¿Realmente... la quieres?
Jasper POV
Era la tarde de un jueves. Veintiséis cartas habían hecho que el tiempo pasara volando. Si de algo debía de extrañarme, era que últimamente me entusiasmaba escribiendo. Y me daba cuenta en el momento en que tenía que darle vuelta a la hoja para continuar mis relatos.
Había ideado un plan, y había informado a Alice de ello en los últimos dos días. Sin embargo no sabía si ella estaba de acuerdo, y el problema era que realmente quisiera hacerlo.
Era simple. Bueno, no tanto. Y de hecho lo ingenié gracias a Edward, que en su estadía en el internado se había ocupado de buscar escondites y explorar cada cuarto. ¿Cómo es que nunca lo descubrieron? En fin; la cosa era así; Llegaba paquetería exclusiva para Señor Adams proveniente de escuelas y otros internados, la cual era guardada en una bodega alejada de los cuartos y más a la izquierda que la recepción. Dicha bodega tenía una puerta a la calle que sólo se abría los martes durante las cinco de la tarde, cuando iban a dejarla.
Calculando la cantidad de ficheros y estantes, Alice contaría con el tiempo suficiente para irse.
Edward solía bromear cuando le preguntaba acerca de ese tal cuarto
―Sí, está repleto de muebles inútiles que sólo acumulan cucarachas,-decía mientras sonreía maliciosamente- Detective Jasper
Era entonces que lo golpeaba fuerte en el hombro.
Si bien estaba acostumbrado a estar solo antes de Alice, ahora el silencio era un asesino para mi cabeza. Edward me visitaba frecuentemente, e incluso me había presentado a algunos de sus primos. Una con nombre de Rosal o algo así –que sinceramente era una mujer de carácter duro- y un tal Emén que era bastante divertido, y me hace preguntarme cómo es que pudieron terminar juntos. También me presentó a su novia, Bella, probablemente el único nombre que puedo recordar correctamente. Ella es una chica bastante simple para alguien tan… tan… Edward.
Sabía bien que el tiempo pasaría rápido, y los nervios que me carcomían las sienes se multiplicarían el martes al amanecer. Edward decía que debía relajarme
―..O todo va a salir mal. Si te ganan las ansias probablemente se quede atrapada en el cuarto.- bromeaba intentando parecer indiferente.
Yo le dedicaba una mirada asesina y él contestaba:
―ó podría salir mejor- decía alzando las cejas- Podrían quedarse los dos encerrados.
Y yo no le decía nada, porque cuando sus bromas se hacían más íntimas yo me estremecía sin poder controlarlo y el se reía a carcajadas de mí.
Estúpido Edward y su manera de estar tranquilo en cualquier situación.
El viernes tuve una faceta de relajación en su máxima potencia. Cuando Edward entró por la puerta con la camisa desabrochada hasta la mitad, sonriendo y sosteniendo dos boletos en la mano supe que algo andaba mal.
―Vamos Jasper, tengo una semana libre y quiero aprovecharla.
―Ve con Bella.
―Viajó para visitar a su madre- contestó rodando los ojos. Edward era ya un hombre y bastante maduro. Parecía que algo se le había metido en la cabeza porque últimamente estaba muy vivaz- Vamos, Jasper.
―Ya te dije que no, Edward.
―Vale, está bien que estés deprimido y todo- fruncí el ceño― Pero me debes una.
―¿Se puede saber por qué quieres ir?
Se encogió de hombros y balbuceó. Era mi momento para curiosear.
―Nada más.
―Que mentiroso- repliqué sonriendo.- Dime, y vamos.
―Bueno. Ni tenía tantas ganas de ir.
―Edward.
Suspiró
―Bien sabes que de la música clásica no paso- comenzó.
―Sí, vejete.
―Quiero probar otras cosas.
―Mentira. Para "probar" no conduces para autodestruirte entre un montón de niñas emocionadas ante una taquilla.
―Perdí una apuesta.
―¿Qué clase de apuesta?
Torció una mueca
―Emmett me dijo que era muy aburrido… Bueno, más bien dijo "Eres un aburrido de mierda, Edward. Con razón Bella aprovecha para irse con su madre. Apuesto a que ni siquiera has estado en un concierto"
―Eso no es una apuesta.
Edward sonrió y alzó los hombros. Y ocupó mi fin de semana para manejar a Port Angeles y pasar una noche sin dormir para saltar y tararear canciones que no conocía. Y también para sufrir acosos porque a alguien se le ocurrió gritar que yo era un miembro de la banda y corrí como nunca lo había hecho en mi vida. ¿Quién en su sano juicio podría creer que yo tenía una banda que se llamara 100 Monkeys?
Domingo en la tarde. Muchas horas aburridas. Muchos programas de televisión. Ojos hinchados y latas vacías. Estómago lleno y un sofá con mi cuerpo enterrado. Creo que quedará hundido para siempre.
El lunes creí que iba a morir. El dolor de cabeza estuvo en mi cuerpo por más de tres horas, y tení los músculos engarrotados y entumidos por no haber hecho nada el día anterior.
Sinceramente, pensé que no sobreviviría. La ansiedad me llenaba hasta los huesos y no podía hacer otra cosa mas que repasar el plan mil y un veces hasta que el temblor en mis manos casi me hacen romper todo lo que tocaba.
Nunca en mi vida había estado tan conmocionado.
Ni siquiera cuando me dijeron que iba a compartir habitación con una mujer.
Ni siquiera cuando me di cuenta que realmente amaba a Alice.
¿Estaría ella pensando en mí en estos momentos, tal como yo pienso en ella?
¿Se habrá aburrido de mí?
¿James le seguirá coqueteando?
Estúpido mono. Me había olvidado de él.
De repente recordar me hizo falta.
Me sentí terriblemente sensible cuando recordé el perfume de su cabello oscuro. Y cuando recordé cómo podía envolverla en mis brazos tan fácilmente mientras ella reía y decía "No Jasper, suéltame. ¡Tengo tarea que hacer! ¡Jasper! Oh bueno pues, la puedo hacer más tarde"
Rayos, que ella llegó para cambiar todo.
¿Por qué no podía recordarla sin evitar llorar?
¿Cómo había logrado eso?
Caminé hasta una ventana y dejé que el aire me diera de lleno en el rostro.
Diablos Alice, cómo te extrañaba.
Cerré los ojos y pensé que quizás, ella me añoraba tanto como yo.
*
Alice POV
Cualquier persona normal podría decir que a las tres de la mañana de un martes se encontraba durmiendo. Entonces eso me hacía una completa extraña.
La última carta que recibí de Jasper me decía que debía seguir instrucciones, bastante sencillas. Y me había tomado un par de horas encontrar aquel cuarto que resultó ser el doble de grande que nuestra habitación.
Que echándole un vistazo, gracias a la mujer que se dedicaba a la limpieza y que era bastante distraída, supe que no era una puerta la que daba a la calle. Eran cuatro. Es decir que tenia una posibilidad entre cuatro de abrir la puerta correcta. Y por todos los cielos, ¿Acaso se esforzaron en hacerlas exactamente iguales? Porque si había sido así, lo habían logrado.
Lo peor era que sucedía lo mismo con los ficheros. Se amontonaban verticalmente y parecían paredes, por lo que para llegar a una puerta debías de, literalmente, atravesar un pasillo. ¿Algún otro detalle?
Contaba aproximadamente con 5 minutos para salir y si me equivocaba debía de escabullirme nuevamente.
Viendo eso podía afirmar que, efectivamente, es posible perderse en una habitación. ¿Cuarto de correo? Ajá. Ese lugar era más bien un laberinto.
No hubiera estado tan nerviosa si se hubiera tratado de un cubículo de 5 metros de lado. Y sí, intenté entrar para averiguar cual era la salida indicada, pero entonces la mujer distraída me había dicho: ¿Te perdiste, cariño? Y como su enorme verruga en la nariz me bloqueó el pensamiento, sólo pude asentir de manera continúa. Si Jasper me hubiera visto, probablemente se burlaría de mí por el resto de nuestras vidas.
Sí, dije "Nuestras vidas". Porque así iba a ser. Si bien las ganas de salir huyendo de este lugar me mantenían despierta, ese algo que mantenía la calma en mi pecho eran las palabras de Jasper
"Yo estaré ahí, Princesa. Esperándote."
Suspiré y mis ojos se cristalizaron sin que yo pudiera evitarlo. ¿Por qué tenía que estar tan lejos?
Era cruel soñar con él a diario y despertar viendo su cama vacía. Hacía bastante tiempo que el olor de su almohada había desaparecido.
Hacía bastante tiempo que estaba sola entre cuatro paredes, amándolo a distancia.
Apreté mis parpados y deseé con todas mis fuerzas, por favor, que todo saliera bien.
*
Una hora.
Había desayunado tan rápido que las náuseas hacían bailar mi estómago.
Y no podía pensar en nadie. Es decir, en nada. Estaba entrando en pánico. ¿Qué pasaría si algo salía mal? Si él esperaba y yo no llegaba nunca, pensaría claramente que yo no querría nada con él. Entonces el cumpliría la promesa que me había escrito
"…Si olvidaste todo, y crees que yo sólo fui un escalón en tu vida lo entenderé, Alice, en serio que lo entenderé. Y te prometo que no sabrás más de mí, y que no te molestaré con ninguna otra carta. Entonces me iré lejos, para poder ignorar lo que siento por ti y pensar que desapareciste y no que me dejaste de querer. Y quizás un día nos encontremos y pueda verte como sólo una amiga. Una amiga a la que amaré el resto de mi vida."
Sacudí la cabeza y los nervios regresaron.
Si fallaba no volvería a verlo.
Y el se iría de mí. Para siempre.
Me senté sobre la cama y cubrí mi cara con mis manos para intentar calmarme… en vano. Pensar en él siempre me afectaba. Porque lo extrañaba, y porque quererlo tanto era peor que una obsesión.
*
Treinta minutos.
Salí de la habitación con prisa. Más valía asegurarme que nada interrumpiría mis planes.
Bajé hasta los patios y un Sol brillante sorprendió a mis ojos. ¿Sol… en Forks? Fruncí el cejo. Eso debía ser buena señal. Sentí todos sus rayos golpear contra mi piel. Miré mis manos y dejé que el calor se expandiera por mi cuerpo.
Me di cuenta de lo que había estado haciendo. Había estado tan ocupada compadeciéndome de mí misma que había olvidado que la vida estaba pasando y yo dejaba que se fuera de largo.
Y sonreí. Y las nubes también lo hicieron.
Era el día perfecto para verlo otra vez. Después de tanto tiempo, podía decir que realmente me sentía bien. Y por razones difíciles de explicar la confianza se apoderó de mi mente.
Y de repente todo saldría bien. De repente me sentía libre al respirar, y de repente me había librado de cien cadenas.
Corrí y pude ver en la recepción al Señor Adams firmando papeles a unos chicos que tenían uniforme de paquetería.
Estaba llegando el momento. Me asomé intentando pasar desapercibida para mirar el reloj. Faltaban cinco minutos. Aceleré el paso y seguí con mi ruta.
Me escondí detrás de un pilar y observé de reojo cómo las llaves entraban lentamente, burlándose de mí, en la manija y la hacían girar.
Un crac y la puerta estaba abierta. La recepcionista, que era quién la había abierto, se retiró con las llaves casi de inmediato. Era mi momento.
Caminé de prisa intentando no hacer ruido alguno y entonces.
La mujer tiró las llaves.
Me paré en seco. Estaba aproximadamente a un metro de la puerta, quieta como estatua y ella parecía alentarse a propósito.
Recogió las llaves ruidosamente y lo aproveché para colarme. Me planté en medio de la habitación y la observé en toda su extensión.
Demonios.
No la recordaba tan grande.
Me mordí los labios e intenté acordarme de alguna señal o pista que me indicara qué camino debía seguir. Estaba concentrada decidiendo cuando escuché pasos y algo parecido a una carretilla acercándose.
Me la jugué; elegí pasar entre unos estantes del lado derecho. Parecía biblioteca, en serio, ficheros, estantes, columnas, repisas, vitrinas. Y todo estaba catalogado, archivado, con nombres y fechas.
Y como si no fuera suficiente, casi no había luz.
Volví a morderme los labios y recé para que saliera todo bien.
Oí como el muchacho que traía los paquetes le intentaba hacer una plática sosa al Señor Adams, quién se encontraba más lejos, puesto que su voz casi no se oía y el joven casi tenía que gritar.
Entonces escuché una puerta abrirse. Y no sabía cuál había sido. Me golpeé la frente, me había equivocado.
Que se vayan, por favor. Pensé, y si no hubiera sido porque tenía que quedarme callada ya estaría llorando.
Había fallado.
El muchacho salió por la puerta que daba a la calle, lo sé porque sacó unas cajas de unos estantes bastante viejos y dijo "Esto me lo llevo".
Quería salir de allí.
No había pensado en eso. Creía que todo saldría bien y yo sería libre mientras corría tomada de la mano con Jasper intentando huir.
Pero estaba aquí, y pronto estaría encerrada. Empecé a respirar con dificultad. Me iba a quedar aquí. Sola. Y no volvería a ver a Jasper.
Unas gotas de sudor se deslizaron por mi cuello, y de verdad que evité llorar. Pero ahí estaba, técnicamente atrapada entre muebles con olor a polvo, cubriendo mi boca con una mano y con la otra intentando parar las lágrimas. Si intentaba salir en este momento el Señor Adams me vería, y tendría que darle explicaciones. Dudé por unos segundos.
Ya estaba todo hecho. ¿No? Me había equivocado. No lo volvería a ver, y mentirle al dueño del internado sería mucho más fácil que quedarme aquí durante una semana hasta que pudiera salir desapercibida.
Apenas avancé unos pasos cuando sucedió algo que no esperaba:
―Acompáñame muchacho, llegó más.- dijo, y el joven llegó hasta el con pasos torpes.
Abrí mucho los ojos.
Se habían ido, y la puerta seguía abierta. Sollocé de felicidad sin darme cuenta, y me abrí paso lo más rápido que pude entre las estanterías, chocando más de una vez, y casi podía jurar que el golpe que me di en el pie iba a sangrar.
La felicidad se fue tan rápido como llegó. Había perdido la visión del lugar. Y no tenía idea si me encontraba en el centro, a la izquierda, cerca o lejos. Sólo pensé: Ayuda.
Y llegó
―Alice…-escuché un susurro y mi corazón se detuvo de inmediato. ―¿Estás ahí?
Dios.
¡Era él!
Intenté correr hacia su voz, pero la sentía cada vez mas lejos
―¡Alice! ¿Estás ahí?- preguntó más fuerte, y esta vez su voz tenía un toque de desesperación.
―¡Si, si sí!- grité sin poder contener mi emoción. Escuché su risa de alivio y fue que volví comprender por qué era tan fácil amarlo tanto.
―Espera, ¿Dónde estás?- volvió a preguntar.
―Eh..-me detuve- No lo sé, Jasper.
―Quédate donde estás- dijo.
Yo asentí
―…Pero sigue hablando- contestó con una risita.
―Oh-exclamé. Y me sentía tonta, había olvidado la manera en la que me hacía flaquear- Perdóname por equivocarme. Ya habríamos salido de aquí
―No es tu culpa- pronunció, y sus palabras sonaron más cerca que antes― No sabía que había tantas puertas. Y según Edward este cuarto era una cosita de nada.
―Tampoco es su culpa- dije sintiéndome culpable.
―Lo sé- dijo.
Y se me derritió el corazón cuando sentí sus manos sobre mi cintura, y su susurro en mi oído.
Me giré para verlo a los ojos.
Era sencillamente increíble que aún después de días sin verlo, pudiera tener el mismo efecto.
Me abrazó fuerte y dejé que me apresara en sus brazos. Era suya, y lo sería por siempre.
―Debemos darnos prisa.
Yo asentí y no sé cómo ni que tan rápido pero de pronto sus labios estaban sobre los míos. Y su sabor se proyectaba en mi boca, y sus caricias hacían que me temblaran las piernas. Cuando me separé de su boca me prometí que nunca más debía de pasar tiempo sin el.
Besarlo era como respirar otra vez.
Como si no existiera nada más.
Tomó mi mano y me encaminó por donde había entrado. Y me daba besos cortos y, de verdad, no me importaba nada más. Sabía que bajo su cuidado todo estaría bien. Podría estarme llevando al fin del mundo, pero, ¿y qué?. Si él estaba ahí, todo estaba bien.
Miré hacia el frente, y la luz del exterior entraba descaradamente a ese sitio tan oscuro.
Lo miré de nuevo y le sonreí. Estaba sucediendo: me estaba yendo , y no sólo eso, estaba huyendo con él. Cada vez que daba un paso su cabello se meneaba y quería creer que el brillo en sus ojos no eran alucinación mía.
Sólo unos pasos…
Todo pasó en cámara lenta, mi vista se fijó en la suya, el apretó mi mano y mi corazón estaba a mil por hora. Sólo unos pasos…
…y la puerta se cerró en nuestras narices.
Paramos y la expresión en nuestros rostros era para matarse de risa
―Nunca pensé que llegarías a esto Jasper- dijo el señor Adams, que había salido de un costado sólo para interrumpirnos los pasos.
Jasper tragó saliva.
―Y Alice, siempre te creí una jovencita bien educada- me miró profundamente y me hizo sentir como una criminal.
―Se lo advertí, Señor.- interrumpió Jasper- Se lo dije, le dije que la quería, y que haría cualquier cosa para tenerla conmigo.
Me sonrojé ¿Realmente le había dicho eso?
―Podías haber esperado.
―No, no podía esperar.- le contestó seguro. Pero creo que se arrepintió puesto que su postura rígida había vacilado. Quizá esta vez no ganaríamos.
El dueño lo miró durante unos segundos a los ojos , y luego posó su mirada sobre mí. Suspiró cerrando los ojos.
―¿Esto es lo que quieres?- le preguntó
―¿Perdón?
―Jasper, te estoy preguntando si realmente… ¿Realmente la quieres?
Jasper hizo una expresión ofendida de como si le hubieran gritado una docena de groserías.
―Por supuesto que sí.
Lo miré y abrí la boca. Quería decirle algo pero estaba en blanco. Y su voz me llevaba al paraíso. Lo mejor era que su mano seguía adherida a la mía y, eso era suficiente motivo para explicar por qué no tenía los pies sobre la Tierra. Vaya que me hacía volar.
―¿Y tú, Alice?
Giré el rostro nuevamente hacia el Señor Adams descuidadamente
―Sí- contesté firme.
Y lo que siguió fue un silencio desgarrador.
Y miraba cada segundo a Jasper, y quería que me dijera que todo iba a salir bien. Quería abrazarlo y llorarle, quería decirle las mil cosas que no había podido en este tiempo y quería quedarme con él por siempre.
Pero en ese instante lo único que necesitaba era que me protegiera, y me lo hacía saber cada vez que apretaba mi mano, o cuando me acariciaba el dorso con su pulgar sin dejar de parecer seguro de lo que hacía. Aunque estábamos perdidos.
―Te puedo demandar, Jasper. Y no ganarías.- advirtió casi en un susurro. Más como observación que como amenaza.
―No voy a rogarle cosas que no…
―Pero no lo haré.- continuó, ignorándolo- Sé que los dos tienen una vida por delante.
Me paralicé. ¿Qué nos estaba queriendo decir? Jasper sonrió.
¿De verdad… de verdad nos dejaría ir?
―Regresa a tu cuarto, Alice. Y a ti- dijo señalando a Jasper- te veo en la recepción.
Ël asintió y yo solté su mano lentamente. No quería perderlo.
―No te preocupes princesa. Todo va a salir bien- me susurró. Y le creí, y le seguí creyendo mientras caminaba de vuelta a la recámara.
Lo último que escuché de ellos dos fue:
―…firmar unos cuantos papeles y nunca más tendrás que verme la cara.
Y supe que de verdad, todo iba a salir bien.
