Antena, la Grulla.

Hoy con Madame iríamos a visitar a uno de sus amigos. Según me dijo, sería una valiosa ayuda en el futuro. Por mi parte, entre más personas hayan en la casa, mucho mejor. Las dos que ya habían como que no eran de mucha ayuda.

La tía Malva solo se la pasaba cociendo, no se como no se quedaba ciega. Estaba a oscuras encerrada, todo el día y toda la noche cosiendo y cosiendo. Con la única luz de una vela con la que se guiaba.

Y pues, el esposo de Madame, el padre de Shirley, no era el alma de la fiesta que digamos. Rara vez pasaba en casa, más pasaba afuera. Pintaba y pintaba, también era bueno tallando. Prácticamente era bueno con lo que fuera.

Pero me sentía muy sola, sentía como si de un modo u otro, todos trataran de evitar a la Madame. Cuan equivocada estaba en ese entonces. Pero en ese tiempo, tan solo sentía que los animales eran mis amigos y amigos, de mi Madame.

Barolo y Mr. Berry eran muy divertidos al final, me encantaba charlar con ellos. Quien creyera que un perro y un ratoncito serían tan buena compañía. Aunque debo decir, que el pequeño ratoncito era fans de los arándanos azucarados.

En una ocasión no me pude acabar los míos y para no desilusionar a la Madame, se los di a Mr. Berry. En realidad se los había dado primero a Barolo, pero quien iba a saber que no le gustaban tanto. Luego le pase los arándanos al ratoncito, los olisqueo y luego de un momento, se los comió todos.

Fue tan curioso, su lengua se puso azul con tan pocos arándanos.

Aunque me gané un buen sermón de la Madame cuando vio, que Mr. Berry sacaba la lengua y esta estaba azul. Madame casi se muere del susto y fue a alertar a la tía Malva y a su esposo. Diría que fue hasta cómico… eso, hasta que Madame se dio cuenta de mi pequeña travesura inocente y me regaño muy duramente.

Yo que iba a saber que no se le debía dar de comer nada que le manchará de azul la lengua al ratoncito. Buena la hice.

Pero lo que sucedió el día que conocí a la Grulla Antena, fue aun más trágico que haberle puesto la lengua azul a Mr. Berry.

Eran cerca de las diez de la mañana, cuando habíamos acabado con los quehaceres.

—Alístate Tebe, hoy te presentaré a un buen amigo.

—¿Qué me debo alistar? Solo tengo un juego de ropa, la que llevo puesta.

—Es una expresión hadita. Pero vamos.

Madame se secó las manos y ambas salimos por la puerta principal.

—¿Qué tan lejos vive?

—Veamos.

La Madame comenzó a calcular.

—Diría que como a tres o cuatro…

—¿Kilómetros? No vive tan lejos.

—No, metros.

Yo intrigada miré en todas direcciones, pero solo veía animales. Ninguna casa cercana.

—Esta viendo mal, no vive en los alrededores.

—Ahora me va a venir a decir, que vive en el techo.

Ella sonrió, detestaba que me viera con esa pícara sonrisa. Solo significaba una cosa, que lamentaría haber hablado de más.

Y de hecho, lo hice.

—¿Vive en el techo?

—Por qué no lo compruebas.

—Odiaré hacer esto, pero iré a ver.

Y así lo hice.

—¡Esa cigüeña me quiso comer! Me confundió con un sapo.

Madame rió.

Madame me había hecho subir al techo, para que visitara un nido. Dentro, salía un largo pico, el cual, al acercarme, me quiso tragar entera.

—Dígale que regrese el próximo mes, Shirley no nacerá hasta dentro de varios días.

—Es una grulla —Madame rió—. No solo las cigüeñas comen pequeños sapos o ranas, Tebe.

—¿Segura no es Cigüeña?

—Muy segura.

—Pero se ve igual a una cigüeña

La cigüeña, grulla o como se llame, me quiso morder nuevo

—¿Puedo bajar ya? No me siento segura aquí arriba.

—Baja, ya te conoció.

Antes de bajar, le mostré la lengua a ese pájaro.

—Por fin a salvo.

Madame rió al verme besar la tierra.

—Vamos Tebe, no fue divertido. Donde se fue tu espíritu aventurero

—Yo creo que se quedo con ese pajarraco, estoy segura que se lo comió.

—La misma divertida Tebe —Madame rió nuevamente.

Me encantaba ver a Madame tan feliz, riendo y riendo, aun cuando yo fuera la fuente constante de sus risas.

—No se que haría sin ti.

—¿Aburrirte?

—Supongo.

—Madame, le puedo preguntar algo.

—Siempre que no lo arruines al final, Tebe.

Yo solo me sonroje apenada.

—Ni siquiera sabía que las Hadas se podían sonrojar.

—A decir verdad, yo tampoco.

—Pregúntame Tebe, que querías saber.

—¿No sé enoja?

—Creo que no. Pregunta.

—Por qué el Señor Edgar y la tía Malva son tan… —pensé mejor las cosas—. "Especiales".

Madame rió mucho.

—¿Se enojo? —mis antenas se cayeron por la preocupación.

—Claro que no. Pero recuerdas lo que te hablé del Poder Absoluto.

—Oh si. ¿Tiene algo que ver? —Madame asintió—. ¿Cuánto?

—Bastante.

—De verdad.

—Si, es verdad. Recuerda, el Infinito Poder no puede vivir cerca de los hombres. Es peligroso.

—¿Pero y Shirley?

Madame suspiró.

—Shirley tomará mi lugar en su momento.

—Oh —fue lo único atinado que logré decir.

—¿Y que te pareció Previsión?

Madame había cambiado de tema, aunque no me di cuenta hasta mucho después.

—Previsión, eso que es.

—La Grulla del tejado, la viste o no.

—¿Antena?

Madame me miró curiosa.

—¿Por qué le dices Antena?

—No la vio cuando se levantó, esas patas tan largas que tiene. Parecen dos antenas, en especial cuando las cruza. ¡Parece una veleta!

Madame estalló en risa.

—¿Qué dije?

—Nada, no es nada. Solo que pensaba, serás una buena niñera para mi Shirley.

—Gracias.

—Como son, Barolo, Mr. Berry y Antena. ¿Cierto?

—Aja.

—Que divertido sería en unos años.

—¿Divertido?

—Ya lo verás en unos años, Tebe.

A veces Madame decía cosas que me dejaban muy consternada.

—Hadita, quieres visitar a un sapito muy inteligente.

—No gracias.

—¿Por qué no?

—Mi basta experiencia a su lado, me ha enseñado dos cosas.

—¿Cuáles?

—Primero, jamás preguntar más de la cuenta. Es contraproducente.

—¿Por qué?

—Sencillo, siempre cambia de tema o me enreda aun más con la explicación.

—Lo sé, pero no es divertido.

—Claro, que una pobre hada que nunca salió de Rocío de Plata y no conoce el mundo, se le revuelva la cabeza. Es muy gracioso. Miré como me río.

—En serió eres muy graciosa Tebe. Por cierto, cual es la segunda cosa que aprendiste conmigo.

—Ah si. Aunque rara vez usas eso famosos poderes suyos. Jamás debo aceptar alguna orden que no use mi nombre completo en ella.

—¿Por qué?

—Si hago algo que me ha mandado, me terminará pasando alguna desgracia.

—¿Cómo ser devorada viva?

—Si, como ser devorada viva por una cigüeña.

El pájaro que estaba arriba lanzó un graznido al escucharme llamarla cigüeña.

—Esta bien, Garza. ¿Feliz?

El pajarraco nuevamente volvió a graznar. No entendía porque la Madame estaba muy divertida.

—Bueno, bueno. Discúlpame por no saber de pájaros. Como iba a saber yo que hay mucha diferencia entre grullas, cigüeñas y garzas. Para mi son iguales.

El pajarraco volvió a graznar.

—¡CÓMO!

Volé a enfrentar a ese pajarraco, que había dicho que todas las hadas parecían luciérnagas mal encendidas.

—A ver pajarraco. Repítelo en mi cara.

La grulla empezó a graznar igual que antes. Luego me miró furiosa.

—Tienes un punto, Antena.

Como podía discutir con un enorme pico que amenazaba peligrosamente, cerrarse sobre mi pequeña "hadosidad".

—Amigas.

Me tuve que tragar mi orgullo y le estiré mi mano al pajarraco ese. El también me estiró un dedo. Luego estrechamos las "manos".

—Entonces Antena, me ayudaras a proteger a Shirley.

La grulla aceptó sin siquiera pensarlo.

—Es bueno tener alguien más en quien confiar.

Discutido y arreglado todo, baje donde Madame. Ella esbozaba una mirada aun más pícara. No quería hacerlo, pero tuve que preguntar.

—¿Sí?

—Tienes nueva amiga, cierto.

—Si.

—Me alegro. ¿Quieres ir al acantilado?

—¿Acantilado?

—Si, es mi lugar favorito. Sientes como el mar choca contra las rocas. Es un lugar mágico.

—Bueno. Me gustaría ver algo diferente a la granja.

—Te fascinara, si te paras sobre las rocas. Sientes como si el mar te fuera a tragar.

—Eso se oye escalofriante.

—Vamos, es divertido.

—Esta bien, iré. Pero con una condición.

—¿Cuál?

—Algún día, puede decirme, porque no puedo llamarla por su nombre.

—Ten por seguro, que no me iré de aquí, sin antes responder a tu pregunta, querida Tebe.

"¿Se iría?"

Esas palabras me dejaron sumamente preocupada, tanto, que no pude disfrutar del bello espectáculo. El agua estallando violentamente sobre las rocas, los pequeños barcos navegando a lo lejos, como el sol se proyectaba sobre el mar. Incluso el ver a mi Madame corriendo descalza sobre el agua.

Nada de eso me importaba ya.

"El Infinito Poder solo puede ser uno" cuando la pequeña Shirley naciera, Madame se tendría que ir para ya no regresar. Las leyes eran muy estrictas en cuanto a eso.

El castigo a infringir esa ley, era ser convertido en un habitante del Bosque que Canta o… que la madre del nuevo Poder Infinito, muriera.

Como sea, mi Shirley, nunca vería a su madre.