Comenzamos otra historia, una muy interesante, muy bien escrita y… ¡ larguísima !

La pareja central es Harry/Draco, como no podía ser de otra manera, lo que significa que hay relaciones homosexuales. Si no es de su agrado, pues, no se molesten en leer. Universo alternativo, basado en el universo y personajes creados por J.K.Rowling; a ella le pertenece todo...¿ verdad ?

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CHILD OF FOUR, historia original de Sarini

Capítulo 1

Introducción

Esa fue una noche que nadie, mágico o muggle, podrá olvidar. La tormenta que se había desatado antes de la puesta de sol, fue creciendo en una furia de viento, lluvia, granizo, rayos y truenos. Mucho antes de que alcance su punto más alto, cada padre de la isla de Gran Bretaña se había enfrentado con la dificultad de decepcionar a sus hijos. No iba a ser noche de golosinas esa noche de brujas. Los recipientes de dulces permanecerían llenos, junto a las puertas firmemente cerradas, y los disfraces quedarían sin usar. Las persianas selladas, para no dejar a pasar los embravecidos elementos.

La familia Potter no iba a utilizar dulces ni disfraces esa noche, nunca tuvieron la intención de dejar la casa, ni esperaban llamados en la puerta, pero decidieron pasar la noche de brujas del modo más tradicional posible. La Mansión Potter era, literalmente, imposible de encontrar, invisible para ojos mágicos y muggles.

Sólo un hombre era capaz de encontrar la casa o guiar a otros hasta ella, y estaba a salvo, encerrado en la comodidad de una pequeña cabaña, seguramente dormido frente al fuego, con su colección de tarjetas de ranas de chocolate desparramada sobre la mesa; como lo encontraron sus amigos en más de una ocasión.

-¿ Quién es mi león que da miedo ?- James Potter acarició la cara pintada de su hijo, con la nariz.

Harry rió, arrugando su temporal nariz con bigotes, y trató de rugir. Por alguna razón que sus padres no podían descubrir, Harry pensaba que todos los animales hacían el mismo sonido. – 'Rrrr'

Lily insistió en pintarle la cara de Harry al estilo muggle esta noche, aunque cedió en un encantamiento para ponerle unos bigotes de león. Harry era un verdadero león de Gryffindor, disfrazado con un pijamas de piel dorada, de una pieza, con pies y una capucha que tenía dos orejas redondas. Una cola corta de león, colgaba detrás, y el tramo final ya estaba totalmente masticado.

Habían tratado de explicarle la noche de brujas a Harry, pero sólo lograron hacerle entender que habría dulces y que debía disfrazarse. Aunque sólo tenía catorce meses, la imaginación de Harry era muy activa. Amaba mirar los libros viejos de criaturas mágicas e imitar los sonidos que hacían las figuras, aunque él sólo hacía uno.

James levantó a Harry, apoyó su espalda sobre la alfombra oriental y lo depositó sobre su abdomen. El niño siguió haciendo sus sonidos de rugido, tremendamente lindos en su voz de bebé, hasta que James comenzó a hacerle cosquillas. Ambos rieron mientras Harry se retorcía sobre el pecho de su padre.

- Creo que es hora de que este león hiberne-. Lily sonrió desde la puerta.

James dejó de hacerle cosquillas y se levantó. Harry, automáticamente envolvió el cuello de James con sus brazos y exhaló un pequeño bostezo.

– Creo que mamá tiene razón, Harry.

Un rápido hechizo limpiador borró la pintura y un Finite se hizo cargo de los bigotes. Harry arrugó la cara y con una mano tocó su nariz, de donde ya no salían los bigotes.

-¿ No ?- Los ojos verdes de Harry, tan parecidos a los de Lily se abrieron grandes y decepcionados. James detestaba ver esa mirada en ambos pares de ojos.

- Tal vez mañana, Osito Harry- La sonrisa de Lily se hizo más amplia, acarició la nariz de Harry con la suya y le besó la frente, en el lugar de siempre.

Ella sintió el cambio en el aire al mismo tiempo que James, porque la sonrisa se le congeló y desapareció. James comprendió horrorizado, y en un instante, le pasó su hijo a su esposa y sacó la varita.

- Lily, toma a Harry y vete, es él. Vete. Corre. Yo lo voy a retrasar...

James vio que la piel de Lily empalidecía como nunca. Ella asintió y tomó a Harry, apretó sus labios contra la boca de James en un beso desesperado, un posible adiós. Hubo una explosión y un astillarse de maderas al ser forzada la puerta del frente.

Lily salió disparada de la habitación, subiendo las escaleras hacia el punto de aparición en la habitación de Harry, mientras James se volvía hacia la entrada del salón.

- James Potter- Dijo la voz baja y siseante del hombre que entró a la habitación.

A primera vista no perecía más impresionante que cualquier otro mago, pero entonces, la capucha de su capa cayó hacia atrás. Sus ojos eran color rojo sangre, su nariz eran apenas hendiduras, como las de las serpientes, y no tenía labios. Irradiaba poder, oscuro y retorcido. Había sido bien parecido alguna vez, era fácil verlo, pero ahora ya ni parecía humano.

Afuera, los relámpagos iluminaban la noche, y caía un rayo tras otro, en rápida sucesión. James sospechaba qué era lo que los causaba, pero no dejó que eso lo distrajera. Desde los seis meses de Harry, la vieja mansión se veía afectada por un inusual número de rayos, siempre cuando el niño estaba alterado. James agradecía cada día a su tatara-tatarabuelo, que presa de un raro temor al fuego, por ser un mago, hizo instalar varios pararrayos. El hombre había sido vidente, y James se preguntaba si eso no había sido una artimaña.

-¡ No vas a tenerlo Voldemort !- Dijo James, con firmeza, asombrándose por la calma de su propia voz. Desde que conocieron la profecía, Lily y él se habían preparado para este momento, aunque sin decirlo el uno al otro. James estaba preparado para morir protegiendo a su familia, y lo haría con orgullo.

- Entonces, sabes por qué estoy aquí-. Los labios finos de Voldemort se torcieron en la parodia grotesca de una sonrisa.

James trataba de oír el 'crack', la señal de escape de su esposa e hijo, pero eso no sucedía. Lanzó maldición tras maldición al Señor de las Tinieblas, y él las desvió a todas con facilidad. James era un Auror, descendiente de brujas y magos poderosos; probablemente estaba enfrentando a una de las pocas personas que podían enfrentarlo de ese modo.

- No van a escapar, Potter- Siseó, provocándolo, con sus ojos rojos enardecidos. – Ni siquiera van a dejar esta casa-. James tragó saliva, sabiendo que sus ojos dejaban ver su miedo, no por él mismo, sino por Harry y Lily. – Estuve considerando si matarte a ti y a la sangre sucia de tu mujer, pero creo que esto será mucho peor...para ustedes.

James abrió grande los ojos, preguntándose qué era lo que planeaba Voldemort. Levantó la barrera más poderosa que pudo, pero la maldición, algo que él jamás había oído antes, la rasgó como una pelota a través de un pergamino, y lo golpeó en el corazón.

El dolor era desgarrador, James sintió que su cuerpo caía al suelo; sus miembros no estaban rígidos como con un hechizo paralizante, pero aún así no podía moverse. No podía mover los ojos ni hacer ruido; sólo podía mirar fijamente, oyendo como el latido de su corazón hacía un eco rápido en sus oídos.

- Para toda apariencia y conocimiento, mágico o muggle, ahora estás muerto, James Potter-. Oía la voz de Voldemort, pero no podía verlo, hasta que su cuerpo fue levantado y llevado, flotando, escaleras arriba. –Serás un muerto vivo, condenado a una eternidad de oscuridad en tu propio cuerpo.

Cuando entraron a la habitación de Harry, Lily tenía los ojos llenos de lágrimas, James hubiese querido consolarla, hacerle saber que él aún estaba vivo; pero no podía hacer nada. Ella levantó la varita firmemente, interponiendo su cuerpo entre el mago tenebroso y su hijo, que lloraba en su cuna.

Harry gritaba y un rayo golpeó la mansión una vez, luego dos veces más; absorbidos por los pararrayos y dirigidos por los cables de cobre hacia la tierra.

- Nunca ganarás, Voldemort-. Los ojos de Lily brillaron peligrosamente, una mirada que James había aprendido a temer, pero esta era exponencialmente peor a cualquier mirada de reproche que James haya visto dirigida a él, nunca.

Ella movió la varita y una maldición de cuestionable moral salió disparada, pero el Señor de las Tinieblas simplemente levantó la mano y la hizo estrellarse contra la pared, donde dejó la marca de una explosión. Sus ojos se entrecerraron, y mostraron un toque de incertidumbre. Parecía una leona protegiendo a su cachorro, pero sabiendo que no era lo suficientemente fuerte.

- Hazte a un lado sangre sucia- Siseó Voldemort. – A menos que quieras morir como tu esposo y tu hijo.

- ¡ A Harry no !. ¡ A Harry no !. Por favor, haré lo que sea- Un dejo de histeria apareció en su voz.

- Hazte a un lado. ¡ Hazte a un lado, niña !- Ordenó la voz siseante.

- ¡ No !. ¡ Tómame a mi en su lugar !- Suplicó Lily.

La risa de Voldemort era, con seguridad, la cosa más perturbadora que James jamás había oído, y eso incluía el tiempo cuando Sirius se había olvidado de poner el encantamiento silenciador alrededor de su cama, una noche en el colegio. Una risa en tono alto, que se oyó por encima de los gritos del pequeño Harry...por los que James no podía hacer nada.

Luego, un rayo cayó, peligrosamente cerca de la ventana, desafiando las leyes naturales y evitando la media docena de pararrayos del techo de la mansión. La extraña maldición fue lanzada otra vez y un rayo de luz golpeó el pecho de Lily. Su cuerpo cayó al suelo, boca abajo, y Harry, dejó de gritar, instantáneamente, tal vez por el asombro.

Voldemort se adelantó hacia la cuna y le dirigió una mirada al niño.

– Así que, pequeño, tú tienes el poder para destruirme...no por mucho tiempo.

Harry no hacía ni un ruido, sus lágrimas dejaron de caer . James se asombró de ver cómo su hijo miraba a Voldemort, sin miedo. Había sólo curiosidad en esos ojos verdes, mientras Harry se levantaba, apoyado en las barras blancas de la cuna.

El bebé hizo, entonces, algo impensable. Le hizo un resoplido a Voldemort. Dentro de su aparente cuerpo sin vida, James rió a carcajadas. Su hijo era un Merodeador, definitivamente. No importaba que él estuviese atrapado dentro de su cuerpo aparentemente muerto, por toda la eternidad. No importaba que en el próximo segundo, Voldemort asesinara al último Potter.

El Señor de las Tinieblas, dueño de un nombre temido por todo el mundo, tenía saliva de bebé sobre su cara, cortesía de Harold James Potter. Ni siquiera la primera palabra de Harry: 'quidditch', por lo menos eso creyeron James y Sirius, lo puso más orgulloso a James. Por supuesto, Lily no sabía si ponerse orgullosa o enojarse con James, en ese momento; a ella siempre le molestaba que él tuviese el quidditch grabado en el cerebro.

Avada kedavra !

El estómago de James se contrajo cuando esas palabras fueron pronunciadas y vio que la luz verde, espeluznante e idéntica a la que los golpeó a él y a Lily, salía de la varita hacia la frente de Harry.

El tiempo se enlenteció, y James podía jurar que vio cómo los ojos de Harry se entrecerraban, concentrándose antes de que la ventana detrás de la cuna se hiciera trizas, desparramando añicos por toda la habitación. Un rayo golpeó la cuna una fracción de segundo más tarde, antes de que la maldición golpeara a Harry. El niño cayó por la fuerza de la maldición, pero sus manos regordetas se mantuvieron sujetas a la cuna, y James vio algo imposible e impensable, por segunda vez, esa noche.

La maldición asesina rebotó. Dio en la frente de Harry, pero rebotó y golpeó a Voldemort. La habitación completa brilló con la luz verde y hubo una explosión. James se sintió arrojado hacia atrás y por las escaleras. Su cabeza golpeó contra algo, el piso, la pared, tal vez nunca sepa contra qué. Vio unos puntos delante de sus ojos, pero, antes de desmayarse escuchó un sonido que fue tortura y alivio al mismo tiempo: Harry lloraba, otra vez. Harry estaba vivo.

James recobró la conciencia, pero lo rodeaba la oscuridad, una oscuridad profunda, como nunca había experimentado. Escuchaba voces apagadas. Se concentró lo más que pudo, atravesando el dolor lacerante que sentía en su cabeza.

James y Lily Potter están juntos en la muerte, así como lo estuvieron en la vida...

Estaba oyendo su propio funeral. A Padfoot le encantaría si supiera, y con seguridad, esperaría a que todo termine para cavar y rescatarlos. La 'oveja blanca de la familia Black', como lo llamaban los Merodeadores, con frecuencia había sugerido que fingieran sus muertes para asistir a sus propios funerales.

Su idea favorita era que se aparecerían en sus formas secretas como animagos, a plena vista de los dolientes, y luego, se transformarían justo cuando comenzaran a lanzar la tierra sobre los ataúdes, asustando y burlándose de todos, como una última travesura.

El sonido de la tierra arrojada contra su propio ataúd, sacó a James de sus recuerdos. Piedritas rebotaban y caían a los lados, y James comenzó a entrar en pánico. Estaba siendo enterrado vivo. Trató de gritar, de moverse, de golpear la tapa con los puños, pero ninguna parte de su cuerpo le obedeció.

Extrañamente, cuando se dio cuenta de que no iba a sofocarse, porque no respiraba, comenzó a calmarse.

No supo cuánto tiempo pasó; después de que palada tras palada de tierra lo hundieron seis pies bajo la superficie, y sobrevino el silencio, James quedó sólo con su mente para entretenerse. Había escuchado en alguna parte que el encierro solitario, sin señas que mostraran el paso del tiempo, era un camino seguro hacia la locura. Se decía que aún sin los dementores, los prisioneros de Azkaban, sin ventanas ni contacto humano, con seguridad terminaban locos.

Esperaba que Peter lo disfrutara.

No tenía dudas de que Peter los había traicionado. Nunca había imaginado que Voldemort o los Mortífagos pudieran pensar que Peter era el guardián del secreto. Ambos, Sirius y Remus seguramente desaparecieron antes de que Peter fuese contactado, y él se los había dicho, dándoles amplios informes; eso sólo podía significar que Peter los había traicionado voluntariamente. Peter Petigrew era un Mortífago. Era evidente, por la forma que tomaba como animago. James se preguntaba por qué nunca antes había pensado en lo que eso implicaba. Sólo habían aprovechado lo pequeño de su tamaño, pero nunca lo habían relacionado con las obvias indicaciones hacia la personalidad de Peter.

James aún conservaba su cordura, o al menos así lo creía, cuando sintió que podía mover un dedo. Sólo un pequeño movimiento, pero le pareció la cosa más maravillosa del mundo. Poco a poco, su cuerpo volvió a estar bajo su control, y por último, sus pulmones trataron de tomar una enorme bocanada de aire, pero notó que había muy poco oxígeno en su prisión bajo tierra.

Casi entró en pánico, pero recordó que, simplemente, podía aparecerse. Después de todo, sabía exactamente dónde estaba. Los Potter siempre eran enterrados en Godric's Hollow, y el lugar de su tumba se marcaba por un hechizo antiguo, en el momento del nacimiento. Agradeció rápidamente que los magos fuesen enterrados con su varita, y apretó con fuerza la familiar madera de caoba. James cerró los ojos y se concentró.

El aire frío y húmedo le rozó la piel, y le trajo un enorme alivio. Era de noche, el cielo estaba lleno de estrellas titilantes. James sintió que un grito gutural se escapaba de su garganta, que sus piernas temblorosas se doblaban y caía al suelo. Miró alrededor rápidamente y vio su tumba, y a su lado, la de Lily. Más allá, donde debería verse la mansión Potter por sobre los árboles, sólo había cielo.

Lily-. Dijo James, roncamente, hablando por primera vez en quién sabe cuánto tiempo.

Casi con demasiado apuro, James comenzó a usar su varita para descubrir el ataúd de su esposa. Podía ser que ella no supiera exactamente dónde estaban enterrados, y se lastimara si trataba de aparecerse. Conjuró el féretro hacia afuera cuando pensó que estaba lo suficientemente cerca, e hizo desvanecer los seguros que lo mantenían tapado.

Lily estaba en el interior, con sus ojos temerosos dirigidos hacia él, su pecho aún no se movía, pero sus miembros se contraían regularmente. James la sacó del ataúd, sin usar magia para poder tocarla otra vez, y tomó su cuerpo fláccido entre sus brazos. La abrazó con fuerza, mientras ella se recobraba. Sus brazos se envolvieron alrededor de él, tomó aire temblorosamente y rompió en sollozos. James murmuró palabras de consuelo, y depositó besos suaves sobre su frente, sus mejillas, sobre cada centímetro de piel de su rostro. La sal de sus lágrimas fue el primer sabor desde la rana de chocolate que comió aquella noche de brujas.

James- La voz de Lily sonaba igualmente ronca, pero James jamás había oído nada más dulce. – Ah, fue horrible, James. Pensé que estabas muerto, y luego...yo...y Harry

Ella comenzó a llorar otra vez, y James se dio cuenta de que ella no había podido ver lo que él vio, y tampoco había oído lo que él oyó.

Harry está vivo-. James detuvo las lágrimas con esas palabras. Los ojos de Lily se agrandaron asombrados y comenzó a sonreír, de pronto comprendió, esperanzada. – Él lo hizo. Él venció a Voldemort-. James la besó otra vez, y la apretó contra su cuerpo. – Vamos a buscar a nuestro hijo.

Se levantaron, apoyándose uno en el otro. Lily se volvió hacia las tumbas. –No podemos dejar esto así. Si alguien lo ve antes de que se sepa...

James hizo una mueca y asintió. El robo de tumbas tenía propósitos oscuros en el mundo mágico. Con unos pocos movimientos de sus varitas, todo volvió a estar como antes de que James exhumara a su esposa. Sonrieron el uno al otro, sonrisas esperanzadas que serían más brillantes y completas cuando la familia esté reunida, otra vez.

Aparecieron junto la pequeña casa que Sirius rentaba. Estaba completamente vacía, sin ningún signo de vida, con tablas clavadas sobre las ventanas rotas. Esa fue la primera pista que tuvieron los Potter, de que además del ataque en su hogar, algo más había salido terriblemente mal esa noche de brujas.

Hizo algo estúpido-. Dijo Lily, con voz vacía, temblando ligeramente.

Las posibilidades eran incontables, estaban hablando de Sirius, y James no se animaba a mencionar ni una sola. En medio de la locura del dolor, no había límites en lo que Sirius podía haber hecho. James pensaba que no soportaría descubrir que había perdido a otro de sus amigos, posiblemente muerto, con su hijo aún sin encontrar. – Necesitamos a Albus.

La próxima aparición fue en Hogsmeade, y aunque estaban hambrientos, ni siquiera hicieron una pausa en su camino. James tironeó de Lily y la condujo hacia la oscura tienda de dulces, cerrada durante la noche.

James- Dijo Lily, en el tono que precedía a una reprimenda. -¿ Qué estás haciendo ?. Hogwarts está para el otro lado. No es el momento...

Exactamente. No podemos aparecer por la puerta principal, ¿ verdad ?- James sonrió, un tanto avergonzado y movió la varita desbloqueando la puerta y colándose dentro de la tienda de dulces acompañado de su esposa. No había hecho esto en años.

No necesitaba mirar a Lily para saber cuál era la expresión de su cara, sus ojos brillaban y sus labios se apretaban con enojo. – Después de que hallemos a Harry, tienes mucho que explicar James Nathaniel Potter.

James asintió. – Sí, querida-. Y continuó bajando las escaleras hacia el sótano de la tienda, donde estaba la puerta trampa que conducía al túnel, en el mismo lugar de siempre.

Escucharon con cuidado, antes de salir del túnel y hacia los pasillos del Colegio. Les tomó más tiempo que el usual llegar a la oficina del Director; debieron detenerse varias veces, ocultándose de estudiantes vagabundos y profesores que patrullaban en las últimas horas de la noche, o tal vez las primeras de la mañana. James sintió que sus dedos le picaban por el deseo de hechizar a Snivellus cuando lo cruzaron, pero Lily apoyó su mano sobre la de él, deteniéndolo antes de que pudiera moverla siquiera.

Parados delante de la gárgola, James soltó una lista de nombres de dulces, bajo la mirada impaciente y divertida de su esposa. Casi no tenía más ideas, cuando 'gotas de goma' provocó que la gárgola se hiciera a un lado. Subieron la escalera hasta la oficina del Director, y una voz les indicó

– Adelante.

Hola, Albus-. Dijo James, casualmente, cuando entraron.

Nunca había visto al famosamente inconmovible Albus Dumbledore, perder la compostura o expresar nada ni remotamente parecido al asombro, hasta ese día. Los ojos azules brillantes parpadearon, y la boca que usualmente se escondía tras la barba voluminosa se quedó abierta.

-¿ James ?. ¿ Lily ?- Tartamudeó Albus, los nudillos de una mano se volvieron blancos mientras él apretaba un lado de su escritorio, y la otra aferraba su túnica sobre su corazón.

Lily se adelantó y abrazó al anciano. –Él no nos mató, Albus. Nos maldijo con un hechizo que él inventó y que hizo creer a todos que estábamos muertos. Dejó de afectarnos hace apenas unas dos horas.

Albus la mantuvo a distancia un momento, y volvió a abrazarla con fuerza. Separó un brazo y James se les unió al abrazo de bienvenida. Todos tenían lágrimas corriendo por las mejillas cuando se separaron. Albus conjuró una tetera, tres tazas y una bandeja con galletas.

Después de devorar la comida y la bebida -aunque James descubrió que podía comer muy poco- ambos se dispusieron a oír el relato de Albus de lo que había sucedido en los últimos doce meses, aparentemente ese era el tiempo que había transcurrido desde la noche de brujas. La taza de té que James sostenía, se sacudió y chocó contra el plato. La cara del Director lucía sorprendida, otra vez, cuando James y Lily lo miraron furiosos del otro lado del escritorio.

-¿ Cómo pudiste, Albus ?- La voz de Lily, baja y cargada de ira. La mirada que le dirigía a Albus era apenas menos vehemente que la que le dirigió a Voldemort. – ¡ Dejé escrito en mi testamento que Harry jamás debía ser puesto bajo la guarda de Petunia, ni siquiera si la lista completa de los otros veinte guardianes posibles, tú incluido, muriesen !

Esta es la lista de los que intentaron adoptar a Harry hace un año-. Dijo Albus, gravemente, deslizando un papel por encima del escritorio. James lo tomó y frunció el ceño. Los Malfoy estaban en la lista, junto con unas cinco familias de Mortífagos. Imágenes terribles de lo que podría haberle pasado a Harry, llenaron su mente.

Peter fue nuestro guardián del secreto, Albus- Gruñó James, registrando la reacción de los ojos azules, y la pena que apareció repentinamente en ellos. – Cambiamos en el último momento, para engañar a Voldemort. No me importa qué tengas que hacer, pero más te vale que hagas que el Ministerio al menos le garantice un juicio para cuando lleguemos allí.

Yo iré a Surrey- Los ojos de Lily mostraban decisión, y James casi sintió lástima por Petunia y Vernon, pero no si lastimaron a Harry de algún modo.

Yo iré a buscar a Moony y a Padfoot-. Dijo James, mirando amorosamente a Lily.

Le lanzó una última mirada de enojo a Albus, antes de correr escaleras abajo, su esposa a su lado. Cualesquiera sean las explicaciones del anciano, cualesquiera sean sus excusas, ellos deberían esperar a que la familia esté reunida nuevamente.

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