz se movían frenéticas mientras yo solo atinaba a cerrar los ojos, disfrutando de aquella deliciosa sensación. Mis músculos se tensaron. No podía moverme. No quería moverme.

Mi pecho comenzó a subir y bajar a causa de mi jadeante aunque silenciosa respiración.

- Bella tranquila –suplicó Edward que apareció en la puerta de la nada con las palmas de las manos alzadas hacia mí.

Quise contestarle pero mi mandíbula seguía apretada, mordiéndome el labio inferior con fuerza. Me asusté al abrir los ojos y ver el rostro descompuesto de Edward. No sabría decir si temía más por mí o por él.

- Bella –se acercó lentamente-, estoy aquí.

- ¿Qué…? –Dije entre dientes tratando de no inhalar más aire- ¿Qué ha pasado?

- Charlie estaba –sujetó mis manos-, estaba guardando sus cebos de pesca y se hizo un pequeño corte con uno.

Gemí frustrada. "¿Por qué estas cosas solo me pasaban a mí?"

- Debes salir de la casa Bella, ahora.

Le miré suplicante, no me creía lo suficientemente fuerte para hacerlo yo sola, y mucho menos para volver otra vez. Pero tenía razón, o me iba o esto acabaría mal.

- Está bien –acepté con voz lastimera.

Me ayudó a levantarme y después de abrazarme con fuerza me encaminó hacia la ventana. Incliné mi cuerpo y subí dispuesta a saltar. Pero una vez ahí la mano de Edward se aferró a la mía con demasiada fuerza, al darse cuenta de a dónde se dirigía Charlie.

A pesar de sus esfuerzos no consiguió que volviera a entrar a la habitación, me quedé allí. Acuclillada sobre el alfeizar de la ventana, viendo como la figura de mi padre paseaba por el jardín en dirección al coche. Dejó los utensilios de pesca y se dirigió de nuevo a la casa.

Las comisuras de mis labios se alzaron involuntariamente y cedí a la fuerza que tiraba de mí hacia dentro. Sin embargo una vez Edward consiguió alejarme de la ventana, continué hacia mi presa, aprovechando que se detuvo a cerrar mi vía de escape. Pero yo ya no quería escapar. Mi cuerpo había tomado el control, necesitaba saciar esa sed, y hacerlo ahora.

- ¡Bella detente! –oí gritar a Edward a mis espaldas.

Corrí hacia ese olor, esa fragancia que provocaba que mi garganta quemara hasta tal punto que daría lo que fuera por calmarla.

Era un aroma tan penetrante que dolía de solo aspirarlo, pero que a su vez creaba adicción.

Nada comparado con la sangre de los seres de los que hasta ahora me había alimentado. Pequeños e insignificantes animales, igual de insignificantes que su sangre. Un humano. Eso era lo que necesitaba.

Observé la figura de Charlie. Se encontraba enfrascado en una búsqueda dentro de la nevera. Me agazape a solo varios metros de él aspirando profundamente ese olor. Tuve que cerrar los ojos ante el aturdimiento que me provocó. Cuando los volví a abrir me encontré con el cuerpo de Edward pegado al mío.

Estaba envuelta en sus brazos, que me abrazaban con fuerza. Charlie nos miraba detrás de su espalda, confundido y algo avergonzado.

- Por favor –susurró Edward en mi oído-, por favor aguanta.

Enterré mis manos en su ancha espalda, presionándolo contra mí con fuerza.

- Esto… chicos –dijo Charlie claramente incómodo-, ¿queréis que haga ya la cena?

Gruñí cuando volví a sentir su aroma y los brazos que me sostenían aumentaron su presión. Hundí mi nariz en el cuello de Edward.

- Bueno, se que la cocina no es lo mío pero podemos encargar algo por teléfono.

De nuevo, gruñí con más fuerza.

- ¿Bella, cielo te encuentras bien? –preguntó haciendo ademán de acercarse.

- Charlie –advirtió Edward antes de que si quiera se moviese-, creo que será mejor que la lleve a que Carlisle la vea, no tiene muy buen aspecto la verdad.

- Está bien si eso es –suspiró- lo mejor para ella. Llamadme en cuanto sepáis algo.

El tono de voz de mi padre me hizo ver la clase de monstruo que era, y lo que había estado a punto de hacer. Él estaba preocupado por mí mientras yo solo pensaba en beber toda la sangre de su cuerpo hasta dejarlo literalmente seco.

"Vamos Bella cálmate, es tu padre, no quieres hacerle daño"

Vaya, me parece que esta noche no he dormido muy bien. Estoy más cansado de lo normal.

Charlie bostezó dejándose caer con sus manos sobre la mesa.

- ¡Auch! –Se quejó incorporándose mientras soltaba algún que otro improperio- Había olvidado este maldito corte.

Y de nuevo sucedió. Ese olor regresó borrando todo pensamiento racional. Que fácil sería calmar la sed desgarrando su cuello hasta que saliera la última gota. "Cálmate Bella, ¡cálmate!"

Diablos sí que escuece, total por un maldito y diminuto anzuelo. Creo, creo que… iré a echarme un rato. Una siesta no me vendrá nada mal.

En ese instante, un golpe seco me sacó de mis cavilaciones. Edward disminuyó la fuerza de su abrazo y alcé la vista para encontrarme con su rostro lleno de confusión.

- ¿Edward qué…? –cuestioné volteándome hasta que lo vi.

Mi padre yacía en el suelo, completamente inconsciente. Mis ojos repasaron su figura hasta detenerse sobre su mano derecha, de cuyo dedo índice salía un leve hilo de sangre.

Llevé mi mano hacía mi cara, tapando mi nariz y mi boca y corrí. Corrí lo más rápido que pude. Esquivé árboles y rocas con agilidad mientras solo corría sin rumbo alguno.

¿Realmente había estado a punto de matar a mi propio padre? Y no contenta con eso pretendía alimentarme de él. Era un monstruo.

Sollocé deseando no tener tan buenos reflejos, quizás estamparme contra un árbol no sería tan mala idea en estos momentos. Jamás se me pasó por la cabeza que extrañaría mi torpeza. Pero no merecía esto, no merecía ni siquiera que la gente me mirara. Era un ser despreciable que había deseado matar despiadadamente a uno de sus seres más queridos.

Fui disminuyendo mi carrera, sin saber mi ubicación exacta, y descargué mi furia contra los árboles del lugar. Creé en pocos segundos una llanura de dimensiones considerables. Respiré con fuerza y el alivio recorrió mi cuerpo, el aroma de Charlie había desaparecido.

No obstante, el hambre seguía ahí.

Me apresuré en alcanzar varios ciervos antes de dejarme caer contra un tronco llorando sin lágrimas.

Siempre me había enfurecido el hecho de que Edward se definiera a sí mismo como un asesino, un depredador que no merecía estar en este mundo. Sonreí con ironía. Que fácil era comprenderle ahora.

Cerré los ojos y dejé mi mente en blanco, sin prestarle atención a nada, ni pensamientos, ni sonidos, ni aromas. Quería desconectar del mundo, olvidar lo que hace tan solo minutos antes había estado a punto de cometer. Tan absorta estuve que no me percate que la frondosa hierba se hundía a mi lado.

- ¿Cómo te encuentras? –su aterciopelada voz me devolvió de nuevo a la realidad.

- Ahora mucho mejor.

- Lo siento Bella, es culpa mía. No debí dejar que te hacer caras tan pronto.

- No, no. Tú no tienes la culpa de nada. Creí que podría controlarlo pero ya ves –sonreí derrochando de nuevo ironía-, casi me ceno a Charlie.

Nos sumimos en un silencio muy lejos de ser incómodo. Me contempló durante unos instantes hasta que pasó su brazo por mi hombro atrayéndome hacía su acogedor pecho.

- Gracias Edward –suspiré acurrucándome e inhalando su dulce y embriagador aroma.

Me dediqué a escuchar su lenta respiración mientras él acariciaba mi cabello con suavidad.

- ¿Cómo lo hiciste? –preguntó de repente.

- ¿Mmm? –atiné a decir sin intención de moverme.

¿Cómo hiciste que se quedara dormido?

Alcé la cabeza confusa.

- ¿Crees que yo lo hice?

- Tengo mis teorías.

- ¿Y qué dicen exactamente tus teorías? –interrogué acomodando mi cabeza en su hombro.

- No son tan originales como la criptonita o picaduras de araña –se burló.

- Oye –sonreí dándole un golpe-, en aquellos tiempos era mi mejor argumento.

- No lo dudo –rió.

- Entonces, ¿en qué piensas, genio de la investigación?

- Creo… -alzó la barbilla pensativo. ¿Por qué tenía la sensación de que todas sus conjeturas me llevarían a cierto chico rubio con cierto poder?- Creo que de alguna manera lo dormiste con tu poder.

- Pero yo no tengo ese poder. Es más yo no tengo ningún poder. Los robo.

- Visto así eres como una delincuente vampírica –se giró dejándome ver su sonrisa torcida antes de besar mi frente.

- Muy gracioso.

- Gracias. Creo que ese poder que utilizaste es tuyo en cierta forma. Es decir, un poder que ya habías utilizado antes y del que solamente has tenido que volver a hacer uso.

- Te refieres al poder de… ¿Adam? –pregunté cautelosa al decir su nombre.

- Sí.

- Pero, yo no… no estaba tocando a Adam, ¿cómo puedo haberlo utilizado? –Negué con la cabeza aún sobre su hombro- Es imposible. La única persona con quién tenía contacto eras tú, y no creo que tengas ese poder.

- Quizás, solo quizás, no tengas que estar tocando a la persona en concreto.

- ¿Quieres decir que puedo usar el poder cuando quiera? –esa idea me gustó, aunque fuera absorbiéndolos, sería capaz de tener poderes y usarlos a mi antojo, como los demás miembros de la familia.

- Quizás.

- ¿Puedo hacer la prueba? –Me arrastre por la hierba alejándome varios metros de él- Quiero ver si te puedo leer la mente desde aquí.

Mis ojos se cerraron mientras trataba de buscar su mente. Intenté ignorar de nuevo todo lo que me rodeaba, concentrándome en Edward, en sus pensamientos. Después de unos minutos seguía sin oír nada.

- ¿Estás pensando en algo?

- Sí –sonrió.

- ¿En qué piensas? –cuestioné algo frustrada.

- ¿Eso no deberías decírmelo tú? –rió.

- No es tan fácil como parece –gemí por mi intento fallido.

Mis esperanzas de poseer la habilidad de leer las mentes como Edward se había esfumado tan rápido como habían llegado. No era un misterio que mi cabeza nunca había funcionado bien. Y este era otro claro ejemplo de ello.

Estás preciosa cuando te enfadas.

- ¿Qué has dicho? –abrí los ojos confusa.

- Nada.

- No, te acabo de oír. –inquirí ansiosa.

- No he dicho nada Bella –sonrió.

Te quiero.

- ¡Lo has vuelto a hacer! –grité acercándome a él que seguía con su radiante sonrisa.

- Mi amor, te prometo que yo no he dicho nada.

- ¿Entonces…?

Entonces me estás leyendo el pensamiento ahora mismo –ensanchó su sonrisa-. Bienvenida a la mente de Edward Cullen.

- ¡Edward! –salté a abrazarle.

- Mis teorías nunca fallan. Aunque me hubiera gustado oír las tuyas antes de decirte nada, seguramente hubieran sido más divertidas.

Fruncí el ceño fingiendo molestia por lo que él se dedico a estrecharme en su regazo.

Te amo Bella.

- Yo también te amo Edward –susurré antes de unir nuestros labios en un profundo beso.


Hola!!

Sí, para navidad pedi: tiempo e inspiracion... Y esto es lo que ha salido de todo!

No prometo nada sobre actualizar muy pronto pero si os digo que no lo abandonare, y que ya estoy empezando el capitulo siguiente.

Emmett: Un poco de atención *ejem ejem*, sé que no es fácil esperar y mucho menos in que yo esté presente en estos momentos de la historia pero os aseguro que ahora viene lo mejor de lo mejorcito ¿a que sí ricitos?

Jasper: ¡Cierra el pico Emmett!

En fin, un beso a todas y feliz año!!

PD: Rewiews por favor!! Ponerme verde si es necesario pero dejarme vuestro comentario.

Es muy importante para mi saber que os parece la historia.

Evita ;)