Disclaimer: El universo de Harry Potter pertenece a J. K. Rowling y a la Warner (Bros). La trama es mía, en cambio, no robes. No publiques en ningún sitio sin mi permiso expreso. No escribo con ánimo de lucro.
Notas: Esto va para Nott Mordred, la fruiti mayor. Muchísimas felicidades, y espero que te guste :3
ASFIXIADA POR LOS RECUERDOS
A veces Ginny no puede evitar acordarse de todo eso. De las largas conversaciones y el hecho de que, entre ellos, la edad no importara. De lo comprendida que pudo sentirse por unas simples hojas de papel antiguo y la de noches que se fue a dormir con las yemas de los dedos manchadas de tinta fresca, oliendo a papel y una felicidad sosegada.
Luego viene lo malo. La sangre aún caliente creando un entramado de líneas rojas en sus brazos, las pintadas en las paredes y las ausencias. Partes en blanco en su memoria. El olor a traición pegado a su piel, la confusión al levantarse junto a Myrtle en el suelo húmedo. La desesperación al darse cuenta al fin de que era ese diario, ese diario antiguo y encuadernado en piel, el culpable tanto de su felicidad como de su desgracia.
Y aún ahora, hay veces en las que Ginny, estando en la cama y entrelazando sus piernas con las de Harry después de hacerse el amor mutuamente, se acuerda de todo eso.
Aspira una bocanada larga, creyéndose asfixiada por los recuerdos, y nota el olor del ambiente: a hogar y a comida recién hecha. Si aguanta la respiración puede oír las respiraciones lejanas de sus hijos, casi ronquidos, en la habitación contigua y mezclándose con la de Harry. Desliza los dedos por la colcha y cierra los ojos apartando todo eso de su mente. Sonríe al pensar que al fin, ese chico de ojos verdes como un sapo en escabeche, duerme a su lado y escribe con ella el largo libro de la vida. Debería poder ser feliz con eso, dejar de otear hacia el pasado.
-¿Ocurre algo, Ginny? -susurra Harry con voz pastosa,
interrumpiendo el silencio y sus propios pensamientos.
-No,
tranquilo -responde ella con voz suave-, es que estaba pensando un
poco; no podía dormir.
-Oh -suspira Harry con la voz ahogada por
la almohada-. Entonces no te molesto más.
Y vuelve a dormirse al instante. La respiración se le acompasa y así Ginny vuelve a dejarse caer en la cama, mira hacia al techo y cuenta las vigas que parecen largos dedos acusadores, en la semipenumbra de la habitación.
Lo que no le ha contado nunca a nadie, ni siquiera ha llegado a confesárselo del todo a ella misma, es que hay veces en que no repudia todos esos recuerdos sino que se embebe en ellos. Se embebe en esos tiempos en los que ella no era tan sólo una niña, sino la confidente de un gran y poderoso mago y mantenían largas conversaciones, la pluma en la mano y la tinta en los dedos. Recuerda la realización que le provocaba el saber que había alguien ahí fuera -o allí dentro, contenido entre las páginas- que disfrutaba al hablar con ella, con esa estudiante de primer curso sin demasiada idea sobre la vida.
Hay veces en las que, a escondidas y tapándose los ojos con las manos, se atreve a pensar en como habría sido su vida si Tom hubiese sido real, de carne y huesos y con sangre en lugar de tinta corriendo por sus venas espectrales.
Hay veces en las que se atreve a pensar en Lord Voldemort como Tom Riddle, y no como el genocida culpable de la muerte de miles de personas, y se lamenta por el camino que en su día escogió.
(Y lo peor de todo es que nunca sabe demasiado bien por quién se lamenta; si por él, o por ella).
