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-¡Es su culpa! ¡Es su culpa y nada más que su culpa!-
Grito dentro de de si con coraje; pues aunque no quisiera admitirlo, ella también tenía la culpa.
Pero era muy orgullosa para darse cuenta: Era culpable por dejarse seducir por esos gestos felinos, por dejarse deslumbrar por aquel dúo de zafiros que resultaban ser sus ojos; y por sobretodo, sumirse en aquel dulce canto que resultaba ser su voz… ¡Todo era culpa de Ikuto Tsukiyomi!
Nadie podía ser tan atractivo, era inhumano.
Era su culpa por presentársele de la manera más apetecible en bandeja de plata; a tan corta edad cuando el corazón aun es voluble y moldeable.
"Esto no puede estar pasando" suspiro resignada, desviando su mirada.
Aquella elegante figura se acercaba; meneando la cadera como si llevara una cola. Más concentrado en el postre que llevaba.
"Chocolate" canturreo Tadase al ofrecerle su correspondiente, pero Amu siguió con la mirada perdida: observando como aquel ´detestable´ ser que se hacia llamar Ikuto Tsukiyomi se paseaba delante de ella saboreando su bola de chocolate.
Sus miradas se encontraron con un pequeño toque de insinuación.
La de Ikuto divertida y la de Amu derrotada.
-Sal conmigo- quería gritarle; con toda su pose de renegada sabiendo que era tan frágil como cualquier otra chica. Pero el peliazul se le adelante. Aparto al rubio de la pelirrosa y descaradamente pregunto tomándole del mentón "¿Quieres salir conmigo?"
